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EL CONCILIO DE LA IGLESIA

El Concilio Vaticano II, en su constitución pastoral, desde el principio, en el


número 1, destaca cinco puntos para tener constantemente en cuenta a lo largo de
su exposición que consta de 93 párrafos o números.
a) Solidaridad de la Iglesia con la Humanidad. La finalidad de la Iglesia es
dar a conocer a todos los hombres (varones y mujeres) la salvación aportada por
Jesucristo. Las alegrías y penas de los hombres son los gozos y los dolores de la
Iglesia. Dice que «son»; por lo tanto, si nos encontramos con instituciones que se
desarrollan al margen de esas alegrías y penas, deduciremos que no nos hemos
encontrado con la Iglesia. Y en esta solidaridad, sólo tienen preferencia los
pobres.
La exposición conciliar es un estudio de lo que la auténtica Iglesia es, y, por lo
mismo, lo que la histórica debe ser. Es el resultado del acuerdo de los obispos
que, desde planteos muy conservadores en un principio, pasó a propuestas muy
renovadoras. El texto final, para contentar a ambas partes, adolece de
ambigüedades para lograr la unanimidad final.
b) Formada por hombres vive para los hombres. Los cristianos no son
ángeles sino seres humanos de frágil responsabilidad como todos sus hermanos
humanos. Su compromiso cristiano es vivir para los demás, al servicio de las
necesidades ajenas, empezando por las más urgentes de los marginados y
abandonados sociales.
La tentación de atender primero las propias necesidades es evidente y atender
exclusivamente al propio bienestar hace que la Iglesia vaya perdiendo
credibilidad porque sale contradiciéndose a sí misma.
c) Su misión es transmitir el Evangelio. La búsqueda de poder y prestigio
no se compatibiliza con el espíritu evangélico y éste es el gran pecado de los
eclesiásticos que, a lo largo de muchos siglos, nos ha llevado a la profunda crisis
que vivimos actualmente.
Para predicar el evangelio hay que vivirlo e irradiarlo de la misma vida antes
que de la doctrina. Doctrina sin vida es ineficaz mientras que la vida de
solidaridad y amor por el hermano suple todas las deficiencias de la doctrina.
d) El Espíritu la guía hacia el Reino. La influencia del Espíritu en la
Humanidad es constante; no es exclusiva de la Iglesia sino que se concreta como
parte de la Humanidad. Jesús se lo recuerda a sus discípulos para robustecer su
confianza. En la evolución, natural e histórica, de la creación la acción del
Espíritu (voluntad eterna de Dios) es primordial, pero se hace consciente en la
conciencia humana, en la individual y en la social, siendo, en la Iglesia,
comunitaria.
e) Se dirige especialmente a los pobres. En esta orientación eclesial
conviene distinguir entre caridades y caridad. La caridad limosnera humilla al
que la recibe porque atenta contra la igual dignidad de todos los humanos. Hecha
con amor fraterno eleva al dador y al receptor. Los grupos de mendigos en las
puertas de las iglesias son una lacra en el cuerpo de la Iglesia.
Estas son las grandes líneas directrices para entender y vivir la eclesialidad de
los cristianos.

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