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en la cuarta de forros aparece una crtica que puede puntualizar el oxmoron de una
escritura fija y mvil; refiriendo, es un rengln donde Carlos Fuentes seala que
Elizondo conforma una escritura oscura. Fuera si la lectura de Fuentes es certera o no,
considero que sus textos escapan de tales vaguedades por el uso literario, no hablo de un
instrumento o algo terico en la obra de Elizondo, hablo de una preceptiva del vaco,
contrario a la apariencia de movimiento, la escritura busca un escape, anclar en los
lindes de la conciencia fuera del autor para incorporarse en un dilogo entre espejos en
los instantes de tiempo sulfurado; y en la misma consideracin, la imposibilidad de
hablar ambos textos la realidad, lo posible con su entereza siempre desproporcionada. El
escritor parece perseguir los bordes con la tenacidad de habitar el centro. Confabulador
de la lectura mltiple que destaca hacia una escritura hbrida, donde el espacio es
consenso citadino y su bsqueda congrega localidades mnimas con la elasticidad
verbal, Elizondo juega con la complicidad de las miradas, volviendo a una dualidad no
exclusiva. La situacin constante de lectura y escritura se extrae en una longitud
figurativa del escritor que se mira como copia del texto figurado y extensin de la
ficcin, en esta dualidad se congrega curiosidad, a la vez, una confesin del
protagonismo de la escritura para la escritura, donde sus ejes instan la arquitectura de un
espejo, cabra un laberinto sobre un tema circunflejo que introduce modulaciones
verbales donde lo nebuloso es materia primordial para pretextar la creacin de este
dilogo entre escritor y escritor con la vencida idea de que ambos no existen sin una
lectura reflejada en ngulos imposibles:
El escriba, como yo, se pone de pie despus de haber hilvanado unas lneas; enciende un
cigarrillo que consume nerviosamente mientras da vueltas en torno a la escribana; luego se
sienta otra vez ante el cuaderno y reanuda su tarea.1
Elizondo, Salvador. La luz que regresa (antolologa 1985). El escriba. FCE. 1995. Pp. 9.