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“Hoy las relaciones entre criminología crítica y derecho penal suponen un derecho
penal crítico, es decir, un penalista que no sólo reflexione conceptualmente sobre
el contenido de la norma penal sino que al mismo tiempo haga una revisión crítica
de su origen, de sus presupuestos y efectos; que se plantee el derecho penal
como un aspecto del proceso de control y criminalización del Estado y, por tanto,
indisolublemente unido a todos los demás aspectos de ese Estado. Criminología
crítica como investigación del problema criminal y derecho penal crítico como
investigación de ese problema criminal implican una conjugación de ambos, el
criminólogo critico será un penalista critico y el penalista también un criminólogo
crítico”.
Introducción.
No podía haber tenido una mejor oportunidad que la que me brinda la invitación
que me hicieron los colegas y amigos colombianos para intervenir en este
Seminario sobre “El derecho penal y la realidad latinoamericana”, organizado por
la Universidad Santo Tomás de Bogotá. Considero que Colombia en estos
momentos es el país de América [24] Latina donde se está reflexionando con más
seriedad sobre el objeto de la criminología para América Latina; prueba de ello son
los numerosos artículos que se publican en sus múltiples revistas, así como la
serie de sorprendentes trabajos de grado para optar al título universitario de
abogado, que se ocupan de la criminología crítica.
Con satisfacción he podido comprobar que éste no es un país de individualismos
criminológicos, sino de equipos criminológicos (piénsese, por ejemplo, en las
reuniones anuales de profesores de criminología como la que se acaba de
celebrar en enero en Barranquilla). De ahí que la tan irreparable desaparición de
Alfonso Reyes E. y Emiro Sandoval H. no significó la desaparición de la
criminología colombiana; todo lo contrario, porque Alfonso y Emiro son de los
muertos que nunca mueren.
A pesar de estos antecedentes, han sido hechos más recientes los que me han
llevado a elaborar este breve trabajo. Mencionaré algunos. En primer lugar, la
lectura del interesante debate publicado en la revista argentina “Doctrina Penal”
entre los distinguidos amigos Eduardo Novoa y Lola Aniyar, al cual se sumó
recientemente Roberto Bergalli. En segundo lugar, la lectura de una serie de obras
[25] recientes de criminólogos y penalistas latinoamericanos, y muy especialmente
las reflexiones de los colombianos Jesús Antonio Muñoz, Iván Villamizar Luciani,
María Cristina Mosquera, Edwin Paz García, Luis Fernando García Mahecha,
Germán Pabón Gómez y Gilberto Tobón Sanín, y del argentino Carlos Elbert; el
importante libro Elementos para una crítica y de-mistificación del derecho, del
penalista chileno Eduardo Novoa Monreal, así como la magistral obra que he
tenido el privilegio de leer en borrador, Criminología: aproximación desde un
margen, del penalista-criminólogo (¿o criminólogo-penalista?) Raúl Zaffaroni. En
tercer lugar, las cartas de mi amigo ecuatoriano Alfonso Zambrano y de mis
amigos argentinos Roberto Bergalli, Emilio García Méndez y Elías Neuman. En
cuarto lugar, mi participación en el I Seminario de Criminología Crítica celebrado
en Medellín en 1984 y en el último Seminario celebrado en la ciudad de La
Habana en 1986. En quinto lugar, mi compromiso con la nueva generación de
criminólogos y penalistas latinoamericanos a quienes debo el haberme puesto a
reflexionar sobre este problema. Y por último, aunque no por ello menos
importante, la situación actual de América Latina.
[27]
I. El debate Novoa-Aniyar-Bergalli.
Novoa sostiene que hay tres ámbitos del control social: el ámbito de lo jurídico-
penal estricto dentro del cual se ha movido buena parte de la criminología; el
ámbito muy amplio que corresponde a los variados medios de control social que
una sociedad emplea para la socialización acabada de sus miembros; y por último,
el ámbito [28] que se realiza mediante normas e instituciones jurídicas no penales
(p. 269). Pero rechaza que el criminólogo pueda llegar hasta el segundo, es decir,
el que comprendería el control social más vasto, aunque cree que la actual
criminología puede abarcar el tercer ámbito, es decir, las normas jurídicas en
general. De ahí que insista que la novedad de la teoría crítica estaría en haber
abandonado el campo exclusivo de lo jurídico-penal (p. 268).
Creo, sin embargo, que la preocupación central de Novoa -ya que la repite con
insistencia- es que la criminología no puede abarcar todas las formas de control
social que él considera “vastas e imprecisas” (p. 272), para enumerar a
continuación varias tesis que objeta en este discurso porque las considera
basadas en ideas utópicas, como por ejemplo: “a) que el derecho penal va a
desaparecer alguna vez en una sociedad mejor; b) que la transformación profunda
de las estructuras sociales vaya a obtenerse por medio de investigaciones y
deliberaciones académicas; c) que los oprimidos, los marginados y los pobres van
a estar de acuerdo en verse acompañados en su propia misión histórica por
universitarios de elite que usan un lenguaje para ellos incomprensible; y d) que la
tarea de la transformación social profunda pueda ser realizada desde visiones
sectoriales” (p. 272).
Y para finalizar, Novoa plantea lo que debe ser para él esa criminología,
insistiendo en que debe comprender críticamente lo que es el derecho en general,
pero “una vez realizada la denuncia la tarea pasa a otras manos, la de los
luchadores sociales” (p. 275).
Para concluir, Lolita señala que no hay ninguna relación entre lo que se está
haciendo y lo que antes se llamó criminología, y que su intención no es hacer una
teoría criminológica sino más bien una antiteoría… “La Teoría Crítica no es
enemiga del poder, pero quiere ser su contralora”. “La característica de este
movimiento es que le ha perdido el respeto a la ciencia, tal como era, al menos,
entendida por el positivismo. Y no creemos en verdades absolutas o en
respuestas definitivas” (p. 312).
De ahí que para la autora son muchos y muy variados los caminos de esta nueva
criminología, y concluye mencionando el Proyecto Control Social en América
Latina, que pretende “retratar la historia de América Latina… la historia de la
dominación por lo tanto de sus controles y de las luchas por la liberación” (p. 313).
C) La réplica de Novoa.
Para concluir sostiene que Lolita utiliza la palabra “teoría” de muy diversas
maneras, pero que sus explicaciones, o las de cualquier otro criminólogo crítico,
“no es una teoría, sino apenas una tesis que propone la explicación del delito
desde un punto de vista enteramente nuevo. Falta ahora construir la teoría que
indique su contenido, lo desenvuelva y lo sistematice. … Me niego a ver una teoría
en un campo prácticamente virgen” (p. 321).
[32]
Por último, Novoa afirma que “no hay un jardín de al lado sino un terreno extenso.
Para serlo necesitaría la teoría que hay que desarrollar sobre la base de la tesis”
(p. 322).
D) La intervención de Roberto Bergalli.
Para concluir, Roberto está en desacuerdo con Eduardo cuando éste señala “que
sea tan peyorativo manifestarse sobre el compromiso militante con la lucha social”,
pero tampoco le parece imprescindible esa manifestación aunque lo importante
sea trabajar en esa dirección” (p. 10). Insiste al final de su intervención en la
importancia del compromiso, aunque destaca sus posibles consecuencias
ilustrándolo con su experiencia personal.
E) Balance.
Como se podrá observar por el resumen que he intentado presentar, estamos ante
una interesante polémica, pero a la cual no le veo posibilidad de diálogo, a menos
que se aclaren algunas cosas, aun cuando todos los contrincantes obviamente
están comprometidos [34] con el cambio social en America Latina. A nivel
conceptual, sin embargo, no existe plataforma común, como trataré de demostrar
porque los puntos de partida son efectivamente equidistantes.
Roberto, por tanto, en este debate fija su posición y su campo de interés. En otras
palabras, renunció a ser calificado como criminólogo, por lo cual las críticas que le
hace Novoa tendrían que plantearse a otro nivel. Su intervención, por tanto, no
sólo es “equidistante”, sino en cierto modo al margen del debate, aun cuando haya
sido aludido por los otros. Y creo que es importante que Roberto haya intervenido
para precisar cuál es su contribución en el contexto latinoamericano.
Donde veo que no puede haber plataforma común es entre los planteamientos de
Novoa y de Aniyar, y particularmente por el punto [35] de partida en relación con
la concepción de la criminología. Para Lolita es “la teoría crítica del control social”
y el objeto central “la criminalización”, a lo cual me referiré posteriormente. Novoa,
en cambio, la restringe a “examinar la criminalidad desde un punto de vista natural
y fáctico” (p. 317), con lo cual es muy difícil que pueda percibir la posibilidad de
que traspase las fronteras del derecho -aunque admita que la criminología crítica
se ocupe de todo el derecho y ya no sólo del derecho penal, concediéndole
además la capacidad de denuncia- (p. 275).
[36]
Tiene razón, sin embargo, Novoa cuando señala que la criminología crítica tal
como está planteada habla de la desaparición del derecho penal. Para ello no hay
más que recordar unas palabras de Baratta que han sido repetidas
insistentemente fuera de contexto: “Esto significa, para recordar una vez más una
formulación de Radbruch, no el esbozo de un derecho penal mejor, sino el esbozo
de algo mejor que el derecho penal”[9].
Pero lo dicho hasta ahora no es el centro del debate, sino más bien la
preocupación de Eduardo de que la criminología crítica no puede abordar todas
las formas de control social, a lo cual yo le contestaría que sí puede, pero todo
depende de cómo lo haga. Y aquí llegamos a la Teoría Crítica del Control Social,
como denomina Aniyar la criminología crítica, que, como se recordará, es de
donde arranca el debate que estamos comentando.
Pero hay otro problema adicional que se observa en este esfuerzo por elaborar
una criminología crítica en América Latina, y que yo, lo atribuyo en parte a que sus
autores vienen del derecho penal y quieren liberarse de lo que ellos consideran
“un estigma”. Y es la dedicación exclusiva a elaborar un discurso que gira en torno
del derecho penal -aunque sea en su contra-, y específicamente a la
criminalización y en ocasiones a la política criminal alternativa. Han descuidado
así la otra cara del problema: la criminalidad. Se puede considerar efectivamente
un constructo social que se recoge en el derecho penal, pero se ha materializado
en algo real y concreto basado en daños interpersonales que forman parte de la
existencia cotidiana de muchos latinoamericanos. Y hay que explicarla y ofrecer
respuestas.
Hace doce años, tal como señalé al comienzo de esta exposición, escribí un breve
artículo en que hacía un llamado a la necesidad de una criminología crítica. No era
ni siquiera un texto programático sino una simple inquietud. Hoy quisiera hacer lo
mismo, pero esta vez llevaría como título “Por qué la necesidad de un derecho
penal crítico” (aunque no lo pretendo hacer aquí). Y creo que viene al caso citar a
Raúl Zaffaroni cuando hace ya algunos años dijo: “hay tanto irracionalismo en la
actitud de los penalistas que rechazan indiscriminadamente toda la criminología
llamada crítica e incluso toda la criminología actual, como en la de los
criminólogos radicales que niegan en bloque toda legitimidad del derecho penal.
En el fondo parecen coincidir y de hecho coinciden en una incomunicación
absoluta”[11].
Febrero 1987.
[40]
BIBLIOGRAFIA
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[41]
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[43]
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“Tribuna Penal”, nº 1, Medellín, 1983.
- Hacia una criminología critica en Colombia, “Nuevo Foro Penal”, 26, oct -die
1984
NOTAS
[3] Ver “Doctrina Penal”, nº 30, Buenos Aires, abril-junio 1985, ps. 263-275.
[4] Ver “Doctrina Penal”, nº 33/34, Bs. As., enero-junio 1986, ps. 305-313.
[6] Conozco sólo la versión a máquina de este trabajo porque Roberto me la envió,
pero debe salir -o estar ya en imprenta- en un próximo número de “Doctrina Penal”
de Buenos Aires.
[7] Bergalli, en una entrevista, precisa su alcance en estos términos: “el estudio de
todas aquellas instancias, instrumentos, categorías y momentos sólo previstos por
las normas jurídico-penales que promueven la legitimación del orden”… ; y más
adelante añade: “la reservamos para el análisis de los problemas atinentes al
derecho y al sistema penal” (‘Tribuna Penal”, nº 3, Medellín, 1985).
[8] Carlos Elbert, Ejecución penal y terapia social en América Latina, “Revista del
Colegio de Abogados Penalistas del Valle”, vol. VII, n° 13, Cali, marzo 1985.
[10] Con estas palabras se autocriticó Jock Young al referirse a su libro La nueva
criminología, en una entrevista diez años después, en 1983. Como la
consideramos muy ilustrativa para precisar lo que queremos decir, la adoptamos.