Você está na página 1de 128

Gata

de
Arrabal

Lilith Cohen

© Primera Edición 2014


© Segunda Edición 2017
© Tercera Edición 2018
Esta tercera (y probablemente no sea la última) edición la
dedico cariñosamente a todos aquellos que desde la primera
vez que publiqué esta historia allá a mediados del 2014 han
leído todas mis historias y que, de una manera u otra,
siempre me han brindado su apoyo.
A todos ustedes mis más sinceras e infinitas gracias.
I needed you, I knew I was in danger
Of losing what I used to think was mine

You let me love you till I was a failure,

You let me love you till I was a failure

Your beauty on my bruise like iodine

I asked you if a man could be forgiven

And though I failed at love, was this a crime?

You said, Don't worry, don't worry, darling

You said, Don't worry, don't you worry, darling

There are many ways a man can serve his time

You covered up that place I could not master

It wasn't dark enough to shut my eyes

So I was with you, O sweet compassion

Yes I was with you, O sweet compassion

Compassion with the sting of iodine

Your saintly kisses reeked of iodine

Your fragrance with a fume of iodine

And pity in the room like iodine

Your sister fingers burned like iodine

And all my wanton lust was iodine


My masquerade of trust was iodine

And everywhere the flare of iodine

Leonard Cohen “Iodine”


Capítulo I - ¿Quién soy yo?
Ah, este... Hmm ¡Hola! ¿Qué tal? Me llamo Iodine Terranova Meneses
y antes de que empiecen a llegar con su preguntadera acerca de por
qué tengo ese nombre tan curioso, les contaré la historia. Resulta
que mis padres, que se llaman Joaquín y Margarita, son un par de
filósofos que estudiaban en la facultad de Filosofía y Letras de la
UNAM. Se conocieron por ser súper fanáticos de la música y poesía
de Leonard Cohen y como todo el mundo les huía por su tremendo
fanatismo hacia él (a decir verdad: ninguno de los dos podía tener
una relación que durara mínimo un mes porque no hacían otra cosa
más que insistirles a sus parejas en turno que escucharan a Cohen)
pues en cuanto se conocieron sin pensarlo dos veces se hicieron
novios.

Cuando por fin terminaron de estudiar se casaron, al cabo de un año


mi mamá se embarazó de mí y cuando hicieron las primeras pruebas
de ultrasonido y se dieron cuenta que iban a tener una niña estaban
indecisos a la hora de ponerme un nombre; no sabían si llamarme
Marianne, Suzanne, Joni o Janis en honor a las mujeres que tuvieron
la dicha de ser las amantes del canadiense. En ese momento sonaba
en el tocadiscos "Iodine" la pista número dos del álbum "Death of a
Ladies Man" y a mi papá le pareció que podía ser un nombre perfecto
para mí ¿Y saben una cosa? agradezco profundamente que no
estuviera sonando la canción "Don't go home with your hard-on"en ese
instante (los que saben inglés ya comprenderán y los que no saben,
mejor ni averigüen qué significa eso). Y como desde chiquilla crecí
escuchando a Mr. Cohen también me volví súper fanática hasta ser el
día de hoy una cohenita ferviente.

Pero bueno, volvamos a mi presentación; yo nací un 29 de febrero (sí,


ya desde el día que escogí para nacer se notaba que iba a ser una
chava bastante awkward) en Naolinco, los que se preguntan en dónde
chingaos queda eso les diré que es un poblado que se encuentra en la
zona montañosa y boscosa del estado de Veracruz, es un sitio muy
agradable donde casi siempre está lloviendo, a muchas personas les
parece bonito pero deprimente, en cambio a mí sí me gusta mucho su
clima, me encanta la lluvia y el frío.

Ese lugar también es la tierra natal de mi papá, aunque él no tenía


planes de volver, no tuvo otra elección después de que él y mi mamá
no tuvieron suerte al terminar sus estudios universitarios (como
suele suceder con el 99.9% de los que estudian filosofía) Una vez que
lograron hacerse de una casita propia mi papá se dedicó a ser
zapatero, el oficio generacional de su familia, aún cuando él juraba y
perjuraba que no seguiría el mismo camino que su padre y su abuelo,
pero con la situación económica de nuestro país a veces no nos queda
más remedio que trabajar en lo que sea para poder al menos tener
frijoles y tortillas calientes para comer todos los días.

Mi mamá que por su lado juraba y perjuraba que nunca sería ama de
casa como su madre y su abuela tuvo que dedicarse enteramente a las
labores del hogar, a cuidar de mí y ayudar un poco en el taller de
zapatos, y cada vez que alguien venía a solicitar a mi papá un trabajo
ella en lugar de ponerse a contar chismes de los vecinos se soltaba a
recitar a sus filósofos favoritos: Séneca, Platón, Descartes, Sócrates,
Spinoza (y por supuesto también a Leonard Cohen) en lo que los
clientes esperaban a que se les entregaran los zapatos ya terminados;
me parecía de lo más divertido ver sus caras de aburrimiento y
desesperación por salir corriendo del taller para no seguir
escuchándola. Como fui hija única y no hubo más hijos que atender
después, cuando entré a la primaria mi mami se dedicó a dar clases
de filosofía en una escuela preparatoria y hasta la fecha ahí sigue
trabajando.

Si bien no éramos ricos tampoco éramos lo que vulgarmente se dice


"muertos de hambre" y a pesar de que teníamos algunas carencias
económicas no nos gustaba pedir de a fiacho, ni sacar cosas a crédito
como la mayoría de las familias mexicanas. Mi papá nos
confeccionaba zapatos para toda la familia, lo cual para mi mamá y
para mí fue una gran ventaja porque ninguna de las dos puede andar
con zapatos de tacón, no aguantamos ni cinco minutos caminar con
ellos y las pocas veces que los llegamos a usar terminamos con los
pies bien hinchados y adoloridos.

Diría que mi vida ha tenido un poco de todo, menos normalidad.


Empezando por los primeros días de escuela, recuerdo perfectamente
las expresiones faciales de mis maestras de la primaria al leer mi
nombre en la lista de asistencia de alumnos — ¿Io-di-ne? —esperando
mi aprobación o que corrigiera su pronunciación — Ay-o-dain — les
repetía como si fueran ellas las que necesitaran aprender a deletrear
y no una niña de apenas seis años cumplidos.

Pero mis maestras no eran las únicas, a casi todos mis conocidos se
les dificultaba pronunciar mi nombre y entre la confusión que les
creaba el significado en español optaron por ponerme un "cariñito"
que hoy a mis 22 años de edad me parece de lo más ridículo y
patético "Yodita". Hasta el día de hoy, a excepción de mis padres,
para todo el mundo soy oficialmente conocida así, me fastidia pero
me ahorro el tener que hacerla de profesora de inglés poniendo a
todos a repetir la pronunciación adecuada, así que si ustedes también
quieren llamarme "Yodita" ¡Adelante! Tienen toda la libertad de
hacerlo, pero no' más no se espanten si el día que me muera sienten
que alguien vino a jalarles las patas en la noche.

Siempre he sido una persona de pocos amigos porque casi todos me


consideraban la "niña rarita" del salón. En los ratos libres casi nunca
salía a jugar con las demás niñas a las comiditas y las pocas veces que
las acompañé en ese juego terminaron por no volverme a invitar
porque en lugar de comportarme como una señorita decente
eructaba y terminaba con la cara embarrada y la ropa llena de
migajas y mis compañeras siempre se enojaban conmigo. — ¡Ya no
vuelvas a jugar con nosotras! ¡No sabes jugar juegos de niñas, pareces
una gata arrabalera!

A decir verdad, me importaba muy poco su rechazo porque a mí lo


que realmente me gustaba era dibujar en mi cuaderno de dibujo con
mis lápices de colores y me ponía a inventar historietas donde las
protagonistas éramos Nadia, la única mejor amiga que tuve en toda la
primaria, y yo.

En mis historietas dibujaba a los demás compañeros de clase


representados con un animal que según yo se parecía a ellos de
acuerdo a su forma de ser. Ningún otro leía las historietas aparte de
mi amiga y yo, pero un día cuando cursábamos el sexto año, el
maestro Ulises, que era quien siempre sustituía a las profes cuando
faltaban, me cachó terminando una historieta que hablaba sobre él y
lo mucho que detestábamos su tonito de voz monótono y aburrido.
Bueno, pues como era de esperarse, el profesor se puso como
energúmeno, mandó llamar a mis papás y les mostró la historieta.

Al volver de ese día a casa mi mamá se encontraba algo molesta


conmigo, mi papá en cambio no sabía cómo hacer para contener la
risa que le había causado el dibujo de mi maestro (es que el profe
tenía sólo unos pocos cabellos rizados en espiral hacia arriba como si
hubiera recibido una descarga eléctrica) mi papá ya había notado el
cómico aspecto del maestro pero nunca se había atrevido a
comentármelo por miedo a que lo divulgara con toda la clase y me
metiera en una bronca.

A la hora de la comida esperé que me dieran una mega regañiza al


respecto, pero en lugar de eso tuve una conversación muy
interesante con mi papá.
— ¿Sabes? Cuando yo tenía tu edad le compuse una poesía ridícula a
mi profesora y la recité enfrente de todos mis compañeros cuando
estábamos solos en el salón, sin darme cuenta que la maestra estaba
parada en la puerta acomodando sus cosas antes de entrar a clases,
en cuanto la vi casi me oriné del miedo porque pensé que me llevaría
de un jalón de orejas derechito a la dirección, pero en lugar de eso
sólo soltó una carcajada y me hizo ver que tenía talento para hacer
composiciones.

Todos nos echamos a reír como locos en la mesa, pero mi papá quería
terminar la conversación dándome un consejo. — Sin ninguna duda
heredaste el humor negro de mí, pero debes ser cuidadosa con eso
porque no a todos les hace gracia y lo pueden tomar a mal.

Debo ser muy agradecida con aquella plática que tuve con papá ese
día, porque eso me ayudó a comprender mejor a la mayoría de la
gente que no piensa como yo. Si bien era bastante despierta para
entender las materias escolares nunca comprendí bien del todo las
relaciones sociales entre los seres humanos que viven y actúan de
forma predeterminada como si fueran robots programados: nacer,
crecer, estudiar, titularse, socializar, reproducirse (o hacer como que
se reproducen), ver a los hijos hacer lo mismo que ellos hicieron
antes, usar placa dental, bisoñé o bastón para finalmente estirar la
pata.

Al concluir la primaria, mi mamá me dijo que tenía que hablar


conmigo de "mujer a mujer" de algo muy importante ¿Les suena eso?
Claro, es la típica plática que todas las madres dan a sus hijas
adolescentes donde ellas con tanto tacto te explican lo que significa
dejar la niñez y entrar a la edad intermedia en donde empiezas a
forjar la personalidad y el lugar que ocuparás en el mundo por el
resto de tu vida y obviamente los cambios hormonales y que el
cuerpo se deforma y la verdad de ese gran misterio que todos los
niños quieren saber acerca de dónde vienen realmente los bebés y
demás chingaderas que la gente persignada considera temas tabú.
Con doce tiernos añitos cumplidos entré a la escuela secundaria y
otra vez comenzaron las clases de pronunciación de mi nombre sólo
que esta vez con todos mis diferentes profes de todas las materias y
al igual que en la primaria terminé siendo mejor conocida como
"Yodita" y después, llegaron los temidos cambios de los que ya me
había advertido mi mamá y los libros de ciencias naturales de forma
inesperada.

Un día me dí cuenta que de repente aparecieron dos piquetes de


mosco en mi pecho mientras en mi cara salieron dos enormes
espinillas, mi espalda y mis hombros se hicieron más anchos y en
cambio mis caderas y mis nalgas no aumentaron ni un centímetro,
comencé a tener problemas con la vista y tuve que usar lentes,
también me dí el famoso "estirón" y sólo alcancé los 1,50 metros de
estatura y mi cuerpo entero se cubrió de vellos negros largos y
gruesos, con decirles que era incluso más velluda que varios de mis
compañeros del sexo masculino. Muchos me agarraron de su
puerquito y entre sus bromas más comunes me decían que tenía
vocación de nadadora por la forma de mi cuerpo: espalda ancha,
nada por aquí y nada por allá.

Y a diferencia de la mayoría de las chamacas de mi edad que con las


hormonas todas alborotadas quieren andar mostrando las carnes y
empiezan a coquetear con los chavos, yo en cambio no hice grandes
cambios en mi apariencia y forma de vestir, nunca me pinté el
cabello y siempre lo traje corto hasta las orejas y con fleco al estilo de
muchas de las modelos francesas que pintaba Amedeo Modigliani en
sus retratos y la peluquera se sorprendía de la gran facilidad con que
yo me desprendía del cabello cuando todas las chavas de mi edad que
iban a hacerse sólo el despunte terminaban chillando peor que María
Magdalena por haber perdido sólo tres pinches miserables
centímetros de su amada cabellera.

Los días de ir a la peluquería eran los más fastidiosos y a la vez los


más divertidos, parecía que había un diálogo predeterminado entre
la peluquera y yo como si fuera un guión de una obra teatral:

Peluquera: - ¡Hola Iodine! ¿El mismo corte de siempre?

Yo: - Sí.

Peluquera: - ¿Estás segura?

Yo: (tratando de no perder la paciencia) - Sí.

Peluquera: - ¿De veras? ¿No quieres probar otro corte? Estos son
algunos de los que están de moda este año.

Yo: (concentrándome como monje zen para no explotar) - No,


gracias. El de siempre está bien.

Peluquera: - No entiendo por qué nunca quieres cambiar de corte, si


yo tuviera tu cabello no lo cortaría así de corto como me lo pides.

Yo: (hecha un volcán a punto de hacer erupción) - ¡Ya estuvo bueno


chingada madre! ¡Córteme el puto cabello como se lo estoy pidiendo!

¡Por favor, no empiecen a sermonearme! Ya sé que esa conducta no


es correcta y por eso siempre me disculpaba con ella porque no me
gusta ser grosera y gritarle a la gente, pero es que a veces me topo
con personas que es tanta su insistencia y que de veras me cagan la
paciencia (la peluquera es una de ellas).

Y bueno, les diré que siempre fui (corrijo, aún soy) motivo de
miradas de extrañeza tanto de los chavos de mi edad como de los
adultos que no comprenden mi gusto por mirar libros de arte que
revistas de adolescentes y el vestirme con lo más cómodo en lugar de
ponerme lo más bonito como se supone que debemos hacer las
chavas para lucir lindas porque "¡La belleza es ante todo!", "¡Antes
muerta que sencilla!" y esas pendejadas que debo suponer estará
estipuladas en algún Código Civil Femenino que yo no he leído (ni me
interesa leer) jamás.
En la primaria tenía sólo una amiga, pero en la secundaria me quedé
más sola que un perro con moquillo porque Nadia (quien yo creía que
nunca dejaría de ser mi mejor amiga) al desarrollarse más que yo,
comenzó a agarrar popularidad entre todos los morros
calenturientos del salón y le pareció vergonzoso tener por mejor
amiga a la que todos señalaban como la más loser del mundo mundial,
así que mejor hizo como que sufrió amnesia y cada vez que me la
topaba con algunos de sus amigos y la saludaba ella sólo me fruncía
el ceño y me lanzaba una mirada como queriendo decirme: "Disculpa
¿Te conozco?" Era evidente que quería olvidar todo su pasado como
escoria de la sociedad y así fue como me sacó de su vida para
siempre.

Después que Nadia me cortó intenté hacer amistad con mis nuevas
compañeras de escuela, pero no lo logré porque ellas y yo no
teníamos nada en común: las del grupito de las fresas ni me
volteaban a ver, y las otras que si eran buena onda nunca paraban de
dárselas de almas caritativas queriendo ayudarme a mejorar mi
imagen personal: "¿Y si te depilamos las cejas? ¿Por qué no te
pruebas este vestido? ¿Te maquillo un poco? Un poco de brillo labial
no te caería mal" y otras veces se dedicaban a hostigarme con sus
preguntas de: "¿Porqué te gusta llevar el cabello así de corto? ¿Por
qué te la pasas leyendo esos libros? ¿Quién es Leonard Cohen? ¿Quién
es Modigliani? ¿Por qué eres así?" Preguntas que nunca sabré
responder con exactitud ya que yo sólo sé que yo soy como soy.

Si tuviera que buscar un adjetivo para describirme diría que soy esa
chava nerd, freak, geek, loser y cuanto anglicismo han aprendido no
precisamente en las clases de inglés, sino en todas esas típicas series
gringas de adolescentes mamones que buscan ser los más populares
de la escuela ya sea como capitanes del equipo de fútbol americano o
como la reina del baile anual de primavera.

¡Ah! Y hablando de fiestas y bailes, les contaré una anécdota acerca


del día en que fui la vergüenza y la deshonra de la familia. Fue
cuando cumplí 15 años, a pesar de que yo no quería una pinche fiesta
ridícula, por insistencia de mis tías y abuelas se organizó un festejo
sencillo con la familia (y algunas personas que se siempre se
autoinvitan) mi papá me hizo un par de zapatillas de tacón para que
combinaran con mi vestido de quinceañera porque no podía andar
con tenis en la fiesta (bueno, de poder claro que podía, sólo que se iba
a ver muy awkward) y pues sólo por obligación social los tuve que
traer durante todo el festejo y en casi todas las fotos salí con mi
carota de incomodidad por traer esos zancos en mis pies y cuando
llegó la hora de bailar el vals (por cierto escogí una de Cohen que no
podía ser otra que "Take this waltz" del álbum "I'm your man") sabía
que no iba a aguantar bailar toda la canción con los tacones puestos,
así que cuando mi papá me dio la mano para llevarme al centro del
salón, me quité los zapatos y los aventé sin ver a donde caían, uno fue
a rozar con la cabeza de mi abuelo paterno quien había llegado con
un tupido cabello negro y terminó con la frente calva al salir de la
fiesta y otro fue a dar derechito al pastel y salieron volando pedazos
que fueron a dar a la pared y a los escotes de algunas invitadas, pero
así descalza por fin pude andar a gusto y disfrutar lo poco que
quedaba de la fiesta mientras todos los invitados me veían con cara
de horror por tener tan pésimos modales.

¡Oh no! ¡Ustedes tampoco me vean con esa cara, por favor! ¿Qué
quieren que haga si así soy yo? Yo soy la que prefiere estar cómoda a
verse bien, soy la que ve las salas de belleza como una cámara de
tortura medieval y prefiere salir huyendo antes de que le saquen una
confesión vergonzosa con la cera caliente que usan para depilar, soy
la que siempre se muerde las uñas en lugar de decorarlas con
acrílico, soy la que prefiere gastar su dinero en chucherías en lugar
de comprar productos cosméticos que seguramente fueron probados
en algún pobre animal de laboratorio antes de llegar mi cara.

Soy de las que no puede contener las risotadas ni los eructos y


tampoco los pedos ruidosos que por más que lo evite siempre salen
con furia de mi trasero, la que se rasca aún cuando me ataca la
comezón en público y por supuesto también me limpio la nariz
haciendo tremendo ruidote porque no puedo soportar quedarme con
un moco ahí atorado por tratar de guardar la etiqueta, soy la que
grita de groserías cada vez que me golpeo el dedo meñique del pie
con cada mueble, no tengo gracia ni elegancia de cisne más bien soy
como una gata malcriada que no conoce nada de feminidad y
refinamiento, doy vergüenza, saco a todos de quicio porque no
parezco una linda princesa y tampoco tengo la intención de serlo
porque no quiero que nadie me diga como debo actuar, como debo
vestirme, como debo hablar y como debo vivir.

En resumidas cuentas: Soy la chica que ninguna mujer quiere tener


de amiga y ningún hombre quiere tener de novia, soy simplemente
Iodine (ay-o-dain) y parafraseando a Modigliani: "No me pregunten
quién soy ni me pidan que permanezca invariable.”
Like a bird on the wire

Like a drunk in a midnight choir

I have tried in my way to be free

Like a worm on a hook

Like a knight from some old-fashioned book

I have saved all my ribbons for thee

If I, if I have been unkind

I hope that you can just let it go by

If I, if I have been untrue

I hope you know it was never to you

For like a baby, stillborn

Like a beast with his horn

I have torn everyone who reached out for me

But I swear by this song

And by all that I have done wrong

I will make it all up to thee

I saw a beggar leaning on his wooden crutch

He said to me, "you must not ask for so much"

And a pretty woman leaning in her darkened door


She cried to me, "hey, why not ask for more?"

Oh, like a bird on the wire

Like a drunk in a midnight choir

I have tried in my way to be free

Leonard Cohen “Bird On The Wire”


Capítulo II - Como un pájaro en el
alambre
Cuando por fin terminó mi adolescencia y desaparecieron las
espinillas de mi cara (aunque mis piquetes de mosco y mis 1,50
centímetros de estatura no aumentaron ni un pelito de rana calva) ya
había terminado la preparatoria y tenía que elegir qué carrera
universitaria quería estudiar, estaba algo indecisa entre estudiar algo
de "provecho" según esta sociedad consumista y capitalista o irme a
estudiar artes plásticas a la Universidad Veracruzana de Xalapa y
después de darle muchas vueltas al asunto me decidí por la última
opción y mis papás decidieron apoyarme porque ellos hicieron lo
mismo con sus estudios cuando tenían mi edad: decidieron seguir su
vocación a pesar de que mis abuelos no estuvieron nunca conformes
con que estudiaran una carrera "inútil" donde sólo iban a aprender
como construir una casa de cartón al mismo tiempo que se fuman
tacos de mota.

Después que presenté y aprobé el examen de admisión y pude


confirmar mi entrada a la Facultad de Artes Plásticas mi mamá le
pidió a su hermana, mi tía Concepción (mejor conocida como "la tía
Conchita") que me hospedara en su casa para que yo no tuviera que
pagar una pensión o una estancia para estudiantes porque la
economía no les permitía pagarme algo así, porque a pesar de que
estuvieron ahorrando mientras yo cursaba la educación básica el
dinero nunca alcanza. Así que cuando todo estuvo listo hice mis
maletas y dejé mi pueblo bicicletero para comenzar una nueva etapa
de mi vida en la Ciudad de las Flores.
Al llegar a la terminal de autobuses estaba ya mi tía Conchita
esperándome y en cuanto bajé del autobús y recogí mi maleta, ella
me abrazó fuertemente y me saludó dándome un beso baboso en la
mejilla dejándome una marca de su lápiz labial rojo comprado por
catálogo y luego me examinó de pies a cabeza. — ¡Yodita mija!
¡Cuánto tiempo sin verte! Me recuerdas mucho a tu mami cuando
tenía tu edad, te pareces bastante a ella.

— ¿En serio? — le respondí sorprendida. — Mis tíos paternos dicen


que soy igualita a mi papá ¡Pónganse de acuerdo! ¿Quieren?

— ¡Ay mijita! Tú siempre con tus chistecitos, igualito que tu mamá.


Pues bien, tus primos están en casa ansiosos porque llegues ¡Ándale,
vámonos ya!

Entonces agarré mi maleta y tomamos un taxi para que nos llevara a


la casa.

Hacía tiempo que no veía a mi tía Conchita, desde mi fiesta de XV


años para ser precisa y es exactamente tal cual como la recordaba: de
complexión robusta, siempre dejando todo impregnado de su
perfume a donde quiera que va, siempre con su cabello pintado de
rubio con las raíces oscuras, jamás sale a ningún lado si no trae su
medallón de la virgencita de Guadalupe ni su estampita de Juan Pablo
II en la cartera y nunca falta a misa ni un domingo. Es bastante
supersticiosa, se cree todos esos mitos que la gente dice acerca de los
gatos, como eso de que sus pelos dejan estériles a las mujeres, que los
gatos negros son engendros del Diablo y esas idioteces pueblerinas.

Por si fuera poco, es súper cerrada y conservadora en casi todos los


aspectos. En su casa nunca se comen pizzas, hamburguesas, hot dogs
ni hot cakes porque son "porquerías extranjeras modernistas", juzga a
las personas de acuerdo a su apariencia, por ejemplo, para ella las
mujeres con cabello corto se ven machorras y los hombres con
cabello largo y tatuajes parecen delincuentes. En fin tiene una
mentalidad muy diferente a la mía y la de mis papás.

Y como se podrán imaginar, la tía es bastante chismosa y metiche,


dale la mano y te agarrará la pata y siempre ¡SIEMPRE! te dará su
opinión aunque no se la pidas, aunque no lo hace en mal plan, ella de
veras piensa que si todo el mundo siguiera sus consejos al pie de la
letra todo saldría bien en la vida; pero a pesar de tooodos sus
detalles, es una buena persona.

Cuando llegamos a la casa estaban mis primos Amanda y Paco


alistándose y preparando la mesa para comer. En cuanto entré a la
casa Paco corrió a saludarme y me dio un abrazo de oso y Mandita
(como la llaman de cariño desde que era una niña) apenas y me
saludó.

Mandita es de mi misma edad pero ella y yo no tenemos


absolutamente nada en común, ni física ni personalmente hablando:
ella es altísima de caderas anchas y espalda estrecha mientras yo soy
chaparra de espalda ancha y caderas estrechas, ella es güera de
cabello súper largo y yo de pelo negro y corto.

Si bien ella y yo no tenemos una mala relación tampoco se podría


decir que somos buenas amigas, cuando éramos niñas a veces llegaba
a ir de visita a mi pueblo pero no me gustaba mucho jugar con ella a
juegos como los encantados o carreritas porque cuando se caía y se
lastimaba (o peor aún se le rompía su lindo vestido) se ponía a llorar
como loca y ¿Adivinen quién tenía la culpa? ¡Yo por supuesto! Por
andar de gata revoltosa en lugar de jugar a juegos de "niñas
decentes."

Mandita es de cuidar en extremo su apariencia, jamás sale a la calle si


no está bien vestida, maquillada y peinada (aunque sea sólo para ir a
comprar huevos a la tienda de la esquina) y nunca jamás usa ropa de
segunda mano o que esté pasada de moda y fuera de temporada, en
fin, procura seguir al pie de la letra todas las pendejadas del Código
Civil Femenino que a mí siempre me han importado un bledo.

Con mi primo Paco es muy diferente, a pesar de que es cinco años


menor que yo, siempre fue mi mejor compañero de juegos; con él si
podía jugar juegos rudos y eructar después de comer sin que me
pusiera cara de asco. Él es el típico chavo gordito que no da una en
los deportes más que en la Playstation, le gusta mucho ver ánime,
leer manga y comer de todo, es súper simpático e inteligente y
siempre tiene algo divertido que decir para sacarte de alguna
situación vergonzosa y eso hizo que mi estadía en casa de la tía
Conchita fuera más llevadera.

Al llegar la hora de la comida estábamos los cuatro sentados en la


mesa y mi tía Conchita, ni tarda ni perezosa, aprovechó la
oportunidad para hacerme pasar al "confesionario." — ¿Y bueno mija
ya tienes novio?

Ya sabía que tendría que comenzar el interrogatorio con esa, creo


que no hay ninguna tía o abuela que nunca te haga esa pregunta,
parece que a las señoras de cierta edad les preocupa mucho el hecho
de que las jóvenes estemos emparejadas, no sé si creer que es porque
no quieren que estemos solas el resto de nuestra existencia o porque
es "la ley de la vida" el buscarse una pareja, casarse y tener críos y la
que no lo haga es porque es fea e inútil y como "castigo"tenga que
quedarse a cuidar cincuenta gatos, o peor aún, que te presionen al
bodorrio para tener un pretexto para comer de a gratis y mover el
bote en las pachangas. En fin, lo que pasa es que en este país aún hay
personas que no comprenden bien el estado de la neosoltería y
obviamente la tía Conchita es una de ellas.

— Pues no tía, no tengo novio — le respondí con la boca llena


mientras engullía las enchiladas de pipián que me había preparado
con cebolla, queso y bistec, porque debo admitir que la tía Conchita
es mucho mejor cocinera que mi mamá (y es que a ella nunca se le
dio muy bien la cocina ni las tareas del hogar, lo suyo es la filosofía
así como lo mío el arte). Por estar hablando y comiendo al mismo
tiempo no podía cortar bien la carne con el cuchillo y pasé a tirar dos
enchiladas que fueron derechito al suelo no sin antes pasar a
embarrar mis pantalones de pipián.

Mandita me miró con un gesto de desaprobación moviendo los ojos


hacia arriba como suplicando a todos los santos del cielo que
tuvieran piedad de mí. — ¡Ay ma'! Con esos modales que tiene, dime
¿Quién va a querer ser su novio? — rezongó con su voz de rata
chillona.

— ¡Ay Yodita! — prosiguió la tía. — En serio que eres la viva imagen


de tu mamá en sus tiempos de universidad, también estaba siempre
hecha un desastre a la hora de la comida y temíamos que se nos fuera
a quedar solterona por sus modales de pelón de hospicio, y parecía
que se iba a quedar a vestir santos hasta que conoció al pandroso de
tu papá.

— ¡Pues qué horror! — interrumpió Mandita a su mamá haciendo


cara de fuchi. — ¡Yo ni de loca saldría con un filósofo hippie todo
greñudo y fachoso! — Y después, se quiso hacer la chistosa. — ¡Peace
and love, chatos! ¡Como decía Shakespeare: Yo sólo sé que no sé nada!

A mí lo único que me causó gracia fue su burrada de atribuirle a


Shakespeare una frase bien conocida de Sócrates, pero la tía Conchita
se echó a reír. — ¡Ay no mija! Tú no eres así para tener un novio de
ideas.

"Ideas" esa es la palabra que tanto mis parientes como el resto de las
personas normales usan para referirse a las personas que actuamos y
pensamos diferente, que somos"personas de ideas" ¿Qué acaso ellos
no tienen ideas también?

Disimuladamente Paco y yo nos volteamos a ver con una mirada


cómplice porque nos causaba gracia la forma de pensar de ellas, pero
preferimos aguantarnos las risotadas porque no queríamos herir las
susceptibilidades de nadie. Ya estaba terminado la comida y tenía
que preparar mis cosas porque el día de mañana comenzaban las
clases en la facultad y ese era el pretexto perfecto para no seguir
contestando el cuestionario incómodo de la tía Conchita, aunque
conociéndola sabía que no podría zafarme de sus interrogatorios por
mucho tiempo.

— Bueno, pues yo me retiro porque tengo que desempacar mis cosas


y alistarme para mañana porque temprano empiezan mis clases
¡Provecho a todo el mundo!

— Esta bien Yodita, ahí te arreglé tu cama en el cuarto de Mandita.

— ¿Mi cama está en la recámara de Mandita? — pregunté para


corroborar lo que había escuchado.

— ¡Obvio, mija! — contestó mi tía. — ¿Qué esperabas? ¿Qué ibas a


compartir la habitación con Paco?

Y éste respondió. — Pues por mí no hay problema, yo encantado de


compartir mi cuarto con Iodine, ella y yo nos llevamos a todas
margaritas.

Al escuchar eso, la tía le lanzó una mirada reprobatoria. — ¡Ay


chamaco! ¿Cómo crees? Ella es mujer y tú eres hombre, eso sería
indecente ¿Y cuántas veces te he dicho que no hables con la boca
llena?

Con razón noté que cuando llegué mi prima tenía cara de estar algo
molesta con mi llegada y no es para menos, alguien iba a invadir su
espacio personal y además una persona que poco o nada tiene en
común con ella, así que no lo tomé como una grosería sino como algo
normal, aunque claro, si hubiera sido al revés: Mandita la que se
hubiera ido a mi terruño a estudiar y yo me molestara por compartir
mi habitación entonces la mala samaritana hubiera sido yo porque
así es siempre, cuando alguien de la mayoría hace algo que a la
minoría le parece mal nadie dice nada, pero cuando la minoría
incomoda a la mayoría entonces si se arma la gorda; pero ni modo,
así es este mundo y el pertenecer a los grupos minoritarios nunca
será una ventaja.

Tomé mi maleta y subí las escaleras hacia el cuarto y entonces


Mandita se levantó de su silla y me siguió. En cuanto me dio alcance,
se apresuró a hacerme conocer las reglas de su habitación.

— Bueno Yodita, ya que vamos a tener que convivir juntas por algún
tiempo, hay ciertas cosas que quiero que sigas al pie de la letra por
favor: nada de malos modales cuando esté yo aquí en el cuarto
contigo, no eructes como sapo, no te saques nada de la nariz con el
dedo (¿De qué habla? nunca me he sacado los mocos con el dedo
delante de ella) no te tires pedos ruidosos y apestosos, no ronques
por las noches y esas otras manías poco refinadas que tienes
¿Estamos?

— Pos 'ta güeno — le dije para apaciguarla.

Después de darme a conocer su reglamento me enseñó el espacio que


me había reservado en su clóset para que guardara mis cosas y obvio,
mientras sacaba mi ropa y la acomodaba no pudo quedarse callada y
reservarse sus comentarios al respecto. — ¿¿Qué?? ¿No me digas que
a tu edad aún usas este tipo de playeras? — exclamó tomando una de
mis favoritas: una playera blanca con un dibujo de un gatito atigrado
usando unos enormes lentes de pasta como los míos.

— ¡Ja! Y eso que no has visto estas — repliqué mientras le mostraba


otras playeras con estampados de animales y varios personajes de
caricaturas.

Mientras continuaba sacando y ordenando mis cosas, Mandita estaba


cada vez más y más asustada con mis extrañezas. — Me da la
impresión que no creciste nada desde la última vez que te vi cuando
cumpliste quince años, no creciste ni en estatura ni en madurez.
— ¡Claro que maduré! — le reclamé. — La madurez de las personas se
mide con la capacidad que tienen de enfrentar sus responsabilidades,
no con su estilo de vestir.

— Pues digas lo que digas, yo creo que a tu edad ya no deberías de


usar esa clase de ropa, todos los chavos en la calle pensarán que eres
una bobita y no querrán ligar contigo.

¡Oh sí! Ella también tuvo que salir con el viejo truco que ya me sé de
memoria: cada vez que alguien me sugería tirar mis playeras con
dibujos y yo me oponía, siempre me salía con que con esa ropa no iba
a atraer a nadie del sexo opuesto, como pensando que me hubieran
dado justo en mi talón de Aquiles, pero se equivocan, no existe
ningún poder ni fuerza sobrenatural que me haga cambiar mi estilo
de vestir, ni siquiera los hombres.

— Te propongo algo — dijo Mandita tratando de negociar conmigo.


— ¿Porqué no te llevas una de mis blusas y pantalones mañana para
tu primer día de escuela? Y después nos vamos de shopping a
comprarte ropa diferente ¿Qué dices?

Comprendo que lo que según ella quiere es ayudarme a proyectarme


mejor con la gente, pero yo no necesito ropa nueva y menos la que
está de moda que casi siempre son blusas horribles de nylon, poliéster
y demás telas sintéticas e incómodas y que no se pueden acompañar
con nada excepto con molestos zapatos de tacón.

— No gracias, primita. No es necesario que me prestes algo de tu


ropa, en primer lugar porque no somos de la misma talla y en
segundo voy a la facultad de arte y ahí podría arruinar una de tus
finas blusas con pintura.

Mandita volvió a girar sus ojos hacia arriba como hace siempre que
hago o digo algo que no le agrada. — Sabía que dirías eso, en fin, creo
que eres un caso perdido. Pero ya verás que vendrás corriendo a
pedirme ayuda cuando conozcas a alguien que te guste y quieras
saber como impresionarlo.

— No creo que eso suceda nunca — respondí en modo sarcástico


como es mi costumbre hablar con las personas que intentan
convencerme de cambiar.

Después que terminé con la ropa, pasé con mis otras pertenencias y
lo primero que saqué fueron mis CD's de Leonard Cohen y Mandita
los tomó sin mi permiso. — ¿Quién este tipo? ¡Nunca en mi vida había
escuchado su nombre! — preguntó frunciendo el ceño.

Y yo exasperada le contesté. — Ese "tipo" es Leonard Cohen, alguien


que sí sabe hacer música de la buena. Deberías escucharlo al menos
una vez en tu vida.

— ¡Por el amor de Dios! ¿No puedes oír la misma música que la gente
normal?

— ¡Trae acá! ¡Yo escucho lo que me da la chingada gana escuchar! — y


entonces le quité mis discos compactos de las manos.

Aún así, mi prima no se estuvo quieta y continuó hurgando entre mis


cosas sin mi consentimiento y entonces, encontró mi viejo cuaderno
donde hacía mis historietas y dibujos en la primaria y no pudo
resistir la curiosidad y lo agarró pensando que tal vez era un diario
íntimo o algo así. — ¿Qué es esto? — y comenzó a hojearlo. — ¡Órale!
Si que eres más friki de lo que pensaba.

Le arrebaté el cuaderno, lo volví a guardar en la maleta y mejor opté


por salir del cuarto porque esa conversación me estaba irritando
demasiado (por no decir "chingando la madre") y no quería pelear
con Mandita en mi primer día en su casa. Me dirigí hacia la ventana
que estaba al final del pasillo desde donde se puede admirar una
buena parte del vecindario y los árboles que lo rodean, asomé mi
cabeza para sentir el viento en mi cara despeinando mi cabello que
en esa época del año comienza a refrescar con la aproximación del
otoño.

Estaba tan perdida en mi misma tratando de reflexionar acerca de


cómo hacer para tratar de llevar mejor la situación con Mandita
mientras estuviera estudiando y en ese momento Paco se acercó
donde yo estaba y me espantó por estar ahí con la mente perdida en
la luna.

— Perdón, no quise asustarte — se disculpó muy avergonzado. — Sin


querer escuché todo lo que platicabas con mi hermana y quería
decirte que no le hagas caso. Siempre ha estado toda chiflada como
una cabra, a mí siempre me critica por todo igual que a ti. Me da
gusto que estés aquí con nosotros en la casa, sabes que eres mi prima
favorita.

— Sí, pero recuerda que soy la única prima que tienes — le dije
bromeando.

— Eres la onda Iodine, verás que te va a ir súper bien en tu carrera;


siempre he sido un gran fan de tus dibujos.

Solamente me limité a sonreírle y le revolví el cabello como cuando


era un niño. — ¡Gracias por tus palabras!

Después de eso, Paco me dejó sola otra vez con mis pensamientos al
borde de la ventana, mientras seguía soplando el viento, vi como se
paraban dos pájaros en el cable de la electricidad y me vino a la
mente la letra de "Bird on the wire" de Leonard Cohen porque al igual
que esos pájaros que se posan sobre el cableado, a pesar de todos los
vientos que puedan soplar en mi contra y todas las criticas hacia mis
gustos y mi persona yo también he tratado a mi modo de ser libre.
Oh the sisters of mercy, they are not departed or gone.

They were waiting for me when I thought that I just can't go on.

And they brought me their comfort and later they brought me this song.

Oh I hope you run into them, you who've been travelling so long.

Yes you who must leave everything that you cannot control.

It begins with your family, but soon it comes around to your soul.

Well I've been where you're hanging, I think I can see how you're pinned:

When you're not feeling holy, your loneliness says that you've sinned.

Well they lay down beside me, I made my confession to them.

They touched both my eyes and I touched the dew on their hem.

If your life is a leaf that the seasons tear off and condemn

They will bind you with love that is graceful and green as a stem.

When I left they were sleeping, I hope you run into them soon.

Don't turn on the lights, you can read their address by the moon.

And you won't make me jealous if I hear that they sweetened your night:

We weren't lovers like that and besides it would still be all right,

We weren't lovers like that and besides it would still be all right.

Leonard Cohen “Sisters of Mercy”


Capítulo III - Como verdaderas hermanas
Por fin, mi primer día de clases en la facultad había llegado, así que
tuve que levantarme muy temprano para llegar a buena hora. Me dí
un baño y me vestí con la playera del gatito hipster que anoche
Mandita había criticado, unos jeans viejos deslavados y cómodos, mi
chamarra tipo gabardina de felpa color gris oscuro y unas botas sin
tacón negras. Tomé mi mochila, no sin antes asegurarme que no
olvidara nada, y bajé las escaleras hacia la cocina donde también
estaban Mandita y Paco alistándose para ir a sus respectivas escuelas
mientras la tía Conchita estaba en el comedor tomándose su café con
pan dulce.

Mandita también iba a tener su primer día de clases en la


Universidad Veracruzana, sólo que ella estaría en la Facultad de
Administración; y la verdad es que quisiera saber gracias a qué
virgencita, santito o conjuro satánico fue que logró pasar el examen
de admisión porque déjenme decirles que Mandita no' más nunca dio
una en la escuela, siempre pasó todos los grados de panzazo con
promedios entre 6 y 7 (ah, pero si vieran que buena es pa'l chisme y
pa'l bailongo). Paco en cambio siempre fue un alumno brillante y
ahora estaba estudiando los últimos semestres de la preparatoria y
preparándose para después entrar también a la universidad.

Como era su costumbre, Mandita sólo se tomó un café con sustituto


de azúcar y salió a toda prisa sin decirnos ni adiós para no perder el
autobús, iba bien vestida, maquillada y perfumada pero seguramente
se había olvidado de meter alguna de sus libretas en la mochila. Paco
estaba en la cocina calentando la salsa para prepararse unos
chilaquiles rojos con pollo y al igual que yo, también ya debía estar
en la parada. En cuanto me vio me alcanzó un plato limpio. —
¡Buenos días, prima! Toma, aquí hay café calientito recién hechecito
y unos pocos de chilaquiles que acabo de preparar para que
desayunes.

— ¡Te lo agradezco mucho, primito! Llevo prisa y no tengo tiempo ni


de untarle mantequilla al pan tostado — le dije mientras me tomaba
el café y me devoraba los chilaquiles lo más rápido que me daban las
mandíbulas pero aún así alcancé a notar que la salsa roja estaba muy
bien sazonada aún mejor que el pipián de el día anterior de la tía,
pero con la prisa no se lo comenté a Paco, apenas me despedí de él y
salí corriendo como alma que lleva el Chamuco.

Por suerte llegué a tiempo a la parada donde debía tomar el autobús


que me dejaría en la Facultad de Artes Plásticas. En lo que esperaba
llegó una muchacha morena, alta, supér flaquita, peinada con un
chongo hecho al trancazo que llevaba sujeto con una pinza grande
para el cabello y para mi asombro también traía unos jeans
deslavados con una playera igual a la mía.

La chica se detuvo a unos pasos de distancia, se subió la manga de su


suéter y al ver que no traía su reloj soltó una maldición y entonces se
me acercó para preguntarme la hora. — Disculpa ¿Me podrías decir
qué hora tienes?

Miré mi reloj negro de pulsera que mis papás me habían regalado


cuando salí de la preparatoria, lo único que pudieron darme como
premio a mi esfuerzo porque no podían darse el lujo de gastar más.
— Son las siete y treinta apenas.

— ¡Menos mal que llegué a buen tiempo! Olvidé ponerme el reloj con
los nervios y la prisa, es mi primer día de clases, voy para la Facultad
de Artes Plásticas.

— ¿En serio? — le pregunté sorprendida. — ¡También yo! ¡Entonces


eso significa que seremos compañeras de clase!

En lo que hablaba con ella, llegó el autobús a la parada y nos


apresuramos a abordarlo, en cuanto le pagamos al chófer nos
sentamos juntas en dos asientos disponibles que había en la parte de
atrás.

— ¿Entonces también decidiste estudiar Artes Plásticas? ¡Qué padre!


— siguió haciéndome plática la muchacha que me parecía muy
simpática y alivianada. — ¡Ay, pero que mensa soy! — dijo dándose un
manazo en la cara. — Todavía no te he dicho ni como me llamo, mi
nombre es Maria, así sin acento en la I; lo que pasa es que mi papá se
llama Mario y pensó en ponerme María pero como no le pareció muy
original que digamos mejor optó por llamarme Maria sin acento para
que sonara diferente y más parecido fonéticamente a su nombre. Ya
sé que es extraño, pero pues así son las cosas.

— ¿Pues qué te digo? Yo no soy nadie para criticar nombres propios


cuando me llamo Iodine... — hice una pausa preparándome
mentalmente por si acaso ella se soltaba con el típico interrogatorio
de por qué me llamaba así o de plano se botaba a las carcajadas, pero
no dijo nada y entonces proseguí. — Sí, ya sé que mi nombre quiere
decir "yodo" en inglés, mis papás me llamaron así porque estaban
escuchando la canción número dos del álbum "Death Of a Ladies Man"
de Leonard Cohen cuando supieron que era una niña y les pareció un
nombre genial para mí.

— Pues mucho gusto en conocerte, Iodine — dijo Maria mientras


estrechaba mi mano.

— Igualmente ¿Sabes? Eres la primer persona que conozco que no me


me mira de forma extraña cuando le explico el porqué de mi nombre
— le contesté devolviéndole el saludo, y desde ese mismo instante
supe que había encontrado una nueva mejor amiga.

No sé por qué, pero siempre he tenido un don especial para detectar


personas singulares de esas que rara vez sueles encontrar en la vida y
definitivamente sabía que Maria era una de ellas, aunque según las
reglas del Código Civil Femenino yo debería detestarla por traer una
playera igual a la mía, pero a mí eso me pareció estupendo y se lo
hice saber. — Mira, hasta venimos vestidas con la misma playera.

— Ya veo ¡Jajajaja qué chido! Pensarán que este es el nuevo uniforme


de la Facultad de Artes Plásticas — contestó Maria riéndose a las
carcajadas.

Entre semáforos, vendedores ambulantes y todo el tráfico matutino


por fin llegamos a la facultad. Mientras esperábamos a que llegara
nuestro profesor en turno, Maria y yo seguimos platicando para
conocernos mejor. — ¿Vienes de fuera, verdad? — me preguntó.

— Sí — le respondí. — De Naolinco.

— Ah, lo siento, no me lo creerás pero nunca he estado ahí, dicen que


es muy bonito. Yo soy de Coatepec, pero vivo acá en Xalapa desde
hace algún tiempo, estudié la preparatoria aquí y trabajo de mesera
en una fonda en el Callejón del Diamante por las tardes para poder
costearme los estudios porque está muy dura la cosa.

— Sí, lo sé. Mis papás ahorraron desde que era pequeña para poder
pagarme la universidad y a veces pienso que no sé si hice lo correcto
al estudiar arte y no otra carrera más eficiente.

— Te entiendo — replicó Maria. — Yo también estaba indecisa si


meterme a estudiar contabilidad o artes plásticas, pero por suerte la
pintura le ganó a los números. — Las dos nos echamos a reír porque
ambas nos estábamos entendiendo muy bien. — ¿Y estás en una
pensión para estudiantes?

— No, estoy hospedada en casa de una tía que es hermana de mi


mamá y así me ahorro un buen de dinero.

— ¡Genial! Si quieres puedes venir a darte una vueltecita por el


callejón hoy en la tarde, al centro es fácil llegar en taxi o autobús, yo
estoy ahí trabajando de cuatro a ocho.

— Hmm, no conozco todavía el centro, pero puedo pedirle a mi primo


Paco que me acompañe, es a todo dar y seguro me dirá que sí.

— En ese caso, los estaré esperando a los dos. No me vayan a quedar


mal ¿eh?

— ¡Considéralo un hecho! — le confirmé guiñándole un ojo y


chocando la mano.

Desde el primer día de clase me sentí a gusto en el nuevo ambiente


universitario, a pesar de que aún me costó trabajo presentarme con
mis profesores y compañeros (y sí, hubo clases de pronunciación
aunque no tantas como en mis otras escuelas).

Al terminar las clases, Maria y yo volvimos a tomar el autobús juntas


y mientras íbamos sentadas me hizo una sugerencia. — ¿Por qué no
vienes de una vez a comer a la cafetería donde trabajo? Preparan
unas enchiladas de mole que están para chuparse los dedos.

— Me gustaría, pero no puedo — le respondí algo desanimada. — Lo


que pasa es que me espera mi tía Conchita, dijo que hoy prepararía
una de sus especialidades y es muy sentidita, se ofendería mucho si
no llegara a comer a casa hoy, créeme.

— No te preocupes, si no sabré yo lo que es eso, también tengo


familiares incómodos que hasta la más mínima cosa que menos te
imagines la toman a mal. Bueno, pero por la tarde tienes que venir a
visitarme por el callejón, se que te encantará.

Al llegar a mi parada me despedí de Maria y bajé del autobús para


dirigirme a pie a casa de la tía Conchita que ya estaba en la cocina
preparando de comer, en esta ocasión tenía pollo guisado con papas
cambray horneadas cuyo olor inundaba la cocina desde el momento
en que entrabas a la casa. — ¡Ya estoy en casa, tía! — grité desde la
entrada mientras limpiaba el lodo de mis zapatos en el tapete de la
entrada.

— Bueno mija... ¡Pero no arrastres tanto los pies! — me reprendió la


tía desde la cocina.

Siempre tuve esa costumbre de arrastrar los pies en el tapete antes


de entrar a casa, mi mamá nunca me regañaba sólo decía que con eso
se daba cuenta de que ya había vuelto de la escuela antes de que la
saludara; pero en fin, las ideas de la tía Conchita definitivamente son
muy pero que muy diferentes a las de ella, de eso me dí cuenta en el
poco tiempo que llevaba ahí.

— ¡Ándale chamaca! Ve a bañarte, cámbiate y luego te sientas a


comer.

— No tía, sólo me lavo las manos y vengo enseguida.

— ¡Ah! ¿Qué tú no te cambias al volver de la escuela? Tu prima


siempre tiene esa costumbre.

— Bueno tía, Mandita y yo tenemos hábitos diferentes por si no te


habías dado cuenta.

— Ya veo... — contestó con ese tonito como queriendo decir "¿qué se


podía esperar de ti?"

En ese momento llegó Paco de la escuela y se anunció a todo pulmón.


— ¡Familiaaaaa, ya llegueeeeé!

— ¿Qué son esos gritos, chamaco? — lo regañó la tía metiéndose los


dos dedos índices dentro de sus oídos. — ¡Por poco y me rompes los
tímpanos!

— ¡Pero mamá! — protestó Paco. — Si no grito luego dices que no me


oyes.

— ¿Eh? ¿Qué dijiste?


Y entonces mi primo y yo nos atacamos a las carcajadas sin poder
evitarlo mientras la tía refunfuñaba entre dientes. — ¡Estos jóvenes
de ahora!

Minutos después, entró Mandita toda malhumorada maldiciendo por


cosas que le habían salido mal en su primer día de clases y cuando
por fin terminó toda su alegata se dirigió hacia las escaleras. — En
fin, ahorita vengo, me cambio y bajo para comer.

Paco y yo nos miramos con complicidad como solíamos hacerlo y


otra vez nos reímos, pero en voz baja para que no nos oyera Mandita.

— ¡Ustedes dos dos dejen de chacotear y siéntense a la mesa que se


les va a enfriar todo! — nos sermoneó la tía Conchita.

Todos acabamos de comer antes de que Mandita bajara (la condenada


se tardó un chingo en cambiarse). Paco quería ver la tele un rato y yo
tenía tarea que hacer, pero la tía nos obligó a quedarnos para hacerle
compañía. — En esta casa es de mala educación dejar a alguien solo
comiendo en la mesa — asintió como esas típicas señoras de antaño
orgullosas de sus buenas costumbres.

— Pues en casa cada quien comía a la hora que fuera, mi papá dice
que no es necesario comer siempre todos juntos porque cada uno
tiene sus propios horarios — comenté así no' más para ver si la tía
captaba la indirecta.

— ¡Claro! No me extraña eso de tu papá que es un desordenado.


Aunque bueno, ahora que lo recuerdo, tu mamá tampoco tenía
horarios para nada. Cuando tu abuelo le pedía que fuera más
organizada ella decía "no es mi culpa que a veces sea un poco
anarcónica."

Yo me reí por lo bajo y me atreví a corregirla. — Querrás decir:


anacrónica.

— Anacromic.. sí... bueno, eso ¡Lo que dijiste!


Por fin bajó Mandita mirándose en su espejo de bolsillo para
asegurarse de haberse maquillado bien y su mamá corrió a la cocina a
servirle su plato mientras ella se acomodaba en la mesa, no sin antes
darle un zape a Paco que se había puesto a leer su nuevo volumen del
manga Doraemon para no aburrirse. — ¡Francisco Santiago Herrera
Meneses! ¡Deja de andar leyendo esos cómics chinos y quita tus
patotas de la silla!

— ¡Amanda Concepción Herrera Meneses! ¿Cuántas veces te he dicho


que no son cómics? Se llaman "mangas" y no son chinos, son
japoneses ¡JA-PO-NE-SES!

— ¡Ash! ¿Qué voy a saber de esas cosas de nerds? ¡Yo si tengo vida
social!

— ¡Tú lo que no tienes es cerebro! — le respondió Paco sacándole la


lengua.

La tía Conchita salió de la cocina, le sirvió a Mandita y se sentó al


lado de mí y entonces pensé "aquí viene con otro interrogatorio en 3,
2, 1..." — Y bueno Yodita, cuéntanos ¿Cómo te fue en el primer día de
clase? ¿Conociste a alguien?

Ya sabía que ese "alguien" quería decir si había conocido algún tipo
por ahí, ya sé perfectamente por dónde van ese tipo de preguntas.

— Pues bien tía, sí. Conocí a alguien y ahora es mi nueva mejor


amiga, se llama Maria.

— ¿Maria? — me interrumpió Mandita. — Querrás decir María.

— No, así se llama: Maria sin acento en la I.

Mi tía y mi prima se rieron al escuchar eso y pues no era de


extrañarse, mi nombre también siempre les ha causado gracia.

— Por cierto... — continué — ella trabaja en el Callejón del Diamante


y ahorita que termine mis tareas voy a ir a visitarla para conocer el
centro.

— ¡Si quieres te acompaño! — se apuntó Paco muy entusiasmado.

— ¡Gracias! ¡Me ahorraste el tener que pedírtelo! - le contesté


divertida.

Mandita suspiró con fastidio. — ¡A mí ni me inviten! No tengo ganas


de ir por esa callejuela aburrida llena de hippies mugrosos, además
tengo que ayudar a Renata y el resto de las chavas que estamos
organizando la fiesta de bienvenida para los nuevos estudiantes este
sábado.

Y para tranquilizarla (y trollearla a la vez) le dije. — Tranquila, de


todos modos no pensábamos invitarte, así te ahorramos la vergüenza
de que alguien pueda verte con un par de frikis y losers por la calle.

— Y ahora... — interrumpió Paco. — Si nos permiten, ya cumplimos


con el protocolo establecido y ahora nos vamos a hacer lo que
tenemos que hacer ¡Provechito hermanita! — y antes de que la tía
protestara, los dos subimos corriendo al primer piso.

Faltaban pocos minutos para las cinco cuando salí con Paco hacia el
callejón, en el camino me iba platicando un poco acerca de las
leyendas que se cuentan con respecto a ese lugar. — Se dice que en la
época colonial en ese callejón vivía una joven criolla muy rica y muy
hermosa que estaba comprometida con un hombre español de buena
familia que le regaló un anillo con un diamante negro que tenía
poderes mágicos para a vivar el amor y también para poder descubrir
si la mujer le ha sido infiel. Bueno, el caso es que el español tenía un
socio a quien consideraba casi como un hermano y una vez que tuvo
que salir de viaje su esposa le fue infiel con su mejor amigo, se quitó
el anillo y lo dejó sobre la mesa de noche de la cama donde habían
estado juntos y lo olvidó. Cuando el español regresó notó que su
mujer ya no traía el anillo y cuando fue a visitar a su amigo lo
encontró ahí donde ella lo había olvidado y el marido enfurecido le
clavó un puñal en el pecho a su esposa y la mató.

— ¡Vaya! — Exclamé algo sorprendida, aunque las leyendas locales de


fantasmas nunca me causaron ningún miedo, admito que me parece
muy interesante escucharlas.

— Y otra leyenda diferente que se cuenta... — continuó Paco — es que


había otra joven rica que poseía un hermoso diamante que guardaba
como un tesoro y que una noche cuando estaba caminando sola de
vuelta a su casa unos ladrones la asaltaron y le quitaron el diamante,
después de eso la muchacha desapareció y nunca se supo más de ella,
muchos dicen que han visto su fantasma deambular por las noches
en el callejón en busca de su diamante perdido.

— ¡Oye, podrías dedicarte a ser guía de turistas! — le propuse. —


Sabes mucho sobre las leyendas de la ciudad.

Paco se sonrojó y murmuró. — Bueno, pues no estaría tan mal como


segunda opción...

Entramos al callejón y bajamos para buscar la fonda donde trabajaba


Maria, la estrecha calle estaba a reventar de turistas, hippies
vendiendo pulseras de piedritas, hipsters leyendo y comprando libros
de segunda mano, en fin, toda una estampa bohemia digna de un
escenario de una película de Woody Allen.

Estuvimos viendo y recorriendo todos los negocios hasta que vimos a


Maria con un delantal rojo atendiendo a unos clientes que estaban
sentados afuera del local y nos dirigimos hacia ella. — ¡Hey, qué
onda! — la saludé.

— ¡Órale Iodine! ¡Por poco creí que ya no vendrías!

— ¿Cómo crees? Yo siempre cumplo lo que prometo. Por cierto, él es


mi primo Paco, de quien te hablaba hoy en la mañana.

— ¿Le hablaste de mí? — preguntó Paco un poco avergonzado y


sorprendido.

— ¡Oh sí! — se adelantó Maria. — Iodine me dijo que eras un chavo a


todo dar y me doy cuenta que tenía toda la boca llena de razón. — Al
escuchar eso Paco se ruborizó un poco. — Y me da mucho gusto
conocerte, yo soy Maria, sin acento en la I. Pero siéntense por favor,
ahorita les traigo un agüita de horchata.

En lo que esperábamos a que Maria nos trajera nuestras bebidas,


Paco y yo nos pusimos a platicar aprovechando que estábamos sin las
chismosas de la tía y Mandita.

— ¿Y bien? ¿Qué tal te pareció tu facultad? ¿Te has sentido a gusto en


la ciudad?

— ¡Por supuesto! Mi primer día en la universidad fue bastante bueno


y antes de entrar incluso ya había hecho amistad con Maria.
Definitivamente estoy en mi ambiente, no es que me desagradara
vivir en mi pueblo, pero aquí es donde puedo encontrar más
oportunidades, sin duda alguna.

Minutos después, llegó Maria con las horchatas y dos platos de


enchiladas de mole que no habíamos pedido. — ¡Cortesía de la casa!
— nos aclaró mi amiga al ver nuestra confusión. — Bueno chicuelos,
la doña tuvo que salir, así que tengo un ratito libre y mientras me
puedo sentar tantito a platicar con ustedes.

— ¡Que bien! Le estoy contando a mi primo lo bien que me estoy


adaptando por acá, siento que este es un buen hábitat para bichos
raros como yo.

Todos nos atacamos a las carcajadas, pero tuvimos que bajarle el tono
porque algunos clientes nos miraban algo molestos. — Bueno Iodine,
muchos dicen que este lugar es algo así como un paraíso para todas
las personas de ideas contraculturales. Pero aunque no lo creas,
también te encontrarás con fresas cabezas huecas que le dan
importancia al estatus social y a las apariencias.

— En mi casa ya se topó con alguien así — sentenció Paco. — Mi


hermana Amanda es una fresota de primera y lo peor es que
comparten el mismo cuarto.

— Bueno, no es que odie a Mandita, sólo es que somos dos polos


opuestos, ella tiene sus ideas y yo las mías y por eso procuro guardar
las distancias para no agarrarnos del chongo.

— Haces bien, yo igual prefiero convivir con personas afines a mí,


aunque hay quienes aseguran que los polos opuestos se atraen y se
complementan, como el yin y el yang — comentó Maria.

— Creo que eso es en la cuestión amorosa, pero en relaciones


familiares y de amistad no creo que aplique — respondió Paco.

— Pues... — interrumpí — en mi opinión, yo no soy partidaria de esa


regla, yo creo que cada oveja debe ir con su pareja de lo contrario
una relación amorosa sería un desastre. Pero la verdad, yo que voy a
saber, nunca he tenido pareja.

— En muchos casos es así, chavos, un asunto realmente complicado,


se los digo por experiencia, verán qué... — pero no alcanzó a terminar
de contarnos porque en ese instante, se escuchó la voz de la patrona
que llamaba a Maria a gritos. — En fin, se acabó mi tiempo de paz y
tranquilidad por ahora — nos dijo con voz de fastidio. — Me gustaría
platicar más con ustedes pero los dejo porque tengo que seguir con
mi chamba y si no se me arma la gorda. Espero que les hayan gustado
sus enchiladas.

— ¡Bastante! — respondió Paco. — Nunca había venido a comer por


acá de lo cual ahorita estoy más que arrepentido. Su mole tiene muy
buen sabor, está muy bien condimentado, en el punto exacto.

— ¡Órale! Tu primo sabe, Iodine, yo creo que podría ser juez


culinario. Bueno, ya me tengo que ir, nos vemos mañana en la facu
¡Ciao, ciao!

— ¡Hasta mañana, Maria! Nosotros también tenemos que regresar a


la casa, pero otro día volveremos con mucho gusto.

— ¡Oh sí! ¡Muy gustosos! — exclamó Paco todavía relamiéndose los


labios.

Aunque Maria no quiso cobrarnos dejamos la propina y regresamos


caminando antes de que se nos hiciera tarde, ya que no queríamos
que la tía fuera a poner el grito en el cielo. Se podía decir que me
encontraba muy contenta en ese momento porque ya no me sentía
como un pez fuera del agua, ahora éramos mi amiga Maria (sin
acento en la I), Paco y yo: Iodine, la chica extraña con un nombre
extraño.

Maria ya era para mí alguien especial, en quien sabía que podía


confiar de ahora en adelante y con quien no sentiría vergüenza de
decir lo que piense, alguien que me acepta como soy y que nunca me
va a criticar y mucho menos juzgar por ser una persona rara porque
ambas somos como dos peces fuera del agua, como dos verdaderas
hermanas.
There is a war between the rich and poor,

A war between the man and the woman.

There is a war between the ones who say there is a war

And the ones who say there isn't.

Why don't you come on back to the war, that's right, get in it,

Why don't you come on back to the war, it's just beginning.

Well I live here with a woman and a child,

The situation makes me kind of nervous.

Yes, I rise up from her arms, she says "I guess you call this love"

I call it service.

Why don't you come on back to the war, don't be a tourist,

Why don't you come on back to the war, before it hurts us,

Why don't you come on back to the war, let's all get nervous.

You cannot stand what I've become,

You much prefer the gentleman I was before.

I was so easy to defeat, I was so easy to control,

I didn't even know there was a war.

Why don't you come on back to the war, don't be embarrassed,


Why don't you come on back to the war, you can still get married.

There is a war between the rich and poor,

A war between the man and the woman.

There is a war between the left and right,

A war between the black and white,

A war between the odd and the even.

Why don't you come on back to the war, pick up your tiny burden,

Why don't you come on back to the war, let's all get even,

Why don't you come on back to the war, can't you hear me speaking?

Leonard Cohen “There Is a War”


Capítulo IV - Aquí hay una guerra
Era el primer fin de semana desde que habían empezado las clases y
ya había agarrado la onda de vivir en Xalapa, conocía las calles
principales y sabía moverme por la ciudad casi sin pedir indicaciones
a nadie. Por las tardes me escapaba al Callejón del Diamante a visitar
a Maria y cuando terminaba su turno de trabajo nos íbamos juntas
caminando por las calles riendo y platicando de la facultad y otros
aspectos de la vida en general.

Aquel sábado era el primer día que tenía totalmente libre para
disfrutar, así que decidí llamar a Maria y nos fuimos a comer juntas y
pasar toda la tarde caminando por el parque Tecajetes con sus
numerosos estanques repletos de peces japoneses regordetes y de
colores vistosos.

Cuando volví a casa eran como eso de las siete y Mandita tenía la
habitación hecha un desastre, en su cama y el suelo había un
aventadero de ropa, zapatos y cosméticos. Después recordé que el
lunes a la hora de la comida había comentado que estaba
organizando una fiesta con sus amigas para los nuevos estudiantes de
administración y estaba con lo que yo llamo: típica crisis femenina
ante festa de "no tengo nada que ponerme."

Entré al cuarto y traté de abrirme paso entre todo el reguero que


había en el piso y me senté en mi cama a preparar un trabajo que
tenía que entregar el lunes siguiente, pero Mandita no me dejaba
concentrar debido a que maldecía y vociferaba sobre algo que no
podía encontrar. — ¡Mamá! ¿De casualidad no has visto el juego de
aretes y collar que me regaló Renata en mi último cumpleaños?
— No hija — se escuchó la voz de la tía Conchita desde su cuarto y
después el repiquetear de sus pasos mientras venía caminando por el
pasillo. — ¿Qué no está ahí con tus demás collares? — preguntó al
entrar al cuarto a tratar de ayudar a encontrarlos. No se había
percatado de mi presencia, hasta que comenzó a buscar en una
cómoda que estaba al lado de mi cama. — ¡Yodita mija! ¿Qué haces?
¿Por qué no te estás arreglando para irte a la pachanga?

Antes de que yo pudiera pronunciar palabra, Mandita se me


adelantó. — ¡Ella no está invitada, mamá! La fiesta es sólo para los
estudiantes de administración.

— ¡Ay hijita! ¡No seas gacha! Deja que tu prima vaya contigo a la
fiesta. Apenas acaba de llegar a la ciudad y necesita ampliar su
círculo de amistades para no estar tan solita.

En seguida noté la cara de horror que compuso Mandita ante tal cosa,
desde luego, ella no quería que yo pusiera un pie en esa fiesta y la
hiciera quedar mal con sus amigos y yo por supuesto ¡Muchas menos
ganas tenía de ir!

— No te preocupes tía, igual tengo mucha tarea para el lunes y hoy


me pasé toda la tarde con Maria en el parque, ahora necesito
ponerme a terminarla — le expliqué con calma para ver si desistía,
pero la tía Conchita insistió. — ¡No mija! No te puedes pasar los fines
de semana siempre encerrada en el cuarto. Necesitas salir y
socializar como las chavas normales.

"¡Normal, normal, normal! ¡Me choca como suena ese pinche


adjetivo!" pensaba para mis adentros recordando a toda la gente de
la secundaria y la preparatoria cada vez que me negaba a ir a una
tardeada de la escuela o a una fiesta de cumpleaños de alguno de los
compañeros.

— ¡Mamá! — gritó Mandita. — ¡Está más que claro que Iodine no


quiere venir a la fiesta; para ella su tarea es más importante! — Mi
prima rezaba para sus adentros esperando que su mamá se olvidara
de ese asunto de llevarme a la fiesta y yo, aunque ya no creo ni en mi
sombra, también le rogaba al Cthulhu, al Monesvol o a quien me
estuviera escuchando porque mi tía no siguiera insistiendo con eso,
pero nuestras plegarias fueron en vano.

— ¡Ándale chamaca! ¡No pongas peros y llévate a tu prima a la fiesta,


no seas mala onda! — Y luego de sermonear a Mandita se dirigió a mí.
— ¡Órale Yodita! ¡Ponte algo bonito y arréglate ahora mismo! Ya
verás que te vas a pasarlo bien, deja ya de cerrarte en tu caparazón
que así vas que vuelas para ser una solterona toda la vida.

Y ni modo, ante la insistencia de la tía Conchita a mi prima no le


quedó de otra que llevarme a la dichosa fiesta y yo, con tal de no
seguir soportando sus insistencias, le dije que sí. Mandita estaba que
echaba lumbre, pero trató de calmarse. — Bueno Iodine, ya que vas a
venir conmigo esta vez, tendrás que dejar que te preste algo para que
vayas a la fiesta, porque me imagino que no tendrás nada decente
que ponerte. — Y sí, era así, no estaba en mis planes acudir a algún
evento importante mientras estuviera estudiando, de por sí nunca
uso vestidos de fiesta ni tacones.

Mandita fue a revolver su clóset para buscar algo que fuera más o
menos de mi talla, aparentemente no había nada que yo me pudiera
poner hasta que apareció un vestido que había usado tres años atrás
en una época en que había subido algunos kilos. — ¡A ver, pruébate
este! — me ordenó mientras me daba un vestido que estaba cubierto
con una bolsa de plástico para evitar que se empolvara.

Saqué el vestido y me lo medí: era de color ciruela, con media espalda


descubierta, de cuello halter que hacía ver mis hombros aún más
anchos de lo que eran, me quedaba apretadísimo de la espalda y
flojísimo de las caderas y el trasero, a Mandita le llegaría un poco
arriba de las rodillas pero a mí me quedó varios centímetros más
abajo de la rodilla. — Pues... — dijo mi prima mientras me observaba
de pies a cabeza con una mirada incierta. — Creo que no te queda tan
mal, ahora vamos a buscar unos zapatos.

No me gustaba como sonaba eso, porque seguramente me prestaría


unos zancotes de esos que todas las mujeres acostumbran usar en las
ocasiones especiales, y tenía toda la razón: sacó unos zapatos
plateados con una pedrería enorme de mal gusto en el centro y unos
tacones de aguja de diez centímetros, caminar con ellos fue la peor
tortura que sufrieron mis pies en toda mi vida (después de mis XV
años, claro está).

— Obviamente no son de tu número, pero ahorita traigo un poco de


papel higiénico y lo metemos en la punta para rellenar el espacio que
sobra.

Y pues se podía decir que ya estaba "lista", caminé torpemente hacia


el espejo del tocador para ver como había quedado y la verdad es que
me veía como un pinche extraterrestre. — Ahora sólo falta el
maquillaje, porque no pensarás ir con la cara lavada ¿O sí? — Mandita
me hizo sentarme en el banquito del tocador mientras ella sacaba
cuanta cosa de su cosmetiquera.

— Está bien, pero no me vayas a recargar mucho — le advertí con


seriedad.

Mandita torció la boca y me quitó los lentes para empezar a


aplicarme la base. — ¡Ay Dios! ¡Ya me había olvidado de estos lentes!
Los hipsters los habrán puesto de moda pero... ¡Son horribles!

— ¡Oye, yo ya usaba lentes de pasta antes de que ser hipster fuera cool!
Te guste o no, me los voy a tener que llevar porque no tengo lentes
de contacto, me da cosa tener que meter el dedo en mis ojos para
ponérmelos y además me provocan un chingo de comezón y me
irritan los ojos.

— ¡Obvio! Tú odias todo lo que sea femenino y estético.


— No es que lo odie por ser "femenino" y "estético" sino porque es
incómodo.

— Al principio muchas cosas son incómodas, pero después te


acostumbras, así nos pasa a todas con los bras con varillas, los
tacones, los tampones, la cera para depilar, en fin. Es sólo que tú no
quieres hacerlo, si algo te molesta usarlo la primera vez ya nunca
más te lo vuelves a poner y haces mal, somos mujeres y debemos
sacrificarnos siempre por la belleza.

— ¿A qué viene eso de que "somos mujeres"? ¿Qué porque tenemos


vagina debemos usar cosas incómodas aunque se vean bien? ¡Eso a mí
me parece una súper mega pendejada!

— ¡De veras que eres una marimacho feminazi en potencia, Iodine!

Aquella conversación iba subiendo de tono cada vez más, si


seguíamos así se desataría algo peor que la Tercer Guerra Mundial y
lo menos que quería era llegar al punto de las groserías como cuando
iba con la peluquera.

— Creo que ya con eso tienes — afirmó Mandita mientras analizaba


mi rostro en busca de algún detalle. — Me dijiste que no querías que
te pusiera mucho maquillaje. Ahora ¿Me vas a dejar que te enchine
las pestañas y te depile esas cejas peludas y desparpajadas que traes?

Al escuchar eso, me levanté del banquito y salté hacia atrás como un


gato espantado. — ¡Ni se te ocurra pasarme el enchinador de
pestañas! Me da miedo que me vayas a morder los párpados con esa
pinche mugre y del depilador ni hablar, seguramente me vas a dejar
esa horrible ceja delgaditita como la de "Eso, el payaso asesino" que
ustedes consideran muy sexy ¡A la chingada con eso!

Mandita gruñó y aventó su cosmetiquera al suelo. — ¡No sé por qué


mi mamá insistió en que te lleve conmigo! ¡Eres todo un caso!

— ¡Sí, lo sé! — grité. — ¡Soy una gata arrabalera, grosera y


maleducada! ¡Ya lo sé de toda la vida!

Dejamos de discutir y bajamos a la cocina donde había un par de


charolas con volovanes que Mandita debía llevar para la fiesta y que
conchudamente le había pedido a Paco que le ayudara a preparar, y
como era de esperarse, él hizo todo el trabajo mientras ella no movió
ni un dedo.

Pedimos un taxi para que nos llevara a la casa de Renata, la mejor


amiga de Mandita desde la secundaria, ella era la anfitriona de la
fiesta y vivía en la colonia Jardines de las Ánimas, la más nice de
Xalapa, esa donde las patrullas de la policía son como el "Fashion
Police" de la TV: si ven a alguien mal vestido lo detienen enseguida.

En cuanto el taxi llegó salimos de la casa, acomodamos las charolas


en el asiento trasero y nos subimos, afuera caía una lluvia torrencial
mientras irónicamente sonaba "It Never Rains In Southern California"
en la radio del taxista. Mandita seguía súper molesta y yo también,
imperaba un clima de hostilidad, ella no pronunciaba palabra y yo
tampoco, sólo intercambiábamos miradas furiosas hasta que por fin
ella se decidió a romper el hielo.

— Prima ¡Por lo que más quieras, trata de comportarte un poco en la


fiesta! Los chavos más guapos y populares de mi facu van a estar allí
y no quiero que me hagas pasar una vergüenza. Y otra cosa, no me
llames Mandita enfrente de mis amigos, dime Mandys ¿Ok? ¡Mandys!
No lo olvides.

— Tranquila Mandys, lo más probable es que me quede por ahí en un


rincón y nadie note mi presencia. — Mandita cruzó los dedos como
diciendo "ojalá que así sea."

El taxi nos dejó enfrente de la casa de Renata, una residencia enorme,


lujosa y completamente bardeada. Mandita habló por el interruptor
de la puerta para identificarse y en cuanto Renata la vio por la
cámara de seguridad bajó y nos abrió el portón. — ¡Heeeeey!
¡Mandys! — salió enseguida como típica chava fresa toda loca y
chiflada, saludó de beso a Mandita como toda una niña popis de la
High Class.

Renata era alta con medidas de modelo, su cabello era rubio, largo y
ondulado; tenía la piel bronceada, sus ojos eran de color miel, sus
piernas eran largas y torneadas y la verdad es reunía todos los
requisitos necesarios para Nuestra Belleza (y también tenía el tipo de
ser la clásica miss que hace el oso respondiendo puras pendejadas en
las preguntas de conocimiento).

— ¡Anda, entra! — le dijo a Mandita al mismo tiempo que la tomaba


del brazo. — Te estaba esperando desde hace una hora ¿Por qué
tardaste tanto?

— Sí, lo que pasa es que se me hizo un poco tarde con la lluvia y el


tráfico, pero aquí me tienes.

Renata ni siquiera se había percatado de mi presencia, ni porque


estaba ahí parada con las dos charolas de volovanes y los pies
adoloridos por llevar tanto tiempo parada en tacones, hasta que
Mandita se dignó a presentarme. — Este... mira... ella es mi prima
Iodine. Me la traje porque a la última hora mi mamá insistió mucho
en que viniera. — e hizo mucho énfasis en lo de que la tía había
insistido para que quedara bien claro.

Renata me escudriñó discretamente de pies a cabeza y en ese


momento me hizo efecto el sal de uvas que me tomé antes de salir,
porque estaba algo indigestada por todas las chucherías que había
comido con Maria en el parque, y eructé sonoramente. Mandita
quería que se la tragara la tierra y yo también, su amiga sólo
apachurró la nariz y me dio la mano como no queriendo. — Hola,
mucho gusto ¿Isodine? ¿O cómo dice Mandys que te llamas? — dijo
entre risitas como buena chamaca boba. No sé si quería parecer
graciosa, pero a mí me pareció súper patética.
— Mi nombre es Iodine ¡Ay- o -dain! — le respondí dejando mostrar un
poco de mi fastidio.

— Bueno, como sea; pasen a la sala, ya llegaron algunos de los


compañeros.

Mientras nos dirigíamos al interior de la casa Mandita se acercó a


susurrar con Renata. — ¡Hey! ¿Aún no ha llegado ya sabes quien?

— ¡Todavía no! Me dijo que vendría hasta después de las diez.

Me acerqué a Mandita y decidí trollearla un poco para desquitarme


— "¿Ya sabes quién?" ¿Acaso esperas a Lord Voldemort? — le
pregunté mientras soltaba una pequeña carcajada.

Mandita alzó una ceja y me miró con cara de sorprendida. — ¿Lord


quién? Perdón, pero aún no hemos tenido oportunidad de codearnos
con la nobleza.

Y al escuchar su respuesta me dieron más ganas de reírme, aunque


me imaginaba que en realidad se referían a algún fulano "carita" tipo
Cristiano Ronaldo y esos cretinazos que se sienten la última Coca
Cola del desierto porque tienen el montón de pendejas detrás de
ellos.

Entramos a la sala principal que era enorme y estaba llena de


muebles y adornos carísimos, había luces y sonido tipo disco, un DJ
hacia ruidero (porque no lo puedo llamar música) de ese que tiene el
mismo sonsonete: purrum, pum, pum y más pum. Había varios
individuos con martinis y micheladas en la mano, otros estaban en el
centro de la sala brincoteando y moviendo la cabeza al ritmo del
"purrum, pum, pum" como zombies idiotas, por otro lado había
grupitos aislados de chamaquitas cabezas huecas que tijereaban la
ropa y el maquillaje a todas las que pasaban frente a ellas, en las
esquinas y en lo oscurito las típicas parejitas de novios que nada más
se están besuqueando y aunque se cayera la casa y comenzara una
invasión alienígena ellos ni se inmutarían y seguirían en el faje loco.
En resumen, aquello era un cuadro bastante patético.

Volteaba para todos lados para ver si de casualidad veía a alguien


conocido, no sé, pensaba que a lo mejor Maria podía tener un
conocido en la Facultad de Administración y haberla invitado a la
fiesta, pero no, Maria no estaba ahí ni ningún otro compañero de
Artes Plásticas, aquel no era nuestro hábitat.

Puse las charolas de volovanes en la mesa donde había otros


bocadillos y bebidas, tome un volován y una Coca Cola y me senté en
la esquina de un sofá largo de cuero para descansar un poco mis
piernas y ahí me quedé sola durante aproximadamente una hora
porque Mandita estaba entretenida chismeando con Renata y sus
demás amigas y yo no tenía vela en ese entierro.

Parecía que nadie había notado que yo estaba ahí, todos seguían
bebiendo sus micheladas, las parejitas besuqueándose y los demás
continuaban brincando al ritmo del "purrum, pum, pum." Bueno,
creo que las únicas que me detectaron fueron el grupito de víboras
que tijerearon el vestido que traía puesto, lo único que alcancé a
escuchar fueron frases aisladas como "no le queda bien" y "está pasado
de moda" y en cuanto terminaron de lapidarme con sus miradas, se
concentraron en viborear a las otras que iban llegando a la fiesta.

Eran como las diez y cuarto y ya estaba lo que seguía de aburrida,


lamentaba profundamente no haberme traído mi cuaderno (aunque
me tacharan de nerd) para terminar mi tarea porque la cosa pintaba
para largo. La música era insoportable, quería que por lo menos
sonara algo de pop noventero que fuera más audible. Estaba
pensando en buscar a Mandita para decirle que iba a pedir un taxi
porque estaba cansada y quería volver a casa, no sé por qué no lo
hice y me arrepiento profundamente de haber tomado la decisión de
quedarme porque lo peor de la noche estaba por venir.
Alguien llamó por el interruptor de la entrada, Renata se asomó por
la cámara de seguridad y en cuanto reconoció a la persona que
esperaba afuera gritó. — ¡Ya llegó Lalo! — Mandita y la demás bola
de chamacas locas se dirigieron todas alebrestadas a la puerta para
recibirlo. El sujeto en cuestión era ese "alguien" de quien Mandita
hablaba con Renata cuando llegamos a la fiesta, y no me equivoqué
en mis sospechas: era el típico cretinazo, mirrey, todasmías que se
siente la mucha pieza.

Se notaba que el tipo era bastante popular porque en cuanto entró a


la sala todo el mundo (menos las parejitas) corrió a saludarlo. —
¡Órale wey! ¡Por fin llegaste! ¡Te esperábamos! ¡Las fiestas sin ti no
son fiestas! — Y continuaron dirigiéndole muchas más ovaciones y
reverencias al fulano como si mínimo les fuera a regalar un chicle a
toda la bola de lambiscones.

Cuando terminaron de adular al tipejo, cada quien volvió a lo suyo.


Como el individuo llegó tarde y ya estaban todos los invitados no
había lugares libres para que él se sentara, excepto al lado de mí en el
sofá y para mi pésima suerte ahí se sentó. Para tratar de ignorarlo
quise ponerme a jugar con mi celular pero se le había acabado la
batería, tomé un trago de refresco y volteé hacia el techo, que por
cierto, tenía unos grabados bastante interesantes como si fuera una
Capilla Sixtina en miniatura.

El tal Lalo me miraba extrañado, como queriendo ver si me conocía


de la facultad o algún otro evento social a los que él acostumbraba
asistir y por supuesto que no me reconoció y no pudo quedarse con la
duda de saber quién era yo y por qué estaba ahí en esa fiesta. —
Disculpa ¿Eres de los estudiantes nuevos de la facultad? Nunca te
había visto — me preguntó con la típica voz de chavo fresa.

Traté de no mostrarme incómoda y le contesté. — No, soy de artes


plásticas, vengo con una prima.
— Ah, qué bien... — dijo el fulano mientras me analizaba
discretamente, enseguida se dio cuenta de que yo no era de su tipo de
amistades. — Me llamo Eduardo Lavado Díez ¿Y tú quién eres?

— Iodine... — respondí preparada para volver a repetírselo. — Mi


nombre es Iodine Terranova Meneses.

— ¿En verdad te llamas "Iodine"? ¡Jajajajajaja! ¡Wow! ¿En qué estaban


pensando tus padres cuando te bautizaron, eh?

Desde ese instante confirmé que tenía buenos motivos para detestar
al tipo en cuestión, pero aún así, traté de darle una oportunidad. —
"Iodine" es una canción de Leonard Cohen, uno de los mejores
trovadores del mundo.

— ¿En serio es de los mejores? ¿Y por qué no tengo ni la más mínima


idea de quien sea?

— Porque los mejores cantantes son a menudo los que reciben menos
publicidad porque no son comerciales.

— ¡Uy! Aquí tenemos una hipster que sólo escucha música selecta para
intelectualoides — dijo haciendo una voz burlona que cada vez me
sacaba más de quicio.

— ¡No soy hipster intelectualoide, escucho lo que me gusta sin


importar que tipo de música sea!

— Bueeeno pues, no te alteres. A ver, platícame más de ese tal


Leonard Cohen, dime de dónde es.

— Es canadiense, pero de origen judío.

— ¡Ah, conque es un pinche judío!

— ¡¿Cómo qué "un pinche judío?! Ni siquiera lo conoces y ya lo estás


discriminando sólo por ser judío

— Bueno, es que todo el mundo detesta a los judíos, por algo Hitler
los mandaba a rostizar como pollos ¿No?

— ¡Ah vaya! De modo que ¿Tú odias a los judíos sólo porque la
mayoría de la gente los odia? Esta bien que algunos judíos son
ambiciosos y sionistas, pero no debes de odiarlos sólo por el hecho de
ser judíos ¡Eso es racismo!

Mandita, que estaba encerrada en el baño mientras empecé a


conversar con el tal Lalo, volvió a la sala y casi le da un infarto al
verme ahí platicando con el tipejo de sus sueños y se quedó
observando lo que ocurría desde lejos.

— Está bien, olvidemos a los judíos. Platiquemos de otra cosa, dices


que estudias artes plásticas ¿Y cuál es tu pintor o escultor favorito?

— Amedeo Modigliani.

— ¿Modigliani? Me vas a disculpar, pero tampoco tengo idea de quién


sea ese wey.

Un chismoso que estaba escuchando toda nuestra conversación le


dijo al oído. — Creo que es otro judío.

— Es italiano, pero de origen judío — me atreví a corregirlo.

— ¡Jajajajajajajaja! ¡Vaya! Por lo visto estás súper clavada con los


pinches judíos. Estoy empezando a sospechar que a tus abuelos los
hicieron jabón.

Ese comentario fue la gota que derramó el vaso e hizo que


definitivamente perdiera la cordura y explotara. — ¡Y tú eres un
pinche pendejo que te crees que estás muy chulo y tienes un montón
de estúpidos prejuicios sin fundamento, porque ni siquiera eres
capaz de tener criterio propio! ¡Sólo repites como un puto perico lo
que escuchas de los demás sin analizar y sacar tus propias
conclusiones, por ejemplo: tu estúpido antisemitismo! — Grité tan
fuerte que de pronto ya era el centro de atención de la fiesta, hasta
los noviecitos dejaron sus cosas para voltear hacia donde yo estaba
mientras Mandita y Renata estaban súper furiosas por lo que estaba
pasando.

El individuo me lanzaba miradas asesinas mientras me gritaba. — ¡Y


tú eres una friki, hipster, comunista, feminazi frustrada que
seguramente nunca en su vida ha tenido una cita con nadie porque
sólo te la pasas hablando de tus ídolos judíos y crees que con tus
ideas intelectualoides puedes compensar tu falta de belleza física!

Me levanté del sofá muy molesta, tanto que di un mal paso por culpa
de los tacones y caí al suelo. Todos se rieron de mí, con algo de
dificultad, me levanté a seguirle diciendo sus verdades al imbécil
machirrín que tenía enfrente. — ¡Pues yo seré todo lo que tú quieras,
pendejete de cagada! Pero por lo menos los pocos amigos que tengo
son sinceros. En cambio tú, a ver dime, si fueras feo y pobre ¿Cuántas
de estas personas que están aquí ahorita querrían ser tus amigos?

Escuché a todos cuchichear a mi alrededor. — ¿Y esta quién es?


¿Quién la invitó a la fiesta?

Renata les contestó molesta. - Es Iodine, la prima de Mandys.

— ¡Órale! No pensé que Mandys tuviera esta clase de familiares, mira


que hacer estas visiones en público, o sea ¡Que oso! — y así se
escuchaban comentarios diversos acerca de mí y la verdad es que
todo aquello me importaba un pedo, lo único que quería era salir
corriendo de ese ambiente de payasos fanfarrones que ya me tenían
(perdónenme la expresión) hasta la madre.

— ¡No se preocupen, ya me voy! No era mi intención venir y


arruinarles la noche ¡Lo menos que soporto en el mundo es estar
rodeada de pendejos cretinos superficiales como ustedes!

Salí de la casa y en medio de la lluvia que seguía cayendo a cántaros


tome un taxi libre y me regresé a la casa. Cuando llegué, para mi
buena suerte, no estaba la tía Conchita despierta. Me quité las
malditas zapatillas en la entrada, las aventé sin tener cuidado de a
dónde iban a parar y subí corriendo las escaleras hacia el cuarto, me
despinté la cara, me puse la pijama, me metí a la cama y me puse a
llorar. No sabía si realmente tenía un buen motivo para ponerme
triste, pero lloré hasta cansarme y quedarme dormida para tratar de
olvidar lo que había pasado en esa condenada fiesta.

Esa noche dormí profundamente, el cansancio y la lluvia que


golpeaba las ventanas hicieron que no me despertara hasta las once
de la mañana. Al levantarme vi que Mandita no estaba en su cama,
me di un baño rápido, me vestí y baje al comedor, ahí estaban todos
sentados en la mesa desayunando y saludé como si nada. — ¡Buenos
días! — Todos me devolvieron el saludo, menos Mandita. — ¿Qué?
¿No piensas hablarme por el resto de tu vida o qué pedo?

— ¿Te parece poco? ¡O sea, arruinaste mi vida Iodine, echaste a


perder mi gran oportunidad!

— ¡Ay por favor Mandita, bájale diez rayitas a tu mame!

— Ayer por fin tendría chance de hablar con Lalo y que me invitara a
salir, siempre estuve esperando que coincidiéramos en una fiesta y
cuando por fin lo logré, tú lo echaste todo a perder. Él le dijo a
Renata que no quiere saber nada de mí porque no le agrada la idea de
andar con alguien que es pariente de una loser.

— Discúlpame, pero creo que hasta fue mejor para ti, ese tipo es un
pendejo racista y prejuicioso ¿De verdad te gustaría salir con alguien
así?

— ¡Eso que importa, Iodine! Es el más guapo de la facultad y me gusta


desde la preparatoria y todo esto es tu culpa ¡Tu maldita culpa! ¿Por
qué eres así? ¿Te crees que eres graciosa así como te comportas? ¡Por
Dios santo! Ve como te vistes, como hablas, como actúas; no puedes
interactuar normalmente con las personas sin que saques a relucir
tus malas mañas. No pareces una mujer, una dama, una señorita, eres
como una...

— ¿Gata de arrabal? — la interrumpí.

— ¿Y todavía lo dices con orgullo? ¡Qué cínica eres!

Tomé aire y trate de controlarme, ya había tenido suficiente con lo


de anoche y no quería perder otra vez la paciencia y menos con la
familia. — En fin, te recuerdo prima, que yo no tenía ni la más puta
gana de ir a esa pinche fiesta pitera y arruinarte la vida para siempre.
Yo también lo pasé muy mal discutiendo con el mirrey ese que tanto
te gusta, sólo espero que tu terapia con el psicólogo no salga muy
cara por este trauma que acabo de causarte de por vida y quieras
pasarme la factura.

— ¡Mamá, escúchala nada más!

La tía Conchita se metió en medio de nuestra discusión. — Bueno ¡Ya


basta, chamacas! Creí que era una buena idea que llevaras a Yodita a
la fiesta, pero veo que me equivoqué por completo. Es que mija... —
añadió volviéndose a mí — ... tú de plano no cooperas en nada, no te
gusta nada que sea normal en las chavas de tu edad y eso no está bien
Yodita.

— Pero ¿Qué no está bien?— contesté ya algo exaltada. — ¿Qué no me


guste lo que se supone a todo el mundo le debe de gustar? ¡No soy
una amargada! Es sólo que disfruto de cosas diferentes.

Paco, que ya estaba harto de la situación por igual, también intervino


en la plática. — Propongo que las dos hagan un trato: Mandita no
vuelve a invitar a Iodine a convivir con su círculo de amistades y
Iodine no tendrá que volver a "aguadar" ninguna otra fiesta ¿Les
parece bien?

— ¡Trato hecho! — exclamé aliviada al mismo tiempo que alargaba mi


mano para estrecharla con la de mi prima y hacer las paces.
— De acuerdo... — asintió Mandita mientras dejamos ese asunto
morir ahí y disponernos a desayunar todos tranquilos.

No se podía decir que realmente la guerra entre Mandita y yo había


terminado, las personas como nosotras difícilmente podremos estar
en paz toda la vida, más bien era una tregua por el momento.
I lit a thin green candle to make you jealous of me,

But the room just filled up with mosquitoes, they heard that my body was
free

Then I took the dust of a long sleepless night and I put it in your little shoe

And then I confess that I tortured the dress that you wore for the world to
look through

I showed my heart to the doctor. He said I'd just have to quit

Then he wrote himself a prescription, your name was mentioned in it

Then he locked himself in a library shelf with the details of our honeymoon

And I hear from the nurse that he's gotten much worse and his practice is
all in a ruin

I heard of a saint who had loved you, I studied all night in his school

He taught that the duty of lovers is to tarnish the golden rule

And just when I was sure that his teachings were pure he drowned himself
in the pool

His body is gone but back here on the lawn his spirit continues to drool

An Eskimo showed me a movie he'd recently taken of you

The poor man could hardly stop shivering, his lips and his fingers were blue

I suppose that he froze when the wind tore off your clothes

And I guess he just never got warm, but you stand there so nice in your
blizzard of ice

Oh please let me come into the storm

Leonard Cohen "One Of Us Cannot Be Wrong"


Capítulo V - Y tu nombre venía escrito
allí...
El lunes volví a clases como siempre, y en el tiempo libre para
almorzar, le platiqué a Maria todo el asunto de la fiesta con lujo de
detalles. — ¡No manches! ¡Esos chavos de administración sí que están
pendejos! — exclamó.

— ¡Ya ni me los recuerdes! Espero no tener que volver a tener tratos


con ellos después de lo que pasó — repliqué mientras le daba un
mordisco a mi hamburguesa.

— Pues como te dije antes Iodine, gente así es imposible evitarla, te


los encontrarás en todas partes y aún sin que tú lo busques se
pondrán a discutir contigo porque no soportan que seas diferente a
ellos.

— Ya lo creo — murmuré mientras Maria se levantaba de su lugar. —


¡Aguántame tantito, voy al baño!

— Órale, aquí te espero.

No acostumbraba acompañar a Maria al baño porque a esa hora


estaba siempre a reventar y había que hacer cola para poder pasar,
así que me quedé ahí sentada y saqué uno de mis libros favoritos que
es una edición especial donde venían todas las pinturas de
Modigliani, lo había olvidado en mi casa y mis papás me lo mandaron
con la tía Conchita porque sabían perfectamente que iba a extrañar
traerlo conmigo.

Mientras hojeaba el libro, sentí que había alguien a mis espaldas


observándome. Estaba por volver la vista hacia atrás, cuando escuché
una voz ronca que me dio un buen susto. — ¡Así que Amedeo
Modigliani!

Con el corazón saltando me di la vuelta, vi que sólo era un chavo que


no era de mi grupo de clases, y suspiré aliviada mientras lo observaba
discretamente: era apenas unos veinte centímetros más alto que yo,
no era ni flaco ni gordo sino de complexión normal, tenía el cabello
negro y ondulado y lo traía largo hasta los hombros, tenía una barba
de tres días y su perfil muy pronunciado, para terminar de
describirlo era muy parecido a Leonard Cohen en los años 70 por la
época en que dio el concierto en el festival de la isla de Wight.

Me quedé ahí engarrotada como una boba sin lograr que me salieran
las palabras de la boca, él sólo me sonrío y yo le devolví la sonrisa
pero no tenía idea de qué decirle, así que le saqué platica respecto a
Modigliani, pues él lo había mencionado antes. — ¡Ah sí! Modigliani
es uno de mis pintores preferidos, sus retratos tenían algo especial,
algo que te hacía ver en lo profundo de su alma. — "¡Órale!" pensé
para mí. "¿De dónde me salió semejante verborrea? No cabe duda que
uno nunca termina de conocerse."

El chico me volvió a sonreír. — Ya lo sé, a mí también me encanta su


estilo. Ah, y perdóname por haberte asustado hablándote así de
repente, voy a presentarme como se debe: me llamo Ernesto y voy un
par de semestres arriba que tú.

— ¡Ah mira, qué bien! Pues... mucho gusto Ernesto, yo soy Iodine.

— Iodine, bonito nombre, muy original.

— Sí ¿verdad? — le dije entre risitas y con las mejillas coloradas.

Ni cuenta me di que Maria había vuelto desde hacía varios minutos, y


de no ser porque carraspeó un poco, no me habría percatado que
estaba atrás de nosotros tratando de no interrumpir nuestra plática.
— Ejem... disculpen, voy a terminarme mi lonche. — Mientras se
acomodaba de nuevo en su lugar se quedó mirando a Ernesto como
tratando de reconocerlo. — ¿Neto, eres tú?

— Eh... sí — respondió Ernesto mirando con extrañeza a Maria. — Me


dicen "El Neto" ¿Y tú de dónde me conoces?

— ¿No te acuerdas de mí? ¡Soy yo, Maria sin acento en la I! Íbamos a


la misma escuela primaria en Coatepec, eras muy amigo de mi
hermano "El Greñas Necias."

— ¡Jajajaja, es cierto! ¡Ya me acordé de ti! No cabe duda que el mundo


es un pañuelo.

- Ya lo veo, la verdad nunca me habría imaginado que te encontraría


de nuevo aquí.

Yo los miraba al uno y al otro sintiéndome fuera de sintonía, hasta


que Ernesto cambió de tema. — Ah... Estaba aquí platicando con tu
amiga Iodine, veo que le gusta mucho Modigliani como a mí.

— ¡Ah sí! Ella es la fan número uno de Modigliani.

— Lo has dicho bien "la fan número uno" porque yo soy "el fan
número uno." — Y todos nos reímos como locos.

Estaba todo tan a gusto que el tiempo se nos pasó volando, y cuando
nos dimos cuenta, ya era hora de volver a clases. Pero antes de
regresar a nuestras respectivas aulas, Ernesto me detuvo un
momento. — Ah, oye Iodine... ¿Te molesta si te pido tu número de
celular? Me gustaría llamarte otro día.

— Eh, sí... claro, no hay problema. — Y entonces le dí mi número


para que lo agendara y cada quien se dirigió de vuelta a sus salones.

Maria, que había prestado atención a eso, comenzó a bromear


conmigo. — ¡Órale! ¡Si que lo impresionaste!
— ¿Tú crees? — le pregunté en tono escéptico. — Pues a mí no me
parece, creo que sólo quiere ser mi amigo porque tenemos gustos en
común.

— Hmm... puede ser, pero quién sabe.

— ¡Oh, ya estuvo bueno Maria! — le reclamé. — Yo nunca le he


gustado a nadie de ese modo, a veces ni yo misma me soporto.

— Bueno... pero te digo que en esta vida nunca se sabe.

— Pues por ahora dejémoslo así ¡Y mejor córrele que se nos hace
tarde!

Al terminar las clases, iba de vuelta a casa en el autobús con Maria


como de costumbre y ella siguió chacoteando con el asunto de
Ernesto. — ¿Crees que te llame?

— Pues supongo que lo hará, ¿Si no para qué me pediría mi número?

— Y bueno ¿A ti qué te pareció él? No me digas que te dio igual


porque te noté muy sonriente en el resto del día.

Empecé a reír y me sonrojé como un tomate maduro.

— ¿Ves? ¡Hasta coloradota te pusiste! Ya, reconoce que te gustó el


Neto.

— Pos...digamos que sí, El Neto es como una mezcla de Leonard


Cohen y Modigliani, pero bueno, no puedo decir que sólo por eso me
agrada. Apenas lo acabo de conocer, creo que necesito tratarlo más
para sacar una conclusión exacta.

— En eso tienes razón amiga, por cierto ¡Aquí te bajas!

— ¡Es verdad! ¿Ya ves por andar con tus cosas? ¡Por poco me sigo de
largo! — bajé del autobús y me acerqué a la ventanilla para
despedirme de mi amiga. — ¡Nos vemos mañana!
— ¡Hasta mañana! ¡Y sueña con Ernestito! — me dijo riéndose.

— ¡Estás bien pinche loca! — le grité muerta de la risa también,


aunque mientras continuaba mi camino, la imagen de Ernesto se
colaba en mis pensamientos aún sin quererlo.

Al llegar a la casa todo transcurrió como siempre: mis primos y yo


nos sentamos con la tía Conchita a comer, Mandita estaba quejándose
de todo, Paco se la pasaba burlándose de ella y yo estaba más callada
que de costumbre. Obviamente todos me notaron algo rara y sólo les
contesté que tenía mucha tarea y otros pendientes en que pensar, y
en cuanto acabé de comer, subí corriendo al cuarto a buscar uno de
mis cuadernos de dibujo y mi celular.

Salí a la terraza donde ya comenzaba a soplar el aire fresco de la


tarde, me senté en una mecedora y puse el teléfono en la mesa donde
pudiera escucharlo por si recibía una llamada o un mensaje. Mientras
realizaba mis deberes me preguntaba si Ernesto realmente me
llamaría. Así estuve durante más de dos horas y después sólo entré
tantito a la casa para ir al baño, cuando regresé tenía un mensaje sin
leer pero no era de Ernesto sino de las noticias diarias. —"¡Qué mensa
soy!"— pensé. — "¿Qué me hace creer que me llamará?"

Suspendí mis tareas y me quedé ahí sentada otro rato para tratar de
poner en orden mi cabeza. —"¿Qué está pasando conmigo?" — me
dije para mis adentros. Mi parte sabihonda (mi cerebro o cordura)
me decía que no me hiciera ilusiones con Ernesto hasta tener bien en
claro sus intenciones y las mías también, y por otro lado, mi parte
ingenua (esa que muchos llaman corazón o sentimientos) me decía
que me dejara llevar y darle una oportunidad a mi vida amorosa,
pero no quería hacerlo porque nunca, lo que se dice nunca, tuve
suerte en esto del emparejamiento.

Cuando estuve en la secundaria y la preparatoria sólo me llegué a


interesar por un par de chavos de esos que eran diferentes a los
demás, de los que prefieren leer, dibujar o jugar videojuegos en lugar
de estar hablando cuanta bobada, peleándose, alardeando entre ellos
y metiéndose en problemas. Esos dos chicos que me llegaron a mover
el tapete se llamaban Alex y Leopoldo.

Alex fue mi compañero en la secundaria, nos sentábamos juntos en la


clase de dibujo artístico y nos hicimos muy amigos. Él me hacía
halagos por mis dibujos y también me decía que le caía súper bien
por no ser como las otras niñas cabezas huecas que sólo saben hablar
de la última bolsa que se compraron o del nuevo antro para ir a
tomar y yo me sentía elevada por las nubes creyendo que todo iba
viento en popa y que un día de esos, cuando menos lo esperara, él y
yo seríamos novios.

Pero la felicidad me duró bien poco, todas mis ilusiones se fueron por
el caño un día en que Alex se encontraba desesperado, le pregunté
qué le pasaba y me contó que había una chava de otro salón que le
gustaba mucho y que no sabía ni siquiera su nombre, tratando de
calmarme y de no mostrarme triste o celosa le dije. — Bueno, cuando
la veas enséñamela; tal vez sepa quien es. — Y él se asomó por la
ventana que daba hacia la cancha de basquetbol y me hizo señas para
que me asomara y viera al grupo de porristas que estaban ensayando
vestidas con tops y minifaldas. — Mira, es esa chava que está ahí —
me dijo mientras señalaba a una de las porristas — la güerita,
delgadita, chichona y nalgona que está bien buenota.

¿Y adivinen quién era la chava de las curvas peligrosas? Nadia, mi ex-


mejor amiga, me tardé un poco en reconocerla porque se había
pintado el pelo de rubio; pero era ella la chava que traía babeando a
Alex a pesar de que fuera una fresa, cabeza hueca, sin otro tema de
conversación que no fueran bolsas y zapatos, en fin, lo que tanto él
decía que detestaba de las mujeres.

Haciendo tripas corazón le mentí un poco diciéndole que si la


conocía pero sólo de nombre y él me agradeció infinitamente el que
le hubiera dicho quien era la chica que tanto le gustaba. — ¡Gracias
Iodine! ¡Eres la mejor amiga del mundo! No sabes cuanto te aprecio.
— Recuerdo que hice un esfuerzo sobrehumano para tratar de
sonreír porque mis ojos comenzaban a llenarse de lágrimas en ese
momento y cuando se me llegó a salir una, no pude evitar usar la
típica excusa chafa de "se me metió una basura en el ojo."

No superé a Alex hasta que acabé la secundaria, luego comencé la


preparatoria y allí conocí a Leopoldo, que era el cerebrito del salón y
tenía una conducta modelo. Siempre estaba muy concentrado
subrayando sus libros y tomando apuntes aún fuera de clases y cada
vez que lo veía en la biblioteca mi corazón latía a mil y lo peor del
asunto era que ni siquiera éramos amigos, él era un chavo muy
tímido y solitario, muy rara vez se le veía platicando con alguien.

Una vez intenté cruzar palabra con él haciendo que me tropezaba en


el pasillo y dejé caer mis libros a propósito para que me ayudara a
levantarlos (ya sé lo que están pensando: "esa pinche Iodine ve
muchas películas cursis"). Yo me disculpé y Leopoldo sólo se limitó a
ayudarme a recoger los libros, y cuando iba a darle las gracias, ya iba
diez metros adelante en el pasillo, caminaba como gacela el
condenado.

Al verme desesperada por no poder ni pronunciar palabra con mi


ratoncito de biblioteca, comencé a platicarle mis penas a otra
compañera del salón que lo trataba un poco más, ya que había
quedado con él en la primaria, y me dijo que le iba a comentar de mí.
Una vez que encontró oportunidad, fue a platicar con Leopoldo
mientras yo espiaba todo detrás de un árbol y escuché cuando le
comentó. — ¿Sabes? Hay una compañera a la que le gustas
muchísimo y dice que le encantaría salir contigo.

Al principio Leopoldo se emocionó bastante y le preguntó. — ¿En


serio? ¡Dime quién es!
Y ella le contestó. — Es Iodine.

Al escuchar mi nombre, la cara de Leopoldo pasó de la alegría a la


desilusión tremenda. — ¿¿Iodine?? Eh...este, lo siento, dile que...
tengo novia, no... ¡Mejor dile que soy gay de clóset! — y se fue
corriendo a toda prisa. Después de eso siempre que me lo topaba en
los pasillos volteaba la mirada y trataba de evitarme en cualquier
lugar.

En los últimos semestres, Leopoldo se hizo novio de Yadira, que era


considerada por todos como la más bonita de la escuela. Esa fulana
tenía el promedio más bajo del salón y su único "logro estudiantil"
fue que su físico le dio por primera vez la corona a nuestra escuela en
el concurso de "Miss Bachiller". Se notaba a leguas que la tipa en
cuestión no sentía nada por él y que sólo lo usaba para su propia
conveniencia. Varios profesores le habían dicho que si seguía así de
burra no iba a terminar la preparatoria, y como no quería repetir los
semestres, astutamente se dedicó a coquetearle a Leopoldo; cada vez
que lo veía paraba las chichis y meneaba la cola, y aunque él era muy
inteligente en la escuela, en cuanto veía a la Yadira en minifalda se
comportaba como un pendejo y así la fulana logró lo que quería: al
traerlo comiendo de su mano le pasó todas las respuestas de los
exámenes para quedar bien con ella.

Pero bueno, a lo que voy es que en estas cosas del amor nunca he
salido favorecida, ya que mi físico no me ayuda en nada. Por
desgracia la mayoría de los hombres tratan a las mujeres como libros,
si la portada no les atrae no se detienen a examinar el contenido. A
ellos no les importa que seas una arpía sin corazón que sólo los
utilice y los trate como basura, si eres guapa y de buen cuerpo de
todos modos ahí van a estar como pendejos detrás de ti.

Por otro lado, los expertos en anatomía y reproducción humana


dicen que mis hombros anchos, pechos pequeños y caderas estrechas
son indicadores de que mi cuerpo no es adecuado para la
reproducción y la conservación de la especie humana y es por eso
que los hombres no me ven como una posible pareja, pero como soy
buena onda no tienen ningún problema en que seamos sólo amigos.
Sí así lo quiso la Madre Naturaleza no hay mucho que pueda hacer
para cambiar mi suerte.

Pero en esta ocasión quería creer que no iba a ser ese el caso, tenía
un fuerte dilema con mi parte sabihonda que me decía: "¡No seas
pendeja, no pienses en él como pareja y mejor sean sólo buenos amigos!" y
por otro lado mi parte ingenua me gritaba: "¡Date una oportunidad! Con
Ernesto no pasará lo mismo que las veces anteriores" y no sabía a qué
parte escuchar.

Así que me quedé en la terraza toda la tarde haciendo mi tarea y


entre trazo y trazo echaba un vistazo al celular que permaneció
quieto y en silencio durante todo el tiempo. — No me habló hoy, eso
no es una buena señal — murmuré para mi misma. Cuando empezó a
oscurecer bajé a cenar, me bañé, revisé mis libretas para cerciorarme
de que había hecho todas mis tareas, y antes de acostarme, di una
última revisada a mis mensajes de texto y llamadas perdidas aunque
ya sabía que no tenía ninguna. — Definitivamente, hoy ya no me
llamará. — Apagué el celular y me dispuse a dormir.

Al día siguiente todo transcurrió con normalidad, salí de la casa y me


dirigí hacia la parada del autobús donde ya estaba Maria
esperándome, la saludé y en lugar de darme los buenos días me
preguntó por Ernesto. — ¿Y? ¡Platícame! ¿Te llamó El Neto?

— No, no lo hizo.

— Hmm, pues eso no tiene buena pinta.

— Ya lo creo que no — mascullé algo desanimada mientras


abordábamos al autobús que acababa de llegar.

Nada más entrar a la facultad lo primero que hice fue buscar a


Ernesto con la mirada; sí, no había vuelta de hoja, estaba enamorada
de él y me decía para mí misma: "Ya valiste madres, Iodine" parecía
que Ernesto no estaba por ahí, entonces Maria y yo nos disponíamos
a irnos al salón cuando escuché una voz atrás de mí que me llamaba.
— ¡Hey, Iodine!

Volteé y ahí estaba él con su morral colgando sobre el hombro,


vestido con unos botines viejos, jeans deslavados y una playera
teñida a mano con la cara de John Lennon mientras corría
esquivando y chocando con todo el mundo tratando de llegar hacia
mí. — ¡Hola! — me saludó mientras trataba de acomodarse el cabello
ondulado que con el viento se le venía a la cara.

— ¡Hola! ¿Cómo te va? — le contesté el saludo tratando de no


sonrojarme.

— Perdón, no pude llamarte ayer porque se me acabó el saldo.

— ¡Ah, no te preocupes!

— ¿Ahorita tienes clase, verdad?

— Sí, y ya tengo que entrar. Nos vemos luego ¡Ciao!

— Ciao... — me dijo algo desanimado al igual que yo.

Traté de concentrarme en la clase aunque entre la historia del arte y


el rostro de Ernesto no pude hacerlo muy bien. Durante el rato para
almorzar lo encontré sentado en el patio totalmente absorto
escribiendo en su libreta, pensé que tal vez debía hablarle pero no lo
hice porque no quería interrumpirlo y mucho menos hostigarlo, lo
que menos quería en el mundo es que fuera a pensar que era una
impertinente. — Cuando quiera hablar conmigo me buscará, no debo
ser tan impaciente — me dije.

Antes de que empezara la última clase, le llamé a la tía Conchita para


avisarle que no iría a comer porque tenía que hacer un trabajo en
equipo, aunque mis motivos eran otros. Ese día, para variar un poco,
decidí pasar a comer en la fonda de Maria como muchas veces me lo
había pedido y cuando terminé decidí darme una vuelta por el
Parque Juárez antes de volver a casa.

Me encontraba vagando por el parque pensando en trivialidades


cuando de repente me topé con Ernesto y al vernos, su rostro y el
mío se llenaron de alegría. — ¡Vaya! ¿Qué andas haciendo sola por
aquí? — me preguntó entusiasmado.

— Pues aquí, paseando un poco ¿Y tú?

— Igual que tú, me gusta mucho venir a caminar por acá después de
clases y despejarme un poco. No me gusta mucho estar rodeado de
gente ¿sabes?

— ¡Ni a mí! — le contesté riéndome como una tonta.

— A veces se pasa más tiempo de calidad estando solos — afirmó


Ernesto guiñándome un ojo.

— Por algo los mejores artistas del mundo eran personas solitarias —
le respondí mientras ambos comenzábamos a reír otra vez.

En ese momento pasó un vendedor de helados. — ¿Quieres uno? —


me ofreció Ernesto amablemente.

— Bueno... está bien, gracias — repliqué algo abochornada mientras


él paraba al carrito. Pedí uno grande de vainilla con chocolate
derretido encima y Ernesto pidió uno de pistache.

Mientras comíamos nuestros helados caminamos por el parque y


seguimos platicando de todo un poco, tanto de las cosas que nos
gustaban como de las que nos molestaban y nos reíamos de cualquier
tontería, así como en las películas. Sin duda teníamos muchas cosas
en común y yo me daba cuenta de que Ernesto no se parecía nada al
mirrey que le gustaba a Mandita y a ese tipo de cretinos que yo
siempre he detestado, me sentía muy bien con él y me daba la
confianza de mostrarme tal y como soy (hasta por ahí se me llegó a
escapar un pedo y un eructote) sin ninguna vergüenza o miedo de
parecer una rara y me daba la impresión de que también él sentía lo
mismo que yo, pero no podía estar segura.

Se empezó a hacer tarde y me dí cuenta de que ya tenía que volver a


casa, o si no, la tía Conchita iba a armar un drama.

— Si quieres te acompaño a la casa de tu tía — me sugirió Ernesto y


yo acepté gustosa.

Cuando llegamos a la casa, nos encontramos a Mandita sentada en las


sillas del jardín con Renata y otras de las amigas que había conocido
en la fiesta, y en cuanto me reconocieron, arrugaron la frente y me
torcieron la boca en señal de disgusto. Ernesto miró la escena con
asombro y me preguntó en voz baja. — ¿Amigas tuyas?

— ¡No! ¡Para nada! — le respondí buscando mis llaves para abrir el


portón y saludé a las víboras esas. — Buenas tardes.

Las tipas se hicieron las que no oyeron y Mandita contestó el saludo


muy a la fuerza mientras miraba a Ernesto con desagrado y a la vez
curiosidad, Renata y las otras sólo cuchicheaban y se reían. Me
despedí de Ernesto de beso y entré como relámpago a la casa porque
no quería seguir viéndoles las jetas a aquellas fulanas.

Iba subiendo las escaleras hacia el cuarto cuando Mandita me


alcanzó. — Oye ¿Y quién era ese tipo con el que venías? ¡No me digas
que ya por fin conseguiste ligarte a un friki como tú!

Le dirigí una mirada fulminante y contesté. — Es sólo un amigo.

— Ok, pero de verdad que no harían mala pareja ¿Eh? Un roto para
una descosida ¡Jijijiji!

Seguí mi camino de largo y cuando entré a la recámara no pude


evitar ponerme a pensar en lo que Mandita me había dicho respecto
a Ernesto y a mí: "un roto para una descosida" eso era exactamente
lo que él y yo podríamos ser, una pareja realmente pareja, pero me
preguntaba qué era lo que debía hacer para poder dar ese gran salto.

Hay muchas personas que dicen que es al hombre al que corresponde


dar el primer paso, pero si Ernesto no lo hacía, iba a ser yo la que
tomaría las riendas y me puse a pensar en la mejor manera de
hacerlo. Con mis crushes anteriores nunca me atreví a tomar la
iniciativa y decidí que a partir de ese momento las cosas iban a ser
diferentes.

Pensé que lo primero que debía hacer era pensar en cómo le


declararía mis sentimientos, pero ninguna de las palabras que me
venían a la mente me parecían adecuadas, de todos modos, debía de
tomar nota de cada idea que se me ocurriera. Abrí el clóset para
buscar la libreta que usaba para anotar cosas que no eran de la
escuela, y al revolver mis cosas, se me cayó uno de mis CD's de
Leonard Cohen y se rompió la caja. — ¡Me lleva la chingada! —
maldije. — ¡Ahora tendré que comprar una nueva!

Y entonces, saqué el librito donde venían las letras de las canciones y


lo hojeé hasta que llegué a la letra de la canción "One of us cannot be
wrong" y encontré una frase que me encantó, la cual me dio una idea
genial, usaría esa estrofa en mi declaración de amor a Ernesto y
entonces tomé papel y lápiz y comencé a escribir: "Le mostré mi
corazón al médico, él me dijo que tenía que hacer algo, entonces me escribió
una receta y tu nombre venía escrito allí..."

A la mañana siguiente llegué temprano a la parada para esperar a


Maria, y mientras íbamos sentadas en el autobús, le conté lo que
pensaba hacer si Ernesto le hacía a la decidia. — ¡Me parece
estupendo! - gritó cuando leyó la frase de la canción. — Mira... — me
dijo mientras revolvía su mochila en busca de algo. — Aquí tengo
unas bonitas hojas de color, creo que podrías utilizar una de éstas
para escribírsela al Neto.

— ¡Creo que quedaría genial! — le dije ilusionada, aunque luego me


desanimé. — Pero el problema es que me apena un poco ir y dársela
personalmente, no tienes idea de lo tímida que soy, nunca pude
hablar con ninguno de los chavos que me gustaban.

Maria me dio unas palmaditas en el hombro para animarme porque


prácticamente estaba a punto de llorar. — No te preocupes, verás que
pronto agarrarás confianza y te sentirás segura, cuando eso suceda y
Ernesto te de el sí, te vas a olvidar de todos tus temores. — Al
escuchar eso no pude evitar abrazarla para agradecerle el ser tan
buena amiga conmigo.

Ya había pasado una semana desde que había terminado la carta,


donde además de la frase de Cohen incluí un dibujo para que se viera
más bonita, pero aún no me había armado de valor suficiente para
entregarla, mientras que Ernesto por su parte, tampoco daba luz
verde. Después de aquella vez que coincidimos en el parque nunca
pudimos salir ni hablar más de diez minutos y yo me encontraba lo
que seguía de ansiosa y desesperada.

Decidí ir a la fonda de Maria a tomar un agua de horchata para


relajarme un poco, y en cuanto llegué, ella depositó en la mesa más
cercana una charola con comida que llevaba en la mano y corrió
hacia mí mientras sacaba de su delantal una nota cuidadosamente
doblada. — ¡Iodine! ¡Qué bueno que viniste por acá! ¡No podía
aguantar verte hasta mañana!

— ¿Por qué? ¿Qué ha pasado? — le pregunté sorprendida.

— ¿Adivina quién dejó esta notita para ti? — inquirió con su tontito
burlón pero gracioso a la vez.

— ¿Ernesto? — le pregunté, aunque ya sabía la respuesta de


antemano.
— ¡Pues claro que él! — replicó Maria mientras continuaba
burlándose de mí al mismo tiempo que mostraba unas ansias
tremendas por saber qué decía el dichoso recadito, yo estaba tan
nerviosa que apenas y podía desdoblarlo para leerlo.

¡Hola Iodine!

Discúlpame si últimamente no te hablo mucho durante mis ratos

libres, conforme vas avanzando de semestre las clases y las tareas

se ponen cada vez más pesadas. Disculpa mi atrevimiento, pero

¿Te gustaría salir a cenar conmigo el sábado a las ocho en el

Postodoro? Es un restaurante italiano que está en el centro, tal

vez nunca has venido y no sepas dónde está, pero aquí te dejo un

pequeño mapa para que puedas ubicarlo fácilmente. De verdad me

gustaría mucho que vinieras, si aceptas, por favor mándame un

mensaje a mi celular.

Ernesto

¡No podía creerlo! ¡Por fin! ¡Por primera vez un chavo que me
gustaba me invitaba a salir! Hasta podía escuchar coros celestiales
cantando el "Hallelujah" de Leonard Cohen. No sabía qué hacer ni qué
decir y me quedé ahí petrificada con la bocota abierta y Maria me
miraba impaciente queriendo saber qué decía la nota. — ¿Y? ¡Por
favor Iodine, no me dejes en ascuas! ¿Qué te dice?

— Eh, pues... ¡Ernesto me invitó a salir este fin de semana!

— ¡¿Es neta?! ¡¿El Neto te invitó a salir?! — exclamó Maria aún más
sorprendida que yo.

— Pues sí... me invitó a cenar el sábado al Postodoro.


— ¡¿Al Postodoro?! ¡Wow! ¡Si que va en serio la cosa, amiga! — Maria
estaba súper emocionadísima y por supuesto yo también.

— Pues ahorita mismo le voy aceptar su invitación y ya veremos que


pasa.

— ¡Ay sí! ¡Por favor, quiero que me cuentes todo con lujo de detalles!

— Lo haré amiga, no te preocupes — le aseguré guiñándole un ojo y


saqué mi celular para darle mi respuesta a Ernesto.

Mientras escribía el mensaje escuché a mis espaldas a uno de los


clientes de la fonda que comenzó a vociferar. — ¡Oiga señorita! ¡Llevo
más de media hora esperando a que me traiga lo que ordené! — Y
después se sumaron los gritos de la patrona. — ¡Chamaca
desobligada! ¡Deje de andar chacoteando con su amiguita que está en
horas de trabajo! — A pesar de que me sentía muy mal por la
regañiza que le estaban acomodando a Maria no podía dejar de
sonreír, estaba más feliz que nadie en el mundo.

El sábado por la tarde estaba hecha un manojo de nervios conforme


se acercaba la hora de prepararme para salir. No sabía qué ponerme
para ir a cenar a un restaurante con un chico que me gustaba, me
debatía entre si debía llevarme una de mis playeras de dibujitos
porque pensaba "¡Total! Ernesto ya conoce mis fachas" y fue cuando
entonces me acordé de mi blusa de manta bordada a mano que había
comprado en las vacaciones del año pasado cuando fui a Papantla a
visitar las ruinas del Tajín y que curiosamente nunca me la había
puesto, así que me la puse con los jeans menos gastados que tenía, un
collar de cuentitas de madera que compré también en mi visita a las
pirámides y unos flats cafés que eran los zapatos más "formales" que
tenía, un poco de perfume ¡Y voilá! Quedé lista en menos de diez
minutos, otra regla del Código Civil Femenino que tampoco cumplo:
tardar más de una hora en arreglarme.

Salí de la casa a las siete y media para tomar un taxi que me llevara al
restaurante, a la tía Conchita le dije que iba con Maria a festejar ahí
el cumpleaños de otra compañera de la facu para evitar preguntas
molestas y hostigamiento de su parte. Mientras iba de camino en el
taxi, revisé mi bolso para cerciorarme de que no hubiera olvidado la
carta, ya que esta era la mejor oportunidad que podía tener para por
fin dársela al Neto, las manos me sudaban de la emoción y la volví a
meter para no estropear el papel.

Cuando llegué al Postodoro ya estaba Ernesto sentado en la parte de


arriba esperándome, iba con sus jeans de siempre, una playera negra
con el logotipo de los Rolling Stones, con el cabello ondulado y
alborotado como de costumbre y la barba de tres días. Sonreí al verlo
y él me devolvió la sonrisa. — ¿Qué tal? ¡Te estaba esperando!
Llegaste puntualita a la hora que acordamos — comentó echándole
un vistazo a su reloj.

— ¡Sí! — le contesté riéndome mientras me sentaba en la silla que


estaba enfrente de él y llegó el mesero a darnos el menú.

— Aún no he pedido nada porque estaba esperando a que tú llegaras.

— Ah.... bien, gracias... pues... ¡Ya estoy aquí!

— ¿Quieres una pizza o una pasta?

— Hmm... yo creo que para mí una pizza quattro stagioni estaría bien.

Ernesto llamó al mesero para que nos tomara la orden mientras yo


trataba de disimular mi alegría y nerviosismo por estar en mi
primera cita.

— Bueno, te cité aquí porque es un lugar tranquilo y podemos hablar


con calma.

Esas palabras me emocionaron aún más porque casi estaba segura


que aquello era una declaración de amor, comencé a sonrojarme y
traté de mostrarme serena. — ¿Hablar? ¿Sobre qué? — le pregunté
algo nerviosa.

— Pues... se trata de algo que es muy importante para mí y que tú


debes enterarte.

— De acuerdo, pues... te escucho — le dije al mismo tiempo que sentía


que las manos me volvían a sudar a chorros por los nervios y
disimuladamente me las sequé en el mantel. Aquel era mi momento
especial, me sentía como en la escena de la cena romántica de "La
Dama y el Vagabundo" pero lo que sucedió no fue exactamente eso.

Mientras el mesero llegaba con la pizza y las bebidas Ernesto se


mostraba algo nervioso e impaciente también, entonces tomó aire
como si fuera un nadador a punto de zambullirse en el agua. —
Bueno, mira Iodine, no sé por donde empezar...

Estaba que reventaba de emoción y pensaba:"¡Pobrecito! Es igual o


peor de tímido que yo" y para tranquilizarlo le sonreí para animarlo
a tomar valor, él me devolvió la sonrisa y prosiguió. — Desde ese día
que te acompañé a tu casa y estaban tu prima y sus amigas afuera,
bueno... yo ya había perdido la esperanza de poder... la verdad es
que... lo principal por lo que te invité a cenar aquí es que quería
preguntarte sobre...

Yo lo miraba ansiosa y algo preocupada mientras me servía una


rebanada de pizza, para mi mala suerte se me cayó un champiñón
sobre el pantalón y me lo embarró todo de salsa de tomate. — ¡Ay,
perdona mi torpeza! — me disculpé muy apenada.

Ernesto esbozó una pequeña sonrisa. — Tranquila, a mí también me


pasa eso cuando como pizza. Bueno... lo que quería preguntarte es
que ¿Si... —

— ¿Sí qué? — le dije, esperando que terminara de formular la


pregunta y me pidiera ser su novia.

— ...si conoces a Renata Cuellar?


Me quedé ahí pasmada tratando de ponerme en orden mientras
miraba a Ernesto bastante sorprendida. — ¿Ah? ¿Renata dices? ¿La
amiga de mi prima?

— ¡Sí, ella! — me dijo impaciente y a la vez ilusionado con sus


hermosos ojos iluminados mientras yo sentía que el piso se caía ante
mis pies. — Pues, conocerla... conocerla no. Sólo fui a una fiesta con
mi prima y me la presentó, pero no hablamos mucho, así que no sé
gran cosa sobre ella. Lo último que escuché esa vez que fue a la casa
es que se hizo novia del tal Lalo que es un compañero suyo en la
Facultad de Administración.

Ernesto se mostró decaído al escuchar lo que le acababa de decir y yo


me sentía súper mal tanto por él y por mí porque ambos estábamos
sintiendo el mismo sufrimiento: él por saber que Renata tenía novio
y yo por saber que su corazón era de alguien más y no sabía qué
hacer ni qué decirle. Agaché la mirada porque sentía una profunda
tristeza dentro de mí, como si un ácido me pelara todo el estómago.
Nos quedamos ahí sentados y pasmados sin comer dejando que la
pizza se enfriara porque se nos había ido el apetito y entonces me
decidí a romper con ese ambiente polar. — Oye, no te sientas mal por
eso. Sabes que el mar está lleno de peces y bueno los atunes se juntan
con los atunes, las truchas con las truchas, eh... bueno... espero que
entiendas lo que quiero decir, cada oveja con su pareja y cada pez
con su pez...

Como ustedes se imaginarán eso fue una pedrada, una insinuación


para él como queriendo decirle: "Olvídate de esas chavas guapas,
perfectas, superficiales y cabezas huecas, ellas sólo querrán estar con
otros chavos guapos, perfectos, superficiales y cabezas huecas como
ellas porque son el uno para el otro. Los hombres como tú merecen a
una novia inteligente, que comparta sus ideales y sus mismos
intereses, que tal vez no sea muy bonita y un poco torpe (bueno,
bastante torpe), pero que tiene sentimientos puros y sinceros, ¡Ay
por Dios, Ernesto! ¡Con una chingada! Date cuenta, aquí estoy yo y
aunque no soy bonita y popular como Renata te quiero de verdad..."

Mientras yo continuaba mirando con ansiedad a Ernesto esperando


que captara mi indirecta, él sólo me miró con ojos confusos y me dijo.
— Sí, ya sé que Renata y yo somos como el agua y el aceite, pero pues
en el corazón no se manda.

Yo quería seguir insistiendo para hacerlo desistir y lograr que se


diera cuenta que yo estaba ahí. — Además, deberías alegrarte por
ella, está feliz con el chavo que le gusta y que es para ella y ambos
son como dos gotas de agua, se ven bien juntos. A los dos les gustan
las fiestas, ser populares, son de la misma calaña, ambos son racistas,
clasistas y antisemitas...

— ¿Eh, cómo que antisemitas? — me interrumpió bastante


asombrado.

— Pues sí, de hecho tuve una fea discusión con ese Lalo en aquella
fiesta porque criticó a Leonard Cohen y a Modigliani sin conocerlos
sólo porque le dije que eran judíos.

— ¡Vaya! Sabes, yo soy de ascendencia judía también.

— ¡Wow! ¿En serio?

— ¡Sí! De hecho, mi apellido paterno es Cuen y es una variante del


apellido "Cohen" que quiere decir "sacerdote."

— Con razón tienes esa encantadora nariz tan pronunciada como la


de Leonard Cohen — le dije mientras le guiñaba un ojo con picardía.

— ¡Jajaja! Es probable que él y yo seamos parientes lejanos, pero ¿En


serio te parecen encantadoras las narices grandes? Todo el mundo
me llamaba despectivamente "Narizotas" en la secundaria.

— ¡Me encantan! ¿Sabes? Las narices grandes son un signo


inconfundible de inteligencia.
— ¡Oh, gracias por el halago! — me dijo Ernesto mientras nos
reíamos.

Parecía que ya estaba surgiendo algo de química entre los dos, no


paramos de reír hasta que él interrumpió la magia del momento. —
Eres muy divertida Iodine, eres como un amigo con chichis, o
bueno... — dijo mirando hacia mis piquetes de mosco — algo así , por
decir ¡jejejeje!

Otra vez su comentario me llevó de las nubes contra el suelo, con eso
me quedó bien en claro que para Ernesto sólo sería como un cuate
más de la banda y nunca una posible novia.

Sonreí nerviosamente mientras que para mis adentros pensaba:


"¿Cómo es posible que no sé de cuenta de nada? ¿Es qué acaso no
nota como me sonrojo y me brillan los ojos cuando estoy con él? Si le
estoy diciendo que su nariz me parece adorable es porque él me
gusta, creo que no es muy bueno para esto de captar indirectas ¿Y si
mejor se lo digo directamente? ¿Qué lo quiero mucho, que me parece
estupendo y que me gustaría mucho ser su novia? Pero ¿Para qué? si
me acaba de mandar derechito y sin escalas hacia la friendzone, no
creo que serviría de algo, ya mejor no le muevo y que se quede todo
así."

Se había hecho otro silencio sepulcral que no sabía como


interrumpir, entonces carraspeé. — Ejem... Creo que mejor ya vamos
pidiendo la cuenta, es algo tarde y tengo tareas que hacer.

— Está bien — asintió Ernesto al mismo tiempo que llamaba al


mesero.

— Gracias por la invitación, fue agradable venir aquí y platicar


contigo.

— ¡No es nada! Otro día podemos venir con Maria y platicar los tres
juntos.
— Sí... claro, será divertido — contesté mientras el mesero entregaba
el cambio a Ernesto y él dejaba la propina. Salimos del restaurante,
me puse mi suéter porque empezaba a refrescar mientras trataba de
hacer el esfuerzo por no mostrarme triste y deprimida.

— ¿Te acompaño a tu casa? — me preguntó Ernesto haciendo que mi


corazón pegara un brinco.

— ¿Eh? No, gracias. Está algo lejos de la tuya y prefiero caminar sola.

— Pero amenaza con llover y traigo paraguas.

— No, de verdad no importa. Muchas gracias por la cena, nos vemos


el lunes en la facu.

— De nada, pero ¿En serio no quieres que te acompañe?

— ¡No! Gracias, pero no te molestes... ¡Adiós! — le espeté mientras me


alejaba de él y avanzaba rápidamente por las calles del centro
mientras la lluvia se desataba y caminé aún más rápido, sólo escuché
a Ernesto detrás llamándome por mi nombre y preferí no voltear.

El agua ya me había empapado y sentía mucho frío, me eché a llorar


en ese momento para que mis lágrimas se confundieran con la lluvia
mientras me decía a mí misma: "Por favor Iodine, no te pongas así,
no es la primera vez que te pasa esto, ni creo que sea la última." La
verdad es que aún no podía creer que esto me hubiera sucedido con
Ernesto, nunca pensé que él también fuera de esa clase de chavos que
se dejan llevar ciegamente por las apariencias y mucho menos que
estuviera enamorado de Renata, esa pendeja fresa estúpida que
apenas y terminó con esfuerzos la educación básica, pero claro ¿Eso
que le importa a Ernesto? Físicamente está buena, eso es suficiente.

Mientras seguía corriendo y llorando se me venían a la mente todos


los recuerdos de Alex, Leopoldo y Ernesto mientras sus palabras
parecían sonar en off dentro de mi mente: "Eres una gran amiga Iodine,
eres mi mejor amiga, amiga, amiga, amiga, amiga, amiga..."
Al llegar por fin a casa, traté de secarme las lágrimas como pude para
que nadie me viera con los ojos llorosos, la tía Conchita estaba en la
sala haciendo bordado en punto de cruz cuando me vio entrar toda
empapada. — ¡Ay mija! ¡Mira no' más como vienes! ¡Ándale! Ve a
secarte que si no al rato vas a andar toda agripada.

— Sí tía, no te preocupes; ahorita subo al cuarto a cambiarme.

Entré al cuarto, me quité la ropa y mientras me secaba con la toalla


no podía dejar de pensar en lo que había pasado con Ernesto en el
restaurante. — Pero, puede que haya esperanza y que no todo esté
perdido, tal vez con el tiempo sus sentimientos hacia mí cambien —
me decía. — Aunque por otro lado no te apendejes Iodine, tú lo
escuchaste: amigo con chichis, polos opuestos que se atraen, la
Selección Natural.. ¡Argggg, maldita sea la Selección Natural!

En ese momento ya estaba chillando otra vez y pensé en hablarle a


Maria para tranquilizarme, ya que era la única que me podía apoyar
en ese momento, así que le marqué a su celular. — ¿Bueno, Maria?

— Sí, Iodine ¿Ya terminó tu cena con El Neto?

— Sí...

— Bueno ¿Y qué pasó, amiga? Te oigo triste.

— Pues nada, sólo me invitó porque pensaba que conocía a Renata, la


amiga fresa de mi prima, que a él le gusta mucho.

— ¡No! ¿Por qué? — gritó Maria mientras ella también se echaba a


llorar. — ¡Maldito! ¡Es un pendejo cobarde! Para eso no debía de
haber armado toda esta faramalla de la cena en privado, sólo jugó
con tus sentimientos. Pero espérate a que lo vea el lunes ¡Le voy a
partir su madre!

— ¡No amiga! No vale la pena que te desgastes, él nunca me dijo que


le gustaba, sólo quería ser amigable y yo confundí las cosas, sabía que
no debía, mi intuición me lo decía.

— ¡Ay amiga! Si te sirve de consuelo, te diré que a mí también todos


los chavos que me gustaban en la escuela me mandaban a la
friendzone y me salían con su chingadera de que "eres buena onda y
muy inteligente, pero solo te veo como una amiga" ¡Claro! Con eso de
que parezco una vara por lo larga y flaca y una verdadera mujer debe
tener curvas, los huesos son para los perros ¡Ay! ya ni recordar es
bueno. Así son estos chavos, nunca se dan cuenta de quienes
realmente los queremos de verdad y siempre van detrás de zorras
voluptuosas que no los valoran y no puedes hacerles ver su error
porque ellos están "locamente enamorados."

— Pues sí, tienes razón, así son las cosas y parece que nunca
cambiarán.

— Ya Iodine, olvídate de todo. Vente a desayunar conmigo mañana y


platicamos.

— Está bien, nos vemos amiga, te quiero.

— Yo también, recuerda que eres chida ¡Te espero mañana!

— ¡Ciao!

Después de desahogarme con Maria me sentí mucho mejor, pero el


ánimo se volvió a ir de picada cuando tomé mi bolso para guardarlo
otra vez en el clóset y se cayó la carta que con tanto esmero había
escrito, por puro masoquismo la desdoblé y la leí mientras volvía a
romper en llanto. — ¡Me equivoqué! — grité mientras la hacía añicos.
— ¡Tu nombre no venía escrito allí! — Y después de arrojar los
pedazos por la ventana, me tiré sobre la cama a seguir llorando.
The birds they sang

At the break of day

Start again

I heard them say

Don't dwell on what

Has passed away

Or what is yet to be

Yeah the wars they will

Be fought again

The holy dove

She will be caught again

Bought and sold

And bought again

The dove is never free

Ring the bells (ring the bells) that still can ring

Forget your perfect offering

There is a crack in everything (there is a crack in everything)

That's how the light gets in

We asked for signs

The signs were sent


The birth betrayed

The marriage spent

Yeah the widowhood

Of every government

Signs for all to see

I can't run no more

With that lawless crowd

While the killers in high places

Say their prayers out loud

But they've summoned, they've summoned up

A thundercloud

And they're going to hear from me

Ring the bells that still can ring

Forget your perfect offering

There is a crack, a crack in everything (there is a crack in everything)

That's how the light gets in

You can add up the parts

You won't have the sum


You can strike up the march

There is no drum

Every heart, every heart to love will come

But like a refugee

Ring the bells that still can ring

Forget your perfect offering

There is a crack, a crack in everything (there is a crack in everything)

That's how the light gets in

Ring the bells that still can ring (ring the bells that still can ring)

Forget your perfect offering

There is a crack, a crack in everything (there is a crack in everything)

That's how the light gets in

That's how the light gets in

That's how the light gets in

Leonard Cohen "Anthem"


Capítulo VI - Así es como entra la luz...
Llegó el lunes y debía volver a mi rutina habitual aunque no me
encontrara de ánimos, a diferencia de los días anteriores en que
esperaba con ansias toparme con Ernesto en los ratos libres, ahora
prefería evitarlo. La verdad es que no quería que mis sentimientos
hacia él fueran en aumento porque eso me haría sufrir aún más, así
que para no seguir con el ánimo por el suelo, me decidí a tratar de
superarlo y hacerme a la idea de que lo mejor para los dos era ser
sólo amigos. Sabía que al inicio no sería cosa fácil y para tomar
fuerzas reproducía en mi mente (o cualquier otro dispositivo
electrónico que tuviera a la mano) la canción "Anthem" del álbum
"The Future" de Leonard Cohen haciendo hincapié en la estrofa que
dice: "Siempre hay una grieta en todo y así es como entra la luz" y
me propuse tratar de estar contenta a pesar de las circunstancias.

El miércoles mientras almorzábamos, Ernesto fue a buscarnos a


Maria y a mí. — ¡Hola chavas! ¿Cómo les va?

— Bien... — contestó Maria secamente, pues aún no había perdonado


que El Neto me friendzoneara — con mucha tarea, pero bien.

En mi rostro se dibujó una sonrisa forzada. — Sí y además ya mero


tendremos los primeros exámenes.

— Ah, lo siento, lo que pasa es que quería saber si tienen planes para
el próximo fin de semana.

— No — respondimos al unísono — ¿Por qué?

— Lo que pasa es que un amigo de la Facultad de Antropología


organizará el sábado una venta de libros usados en Los Lagos y pensé
que tal vez quisieran venir.

— Pues... — respondió Maria volteándome a ver para saber qué


opinaba al respecto y yo asentí con la cabeza. — ¡Me parece perfecto!

— ¡A mí también! — contesté tratando de mostrar entusiasmo.

— Ok pues, entonces las espero el sábado a las cinco allá.

— ¡Sale y vale! — contestó Maria mientras Ernesto se dirigía de vuelta


a su salón y nosotras por igual. En cuanto El Neto se alejó, yo cambié
mi sonrisa por una cara larga y Maria trató de animarme. — Vamos
Iodine, verás que muy pronto las cosas van a mejorar, pero por lo
mientras vamos a divertirnos todos juntos como buenos amigos.

— Tienes razón, así debe de ser — repliqué tratando de no sonar


desanimada aunque por dentro seguía estando muy triste.

El sábado Maria pasó a buscarme a la casa para tomar juntas el


autobús que nos dejaría cerca de Los Lagos, cuando llegamos
buscamos a Ernesto donde habíamos quedado de encontrarnos y
llegó unos minutos después que nosotras, nos pusimos a revolver
todo el material que había, aún cuando no tengo planes de comprar
nada me gusta mucho ir a mirar y revolver libros y CD's, prefiero mil
veces eso que ir a comprar ropa y zapatos (otra infracción más en
contra del Código Civil Femenino). Al final me compré un ejemplar
de un libro llamado "Opio en las nubes" de un tal Rafael Chaparro
Madiedo y "El viento distante" de José Emilio Pacheco, Maria en
cambio se llevó "Un mexicano más" de Juan Sánchez Andraka,
"Macario" y "Canasta de cuentos mexicanos" de Bruno Traven.

Cuando terminamos de ver todos los libros, decidimos caminar por la


orilla del lago, Ernesto nos rebasó unos metros porque Maria y yo
íbamos caminando con toda la paciencia del mundo y mientras
andábamos, divisé del otro lado una parejita de novios que iban
agarrados de la mano, tremenda sorpresa me llevé al darme cuenta
que eran Lalo y Renata y tomé a Maria por los hombros para hacerla
detenerse. — Mira... - le dije señalando discretamente con la cabeza.
— Ese es Lalo, el odioso mirrey con el que discutí en la fiesta de
Mandita.

— ¡Ewww! — exclamó Maria mientras se llevaba el dedo índice a la


boca en señal de asco. — Y la tipa que va con él supongo que debe ser
la pendeja de Renata.

— ¡Así es! ¿Verdad que son patéticos? — le pregunté.

— ¡Ugh! ¡Bastante!

No me dí cuenta que Ernesto se había detenido y también estaba


observando atentamente a la parejita y luego espetó en voz baja. —
Esa es... Renata. — Apenas había tenido oportunidad de comprobar
con sus propios ojos que era cierto aquello que yo ya le había
informado. Noté que tenía la mirada vidriosa y después se frotó los
ojos evitando así derramar alguna lágrima.

Maria y yo intercambiamos miradas y me susurró al oído. — ¿Crees


que se puso así porque escuchó lo que decíamos?

— No lo sé... — respondí mientras la jalaba del brazo para hacerla


seguir andando.

Después de tanto caminar decidimos sentarnos en el balcón del


restaurante de un hotel cuya vista daba hacia el lago y pedimos café y
postres. Maria y yo nos pusimos a platicar solas porque a Ernesto se
le notaba bastante desanimado, estaba muy callado, no comió nada y
apenas dio dos sorbos a su café. No nos quedamos mucho rato ahí
sentados porque El Neto quiso volver a casa temprano y los motivos
eran más que evidentes, se notaba a leguas que estaba muy triste por
haber visto a Renata con Lalo y la verdad es que me preocupé mucho
al verlo así y lo único que deseaba era que pronto lo superara y se
olvidara de todo.

El lunes volvimos a las obligaciones de siempre y Ernesto no se


presentó a clases, faltar un día no era nada grave, así que no le di
mucha importancia. El martes tampoco se presentó y le envié un
mensaje a su celular para saber si se encontraba bien y no me
contestó, también intenté llamarlo pero no entró la llamada porque
tenía su teléfono apagado, le dejé un mensaje en el buzón de voz el
cual no me devolvió.

Llegó el jueves y Ernesto seguía sin aparecer por la facultad, lo cual


para mí ya fue motivo de preocupación, y lo comenté con Maria. —
Oye ¿Has notado que El Neto no se ha parado por aquí en toda la
semana?

— Hmm... — respondió Maria meditando en lo que le acaba de decir.


— Pues eso está muy raro ¿No estará enfermo?

— Quién sabe — contesté angustiada. — ¿De casualidad sabes


exactamente dónde vive?

— Pues una vez me comentó que rentaba un cuartito en una de las


colonias cerca del centro, deja y averiguo bien.

— De acuerdo, y en cuanto sepas algo házmelo saber de inmediato


¡Por favor!

La verdad es que todo eso me parecía muy extraño, y si el viernes


Ernesto no iba otra vez a clases, pensaba en ir a visitarlo para
asegurarme de que se encontraba bien y no le hubiera pasado algo
malo.

Al llegar a casa por la tarde tenía mucha tarea para variar, me


encontraba en la terraza sentada con mis cuadernos, y la verdad es
que no lograba concentrarme del todo pensando en Ernesto, en ese
momento entró Paco con un pedazo de flan napolitano para mí. —
¡Oh, muchas gracias primito!
El postre en ese momento me cayó muy bien, mientras lo saboreaba,
Paco miraba complacido y me dijo. — No es por presumir, pero lo
hice yo mismo.

— ¡Oh! ¿En serio? Pues un día tienes que darme unas clases de cocina,
¡jejeje! No, ya hablando seriamente, eres buen cocinero y hasta
repostero saliste, lo noté desde los primeros chilaquiles rojos que me
preparaste para desayunar.

— ¿En verdad lo crees, Iodine? ¡Gracias!

Noté que Paco andaba algo cabizbajo y tenía que averiguar qué era lo
que le pasaba. — Oye, Paco ¿Ocurre algo malo?

— Ah, bueno... Es que yo...

— ¿Sí? ¿Qué pasa? ¡Anda, ten confianza! Puedes platicarme lo que


quieras.

— Pues, verás prima. Ya me falta muy poco para terminar la prepa y


tengo que decidirme ya por una carrera. Mi mamá se la pasa
insistiendo en que debería estudiar alguna ingeniería, pero yo no
quiero, a mí me gusta la cocina.

— Ah, ya comprendo.

— Y pues no sé si a ella le agrade mucho esa idea, ya la conoces. Por


eso no quiero decírselo.

— Bueno, pero recuerda que no hay peor lucha que la que no se hace.

— Sí prima, lo sé, pero es mi mamá y después de todo ella sólo quiere


lo mejor para mí.

— Tú no te preocupes Paquito, ya encontraremos una solución a este


dilema, mientras tanto tú continúa cocinando.

Al escuchar mis palabras, a Paco se le iluminó el rostro y se dirigió a


la planta baja dando saltos de alegría.
Media hora después, Maria me llamó a mi celular. — ¿Bueno, Iodine?

— Sí, Maria ¿Qué pasó? ¿Tienes noticias de Ernesto?

— No, pero uno de sus compañeros me dio su dirección ¿Tienes


donde anotar?

— ¡Sí, claro!

— A ver, te la paso.

Anoté la dirección en la parte de atrás de mi cuaderno y le agradecí a


Maria. — ¡Muchísimas gracias, amiga! Si El Neto no va mañana a la
facu, me lanzo a buscarlo en la tarde.

— Está bien amiga, esperemos que se encuentre bien ¡Nos vemos


mañana!

La noche se me hizo eterna, sólo pude dormir un par de horas, la


preocupación por Ernesto me traía bastante mal y al día siguiente
Maria lo notó en mi rostro. — ¡Mira que cara traes, hasta tienes
ojeras!

— No pude pegar el ojo en toda la noche. Espero que hoy pueda ver a
Ernesto, ya sea que venga a clases o logre verlo en la tarde.

— Tranquila Iodine, estoy segura de que pronto sabrás de él.

A la hora del almuerzo no perdí el tiempo, fui directamente con sus


compañeros a preguntarles por El Neto y me dijeron lo que yo ya me
temía: que no había ido a clases hoy ni en toda la semana, así que ya
estaba más que decidida, iría a buscarlo en la tarde yo sola.

Regresé a la casa y comí lo más rápido que pude, antes de salir


preparé una copia de la pista de la canción "Anthem" y la metí en un
sobre blanco para CD y escribí en la pestaña la frase: "There's a crack
in everything, that's how the light gets in." Estaba segura de que Ernesto
necesitaba escuchar esa canción en estos momentos, metí la copia en
mi bolsa, arranqué la última hoja de mi cuaderno donde había
anotado la dirección y salí de la casa.

En la calle paré al primer taxi que encontré, y en cuanto me dejó


enfrente de la casa, corrí a tocar el timbre y me abrió una señora de
edad que supuse sería la casera que rentaba el cuarto a Ernesto. —
¿Sí? ¿Puedo servirle en algo, señorita?

— Buenas tardes, perdone ¿Es aquí donde vive Ernesto?

— ¿Ernesto? ¿Ese melenudo narizón?

Tratando de contener la risa le contesté. — Sí, ese mero.

— Claro...claro, le rento el cuarto que está allá arriba subiendo la


escalera de caracol, pero últimamente se ha estado comportando de
manera muy extraña y me tiene con pendiente.

— Precisamente por eso es que vine hasta acá a buscarlo, no ha


venido a clases en toda la semana.

— Pues no ha salido de su cuarto para nada desde el sábado en la


noche para ser exacta, no' más se la pasa ahí encerrado escuchando
canciones nostálgicas de Agustín Lara y solamente me dijo que no
quería ver a nadie. Sube la escalera y tócale, tal vez quiera abrirte a
ti.

Con lo que me dijo la casera me quedó claro lo que ya sospechaba:


que se puso mal por lo de Renata. Así que subí la escalera, cuando me
acerqué al cuarto de Ernesto alcancé a percibir que sonaba "Estoy
pensando en ti" al escucharla a mí también me entraron ganas de
llorar pero me aguanté y llamé a la puerta. — ¿Ernesto? Soy yo,
Iodine. Perdón, no quiero molestarte, sólo vine a verte porque no te
vi en la facu en toda la semana y sólo quería saber si estás bien. — No
obtuve respuesta, lo único que escuché fue la canción subir de
volumen. — Discúlpame... Yo sólo quería... — Y procedí a retirarme,
no sin antes sacar la copia de "Anthem" de mi bolsa y deslizarla por
abajo de su puerta. — Recuerda que: Siempre hay una grieta en todo
y es así como entra la luz — fue lo último que le dije y bajé las
escaleras resignada a volver a casa.

El fin de semana lo pasé un poco menos preocupada y para no tratar


de pensar tanto, le pedí a Paco que me enseñara a preparar el flan
napolitano como el del otro día. Nos metimos a la cocina y Paco
empezó a explicarme el procedimiento. — Mira, ahora que tenemos
todos los ingredientes que necesitamos, lo primero que vamos a
hacer es colocarlos todos en un tazón y luego...

En ese instante, la tía Conchita iba pasando por ahí y al escucharnos


se metió inmediatamente a la cocina bastante sorprendida y nos
interrumpió. — ¿Qué andan haciendo, chamacos?

Paco respondió muy alegre. — ¡Ah, mira mamá! Le estoy enseñando a


Iodine a preparar flan napolitano.

La tía Conchita puso cara de molesta en seguida. — ¿De modo que


quieres seguir insistiendo con eso de la cocina, eh?

— Bueno mamá, es que...

— ¡Es que nada muchachito, no me parece buena esa idea!

— Pero ¿Por qué no, tía? - intercedí. - Paco es muy bueno en eso y le
gusta mucho.

La tía Conchita, que ya no tenía mucha paciencia que digamos, esta


vez se dirigió sólo a mí. — Yodita... mija; sé que en casa tus papás te
educaron con todas esas ideas progresistas y revolucionarias, donde
las mujeres hacen cosas de hombres y los hombres cosas de mujeres
y para ti eso es de lo más normal del mundo, pero yo estoy chapada a
la antigua... ¡Y en mis tiempos era una locura que un hombre le
enseñara a una mujer a cocinar!

No sé de donde saqué el valor para seguir discutiendo con la tía, pero


lo hice. — Bueno tía, por si no lo sabes, los mejores cocineros del
mundo son hombres por ejemplo: Ferrán Adriá, Gordon Ramsay, en
fin. Por favor, hoy en día la cocina ya no es cosa exclusiva de las
mujeres.

— Ya sé que así es en el ámbito profesional, eso no es el problema


sino que... ¡Por Dios! ¿A dónde vamos a ir a parar? Cuando Paco se
case ¿Él preparará el desayuno y su mujer va a ir a reparar el
fregadero o qué? ¿Ves mija? No se puede cambiar el orden natural
que ha sido establecido, a eso es a lo que me refiero.

Traté por todos los medios de no soltarme a carcajadas. — ¡Ay, por


favor tía! No hay ningún orden establecido, si Paco es quien decide
cocinar en su casa y su mujer arreglar las tuberías eso será decisión
de ellos ¡No se va a acabar el mundo por eso!

— No mija, disculpa pero ese tipo de situaciones sólo hacen que los
niños se confundan al elegir su identidad sexual, por eso es que hay
tanto maricón y machorra últimamente.

— ¡Por favor tía! ¡Hasta homófoba me saliste! Te aseguro que nada


tiene que ver la profesión o los hobbys de cada quien con la
orientación sexual, ese es el problema con la sociedad mexicana, que
aún se aferra a mantener los prejuicios de principios del siglo XX,
está más que claro que esa manera sexista de educar a los niños como
soldados y a las niñas como muñecas sólo trae problemas, a los
hombres los vuelve agresivos y duros mientras a las mujeres
demasiado frágiles y dependientes.

La tía me interrumpió. — ¿Sabes muchacha? Creo que un día hablaré


con tu mamá respecto a la educación que te dio en casa porque ha
hecho de ti una persona con ideas que no sólo me parecen estúpidas
sino además peligrosas.

— Bueno tía, puedes hacer lo que quieras, sólo quiero hacerte ver que
así como a mí no me ha crecido un pene por no usar tacones a Paco
no se le va a caer por tomar un sartén y una cacerola. No te pido que
estés de acuerdo con su decisión, sino que le des una oportunidad de
realizarse y hacer lo que le gusta.

La tía Conchita volteó a mirar a Paco. — ¿Esto significa que aún no te


sacas la idea de estudiar gastronomía?

Paco titubeó un poco y al final respondió. — Sí... La verdad me


gustaría mucho más que cualquier ingeniería.

— ¡Ay mijo! Aún eres chavo y por eso es que te dejas llevar mucho
por las emociones, pero yo insisto en que la ingeniería es la mejor
opción para ti.

— ¡Tía, por favor! — intervine otra vez. — ¡Paco es quien debe decidir
por su cuenta!

— ¡Ah, qué chamaca más terca! Mira por ahora lo dejaré así porque
tengo muchas cosas que hacer, pero luego volveremos a discutir esto.
— La tía Cocnchita salió de la cocina exclamando cuanto santo y
virgen habido y por haber. Paco andaba con la cabeza agachada y el
ánimo por los suelos otra vez.

— No te preocupes primo, te prometí ayudarte con esto y te lo voy a


cumplir, pero ahora volvamos a lo que estábamos haciendo. — Y
continuamos preparando el flan.

El lunes estaba más que ansiosa por volver a clases porque esperaba
que Ernesto volviera. Mientras cerraba el portón de la casa antes de
dirigirme a la parada, escuché una voz que me llamaba y volteé hacia
la dirección de donde provenía y no podía creerlo, era El Neto que
venía corriendo hacia mí, se le veía mucho mejor aunque traía su
ropa desgastada de siempre y su cabello alborotado, antes de que yo
pudiera decir una palabra, él me abrazó fuertemente y me repetía
una y otra vez. — ¡Gracias, muchas gracias!

— De nada, pero ¿gracias por qué? — inquirí bastante sorprendida.


— Por esto — contestó mientras sacaba de su morral el CD que había
deslizado por su puerta y señaló la frase que había escrito. — Tienes
razón, bueno, tú y Leonard tienen razón.

Lo abracé de nuevo y no pude evitar llorar un poco. — Bueno, ahora


vamos a tomar el autobús que se nos hace tarde.

Caminamos juntos hacia la parada y Maria estaba ahí esperando,


estaba volteando para otro lado y yo le grité para que nos viera. —
¡Hey, buenos días! ¡Mira quién está aquí conmigo!

Maria se volvió hacia nosotros y se alegró mucho de ver a Ernesto. —


¡Neto! creíamos que ya no querías volver a la facu.

— Pues ya ven que no, aquí estoy de nuevo.

No tardó en llegar el autobús y lo abordamos los tres juntos.

Bueno, al menos el problema de Ernesto ya había quedado resuelto,


pero aún tenía otro lío más que resolver: el de Paco. La tía Conchita
es una persona muy difícil y Paco siempre fue muy obediente y
sumiso con ella, pero en esta ocasión quería que él fuera capaz de
tomar su propia decisión sin tener miedo, no tenía idea de como
hacer, así que en la hora del almuerzo me reuní con Maria y Ernesto
y les platiqué el asunto, cuando terminé de explicarles sólo se
quedaron con cara de "¿Qué chingaos? (o el equivalente anglosajón:
WTF!)"

— Pues, así como ven, la tía Conchita cree que Paco se puede volver al
otro bando sólo porque le gusta cocinar.

— ¡Chale! — exclamó Ernesto. — ¿¿Pues en qué pinche siglo vive tu tía


Concha??

— Y es en serio, necesito hacer algo para ayudar a Paco y si ustedes


pueden ayudarme también, de verdad se los agradecería mucho.

— ¡Clarín cornetas! Para eso somos tus amigos ¡Cuenta con nosotros!
— dijo Maria.

— ¡Por supuesto! — comentó Ernesto. — pero... ¿Qué tipo de plan


podríamos llevar a cabo? Por lo que nos platica Iodine de su tía, esto
va a requerir medidas extremas.

Todos nos quedamos pensativos por mucho rato, hasta que a Maria
de repente se le prendió el foco. — ¡Ya sé, ya sé!

— ¿Qué? — le pregunté emocionada.

— ¡Vengan acá! — nos ordenó y nos hizo abrazarnos en círculo para


cuchichear y nos explicó cuál era el plan que se le había ocurrido.

Mientras Maria hablaba, Ernesto y yo no pudimos evitar soltarnos a


las carcajadas. — ¡Jajajajajaja! ¡Ya quiero ver la cara de mi tía
Conchita cuando eso pase!

— ¡Juajuajua! ¡Yo también! — añadió Ernesto.

— ¡Muy bien! — asintió Maria para concluir. — Ya que les pareció


buena la idea, ahora sólo falta que Iodine le platique a Paco lo que
tenemos planeado.

— Se lo diré esta misma tarde — le aseguré guiñando un ojo. — Pero


por ahora ¡De vuelta a clases, muchachos!

En la tarde, después de que Paco y yo terminamos nuestras tareas, lo


llamé a la terraza. — ¡Ven acá Paco! Te quiero platicar algo que te va
a gustar.

Paco entró a la terraza y se sentó cerca de mí. — ¿Qué onda, Iodine?


¡Soy todo oídos!

— Ok, pero primero dime ¿Conoces algunas recetas de chiles en


nogada, pozole y demás platillos mexicanos?

— Hmm, pues bajé algunas de Internet, pero nunca las he intentado


hacer ¿Por qué preguntas?
— Mira, es que en la facu queremos organizar un convivio por el 16
de Septiembre y yo me ofrecí a llevar algunos platillos y quisiera que
tú me ayudes a prepararlos ¡Ah, pero yo si te voy a ayudar! No como
la abusiva de Mandita que te puso a ti solo a hacer todos los
volovanes para su fiestecita esa.

— ¡Cuenta conmigo prima, yo te echaré la mano con mucho gusto!

— ¡Gracias Paquito, eres el mejor primo del mundo! — le dije


mientras nos atacábamos a las carcajadas, en ese momento Mandita
pasó por ahí y nos miró con cara de "¿Y ahora qué se traen éstos
dos?" y se fue.

Los días se fueron como agua, y cuando menos lo esperé, ya faltaba


un día para el convivio de la facu que sería el 15 de Septiembre, ya
que el 16 era festivo, así que Paco y yo nos pusimos las pilas para
preparar muy bien todo, teníamos que hacer chiles en nogada para
los profesores y pozole para el resto de los estudiantes. Toda la tarde
nos la pasamos en la cocina, yo picaba todos los ingredientes
mientras Paco se encargaba de preparar todo como era debido.

Ya nos faltaba poco para terminar cuando llegó la tía Conchita y nos
agarró con las manos en la masa (bueno, más bien, en los granos de
maíz pozolero). — ¿Y ahora que andan haciendo?

— Pues nada tía, aquí Paco me está ayudando a preparar la comida


que voy a llevar para la fiesta mexicana de la facultad.

— ¡Ay mija! Sabes que no me gusta que Paco quiera seguir insistiendo
en cocinar ¡Y en parte es tu culpa por estármelo sonsacando!

— Tía, por favor. Estoy segurísima de que el día de mañana la comida


de Paco va a ser todo un éxito.

— ¿Ah sí? ¡Pues yo no lo creo!

— Mira tía, hagamos un trato: si a todos en la facultad les gustan los


platillos, tú dejarás que Paco se dedique a la cocina tanto personal
como profesionalmente ¿Qué te parece?

Paco me miró asustadísimo. — Pe... Pero Iodine...

— Hmm... — se quedó pensativa la tía. — De acuerdo, pues... acepto


el trato — contestó resignada.

— Bien tía, ve a la facultad mañana como a eso de las doce ¿Está bien?

— Me parece bien... — y la tía se retiró de la cocina refunfuñando.

Paco seguía súper preocupado y yo lo tranquilicé. — No te preocupes,


confía en mí — y le guiñé un ojo. — Ahora vamos a terminar lo que
nos falta.

— Está bien, lo que tú digas — contestó no muy convencido del todo.

Al otro día, Paco pidió permiso para faltar ese día a su escuela porque
tenía que acompañarme a la facu a servir la comida. Esa mañana me
levanté una hora más temprano, sólo que en lugar de vestirme como
siempre me puse un vestido oaxaqueño con rebozo y unas trenzas
postizas con flores y me pinté las cejas como Frida Kahlo, nos habían
dicho que teníamos que ir vestidos con algún motivo mexicano y yo
pensé: ¿Por qué no vestirme como Frida si prácticamente sólo me
falta la ceja junta para parecerme a ella?

Paco ya estaba abajo esperándome, y cuando bajé a la cocina,


Mandita no pudo evitar soltar una carcajada burlona cuando me vio.
— ¡Jajajaja! Mejor disfraz no pudiste escoger ¿Eh?

Como respuesta, sólo le saqué la lengua. — Bueno, ahora sí ¡Vámonos


Paco! — le dije a mi primo mientras pedía un taxi para que nos
llevara a la facu porque en el autobús no iba a poder llevar todas las
ollas con comida. El taxi nos dejó en la mera entrada de la facultad
donde ya estaban Maria, que se había puesto un vestido de jarocha, y
El Neto aguardándonos con ansias.
En cuanto bajé del taxi, Maria empezó a chacotear con Ernesto. —
¡Mira Diego, ya llegó tu Frida!

En ese momento miré a Ernesto y me di cuenta de que iba vestido con


un traje de los que se usaban en los años treinta y el pelo echado para
atrás. — ¿Se supone que eres Diego Rivera? — le pregunté
bromeando. — ¡Te faltó más panza! — comenté mientras le
acomodaba un manazo en la barriga.

— Y se supone que Frida no usaba lentes... — respondió al mismo


tiempo que me quitaba los lentes y los ponía fuera de mi alcance.

— ¡Oye, dámelos! — le grité.

— ¡Ya estuvo suave, parejita! Dejen de andar jugando y vamos a


meter la comida al patio — nos ordenó Maria mientras se dirigía al
taxi para ayudar a Paco a bajar las cosas y Ernesto me devolvió los
lentes.

El convivio empezó a las once y nos pusimos a repartir a todo el


mundo sus platos entre Paco, Maria, Ernesto y yo. Mientras íbamos
sirviendo escuchábamos a los compañeros y profesores comentar de
lo buena que estaba la comida y algunos fueron a preguntarme. —
Oye Iodine ¿Tú preparaste todo esto?

— Sólo hice una parte, el que realmente merece todo el mérito es mi


primo Paco.

— ¡Oh, estupendo! ¡Pues todo le quedó muy bueno, lo felicito!

— ¡Gracias, muchas gracias! — contestaba Paco sonrojado por los


elogios.

El último en servirse fue el profesor de Historia del Arte y se sentó


cerca de donde estábamos nosotros. — ¡Estuvo muy sabroso todo!

— Sí ¿Verdad? — replicó Ernesto. — Deberíamos de contratar a Paco


para que nos prepare la comida para la posada en diciembre ¿No le
parece?

El profesor y otros compañeros que estaban ahí cerca asintieron. —


¡Ay sí! ¡Eso estaría chido, yo estoy de acuerdo!

Pero tuve que interrumpir su entusiasmo. — Pues... profesores,


compañeros: lo lamento mucho, pero me temo que eso no va a ser
posible.

Todos se quedaron mirándome sorprendidos y desilusionados. —


¿Pero por qué?

— Bueno — continué. — Lo que pasa es que en casa no quieren que


Paco se dedique a la cocina, quieren que mejor sea ingeniero.

— ¿Qué? ¿Ingeniero? ¡No! Los ingenieros son bien mamones, Paco


estaría mejor como chef ¿Verdad compañeros? — comentó Maria
tratando de alborotar a los demás.

— ¡Tienes razón, hay que apoyar a Paco! — gritó Ernesto para hacer
aún más grande el argüende.

En menos de lo que me esperaba, tenía a toda la facultad de lado de


Paco y no paraban de echarle porras. Ya eran las doce en punto y
sabía que la tía Conchita no tardaría en llegar (esperaba que
cumpliera su promesa de venir a la facultad) y le hice una seña a
Maria y ella fue a traer las pancartas que había preparado el día
anterior y se dirigió a los compañeros. — ¡Espérense, tomen esto! — y
les repartió un cartel a cada uno. — Ahorita no tardará en venir la
mamá de Paco porque Iodine la invitó, y en cuanto llegue, vuelvan a
gritar y alcen las pancartas.

— ¡SÍÍÍÍÍÍ! ¡Viva! ¡Hurra! — vitorearon todos emocionados.

Pasaron unos diez o quince minutos y me acerqué a la entrada, en


cuanto vi a la tía Conchita bajar de un taxi, le hice una seña a Maria
para que dirigiera la porra mientras yo salía a recibirla. — ¡Hola tía,
pensé que no vendrías! ¡Anda, vamos! Te guardamos un plato de
pozole.

— Bueno mija, yo la verdad... — La tía no terminó de articular la frase


porque en cuanto entró al patio todo el mundo, tanto como
profesores como alumnos, se alborotó y empezaron a gritar. —
¡PACO, PACO, PACO, PACO! — y agitaron las pancartas que decían:
¡QUEREMOS A PACO, QUEREMOS A PACO!, ¡PACO DECIDE QUE QUIERE
ESTUDIAR!, ¡LA FACULTAD DE ARTES PLÁSTICAS ESTÁ CON PACO!,
¡PACO SERÁ EL PRÓXIMO GORDON RAMSAY MEXICANO!

La tía Conchita sólo se quedó pasmada viendo todo el relajo y por


poco le da el telele. — ¿¿Qué está pasando aquí??

— Pues lo que ves tía, todo el mundo quiere a Paco y están


convencidos de que él tiene que seguir cocinando si eso es lo que él
desea.

Maria, Ernesto, Paco y yo volteamos a ver a la tía y le sonreímos y


ella sólo se quedó pensativa mientras Paco la miraba ansioso
esperando una respuesta positiva. Después de unos larguísimos
minutos, la tía por fin habló dirigiéndose a él solamente. — Bueno, la
verdad sigo sin convencerme... pero, si te vas aponer así de terco...

— ¿Entonces? — la interrumpió Paco. — ¿Eso quiere decir qué..?

— ¡Sí, está bien mijo! ¡Haz lo que quieras! Creo que ya no podré
contigo, pareces más hijo de tu tía Margarita que mío.

Todo el mundo se puso a gritar de alegría y el resto de los


compañeros tomaron a Paco en brazos y lo cargaron. Paco empezó a
llorar de felicidad y sólo atinó a decirme. — ¡Gracias Iodine!

— No tienes nada que agradecer primo, con verte así de contento,


para mí es más que suficiente.

En ese momento me di cuenta de cuanta razón tiene mi querido


Leonard Cohen: "Siempre hay una grieta en todo y así es como entra
la luz."
Ah we're drinking and we're dancing

And the band is really happening

And the Johnny Walker wisdom running high

And my very sweet companion

She's the angel of compassion

She's rubbing half the world against her thigh

And every drinker every dancer

Lifts a happy face to thank her

The fiddler fiddles something so sublime

All the women tear their blouses off

And the men they dance on the polka-dots

And it's partner found, it's partner lost

And it's hell to pay when the fiddler stops

It's closing time

(Closing time)

(Closing time)

(Closing time)

Yeah the women tear their blouses off

And the men they dance on the polka-dots

And it's partner found, it's partner lost

And it's hell to pay when the fiddler stops


It's closing time

Ah we're lonely, we're romantic

And the cider's laced with acid

And the holy spirit's crying, where's the beef?

And the moon is swimming naked

And the summer night is fragrant

With a mighty expectation of relief

So we struggle and we stagger

Down the snakes and up the ladder

To the tower where the blessed hours chime

And I swear it happened just like this

A sigh, a cry, a hungry kiss

The gates of love they budged an inch

I can't say much has happened since

But closing time

(Closing time)

(Closing time)

(Closing time)

I swear it happened just like this

A sigh, a cry, a hungry kiss


The gates of love they budged an inch

I can't say much has happened since

(I can't say much has happened since)

We're closing time

Closing time

I loved you for your beauty

But that doesn't make a fool of me

You were in it for your beauty too

And I loved you for your body

There's a voice that sounds like god to me

Declaring, (declaring) declaring, declaring that your body's really you

And I loved you when our love was blessed

And I love you now there's nothing left

But sorrow and a sense of overtime

And I missed you since the place got wrecked

And I just don't care what happens next

Looks like freedom but it feels like death

It's something in between, I guess

It's closing time

(Closing time)

(Closing time)
(Closing time)

Yeah I missed you since the place got wrecked

By the winds of change and the weeds of sex

Looks like freedom but it feels like death

It's something in between, I guess

It's closing time

Yeah we're drinking and we're dancing

But there's nothing really happening

And the place is dead as heaven on a Saturday night

And my very close companion

Gets me fumbling gets me laughing

She's a hundred but she's wearing

Something tight

And I lift my glass to the awful truth

Which you can't reveal to the ears of youth

Except to say it isn't worth a dime

And the whole damn place goes crazy twice

And it's once for the devil and once for Christ

But the boss don't like these dizzy heights

We're busted in the blinding lights


Of closing time

(Closing time)

(Closing time)

(Closing time)

The whole damn place goes crazy twice

And it's once for the devil and once for Christ

But the boss don't like these dizzy heights

We're busted in the blinding lights

(Busted in the blinding lights)

Busted in the blinding lights

Of closing time

Closing time

Oh the women tear their blouses off

And the men they dance on the polka-dots

It's closing time

And it's partner found, it's partner lost

And it's hell to pay when the fiddler stops

It's closing time

I swear it happened just like this

A sigh, a cry, a hungry kiss


It's closing time (closing time)

(Closing time)

(Closing time)

(Closing time)

The gates of love they budged an inch

I can't say much has happened since

But closing time (closing time, closing time, closing time)

I loved you when our love was blessed

I love you now there's nothing left

But closing time

I miss you since the place got wrecked

By the winds of change and the weeds of sex

Leonard Cohen “Closing Time”


Capítulo VII - Es hora de cerrar
Pasaron los días volando para mí, tanto que, para cuando me di
cuenta ya estábamos a principios de diciembre. Fue algo pesado entre
tantas tareas, exámenes y otras obligaciones, aunque no todo era
estudio y trabajo. En mi tiempo libre lo pasaba bien saliendo con
Maria y Ernesto, y algunas veces por ahí llegamos a invitar a Paco a
salir con nosotros, a dar la vuelta por Los Lagos o por el centro a
caminar y tomar café. También llegamos a visitar la ex- hacienda del
Lencero y también fuimos a Coatepec y conocí a los respectivos papás
de Maria y El Neto. Y para las vacaciones de Navidad, los tres
quedamos en que iríamos a Naolinco a visitar a mis papás y a conocer
la naturaleza de los alrededores del pueblo.

Ya era el primer fin de semana de las vacaciones y estaba en el cuarto


preparando mis maletas para pasar la Navidad y el Año Nuevo en mi
casa. En cuanto tuve listo mi equipaje, bajé a despedirme de la tía
Conchita, Paco y Mandita. — Les doy a todos el abrazo de Navidad por
adelantado, mi taxi ya no debe tardar en venir para llevarme a la
terminal.

— Salúdame mucho a tu mamá cuando llegues... — me dijo la tía — y


también a tu papá por supuesto.

— Claro que sí, tía. — El taxi llegó e hizo sonar el claxon para
hacerme saber que esperaba. — Bueno ¡Nos veremos el año que
viene! ¡Adiosito!

Y salí corriendo tan torpemente que me acomodé un tremendo


ranazo en el patio de enfrente y todo lo que traía en mi maleta se
cayó y me demoré unos minutos en recogerlo. La tía Conchita y
Mandita se miraron y murmuraron. — ¡Es por demás con esta Yodita!

Maria y Ernesto ya estaban en la terminal esperando a que llegara. —


¡Hola chamaca! — me saludó Maria bromeando como siempre. —
Creíamos que ya no ibas a venir, ya estábamos a punto de subirnos al
autobús sin ti ¡Te tardaste un chingo!

— Discúlpame, pero tuve un contratiempo y por eso llegué tarde,


pero ¿Cómo creías que no iba a venir? ¡Si ya muero por volver a mi
casa! — Y eso era mucho más que cierto, tenía muchísimas ganas de
volver a ver a mis papás y todos los lugares de mis recuerdos tanto
buenos como malos.

Al llegar a Naolinco me emocioné bastante, aunque sólo había estado


cinco meses fuera me parecía que lo había dejado hace años. Todo
estaba exactamente igual desde la última vez que estuve ahí: las
calles, la gente, el centro; todo igual.

Cuando por fin llegamos a mi casa, lo primero que hice fue entrar al
taller de mi papá para darle la sorpresa, y en cuanto me vio llegar
corrió a abrazarme. — ¡Iodine! ¿Por qué no nos avisaste que venías?
Hubiéramos ido a recogerte.

— Es que quería que fuera una sorpresa, mira — dije volviéndome a


Maria y Ernesto que estaban detrás de mí guardando las distancias.
— Éstos son Maria "sin acento en la I" y Ernesto, mis amigos de la
facultad.

— ¡Hola señor Joaquín! — saludaron los dos al mismo tiempo.

— ¡Hola chavos! Mucho gusto en conocerlos — los saludó mi papá y


luego me avisó. — Tu mamá está allá adentro leyendo en la sala
¡Ándale! ¡Ve a darle la sorpresa!

Sonreí astutamente. - Claro papá, yo sé perfectamente como


sorprenderla... ¡vengan! - les hice una seña a los demás para que me
siguieran. Como había estado lloviendo mucho traía mis botas llenas
de lodo, y antes de entrar a la casa, las sacudí arrastrando los pies
más fuerte de lo que acostumbraba. Mi mamá, que estaba sentada en
su sillón favorito, levantó la vista y murmuró. — Hmm, sólo hay una
persona en el mundo que arrastra así los pies en el tapete.

— ¡Así es! — respondí yo mientras entraba a la casa y corría a


abrazarla, mi mamá también me abrazó. — Ya extrañaba mucho
escucharte arrastrar los pies en la entrada.

— ¿De veras? Pues ahorita la tía Conchita debe estar feliz de no


escucharme más, y por cierto, te manda saludos.

— ¡Ah, tu tía Conchita! Ténle paciencia, hija, mucha paciencia.

— ¡Y vaya que debo tenerle paciencia! – le contesté atacada de la risa.

Después nos sentamos todos a la mesa a comer, a mis papás les


cayeron súper bien Maria y Ernesto, mi mamá en una oportunidad
me dijo en voz baja. — Ese Neto me gusta para yerno ¿Eh? ¡Jejejeje!

— ¡Mamá! — le reclamé mientras le daba un codazo, siempre me llevé


así con ella y mientras comíamos les platiqué todo lo que me pasó el
tiempo que estuve fuera de casa: desde la fiesta de los compañeros de
Mandita hasta el relajo que armamos para ayudar a Paco, cosas que a
mis papás les sorprendieron muy poco.

— ¡Ay hijita! — dijo mi papá. — Cualquier otro padre diría que está
muy avergonzado de tu comportamiento, pero yo estoy muy
orgulloso porque defiendes tus ideales y siempre buscas como ayudar
a las personas que estimas y eso es realmente admirable,
definitivamente, no has cambiado nada.

En cuanto terminamos la comida y descansamos un rato, mis amigos


y yo salimos de la casa para ir hacia el mirador del "Balcón de la
Muerte" para ver las cascadas y caminar un rato por ahí. No
tardamos mucho en llegar, a Maria y a Ernesto les encantó el paisaje,
ya que nunca habían estado por ahí antes, y no pararon de tomar
fotos y vídeos con sus celulares. En cambio para mí las cascadas
formaban parte de muchos recuerdos de mi infancia y adolescencia,
paseos con la familia, travesuras, excursiones con mis compañeros de
la primaria cuando Nadia era mi amiga y nos echábamos a correr por
ahí, luego en la secundaria cuando Alex me hizo bajar por una
empinada algo peligrosa para poder ver las cascadas más de cerca
(eso nunca se lo platiqué a mis papás por miedo a que me regañaran)
en fin, toda mi vida se puede decir que está resumida en ese lugar.

Al volver a encontramos a mamá en la cocina sacando fruta, vasos y


platos desechables de sus bolsas de compras. Me acerqué hacia ella
con mucha curiosidad y le pregunté. — ¿Y esto para qué es?

— ¡Ah! — me respondió acomodándose sus lentes para ver mejor. —


Los vecinos de la colonia decidieron organizar una posada para el
viernes y yo me ofrecí a llevar el ponche y tu papá hará una piñata.

— ¡Oh qué bien! — exclamé mientras Maria y El Neto se acercaban


para enterarse de lo que pasaba. — ¡Habrá una posada el viernes! —
les expliqué emocionada — y mi mamá hará ponche, no es por nada,
pero su ponche es el mejor del mundo.

A Maria le brillaron los ojos al oír eso. — ¡En ese caso, no me pienso
perder la oportunidad de probarlo!

— ¡Ni yo! — añadió Ernesto emocionadísimo.

El viernes por la mañana desayunamos todos juntos café caliente con


pan porque hacía un frío que calaba los huesos. Después subí al
cuarto a buscar algo abrigador para llevarme a la posada, ya que se
iba a realizar al aire libre. Iba rebuscando entre mis chamarras y
suéteres y nada parecía convencerme hasta que apareció un enorme
y grueso suéter color magenta con una gran cara de Hello Kitty
bordada en la parte de enfrente, casi me pareció escuchar la voz de
Mandita gritando horrorizada: "¿¿¿En verdad piensas ponerte eso???"
Porque cada una de las veces que lo llegué a usar no faltaron las
burlas ni las muecas de disgusto por parte de muchas, algunas me
aconsejaron que lo tirara, pero si se lo probaran al menos una vez y
vieran lo cómodo y calientito que, es creo que cambiarían de opinión.

Después de la comida, todos nos dispusimos a ayudar a mi mamá a


preparar los litros de ponche y cuando terminamos subí a mi cuarto
a ponerme el suéter, cuando bajé Maria no se pudo resistir y corrió a
tocar las mangas. — ¡Awww! Tal como me imaginé ¡Es súper
suavecito!

— ¡Sí! — le dije. — Es por eso que, a pesar de que ya está viejo, me


rehúso a deshacerme de él.

Mientras tanto, El Neto me miraba con una expresión extraña, como


si tratara de no reírse y de nuevo escuché la voz de Mandita en off
dentro de mi mente: "¡No es posible, Yodita! ¡Mira que ponerte semejante
suéter horrendo enfrente del chavo que te gusta!"

Y eso me hizo ponerme a pensar en mi situación con Ernesto, en que


tal vez todavía tendría oportunidad de salir de la friendzone si
cambiara mi apariencia: si me dejara crecer el cabello, si cambiara
mis lentes de pasta por lentes de contacto, si me maquillara un poco,
si aprendiera a caminar con tacones, si bajara de peso, si fuera más
femenina, en fin... parece que los problemas de las mujeres no
pueden resolverse con otra cosa que no tenga que ver con el aspecto
físico.

Maria me miró extrañada, puesto que tenía la mirada perdida. —


¿Eh? ¿Te ocurre algo, amiga?

Y enseguida volví a la realidad. — ¡No es nada! ¡Anda, vámonos a la


fiesta!

Cuando llegamos a la calle donde se iba a realizar la posada, todos


los vecinos y conocidos se acercaron a saludarme y muchos se
alegraron de verme. — ¡Hola Yodita! ¡Cuánto tiempo sin verte! ¡No
has cambiado nada! — ¡Yodita! ¡Qué bueno que viniste a pasar la
Navidad acá! ¡Sigues igualita que siempre, no has cambiado nada! —
los saludos iban variando un poco, pero todos coincidían en una cosa:
"No has cambiado nada" y esa frase era música para mis oídos. Una
chava normal esperaría que después de tanto tiempo sin verla, los
primeros comentarios hacia ella fueran: "Que bien te ves", "Te
pusiste muy guapa", "Estás más delgada" o cualquier otro comentario
respecto a su aspecto físico, pero para mí el que me dijeran "No has
cambiado nada" fue el mejor halago del mundo.

Maria y yo nos sentamos un rato mientras Ernesto iba a la mesa de


las bebidas a servirse ponche caliente, todo el tiempo que estuvimos
ahí noté que a veces él me miraba de reojo con una mirada confusa lo
cual me inquietó un poco. Maria se me acercó para platicar sin que
los demás nos oyeran. — Oye, Iodine, me gustaría contarte una cosa,
espero que no te molestes conmigo.

— ¿Pero por qué habría de molestarme? — le contesté sonriendo


mientras me acomodaba en mi asiento.

— Es que, mira, le conté todo al Neto.

Su respuesta me dejó más confundida aún. — ¿Pero, qué todo?

— Lo siento de veras, pero tenía que decirle de tus sentimientos. Poco


antes de venirnos para acá, pasó a comer a la fonda donde trabajo y
me contó que le pareció un gesto muy lindo tuyo el haberlo ido a
buscar a su cuarto cuando había faltado a la facu y que nunca nadie
había hecho algo así por él, y yo tuve que decirle la verdad, que tú lo
quieres y él se quedó muy pensativo aunque no me dijo nada.

Me quedé pasmada en silencio y luego añadí. — Maria, creo que es


mejor que las cosas se queden como están.

— Pero... — me interrumpió. — ¿Aún quieres a El Neto, verdad?


Volteé hacia donde estaba parado Ernesto, soplaba viento y su pelo
largo y ondulado se mecía y él trataba de acomodarlo, sonreí y volví a
hablar con Maria. — No voy a negarlo, aún me sigue moviendo el
tapete.

— Lo sabía, es por eso que me atreví a platicarle todo de ti. Espero no


haberla cagado y echado todo a perder entre ustedes.

— Tal vez yo debí de haberle dicho a Ernesto todo eso desde la cena
en el restaurante, pero la verdad es que fue en parte por cobardía y
por otro lado me pareció que las cosas tenían que ser así, por alguna
razón. No te preocupes, Maria; hiciste lo que una buena amiga debía
hacer — la consolé dándole un fuerte abrazo.

Después de un rato comencé a sentir frío y decidí ir a tomar ponche


yo también, mientras llenaba mi vaso de unicel, noté que un tipo que
se estaba sirviendo un pedazo de pastel me observaba. El sujeto en
cuestión se me hacía conocido, pero por más que trataba de hacer
memoria no lograba reconocerlo, se veía unos diez años más grande
que yo, tenía una calvicie incipiente y estaba súper pálido y flaco.
Estuve a punto de marcharme con los demás porque me entró algo de
miedo, entonces él me detuvo y me saludó. — ¡Hey, Iodine!

Yo me quedé con los ojos abiertos como platos y él al ver mi


confusión me preguntó. — ¿No me recuerdas? Fuimos compañeros en
la preparatoria.

Después de observarlo descaradamente durante largos minutos, pude


caer en la cuenta. — ¿¿¿Leopoldo??? — le pregunté bastante
sorprendida, porque la verdad ni de chiste me habría imaginado que
fuera él, había dado terriblemente el viejazo y se veía totalmente
acabado.

— ¡Sí, soy yo! — contestó alegremente. — ¡Te ves muy bien, eh!
Escuché que te fuiste a Xalapa a estudiar artes plásticas.
— Así es — le respondí de forma cortante.

— ¡Chido! Se nota que el cambio de ciudad te ha sentado de maravilla.

No entendía por qué, alguien para quien fui invisible durante mucho
tiempo, de repente me hablaba como si hubiéramos sido viejos
amigos. Después de formular un sinnúmero de interrogantes empecé
a sospecharme algo y decidí seguirle la plática para confirmarlo. —
¿Y Yadira? — le solté así de repente.

Leopoldo se puso más pálido y las manos le temblaron un poco. —


¿Ah, Yadira dices? Pues... terminamos hace seis meses... más bien ella
quiso terminar porque... bueno, pues...

Entonces lo corroboré, en cuanto Yadira logró aprobar los exámenes


finales y salir de la prepa, Leopoldo ya no le fue de utilidad, y como
esa fulana realmente no lo quería, sin pensárselo dos veces lo mandó
a la porra. Yo le sonreí sarcásticamente. — ¡Oh, qué pena!

— Sí, la verdad me la pasé varios meses muy triste. Pero bueno,


platícame de ti ¿Tienes novio?

También sospechaba que por ahí iba el asunto, como la ninfa guapa y
voluptuosa resultó ser una arpía y ahora que el noble caballero
andaba por ahí solo con su triste figura, reparó en la fea Dulcinea que
estuvo enamorada de él durante tanto tiempo ¡Vaya, vaya!

Leopoldo estaba nervioso y me miraba de forma ingenua y yo


aproveché para descargar mi frustración acumulada. — Si tengo
novio o no, no es algo que debería importarte. ¡Nunca te importé lo
suficiente como para que ahora vengas con la cola entre las patas a
buscarme como último recurso después de que la buenona de la clase
te mandó a la chingada!

Él se sobresaltó al oírme hablar de ese modo y trató de calmarme. —


Iodine... yo de veras lo siento, pero...
— ¡Pero nada! Y ahora si me disculpas debo volver con mis amigos
¡Adiós y buena suerte!

Cuando volví a mi lugar, Maria me preguntó algo preocupada y


también con mucha curiosidad. — ¡Iodine! ¡Menos mal! Estaba a
punto de ir a ver qué te pasaba que tardabas mucho ¿Y quién era ese
señor con el que hablabas?

Solté una risotada al escuchar tal cosa. — No es un señor, aunque


realmente lo parece, es un ex compañero de la preparatoria — y
entonces le conté todo el asunto de Leopoldo y cuando terminé,
Maria se entusiasmó muchísimo. — ¡Me encantó lo que le dijiste a ese
idiota! ¿Qué se creía? ¿Qué después de su actitud todavía te podía
convencer de que salieras con él?

— ¡Ya sé, es un pinche pendejo! — suspiré hondo y después hice a


Maria cambiar de tema.

Al anochecer, colgaron la enorme piñata que mi papá había


elaborado con periódicos y papel de colores, para romperla a palazos.
Cuando me llegó mi turno, tomé el palo y comencé a golpear la
piñata con todas mis fuerzas, en cada golpe que daba pensaba en
Alex, en Leopoldo, en Ernesto, en Mandita, Renata, Lalo y todas
aquellas personas que de un modo u otro me hicieron enojar y hasta
llorar. Era como si de ese modo pudiera irme liberando de un enorme
peso que me estorbara para poder seguir mi camino.

Maria y Ernesto permanecieron en Naolinco un par de días más y


después ambos tomaron el autobús para Coatepec, pues ahí estaban
sus respectivas familias y querían pasar con ellos la Navidad. Fui a
acompañarlos a la terminal, y desde la ventanilla, Ernesto se despidió
de mí agitando la mano. — ¡Adiós Iodine! — yo también agité la mano
y le sonreí mientras el autobús se alejaba.

Iba caminando a paso lento de vuelta a casa y al pasar por el centro


me topé a Nadia que estaba sentada en la plaza platicando con su
novio en turno, ella se veía igual desde la última vez que la vi:
siempre bien vestida con su silueta esbelta y sus curvas de infarto. Al
seguir avanzando llegué a un punto en que quedé casi enfrente de
ella y pensé "Bueno ¿Por qué no saludarla después de tanto tiempo?"
Me acerqué un poco más y ella sólo me frunció el ceño como
queriendo decir: "Disculpa ¿Te conozco?" Mejor seguí de largo,
definitivamente, así como Nadia no cambiará tampoco yo lo haré.

Me volteo a ver y veo que sigo siendo igual que hace diez años
cuando comenzó mi adolescencia: chaparra, hombros anchos,
piquetes de mosco, caderas y las nalgas tan planas como tablas. Y mi
forma de vestir por igual: traigo otra vez el enorme suéter de Hello
Kitty, mis jeans deslavados, mis tenis viejos y mi cabello ¿Mi cabello?
Hmmm, ahorita que lo observo detenidamente me parece que debo
hacer una visita a mi querida peluquera, así que será mejor que
cambie el rumbo y me dirija hacia la peluquería.

Al llegar, la peluquera se alegró mucho de verme otra vez y corrió a


saludarme, ya saben cuál es el diálogo.

Peluquera: - ¡Hola Iodine! ¡Cuánto tiempo sin verte, no has cambiado


nada! (bueno, aquí hubo una ligera variante) ¿El mismo corte de
siempre?

Yo: - (Me quedo pensativa un momento) Hmm...

Una hora después...

Vaya, pensé que la peluquera nunca terminaría de hablar, ya es tarde


y me esperan para comer... ¿Eh, qué pensaron? ¿Qué casi me
convencía de hacerme un nuevo corte de cabello? Pues se
equivocaron, sólo fui a que me recortara un poco el fleco que estaba
algo crecido y se me estaba metiendo a los ojos. Sé que muchos se
mueren de la curiosidad por verme con otro corte de cabello, pero a
mí me gusta este y me siento muy a gusto así.

¿Eh? ¿Qué sucede? ¿Por qué ponen esa cara? Vamos, no soy un
monstruo ni una criatura de otro planeta, soy tan humana como
ustedes, sólo que soy diferente, pero si son de los que creen que una
nueva imagen me haría ser una mejor persona, se equivocan, a ver
piensen ¿De qué sirve ser una mujer bonita y elegante si vas a ser
arrogante y superficial como Renata? ¿De qué sirve ser un adonis
deseado por todas las mujeres si vas a ser un estúpido racista como el
idiota de Lalo? Y bueno, quiero dejar una cosa bien en claro: no tengo
nada en contra de las personas que son físicamente agraciadas y les
gusta arreglarse, sino de aquellos que piensan que la apariencia física
es más importante que la inteligencia y los sentimientos. Nunca he
pensado que Mandita y Renata sean malas personas porque se
maquillen sino porque creen que es algo que todas las mujeres
debemos hacer por obligación y no por elección, si es tu gusto andar
maquillada y entaconada hasta para ir a la esquina, estás en todo tu
derecho, sólo te pido que no esperes que yo también lo haga, yo soy
diferente y la verdad es que el mundo sería un lugar muy aburrido si
todos fuéramos iguales.

Yo soy así y no puedo ser otra persona diferente porque las personas
que realmente valen la pena me quieren y me aprecian como soy, con
todo lo malo y lo bueno que tengo, siendo una gata arrabalera y no
una linda señorita, porque saben que a pesar de todos mis defectos,
siempre trato de dar lo mejor de mí y trato de ayudar al que me lo
pide en todo lo que pueda. Bien, tengo que despedirme de ustedes
por ahora, pero antes les platicaré cuales son mis propósitos para el
Año Nuevo:

1. Tenerle mas paciencia a las chavas como Mandita (y espero que


ellas traten de tenerla también conmigo).

2. Tratar que los demás comprendan que "diferente" no es sinónimo


de "malo."
3. Por último, comenzar un curso de italiano en la "Casa Italia AC
Centro Giuseppe Verdi de Xalapa", porque al terminar la carrera me
gustaría obtener una beca para estudiar una maestría en Florencia.

Bien, pues esto es por ahora todo lo que puedo platicarles de mí y


pido una muy sincera disculpa a aquellos que esperaban encontrarse
con el clásico final cursilón de la chica feita que al final accede a
depilarse las cejas y el vello púbico, aprende a caminar con gracia,
deja de eructar y decir groserías y que por fin termina siendo una
belleza despampanante que todos los hombres voltean a ver.

Lamento decirles que se equivocaron, esta no es la historia de Mía


Thermopolis, ni Gracie Hart, ni Eliza Doolittle, tampoco Beatriz
Aurora Pinzón Solano (o su equivalente mexicana: Leticia Padilla
Solís.) Tal vez sientan que perdieron su tiempo leyendo esto, si es
así, ya saben donde buscar esas historias de chicas nerds y makeovers
mágicos que las transforman en dos patadas, esto lo dejo para
quienes buscan algo diferente de los clichés hollywoodenses y las
churronovelas latinoamericanas.

Y ahora sí, es hora de cerrar esta historia (por ahora)...


Epílogo

Para: iodinetm02@yahoo.com.mx

De: mariasinacento@gmail.com

Asunto: Saludos

_____________________________________________________________

¡Hola Iodine!

Discúlpame si no te he podido escribir antes, pero es que he estado


muy ocupada con algunos proyectos que tengo ahorita en mente (de
los cuales ya te platicaré más adelante los detalles). Por ahora sólo te
diré que busco realizar mi sueño de poner una galería de arte, le
estoy echando muchas ganas y espero que todo salga bien. Y
cuéntame ¿Qué tal te trata Florencia? Estudiaste muy duro durante
toda la facultad y pues ahí tienes tu recompensa, lograste obtener la
beca que tanto deseabas. Ernesto y yo estuvimos viendo las fotos que
subiste la semana pasada a Flickr y la verdad es que te tenemos
envidia de la buena pues estás viviendo en una ciudad realmente
hermosa e importante para la historia del arte, debe ser maravilloso
que al abrir tu ventana te encuentres con la majestuosa catedral de
Santa Maria dei Fiori y los fines de semana puedas ir a darte una
vueltecita por la Galleria degli Uffizi a ver nada más que puras obras de
Boticelli y Miguel Ángel.
Por cierto, también vimos que el primer fin de semana pudiste darte
una escapadita a Livorno, la ciudad natal de tu querido Modigliani y
Ernesto casi se puso a llorar de la emoción, pues él también es su
ferviente admirador. Y ya que estamos hablando del Neto, hubieras
visto la cara que puso cuando le platiqué que estabas saliendo con
uno de tus profesores (Andrea, si mal no recuerdo su nombre) casi le
da el patatus de puros celos y no paró de preguntarme que me habías
dicho tú acerca de él, cosa que me parece de lo más absurda ya que
durante todo el tiempo que estuvimos estudiando juntos el muy
zonzo nunca quiso darte una oportunidad y ahora que ve que estás
saliendo con otro entonces se pone en ese plan ¡Qué no manche!

Pero pues en parte, no siento tanta lástima por él, porque bien
merecido se lo tiene y yo si le dije: que él al igual que muchos
hombres se quejan de que las chavas bonitas son mamonas y los
mandan a la friendzone pero en cuanto tienen oportunidad de tener
una chava que realmente los quiere prefieren no hacerle caso ¡Ah
pero eso sí! En cuanto ven que alguien aprovechó la oportunidad que
ellos dejaron pasar de largo, se ponen a armar un panchote. Y pues
nada más se quedó calladote sin contradecirme y ahora anda bien
clavado con una tal Mireya, una chava que atiende una boutique acá
en el centro, es muy bonita sí, no lo voy a negar, pero súper fresa y
cabeza hueca (del tipo de Mandita y Renata para que te des una idea)
y para acabarla, es la misma historia de siempre: la Mireya ni lo pela,
pero ahí anda El Neto como vil idiota detrás de ella. Yo le aconsejaría
que deje de perder el tiempo porque esa chava nunca lo va a pelar,
pero lo conozco perfectamente y sé que lo va a echar en saco roto, así
que ahí mejor lo dejo que se complique solo la vida, parece que sólo
de esa manera entenderá.

Cambiando de tema, no sé si ya habrás platicado con Paco, pero


ahorita está trabajando por las tardes medio turno como cocinero en
la fonda conmigo y es un verdadero mago con la sartén, desde que el
prepara el mole y las salsas para las enchiladas la clientela ha
aumentado como no tienes idea (y también el trabajo por supuesto)
pero a Paco se le ve muy feliz y satisfecho y hasta tu tía Conchita
viene con Mandita a comer enmoladas mínimo dos veces por semana.
En fin, te drié que casi nada ha cambiado desde que te fuiste y por lo
que veo tú tampoco has cambiado nada y me alegra mucho que allá
hayas encontrado lo que acá nunca pudiste conseguir y sobre todo
que estés contenta y satisfecha, tu esfuerzo te ha costado y mereces
disfrutarlo.

Yo también espero algún día encontrar a alguien como Andrea, lo


que pasa es que a veces una se desespera porque sólo nos topamos
con fulanos que parecen no entender nada, pero es cosa de tener
paciencia, ya que tarde que temprano aparece el roto para el
descosido. Mientras tanto voy a echarle muchas ganas a mis
proyectos, espero que todo salga como yo lo tengo planeado y ojalá
pueda ir allá a Italia contigo a pasarme unas pequeñas vacaciones y
de paso poder vernos otra vez porque no tienes idea de cuanto te
extraño.

Ahora tengo que despedirme, pero antes te vuelvo a reiterar que


estoy muy contenta por ti y aprovecha al máximo todos los buenos
momentos que se te vayan presentando en el camino porque esa
clase de oportunidades a veces se tienen solamente una vez en la vida
(sonó como canción de Agustín Lara jajaja). Bueno, ahora sí, me
despido. Te mando muchos saludos y abrazos.

Maria

P.D. También te mandan muchos saludos "El Narizotas" y el futuro


Gordon Ramsay mexicano.
Querido amigo lector:

Tu opinión, ya sea positiva o negativa, es muy importante para mí ya


que gracias a tus comentarios puedo ir creciendo y mejorando cada
día como escritora. Así que, si tienes alguna opinión con respecto a
este libro, no dudes en dejarme tus comentarios.

Muchas gracias por leerme.

Puedes descargar gratuitamente todos mis libros en formato PDF


desde mi perfil de Scribd:

https://es.scribd.com/user/269908734/Lilith-Cohen

Puedes contactar conmigo a través de mis redes sociales:

Facebook: https://www.facebook.com/lilithcohen87

Twitter: https://twitter.com/LaBoheme1987

Tumblr: https://laboheme1987.tumblr.com

Você também pode gostar