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Pablo F. Iturralde B.
Octubre 2014
El impulso que ha logrado la democracia participativa, como parte del sistema
poltico y como complemento de la democracia representativa, ha permitido en
muchos pases que la ciudadana diversa participe activamente en la toma
decisiones sobre las polticas pblicas. Estas prcticas devuelven el poder al
soberano, asegurando el empoderamiento de la ciudadana, por un lado, y la
gobernabilidad de las autoridades pblicas. Y adems, est demostrado desde
la experiencia de muchos pases que la participacin activa de la ciudadana
tiene efectos no solo en la calidad de las polticas pblicas, sino en la
sostenibilidad de los acuerdos y decisiones que se construyen colectivamente.
Estas diferentes formas de democracia participativa han sido institucionalizadas
como parte de los derechos polticos individuales y colectivos. As, en ciertos
casos se han incorporado a los derechos consagrados en las cartas
constitucionales o en cuerpos legales que norman su participacin. Por
ejemplo, pases como Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Per y Venezuela han
aprobado leyes de participacin ciudadana, especialmente a nivel de gobiernos
subnacionales; sin embargo las experiencias prcticas al respecto son mucho
ms amplias, como los conocidos mecanismos de transparencia y rendicin de
cuentas o los presupuestos participativos.
Es decir, la gestin participativa de las polticas pblicas requiere de
condicionantes, como la existencia de un marco normativo (no necesariamente
constitucional o legal) que institucionalice los mecanismos de participacin; la
presencia de una sociedad civil organizada, con autonoma y capacidad de
movilizacin; un diseo institucional flexible que favorezca la participacin de
los actores involucrados, especialmente de quienes estn en desventaja en las
relaciones de poder; y, la capacidad administrativa y econmica del gobierno
nacional o local para garantizar los mecanismos de participacin y la
implementacin de las polticas diseadas.