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Durante las dos diltimas décadas del pasado milenio, Buenos Aires ~de manera andloga a ciudades del norte avanzado- ha sido testigo del simulténeo florecimiento de la opulencia y la indigencia, la abundancia y la miseria. En la Argentina, asi co- mo en el resto de Latinoamérica, a estos crecientes extremos de pobreza y riqueza se suman la multiplicacién de las des!- gualdades entre las cada vex mas extensas metrépolis, las pe~ uefias ciudades y los pueblos rurales. En Parias urbanos, Loic Wacquant examina las causas de es- ta creclente desigualdad y marginacién, y las formas que és- tas adquieren no sélo en el espacio urbano sino también en las experiencias de los relegados, centrando su atencién en las sociedades de capitalismo avanzado, fundamentalmente en Estados Unidos y Francia. El libro no sélo contiene ‘una mi- rada original sobre estos procesos sino que también nos pro- vee de un conjunto de claves analiticas para pensar las cau- sas, el funcionamiento y las consecuencias de la desigualdad yla marginacién social en nuestra sociedad. (de la introducclén) Loie Wacquant es Profesor de fa Universidad de California-Ber- keley ¢ investigador del Centre de Sociologie Européenne del Collage de France. Es autor de numerosos trabajos sobre la desigualdad urbana, Ia dominacién racial, Ia violencia y el cuerpo, y de teoria sociolégica. ‘Miembro fundador del grupo “Raisons d'agir”, contribuye regularmente en Le Monde Diplomatique y ha sido Profesor In- vitado en Rio de Janeiro, Paris, Berlin, Los Angeles y Nueva York. Ha publicado: Introduccién a la Sociologia Reflexiva (con Pierre Bourdieu, Siglo XI), Cuerpo y alma: cuadernos etnograifi- cos de un aprendiz de boxéulor (Agone, 2000) y Las cérceles de la miseria (Manantial, 2000, traducido a trece idiomas). Boyt Fe 2, Il (000382) Hele Leet. ed E Zz m4 Fa < ba LOYC WACQUANT WACOQUANT PARIAS URBANOS Marginalidad en la ciudad a comienzos del milenio LOIC WACQUANT Parias urbanos Marginalidad en la ciudad a comienzos del milenio MANANTIAL Buenos Aires cadueeién: Horacio Pons Arsionlo “Elias en el gueto”: Javier Auyero Diseito de tapa: Estudio R Tlustraci6n de tapa Boy with Tire, 1952 Hughie Lee-Smith Gift of Dr. $. B. Milton, Dr James A. Owen, Dr. B. F. Seabrooks and Dr. A. E, Thomas, Jr © Estate of Hughie Lee-Siith/Licensed by VAGA, New York, NY Potografia © 198R, The Detroit Institute of Arts Wacquant, Loic Paris usliaos: marginalidad en ts ciudad a eomienzos del meno - ta ed 2a reivop, - Bucnos Aires : Manna, 2007 204 p.: 20x14 em, ‘Traducido por: Horacio Fons ISBN 978-987-500-058.2 | Desigualdad Social. 2, Masginacisn. 1. Pons, Horacio, trad. Titaio epD 305.56 Hecho el depsistio que marca la Tey 11.723 Irapreso en la Argentina © 2001, de Ia edicién en casteltano, Ediciones Manantial SRL, Avda. de Mayo 1365, 6° piso, (1085) Buenos Aires, Argentina ‘Telefax: 54 11 4383-7350/4383-6059 E-mail: info@emanautial.comar ‘worw.emianattial.com.ar ISBN: 978-987-500-058-2 Derechos reservados Prohibida Ia eproducciéw parcial o total, el almacenamiento, el alquiler, ta transmision o la traustonnaciin de este bro, en cualquier forma 0 por cualquier medio nico, miedisute fotocopias, digitalizacion u otros hictodos, sin el peti previo y escrito del editor. Su infraceion esta penada por fas leyes 11.723 y 25.446. Ami madre, a quien le debo mi sentido de la justicia social indice Ingroduccién. Claves para pensar lz marginacién, Javier Auyero 1. La nueva tinea de color urbana, Estado del gueto en la Norteamérica posfordista 2. Elias en el gueto negro. 3. Parias urbanos, Estigma y divisién en el gueto norteamericano y la periferia urbana fiancesa 4. Marginalidad urbatia en el préximo milenio “Enemigos convenientes”: extranjeros ¢ inmigrantes en las cérceles de Europa 1 165 189 Introduccion Claves para pensar la marginacioén JAVIER AUYERO" * Departamento de Sociologia, State University of New York/Stony Brook; Centro de Estudios en Cultura y Politica, Fundacién det Sur, A tina, Retratos etnograficos de violencias urbanas No se puede jugar con ta ley de la conservacifn de Ja violencia: tocs fa violencia se paga y. por ejemplo, fa violencia estructural ejercida por los mereados finan- cietos, en la forma de despidos, pérdida de seguridad, ete., se ve equiparada, mas tarde © més temprano, en forma de suicidios, crimen y delincuencia, adiceiin a las drogas, alcoholismo, un’sinniimero de pequefios y grandes actos de violencia cotidiana. PIERRE BOURDICY, L Durante buena parte de la década del ochenta y del noventa, Ja imaginacidn critica y la literatura sociolégica adoptaron, tan- to en Estados Unidos (Wolfe, 1987; Castells y Mollenkopf, 1991) como en Ia Argentina (Sarlo, 1996; O°Donnell, 1997), la metafora de la ciudad dual para describir los efectos que ta po- latizacién econémica ha tenido y tiene en la geografia y ecolo- gin urbanas, A pesar de sus muchas limitaciones empiricas y conceptuales, la imagen de una ciudad dual y fracturada (0, co- mo sugiere O’Donnell, un “pais dual”) tiene la virtud de dirigir nuesfra alencién hacia las nuevas desigualdades que, provoca- 2 PARIAS URBANOS das en parte por la eliminacidn de miles de puestos de trabajo y por la retirada del Estado en fancién de welfare, no sélo carac- terizan a las ciudades postindustriales como Nueva York 0 Chi- cago sino también a las ciudades del antes llamado “Tercer Mundo,” como Buenos Aires. Durante las dos tltimas décadas del pasado milenio, Buenos. Aires ~de manera aniloga a ciudades del norte avanzado~ ha sido testigo del simulténeo Hlorecimiento de la opulencia y la indigencia, la abundancia y la miseria. En la Argentina, asi co- ino en ef resto de Latinoamérica, a estos crecientes extremos de pobreza y riqueza se suman fa multiplicavion de las desigualdae des entre las cada vez mis extensas metrépolis, las pequemtas cludades y los pueblos rurales. En Parias urbanos, Loie Wacquant examina las causas de esta creciente desigualdad y marginacién, y tas formas que éstas adquiicren no s6lo en ef espacio urbano sino también en las ex periencias de los relegados, centrando su ateneién en las dades del eapitalismo avanzado, fundamentalmente en Estados Unidos y Francia, El libro no sélo es una mirada original a estos procesos sino que también nos provee de un conjunto de claves analiticas para pensar las causas, el funcionamiento y las conse- cuencias de Ja desigualdad y la marginacién social en nuestra sociedad. En Ia primera parte de esta introduccién presentaré un conjunto de retratos etnogratficos que condensan parte de la pro- blematica que este libra nos ayuda a repensar. La segunda parte expone algunas de fas claves analiticas que Parias urbanos nos petite constiuir para reflesionar sobre las villas miseria y otros enclaves de pobreza que contingian expandiéndose y deteriorin- dose en Ia Argentina socie~ [La lujosa riqueza de una burguesia presunta lita le da a Buenos Aires 1a nente cosmopo- apariencia de otras ciudades globa- IntraDUCCION B les. En Ja escenografia urbana se multiplican, para citar a Sas- kia Sassen (1991, pag. 9), “restaurantes caros, casas de lujo, hoteles de lujo, tiendas gourmet, boutiques, lavadoras a seco francesas,” a lo que podriamos agregar los opulentos shoppings y los suntuarios desarrollos de Puerto Madero. En esos shop- pings, los consumidores portefios tienen acceso ilimitado a pro- ductos “globales,” desde carteras Pierre Cardin a zapatillas Ni- ke, presumiblemente fabricados en ef norte (Made in Pai Made in USA). Desde el shopping Alto Palermo, Hleva una hora y media y dos colectivos repletos para Hegar a Villa Paraiso, localizada a orillas del Riachuelo, en el Gran Buenos Aires.! Paraiso (camo Ja Haman sus habitantes, evitando el prefijo estigmatizante de “villa”) es una de las villas mas viejas y mas pobladas de Ja zo- na metropolitana. Mas de la mitad de sus habitantes tienen “ne- cesidades basicas instatisfechas” (son lo que los estudiosos de ta pobreza Ilaman “pobres estructurales”), y aproximadamente el 25 por ciento tiene ingresos por debajo de la linea oficial de po- breza. El desempleo es su caracteristica definitoria mas impor- tante, En Ia actualidad, e! 62 por ciento de la poblacién de entre dieciocho y sesenta atios esté desempleada o subempleada. El desempleo permanente es generalizado: mas de Ia mitad de los desempleados no han tenido trabajo durante doce meses conse- cutivos.? Algunos de esos desempleados recurren a empleos temporarios y/o varias actividades del “sector informal” como fuente del siempre escaso ingreso, Otros, dependen de su traba jo en talleres familiares, talleres que, junto a las Hamadas “in- iso 1. Los nombres de Iugates y personas han sido modificados para preservar el anonimato de los entrevistados, 2. Los datos de desempleo y pobreza provienen del procesartien- to especial facilitado por el INDEC y de una encuesta de 300 casos ‘que realicé en los meses de octubre y noviembre de 1996. 4 PARIAS URBANOS, dustrias de enclave”, han florecido y se han dispersado por todo el mundo subdesarroltado (Sassen, 1998). Rosa y sus dos her- ‘manos trabajan en wno de esos talleres fabricando carteras Pierre Cardin, Trabajan para una Fabrica que los provee de materiales, de los moldes y de las etiquetas que dicen “Made in Paris.” “Pierre Cardin hecho en Paraiso”, me cuentan con cierto humor enando les pregunto si en realidad colocan esas etiquetas en las carteras. “;Ves, acd? ‘Made in Paris’, La gente las compra y ere que vienen de Paris.” En el shopping Allo Palermo, esas carteras valian, cuando entrevisté a Rosa y a sus hermanos, alre- dedor de 150 délares. Ellos, a quienes ocasionalmente se les stt- ma su madre durante la jomada laboral de catorce horas, reciben. aproximadamente diez délares por cada cartera, dependiendo del tamaiio y del tiempo requerido para armarla, Hace dos afios, solian obtener 700 délares cada dos semanas; por razones que elles no pueden explicar pero que tienen que ver con la crecien- te cantidad de productores “en negro” dispuestos a trabajar por salarios infimos, shora fogran acumutar 800 délares al mes. tos ingresos ubican a su familia de ocho miembros por debajo de Ja linea de pobreza y del valor oficial de fa canasta familiar No reciben seguro médice ni tienen obra social de su emplea- dot, a quien constantemente solicitan mas trabajo o mas pago por pieza, y con quien frecuentemente estan en serias disputas por pagos fuera de término. La tiltima vez que conversé con ellos, acababan de recibir de su empleador un billete de cien d6- fates falso, En la situacién extremadamente precaria en la que se encuentran, lo mas que pueden hacer es estar alerta a este tipo de “avivadas.” “Lay que estar despierto, todo el mundo te quie~ re joder”, dijeron cuando nos despediames. Aun en su extrema vulnerabilidad, Rosa y sus hermanos pueden considerarse personas con suerte, Otros talleres que de penden de la demand de la poblacién villera han desaparecido tan rapido como surgieron, muchos de ellos con la asistencia fi- panciera del Estado. mTRODUCCION 1s Gracias a sus contactos con “punteros” del Partido Justicia lista, Lucia y Nelly fueron invitadas a formar parte de un mi- cro-emprendimiento productivo del Plan Pais, programa finan- ciado por el gobierno de Ia provineia de Buenos Aires, Con la intencién originaria de “fortalecer la organizacién comunita- tia”, este plan distribuy6 pequeiios subsidios monetarios a los efectos de asistir a grupos locales en el desarrollo de cierta li- nea de produceién. Lucia y Nelly comenzaron a producir mu- fiecos para ser vendidos en Paraiso. Luego de ain hreve periodo de inicial entusiasmo, se dieron cuenta de que su made de pro duceién artesanal no iba a poder compelir contra los mucho mas baratos muiiecos importados. Recordando los efectos de la “apertura moderizadora” de la economia argentina, y de Ios bien intencionados —pero, en altima instancia, frustrados- es- fuerzos de la (disminuida y crecientemente forpe) “mano quierda del Estado”? Lucia me comenté resignada: “Las cosas importadas nos jodieron”. Hoy, Lucia depende de los favores discrecionales de una dirigente politica local, quien consiguid un puesto piblico en 1a municipalidad local para su marido y que, ocasionalmente, la provee de comida y medicamentos 3. La “mano izqutierda del Estado” es una expresidn utilizada por el socidloge francés Pierre Bourdieu para referirse al grupo de agen- tes estatales de los “asi lamados ministerios del gasto que son fa hue- ita, dentro del Estado, de tas tuchas sociales del pasado. Se oponen a Ja mano derecha del Estado, 2 fos teendcratas de! Ministerio de (Sco- nomfa, los bancos privados y pitblicos y los gabinetes ministeriales” (Bourdicu 1998, pig. 3). En otras palabras, la mano izquierda es fa encargada de amortiguar Ios “costos sociales” de los programas eco- némicos. Asi como en Francia, en nuestro pais los programas socia Jes de la mano izquierda no legan a compensar las flagrantes desi- gualdades generadas por Ia Iégica del mercado, Para un andlisis de los programas especificos de esta mano social, ver Lumi y otras (1992). 16 PABIAS URBANOS “Jodidos” vomio estin por la dinimica de la reestructuracién capitalista y conscientes de fa falta de perspectivas ciertas, los habitantes de Paraiso, como Lucia o Rasa (o los miles que ha- bitan ent fas villas de la zona metropotitana de Buenos Aires), estén ai nds preocupados (0, mejor dicho, abrumados) por a generilizacion de la violencia en su barrio, “Ves esos muchachos abii?”, pregunté Elois habitante de Vill: una antigu Paraiso, “siempre estan robando autos”. Esta- ban estacionando un nuevo auto en el frente de la sociedad de fomcnto del barrio, Eloisa los mira y luego dice, Sno sé, acd, cada dia que pasa, estamos nis aistados {...] los faxistas: no quieren entrar et la villa, dicen que no quieren que los robe Nilda, de fa villa Las Ranas en el Partido de San Martin, tam- bién expresa su preocupacién al retatar fa manera en que dos adolescentes intentaron robarla: “Eran dos mocasos de eatorce aifos, con navajas. Por suerte pas6 un primo mio en bieicleta y los sacé conriendo. Al oto dia le dije a la madre de uno, porque la conozco: esto no puede ser, ya ni: nos respetamos entre noso- tos" Dorante fa dltima década, el robo armado y os asaltos violentos se han convertide en parte de fa vida cotidiana en las villas. Hoy, en democracia, los habitantes de las villas no tienen aniedo de los militares “como solian tener durante fa altima dictadura cuando las villas eran objeto de eonstantes razzius y sitios sino de sus propivs vecinos, sobre todo de Tos mas jove- nes, Vielimas de Ia marginacién econémiea, social y cultural, estos jOvenes encuentran una manera de contrarrestar, aunque sea simbdlicamente, su real vulnerabilidad y redundancia, im- poniendo el tone de la vida pablica en la villa. “El muchacho de aca al lado vende drogas. No lo podés denunciar a ninguna parle porque fe puede robar, © peoy, fastimar, Todas las noches fuman iarihuana o tiran tiros justo afuera de mi ventana [...] 4. Clarin, 10 de enero de 199, INTROBUCCION 0 estamos desamparados,” cuenta Hugo, antiguo habitante de Pa- raiso. Tanto en Las Ranas como en Paraiso, la violencia y ef aisla- uniento vienen de la mano: “El hombre vende leche, Coca Cola y pan pero no entra mas en esta zona, porque fo pueden robar [...] Me robaron Ia bicicleta, los que vienen a comprar droga me Ja robaron”, me comenta [lugo. Y otro residente de La Ca- va, en San Isidro, cuenta: “Ni los remises ni las ambulancias: quieren: meterse, Y si se meten tardan un montén”.> Ua habi- tante de Las Ranas ilustsa esta sensacién de absoluto abandono: [Qué se va a acondar Dios de nosotros!” La “invasion de las dragas” es, junto con la falta de enpleo, la preocupacidn dominante eu fas villas de la Capital Federal y del Gran Buenos Aires. La diseminacién de dragas y alcohol alimentan un ciclo de desconfianza y violencia interpersonal; ciclo que, sin origenes ni propésites elaros, permea toda la at- mdsfera de la vida villera e impacta en las rulinas ba fomar el colectivo para ir a trabajar. La descripeién de Juan e capsula este sentimiento que es a la vez terror y humillacion: “Yo me voy al trabajo muy temprano, a eso de tas tres de la maflana. A esa hora es medio peligroso acd. Ya cambié la para- da tres veces porque los chicos de fa esquina [...] siempre estan con drogas [...] y me empezaron a cobrar peaje, una moneda 0 un cigarrillo [..}, sino tengo, no me dejan pasar [..]. El otro dia me robaron los dos pesos que tenia para el colectivo, y en- cima se calentaron conmigo porque eso era todo fo que tenia. «No te da vergtienza tan grande y con dos pesos", me dijeron”. O como dice una mujer de La Cava: “Apenas te das vuelta te afanaron fa garrafa o Ta ropa tendida, Antes na habia robos den- tro de la villa, Antes no habia droga”. El aislamiento (tanto det resto de la sociedad como de sus propios vecinos) y la violen- ficas como 5. Clari 10 de enero de 1999. 18 PARIAS URBANOS, cia vienen a intensificar un estigma con el que los villeros se han visto forzados a vivir: “Cada vez que lends una solicitud y ponés La Cava [...] ya sabés que no fe van a Hlamar”.S Y Marfa, de Villa Paraiso, agrega: “A mi hijo Te da vergitenza decir que vive acd, No puede 105 porque no se meterfan en el pasillo” Quizd sea Alejandra, de Paraiso, quien mejor sintetice el pa- decimiento de buena parte de la vida en las villas: el de estar socialmente aistados, alienados de las instituciones y servicios que las clases medias y altas aun toman por descontados, aban- donados por el Estado y a disposicién de adictos y dealers que los aterrorizan: “Durante los fines de semana esto es como el viejo oeste™ ‘A pesat de que la violencia que domina fa experiencia diaria y las rutinas de la mayoria de los habitantes de Villa Paraiso y de otras villas proviene de otros habitantes (no s6fo jévenes), la violencia estatal niin esté presente en tas razzias esporidieas y brutales dirigidas a los jovenes. Junto con cada ola de histeria colectiva por la (in)seguridad publica, las villas son “invadi- das” por la policfa. El dia que curatrocientos policins eon perros y el apoyo de helicapteros “entraron” en La Cava en busea de Gos sospechosos de asesinato (dos jévenes de catoree afios que luego fueron declarados inocentes), el Ministro de Justicia de la provincia de Buenos Aires, Leén Arslanian, sostuvo: “Se ter mind el mito de que la policia no entra en las villas®.7 Dias des- pués, politicos de fa opasicidn y funcionarios del gobierno acordaron instalar un destacamento policial en La Cava.$ Para el gobierno y’ la oposicién “progresista”, el problema de la inse~ guridad en las villas es la falta de inversién en control social ra sus am 6. Clarin, 10 de enero de 1999. 7. Clarin, 20 de enero de 1999. 8, Clarin, 20 de enero de 1999. INTRODUCCION 9 (no en puestos de trabajo). Algunos meses antes, el mismo Mi- nistro anunciaba que 3.700 nuevos presos serian ubicados tem- porariamente en los galpones de fabricas inactivas. “No hay mas lugar para los nuevos presos. Las earceles estan Henas, y Jas comisarias también,” dijo el Ministro al anunciar la crea- cién de “galpones penitenciarios” Estos retratos etnogrificos son suficientes pata demostrar que la violencia interpersonal cotidiana, la violeneia represiva estatal intermitente, y Ia violencia estructural del desempleo dictan el ritmo de la vida diaria en Villa Paraiso, en La Cava y en tantos otros enclaves de pobreza en la Argentina contempo- rinea. Parias urbanos nos provee de herramientas para pensar las raices, los mecanismos, y las consecuencins de estas distin- tas violencias. En los primeros cuatro articulos, Loic Wacquant describe dos realidaces socioespaciales diferentes (el gueto ne- gro norteamericano y las hanfiewes francesas), examinando las (distintas) maneras en que ta desigualdad, fa segregacién, el de- sempleo y el abandono estatal se inscriben en el espacio urba- no, y las (disimiles) experiencias de sus habitantes, En los ilti- mos dos trabajos, produetos de investigaciones en curso, el autor alerta frente a una reaceién comin que estin adoptando los Estados en ambos lados del Atléntico y que también parece dominar la discusién en nuestro pais: Ia eriminalizacién de la pobreza. Un Bronx global? Cincuenta aftos después del surgimiento de las villas en el paisaje urbane como un fenémena transitorio tipico de una “etapa de desarrollo” (Gilbert, 1994; Peattie y Aldrete-Llaas, 1981), se han convertido en una parte permanente de la geogra- fia de fa mayoria de las ciudades latinoamericanas, Durante ¢ 20 PARIAS URBANOS, tos cinewenta afios, las villas capturaron la imaginacion de ci heastas como Lucas Demare (1957), novelistas como Bernardo Vorbitsky (1957) ~a quienes algunos le acreditan la invencién del nombre, villa suiseria, © intelectuales como Hugo Ratier C97. politica, sovia » villas también han sido sitios de intense militancia Ly religiosa. Dificilmente uno pueda dar con una configuracién urbana qqve haya sido ( adn sea) la depositaria de tantas (la mayoria cle las veces malas) representaciones, de tantas esperanzas en el pasado y tantos miedos en ef presente. La villas fueron retrata- das como el ejemplo acabado del fracaso del populismo pero- nista durante los afios cintcuenta, como suerte de laboratorios para fos steiios modemizadores de los afios sesenta, como eu has de la vevolucidn en los setenta, como obstéculos para el progrese y como germminadores de subyersién durante fa itm dictadura, como lugares de inmoralidad, erimen y au ley en Ts Argentina contemporanes, En {a actualidad, la discu- sidn pablica sobre ki inseguridad recurrentemente meneiona a Jo villa” y “los villetos (an mote que se aplica a toda fa gente en zonas pobres, sean éstas villas 0 no) como una amenaza, En la Argentina Iragmentada y polarizada, las villas que vi son zonas que hay que eludir, “2onas de erimen™ a ser temida: y evitadas. Los informes de los medius de comunicacién perié- dicamente se refieren al miedo que estos “aguaataderos de eri- ninales” generan en fa gente que no vive alli, En un lima en el cual fa seguridad urbana se ha convertido en el tema principal de la prensa y una de las preocupaciones mis importantes de la poblacisn dada la esplosién en las tasas de eriminalidad, la vi Ha aparece como ef origen desconocide e impenetrable de fa actividad criminal? 9. Ver fas encuestas del Centro para la Nueva Mayoria. De acuer- do con la Secretaria de Seguridad de ta Jefutura de Policia, entre el ANTRUDUCCION a Desafortunadamente, es escasa la investigacién empirica ‘en la suerte que han corrido las villas en la d cada del ajuste, y especificamente en el impacto que la retirada combinada del Estado y del mercado han tenido en estos cre- nte poblados enclaves" y en fa vida de sus hubitantes, Si bien Ios estudios sobre pobreza se multiplican, fa atencién ha sido puesta en ef drama de los “nuevos pobres,” siendo la abundancia de estudios estadisticos solo equiparada por la casi total ausencia de estudios etnograficos prolongados sobre los “pobres estructurales.” La mirada que construye Parias urba- nos constituye una invitacion al trabajo etnogr lado” de las metrpolis, etnografias que registren respetuosa- mente las voces de fa villa y se preocupen por representatlas -parcialmente, en sus propios términos— lo mas adecuadamen- te posible. Respetuosus etnografias que nos ayudarin a contes- tar el sinnimero de estereotipos racistas y estizmas clasistas que dominan las representaciones -sean estas oficiales 0 “pro- Sistas” de la villa upleadas con cautela, las herramientas y la perspectiva explicitadas en los distintos ensayos de este libro pueden resul- farnos de una extrema utilidad por otras dos razones fundamen- tales, La primera, porque wl que se voncentr cientem fico en “el otro int ican al Estado come elemento cen afiy 1991 y ef aiio 1996, fa hubido un aumento del 68 por cieuto en Ta cantidad de hechos detictuosos con intervenci6n poticial. En esos mismos afios, fa tasa de delincueneia cada 10.000 habitaates aument6 de 77a HL 10, De acuetdo con el boletin publicado por ta Defensoria del Pueblo de fa ciudad de Buenos Aires, Ciudad Abierta, ta poblucién villera de a Capital Federal crecié 300% entre 1983 y 1991 (de 12.500 a 50.900 habitantes). Desde el afto 1991 crecié un 65% y en la actualided son casi 90.000 personas s6lo en fa ciudad, Clarin, 1 de enero de 1999, En fa provincia, los altintos datos registran més de 300.000 villeros (Stillwaggon, 1998). 2 PARIAS URBANOS Len la cadena causal que explica la perpetuacin y Ia agudi- zacion de la privacién material y de la marginacién econémica y cultural, La segunda porque nos exhorta a tomar seriamente el espacio como elemento central en los procesos de destitu- cin social. Esto es, nos convoca a mirar cuidadosamente la concentracién geogrifica de Ia pobreza, la acumulacién de dis- tintos tipos de privacién en otros “territories de relegacion”. Es cierto, Ia villa, la banliewe francesa, y el “gueto negro” nortea- mericano son espacios analiticamente distintos. Sin embargo, trasiadar la mirada de Waequant y adaptar sus herramientas conceptuales a fa villa nos puede ayudar a comprender mejor los cambios que se han producido en éste y en otros enclaves de pobreza en Tas diltimas dos déeadas, y los “altamente malig nos circwitos de marginacién social” (Mingione 1996, pag. 9) en los que sus habitantes se encuentran atrapados En Jo que resta de esta introduccidn, me voy a concentrar en cuatro dimensiones en las que la perspectiva relacional de Wac- quant nos ayrida a dingnosticar el surgimiento de esta nueva meanginacién en estos viejos territorios, y a trascender ciertas Ii mitaciones en los abordajes al tema de la marginacidn y ta de- sigualdad. En primer fugar, Hevar la perspeetiva relacional de Wac- quant a la villa nos hari ver que fa historia de esta configura- cién socivespacial es el producto de una particular interaccién entre fuerzas macroestructurales, politicas estatales, y el com- promiso active de los “villeros” tanto en cuanto individuos. como a través de sus organizaciones colectivas— con esas “pre- siones externas.” La perspectiva instituctonal expuesta en estos, ensayos arroja luz sobre un malentendido bastante comiin acer- ca de la historia de estos enclaves de pobreza urbana. Estos no son el producto de la accién de una sola fuerza 0 actor (hi banizacién, politicas habitacionales, peronismo, etc.) sino de: a) la interrelacién de actores en disputa, y b) los constantes cambios en Ja estructura de oportunidades politicas -regimenes verre mytropuccion 23 autoritarios y democraticos.'! En este sentido, Hevar a Wac- quant a la villa sugiere entenderla como una relacién entre la economia, el descuido estatal y la accidn de fos actores politi- cos dentro y firera de la villa, En segundo lugar, debemos tener en cuenta una diferencia muy importante entre las distintas realidades socinespaciale del sur y del norte, A diferencia del gueto, y aun cuando los “villeros” sigan fomando agua contaminada, se sigan inundan- do, sigan hacinados y estigmatizados, muchas de fas villas ban sido testigos de mejoras significativas en su infraestructura ur- bana (pavimento, iluminacidn, desagiie). Estos servieios de consumo colectivo, productos de Ja intensa accién colectiva de los villeros, marcan una diferencia significativa no slo con los enclaves de destitueién del norte, sino también con Jas villas de los afios cincuenta, Sin embargo, pensar com Wacquant y desde el gueto, esto es, pensar relacionalmente, puede bacernos ver que muchas de estas “mejoras* se parecen demasiado ~para usar una imagen conocida~ al embellecimiento de los eamaro~ tes del Titanic antes de su tinico viaje. Hacen la vida en la villa, mas Hevadera; sin embargo, asi como el empleo se desconect del crecimiento econémico (Monza, 1996; Lozano y Peletti, 1996; Rofman, 1996), los vinculos funcionales que solian unir a la poblacién de estos enclaves con el resto de Ja sociedad via su participacién intermitente en el mercado de trabajo y en el sistema escolar estan severamente dafiados, Como lo expresa Rolo, quien Hegé a Paraiso a los cinco afios, “Si, claro, fa villa esta mejor ahora f...] pero, gsabés qué hermano?, vivimos muy mal, estamos muy mal [..)” En este sentido, uno podria decir que la historia de los en- claves de pobreza en la Argentina tiene elementos de contin 11. Ver Yujnovsky (1986) y Oszlak (1991), 24 PARIAS URBANOS dad y discontinuidad. Hay continuidad en el sentido que estos enclaves han experimentado los efectos acumulativos de las desventajas econdmicas desde su origen, Durante los aiios weints y cuarenta, al acelerarse ef proceso de industeializaci ‘en Buenos Aires, Villa Paraiso, como tantas otras villas y ba- trios, comenzé a recibir masivos contingentes migratorios de de las provineias. La vivienda era escasa y extvemadan ra para estes mig desiettas y no aptas para el poblamieuto urbano se transforma ron en Tos Iuyares donde Jos mig Is mora das. Desde cntonces, ta villa ha sido un area de pobreza con- centrada y croniea. “ZQué es lo primero que le amd la arencidn de Paraiso”, le pregunté a Victoria, quien Neg a principios de tos sesenta, “Era horrible [...] era espantoso. Yo le preguntaba a mi maride: ‘ZY esto es Buenos Aires”. Porque cuando imo vive en la provincia, pensiis que Buenas Aires es lo nejor, pensiis que es Hinde, Cuando é me trajo, yo pense: “gNoy a vivir aca, Peto, viste, la necesidad [...] ¥ me (uve que quedar. La calle era un basural [...] Yo ni siquiera queria salit de mi casa, estaba muy shoqueada [...] pisar el barro y ver toda esa mugre.” Ta historia de los enclaves de pobreza contiene tambien ele mnentos de disvomtinuidad, porque estas zonas sufiieron el efee- (0 devastador del masivo crecimiento del desempleo y del su- bempleo (y del cousecuente crecimiento en la vulnerabilidad de sus habitantes) durante los ochenta y fos noventa, Hay, enton- antes devenidos en profetarios. Zonas cuasi les construyeron su ces, una nueva forma de destitucidn social en este ya antiguo enchive; nueva forma de relegacion social que —centrada en ta desapaticién del empleo y en Ia desatencién de la “mano so- cial” del Estado~ reconoce ciertas similitudes con aquella que afecta a las sociedades avanzadas. Los patalelos entre el gucto negro, la banlicue fraiicesa y la villa no se detienen alli, El “encogimiento de las redes socia- les”, la “desprofetarizacién” y fa reciente “informalizaci6n” de INTRODUCCION 25 su poblacién, la “despacificacién™ de la vida cotidiana, la “de- sertificacién organizativa”, la ereciente relevancia del comercio ilegal de drogas, sobre las que el autor nos advierte en los cua tro primeros eusayos, y la guerra que fa “nt Estido ticitamente ha declarado contra los pobres, sobre la que abunda en los dos diftimos, seftalan procesos a ser explorados. En otras palabras, Wacquant nos invita a analizar los proc sos por los cuales las villas y otros enelaves de pobreza urbana estan dejando de ser los lugares en los que los segmentos infe- riores del mercado de trabajo se reproducen, lugares transito- tios en el (mis 0 menos real, mas o menos generalizady) proce- so de movilidad ascendeute de las clases trabajadoras.'? De igual manera que ef gueto negro norteamerieano analizado en el primer capitulo, estos enclaves estin dejando de ser lugares para convertirse en espucios de supervivencia de aquellos rele- gados. Ent tado” en el estudio de Ia marginacién urbana, como Waequant recomienda, nos hard ver las maneras diferentes en las que et discutse dominante racializa a ta poblacién villera. Basta sino levados a ca ‘cer lugar, tomar seriamente la “raza, el espacio y el tira Los ope bo por fa Giltima dictadura militar, y los operatives de ciéa de fas villas que -en nombre del “progreso de Ia ciudad” (cufemismo para el trazado de una autopista) Hev6 a cabo el go- bicmo municipal de la Ciudad de Buenos Aires entre los aitos 1994 y 1996-. para ver cémo los elementos centrales del discur- so racial se ponen en juego cada vez que se habla de fa “pobla- jn villera”. Esta racializacién (discursiva y prictica) de la po- vos de “limpieza y moralizncid sradiea. 12. Ver Rubinich (1991). 13. Ver, por ejemplo, Oszlak (1991), Para las politicas de limpie- za hacia las favelas en Brasil, ver Perluran (1976) y Gay (1994). 6 PARIAS URBANOS blacién villera se conjuga y refwerza con su extranjerizacién, Asi, el villero, sea boliviano, paraguayo 0 provinciano (pero siempre, “no de aqui”) termina siendo (construido como) el oro repugnante y nocivo. Esta racializacion, es importante destacar, no se restringe al punto de vista oficial. Las reacciones de los vecinas de clase media frente al traskado de los “negros villeros” -acusacién que combina el estigma de clase, lugar y eolor~ a zonas cercanas a sus hogares durante los meses de enero y fe- brero del afto 1994 (“No los queremos aqui”, decian los veci- nos) nos permitird ver cémo este discurso dominante se filtra en el entramado simbilico de la sociedad y se transforma en un sentido camiin (las mis de las veces racista) Esto no quiere decir que el elemento racial tenga en la villa, la banliene y el gueto, la misma relevancia ni génesis, como bien advierte Wacquiant en relacién con las dos tltimas confi- guraciones socioespaciales.! La pobreza del gueto tiene, en Estados Unidos, una dimensién disrinrivamente racial de la que carece en la villa. Sin embargo, en un pais en el que “la cutes- tion racial no es un tema (problema)”, ef andlisis que propone el autor nos da claves para pensar sobre las formas en que la perversa combinacién de abandono y represisn construye (bajo regimenes autoritarios o democraticos) a ta villa come un espa- cio de contaminacién, como una otredad radical. En este senti- do, mirar con Wacquant fas representaciones oficiales sobre tn villa nos puede ayudar a ver los elementos raciales de este dis- curso, Por itltimo, Parias w:banos ofrece claves para construir nie vas maneras de estudiar la desigualdad y Ia pobreza, Dado sit Enfasis en el surgimiento de “los nuevos pobres”, los estudios sobre pobreza en Ja Argentina aparecen dominados por las me- 14, Al respecto, ver Bourdieu y Wacquant (1999), ITRODUCCION 0 taforas geométricas (Ia caida, la rodada, la cuesta abajo). doxa académica queda asi atrapada en una suerte de aritmética de ta miseria en el sentido que Ia discusidn siempre gira alrede- dor de los mismos temas: cudnta gente cayé “por debajo” o ire- po “por arriba” de la linea de pobreza, ctrintos hogares tienen “necesidades basicas insatisfechas.” La idea misma de “linea de pobreza” contiene en si misma varias limitaciones, inconve- nientes que una mirada relacional nos permitiria salvar, “La lie nea” nada nos dice, como sostiene Mingione (1996, pag. 5), s0- bre “la duracién en el tiempo, la suficiencia de los recursos en términos de satisfacer necesidades basicas, 1a variedad de los recursos [...] y su efectiva utilizacisn, la variedad de proceden= cias sociales y demograficas y otros aspectos que son conside- rados necesarios a los efectos de identificar y entender la po- breza.” La linea de pobreza, continia este autor, subestima “el impacto negativo de la gran inestabilidad social y del aisla- miento”. AT equiparar la pobreza con Jos bajos ingresos la linea de pobreza termina oscureciendo las caracteristicas especificas de los procesos de marginacién “y la cadena de eventos y con- diciones que han Hevado a la exchusin social” (1996, pag. 1). Los parias urbanos nos invita a construir una mueva mirada sobre la desigualdad y la relegacién, evitando el “fracciona~ miento analitico” que el andlisis social centrado en las varia. bles estimula, combinando diversos niveles de anilisis (porque la sociogénesis y la psicogénesis de los fendmenos sociales son “dos caras de la misma moneda”), concentrando nuestra atencién en procesos y relaciones (cn “formas y conexiones”, no en “porcentajes y condiciones”), La perspectiva relacional que este libro articula nos offece herramientas conceptuales para contestar semejantes metiforas geométricas alentadas, en buena medida, por ef positivismo y el individualism metodo- légico. Pensar con Wacquant en fa pobreza argentina no implica, de ninguna manera, proyectar sus hallazgos empiricos desde el 28 PARIAS URBANOS, gucto negro norteamericano o de la banliewe lrancesa a la villa oa altos enclaves de pobreza urbana (sean estos asentamientos, barrios obreros, ete,). Significa tomar sus advertencias episte- moligivas y taducir eriticamente sus principios metodoldgicas para ser ulilizados en otros contextos socioculturales. Mirar la marginacién urbana del nuevo milenio a fa luz de esta perspec tiva relacional nos invita a hacer de las politicas publieas y los iscursos oficiales, las estructuras y' kts experiencias, la econo- nia y ef estado, nuestros objetos empiticas principales. ‘Che, esto es come el Bronx, gno?", me pregunté Mario, vecino de Villa Paraiso, en mi primer dia de trabajo de campo. Ese dia, Mario (recurtiendo a la imagen global de destitucic y telegacidn), sintetiz6 muchas de las expresiones, de los temores, que durante casi un aito recogi en Paraiso: sen timientos de desamparo y marginaeién que, si bien obedecen a distintas causes politicas, culturales y econdtnivas, son anilo- gos a los que predominan en “guetos”, “inner cities”, y otvos. enclaves de destitueién social en sociedades avanzadas. Parias urhanos es una invitacidn a reflesionar sobre estos aparentes Bronx globales”, las causas estructurales que a diario deter minan el futuro de esos espacios, sobre [as vidas cotidianas, fas experieneins de sus habitantes, y las consecuencias que so- Ine ellos tienen ta mirada entre desentendida y represiva del ada entre indiferente y hosti} del resto de fa so- violea Estado, y lam ciedad. REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS Auyero, J “Lhis is Like the Brom, Isn't i? 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La nueva linea de color urbana Estado del gueto en la Norteamérica posfordista’ Tratando de sobrevivir, tratando de mantenerse vivo EL gueto, ya que hablamos del gueto ‘Aunque las calles tengan baches, las luces estén apagedas Los amigos de la droga mueran con una pipa en su boca Los viejos compatieros de fa escuela no hagan nada bien ‘Todos los dias es lo mismo y lo mismo todas las noches No te dispararla, hermano, pero sia ese imbécil Que no se acerque a probar si estoy ealmo Todos los dfas me pregunto eémo voy a morit Lo tinieo que s& es e6mo sobrevivir. Too SHORT, The Ghetto" * The New Urban Color Line, The State and Fate of the Ghetto in Pos fordist Atnerica”, pigs. 231-276, en Craig}. Calhoun (comp }, Social Theory ind the Polities of ldentity, Ostord (Reino Unido) y Cambridge (Estados Unidos), Bost Blackwell, 1994 Este articulo és una version revsada y aumeutada de “Redrawing the Ut ban Color Line: The State of the Ghety in the 1980s", orig do en Ciaig Calhoun y George Ritzer (comps), Sactal Problons (Nueva York, MoCraw-Hill, 1992) + Tryin’ to survive, tryin’ to stay alive / The ghetto, talkin’ “bout the ehetto / Even though the streets are bumpy, lights burnt out / Dope friends dle witha pipe in their mouth / Old sehoot buddies nat doin” it sight / Every day it’s the same and i's the sume every aight /{ wouldn't shoot you bro” but Pd shoot that foo! / If he played me close and tried to test my cool / Every day T wonder just how I'l die / The only thing 1 know is how to survive, The het, de Leroy Hutsoo, Doma Hathassay, Al Eaton y Told Shaw, copy= Fight © 1990, Don Pow Musi; adiministado por Peer International Music Corporation, todos fos derechos reservados; wlizado eon autorizacion (del bun Short Dog's in dhe House, 1990; Zomba Recording Corp) iosalmente publica De los disturbios raciales a los disturbios silenciosos visiones cambiantes del gucto Veinte afios después de los levantamientos que encendieron hogueras de frustracién en los barrios bajos negros de las me- tropolis norteamericanas, e! gueto ha vuelto al primer plano de los problemas nacionales. Con Ja diferencia de que esta vez, los levantamientos raciales abiertos que desgarraron las cow, hidades afoamericanas de las ciudades del norte en desafiante sebelién contra la autoridad blanca dieron paso al “disturbio Tento” (Curtis, 1985) det delito de negros conita negros, el re- chazo masivo de la escuela, el trafico de drogas y la decaden- cia social interna,? En los noticieros de la noche, jas escenas de 2. Estas Jineas fteron escritas antes de las acontecimnientos en ef centro sur de Los Angeles en abvil de 1992, pero la easi completa desaparictin de éstos det dchate pablico apenas unas semanas después de st inicio no me in. cita @ revisar esta exposicin introductoria. Fn rigor de verdad, lo is nota ble en este estallide de violencia urbana parcialmente basaco en la raza es fa snanera tan exhaustiva en que se lo asimilé a imigenes y discursos preexis, fentes sobre cl gueto (al extremo de desfigurarlo, dado que con ello se botrd su composicion multiinica, lo misino que sw dimensisn de clase) ef pace impacto que tuvo en In discusion politica y aeadémica sobre el weno de tar, 2, In clase y el Estado en la ciudad: como si no hubiera sido otra casa que un 36 PARIAS URBANOS policias blancos que desatan fa violencia del Estado contra ma- nifestantes negros pacificos que demandan ef mero reconoci- iniento de sus derechos constitucionales clementales han sido reemplazadas por informes sobre disparos desde autos en mar- cha, personas sin techo y embarazos adolescentes. Los pastores negros, los politicos locales y las madres preocupadas todavia itacién y manifestaciones, pero sus pet torios y sus marchas se dirigen menos al gobierno que a los narcotraficantes y las bandas que convirtieron tantos barrios de fas areas e€ntricas deprimidas {iuzer city] en teatros de pavor y inuerte. La vision de los saqueadores “negros” y los activistas del poder negro que reclamaban an vigoroso control de! desti- no de sus comunidades (Boskin, 1970) y se subian a la cresta de la ola del orgullo y de fa autoafirmacidn taciales dio paso a Ja detestable imagineria de fa “intrackase” [wnderclass], un tér- mino que pretende sefialar un wuevo segmiento de los pobres de .. presuntamente caracterizadus por las deficiencias comportamentales y Ia desviacién cultural (Auletta, 1982; Sawhill, 1980), una amenazante hidta urbana personificada por el pandillero desafiante y agresivo y la “madre adoleseente de Ja sequridad social”, disoluta aunque pasiva, dos figuras em- bleinaticas cuyo comportamiento (auto Mestructivo representa, segin se dice, en un caso una amenaza fisica y en el otro un ataque nioral a ta integridad de los valores estadouniclenses y la vida nacional La oleada de movimientos sociales que vigorizaron a la co- tunidad negra y contribuyeron a elevar las esperanzas colecti- vas a lo fargo de fa década de 1960 (Motris, 1984; MeAdam, 1981) ha amaiuado y, cou ella, ef compromise del pais de com- balir ta desigualdad racial. Esta situacién se refleja con clari~ Jas minorta realty sh Ww9ahy wo", si bien particularmente espeluznante y espantose (\Waequant, LA NUEVA Li ADE COLOR URBANA, 7 dad en el lenguaje cambiante de los debates piblicos sobre el gueto, Cuando la “guerra a la pobreza” de Lyndon B. Johnson fue reemplazada por la “guerra a la seguridad social” de Ro- nald Reagan (Katz, 1989), la cuestién de fa conexién social ntre raza, clase y pobreza se reformuls en términos de las mo- vaciones personales, las normas familiares y los valores gru- pales de los residentes de las zonas céntricas ruinosas de las ciudades, y se adjudicé a la seguridad social el rol del villano. De manera correspondiente, también se redujeron las metas de Ja politica gubernamental: en vez de perseguit la erradicacién de la pobreza -el objetivo optimista que, de acuerdo con el programa de la Gran Sociedad, debia atcanzarse hacia 1976 como un homenaje al bicentenario de fa nacién- y ta disminu- cién de las disparidades raciales, el Estado se conforma hoy con supervisar la contencidn de Ja primera en rninosos enela- ves pat minarfas (y en las cdrceles que se construyeron a rit- ino asombroso en [a década pasada para absorber a sus ocu- pantes axis disociadores) y con ta “ignorancia benigna” de las segundas. Consecuentemente, el punto central de la investiga- cidn social se tasiadé de la tinea de color urbana a los defectos individnales de fos negros pobres, del gueto como mecanismo de dominacion racial y opresién econdmiea (Clark, 1965; Lie- bow, 1967; Rainwater, 1970), y los impedimentos politicos y econdmicos estiucturales que obstuyen la participacién plena de esos negros pobres en fa colectividad nacional, a las “pato- logias” de la asf Hamada fnfeaclase que presuntamente habits en ese gueto y a las medidas punitivas que pueden tomarse pa: ra minimizar su demanda de recursos colectivos y confinarlos en los segmentos periféricos de un mercado laboral expansivo de bajos salarios (véanse, por ejemplo, Ricketts y Sawhill, 1988; Mead, 1989). 3. Asi, las investigactones sobre fa “pobreza urbana” de ta década pasada 38 PARIAS URBANOS Sin embargo, estos cambios en fa representacién simbélica y el tratamiento politico de! gueto dificilmente puedan borrar el hecho de que se hizo realidad fa ominosa advertencia de fa Comisisn Asesora Nacional sobre Desordenes Civiles de 1968 (Kerner Commission, 1989, pigs. 396, 389): “El pais [se ha movido] hacia [la creacién de] dos sociedades, separadas y de- signales”, como consecuencia de “la acelerada segregacién de Jos negros desaventajados y con bajos ingresos en los guetos de las mayores ciudades norteamericanas”. Si bien la clase me- dia negra experimenté un progreso y una expansidn reales, aunque tenues, en gran medida gracias a los esfuerzos guberna- mientales y (secundariamente) a la mayor presidn legal sobre fa patronal de las corporaciones (Collins, 1983; Landry, 1987; Son ef ai., 1989), la pobreza negra urbana es hoy mas intensa, tenaz y concentrada que en la década det sesenta (Wilson, 1987). Y la distancia econémica, social y cultural entre las mi norfas de los centros ruinosas de las ciudades y el resto de la sociedad alcanzé niveles que no tienen precedentes en la histo~ ria moderna norteamericana y son desconocidos en otras socie- dades avanzadas. se concentraron en etiestiones de fimilia, seguridad sncial y desvincién (en fos ambitos de la sexualidad y el delito en particular), al precio de jgnorar, si ho oscusceer, tanto ta profundizaciéin de las disparidades de clase y ta divi- sin racial de la sociedad nosteamericana como fos combins del poder politi- ‘co que pnsihilitaron que wna serie de palitieas pabiicas (en edneacién, vivien= a, salud, desarrollo urhano, justici ete.) cercenaran aportunidades de vide cen las dreas céntricas ruinosas, os problemas de la estructura famiiar, far za'y la pobreza llegaron virtualmente a confundirse (Zinn, 1989). como si existiera entre cfs alguna relacién causal necesaria. Del mismo modo, se miczclaron por completo las cuestiones de fa decadencia urbana y Ia nara, a tal punto que el termina “urhano” se eonvirtié en un eufemismo para referinse & los negros pobres y otras ealegorias ctnorraciales dominadas (Franklin, 1991, capitulo 4) LA NUEVA LINEA DE COLOR URBANA 39 No es el mismo gueto de antes {Quiere decir que, segiin las palabras del historiador Gilbert Osofsky (1971, pig. 189), hay una “interminable y tragica se- mejanza en Ja vida de los negros en las metrépolis”, la del “gueto persistente”, que se perpettia a lo largo del tiempo sin ser afectade por tendencias sociales y fuerzas politicas tan tras- cendentales como el inicio de una economia posindusttial, la promulgacién de derechos civiles gonerales y las leyes de la ac- cién afirmativa y la reorganizacién del espacio urbano bajo las presiones paralelas de la desconcentracién suburbana y la jevar= guizacién edilicia del centro de fas ciudades? Todo lo contratio. En efecto, por debajo de Ia persisteneia de la subordinacién econdmica y el encierro racial, el gueto de la década del ochen- ta es muy diferente del gueto de la década del cinenenta, E] gueto comumitario de la inmediata posguerra, compacto, mar- cadamente delimitado y con todo un complemento de clases negras enJazadas por una conciencia colectiva unitaria, wna di- visién social del trabajo casi completa y organismos comunales de movilizacin y representacién de amplia base, ha sido reem= plazado por lo que podemos Hamar hiperguero de Ins décadas del ochenta y de! noventa (Wacquant, 1989, 1991), cuya confi- guracién espacial, composicién institucional y demografica, posicién estructural y funcidn en ta sociedad urbana son abso- lotamente novedosas. Por otra parte, la separacién del gueto del resto de la sociedad estadounidense sdlo es aparente: es una se- paracién de *mundos vividos”, no de “sistemas”, para usar una distincién conceptual elaborada por Habermas (1984), Esa dis \ciGn se refiere a las experiencias y relaciones concretas de sus ocupantes, no a Jos lazos subyacentes que los anclan con firmeza al conjunto metropolitano, si bien en la modalidad de Ja exclusion. En efecto, como argumentaré en este articulo, hay niexos causales y funcionales profundamente arraigados entre la transformacién del gueto y los cambios en la estructura de la 40 PARIAS URB. econumfa, la sociedad y ef gobierno norteamericanos de las tres altimas dé EL analisis de los factores econdmicos y politicos que se combinaton para transformarlos en verdaderos “Bantustanes™* domésticos revela que los guetos no son entidades sociales auts- nomas que contengan en si misinas ef principio de su reproduc ny cambio, También demuestra que el riesgoso Estado de fos ciulurones negros” norteamericanos histéricos no es el mero ads. resultado mecanico de ta desindustrializacisn, los movimientos demograficos o un “desajuste” espacial o de aptitudes enraizado en procesos ecoldgivos, y menos atin ef producto del ascenso de una “nueva” infraclase, ir statu nascendi o ya “cristalizada” co- mo elemento “permanente” del paisaje urbano estadounidense (Loewenstein, 1985; Chicago Tribune, 1986; Nathan, 1987), ya se defina por su comportamtiento, ingreso, cultura o aistamiento. Se trata, mis bien, del prodweto de una ttansformacién de fa ar- ticulacivn politica de fa raza, la clase y el espacio urbano tanto ciel diseurso come en fa realidad objetiva, FI gueto todavia nos acompaita, pero es un “tipo” diferente eto: su composicisn interna ha cambiado junto con su me- dio ambiente y los procesos institueionales que simultineamen- te lo encavfonan al resto de la sociedad norteamericana y aseeu- ran st ubicacién dependieute y marginal dentro de ella, Para entender estas diferencias, qué es y qué significa el gueto tanto pata fos de adentro como para tos de afuera, hay que barrer con el discarso de a “iufrackase” que lend el escenario del debate Fenuciente sobre la raza y ka pobreza en ta ciudad (Fainstein, 1993) y reconstruit, en cambio, las relaciones conexas entre la transfermacion de la vida cotidiana y las relaciones sociales dentro def niicleo urbano, por un lado, y la reestructuracion del de * Se tla de tertiterios ereados por Suditties en 1959, que funcionaban como tesersuciones de la poblacién negra somnetids al apartheid fo. del t) LA NUEVA LINEA DE COLOR URBANA A sistema de fuerzas ~econdinicas, raciales y politicas— que expli- can Ja configuracién particular de casta y clase que ef gueto materializa. Por consiguiente, ef punto principal de este andlisis serd el de los factores exfernos que reconfiguraron el territorio social y simbélivo dentto del cual los residentes del gueto se (re)definen y hacen Lo propio con la colectividad que forman, y Ia discusidn s6lo abordard indirectamente ka produceién interna de su orden y conciencia sociales especificos. Este énfasis no se origina en Ia creencia de que la determinacidn estructural constituye el alfa y ef omega de la formacién de ta identidads Iejos de ello, Se apoya, en dos premisas, una tedrica y Ia otra emnpiriva, La primera es que la dilucidacién de las condiciones objeti- vas en que la identidad Hega a construirse, afitmarse y discutir~ se ent has zonas eéntricas deprimidas, constituye un prerreguisi- to socivligico para el anilisis del Lebenswelt experiencial del gueto y sus fovias incorporadas de prictica y significacion. Ei a este espacio objetivo de posiciones y recursos materiales y sim- balicos, tienen sus raices fas estrategias desplegadas por los re- sidentes del gueto para imaginarse quiénes son y quignes pue~ den ser, Si bien no tengo dudas de que un analisis semejante quedara inconcluso mientras falte el complemento de una “perspectiva nativa” (a la manera de Aldon Morris) que arroje luz sobre las complejidades de Ja formacién de la identidad “desile abajo” (o, para ser mas preciso, desde adentio), tambign cteo que Ia celebracin populista de “los valores de Ia negri- tud” y de fa riqueza de “la culiura negra de oposicién” (Hooks, 1992, pag. 17) no propone ni un sustituto ni un punto de parti- da adecuado pata una evaluaciéa rigurosa del estado y el desti- no del gueto en el final de la era fordista. La segunda premisa de esta investigacién es que, nos guste © no, fa realidad del gueto como un lugar fisico, social y simbs- lico en la sociedad norteamericana se decide en gran medida se impone, en rigor desde afuera, dado que sus residentes es- a2 PARIAS URBANOS, tan cada vez mas desposefdos de los medios de producir sus propias identidades colectivas e individuales. En este aspecto, es instructivo un breve contraste de fa procedencia, los usos y la carga semantica opuestos de tos vocabularios de “alma” e “infraclase”, La nocién de alma, que desperté mucha atraceién durante fa agitaci6n racial de la década de 1960, era una “con- cepeidn folcloriea del ‘caracter nacional’ de los negros de la clase baja urbana” (Hanner2, 1968, pig. 54). Producida desde adentro para consumo en el geupo, sirvid como simbolo de so- lidaridad y ensefia de orgullo personal y grupal. En contraste, el “status de infraclase” se establece por completo desde afuera (y desde arriba) y los especialistas en produceién simbética —pe- riodistas, politicos, académicos y expertos gubernamentales— lo asignan a la fuerza a sus “miembros” putativos, con finalidades de control y disciplinamiento (en el sentido que Foucault atri- buye al término) y sin fa menor preacupacivin por la idea que tienen de si mismos quienes son arbitrariamente amontonados en esta ficcion analitica, En tanto que el concepto popular de alma, como parte de un “didlogo intemo del gueto” en pro de una reevaluacién autéctona de la identidad negra (Keil, 1966), tuvo una valoracién positiva, el lenguaje de la infraciase es una etiqueta despectiva, una identidad que nadie reivindies exeepto para adjudicarla a Otro. ET hecho de que aun intelectuales ne- ros “insurgentes” como Cornel West adopten ef lenguaje de la infraclase revela hasta qné punto ef gueto se ha conyertido en un objeto exirario en el paisaje de la sociedad norteameri na. Tres advertencias preliminares Corresponde hacer tres advertencias antes de elaborar un re~ trato de las condiciones sociales y la vida en la zonas eéntricas mtinosas contemporaneas, con el de Chicago como caso ilustra- tivo, Primero, hay que destacar que el gueto no es simplemente una entidad topogréfica o una agregacién de familias e indiv LA NUEVA LINEA DF COLOR URBANA, 4B duos pobres sino una forma institucional, ¢s decir, una concate- nacién particular y basada en el espacio de meeanismos de en cierro y control etnorraciales. Expresado sintéticamente, en cuanto tipo ideal el gueto puede caractetizarse como una for macién socivespacial restringida, racial y/o culturalmente uni forme, fundada en la relegaeién forzada de una poblacién nega- tivamente tipificada ~como los judios en la Europa medieval y Jos afroamericanos en la Norteamérica moderna— en un territo- rio reservado en el cual esa poblacién dlesarrolla un contjunto de instituciones especificas que actiian como sustitute funcional y escudo protector de las instituciones dominantes de la sociedad general (Wacquant, 1991). El hecho de que la mayoria de tos guetos hayan sido historicamenre lugares de miseria material difundida y a veces aguda no significa que un gueto tenga que ser necesariamente pobre ~sin duida, el “Bronzeville” de la dé- cada de 1940 era mas préspero que la mayor parte de las comu nidades negras del sur~ y tampoco quie tenga que estar unifor memente privado de recursos." Esto implica que el gueto no es uin conjunto social monolitico, Pese a su rvina extrema, muchos barrios de las dreas céntricas todavia contienen una pizea de variedad ocupacional, cultural y familiar. El gueto tampoco es completamente infecundo: en medio de su desolacién persisten 4, A Ia inversa, no todas las reas de ingresos bajos son guetos, por ext rma que sea su indigencia: pignsese en Tas dectinantes cindades industriales Dlancas del medio veste en proceso de desindustrializacién com Pontis (Michigan). os condados rurales del delia del Mississippi, las reservacione nativas norteamericanas © grandes sectores de Estados Unidos en ta décads del treinta. Lamar gueto a evalquier zona que muestee una eleviada Ins o eoncentractén de pobre2s no sdlo es arbitrario (jul es el punto de cor adccuado. y para qué unidad de medida?); también sustrae al término st sige nificaclo histérico y lo vacia de sus contenidos socioldgicos, eon fo que coata la investigacidn sobre los mecanismos y criterios precisos mesiiante fos eua- les actia la exelusién (as diseusiones con Mastin Sanchez-Jankowski me ayudaron a aclarar este acpeeto. aa PARIAS URBANOS isloles dispersos de (relativa) estabilidad econémica y social, que ofrecen plataformas de lanzamiento fragiles pero cruciales para las estrategias de enfrentamiento y escape de sus residen- tes, y nuevas for iabilidad se desarroflan continua- mente en [as grietas de un sistema que se desmorona, Segundo. es preciso resistirse a la tendencia a considerar el kueto como un espacio ajeno, a ver sélo fo que es diferente en al; en sintesis, a exotizarlo, como acostumbraron hacerlo Jos partidarios del mito académico de la “inftaclase” en sus espe- luznantes euctitos sobre el comportamienta “antisocial” que ar- monizan tan bien con Tos infurmes periodisticos (de los cuales, a fin de cuentas, se extraen a menudo) y con los prejuicios ela- sistas y raciales cottientes contra los negros pobres. En rigor de verdad, una superficial sociologia de la sociologia mostraria que Ia mayor parte dle las desetipciones de la “infraclase” reve- Jan mas sobre la redacidu del analista con el objeto y sus pre- conveptos, temores y Fantasias raciales y clasistas que sobre su ohjeta putative: y que las representaciones de las “éreus de in- fraclase” Hlevan la snarea distintiva de la mirada ostensiblemen- te “neutral” (es decir, dominante) que, desde lejos, lanzan algu- nos analistas que, con demasiada frecuencia, rara vez. pusieron ef pic en alem as de so de ellns § Los moradores del gueto no son una 5. Pain provducie ests extiaita formnacién discursive, compuesta en gran parte por moralizaciones invocaciones politicas empiricamente swzonadas, ccuyst fancidn primordial es aislar y proteger a Ja sociedad “domsinante” de la amen y {a aranctis de fos negros pobres desptziindolos simbolteamente de cla, tal vez fe necestrio, en primer fugar, que fos mistnos proponentes de ka Iitologi de la inlractase se alejaran estudiadamente def gueto a fin de “teo- riarla” desde lejos y desde atritea, y sOly a través del escude uanquitizador dle su apatato bygctiticy de investigacidu Un ejemplo: es notable (y por des- Uiclia bastante tipicn) que, de tos 27 autores que conteibuyeron a la generose- ‘mente Financfada y publicitada antologia de eonferencias titulade The Urban Undoretass (leneks y Peterson, 1991), solo urio haya realizado observaciones cextensivas de primera mao denteo del gueto, LAND ‘A LINEA DE COLOR URBANA 45 raza distinta de hombres y mujeres necesitados de una denomi- nacidn especial; son personas comunes y corrientes que tratan de ganarse la vida y mejorar su suerte fo mejor que pueden en Jas circunstancias desusadamente oprimentes y deprimi que se les han impuesto. Aunque desde el punto de vista de un ob- servador exterior de posiciéa segura sus eédigos culturales y patrones de conducts puedan parecer peculiares, quijotescos © incluso “aberrantes” (ama palabra tantas veces reiterada al hae blar del gueto que unida a 6f se ha convertido virtualmente en un oximoron), un examen mds detenido demuestra que obede- cen a una racionalidad social que hace un balance de experien- cias pasadas y est bien ajustada a su contexto y sus posibilida- des sociveconémicas inmediatas (Wacquant, 1992a). La tercera advertencia subraya, contra Ja premisa central de la investigacisn norteamericana sobre la pobreza, que el gucto no padece una “desorganizacién social”, otro concepto morali- zador que hoy por hoy setfa mejor desterrar de las ciencias so- ciales, Mas bien, esta organizado de diferente manera, en res- puesta a la implacable presién de la necesidad social, la hostilidad racial y la estigmatizacisn politica. EI gueto engloba un tipo particular de orden social, basado en la mareacion y dualizacion racial del espacio, “organizado en torno de una competencia y un conflicto intensos por los recursos escasos” que impregnan un medio ambiente repleto de “depredadores sociales” (Sanchez-Jankowski, 1991, pags. 22, 183-192), y po- liticamente constituide como inferior. Por tltinno, y de manera conexa, hay que tener presente que los moradores del gueto no forman parte de un grupo separado y de algin modo amputado, del resto de la sociedad, como querrian hacernos creer muchos de los defensores de la tesis de la “infraclase”. Pertenecen, mas bien, a fracciones no calificadas y socialmente desealificadas de fa clase obrera negra, aunque solo sea en virtud de fos miil- tiples vinculos conyugales y de parentesco, kizos sociales, co- nexiones culturales y procesos institucionales que atraviesan ta 46 PARIAS URBANOs, presunta divisoria entre ellos y el resto de la comunidad afroa- mericana (Aschenbrenner, 1975; Collins, 1983, pag. 370; Pé- tonnet, 1985). Del gueto “‘conunitario” de la década del cincuenta al “hipergueto” de ta década del ochenta proceso de guetifieacién negra ~desde la acumulacion y expansisn iniciales hasta fa huida y desinversién sitbitas de los Blancos, seguidas por aumentos abruptos de la desocupacién, ef delito, los retrasos educativos y otras dislocaciones sociales— es. antiguo y bien conocido: se remonta a Ia formacién inicial det gueto como tna institueidn de exelusién racial en tas primeras décadas del siglo xx." Para comenzar, es preciso destacar que 6, En un estudio analitico de tedes, original aunque muchas veces lamen- tablemente ignorado, Melvin Oliver (1988) oftece un sugestive retrato de fa comuniiad afroamericans urbana como racimos de lazos interpersonales, que lesmicnte directamente su representacidn corriente como un semillero de des safiliacin y patologins sociales. En particular, Oliver comprucha que fos re sidentes del gueto histdrico de Watts, en Los Angeles, v les de la mis reciente firea seeregada de elase media de Crenshavs-Baldssin Hills tienen redes muy similates (en lo que se refiere @ tamania, contexto relaciansl, distribncién es pacial, densidad, falta de recursos y reciprocidad) y que tos luzos exitalocitles ‘con Tos parientes son igualmente preponderantes en ambos lugares 4, Véanse Spear (1967), Philpott (1978) y Drake y Cayton (1962, vol. 1) para el caso del gucto de Chicago, y Kusmer (1986) y Franklin (1980) para un ppanorams histérieg mis amplio de la urhanizactén negra. No es posiole dar gut un tratamiento adecuado a las rafces histéricas de la traycetoria del gucto rnogro en la longue durée de su recorrido de vida, Bastenos con sefialar que, ‘aun enando sus causas motrices se sittien fuera de él, a (ransformachon del 2ueto, como en ef caso de cualquier formacién social, esté mediads en parte ‘por sl estructura interna, de manera que para alcanzar ef pleno esclareeimien= to de swevolucién reciente hay que remontarse un siglo atras, a las décadas de su ineubacion, LA NUBVA LINEA DE COLOR URBANA a los negros son ef tinico grupo de la sociedad estadounidense que experimenté la guetificacién. Los inmigrantes blancos de diversas procedencias periféricas (italianos, irlandeses. polacos, judios, etc.) vivieron inicialmente en vecindarios éinicos hete~ togéneos que, aunque fueran barrios bajos, fueron etapas inter medias temporarias y, en su mayor parte, voluntarias en el ca- mino a la integracién en una sociedad blanca compleja; con perdén de Wirth (1927), no se traté de guetos en ningiin senti- do, salvo desde un punto de vista impresionista y petiodistico. En ellos, la segregacién sélo era parcial y se fundaba en una mezela de clase, nacionalidad y ciudadania, Por st lado, el con= finamiento residencial de los negros era (y todavia es) finico, en la medida en que s6lo ellos tuvieron que vivir en éreas don- de “la segregacién era casi total, esencialmente involuntatia y también perpetua” (Philpott, 1978, pag. xvi). Por otra parte, la separacién forzada de los negros fue mas alla de la vivienda, hasta englobar otros ambitos institucionales basicos, desde la escolarizacién y ¢l empleo hasta los servicios pliblicos y fa re- presentacidn politica, lo que condujo al desarrollo de una es- {ructura social paralela sin contrapartida entre los blancos. En nuestros dias, lo que distingue la guetificacion negra es, en primer lugar, que esta tanto espacial como institucionalmen- te diferenciada y descentrada, escindida, por decirlo asi, entre un nticleo urbano decadente aunque en expansidn, por una par te, y por la otra, barrios satélite de clase obrera y de clase media situados en la periferia de las ciudades y, cada vez més, en su- burbios segregados a menudo adyacentes al cinturdn negro his- 8. Por ejemplo, en 1930, en un momento en que el gucto totalmente ne- ‘gro del South Side ya agrupaba n nas del 90 por ciento de fa poblaciin afro mericana de la ciudad, In “Pequefia Ielanda” de Chicago era una mescotanza de veinticineo “nacionalidades” en la que sO un tercio eran itlandeses y que ‘content apenas un 3 por ciento de todas los residentes de esa descendencia de le citdad (Philpott, 1978, pigs. M41-142) 48 PARIAS URBANOS, tirico, Ef segundo rasgo novedoso de fa guetificacién negra en Ja Norteamerica posfordista es su escala total y “Ta intensidad del derrumbe en el centre del gueto”, asi como el hecho de que | ciclo todavia acta, dos décadas después de haber entrado en vigor las leyes en pro de la equidad habitacional” (Orfield, 1985, pag. 163). A decir verdad, en el periodo mismo en que se presunia que los cambios legates provocarian su mejoramiento, las zonas céntrivas ruinosas se vieron infestadas por una degra- dacidn fisica acelerada, una inseguridad y una violencia galo- pantes y grados de exclusion econdmica y penuria social sélo comparables a los de los peores aiios de la Gran Depresién. Deculencia fisica y peligro en el niclev urbane Camine a lo largo de la calle 63, en el South Side de Chica- 20, a.un tino de piedta del campus de fa Universidad de Chica- go, en lo que era una de las franjas comerciales més activas de ia ciudad, y presenciard un sombrio especticulo repetido una y otra vez en los guetos uegros de E tados Unidos: en Harlem 0 en el distrito de Brownsville en Brooklyn (Nueva York), en Camden (Nueva Jersey), en el East Side de Cleveland 0 en Roxbury (Boston).’ Edificios abandonados, baldios salpivados de escombros y basura, veredas rotas, iglesias con frentes tapia dos y restos chamuscados de tiendas se alinean a Jo largo de ki lonettus y kildmetros de barrios decadentes y que se pudren desde fa dévada de 1960. Cuarenta altos atra: mnilagro” por los co: pacio y una porcidn de la torta, Habia casi ochocientos nego- la calle 63 era Hamada fa “Milla del \erciantes locales que tivalizaban por el es- 9, A menos que se indique ly contrari las citas de entrevistas y observa cignes de primera mano praceen del trabajo de campo que realicé en et South Side de Chicago entre 1988 y 1991, en el transcurso de un estudio et- hogeificu de Ia cultura y fa economia del buseo profesional en el gueto LA NUEVA LINEA DE COLOR URBANA 49 cios y ni un solo baldio en una superficie de dieciocho manza- nas por cuatro. El barrio era muy animado, ya que la gente afluia a él desde otras zonas de la ciudad y formaba una mu- chedumbre tan densa en las horas pico que uno avanzaba lite- ralmente en el aire al salir de la estacion del tren elevado. Grandes restaurantes estaban abjertos las veinticuatro horas del dia: habia no menos de ejuco bancos y seis hoteles; y paree que los cines, las tabernas y los salones de baile no se vaciaban nunca. Esta es Ia descripcién de la calle que hace el tinico eo metciante blanco que quedé de esa época: Parece Berlin después de Ta guerra, y es triste. La calle esta bombardeada, en decadencia, E175 por ciento de fos fotes esti va cio. C5 muy desalartunado, pero parece que to tice que realmen- te prospera aqui son las tiendas de bebidas ateahdticas. Y no apor tan nada a la comunidad: todo es “jJome, tone, rome!” May deprimente, [Suspira ruidosamente.] Es wna zona sin esperanzas, sin inversiones. La gente no viene a Woodlawn, El apodo de fa calle asumié hoy un matiz irSnico: es un mi- lagro que queden negocios en ella. Ni un solo cine, banco, club de jaze.o taller de reparaciones sobrevivié a la décadu del se- tenta, También desaparecieron las madereras, fas imprentas, los garajes y los talleres de industria liviana. Quedan menos de no: venta establecimientos comerciales, en su mayor parte diminu- tos comedores, salones de belleza y peluquerias, y negocios de venta de ropa, comida y bebidas alcolisticas que emplean a lo sumo wn pufiado de trabajadores Sin embargo, el hecho mas significativo de la vida cotidiana en el gueto de nuestros dias tal vez sea la extraordinaria pre- ponderuncia del peligro fisico ¥ ta aguda sensacién de insegu- ridud que Nena sus calles.!° Sélo entre 1980 y 1984, los delitos 10. La violencia es un aspecto de la vida de! gusto que es diffi! de discu- 50 PARIAS URBANOS graves se multiplicaron por cuatro en Chicago, para Hlegar at asombroso indice de 1.254 cada mil residentes. La iar ellos fueron cometidos por y contra habitantes det gueto. Ue gran parte de las 849 vietimas de homicidio oficial resi tradas en la ciudad en 1990 eran hombres jovenes afroamerica- tos, Ja mayoria muertos a tiros en barrios pobre totalmente ne- gros. Con la amplia difwsion de las drogas y pelea fuego, la mortadad en las grandes zonas céntices deprimid alcan76 “indices que justifican uma consideracién speci Lan Joga a la que se presta a las “éreas de desastres natura es sen Ja actalidad, Ios varones de Bangladesh tienen una mayor pr : babilidad de sobrevivir después de los treinia y cinco aflos qu sus pares de Harlem (MeCord y Freeman, 1990). No ‘s a prender que algunos analistas de Ta escena urbana hablen aber usc s ies jonalmente sangrientas ~¥ a vedios sobre el delito y fa iTegalidad, que se convirtieron en el tema central Te cuicuer ee spmenzar con esta violencia. esd sho” no dhe nazar come tn exresion de ue “atlas! <0 hiicleo urbane (Wacquant, 1993b), En otro tugar (Waequant, 19928) wad LA NUEVA LINEA DE COLOR URBANA, SI tamente de los hombres jévenes negros como “una especie en peligro” (Gibbs, 1989). La combinacién existente de armas, ex- clusién persistente del trabajo asalariado y penetracion del tri- fico de drogas modificé las regias de Ia confrontacién masculi- na en las calles, de una manera que alimenta la escalada de ataques morales. Un ex lider de los Discipulos del Gangster Negro reflexiona’ Mira, antes, si dos pandilleros querian pelear, dejabamos que los dos tipos se agarraran mo contra nnn, Pero ahora no es asi: si quieres pelearme, yo voy a buscar un revélver para pegarte un ti- ro; gte das cuenta de lo que digo? Cada vez. que consigies an ar= ma, es0 es lo primero que piensas: nada de tratados de paz y dejar que estos dos tipos se peleen y arreglen su asunto coma verdade- ros hombres grandes, Ahora estoy asnstade. porque estos tipos 10 tienen... [alza la voz, conmovido} quiero decir, j1in le dav valor a la vida, ningiin valor! Las viviendas son apenas un poco mas seguras que las ca- Hles, Lo habitual es que las yentanas y tas puertas de los depar- tamentos y las casas estén protegidas con pesadas mamparas de metal y barrotes antirrobo. Las instalaciones publicas ne son una excepci Los habitantes ancianos del gueto evocan con nostalgia una época en que solian dormir en las plazas munici- pales en el verano, envueltos en mosquiteros. 0 en los techos y balcones, a fin de mitigar los efeetos del cator. En la actualidad, las plazas son consideradas hugares a los que “no hay que it”, en especial cuando cae la noche; algunas incluso estin vedadas a los jovenes que viven en las zonas contiguas, porque forman parte del territorio de una banda rival. Los émnibus de Ja Ofici- na de Transito de Chicago [ore] cuyas rutas desde el Loop del centro atraviesan el South Side son escoltades por autos de una brigada policial especial para disuadir a los posibles atacantes, pese a lo cual se registran varios cientos de incidentes violenlos por mes. En varias estaciones de Ia orc de la ea de Jackson 2 PARIAS URDANOS: Park se clausuraron las entradas. en un intento por limitar el de- lito, al costo de negar a Jos residentes Ioeales e] acceso al trans porte piblico. La inseguridad es tan profunda que ef mero he- ccho dle atravesar el espacio piiblico se ha convertido en un gran Gilema en Ia vida cotidiana de los residentes de las dreas eéntri- cas deprimidas, tal como se comprueba en ef comentario de un ancianio del South Side en un dia soleado de fines de junio: “Ah, odio que vuelva a hacer calor, Quiero decir, me gusta el clima calido: Zo que no me gusta es la gente que trae: punks ¥ diogones, ya se los empieza a ver salit de los edificios y por las, calles, Eso no es nada bueno” Tas escuelas no son una excepcisn a este patron. Muchos establecimientos pibficus de las zonas céntricas deprimidas de Chicago organizan milicias de padres que pattullan fos patios escolares armados con bates de béisbol mientras se desarrollan Jas clases. Otros conttatan a policias fera de servieio para me- jorar la seguridad y usan detectores de metales para tratar de li- mnitar la cantidad de pistolas y otras ambito, Una escuela primaria de la calle $5, en ef South Side, esturvo brevemente en las primeras planas Iuego de que cinco jJovenes fucran asesinados a tiros a poeas cuadras de distancia a Ho ka nos ¥ en un “miedo paralizante” por la violencia pandillera que los esperaba fuera de la escuela. Los niflos “dicen que emen por sus vidas si van al colegio”, confesé un maestro. “Es como todos los afios mutiera el hijo de alguien y no pudiera pasar de octavo grado”, agrezé una madre. Y el director no pod Jamentar que Jos guardias de seguridad de la escuela no pudie- ran brindar proteccién una vez que los alumnos dejaban Tas ins- talaciones (Chicago Fribure, 1990). En verdad, el gueto de hoy “no es un lugar para ser un ni- jio”, como reza el titulo de un libro reciente que compara las zonas eénitricas de Chicago con los campos de refugiados de una Camboya desgarrada por la guetra (Garbarino ef al, mas que cireulan en st fan 1 de uu solo afig. Se comprobd que sus al ja sino LA NUEVA LINEA DE COLOR URBANA 3 1991). Los jovenes eriados en este medio ambiente de violen- endémica experimentan un enorme deterioro emocional y manifiestan trastornos de estrés postraumtico similares a los sufridos por veteranas. Un inguilino de un complejo de torres del South Side (citado en Brune y Camacho, 1983, pag. 13) coincide en que Chicago “no es un lugar para formar una fami. fia, Cuando hace calor, esto es como un eiteo de tres pistas. Es tan peleando constantemente. Hay veces que los tiroteas son tan fuertes que tenemos que agarrar a todos los chicos y Hevar- los a los pasillos del piso”. A los cinco afios de edad, virtual mente todos los niflos que viven en grandes complejos de vi- viendas piblicas ya han conocide por experiencia propi tiroteos 0 muertes, Muchas madres deciden mandar a sus hijos alos subutbios 0 con sus familias en el sur, pata protegerlos de la ferocidad de! barrio La incidencia del delito en el gueto se ve exacerbada por el encietro racial del espacio en las ciudades notteamericanas. Si ‘una proporcién tan grande de La violencia es del tipo de “negro contra negro", no solo es porque los aftoamerieanos de Ie reas eéntricas padecen una superfluidad econdmica y una alie~ jacién social extremas. También se debe a que los varones ne- gros anénimos se han convertido en simbolos ampliamente re~ conocidos de peligro (Anderson, 1991, capitulo 6), de modo que, a menos que eshiban la parafernalia de fa cultura de clase unedia, se los excluye regularmente de las zonas blaneas limi- trofes donde el color de su piel hace que se los vea de inmedia to como delineuentes 0 perturbadores potenciales: “No puedes ira una comunidad blanca a hacer nada, porque apenas te ven por alli te paran como sospechoso. Asi que tienes que rapifiar en tu propia guarida, porque ahi eres menos reconocible. nes que ser ladvn de tu propia gente” (citado en Blauner, 1989, pag. 223). 34 PARIAS URBANDS La despoblacién, ta exclusién econdmica y el derrumbe organizacional del gueto No obstante, la continua declinacién material y comercial, lacreciente violencia callejera y la ubicua inseguridad del gue- to no son en si mismas mas que manifestaciones superficiales de una transformacién mas profunda de su tejido socioecond- mico ¢ institucional. En primer higar, mientras que ef gueto de la década de 1950 estaba superpoblado como resultado de la crecida afluencia de inmigrantes negros del sur, suseitada por el auge de tiempos de guerra y Ia mecanizacién de fa agricultura surefia, el gueto contempordneo sufrié tina despoblacién cons- tante, ya que las familias de mejor posieién se mudaron en bus- ca de entornos més agradables. El niicleo del South Side de Chicago, por ejemplo, perdid casi fa mitad de sus habitantes, dado que los residentes de Oakland, Grand Boulevard y Was- hington Park disminnyeron de unos doscientos mil en 1950 a 102.000 en 1980, para caer ain mas y Hegar a una estimacién de 63.500 en 1990, de acuerdo con los primeras datos del cen- 0, Durante esos aitos, por otra parte, y a pesar de la construc~ cién de masivas torres de viviendas pitblicas, la cantidad de unidades habitacionales se redujo en un tercio debido a los in- cendios intencionales (a menuda provocades por propietarios absentistas que buseaban cobrar el seguro) y cl abandono y la destruccién generados por los programas de renovaci6n urbana que demolicron mas edificios que los que construyeron, de mo- do que el hacinamiento y las viviendas inadecuadas todavia son habituales en el nucleo urbano. Pero el cambio mas dramiitico en Ia demografia del gueto ha sido la declinacién abrupta de fa poblacién empleada, causada por dos factores mutuamente realimentadores: el éxodo conti- nuo de familias negras de movilidad ascendente y la desocupa- ‘cidn creciente de quienes se quedan, En 1950, mas de la mitad de los adultos que vivian en el corazén del cinturén negro det LANUEVA LINEA DE COLOR URBANA, 35 South Side tenfan empleos rentables, una tasa igual a la de la ciudad en su conjunto, Por entonces, Chicago todavia era uno de los principales centros industriales de la nacién y la mitad de los negros empleados tenian trabajos fabrites. Para 1980, Ia cantidad de residentes que trabajaban habia eaido un asombro- 30 77 por ciento, de modo que casi tres de cada cuatro personas de mas de dieciséis aiios estaban desocupadas, En treinta aiios, el niimero de operarios y trabajadores se derrumbd de 35.808 a 4.963; el de artesanos se desplomé de 6.564 a 1.338, en tanto que la cifra correspondiente a los trabajadores domésticos y de servicios cayé de 25.181 a 5.203. Y mientras que la clase me- dia negra se multiplicé por cinco en toda fa ciudad entre 1950 y 1980, el namero de empleados administrativos, gerentes y pro- fesionales con residencia en ef nitclen urbano se redujo la mi- tad, de 15.341 a 7.394, Un antiguo tesidente de Woodlawn (quien, irénicamente, hace poco se mudé al North Side para preservar a sus hijas de Ia violencia de las calles) se queja por la desaparicién de las familias acomodadas de su viejo barrio del South Side: [Solia] haber miles de profesores que vivian en ef barrio, pero ahora se mudan, fodo ef nde se va. [...] Si miras la comunidad, Louie, estd en decadencia: no queda nadie aqui. No hay profeso- res en Ia calle 63, por aqui, en Maryland, no hay’ ninguna, ;wes to que te digo? Todos los que saben tin poco se van, Si esta gente se quedara y ayudara a reformarlo, pueden hacerlo. Como profeso- res, policias, bomberos, lideres comerciales, todos ellos son res- ponsables: todo el mundo se manda a mudar. Y se Hevan la plata {Cémo sucedié esto? Al final de ta guerra, fodos tas negros, independientemente de su status social, quedaron relegados a la fuerza en el mismo enclave espacial comprimido, y no tuvieron otra opeiin que coexistir en él, Cuando los blaneos escaparon en masa hacia los suburbios con fa bendicidn y la ayuda del go- bierno federal, quedaron libres areas adyacentes a las que las 56 PARIAS URBANOS, famitias negras de la clase media y de las fracciones superiores de la clase obrera podian mudarse para crear nuevos bartios que pronto serian sélidamente de color, La desconcentracién de Ja comunidad afroamericana, a su turno, dispersi fas institucio- nes del guete y auments su diferenciacion de clase." Simulté neamente, ent un esluerzo sistematico y deliberado por mante~ ner el patron prevaleciente de segregaci6n racial, la ciudad se asegurd de gue todas las nuevas viviendas piblicas se constru- yeran exclisivamente en areas de guetos existentes (Hirsch, 1083), donde pronto silo los mas pobres toleratian vivir, Hacia ia décacla de 1970, entonces, a linea de color urbana habia si- de efectivamente retrazada segiin lineas de clas del gobierno; el nitcleo histérice del cinturdn negro contenia traciones excesivas de personas desocupadas y depen mientras que el grueso de Ia clase media y los sectores a residian en barrios segre- instanei con dientes, nis estables de la clase obrera m gados periféricos de la ciudad. La consecuencia de este triple movimiento la emigracién de las familias afroamericanas con empleos estables, posible gracias al auspicio estatal del trastado de los blaneos a fos su- burbios, el hacinamicnto de viviendas piblicas en zonas de ba~ rrigs bajos negros, y la expulsién de los restantes residentes del TL Sin higar a duds, esta difetenciacién de clase habia existido eon for nas mas o menos alenvadas desde Tos origenes del cintuton negro: éste nun- ca fue afifiche que invacan tos str tina “edad de ore” del puclo gue jainds existid. Por brutal que fuera, fa divi interes ihn en estas iurpagsta por fos blancos nunca suprimié tos eliv seaiin lineas de clase (en parte convergentes con possistentes diferencias de color dle piel) entre los afroamerieanos, como puede verse, por ejemplo, en ta ifusiin de “iglesias instoladas en negocios” frente & fos templos bautistas y netodistas tradicinnales en ln década de 1920 (Spear. 1967, capitulo 9} o en fit bifiwcackin dle “continuum de restaurantes con musica” ["jook conti- rnanon "Ly el Scomplejo eorsercial wubano” en el émbito del baile y el entrete- Gordon, 1990). hitniente (Hazzard LANULWA LINEA DE COLOR URBANA 3 gueto del mereado del trabajo asalariado— ha sido Ja pobreza desmestrada y endémica. En Grand Boulevard, un sector del South Side donde residian unas cincuenta mil personas, la mi- tad de la pablacién vivia por debajo de la linea de pobreza en 1980 ~cuando diez aflos antes In proporeién era del 37 por ciento- y tres de cada cuatro hogares estaban entcabezados por tuna niadre soltera. Con un ingreso familiar promedio de menos de siete mil détares por aflo (menos de un tercio de Ia eifra de la ciudad en su conjunto), muchas familias ui siquiera alcanza- ban, de hecho, la mitad de fa linea de pobreza, Seis residentes de cada diez dependian de una u otra forsna de asistencia pabli- ca para subsistir Los habitantes del gueto de hoy advierten con claridad su desolaeidn social y econémiva, como lo muestran Jos datos de la Encuesta sobre fa Vida Familiar Urbana,!? Cuando se les pregunté cukintos homubres tenian un trabajo permanente en su barrio, ef 55 por ciento de los residentes del cinturén negro tr dicional de Chivago (el South Side y el West fon “auy poe: Side) respondie- © ninguno”, en comparacién con ef 21 por 12, Ea enonesia fue realizada com parte del Urban Poserty and Pamily Structure Project [Preyecto de Pobreza Urbana y Estructura Paula) (dirigi- do por Williara Julius Wilson) de ta Oniversidad de Chieago. Consiste en un sbilistic aleatorin de varios niveles de residentes de los ba- ss de Clhicapo (detinides como zonas del padriia que en 1980 con. ‘enian al menos el 20 por ciento de personas pobres), efectaude en 1986. 1987, La encuests absred 2 1-184 negros, con una tast de cumiplinviento de alrededor del 80 por eiento, de fos ewales un tereio vivia en el Seuth Side y el West Side de fa ciudad. Se sefiala con agradecimiento el apoye evonsmico Iindado a esta investigacidst por la Fundacién Ford, fa Corporacién Came ale, el Departamento de Salud y Servicios Hunianos de Estados Unidos, ef Instituto de fnvestigacion de la Pobreza, 1a Funcdaciin Joye, fa Fundaciéa Lloyd A. Fry, fn Fundaeién Reckeletler, la Fundacién Spencer, fa Pundacidn William T. Grant, ef Fondo de Benefieencia Woods y el Fideicomisa Comu- nitario de Chicago. 58 PARIAS URBANOS, ciento en las Areas periféricas negras que albergan una mezela de Familias pobres, de clase obrera y de clase media. Una mitad holgada de los entrevistados también declaré que la proporcién de varones empleados en su zona habia disminuido con respec- {0 a los afios anteriores. Un adulto de ada cuatro pertenecia a tun hogar sin un teléfono en funcionamiento (slo uno de cada diez en las areas negras de las afueras) y el 86 por ciento inte- graba una familia que alquilaba su vivienda (en comparacion con cerca de la mitad entre los negros de las zonas de escasa pobreza); casi un tercio residia en edificios administrados por Ja Offcina de la Vivienda de Chicago [Chicago Housing Autho- tity, CHa], aunque ésta silo controla el 4 por ciento de Ta oferta habitacional de la ciudad, Resulta notoriamente claro que el niicleo urbano contiene hoy: principalmente los sectores desposefdos del (sub)proletariacla ne- gro que no pueden escapar a sus condiciones ruinosas. Si tuvie- ran una oportunidad, menos de uno de cada cuatro residentes del ueto de Chicago permaneceria en su bartio, en oposieisn a cua tro de cada diez en las zonas negras de escasa pobreza. Solo el 18 por ciento califica su vecindario como un lugar “bueno o muy bueno” para vivir, en contraste con el 42 en las Areas periféricas de color, y casi la mitad informa que el estado de su entorno em- peoré en Ios iiltimos afios. No es una sorpresa que ka actividad de las pandillas prevalezca mas en el corazin del gueto: la mitad de sus hahitantes consideran que las bandas son un “gran problema” en su zona, en comparacién con menos de un tercio en los distri- tos negros de escasa pobreza. En cuanto al futuro, casi un fercio no prevé ninguna mejora en su barrio, mientras otro 30 por cien- to supone que éste va a seguir deteriorindose. Los moradores del gueto de nuestros dias no silo son indivi- dualmente mds pobres que sus pares de hace tres décadas, en el sentido de que han suftido una reduceién absoluta de sus niveles de vida y que la distancia entre ellos y el resto de la sociedad se hha ampliado: ta finea de pobreza federal representaba Ia mitad \ NUEVA LINEA DE COLOR URBANA 59 del ingreso familiar promedio de Ia nacisn en 1960 pero silo un tercio en 1980 (Beeghley, 1984, pag, 355), También son consi- derablemente més pobres en ef plano colectivo en diversos as- peetos. Bn primer término, residen en medio de una poblacion abrumadoramente carenciada y con movilidad descendente o sin movilidad y por lo tanto tienden a aislarse de otros componentes de la comunidad aftoamericana: como vimos antes, la clase me~ dia negra se marché del niicleo urhano y crecié fuera de él. Segundo, y como consecuencia, ya no pueden contar con el ne- xo de instituciones que daban al gueto st coherencia y su cohe- sidn internas. La “Metrépolis Negra” de mediados de siglo, tan admirable diseccionada por Drake y Cayton (1962, pag. 17), era “una ciudad distintiva dentro de una ciudad”, con una division del trabajo extendida y toda la gama de clases sociales de color La “proliferacién de instituciones” que hicieron de “Bronzevi- He*, como fa Hamaban sus residentes, fa capital de la Norteamé= rica negra, le permitia duplicar (aunque en un nivel notoriamen- te inferior) la estructura organizacional de la sociedad blanca més general y proporcionar marcos limitados pero reales de mo- vilidad dentro de su propio orden interno. En contraste, el hipergueto de fines de siglo ha generado uma decadencia organizavional tan grande que no contiene ni una divisién del trabajo extendida ni una seccidn transversal re- 13. El hecho de que tna cantidad creciente de negros de elase media urhae ‘a nunes hayan experimentado en su propio petlcjo la vida en el guecto (aun ue, por haber vivide en general en zona tataimente negias y proiuinciad mente segregadas, estin muy al tanto de fa discriminacion y’ntras practicns racistas) afecta de manera inevitable los procesos de formnacién de la ident. dad negra, tanto individual como eolectiva. Es probable que el significado ue los negros de clase media atribuyen a una gamma de miodisinos y siahles expresivos del gueto {por Glempla, géneros musicales, peinados y eisdigos vestimentarios, conductas lingisticas) cambie sogin estén expuestos a ellos a ‘eavés del saber familiar o cle ftentes secundarias coma la eulucacidn formal y fos medios populares, y no debido a la inmersidn en él 0 PARIAS URBANOS, resentativa de las clases negras, y tampoco duplieados opera- tivos de las instituciones centrales de la sociedad urbana mas general, La infraestructura organizacional la prensa y la Lgle- sia negras, las logias y los chubes sociales, tos grupos politicos, Jos servicios comerciales y profesionales, y ba joteria clandesti- ha (o “quiniela”)- que dio al gueto clisico de Ia década del cin- ‘cuenta su carieter y fortaleza comunitaria y sitvid como un ins- trumento de solidaridad y movilizacién colectivas, se ha marehitado en términos generales, lo que debilita las redes de solidaridad y cooperacidn tipicas del gueto comunal, que abar- aban toda la ciudad (Mithun, 1973). Y inientras que en ef con texto del pleno empleo y la prosperictad industrial generada por Ja guerra de Corea “toda fa estructura institucional de Bronze- ville brindaba satisfacciones basi bles” compartidas por personas de diversos niveles de clave" (Drake y Cayton, 1962, vol. 2, pag. xi), en nuestros dias fa pre- domiuaneia de fa desocupacion y el vacio organizacional del hipergueto contempordneo impiden que las necesidades basieas de sus residentes, Por opresive que fuera, el gueto tradicional constituia “un medio para los norteamericanos negtos en ef cual éstos [po- dian} dar sentido a sus vidas” (Drake y Cayton, 1962, vol. 2, pais. niv) y que generaba apego y orgullo. En contraste, ef gucto de hoy es un aimbito despreciado y estizmatizado del que casi todo el inundo trata de escapar desesperadamente, “un lugar de esperanzas malogradas y aspiraciones frustradas, una ciudad de Fianites en la que ta meta de la ambicién realista es sobrevivie” (Montoe y Goldman, 1988, pig. 251). a las “expectativas razona- ste satisfaga siquiera ‘Rebusyue” y supervivencia ent lu economia informal La preponderancia de la desocupacion y subocupacién eré- nicas entre los residentes del gueto los fuerza a buscar la asis- tencia piblica. A sv vez, a inadecuacion insigne de la ayuda LA NUEVA LINEA DE COLOR URBANA 6 piblica aun para la mera supervivencia los empuja a buscar ac~ tividades adicionales no denunciadas o indenunciables que ge- neren dinero (Scharf, 1987, pig. 20). La mayoria de los habi- tantes del gueto tienen pocas opeiones salvo trabajar “de sol a sof” en varios empleos, “rebuscarse” dinero mediante una serie de procedimientos 0 dedicarse a trificos ilegales de diversos ti- pos (incluyendo ef mas peligroso y potencialmente lucrative de todos, fa venta de drogas), a fin de “ganarse ef dolar”. El ereci- miento de la economia infortnal observado en el corazén de las ciudades mas grandes de Estados Unidos puede rastrearse di- rectamente hasta encontrar su origen en la debilidad combinada de Ja demanda laboral no calificada, el abandono econdmico y oryanizacional del nitcleo urbano y fas deficiencias de la eober- tura de la seguridad social Las estrategias de supervivencia varfan com una funcion de los recursos sociales, econdmicos y culturales, asi como de la composieion de los hogares pobres. Cuando se ven sin fon- des, como sucede con frecuencia entre los benefiviarios dela seguridad social que por fo corain gastan ef monto total de si cheque de ayuda mensual una o dos semanas después de rec’ birlo, una de las estrategias predilectas de las mujeres solas que sou jofes de familia es pedir prestadas pequ is suinias de dine- ro (de cinco a cuarenta délares en la mayoria de fos casos) a los padres, amantes o amigos cereanos. Para muchas, las redes de parentesco fomeninas son fa fuente mas confiable, si no Ia fini- ca, de apoyo econdmico en caso de emergencia (Stack, 1970) En palabras de una madre desocupada que subsiste con sus cuatro hijos gracias a la Aid to Fantilies with Dependent Chil- aren (aFDe) [Ayuda a Pamilias con Hijos a Cargo}: 4, Les fragmentos de entrevistas de esta seecidn se extraen de datos re cagidos como parte del Urban Poverty and Family Structure Proj nota 12) a PARIAS URBANOS, Si me desanimo mucho, entonces puedo ira ver a mama, y mi amd me ayuda un poquito, No puede hacer demasiado, pero ella dice que evita que los chicos pasen hambre, me ayuda un poco. ‘Asi que de vez. en cuando {...] me da ayuda para algunos dias Bueno, si fa cosa se pone espesa [...] yo le digo [...} le digo SBuueno, por aqui no tenemos reada”. Y entonces ella trata de con- seguirme algo. COtra opeién predominante es buscar comida gratis en un ale macén de provisiones, una iglesia o un organismo gubernamen- tal En 1987, mas del 70 por ciento de los aduttos de entre die~ ciocho y cuatenta y ocho aitos residentes en el cinturdn negro histérico de Chicago habian solicitado esa asistencia exterior para alimentarse ellos mismios y-a sus familias, Los comertores de beneficencia mancjados por las iglesias det South Side no pueden satisfacer toda la demanda y habitualmente rechazan a familias hambrientas. La desnutricién erénica en el gueto es un hecho de la vida muy visible para quienes qnieran verlo, pese a programas gubernamentales come Tos cupones de comida y la ltistrihucidn gratuita irregular de excedentes de productos de tgranja y productos Kicteos no aptos para la comereializacion Muchos residentes del gieto empefian de vez, en cuando algu- nos bienes a fin de elevar los ingresos necesarios pata pasar wn periodo de carestfa, aceptan pensionistas, venden sus eupones de comida o recurren a sus magros ahorros si fos tienen. Pero @ mediados de la década de 1980 el $2 por ciento de los adultos dl gucto de Chicago no tenfan cuenta de ahortos y’ slo uno de cada diez podia exhibir los medios necesarios para tener na cuenta corriente (Wacquant y Wilson, 19899, pag. 22). Las oft tinas de cambio y las casas de empefio funcionan como sustitu- tos de alto costo de los hancos que no existen (0 que, cuando tos hay, rechazan a los residents del gueto), como fo indiea es ta madre de tres hijos que vive en el South Side: Empeto fos anillos de compromise y consigo un poco de dine- LA NUEVA LINEA DF COLOR URBANA 6 ro y cuando junto algo de dinero vuelvo y retiro tos anillos. Al "a no los tengo, Podiia haber vuelto y rtirarlos, pera me olvide, ilos empeito tanto! Los empeto todos los meses. El hombre de a casa de empetos me ve Iga, me vey me canoe. Si. sa hae so- ‘mo un par de afios, sabe to que Ie Hlevo y empieza a escribir la bo- feta antes de que yo Ieee. ¥ los reiro todos los meses y los vucl- vo a empefiar todos los meses. Fs terrible, Veinticincn dtares no ¢s tanto, Puedo comprarme algunos paquetes de cigarillos cuan do los necesito y alli eso es un vieia, decididamente. Ayuda mu: ccho, ayuda un montén, ae Sin embargo, el pilar de Ia subsisteneia fo proporcionan los extrafios trabajos y trificos marginales que florecieron en la dé cada prsada en las reas céntricas deprimidas, Algnnos residet tes del gueto cuiidan a los hijos de sus vecinos, hacen diligen cias por ellos, cortan el pelo o el eésped, reparan aparatos, eléctricos, palean Ia nieve en invierna, recogen latas Be aaa: sas por pequelias sumas de dinero o “levantan ehatarra delew llején” para revenderla a quienes son menos afortunados que ellos, Otros se convierten en mercachifles 0 vendedores calle ros ocasionales (Jones, 1988), venden su sangre o acuden a in gares de contratacién de jornaletos con la esperanza de obte algiin tipo de empleo momentineo. “Van a Handy Andy. Es it mo un empleo, puedes ir al norte y conseguir veinte dares dia por trabajar ocho horas o algo asi. Fs lo que yo hacia ant pero no vale Ia pena, sélo es algo temporatic fant nad dre soltera del West Side, desocupada crénica. También se puede encontrar un trabajo irregular en un clit ilegal “fuera de hor , Seftala una ma- 5, Manejar un “taxi falso”, convertirse en ros” que teatan (especialmente cuando las condiciones del tiem po son malas) de provocar accidentes de auto o de émnibus en los cuales se hacen herir deliberadamente con el objetive de tentar cobrar una indemnizacién por daiios. Individuos mis en- durecidos pueden cometer pequefios delitos con la expresa fi- iZ 6 PARIAS URBANOS nalidad de ira parar a la cécel: ésta es muy violenta y punitiva, pero offece «ua cama segura, tes comidas por dia, algo de encidn médica y a veces incluso trabajo. cosas que al mundo ‘exterior le euesta macho brindar a los mas pobres de las areas céntricas deprimidas, En este dimbito sumamente preeario y re- ido por una incertic nie, Jos nifios re- presentan importantes recursos y se los somete a presiones Constantes para que generen ingresus desde temprano. Asi, en pleno invierne puede verse a todas horas del diay de fa noche a thicos de ocho a diez. afios en las estaciones de servicio det South Side de Chicago, en las que se ofrecen a cargar nafla 0 Fimpiar los parabrisas por unas monedas, o bien en fas salidas de Jos supermorcados, donde se ettcargan de Tas bolsas de ta compra a cambio de unos centavos o algo de comida. La estrategia de supervivencia de tiltime recurso involuera una amplia gama de actividades ilegales, que van desde fas apuestas y’ los “asaltos”, el trifico callejero y fa venta de mer caderia robuda Coalicnte”), hasta los atracos, ef robo a mano armada, la prostitucion y el trifico de drogas. Cuando se le pre- ‘eunta qué hace ta gente para sobrevivir en su barrio del Grand Boulesatd, una empacadora de una emprest de correo, de eua- mbre econdmica in renta y siete allus, contesta: Robar, golpear @ ancianas y sacatles el cheque de la jubilacton Comu en fa estacidn del “EL” [trex elevado] de alli, Especialiren te cuando cobran fos cheques de In seguridad social, estén ah rratles Ins carteras y tode eso, Por fuera, esperandolas para c aqui pasa uti montin de cosas ast. [...] Cuando me mudé aqui tentraron en) ini Gast. asf que puse rejas. Se Jevaron el estérco. Pe~ ro desde que puse las rejas no tave ningdn problema Una madre soltera desocupada, de veintiocho alles, agrega cindidamente: “jMierda! Trampear, vender drogas, cualquier cosa [...] cualquier eosa y de todo, Imaginese: no todos son asaltantes, sabe, pero cualquier cosa y de todo, Yo misma ven LA NUEVA LINEA DE COLOR URBANA 65 di marihuana. No soy una uarco, pero sélo trato de poder vivir. [...] Trato de Hevar pan a la mesa: tengo dos criaturas”. Para los individuos que son rechazados reiteradas veces del mercado laboral o que se resisten a rebajarse a aceptar “traba- jos esclavos” sin salida que los despojan de su dignidad, ya que implican tareas serviles con salatios de miseria y sin beneficios incluidos, las actividades subterrineas pueden convertirse con facilidad en enipleos de tiempo completo. En su caso, el delito rapaz.constituye una forma de pequefia empresa en la que puc- den hacer valer sus tinieos bienes valiosos, el coraje fisico y un conocimiento active del mundo de fa calle (Wacquant, 1992a). Gran parte de fa vfraecidn que las bandas suseitan en los jove~ nes negros de las areas eésttricas ruinosas tiene que ver con el hecho de que, entre otras cosas, son actividades comerciales que incrementan las posibilidades de obtener dinero y brindan un minimo de seguridad econdmica (Sanchez-Jankowski, 1991, pags. 40-41). En el vacto creado pot ta ausencia de empresas legitimas, las lineas ilegales de trabajo como el robo y el “de- sarme” de autos, los hurtos y particularmente el trifieo de dro- gas pueden deswrollar complejas estructuras organizacionales ue son practicamente un reflejo de las existent pa en las com- as de la economia oficial. Ademas, el comercio de drog es a menudo [a tiniea forma de negocio conocido por los ado- lescentes del gueto, tin negocio que, por otra parte, tiene la vir- ud de set un empleador que oftece una auténtica “igualdad de oportunidades” (Williams, 1989; Sullivan, 1989, capitulo 7). Por afjadidura, y a diferencia de tantos establecimientos de ser- vicios donde se trabaja penosamente por salarios de hambre y con pocas posibilidades de ascender, el empleo en el comercio de drogas promete una recompensa inmediata a quienes exhi- bet una buena ética laboral, Esa es la razén por fa que una mu- jer de treinta y cuatro aflos que comparte un decrépito departa- mento del South Side con su hermano, un portero, contempla ka posibilidad de aceptar ese trabajo: “El tipo me dijo: puedes ga- 66 PARIAS URBANOS é r ste barrio tie- nar dossentoscineuenta lars por semanas en este bari Ge> ne mucha gente que tabaja para él por doseientos cineuenta Jslares a la semana, y si eres bastante bueno puedes lew: dalares a la semana, y atrocientos ano hace falla decir que el impacto global de ta seonamia de Ja droga en las comunidades del gueto es et : tivo. No sélo contribuye a minar Ia dispsicidn dels ovens trabajar por salasins escasos, ya que les brinda ops eeenamiensalternativas aparentementestractivas, aungue ries Q 1n Harlem este, un distribuidor barrial hébi! puede gen ae semanalmente ventas por cien iil ddtares; en el South Side de Chicago, un “mensaero" Fide por fo comin varios mee dtnres por semana, Esta actividad crea un ambiente d¢ maa sali y alo riesgo de muerte a una edad temprana, ena las v6> Tnciones familiares y debiitagravemente I cohesion social l- eal. ¥ provoca una violencia galepante y una dein ot 7 nuneiada de a seguridad del barrio Johnson ot al, 1980), fo evn agelera n suture ta reid del mereadotnporalasalari= do y distancia ain mas a los a del gueto de la fay la sociedad convencionales. ee vl crecimiento explosivo dle esta eemonis ea ba aunque ries= rar seman aificu callejero de dros minada por el traficu eallej peda ey Toa explicar ef ascensn de la “cultura del terror” que hoy an i govmuchas calles de las Areas eéntricas deprimidas. El Intra oega sq ex ii hac conseements gona sre joe de entrar ene y ingresos (en especial desde la expan: ba ‘ conte. Ast, Ia relacion convencional entre estos dos sectores de be Be dad puede el empleo oficial es visto como irregular y poco cont Se eal 1s, tomadas en conjunto, parecer 9 ienypre puedes sacar algo de wn calle) y regulores y seguras: “S alg tbuscarte algo de plata en Ia calle, Louie, siempre’ LA NUEVA LINEA DE COLOR URBANA e7 antropélogo Philippe Bourgois demostrs que, en esta econo- mia, las exhibiciones tutinarias de violencia son wna exigencia de los negocios: sirven para mantener la eredibilidad comercial ¢ impicen el predominio de los competidores y los robos de in- trusos y clientes (0 de Ia policia, algunos de cuyos miembros no son los iitimos en participar en el trifieo). Por extensién, en un universo despojado de los recursos mas basicos zado por una clevada densidad de depredadares sociales, la confianza no es una opeidn viable, de modo que todos tienen que protegerse de la viole las ¢ caracteri- nneia y estar listos a esgrimirla: “En alles de fa zona céntrica ruinosa, la violencia no se limita exelusivamente a los vendedores de drogas o los delincuentes callejeros; ha ia cierto punto, todos los residentes del barrio que quieren conservar una sensacién de autonomia [...] consi- deran Util tomar parte, al menos pasivamente, en alain rineén de fa cultura del terror” (Bourgois, 1989, pag. 647) Las raices econdmicas y politicas del proceso de construccién del hipergueto éPor qué la decadencia material y aleanzaron niveles tales que el espa marchité casi por completo? Ia violencia interpersonal io piblico det gueto se iPor qué tantos adultos de fas areas céntricas deprimidas carecen de una posicién sdlida en la economia regular y se ven obligados. en cambio, a apoyarse en tina mezela de actividades subterraneas y depredadoras, y en el sostén estigmatizante y flagrantemente insuficiente de | Tidad social para subsistir? 2Por qué las organiza cas y privadas decayeton de manera tan maread de las metrépolis norteamericanas? 2¥ qué ex namiento de negros pobres en estos enc tante? Las causas de la “hiperguetificacién” ieiones prihli= ja en ef miicleo plica el amonto- laves en deteriora cons- de las areas eéntricas 68 PARIAS URBANOS immpican una compteja y dindmiea concatenacion de fatoes conomicos ¥ politicos desartollados en toda fa era de Ia pos terra, que desmiente el argumento simplistay de corte plaz9 del cuento de la“infractase”, La nds evidente pero mo necesee Tiamente fa mis poderosa de esas causes es Ta mutacion A economia nortearericana, que pasd de un sistema “fords cerrado, iteyrado y contrado en la fibrisa, que aliments th hneteado masivo uniforne, aun sistema ans abierto, descent tloy de servicios intensivos, adaptado a patrones de consume cada vez ms difereniados. Un segundo factor, que se pasa por allo con demasinda frecuencia, e fa perssteneia de Ta Seureay cin tesidencial casi total de los negras y el basinamiento uel berado de viviendas publica en as zomas negra mus pobres de ciudades, lo que equivale a un sistema de aparthei amyiento de un Estado de bie~ fas grande: urbano de facto. Tercera, el achic : a os desde mediados de la década del eau binado con las depresiones efelies de la economia estadoun dense, contibuy a gnrantizar wna mayor pobreza en tas dren urban ednttis, Cuarto, ol vucleo de fs polities urbanas fe Uevalesy locales en las dos ili décadas condo a i “eon- traceion planificada” de los servicios ¢ instituciones publicas e “tn bien dela claridad,anafizo cada uo de estos Factores se parada y sucesivamente, aun cuando su pleno impacto 5610 puode evaluarse de mavera apropiads si se fran en even fectos interaceionales motivados por su cambiante articulacion sinerSnicay diacrdnies. "© Como contusion sostengo que, 6 halance, lo que mejor explica el virlual derrumbe del gueto an “aeclerador” keynesiano que anplifica el efecto: de tos cambivs eco! cuvexteruasy, 018 adicidn politica facilitadora del re- cos externas y, a fa ver, como una precou carte de setvieios pablicos en el mieteo urban. LANUEVA LINEA DE COLOR URBANA 69 Ja década de 1980 y sus sombrias perspectivas en fo que queda de este siglo no es tanto ef funcionamiento impersonal de fuer~ za macroecondmicas y demograficas generales como ta volun- {ad de las elites urbanas, es decir, su decisién de abamdonarlo a esas fucrzas tal como se (pre)estructuraron politicamente, La desinversiGu corporativa, el crecimiento polarizado y la segmentacién racial del mercado laboral de bajos salarios A mediados de la década det sesenta, acosada por la satura- cién de los mercados intemos, la intensificacién de la eompe= tencia ittternacional y sus propias contradiceiones, la economia norteamericana ingresé en una fase de transicién a una nueva forma de organizacién capitalista caracterizada por ta “especia- lizavién flexible”, una mayor movilidad de los eapitates y wna menor proteceion de los asalariados (Scott y Storper, 1986; Piore y Sabel, 1984; Lash y Urry, 1988). Mientras el antigua sistema econdmico anclado en fa produccidn industrial estanda- rizada, el consumo masivo, la fortaleza de los sindicatos y el “contrato social” correspondiente entre grandes empresas y su fuerza de trabajo estable cedia progresivamente el paso a un nuevo regimen busado en ef predominio de las ocupaciones de servicios, fa bifurcacién del capital financiero e industrial y la erosion de las cconomias regionales integrada se produjo una reorganizacién gencralizada de los mercatlos kaborales y las es- tructuras salatiales. Durante te periodo, una demanda laboral polarizada, ca- tactetizads por un abisino creciente entre los puestos ealifi dos y con altos salarios y los empleos de horarios variables y eseasa paga, que brindaban pocos bencficies y ninguna segur dad, se conyirtié en un tasgo estructural de Ia nueva economia estadounidense de servicios (Thurow, 1987; Sassen, 1991). De tal modo, de los 23 millones de puestos creadas entre 1970 y 1984, unos holgados 22 millones correspondieron al sector de IAS URBANOS es PARIAS servicios, y en la actuafidad mas de ls tres cuartas pores i 7 dos los emplens estén en esa industria, Pero casi utero Se todos las empleos generados en ln déeada del orhents St puestos de tiempo parcial y ell 75 por ciento 7 ean ‘ocupades por personas que habrian breed tt iar me toda la jornada, Por otra parte, en souchos i Tee se pagan entre cuatro y seis d6lares la hora, a &! Ses tide [2 0 13 oles comin ts mamas tinas de bienes durables, con personal sindicalizado, En 89° de verdad, la mitad de Tos puestos de trabajo agregadas En 1970 y 1983 redituaban menos . ae mil délares por a 1s! 985, cuadro 4 a cee de Tos mercads fboraes 9 ningnnia modificacién inevitable y tecnol®- rada, sino que resulté de las decisiones 1 las estrategias de Este cambio en | fue motorizado por jcamente predetermina Tenaga y acuanulacion de corto plz por medio de una > decid de sus erogaciones salaviales ea Un cacionada por Squires ef al. (1987, pag. 28) calcul os ee 203. +00 emplens manufactureros perdi- ee roa Chicago entre 1977 y 1981 a causa de cierres 0 ses eramientas” empresarios se debieron en realidad ala desin- eee vpcictaria orientada a rransferit las actividades a Iwga- Seer. as barato y menores « anos menos costsos. personal 1 Aiea idicalizacién, especialmente en los Estados cS y paises del Tercer Mundo como México, Las politicas Ga jes de desregutaci6n gubernamental (en sectores come ot aN pote las eomunicaciones) y Tas fsa de interés nds eleven jut com Ta postura de laissez-faire de ta Junta Nacional d = jaciones Laborales en la altima década, om ate reorganizacion de la fuerza de trabajo al promover la fe 7 tion de los sindientos ¥ socavar a profeceign de [os teaajade= res periféricos (Rosenberg, 1983). Esto allané el camming le proliferaetén de mano de obra y subeontrataciones con 2 LA NUEVA LINEA DE COLOR TRBANA in tes, asi como al resurgimiento del trabajo en el hogar y los ta Heres negreros. Quienes mas se vieron afeetados por esta evo lucida fueron los trabajadores de las minorias urbanas, cuyos beneficios provinieron histéricamente mas de las politicas gu bernamentales que del funcionamiento del mercado. Entre estas muchas fuerzas entrecruzadas que reconfigura: ron el rostra de los mercados laborales urbanos en os iiltimos {reinta afios, hay tres que son particularmente importantes para el gueto, porque su convergencia elimind la fimcisn de reservo. rio de mano de obra industrial barata y no ealificada que aquél asumié en Ja situacién anterior de la division racial del trabajo. Primero, el cambio sectorial ditigido al empleo en los servicios significé recortes masivos en las ¢: gorias laborales ttadicio- nalmente mas accesibles a los negros y los pobres, AL igual que muchas otras grandes ciudades del norte, como Nueva York. Detroit, Filadelfia y Baltimore, Chicago suftid la pérdida de la imitad de su base manufacturera entre la década det cinenenta y principins de ta década del ochenta. En 1947, la i casi 670 mil emplec ciudad tenia manufactureros, Io que representaba el 70 por ciento del total de la regién: hacia 1982, esa cifra se habia reducido a 277 mil, que significaban sélo un tetcia del total mettopolitano (Wacquant y Wilson, 1989b). La desaparicién del trabajo fabril se aceleré con ef paso de las décadas, para clevarse cle 52 mil puestos de trabajo perdidos enlre 1947 y 1954 a 269 mil para el periodo 1967-1982. Como atin a princi pios de la década de 1970 tos negros de las zonas eéntricas de primidas de la ciudad estaba sobrerrepresentados en el trabajo abril, y ademas tendian a ubicarse en las ocupaciones indus- triales de menor categoria y las empresas menos protegidas «+ sectores declinantes (Stearns y Coleman, 1990), padecieron de manera desproporcionada esa reorganizacién sectorial. Y si- guen siendo los primeros en sobrellevar los costos de la desin dustrializacién en Chicago: un holgado 43 por ciento de los re- sidentes del gueto interrogados por ef Proyecto de Pobreza 2 PARIAS URBANOS Urbana en 1987 informaron que varios o la mayoria de sus amigos habian quedado desocupados debido al ciore de alguna Panta en fos dtimos afios (en comparacion con el 31 por ciento ot tos basrios negios periféricos), Una madre de tres hijos, de treinta y dos aftos, despedida diez afins atras de su puesto como trahajadora en una linea de montaje, que hoy vive enferma en tin complejo de viviendas publicas, seiiala: “Seneillamente no hay suficientes fempleos}. Antes estaba [...J antes tenfames la ica y todo eso. Pero fa certaron. Reagan la ce industria sidering tré y fa mands a otros Estados” Segundo, fa reistribucién espaciat de tos enipleos, correla- tiva al descongestionamiento de fa economia urbana, también redujo las opciones de las minorias de fas direas eéntrieas depri- mnidas en ef mercado laboral, ya que fas empresas se marcharon de las ciudades centrales en busca de rebajas impositivas y ma- no de obra mas barata, Solo en la década del setenta, mientras sus suburbios ganaban puestos de trabajo en todas las categon fias ocupacianales, ineorporando medio millon de empleos @ gus nominas, fa ciudad de Chicago exhibié una pérdida neta de 0 mil empleos administrativos y de ventas y 119 mil puestes fabriles. Las finieas categorias en que most aumentos fueron tas de gerentes, profesionales y personal de asisteneia tecnico y admninistrativo, es decir, empleos que requieren al menos cierta ‘educacion universitaria (Kasanda, 1989, pag. 29) y por Jo tanto ny. lejos del aleance de los residentes de kis dreas céntricas Fuinosas, pobremente capacitados por el vacilunte sistema esco- lar piiblico. Bl traslado geogritico del empleo al primero y se- undo cord6n suburbanos también afeetd con mayor fuerza a fos negros del gucto, debido a las grandes deficiencias del transporte pablico. En Chicago, la probabilidad de que fos ne- tos usen ese transporte duplica Ia de los blaneos, porque el costo de poseer y mantener un automovil esta mas alla de sus tnedios, Pero la deficitaria red piiblica de trenes y 6mnibus est diseftada de tal manera que afsla los suburbios de tas areas e&n- LA NUEVA LINEA DE COLOR URBANA w tricas deprimidas, de modo que, “en la prictica, desde el ares de alta desocupacidn no se puede Hegar con el transporte pabli- oa los empleos en Jas zonas suburbanas exteriores” (Orfield, 1985, pag. 179) Tercero, et nbio ocupacional favorable a los puestos de trabajo que requieren educacién superior vestiingis las posibi- lidades de empleo de los residentes det gueto debido a la inca pacidad de lus instituciones publieas -escuelas oficiales, pero también programas de capacitacion y programas federales y to- eales de empleo para prepararlos para ese cambio. En Grand Boulevard, el 65 por ciento de los adultos de mas de veinticin- co ailos tienen menos de cuatro afios de secundaria y menos det 3 por ciento asistid a un curso wniversitario de esa misma dura- iin, Solo el 16 por ciento de una promocién que ingresa a las escuclas seeundarias piblicas de la ciudad se gradia cuatro ailos después con el promedio de lectura nacional o por encima: de él. No obstante, desde 1970 hasta 980, Ia cantidad de em- pleos ocupados por trabajadores de la ciudad sin educacién s cundaria completa eayé un 42 por ciento, y la correspondiente 4. Jos graduados seeundarios disminuy6 casi una quinta parte En contraste, ef volumen de enpleos que exigi alguna educ: cidn universilaria aumenté un 44 por ciento, y el de los que re- querian obligatoriamente un titulo de ese nivel se increments un 56 por ciento (Kasarda, 1989). Un cuarto factor eritico en la marginavién econdmica de Jos negros del gueto es la constunie segmentacion racial de la ma- no de obra con bujos salarios (Fainstein, 1986-1987; Bailey ¥ Waldinger, 1991; Waldinger y Bailey, 1991). . manufacturero y de serv los sectores fos, a mayoria de los negros estén empleados en “itichos ocupacionales” especificos eon granes concentraciones de afroamericanos, y se los excluye rutinaria- mente de otros reservados a los blaneos e ineluso a otras mino- (en especial los hispanos). En mucl cis que experimentaron un répido industrias de servi- cimiento det empleo, 1m PARIAS URBANOS como fos restaurantes y los lugares de provisién de comidas, los negros tienden a quedar segmentados en Jos peores puestos ya apifiarse en las posiciones de nivel inicial, marginadas de los escalafones profesionales. Por otra parte, los residentes de las dteas céntricas deprimidas que tienen poca educacién, esea- sa ealificacién y una experiencia laboral dispersa, descendieron iin més en la eseala de empleos debido a la mayor competen- cia de las mujeres y los “nuevos inmigrantes”, legales e ilega- les, que inundaron las grandes ciudades norteamericanas con mano de obra barata, décil y no calificada como resultado de Jos cambios en la legislacién inmigratoria de mediados de la década de 1960 (Sassen, 1989). Una madte divorciada de trein- tay ocho aiios con dos hijos, que trabaja como eajera en wn ho. tel del South Side, se queja: “Demasiada gente y demasiado po- co trabajo. Hay cien puestes y van y se presentan mil personas. Las maquinas y las computadoras estan eliminando un montén de empleos” Asi, en la base del nuevo orden posindustrial, el crecimien= to de los empleos no calificados en los servicios y la industria manufacturera disminuida cludié en gran medida a los negros de las dreas céntricas deprimidas, ya que los empleadores acu- dieron a otras fuentes de mano de obra décil, menos susceptible de resistir o protestar contra la superexplotacién y la inestabili- dad de las condiciones laborales. Y como la imaginacién del pablico asocié cada vez mas estrechamente esas areas céntricas con el delito, fa depravacidn y la ilegalidad, ef mero hecho de residir en el gueto se convirtié en una desventaja adicional, wna sefial que algunos empleadores utilizan para separar a los ne- gros “buenos” (educados y de clase media) de los “malos”, y exeluit a los habitantes de aquél de su grupo de postulantes. Una enfermera de cuarenta y un afios del South Side se queja: “Me presenté en lugares, y tengo amigas que fueron a lugares, donde les preguntaron de qué barrio [eran]. Y apenas se fijan en la diteceién, dicen ‘Uh, vive en esa zonal”, se da cuenta” LA NUEVA LINEA DE COLOR URBANA 15 : i estigma asociado a la residencia en et gueto es un obs- Hiculo mas que los negros de las areas céntricas tienen que veneer en su biisqueda de trabajo: “Creo que tener una direc. cidn decente ayuda mucho”, dice una madre desocupada de tteinta y siete afios que vive en el South Side: “Como cuando ae beri Para un empleo, ¥ ven que no es del corazén En conjunto, ta polarizacién de la estructura ocupacional y salarial, la degradacidn de los empleos y el endurevimiento de Ja segmentacién racial en la base del mereado laboral achicaron eficazmente las opciones de trabajo de los negros del aueto. v empajaron a mis de ellos hacia ef nico sector de empleo al que tienen facil acceso: la economia informal irregular de las reas céntricas deprimidas. 7 17 Dead egos ds eign em qu ag os resents gel en el mereade iba (en enc startet del cle eee socio eho de ison na ela iipeatinds abc tema comme cide de caves clepteme de pte eel conn inderetintes an del ot Feta coun ena hatsates sou hleiicos en sus efectos, Los marcadotes racinles san imposibles de vit pra cas tds toe afroamertcnos. pre i sinflewtey pede sna tosinveiney rele dent alente le seancenct ete negro es hermoso”). fn muchas simaciones, la mancha residencia! puede elt mime mediante tales nens de wane dea nee nara Ge eer qe cellar epee gard allen ate ea aes tes neem) en epi candy es som geisha cee ominantes como tas empresas, las escucas clas huroctacias gubeenamentn les, que a menudo ticnen Jos medios de descunislo en algiin momento, reac vacontiementenseescit de heanidalseohl protec eee sonpoces oie pean au conteamente quence hae move). En Wasnt, 1988 poge SWOT ce een ae Scalia degen Sea eleenzeion tenrals e ce a grador save ln ercta de os ieaclones weve lee, 6 PARIAS URBANOS, La segregaciin racial y la concentracion de la pobreza negra por medio de las politicas habitacionales Pero por si solos los cambios econdmicos estructurales difi- cilmente puedan explicar la acumutacion de distocaciones s0- ciales en el gueto, La segregacion racial es la variable intervi- niente crucial que dilucida fa forma en que los negros pobres quedaron apattados de las nuevas oportunidades de trabajo de economia descentralizada de servicios ¢ impedides de buscar la movilidad social a través de la movilidad espacial, La conti hua segregacion residencial de los negros pobres en las direas céntricas deprimidas de fa ciudad es un factor central en la de- clinacidn del guieto porque, junto con [a suburbanizacion de los blancos (y en aitos recientes, cada vez mas la de los negros de clase media), subyace a una distribucién de las eportunidades Jaborales, las posibilidades escolares, la riqueza imponible y la inMluencia politica que los priva de todo sostén para el progres econdinico (Orfield, 1985). De ese modo, acta como un “elec to multiplicador” que concentra fas careneias en el niicleo urba- no. Si tenemos en cuenta que andlisis recientes de las areas céntricas tendieron a sosh: eatremo de cclipsarla por completo, como evando el “gueto” se equipara desenfadadamente a cualquier drea de alta pobreza, al margen de la composicion demogrifica ¢ institucional (por ejemplo, Jargowsky y Bane, 1991), no es superfluo reafirmar que ln perpetnacion del gueto es ante todo y principalmente na expresion de ta persistencia de la linea de color urbana. Aunque eligid a un alcalde negro en 1982, Chicago disfruta del dudoso privilegio de ser la metrépali con mayor segrega~ cion racial de Estados Unidos. Bn 1980, mas de dos tercios del millon doseientos mil negros de fa ciudad vivian en zonas eon nis de un 95 por ciento de personas de color. EI indice de se- grogacién cambio poco desde la década de 1950; incluso subié de 89 en 1970 2 92 en 1980 (para un maximo de 100), ya que le ar la cugstin de Ja raza, a veces al LA NUEVA LINEA DE COLOR URBANA n proporcién de negtos residentes en las zonas totalmente negras, crecid ligeramente.'* El “indice de exposicién”, otra medida de la segregacidn de uso corriente, revela que la persona negra ti- po de fa ciudad vive en una manzana en que hay an 4,5 por ciento de blancos (aunque éstos constituyen casi la mitad de ta poblacisn de la ciudad), mientras que ka manzana del residente blanco (ipo apenas contiene un mezquino 2.6 por ciento de ne- gros, Desde el punto de y a residencial, los afroamericanos estin virtualmente tan separados de otros grupos, incluides los hispanos ~cuyos asentamientos tienden a funeionar como “Zo- has tapdn” entre los barrios blaneos y negros (Squires ef al., 1987, pag. 111)-, como si vivieran bajo un régimen de apart- heid legal. Mas atin: los negros son el dnico grupo que sulte una separacién racial tan intensa, ya que las fatuilias de origen hispano y oriental exhiben compatativamente un nivel de se- gregacién entre moderado y bajo. Asi, en las treinta 4 tropolitanas nds sas me- tados Unidos, es mas probable que los latinos y los asiditicos compartan la residencia con los blancos que con sus propios grupos, mientras que la probab dad de un contacto entre negros y blancos basada en la vivien- da rara_vez supera el cinco por ciento (Massey y Denton 1987). s ndes de E: 18. EL indive de seg acién Mega a 100 cuando los grupos raciales estan totalmente separados fes decir, evando todas fas manzanas de fa ciudad son raciatmente homogéneas, ciento por ciento negras 0 ciento por ciento ban cas) y a cero cuando cada manzana tiene la misma coniposicion negro-blan co que Ia ciudad en su conjunto. Orras medidas de ta segregucion exhiben el tnismo pation y revelan que los aftoamericanes son dinicos en la Noxteaméti ca urbana, en el sentido de que padecen simultineamente una se extrema en todas has dimensiones posibles: desigualdad, ajslantiento, apiia- twiento, centrafizacidin y concenttacién (Massey y Denton, 1989). 19, Estas mismas poblaciones no son, desde luego, hemogeneas en ese aspecto. La categoria “latinos”, por ejemplo, est compuesta por diferentes conigntes etwonacionales e inmigratorias que enfrentan condiciones amplia- B PARIAS URBANOS aistamiento residen- sstacar que el singular aistamient So lad étni- ta, Es importante . cial de los afroamericanos no es una expresidn de afinid ea.y eleceién, porque tanto en principio como en st candela tos negros prefieren de manera abrumaclora vivir en barrios 12 08 Pi rarade ee cinlinente mixtos (Streitweiser y Goodman, 1983: Fares i 1978). Tampoco se debe a diferencias de ingresos entre las Fa as. Si asi fuera, fa expansion de ta clase ‘ada del sesenta habia estado acompa- ible de la separacién racial milias negras y blanc: media negra desde ta ds jada por una disminucién reconoci a separa aca En realidad, si la poblacién afroamericana se d liste om al ignorante del colot y estrictamente m 5 aje de negros por zona del nerd habitacina ign : > por los ingresos, el porcen : ee nia dese ‘in minimo de diez por ciento hasta 7 inaximo de 27 por ciento (Berrs, 1979, pig. 9). A diferencia de otros arupes de la soiedad norteamerieana los afroameriea {que suben en la jerarquia de clases no experimentan una reduc cién de su ostracismo. La linea de color es el resultado, en primer | sistente dualizacién del mercado huabitacional de aewerde com Iineas raciales (Foley. 1973; Berry, 1979). El rumbo racial for- zado por los agentes de Toeaeionesy ventas, esi como el ses en la financiacién de tas hipotecas y la obstruceidn informa que los blancos ejereen sobre el proceso de biisqueda de vi- vienda -todo elo condonado por la reticencia del Congreso y el gobierno federal a hacer cumplir fas leyes vigentes sobre la de Ta per cece ares ena cron le sil ko 7 cuibanos, mexicanos y portorriquefies differs SMe negate de fons, neve 9 i Pearse ae nose commie soraminets be st evn de wn ez, sno o mesa a esr dl "Cheap per sept Slt tet tel Spt 0" a8 for Rodriguez (1989, on especial et capituto 3). i LA NUEVA LINEA DE COLOR URBANA 79 equidad en materia habitacional-, todavia prevalecen en gran- des ciudades como Chicago (Schlay, 1987; Yinger, 1987). Los negros que intentan mudarse del tervitotio fijado para ellos se fopan con renuencias ¢ inquictud, cuando no con abierta hosti- lidad y resistencia violenta. Si bien considetables mayotias de blancos concuerdan en principio en que la gente tiene derecho aresidir donde le dé fa gana, éste es un derecho que siguen re- tvando para si mismos: la mayor parte de ellos se negarian 2 vivir en un barrio en que hubiera algo mas que um pequerio por- centaje de negros y pocos apoyan las ordenanzas locales pro. ‘mulgadas para llevar a la prictica ese principio (Massey y Gross, 199]).20 Una segunda gran causa de la continua segregacidn racial son las politicay de renovacién habitacional y urhana imple- mentadas por los gobiernos federales y municipales desde la década del cincuenta, que del liberadamente encerraron y amon- tonaron a Tos afroamericanos pobres en las sireas totalmente ne- gras mis pobres del centro de la ciudad. La miopia historiea del debate contemporaneo sobre la “infraclase” no deberia oseure- ter el hecho de que el desmoronamiento del gueto representa hoy la cola de una espiral descendente cuyo empujén inieial fue obra, hace unas cinco décadas, de las politicas habitacionae les de Washington.2) Como lo demuestra Kenneth Jackson 20. Una encvesta reatizada on Dettoit a mediados de k comprobs que el 42 por ciento de los blancos rrio en que hubiera apenas una quit tos entrevistads na estaba dispue: licas (Farley er al, riren gran medida la déeada de 197) sentiria ineéinado en un bar in parte de negro, yuna Holgadta mitad de sta a mudarse a na zona dle esas caracterise 1978). Nada indica que cifias aris recientes pucdan dife 21. La mayoria de tas teorias de fa “infraclase™ na van mis alld de 1970 Se concentran en esa dada por considerarla lade su presunto “suginenta’ ¢m gran parte porgue los datos de los censos zonales sobre indices te pabreva ¥ variables asociadas de aitos anteriores no son ficiles de conser 80 PARIAS URBANOS, (1985, pag. 219) en su autorizada historia de la suburbaniza- cidn norteamericana, desde la ley Wagner-Steagall de 1937 —que fijé legalmente ta responsabilidad gubernamental de apo- yar la construccion de viviendas de bajo costo- hasta fa actuali-~ dad, “el resultado, si no fla intencién del programa de viviendas pliblicas en Estados Unidos [ha sido} segregar a las razas, con- centrar a los desfavorecidas en las areas oéntricas deprimidas de las cindades y reforzar fa imagen de los suburbios como un lugar de relagio y evasion de los problemas de la raza, ta delin- cuencia y la pobreza” El método estatal para resolver las (ensiones raciales y de clase en fa lucha por los recursos y el espacio urbano escasos cen la posguerta apuntaba, en efecto, en dos direeciones, Por un lado, el gobierno federal aval Ja subvencién masiva de las vi- vienilas de clase media en los suburbios mediante ana eombi- nacidn de deducciones impositivas, garantias hipotecarias fede- rales ¥ 601 n de autopistas, en tanto que las erdenanzas de zonificacién local y las restricciones raciales impuestas 0 “pasadas por alto” por la Federal Housing Agency [rta, Agen cia Federal de la Vivienda] hicieron posible que s6lo los blan- cos se mucaran de fa ciudad, Hasta 1949, la politica official de Ja ria fue negarse a asegurar cualquier complejo habitacional alo, y esta agencia no exigié declaraeiones juradas no uineet nos discriminatotias a tos solicitantes de préstamos hasta 1962, Hasta ef dia de hoy, la legistackin sobre la equidad habitacional aprobada por el Congreso en 1968 no fue acompaitada por un aparate pata st imposicidn, E} Departamento de Justicia apenas LitizG annalmente en un puriado de casos en toda la» incluso redujo las solicitudes de indemnizacién durante la ad- widn, © ministracion Reagan. Por otto lado, ef Estado tarbién se embareé en un plan de asistencia publica a las viviendas econdmicas, pero con dos aarandes diferencias. Primero, en agudo contraste con fas cons- truceiones suburbanas blancas de clase media, la ayuda estatal a LA NUEVA LINEA DE COLOR URBANA 81 las viviendas para negros y pobres fue notablemente mezquina: desde 1937 hasta 1968, se hicieron diez millones de unidades privadas para personas de ingress medios y altos, con el res paldo de la Agencia Federal de la Vivienda, mientras que soto ochocientas mil unidades piblicas de construccin apresurada y harata se etigieron con subsidios federales (Kemer Commis- sion, 1989, pag. 474). Segundo, como se otorgé discreciona- lidad a los municipios para decidir si constr plblicas y ddnde ubicarlas, Jos proyectos federales invariable. mente reforzaron fa segregacion, dado que las locafidades blan- cas periféricas se negaron a crear organisms piiblicos de la vi- vienda y los barrios urbanos blancos resistieron con ferovidad la penetracién de negros en su territorio. En Chicago, la violen- cia racial blanca desde abajo y la manipulacida politica blanca desde atriba coincidieron en restringir ef emplazamiento de los complejos de la CHA exclusivamente a los limites existentes del gueto, “con lo que fijaron e institucionalizaron sus fronteras co- mo nunca antes” (Hirsch, 1983, pag. 409). Casi todas las vi- viendas pablicas construidas en las décadas de 1950 y 1960 se emplazaron francamente dentro de los cinturones negros tradi- cionales det South Side y el West Side, o inmediatamente conti- guas a ellos. En 1981, el 95 por ciento de todas las unidades fa- miliares de alquiler de la Chicago Housing Authority estaban ocupadas por negros. En ver de construir complejos habitacio- nales de baja densidad en tierras ns baratas y menos conges- tionadas fuera de las ciudades centrales, como fo hicieron los paises de Europa occidental, ef gobierno de Estados Unidos fo- menté el amontonamiento de torres de mala calidad en los ve- cindatios més afectados por la pobreza, lo que transformé las viviendas pablicas en barrios bajos coustruides y apoyados por el gobierno nacional Ya en 1968, la Comisién Kerner (Kerner Commission, 1989, pig. 474) sefialaba que “los programas habitacionales fe- derates concentian fos segmentos mis empobrecidos y depen- iF 0 no viviendas 82 PARIAS URNANOS, dientes de ta poblacién en Jos guetos del centro de las ciudades, donde ya hay una brecha critica entre las necesidades de fos po- bladores y los recursos piblicos para satisfacerlas”. Esta brecha no hizo mas que ensancharse en las dos décadas siguientes, da- do que los fondos para viviendas piblicas se agotaron y la ciu- dad interrumpid la construccién y hasta cl mantenimiento de {as unidades de la crys tras ser declarada culpable de discrimi- jon racial y sometida a la orden judicial de diseminar esas viviendas en barrios racialmente mixtos. Hasta ef dia de hey, Estados Unidos sigue siendo el tmico pais industrializado del mundo sin un apoyo pibico importante a las viviendas econé: micas, pese al hecho obvio de que fas empresas constructoras, no construirin para los pobres: en 1980, las viviendas de pro- piedad pablica representaban alrededor del | por ciento del mercado habitacional norteamericano, en comparacién con un 46 por ciento en Inglaterra y 37 por ciento en Francia. También es la fini ién avanzada que ha genesado un “gueto vert cal” impuesto por el Estado, doblemente segregado sobre la ba- Q 22 se de Ia raza y la clase a 22. Debido a la edpida mengua de Ins fondos federates, para ne mencio nar el desvergonzado saquen de las areas piblieas por Funconarios fedexsles y locales de alta jerarquia, ta mayena de las grandes ciudades na s6lo son fie rnancieramente Tacapaces de asegurar el manienimienta de su ya insuficiente stack de viviendas para personas de ingresos hans, Fi muchas casos. sis ol- vitldizas burocractas perdievon todo control sobre la administracion diatia de sus propiedades, La hipocresia nltima y el acto que corona et abandone con: sisten entonees cn proponer (come fo hizo Jack Kemp, secretarie de vivienda ¥y desarrotio urhano de Bush) que los inguitinos de viviendas pablicas Feran “promovides” ala propiedad de unidades que estin tan detcrioradas y son tan Inseguras que ni siquiera In autoridad pilica puede constituirse en ellas, 0 ‘mo no sea por medio de una ocupaci6n cuasi militar que atropella sin mea tmientos los derechns civiles biisieos de las lacadores, como sucedié en unt reaceiga de estilo mediatico a una serie de asesinatos en el infame comple de Cabsin Green, en Chicago, en el invierno de 1992. LA NEVA LINEA DE COLOR URAANA a Si los negros pobres estan tan concentradas en el hipergueto de la década de 1980, entonces, se debe en primer lugar a que la tolerancia del gobierno ante la constante y Magrante seemen- tacién del mercado habitacional hace que les sea mis dificil mudarse del niicleo urbano, ya que eleva artificialmente el cos- to de la propiedad y los alquileres en los barrios afroamerica nos periféricos: y segundo, porque todas las viviendas endebles ¢€ inferiores para personas con bajos ingresos que construyé el Estado se emplazaron deliberadamente en él La contraccién del mezqnino Estado de Bienestar norteamericano La retirada del Estado de Bienestar durante las décadas det setenta y del ochenta es otra causa politica fundamental del pre- sente deterioro de tas oportunidades de vida de Ins residentes del gueto. En contra de To que sostiene la popular retérica neo conservadora (Murray, 1984), las dos tiltimas décadas no fue ron un periodo de expansién y generosidad de ta seguridad so- cial sino de retraceién generalizada. La arc ha sido cada ver menos iitil para las familias pobres desde 1970, ya que no inde- fs de x6 las asignaciones de acuerdo con Ia inflacisn y careci fondos suficientes: los desembolsos del programa Hlegaron a un pico de 1.6 por ciento del presupuesto federal en 1973 y desde entonces declinaron constantemente. La ayuda publica no sélo se racioné a través de restricciones legales y buroeriticas a la elegibilidad (Susser y Krensike, 1987; Axinn y Stern, 1988), El poder adquisitivo de la asignacién promedio de bienestar social también se recorts de manera sustancial, Segin un estudio del Center on Budget and Policy Priorities de Washington pc (mencionado en el Chicago Tribune del 16 de agosto de 1990, pag. 20), el valor real del délar de la asignacidn promedio en efectivo a las familias beneficiarias de Ia ayuda puiblica en el estado de Ulinois disminuyé mas del 50 por ciento desde 1970. 84 PARIAS URBANOS. Ey la actualidad, una familia de tres miembros inseripta en fa Abe recibe, en el mejor de fos casos, un maximo de 645 déla- res por mes, ineluides Jos eupones de comida, una suma que apenas alcanza para alquilar un departamento esténdar de un dormitorio en Chicago. Como consectiencia de los cambios de programa y las re~ ducciones de fas erogaciones desde mediados de la década det selenta, lus trasnsferencias gubernamentales en efectivo deja- ron de cumplir el papel compensador que desempeftaban en ta década precedente, cuando fa pobreza entre los negros del queto descendia lentamente. Fundados en un analisis detallado Uc lus indices de “eficacia” de los programas de bienestar so- cial del yobierno, es decir. f1 aptitud para elevar a sus benefi- ciarios por encima de fa tinea de pobreza, Axinn y Stern (LORS, pay. 102) sostienen que “Ia explosién de ta pobreza en las ciudades centrales se debid mucho mas a fa eficacia decli- nante de fos programas que a fa depresién econdmica”. Ea electo. el indice de eficacia de los programas oficiales Hega a n sus niveles ands bajos en las cindades centrales, donde tambi disminuyé sustancialmente con el paso del tiempo: en 1983, el nto de las familias cubiertas por ellos en toda fa hacién eran pobres antes de kis trausferencias y el 184 por ciento después de elas, para una tasa de eficacia del 38 por ciento, cn comparacion con m indive del eincuenta por cienta en 1973, cuando las eifias correspondientes de la pobreza eran 27.5 por cient » 14 por eiento, Si fos programas hubiesen canservado su limitada eficacia de la década del setenta, ba- brian amortiguado los efectos de la desindusteializacion y el crecimiento econdmico polarizado, de modo que los indices de pobreza en las ciudades habrian aumentado silo un punto, de La 15 por ciento. Las deficiencias de las politicas sociales horteamericanas se hacen afin nxds evidentes cuando fas con- {rastamos con las de un pats vecino, Canadé, que no es ningdn lider mundial en materia de generosidad de la seguridad so- 29.9 por LA NUEVA LINEA DE COLOR URBANA, 88 cial. Las economistas Rebecca Blank y Maria Hanratty (1991) demostraron que si Estados Unidos adoptara el sistema cana diense de transfereneias contra la pobreza, el indice de ésta en las familias monoparentales disminuiria del 43 por ciento a una cifra situada entre el 2 y el 16 por ciento, segin cudles fueran los supuestos sobre tasas de participacién y oferta labo- ral, En sustancia, una auténtica politica de seguridad social es- tara cerca de erradicar la pobreza en los hogares enrcabezados por mujeres, que hoy representan una abrumadora mayoria de los pobres del gueto, Los expulsados del mercado laboral también fueron adver- samente afectados por las recientes insufiviencias de la segu- ridad social. En teoria, e) programa estandar para el seguro de desempleo esta diseiiado para enfrentar necesidades ciclicas y proporciona 26 semanas de cobertura con alrededor del 40 por ‘iento de los salarios previos. Sin embargo, frente a a persi tente desocupacién masiva vigente desde mediaos de la déca- dade 1970, las costuras del sistema han empezado a romperse. El Jobby empresaria y ta preocupacién politica por fa reduccion de costos eonspiraron para producir un importante achicamien- to de la elegibilidad y multipficaron los obsticulos administra fivos a la entroga del heneficio. Como cansecuencia de ello, el porcentaje de desocupados cubiertos en toda Ia nacién descen- did del 50 al 30 por ciento entre 1975 y 1985. También en este caso la declinacisn fue especiabnente promunciada en fas grat des ciudades y actus, en particular, en dettimento de las mino- rigs de las éreas céntricas deprimidas, que por estar confinadas en los segmentos nuis bajos del mercado laboral secundatio, son mis susceptibles de ocupar puestos de corta duracidu y st frir frecuentes cambios de empleador. De hecho, los residentes del gueto que trabajan con nris intermitencias raramente cum plen los requisitos para recibir ef subsidio por desocupacién cuando pierden sus empleos. Las politicas fiscales de los gobiernos estacluales y federa- 86 PARIAS URBANOS es también contribuyeron @ aumentar la penuria del gueto. Las repercusiones adversas que las politicas impositivas federa- les de Reagan tuyieron en los pobres estén ampliamente docu mentadas; menos conocido es ef hecho de que muchos Estados desarrollaron programas impositivos que empeoran ain mas ta situacion ya precaria de las familias con bajos ingresos. De cerdo con cifras compiladas por el grupo de apoyo Voices for Illinois Children {Voces para los Niitos de Illinois}, en ese Esta- do cientos de miles de estas familias devuelven una porcién sustaneial de sus magros ingresos en impuestos estaduales. En materia de carga impositiva combinada ~estadual y local— so- bre los pobres, Illinois silo es superado por Kentucky. Como resultado, ef 20 por ciento de los hogares mas pobres del estado pagan casi un 11 por ciento de sus ingresos anuales en impues- tos estaduales y locales, lo que duplica et porcentaje aplicado al | por ciento més rico, Pmebas abundantes sugieren entonces que fo que explica la elevacién de la pobreza y ta exclusién en el nfieleo wbano no es ¢l surgimiento de una “infraclase”, sino la negligencia publica. El sacrificio de tas dreas céntricas deprimidas: ef “achicamicnto planificada” y la marginalidad politica del gueto La negligencia piblica no se detiene en la politica de bie- estar social, sino que se extiende a toda la gama de servicios urbanos. En las décadas del cincventa y el sesenta, fa firme ex- pansifn de la economia ereé un contexte favorable para los movimientos de oposicidn, y las demandas negras en pro de un reparto menos desigual de fos recursos urhanos se satisfi- cieron en parte gracias a una ampliacién de los programas fe- derales y locales, La contraccién econémica de Ia década de 1970 y el crecimiento polarizado de la de 1980, en contraste, alimentaron una reaccién politica y empresaria generalizada LA NUEVA LINEA DE COLOR URBANA 87 contra los esfuerzos puiblicos por Ia mejora de las areas céntri- cas? En el nivel federal, a partir de ta aplastante reeleccidin de Nixon en 1973, el gobierno produjo un stibito rueico de las po. Titicas urbanas que pricticamente anulé y hasta invirtié las mo- destas ganancias de la guerra contra la pobreza. Los fondos pa- ta viviendas publicas se congelaron y mis adelante fueron reemplazados por subsidios federales copatticipados. controla- dos por las elites locales, que los reorientaron en beneficio de la industria inmobiliaria y los propietarios. Toda una serie de programas compensatorios que apuntaban a mantener la viabi- lidad de las instituciones de las areas céntricas, otiginalmente establecidos bajo el paraguas de la Gran Sociedad, fueron suce~ sivamente congelados, recortados y abandonados. En la década de 1980, los recursos federales dirigidos a las ciudades siguie- ron mermando con la finalizacién del programa de capacitacién laboral cra (Comprehensive Employment and ‘Training Act) [Ley General de Empleo y Capacitacién], la Coparticipacion de Rentas Generales y los Subsidios de Desarrollo Urbano. Cuan- do las maquinarias urbanas y los partidos locales quedaron al margen de la politica nacional y se volvieron electorslmente descartables, el sistema de subsidios intergubernamentales que habia amortiguado las penurias de los pobres urbanos a través de las fronteras politicas se desarticuls. A su tuo, el aists micato politico de las ciudades fortalecié su papel empresarial en detrimento de su funcién de proveedoras de servicios sovia 23, Es nevesario agit un andlisis completa de esa reaceiin, sus taices se ciales ¢ imagineria racial, sus mediaciones politicas y su inypacto dilerenciat en tos diversos programas y burocracias estatales que atienden (o controlsn) vvarins companentes de Ia poblacién del guelo, El lector encontrar en el esti~ dio de cosa de George Lipsita (1989, capitulo 8) wn faseinante relato sobre si inicio en In ciudad de S1. Louis, y en Edsall y Edsall (1991) una sugerente discusin sobre el nexo entre “raza, derechos ¢ imputestos 88 PARIAS URBANOS. Jes, lo que fragments atin més fa base de ingresos en que se apoya el financiamiento de las instituciones pablicas (Weir, 1991). : En el plano local, una coaliciin de intereses empresarios, bancarios y comerciales utilizé la crisis fiscal de las ciudades para presionar en favor del desimantelamiento de los programas sociales que sostenian a los residentes del gueto y sus barrios. \ ellos se uni’ la actuncin de planificadores urbanos que vie- ron en el retroceso de los servicios provistos por fas ciudades tun medio eficaz de empujar a los pobres fuera de las areas des- finadas a la renovacisn. El resultado fue lo que el historiador Robert Fisher (1984) Hlamé achicamiento planificado o “selec- cién” de barvios de las areas eéntricas deprimidas: el cercena~ mento selective de Servicios publicos como escuelas, bibliote- cas, clinieas, comisarias y estaciqnes de bomberos, concebido para ineitar a los pobres a dejar el nucleo urbano y liberar re- cursos para {a reurbanizacion societaria y de clase media de ‘oltos vecindatios. Asi, en Chicago, desde mediados de la déca- da del setenta, In asignacion de servicios piblicos y erogacio- nes en infraestruetura, las medidas de Fimipieza de terrenos y las reducciones impositivas sir para atraer y fomentar los capitales privados y expandir un nuevo centro de- dicado a fas fnanzas, la administracién y los servicios para fa clase media, Este desvio de recursos sdlo permnitié que los ba- trios del gueto del West Side y et South Side reeibieran un te- nue flujo de inversiones publieas, que fos dejaron en el estanca- miento y fa deerepitud (Squires e¢ al, 1987). Pocas organizaciones son mas reveladoras del grado de abandono institucional suftido por ef gueto de Chicago que las escuelas publicas, En efecto, éstas quedaron reducidas, en sus- tancia, a ser estableeimicntos de custodia y no de educacién, que sitven mis para atrapar a fos pobres que para abrir una compuerta de escape del gueto, Las escuelas publicas estan ri- gidamente estratificadas por raza e ingresos: en ellas, la segre- ron cada vez ma LA NUEVA LINEA DE COLOR URBANA 89 gacidn racial no ha sufrido modificaciones y la segregacién de clase crece desde Ja década del sesenta, Los nifios de las areas céntricas deprimidas de nuestros dias concurren a clase en est blecimientos cuyo cuerpo estudiantil esté en general integra- mente compuesto por minorias, y el achenta por ciento provie- nen de familias que viven debajo de ta linea de pobreza. Se los educe en las instalaciones mas antiguas y superpobladas, en clases ms grandes conducidas par maestros formados en Jas universidades menos selectivas y tienen menos conscjeros que s escuelas suburbanas o privadas de la ciudad. Por ejemplo, de los 601 alumnos que asistian en 1985 a la escuela Julia Latheop en ef West Side, todos ellos negros, $92 cubrfan los re- quisitus para recibir desayuno y almuerzo gratis. Para esa épo- ca hacia ya dos décadas que la escuela catecia de biblioteca (los fibros juntaban muoho en el comedor) y no habia tuna aso- ciacién cooperadora. Muchas de sus ventanas estaban tapiadas © rolas y los graffiti cubrian las paredes; la cancha de basquet no tenia aros y el patio de juegos estaba Heno de vidrios rotos, Sus maestros provenian de afuera y contadas veces se aventura- ban en la comunidad por temor a la delincuencia. A decir ver dad, era dificil conseguir siquiera que los maestros suplentes se presentaran una vez que conoeian la ubieacin y la condicién de la escuela: “Cuando ven el edificio y el barvio”, se famenta el director, “simplemente no paran. Uno no puede conseguir ni siquiera un taxi que lo traiga” (Chicago Tribune, 1986, pi 151-152). Los colegios secundarios publics segregados de la ciudad introducen a un sistema de colegios universitarios municipales también definidos por fa raza y la pobreza. Y con tasas de de 1 que se elevan bien por encima det 50 por ciento (en comparaci6u con el 2,5 por ciento en los suburbies) y tres de cada cuatro escuelas no preparadas para capacitar a sus alum- ‘nos para ingresar a una universidad que exija un nivel acadéini- cv razonable, la edueacién superior esta fuera del reino de lo 90 PARIAS URBANOS, posible para el grueso de los adolescentes del gueto. Lo cual lleva a Gary Orfield (1985, pag, 176) a insistir en que éstos en- frentan “una serie independiente y desigual de oportunidades educativas que persiste a lo largo de toda su escolarizacién, Po- dria argumentarse con facilidad que sus experiencias educacio- nales no pretenden ni pueden preparar [los} para actuar en la misma sociedad y la misma econom: Como atienden tina pablacién que los funcionatios piblicos consideran descartable, las escuelas del gueto también estan en la primera linea de los recortes presupuestarios periddicamente impuestos por una Junta de Educacién constantemente necesi- tada de fondos. Fn el verano de 1994, el superintendente esco- far de Chicago anuncié planes para cerrar 16 escnelas, a fin de tratar de reducir un inesperado deficit de doscientos millones de dalares: 14 de ellas estaban situadas en bartios negros po- bres (Chicago Tribume, 5 de julia de 1991), ¥ las eaveelos pre rroquiales ya no pueden Hlenar ef vacio generado par el colapsa de la edueaciin pilica: justo un ato antes, Ja arquidice ide Chicago habia revelado planes para cerrat 17 establecimientos debido a dificutiades econsmicas, 11 de ellos en yecindarios hegros pobres, ; I deteriorn de las escuctas priblicas sélo se com, con el de los esta blecimientos de salud publica "cleo. misionado inferine de salud de Ch ie Renee sa ahaa que el sistema de salnd piibliea de le ciudad “es un no-sistema L...] deficiente y a punto de caetse a pedazos” (Chicago Tribu ne, 16 de enero de 1990), Debido a los lentos y tardios reembot. sos de Medi aid,” en las dos iiltimas décadas quebraron una do- cena de clinicas y hospitales de tas freas céntricas deprimidas. En 1987 cers sus puertas el Provident Hospital, el hospital ne- * Programa gubernamental norteamericano de atencién médiea para Ins personas de eseasos recursos fn. del ea LA NUEVA LINEA DE COLOR URBANA ol gro mas antiguo de fa nacién, fundado casi un siglo atti, lo que dej6 al South Side virtualmente sin establecimientos hospital rios accesibles para los pobres. Cuatro afios después, el gobie no local no habia cumplido aiin su promesa de reabrirto. ‘Al margen del hospital del condado de Cook. exeesivamente recargado, ningiin prestador privado de atencién médica del Area de Chicago brinda una atencidn prenatal accesible a Tas mujeres que earecen de obra social, La “descarga perinatal” de pacientes det gueto también es una prtetica de rutina: fas mnie- res pobres sin seguro de salud y susceptibles de tener embara- 208 de alto riesgo son habitualmente rechazadas por los hospi- tales privados, que no vacilan en violar fa ley y trastadarlas al hospital del condado de Cook, incluso durante el trabajo de parto (Chicago Tribinre, 1989). Los residentes de fas areas eén- tricas deprimidas no elaman por tratamientos médicos de alta tecnologia sino por fa atencién mas bisiea, como ta yacunacion de los nifins, ef Papanicolaou para las mujeres. el control de la presién sanguinea y el colesterol y enfermeras que visiten a los pacientes pabres. Como consceuencia de este Yembotellanien- to médico”, mientras que en el Estado de Llinois ef indice de mortalidad infantil de bos blancos se elevaba en 1985 2 9,3 ea- da mil nacimientos, la cifia correspondiente a los negros era 21d (Statistical Abstract of the United States. cuadr 116). Y fen muchas 2onas de! gueto, este indice subid por encima del 3 por ciento y supera el de paises del Tercer Mundo como Costa Rica y Mali, Todos los alos mueren mas de mil recién nacidos en el gucto de Chicago, y otros tres mil nacen con dao cere bral y otros graves trastornos neurolégicos. Investigaciones ecoligicas y médicas detalladas realizadas en la ciudad de Nueva York sobre ef patron sinérgico de la ma yor desigualdad en Ia atencién de fa salud, fa muerte violenta y Ja carencia de techo, la difusién del sips y ef abuso de drogas, establecieron una relacién causal directa entre el abandono ur- bano y Ia desintegracién social de los barrios de los guetos por 2 PARIAS URBANOS un lado, y fas redueciones en servicios municipales como el control de incendios, la proteccidn policial y la sanidad @ nive- les muy por debajo de los nevesarios para mantener las densi dades de poblacion urbana, por ef otro (Wallace y Wallace, 1090), Carla vez que los servicios urbanos fueron recortados o suprimidos, los indices de motbilidad y desampato social se dispararon, poniendo de relieve un cielo autoalimentador de de~ cadencia urbana y violencia mortal que somete a barrios ente~ ros a una espiral de deteriore. EL sistema de bienestar social también interaetiia eon los propietarins inmobiliarios para agravar las condiciones de vida de los tesidentes del gueto, y contribuye de manera indirecta a la profusién de viviendas de calidad inferior a la normal, Sabe~ dotes de que sus inquilinos son una clientela rehén, tos propie- avios de los barrios bajos -ineluidas las autoridades de los or- zanismos publicos de vivienda~ cobran elevados alquileres ¥ descuidan las reparaciones y servicies mecesarios, a la ver que reciben una renta completa por depattamentos que solo lus re ceptores de fa seguridad social estarian dispuestos a ocupar (Susser y Kronsike, 1987, pig, 57), De tal modo, en Chicago niuchos edificios de viviendas piblicas se estén derrumbando literalmente y casi todos ellos violan muchas de las disposicio- nes de los codigos municipales. Por lo comin estin infestados de enicarachas, ratas y gusanes, Complejos de torres como ef de Llemy Homer Homes en el West Side de ta ciudad 6 Cabrini Green, en ef Near North Side, no tienen vestibulos de entrada bi guardias de seguridad. los ascensores no funcionan, las pare- sles estin cubiertas de gralTit y tas eajas de fas escateras, sin lu ces, apestan a osina, En general, los departamentos de la planta baja estan abandonads y tapiados por falta de seguridad. La inayoria de las nidades de las torres Henry Horner no vieron tuna nano de pintura desde 1970 y estan en tal estado de dete- jioro que en junio de 1991 la asociacion de madres del comple- jo demandé a la Oficina de la Vivienda de Chicago por ignorar | k i LA NUEVA LINEA DE COLOR URBANA 93 una “demolicién de facto” del lugar: casi la mitad de sus 1.760 tunidades estaban vacias por falta de fondos para renovatlas © limpiartas con el objeto de ponerlas en alquiler: EL colapso de las instituciones paiblicas en el niieleo urbane y la sostenida marginalidad de ta poblacién del gueto son en- tonces el resultado de una politica que fragments la esfera pi blica, debilité las capacidades politicas de lus negros (Painste y Fainstein, 1989) y estimuld fa salida hacia el sector privado de todos aquellos que podian solyentarla, para dejar que fos sectores mas pobres de la clase obtera aftoamericana se pudrie- tan en el purgatorio social del hipergueto CONCLUSION En un famoso articulo sobre las villas de emergencia de América latina, Alejandro Portes (1972, pag. 286) sefiala que “el grave error de las teorias sobre tos barrios bajas urbanos ha sido transformar las condiciones socioligicas en rasgos psicoldgicos ¢ imputar a las victimas las caracteristicas distor sionadas de sus victimarios” (las itilicas me pertenccen). Esta es una earacterizacidin idénea de los recientes debates politicos académicos y piblicos sobre el gueto en Estados Unidos. Al concentrarse con estrechez de miras en fas presuntas defivien cias de conducta y culturales de los residentes de las areas én. tricas urbanas 0 ef impacto agrezado de fa consolidaeisn de un orden econdmico postindustrial y ao prestar debida atencion a las estructuras histéricas de la desigualdad separacién espac! cial y de chase, la : al y Ja (in)aceién gubernamental que ta filtra © amplifica, tas discusiones recientes acerca de Ia asi Hamada infraclase han ocultado las raices politicas de las penurias del gueto y contribuido a una mayor estigmatizacién y aislamiento politico de sus residentes. No hay espacio aqui pa abordar las numerosas inconsis- o4 PARIAS URBANOS, es defectos empiricos y peligros pol tencias analiticas, grav 24 incluidas sw cos del concepto demi-savant de “infraclase jnestabilidad interna y su heterogencidad, que hicieron posible yolver a azar sus limites a voluntad para adaptarse a tos inte~ reses ideoligicos det momento: su esencialismo, que permite tun deslizamiento del sustantivo a la sustancia y de la medicién a la realidad, fo que Heva a tomar erréneamente wn artificio ¢s~ tadistico por wn grupo social real; sus vastas connotaciones mo~ rales negativas y su fono falsamente “desracializado” que auto~ riza a quienes lo usan a hablar de fa raza sin que parezca que to hagan. Baste destacar, « modo de conclusién, su propensién in~ herente a separar el gueto de las estructuras sociopoliticas mas genertles de la dominacién de casta y de elase, de ta que aquel es a Ja ver im producto y um meeanismo central ‘Altevitalizary modemizar la idea secular de qne la pobreza urbana es el resultado de tos vicios personales y las patologias colectivas de los pobres, la retérica de la “infraclase™ dio un barniz de legitimidad cientifica a los temores de fa clase media al subproletariado negro y bloqueé un analisis preciso ¢ histori~ camente fundado de ln cambiante articulacién politica de la se~ gregacion racial, Ia desigualdad de clases y et abandono estatal en la ciudad norteamericana. Desvié la atencién de los disposi- tivos institucionales en educacién, vivienda, bienestar social, transporte y servicios médicos y humanos que perpetitan la concentracidn de los negros desoeupados y subocupados en el niicleo urban, AL omitir relacionar el estado del gueto con el colapso del sector piiblico, liberd de responsabilidad a las deci siones urhanas, hahitacionales y edueativas tomadas per los go- 24, Ver Waeqntant (19926) para un aniitisis de las fimciones det ito aca éinico de la “infraclase” en Jos campos intelceteal y politico perioisticn, ast como de las fxentes de su éxito social. Fn Gans (1991) se encontrard una con vincent discusidn de sus responsabilidades politcas. LA NUPVA LINFA DE COLOR URBANA 9 biernos federates y locales, tanto demécratas como republica- nos, desde mediados de fa década del setenta l No obstante, es esta politica de abandono y contencidn pur nitiva de Jos negros pobres ta que expliea que, aun sigho de su ereacin y dos décadas después de Ja abortada y mal Hamada “Guerra contra la pobreza” del pais, el gueto norteamerican siga siendo, para citar unas lineas del prefacio del informe de la Comisién Kerner (Kerner Commis: 1968, “Ia personificacisn de la vergtienza de la nacién, de su fracaso més profunde y su mayor desaffc jon, 1989, pag. xx) de REFERENCTAS BIBLIOGRAFICAS, Anderson, Elijah: Sireenvise, Race, Class. and Change in an Urban Community, Chieago, University of Chicago Press, 1991 Aschenbrenner, Joyee: Lifelines: Black Fuaities in Chicago, Prospect Heights, Waveland Press, 1975, Auletta, Ken: The Underclass, Nueva York, Vintage, 1982, Axi, June, y Mark J. Stern: Poverny and Dependency. 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Este trabajo est basado en una confevencia del mismo titulo realizada en la Amsterdan School for Social Science Research, el 26 de woviesnbre de 1996. Quiero agradecer a los participantes por su cilida recepeida y por sus previsas comentarios y exlticas Traducetén: Javier Ausero, La teoria del “proceso civilizatorio” de Norbert Elias junto ‘con suis comentarios sobre el proceso anverso - tos arrehatos de “deseivilizacién”- ofrecen una poderosa herramienta para cons- truir un diagnéstico sobre Ia mutacién en el gucto negro nortea- mericano que tiene lugar a partir de los affos sesenta, Una adap- tacién de su marco nos puede ayudar superar algunas de fas perennes limitaciones que tienen fos andlisis convencionales de Ja intrincada euestion de la raza y la clase en tas metrSpolis de Jos Estados Unidos (sobre esto, véase Wacquant, 19972), El gueto a la tuz de la sociologia figuracional En primer lugar, Plias nos alerta contra la Zustandreduktion, la “reduceisn del proceso al Estado”, reduccién que esta incor porada en ef idioma de la investigactén sobre fa pobreza, la cual fija su atencién en las propiedades descriptivas de los indi Viduos y poblaciones desaventajadas, inducida por ta filosofia de la ciencia positivista que fa anima. En lugar de pensar al gueto en términos estaticos y morfoldgicos, él sugiere que lo concibamos como un sistema de fuerzas dinamicas que entrela- zan a agentes situados en el interior y en el exterior del perime- tro. Nuestros focos empiricos deben ser las formas, no los por- 108 PARIAS URBANOS. centajes (de segregacidn, destitucidn, desempleo, etcétera), las conexiones, no las condiciones. En segundo lugar, la novién de Elias de figuracién como una trama extendida de personas ¢ instituciones interdepen- dientes, vinculadas simultineamente en varias dimensiones, uos invita a eludir el fraccionamiento analitice favorecide por el andlisis social centrado en las variables [variable-oriented]. Sostener que, a los efectos de investigar procesos interdepen- dienles, uno debe necesariamente seccionarlos en sus compo- nenites es una supersticion cientifica” (Elias, 1978, pag. 98). Rava 0 espacio, clase 0 raza, Estado o economia: estas oposi- ciones artificiales que fragmentan la ciencia normal de la po= breza urbana en Estados Unidos no son aptas para eapturar los ensamibles causales y los procesos que estén immplicades en Ia consteuceidn y reconstruccién del gueto como un sistema social y como unta experiencia vivida. 1, Elias offece un modelo de (ransformacién En tercer h social que abatea y me varios niveles de andlisis que van des: de organizaciones de seala del poder politico y econdmi- co, pasando por las relaciones sociales institucionalizadas, has- ta los patrones de interaccion de Los lipos de personalidad modelo 110s eshorta a mantener conceptuatieate juntos ka mds macro” de las macroestructuras y la mas “micro” de las mi- crotransformaciones [egando hasta la constitucién “biopsico~ social” del individuo, para hablar come Marcel Mauss (1968), Porque fa sociogénesis y ta psicogénesis son dos lados de fa mise moneda de la existencia humana, y cambios en la una no pueden sino repercutir en la ova En cuatto lugar, siendo mds importante para nuestro props- sito, Elias ubica la violencia y ef miedo en el epicentro de la ex- periencia de Ja modernidad: juntos Forman el nudo gordiano que vincula las operaciones del Estado con la mas intima con- formacidn de la persona, La expurgacién de la violencia de la vida social via stt reubicacion bajo la égida del Estado abre el gran e BLIAS EN EL GUETO NEGRO 108 camino para la regularizacién det intercambio social, fa rituai- zacién de la vida cotidiana, y la psicologizacién del impulse y la emocidn, conduciendo al infercambio “cortesano”, y por tan to cortés. En fo que hace al miedo, proporeio’ central para fa introyeccién de los controles sociales y ta “regu- lacién [autoadministrada] de toda la vida instintiva y afectiva” (lias, 1994, pag. 443). Ahora bien, el miedo, la violencia, y el Estado son partes in- teprales de la formacidn y transformacién del gueto negro nor- teamericano. Miedo a la contaminacién y a la degrada la asociacién con seres inferiores ~esclavos alvicanos la raiz del generalizado y penetrante prejnicio, y de la institu cionalizacion de la rigida divisién de castas, la cual, combinada con Ja urbanizacién, dieron nacimiento al gueto a principios de siglo (Jordan, 1974; Meier y Rudwick, 1976). Violencia, tanto desde abajo, en Ia forma de agresion interpersonal y terror, ast como desde arriba, en Ja forma de discriminacién y segrega- cidn promovidas por ef Estado, que ha sido ef instrumento pre ponderante en el trazado y la imposicién de ta “linea de colo Esta violencia jucga un rol critico en el retrazado de los limites sociales y simbélicos de los cuales el gueto contemporineo es Ja expresion material cidn via estén en Di spacificacion, desertificacin e informalizacion En otro lugar he caracterizado la transformacién en el South Side de Chicago, el Black Belt histérico més importante de la ciudad, como un cambio del “gueto comunal” de mediados de siglo al fin-de-siécle “hipergueto” (Wacquant, 1994), una nueva formacidn socivespacial que conjuga fa exclusién racial y la exclusign de clase bajo la presién de fa retirada det mercado y el abandono del Estado, dando lugar a la “desurbanizacion” de grandes porciones del espacio de la inner-city, el mecanismo uo PARIAS URBANOS, El gueto comunal de los altos que siguicron inmediatamente ala posguerra era el producto de una divisién de casta omnia- bareadora que obligaha a los negros a desarrollar su propio mundo social a la Juz —o entre las grietas—de las hostiles insti- tuciones blancas. El resultado era una formacién socioespacial compacta, claramente delimitada, que comprendia wn conjunto completa de clases negras ligadas entre si por una coneiencia racial inificada, sma extensiva divisidn social del trabajo, y am- plias y extendidas agencias comunitarias de movilizacién y de formulacién de reclamos. Formaba una “cindad dentro de ta ciudad, inguigndose en una relacién de oposicidn com Ia socie~ dad blonea mas amplia, cuya infraestructura institucional basi- ca fnchaha por duplicar Fsta “metropolis negra”, para usar ef elocuente titulo del clasico estudio del “Bronzeville” de Chicago realizado por St Clair Drake y Horace Cayton (1945), ha sido reemplazada por una forma urbana diferente, El hipergueto de los afios ochenta y noventa expresa tna exacerhacién de la histirica exclusion racial tamisada por un prisma de clase y exhibe una configura- cién espacial y organizacional novedosa, Dado que enfaza a la segtegacidn de color con ta bifureacién de clase, ya no contie~ ne una extensa divisidn del Gabajo ui un conjunto completo de clases sociales. Sus limites fisicos son mas borrosos y sus insti uciones dominantes ya no son organizaciones que aleanzan a oda la comunidad (como las iglesias, hospedajes, y la prensa negra) sino burocracias estatales (ireffare, la edueacién piiblica y la policia) cuyo objetivo son las *poblaciones problema” inarginalizadas. Porque el hipergueto ya no es un reservorio de Jos trabajadores industriales disponibles, sino un mero Ingar de desecho para Jas numerosas categorias de las cuales la sociedad circundante no hace uso politico o econémico alguno. Y esta saturado de una sistemética inseguridad econdmica, social y fi- sica, debido a la erosién del mercado de trabajo asalariado y del apoyo estatal, erosién que se refuerza mutuamente. De esta ELIAS EN EL GUETO NEGRO ur manera, mientras que en su forma clisica el gueto actuaba, en parte, como un eseudo protector contra la brutal exclusion ra cial, ef hipergueto ha perdido su rol positive como un eobijo colectivo, transformandose en una maquinaria mortifera de una relegacién social descarnada El cambio del gueto comunal al hipergueto puede ser grati- ficado de manera dinamica en términos de la interaccion es truciurada de tres procesos dominantes, El primero es fa despa cificacién de la vida coridiana, esto es, se filtra ta violencia c el entramado del sistema social local. El ereciente deterioro y peligro fisico en el centro urbano racializado de Estados Uni- dos, discernible en el abandono de la infraestructara barrial y en las astronémicas cifras de crimenes contra las personas (ho- micidio, violaciones, asaltos y apaleos), han forzado una com- pleta transformacién en las rutinas diarias y han creado una at- mésfera sofocante de desconfianza y temor Un segundo proceso implica deseiferenctacitin social, con- duciendo al deterioro del entramado organizacional de los gue- tos. La desaparicién gradual de los hogares estables de las cla- ses trabajadoras y de las clases medias aftoamericanas: et amontonamiento de las viviendas piblicas en las barrindas po- bres negas, y la desproletarianizacién de los residentes que aun quedan alli, han socavado las instituciones locales, sean éstas comerciales, civiles 0 religinsas. EI persistente desempleo y la aguda privacién material han puesto en marcha el encogimien. to de las redes sociales, mientras que la futilidad politica [poli~ tical expendability| de los negtos pobres ha permitido el drasti co deterioro de las instituciones pitblicas, Desde las escuelas, las viviendas, y la salud, hasta la policia, las cortes, y el welfir- re, estos Gltimos operan de tal manera que acentiian la estigma tizacién y el aislamiento de Jos residentes del gueto (Wacquant, 1997b) Un tercer proceso es la informalizacion econdmica: las insu- ficiencias combinadas de fa demanda de trabajo, la desertitiea 12 PARIAS URBANOS, cion organizacional de los barrios, y los fracasos de Ja ayuda del welfare ban promovido el erecimtiento de una economia no regulada, lidlerada por la venta masiva de drogas y de varias #¢~ lividades ilegales. Hoy, la mayoria de los habitantes del South Side de Chicago encuentra su principal base de sustento en el comercio eallejero y en el sector de asistencia social: el trabajo asalariado es muy escaso y snuy poco confiable para ser el an- claje principal de sus estrategias de vida (Wilson, 1996). Retirada del E 1ado e hiperguetizacion El nexo causal que propulsa fa hiperguerizacién det centio turbano eagloba una compleja y dinimiea constelacién de facto- res politicos y econémicos que se desarrollan durante toda la gpoca de la posguerra ~y antes de ésta, dado que muchos de ellos pueden ser ubicados en fa era de la consolidacién inicial del gueto al comenzar la “Gran Migracién” de 1916-1930-, fo cual desmiente el argumento de corto plazo de ta natrativa que habla de la infraclise Jynderclass} como un producto de los aiios setenta, En contra de las teorias monocausales, argument {que la hiperguetizacién no tiene nna sine dos raices fundamen- ales, la una en los canibios de ta economia urbana, y la otra en las estruettas y politicas del Estado norteamericano federal y local. Y que la rigida segregacion espacial perpetuada por Ta inaccion politica y la fragmentacién administeativa (Massey y Denton, 1993; Wether, 1991) suministra fa pieza clave para vincular ambos conjuntos de fuerzas en una constelacién que se auloperpetita, altamente resistente a los abordajes converciona- Jos, estén éstos centrados en la movilizacién social o en las po- liticas sociales. Dicho esto, el colapse de las instituciones pitblicas —resul- tante de la politica estatal de abandono y de la contencién puni- tiva de [a minoria pobre emerge como fa raiz mas potente y BLIAS EN EL GUETO NEGRO me, distintiva de la artaigada marginalidad en la metrdpolis nortes: merivana. Despojado de sus especificidades, ef modelo teérico del rol del Estado en la hiperguetizacién que Elias nos ayuda a precisar puede ser bosquejado de ta siguiente manera, La ero- sidu de la presencia, el aleance y Ia effeacia de las instituciones publicas y de los programas encargados de proveer los bienes sociales esenciales al centro urbano sacializado envia una serie de ondas de shock que desestabilizan la ya debilitada matriz or- ganizacional det gueto, Estas ondas de shock (si bien correla- cionadas con y amplificadas por) son independientes de las on- das que emanan de [a reestructuracién posfordista de la economia y que producen ta dualizacién de tas ciudades (Sas- sen, 1990; Mollenkopl'y Castells, 1991), La masiva desinversién social que sigue de la reduccién del gasto estatal: 1) avelera la descomiposicion de la infraestructura institucional autGctona det gueto; 2) facilita la generalizacién de la violencia pandémica y alimenta ef envolvente clima de te- mor: y 3) da Lugar e impett al florecimiento de la econo formal dominada por el comercio de drogas. Estos tres pro sos se re(roalimentan y quedan encervados en una constelacién que pareciera reproducirse por sf sola. Todos los signos exter- nos de esta constelacin indicarian que ella es promovida des- de el interior (0 “especifica del gueto”), cuando en realidad es- {4 (Sobre}determinada y sostenida desde afiera por el brutal y desparejo movimiento de retirada del Estado de semibienestar in a PARIAS URBANDS. Figura 1. Modelo simplificado de las relaciones entre la retirada del Estado y Ia hiperguetizacién 7 Pe Des-pacifieaction de ta a Ma tee Retirada del Estado eee L contncion pinay Tzun, Y - ee ease (+desproletatizacién) hecho de que la trayectoria involutiva del gueto parece ser promovida por procesos endégenos ¥ autocontenidos es central para la redefinicion politica e ideoldgica de la cuestién de la raza y de la pobreza en ta década del ochenta. Porque da via libre para culpar a las victimas, como en el diseurso estig- matizador de ta “infraclase behaviorista” [behavioral under- class] (Gans, 1995), que justifica un retiro aim mayor del Esta do. Lego, este iiltimo discurso “verifica” ta visién de que el gueto esta fuera del alcance de cualquier politica de remedio, dado que las condiciones dentro de él siguen deteriorandose. De esta manera, el deterioro de la ecologia organizacional del gueto debilita su capacidad colectiva para controlar formal e informalmente fa violencia interpersonal, Jo cual, en el contexto de una generalizada privacién material, conduce a un aumento en el crimen y en ka violencia (Bursick y Grasmick, 1993), Mas alld de cierto umbral, fa ola de crimen violento imposibilita la pperacién del comercio en el gueto y, por ende, contribuye a la extenuacién de la economia asalariada, A su vez, la informali- zacién y la desproletarizacién disminuyen el poder de compra y la estabilidad de la vida de los residentes en ef gueto, lo cual so- cava In viabilidad de sus instituciones ~y por tanto de fas posi- bilidades vitales de quienes dependen de ellas-. También incre- ELIAS EN EL GUETO NEGRO. es menta el erimen, dado que la violencia es ¢] medio principal de regulacién de las transacciones en la economia callgjera, cuya violencia alimenta el debilitamiento organizativo y promueve, a su vez, la informatizacién econdmica. De la red de proteccién a la red harredera® Fl repliegue del Estado no significa que el Estado se retira in foro o que desaparece de los barrios de relegacidn norteame- ticanos. A los efectos de reprimir los “desérdenes” publicos asociados con la marginalidad aguda causada por Ja reduceidn —o terminacion~ de sus politicas (federales) econdmicas, de vi- vienda, y de bienestar social, el Estado (local) debe incremen- tar la vigilancia y Ia presencia represiva en el gueto (Davis, 1990, capitulo 5), En realidad, Jas wltimas dos décadas han sido testigos de un crecimiento explosivo de las funciones penales del Estado nor teamericano, las prisiones y los dispositivos carcelarins (liher- tad vigilada, libertad a prueba, monitoreo electronico, eteérera) fueron desplegados pa ciente destitucidn cansada por la contraccion del apoyo del sel fare. Hoy, los Estados Unidos estan gastando mas de doseien- tos mil millones de dolares al afio en ta industria del control del crimen, y el “rostro” del Estado mas familiar para los jévenes del gueto es el del policia, el del agente judicial que vigila fa i bertad condicionada y el del guardia de la prision (Miller, 1996). Porque la triplicacién de fa poblaci6n carcelaria en los aaltimos quince afios ~de 494 000 en 1980 a mas de 1.500.000 -a reprimir las consecuencias de la cre- © EL téemino mtilizade por el aulor es “dragnet” éste hace referencia a unt ced wtilizada para oftapar cosas. Fs una imagen que designn fa serie de med das y programas que In polifa y las autoridaces penales ulligan para atrapar ‘ain mayor cantidad de gente posible fn. del 1). 6 PARIAS URBANOS en 1994~ ha golpeado con especial brutalidad a los pobres ur= banos de origen afroamericano: considerando a la poblacion de entre dieciocho y treinta y cuatro afios, un hombre negro de ca- da diez esté actualmente en la prisién (comparado con un adul- to de cada eiento veintiocho para el pais en su conjunto), y uno de cada tres esti bajo la supervisién de la justicia criminal o de- tenido ent algiin momento en el transcurso de un ato. Sin embargo. el reemplazo de tas funciones de provision so- cial por las fimeiones disciptinarias, Hevadas a cabo por la poli cia, Ia justicia criminal, y ef sistema carvelario, ha sido parcial, de tal manera que el resultado neto de este “simultineo refer 709 debilitamiento del Estado” (Poulantzas, 1978, pig. 226) es tuna mareada disminucidn de Ja profundidad y el alcance de la regulacién estatal en el centro urbano. Esto es evidente incluso en el area del orden piblico, a pesar de la guerra de guerrillas que ta poticia y las cortes libran contra fos pobres urbanos bajo fa cubierta de la “guerta contra las drogas”, Inclusy en aqnellas partes del gueto en donde tas fuerzas policinles son mas visi- es, la “red barredeta” (“draguet"] no puede compensar el desmembramiento de la “red de seguridad social”. Por ejemplo, dle la preseneia de una estacidn de policia dentro de los. a pes Robert Tastor Homes, a mas infame concenteacion de vivienda social y de miseria social, el Departamento de Vivienda de la cindad de Chicago (Housing Authority) considers ecesario crear su propia fuerza policial privada suplementaria, a los efectos de patrullar el territorio en donde se encuentran las vi- viendas, Ineluso asi, no pueden garantizar una aainima seguri- dad fisica a sus habitantes (a principios de los noventa, el por vent ide excedia tos 100 sobre 100.000, Ja nis alta en fa ciudad), para no hablar de wo control mas especifica: los Hamados “comportamientos de aclasc” que tanto preocupan a las elites politicas y a los cexpertos del disefio de politicas, Esto se debe a que la retirada del B je de homicidins en esa seceién del South fas in ido impacta en el gueto ELIAS EN EL GUETO NEGRO WW no sélo porque reduce Jos flujos de inversisn e ingresos, sino también, y de manera mas signifieativa, porque desteje toda la red de “relaciones sociales indirectas” (Calhoun, 1991) sosteni= da por las instituciones piiblicas y por las organizaciones priva- das que éstas apoyan. El reemplazo del Estado de semibienestar por el Estado penal no puede sino reforzar la miisina inestabili« dad econdmica y la violencia interpersonal que se supone debe apaciguar (Wacquant, 1996). ntonces Elias nos ayuda a “volver a poner al Estado en et centro” [“bring the state back in| del anilisis del nexo entte casta, clase y espacio en ef hipergueto norteatnericano, El estu- dio del rol del Estado debers incluir: 1) todes fos niveles del aparato de gobierno (federal, estadual, municipal), asi como las estrategias y las pricticas que hacia él llevan a cabo los resi- dentes del gueto; 2) no sdlo las politicas de bienestar welfare) © las politicas “antipobreza” sino toda la gama de actividades estatales que afectan la estructuracin socioespacial de la desi- gualdad, incluyendo las politicas criminales y penales; 3) Io que la autoridad piblica hace y lo que deja de hacer, porque ef Estado moldea Ja marginalidad urbana no silo por comision si- no también -y de manera quiza decisiva en el caso de los Esta~ dos Unidos por omisién (social y racialmente selectiva). Llevar a Elias al gueto negro norteamericano sugiere que tos modelos tedricos de Ia transformacion de este altimo (y de la reconfiguracidn del orden metropolitane) que omiten al Esta do, sus capacidades organizativas, sus politicas y sus discursos, y sus modalidades reales de intervencisn en el terreno, no Jo- gran sacar a la Juz las raices politicas particulares de fa confi guracion de la exclusion racial y de clase, de la cual el hiper gueto contempordneo es sa concreta niaterializacién. Y corren el grave riesgo de ser invocadas para formular prescripeiones que pueden hacer poco mas que dar una fegitimacién ex post facto a las politicas de abandono urbano y de conteneién repre- ‘siva del (sub)proletariado negro, causas principales del agrava- 18 PARIAS URBANOS, miento continuo de la dificil sitnacién de los excluidos [out- casts] urbanos en Norteamérica REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS Bursik, R. J. y Grasmik, H. 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Parias urbanos Estigma y divisién en el gueto norteamericano y la periferia urbana francesa” * “Ushan Outeasts: Stigma and Division in the Black American Ghetto and the Freneh Usban Periphery”, ea ternational Journal of Urbwor amd Regional Research 17-3 (septiembre le 1993), pigs. 366-383, Quiero agradecer 4 tos purticipantes en ku Conferencia sa sobre “Penden cias comparativas en la desiguatdad urbana”, organizada por la Universidad de California en Los Angeles, asf como a quienes intervinieron en el colo departamental del Departamento de Sociologia y en el Taller sobre Ciudala- tia y Politica Social del Cento de Estudins Europens de fa Universidad de Harvard, por sus estimulantes crticas y reacciones a versiones previas y frag mientos de este trabajo. FI financiamicato y el apoyo del Urban Poverty and Family Stuctare Project de Ja Universidad de Chicago, ef Joint Center for Political and Beonomie Studies y tu Russel! Sage Foundation eontribuyeron a hhacer posible esta investigacién, De todas maneras, los puntos de vista aqui expresados son exelusivamente los del autor cla “norteamericanizacién en la ciudad europea? de la pobr Dos tendencias interconectadas han reconfigurado el rostro de las cindades de Europa occidental en la década pasada. La primera es el pronunciado ascenso de variadas desiguakdades urbanas y la cristalizacién de nuevas formas de marginalidad socieconémica, algunas de fas ewales parecen fener tn compo= nente “étnico” distintivo y alimentar (y alimentarse de) proce- sos de segregacién espacial y agitacién piblica (Waequant, 1993a). La segunda es la inrupeién y diseminacién de ideolo- gias y fensiones etnorraciales o xendfobas como consecuencia del aumento simultaneo de fa desocupacién persistente y et asentamiento de poblaciones inmigrantes antes consideradas como trabajadores de residencia temporaria. Las estructuras de esta “nueva pobreza” (Marklund, 1999) distan de estar plenamente dilucidadas, pero sus manifestacio nes empiricas exhiben una serie de notorios factores comunes que superan las fronteras nacionales. El desempleo de larga da ta Ia actividad ocupacional precaria, fa acumulacion de mili ples privaciones en los mismos hogares y barrios, el achica- miento de las redes sociales y el aflojamiento de los kazos, sociales, y la difienttad de las formas tradicionales ce seguro 14 PARIAS URBANOS, social y asistencia pablica para remediar o poner un freno a las penutias y el aistamiento: todas estas situaciones pueden obser~ varse, en grados diversos, en todas las sociedades avanzadas.! De manera similar, a lo ancho y lo largo del continente existe hoy una preocupacidn ereciente por el desarrotlo del “racismo europeo” y se renuevan las teorias sobre sus vineulaciones his~ con Ja inmigraci6n, fa crisis del orden na- cional y diversas favetas de la actual transicién econdmica pos fordists (por ejemplo, Balibar, 1991; Miles, 1992; Wieviorka, 1992) La coincidencia de nuevas forinas de exclusién urbana eon to rivalidad y la segregacién etnortaciales dio credibilidad, pri- ina facie, a ta idea de que la pobreza europea se esté “nortea- mericanizando”, De alli que muchos anilisis europeos (aunque de ningiin mode todos) recurrieran a los Estados Unidos en busca de ayuda anatitica, en un esfuerzo por deseifrar la deara- dacién setual de Las condicion as en sus respectivos paises. Se ha producido asf la difusién tansathinti- ca de couceptos, modelos y a veces teorfas listas para usar de tdrieas 0 funcional sy las relaciones urb: lus ciencias sociales norteamericanas recientes (y no tan recien- tes)? Esto es visible en la preocupada y confiasa discusién pi- blica en Francia ~y en otros paises, como Rélgica, Alemania e Htalia sobre ft prestnta formacion de “guetos” de inmigrantes cu barriadas obreras deterioradas que albergan grandes zonas 1 Para una muestra de las discusiones sobre la “nucea pobreza” en Ingla- tera, Francia, Halia y Holanda respeetivamente, véanse Townsend ef af 11987), Paugam (19911, Mingione (1991) y Engbersen (1989) 2. Por ejemplo, en Francia se puso muy de moda cn algunos seetores la primera escuela de Chicago (cone lo testimania la traduccion de The Ghewo, de Wirth, y de una seleeciin de esettos de bas pradees de fa ecologia urbana), x pesar del hecho de que su paradigm es considerado casi unvinimemente co- mio obsolete luego de las cvtieas tedricas devastadoras que se le hicieron en Jus dos dltimas décadas (Gotuiener y Feagin, 1988). PARIAS URBANOS, 1s de viviendas para personas de bajos ingresos, conocidas con: cités. También puede constatarse en la difusién de la nocién de infiaclase [underclass] en Gran Bretafia y su ingreso de contra. bando en Holanda para abordar las tensiones suscitadas en la ciudadania por ta concatenaciou emergente de desempleo, dis- criminacin étnica y decadencia barrial.? Sin embargo, esos préstamos conceptuales se levantan en terrenos analiticos mo- vedizos, en la medida en que suponen exactamente lo que es necesario establecer: a saber, que el lenguaje canceptual nor- teamericano de las “relaciones de razas” tiene respaldo en las realidades urbanas de Europa; dejamos a un lado la cuestién de si las categorfas convencionales estaounidenses (0 conceptos mas novedosos como fa nocién de infraclase, en gran medida mitica) tienen, para empezar, alguna capacidad analitica en su propio terreno. La mejor manera de contestar esta pregunta, 0 al menos de reformularla productivamente, es hacer una comparacién trans nacional sistematica y empiricamente fundada de las formas contempordneas de desigualdad urbana y exclusién etnorracial y de clase que: a) no presuponga que el aparato analitico elabo- rado en un continente debe imponerse en su totalidad al otro y sea sensible al hecho de que todas las herramientas conceptua- les “nacionales” incorporan supuestos sociales, politicos y mo- rales especificos que reflejan la historia particular de la socie. dad y el Estado en cada pais; b) preste una atencién coherente a los significados y las experiencias vividas de inmovilidad y 3. Con resyecto al turbutento debate sobre Tos “guetos” en Francia, con: siltense, por cjcmplo, Vieillard-Baron (1987), Touraine (1991) y Désir (1992), y vase Wacquant (1992c) para una sinopsis; en Wacquant (19924 y 1992) se enconirard una critica detallada de este “pinico moral”. Pueden ha- arse diseusiones sobre la inffaclase en Gran Bretana y Holanda (un pais en que el términe significa a veces algo muy distinto de lo que implica en Esta dos Unidos) en Dahirendort (1989) y ighersen ef al (en prensa). 126 PARIAS URBANOS, marginalidad social, ye) se empeile firmemente en insertar las estrategias individuales y las trayectorias colectivas en Ia es- ‘tructura social local, asi como dentro del marco nacional mas general del mercado y del Estado. Este trabajo es parte de un intento mas amplio de hacer ese aporte a una sociologia comparativa a través de un anilisis de las estructuras sociales y mentales de la exelusién urbana en el “einturén negro” norteamericano y el “einturdn rojo” francés (Wacquant, 1992a, 1992b, 19936). La expresion “cinturén ne- gro” se usa aqui para referirse a los restos del “gueto negro” histérico (Clark, 1965) de las grandes metrépolis del nordeste y el medio este de Estados Unidos, es decir, los ruinosos encla- recien- ves raciales del micleo metsopolitano que dominaron Ia tes discusiones piiblicas y académicas sobre la raza y Ia pobre- za en Nonteamésica.’ La expresién “cinturén rojo” no remite simplemente a los municipios det anillo exterior de Paris que constituyen (0 constituyeron) el bastién histérico del Partido Comunista Praneés sino, en términos mas generales, al modo tradicional de organizacién de las “ciudades obreras” en Fran- cia (Magri y Topalov, 1989), arraigadas gracias al empleo in- dustrial masculino, una fuerte cultura obrerista_y una concien- cia de clase solidaria, y la incorporacisn cfvica de la poblacién a través de una densa ted de organizaciones gremiales y muni- cipales que generahan una integracién estrecha del trabajo, el hhogar y la vida piiblica. En esas barriadas obreras periféricas se han aliado fas desigualdades y ta agitacién urbanas, para hacer de la cuestién de fa hanlieve ef problema publico tal vez mas acuciante en la Francia de la década de 1980.5 4, Deja deliberadamente 2 un lado la espinosa cuesticm de si a. mejor, en qué sentido puede decirse que los harrins sepregados negros, desde los vecin= arias obreros hasta fos de clase ata, son parte de un gucto 0 “hipergzeto” re- configurade, descentrado y espacialmente diferenciado, 5. Sobre la formacidn histGriea del cinturdn rojo, véase Stovall (1990) PARTAS URBANOS r El anailisis que sigue utiliza datos de una diversidad de fuen tes primatias y secundarias, y combina observaciones extraidas de censos, encuestas y estudios de campo del gueto norteameri cano y la Banlieue francesa. Por el lado francés, me concentro en Ia urbanizacion de La Courneuve, perteneciente al cinturén rojo, y su mal afamada concentracisn de viviendas pibblicas co nocida como las Quatre Mille (por las casi cuatto mil unidades que la componian originalmente). La Coumeuve es un antiguo, suburbio del nordeste de Paris gobernado por los comunistas y con una poblacién de 36.000 habitantes, situado a mitad de ca. mino entre la capital de la nacidn y el aeropuerto Roissy-Char- les de Ganlle, en medio de un declinante paisaje industrial den- samente urbanizado, Por el lado norteamericano, el punt central de mi estudio es el gueto def South Side de Chicago. donde realicé un trabajo de campo etnogrificn entie 1988 5 1991. El South Side es una zona irregular y totalmente con alrededor de 100.000 habitantes. la mayoria de los cu son desoeupados que viven por debajo de fa “linea de pobreza” nacional oficial. En otro trabajo presenté una sociografia deta- Mada de ambos lugares, que ponia de relieve una serie de rasgos ¥ tendencias morfoldigicas paralelas.* En sintesis, comprobé en ella que ambas lovalidades (enian una poblacisn declinante con Ls PARIAS URBANOS wna estructura etaria y de clase asimétrica, caracterizada por tuna preponderancia de los jévenes, los trabajadores manuales y cl personal de servicio no ealificado, y que albergaban grandes concentraciones de “minorfas” (inmigrantes norafticanos por un lado, negros por cl otro) que mostraban niveles inusualmente clevados de desocupacisn, eausada por fa desindustrializacién y los cambios del mereada laboral. Esta comparaeién también sa- 6 a Ja hz diferencias estructurales y ecolbgicas que sugieren que la declinante baarliewe obtera francesa y el gueto negro nor tcamericano constituyen dos formaciones socioespaciales di- ferentes, producidas por distintas légicas institucionales de segregaciin vy agregacisn, y resultantes en niveles significativa~ mente mas altos de infortunio, pobreza y penurias en el gueto. Si simpli sidn acti nios mucho fas cosas, podemos decir que la exclu. sobre la base del color y es reforzada por la clase y el Fstado en el cinturon negro, pero principalmente sobre la base de la clase y miligada por Ja accidn estatal en el eintursn rojo (Wacquant, 1992b, pags. 98-99), com el resultado de que el pri- mero es un universo racial y culturatmente homogéneo caracte- rizado por una densidad organizacional y penetracidn estatal bax Jas. tientras que el segundo es fundamentalmente heterogénco en términos tanto de clase como de reclutamiento etnonacional, con una fuerte presencit de las instituciones publicas ELobjetive de este urticulo es dar caradua a algunas de las invatiantes y variaciones de las estructuras sociorganizaciona- les y cognitivas de la exclusién urbana, mediante el contiaste de dos dimensiones de la vida diaria, preponderantes tanto en la pantiewe Trancesa como en el gueto negro estadounidense, ati que. como verentos, con inflesiones, grados de urgencia y dind- micas sociopoliticas significativamente divergentes.? La prime- 7. Un trabajo asoeiade, de proxima aparieién, complementa este anilisis ‘con In comparacidn de fa densidad y ta diversidad arganizacionales del cinta- PARIAS URBANOS, 9 ra parte del trabajo aborda los poderosos estigmas tesritoriales que se asocian a la residencia en un Area piblicamente recono- cida como un “vaciadero” para pobres, hogares obretos de mo- vilidad descendente y grupos ¢ individuos marginales. Con de- imasiada frecuencia, ta pobreza se asimila (errneamente) a la falta de bienes materiales o los ingresos insuficientes, Pero, ademas de estar privado de condiciones y medios de vida ade- cuadas, ser pobre en una sociedad rica entrafia tener el status de una anomatia social y carecer de control sobre la representa- cin ¢ identidad colectivas propias: el analisis de Ja mancha pi blica en cl gueto norteamericano y la periferia urbana francesa sirve para destacar la desposesion sinbolica que transforma a sus habitantes en verdaderos parias sociales. La segunda parte del trabajo aborda la cuestion de las divisiones y las bases so- ciales de conflicto que actian en los barrios estigmatizadas de pobreza concentrada en Francia v Estados Unidos, y sefiala al- gunos de los factores que explican Ia falta de potencia social de las divisiones etnorraciales en el einturin rojo, a pesar de st proliferacién discursiva en la esfera piblica Estigmatizacion territorial: su experiencia y sus efectos Cuakquier sociologia comparativa de fa “nueva” pobreza ur= bana en fas sociedades avanzadas debe comenzar con la men cidn del puderoso estigma asoviado a la residencia en los es- pacios restringides y segregados, los “barrios de exilio"® en ron sojo y el cintarisa neyro, y ta observacin del impacto difereucial de te J pliblien y fas telaciones ur- Uclincuenia ¥ la violenefa callejera eu el esp Danas en estos dos marcos urhanos, 8, Tomamos en préstamo el titulo de un estudio reciente de kas halicwes francesas hecho por Franguis Dubet ¥ Didier Tapeyronnie (1992, pig. 114), smurido de la eviés est dominade por un sentimiento de quienes eseriben: “F 130 PARIAS URBANOS que quedan cada vez mas relegadas las poblaciones marginades o condenadasa ia superfluid po la reorganizaeion poston: ta de la economia y del Estado. No sélo porque es resi uae te la cargeteristica mis salente de Ia experiencia de vido de avines so instalados o queda atapados en ests teas, sino también porque este estigma contribuye a exp! ear ier i Fitles en sus estategias de enffentamiento @ escape ys con ello, muchos de los factores comunes transnacionales de supe ficie que dicron una validez aparente a la idea de una cory fi ‘athintica entre los “regimenes de Ja pobreza” de gencia tran Europa y Estados Unidos “Esto es como wna peste” Por conti el sector mss bajo de fos complejos de ivien- das pts de la nein haber sutido ans constant decaden- cia material y demogrifica desde su conatraerio a a ia i de Ja década de 1960, y haber recibido tna v ‘igorosa al a6 i de famitins extranjeras desde mediados de la cada de 1970 en adelante (Barron, 1992), las citér de la periferia urbana france- : gativa que las asoeia instan- cin y la inseguridad imagen piblica ne; la inmi sa padecen t baneamente cant ka delinewen ri sin freno. ‘Tanto es asi que sus residentes, asi como quienes no ‘i i 4 universalmente... “pequetias vive on ells, las Haman east universamente.. “peuetias Chicagos”? Vivir en una urbanizacién del cinturdn rojo par Salaun qu v mani, ante od, en os ens dt reat y el dese precio Las diversas cités estan jerarquizadas en wna escala de ae ms octets ane mepects |} 8 enda uno de se viens, ENe wn vet "3 pj Db 8p 7a Nd 8S es 15)» uty ops Op 1) Baca se fae nay can eigen La Con eB a as usindo “Chien Yareovi Nuev Dei, Le PARIAS URBANOS. 1st personas de bajos ingresos significa estar confinado en un espa- cio marcado a fuego, un ambito mancillado que se como una “trampa Basier: experimenca (Pialoux, 1979, pigs. 19-20; Bachmann y 1989). Asi, los medios y los propios residentes se refie- fen rutinariamente a las Quatre Mille como wn “vaciadero”, “el basurero de Paris” y hasta una “teservacitn™ (Avery, 1987, pi 13), muy Jejos de la designacidn burocratica oficial de “barrio sensible” usada por los funcionarios publicos a cargo del pro- grama estatal de renovacisn urbana aflos recientes, fa mala Prensa de la estigmatizacién aumentd de manera pronunciada con la itrupeién de discursos sobre la presunta formacion de las Hamadas cités gueros, ampliamente (mal) representadas como botsones crecientes de pobreza y desorden “arabes” cos de la incipiente “etnicizacidn cia, . sintomati- del espacio urbano de Eran Habria que seflalar, sin eimbargo, que las Quatre Mille no existen como tales en las percepciones de sus residentes. L faxonomias autéctonas que éstos usan para organizar su tutina diavia distinguen numerosas subunidades dentro de la gran u~ banizacion, que en esencia sélo tiene una existencia administra tivay simbalica, aunque con consecuene as as reales. Lo que des. de afvera parece un conjunto monolitico es visto por miembros como un cimulo sulilmente diferenciada de “mie ocalidades”: las del sector norte del complejo, en particular, no quieren tener nada que ver con sus contrapartes de la seecién sur, a fas que consideran “maleantes” (racuille o cailfera en cl ve". En él mencionan que. ya en 1971, el ey usiio del por e ne de la ciudad suscité tas iras de muchos al compar Courmeuve con Chieage. En 1 ntonces tinien ¢ av publicamente a 1 983. los polis de ta eomuna consideraron ne cesatia recordar explicitamente a tos periodlistas «ue “La Cowmeuve no es Chicago, no exageremos”. Owras dos etiquetas comiinmente wsndas para seta lar la degradacisn y Jo presunta peligrosidad de lis citéstrancesas son “lar Jem” y “el Bron” m2 PARIAS URBANOS, argot de [a juventud del lugar), y a la inversa, “Para los residen- tes de las Quatre Mille, cambiar de edificio signifiea a veces cambiar de vida" (Bachmann y Basier, 1989, pag. 46: véase también Dulong y Paperman, 1992). No obstante, lo cierto es que los moradores de fas cités tienen una vivida conciencia de en un espacio degradado que los descalifica colectivaniente (Pélonnet, 1979, pig, 211). Rachid, un ex resi- dente del complejo, da una virulenta expresidn a esa sensacidn de indignidad cuando se le pregunta sobre 1a eventualidad de volver al lugar: “Para nosotros, regresar alli seria como vol a ser insultados, Las Quatre Mille son unt insulto. (...] Mucha gente siente las Quatre Mille como una vergiienza”. Cuando el entrevistador inquiere sobre la posibilidad de salvar el proyecto habitacional mediante una renovacidn, stt respuesta no es me- os contundente: estar “exiliados Renovarla es participa en ht verguenza. Si usted aeepta inter aldando la vergitenza. Hemos Hegado a un punta sin retarno en ef que no hay otta sole cin que arrasar con todo, dems, Ia gente de aqui coincide en ‘que hay una sola solucién: “Hacerlo volar®, Vaya y preeiinteles, [...] Cuando uno no se siente bien adentro, cuando no se siente Inien afera, cuando no consigue abajo y nada fe Fanciona, en- es fa situacion, Esa mierda que hacen tratando de arreglar los incineradores de basura y fos vestibulos de entrada, la pintura, todo es inutl: lo van a romper en dos minutos. Es estipido. Et problema es todo el asunto. (...] Hay con todo, (Cilady en Busremer y Euvremer, 1985, venir en ese juego, en cierte modo esti r nes empieza a romper cosas, que arr pigs. 8-9.) Para Sali, ofro joven norafticano de las Quatre Mille, el complejo es “un menstruoso universo” que sus habitantes ven como un instrumento de confinamiento social: “Es una care! Ellos (los residentes de segunda generacién} estin en la céreel, Jos engaiiaron realmente bien, asi que cuando se juntan empie- PARIAS URBANOS, 1 zan @ darles patadas de karate a los buzones y revientan tod, Es muy facil de entender” (ibid, pag. 9 véase también Bour- dicu, 1991, pigs. 12-13). La violencia verbal de estos jovenes, asi como ef vandalismo al que aluden, deben entenderse como uma respuesta a la violen que se s lugar denigrado. No es sorprendente que entre ello gran desconfianza y amargura con respecto a la capacidad de las instituciones politicas y la disposicin de los ditigentes lo- cales a solucionar el problema (Aichoune, 1991; Jazouli, 1992), Para los residentes de la cifé resulta muy poco probable pa- sar por alto el desprecio de que son objeto, dado que fa mancha social de vivir en un complejo habitacional para personas de bajos ingresos, que ha Hegado a asociarse estrechamente con la pobreza, el delito y la degradacién moral, afeeta todos los am- ase trate de la bisqueda de trabajo o de aventuras romantics, e] trato con organismos de control social como la policia o los setvicios de bienestar social, 0 simple- mente la charla con conocidos. Los residentes de las Quatre Mitle se apresuran a atribuir los males de su vide al hecho de haberse quedado “pegados” a un complejo habitacional “podri- do” que llevan a percibir a través de una serie de oposiciones homolégicas (eité/ciudad, nosotros/ellos, adentro/afuera, ba~ jo/alto, salvaje/civilizado) que reproducen y respaldan el juicio derogatorio de los de afuera.!® Cuando se les pregunta su direc- cién, muchos de “los que trabajan en Paris dicen vagamente que viven en los suburbios def norte” (Avery, 1987, pag. 22), ia socivecondmica y simbélica a la haya una bitos de Ia existencia, 10, “{Por qué nos mandan a ta careel? Por Ia etd, uno se siente inferior & Joy dennis, no es como los ottes: elles tienen amigos en la ciudad, fiestas, una casa Tinypia en Ia que si hacen algo el agua no entra, las paredes no se vienen ahgjo. Cuando no viene de fa evté, enseguida tiene una reputacién, Mientras a gente no sepa de dénde viewes esté todo bien, pero cuando se enteran, te sientes avergonzaulo, no te animas a hablar” (itady en Pinloux, 1979, pig. 23). jenten sometidos por estar relegados de ese modo en un, at PARIAS URBANOS en ver de revelar su domicilio en La Coumeuve. C wand piden un tas, algunos suet caminas hast fe comisri eteana pa evitar Ia homillacién de que fs recjan en Tas puetas doe edificio, Los padres advierten a sus hijas que no salgan cor ratre Mille : we deominecén residential obstciiaa Ta bsqueda a trabajo y contibuye a affanza ta desoeupaeién Wea, dado que tos habitants de las Quatre Mille se topan con mayor dese 7 fianza y reticencia entre los empleadores tan pronto come bine cionan su domicifio. Un portero de la cité relata un ieee pico en el que ayudé a nuevos inquilinos a ponerse en co ee tlefnico oom empress, slo para que fe dir que no hai ingin fo vacante cada vez que revelaba desde donde ha Ins ty como om pest is gut eH Bach mann y Basier, 1989, pag, 54).!? La estigmatizacion territorial 1 fens tiene est eS iden joa des soib incon Uh ore de met ane de ae ea os conte (en Bourdieu, 1991, pag. 11): "Fs gracioso cuando habla "a ep una cié qpe es un poce mas limypia, mas [}. 128 ams, vixen en una cite 4 r ie ecu jan, 68 asi. Por e300 pce tenes qe alates ere Su arigasaceatPensan cero Se erin een a dl « coestenso can fa existencin de las eités. como Ia n= ‘ochenta; cs virkualmiente coextenso tang Cole Peonnet (1982, pi, 147) enn raha came liad xe Eine def ins stent: “Feferesy pone deer renwal an ningiin wabaje. Ape- testa le escribiremos tuna poblackin cava repntacién se difunsle y se ea vil. Los javenes se quejan: "No poulemos encent pao 7 real! El patron com 22) hizo observaciones similares en otra Sin ge svinos a re tn raja besa a Uceat del eet "La hos tid exams vara el trabajo: en T., si les hablas cité estamos apatte [4 part}. es lo mismo py bj: en, len abs de ait te dan una pny te pone oi calle, Yo sare dig digo avenide S., nimmeto 70, Hnsta en Paris conocen la cH d PARIAS URBANOS il afecta las interacciones no silo con los empleadores sino tom bién con Ia policia, los teibunales y las burocracias de bienest social de contacto mas cereano, todos los cuales son especial mente susceptibles de modificar su conducta y sus procedi tmientos cuando estén ante wn residente cle una cité degrada “Todos los jévenes hablan del cambio de actitud de la policia cuando ésta averigua sus domicilios durante los controles de identidad” (Dubet, 1987, rig. 75), porque ser de una cite trae aparejada una sospecha automatica de desviacian, franca culpabilidad. Un estudiante secundario cuenta lo que pa 86 cuando Io pararon unos guardas del subte de Paris: “Mostra. mos los dacumentos de identidad. Cuando vieron que éramos de las Quatte Mille, jle juro!, se pusieron [...] palidos” (en Bachmann y Basier, 1989, pig. 65). sino de “La gente realmente te mira con desprecio” En Estados Unidos, ef gueto negro tiene un: como simbolo nacional de la “patologia” urbana, y su deteriora acelerado desde los fevantamientos raciales de mediados de ta década de 1960 se considera en vastos eiteulos come ka prucha incontrovertible de Ia disoluciin moral, la depravacién cultural y las deficiencias de conducta de sus habitantes.!" Los informes @ posicidn similar 13. Caracteristicamente, las persumas ajenas al gueto lo ven “cena nn to Bar misteriaso € insondable. propicie pa ei6n, las madres solteras. Ia ora tas drogas, ef delitn. la prostite oranici ¥ fn enfermedad mental” (Anderson, 1991, pag. 167). Para los blancos étnicos de Brooklyn, ef a lina realidad opsica y malyada de fa ite hay’ que hui, wna “se! ‘animales’ de piel oscure cuya sexualidad sal das las ideas de eonducta eivilizads. | a infestads je y Familias otas desafian to ]"Roban. no fienen valores [..) Fs 'n forma en que viven, Viven como animates™ (Kiedter, 1985, pass. 24. 249 En Banfield (1970), Jencks y Peterson (1991 156) y Mend (1992), entre otras, se eneontrs menos eufernisticas de este punto de vista wor elemplo pags. 3.96, 135. Bo PARIAS URBANOS periodisticos y las teurfas (pseudo)académicas que han prolif rado en procura de explicar el presunto surgimiento de una a: Hamada infiaclase en medio del gucto no hicieron mas que ave- erar Ia demonizacién del (subjproferariade negro urbano, al apartarlo simbolica ” y sou 1 aamente~ las politicas es- inte de la clase obrera “meritoria er -y con ello legitimar retrospect tntales de abandono urbano y contencién punitiva responsables de su destizamiento descendente (Wacquant, 1992d, pigs. 115- mbign Katz, 1989: Gans, 1992). En nuestros dias, el hecho de vivir en el cinturén negro his- aulomdtica de indig- nidad social e inferioridad moral que se taduce en. una agada conciencia de la degradacién simbélica asociada al confina- miento en un universo aborrecido y menospreciado."* Unt est diante de un colegio secundario profesional del South Side prockama de este modo la sensacién de estar cereenado y eX- pulsaclo de ta sociedad en general: “La gente sealmente te mira con desprecio por ser de donde eres y quign eres, No quieren tener nada que ver contigo. [...] Puedes aseg svalgdn lugar, ka gente te mira como si estuvieras loco o al asi” (en Duncan, 1987, pag. 63) J.a difamacidn det gueto se inscribe en principio en fos datos on bruno de su ruina fisiea y de la separacidn ¢ inferioridad ma- y 1992e: weanse tévico de Chicago implica una presuncié ir que cuando sive de fas instituciones residentes, ya se uate de escuelas pibli- cas, organismos sociales, servicios mm nicipales, ssociaciones vecinales o establecimientos financieros y comerciales (Wac- quant, 1992d: Orfield, 1985: Monroe y Goldman, 1988). Se ve constantemente reafirmada por las actitudes desconfiadas y des- preciativas de los agentes externos: bancos, compaitias de segue 4, Como pricha de que esta situacivin no es exclusiva del pucta de Chi- ase Wilkinson (1992, ea especial pigs. 78-88), un pereeptivo infome cinogeticn de fa estiginatizacion tenitoria! en un complejo de visiendas pie hliens para nceras y pertostiqueitos en Roxbury, Boston PARIAS URBANOS, 37 105, taxis, camiones de reparta y otros servicios comerciales evi- tan el cinturén negro o séilo se aventuran en él con mucha eaute- la; parientes ¥ amigos son reacios # hacer visitas. “La verdad es que los amigos de ofros lugares no quieren venir aqui. Y uno mismo no invilaria a venir a gente inteligente: hay pintadas y esctitos en las paredes, porquerias, de todo”, dice wna madre de- soctpada con tres hijos que vive en un complejo del West Si Los nitios y las mujeres que residen en viviendas publivas de Ins reas céntricas deprimidas [inner efty] tienen dificuttades para establecer lazos personales con Ia gente de afer, una vez que ofa se entera de su Ingar de residencia (Kotlowitz, 1991), Desmond Avery (1987, pag. 29), que vivid tanto en el com- plejo Cabrini Green de Chicago como en las Quatre Mille, se- jiala que la discriminacién residencial es al menos tan prepon- derante en [a Ciudad Ventosa® como en ta periferia parisina Los moradores del gueto son bien conseientes de que ef hecho de vivir en un sector estigmatizado de la ciudad significa una penalizacién en el mercado laboral: “Tu diveceién es una mar- ca para fos empleos”, Resid en el South Side, y mis ain en un complejo de viviendas pablicas euyo nombre se ha conver- tido virlualmente en epdnimo de “violencia y depravacién”, es otro obstéetlo mas en la ardua biisqueda de trabajo. Una mujer desocupada que vive en la desacreditada urbanizaeién Cabrini Green seifala: “Se supone que es diseriminacion, pero ellos se las areglan para hacerlo, sabe. Si, es importante dénde vives. Los patrones se dan cuenta, se dan cuenta de fas direcciones: cuando la solicitud pasa a personal, ven el domicilio y dicen [tono preocupado]: $jAh, usted es de alli! Mas alld de la mirada desdefiosa de los de afitera y de la rea- lidad de una patticipacién vedada en las instituciones normales de la sociedad, la situacién cabalmente deprimida de la econo + Denominacén popu con Ia gue se eonoce & Chicago fn. del tf 138 PARIAS URNANOS, mia y la ecologia locales ejerce un efecto de desmoralizacién penetrante en los residentes del gueto, A decir verdad. las pala- bras “deprimente” y “desalentador” aparecen tna y otra ve en las descripeiones que ellos hacen de su eniorno, Por otra parte, dos tercios de los habitantes del South Side y el West Side de Chicago suponen que en el futuro cercano sus barrios van a se- guiren ef mismo estado ruinoso o van a deteriorarse atin mas; el ‘inico camino al progreso es mudarse de ellos, cosa a la cual ea si todos aspiran. La posibiidad de acumular recursos para pre- parar una movilidad ascendente se ve ain mas erosionada por la naturaleza depredadora de las relaciones entre os residentes y la presién en favor de la uniformidad social que se ejerce sobre quienes tratan de elevarse por encima del nivel de pobreza co- niin a la mayoria de los habitantes del rea: “No van a dejar que uno salga adelante. Le roban, to desvalijan \ toda esa clase de cosas” se lamenta un operador de méquinas que vive en un ex tvemo del South Side. Dada la incidencia excesiva de los detitos violentos (Wacquant, 1992e, pags, 196-109), vivir en un barrio del gueto también entraiia un riesgo fisico significativo y, como corolarin, altos niveles de estrés psiquico que tienden a “arras- tar hacia abajo” y “agotar”. No es de sorprender que en el cine tron negro la existencia esté imbuida de una sensacién de aba- timiento y fatalidad, un fatemr social que obstruye la vision del futuro y parece condenar a una vida de fracaso y rechazo cons- tantes (Monroe y Goldman, 1988, pigs. 158-159, 273: Kotlo- witz, 1991; Wacquant, 1992F, en especial pigs, 56-58). De la estigimatizacién social a ta “desorganizacién” socials De manera paradéjica, la carga de la experiencia de estig- matizacién territorial pesa mas sobre los residentes de la ban- 15, Usamos fas comilias paca indicar que el tésminn “desorganizacis PARIAS URBANOS 139 Tieue francesa que sobre sus pares del gueto extedounidense, a pesar de que éste constituye un medio ambiente ee ruente ms desolado y opresive (Wacquant, 19% “yt — res contibuyen a explicar este aparente disyuneion entte 185 condiciones objetivas y la (inyflerancia subjetiva de dienes 56 nnueven en ells. En primer lugar a idea misma de relegsy en un espacio separado de inferioridad ¢ inmovtidad socials was representa una viokacién Bagrante aa ia francesa de una ciudadania y participacién wnitari ideo ea rack uo vsologia plevaenteabvazedn del cinturén rojo, €0 a da por los jovenes del cint érgicamente invocas inn ro} a rantes de segunda generacién de origencs has callejeras de ta década instinucional especial los inmig tas y marc africanos en sus protestas y : oe asada (Jazouli, 1992).'6 En contraste, in linea de color « ie el gueto negro es la expresidn institucional mas visible es que e Jeneka soctafinga de las estratesios meena wrverin arone ta idea de que pretend indicar aqut, sin tele ee ces 1 una “desorganizaciin ede campo, Como To demosteé mediante us denso analisis “He 06 Per jaeaen eel hajo en recursos, muy cleve do en depredadores sociales, racialmente faa mediante ef Functonamiento de ratine ee ar incuestionada de ss investi coms ers se : 1a del Estado y el mercite doen ef ve In envepi9 ' ‘Pantament ieee} my redeiBles en csen 1926 en esi pas. 17-50 wae tases mio ca a seid es aig ean eee reel peri cs He -yromnie, 1987; Wacquant, 1992c) y, altima ironfa a gots arena ceca eo api) hz” univer tar cole raed, ered de ar son ‘ta sociedad frances 19 140 PARIAS URBANOS t@ tan atvaigada en la configuraci6n del paisaje urbano nortea mericano que se ha convertido en parte del orcien de las cosas: la divisin racial es un componente de ta organizacién de la economia, la sociedad y ef gobierno metropolitanos que se da completamente por sentado.!? Segundo, los residentes del gue~ to estadounidense son mas propensos que sus pares de las cités francesas « abrazar una ideologia muy individualista de logros personales. Muchos -si no todos adhieren a una vision darwi- niista social que sostiene que la posicién social refleja en titima instaricia la valia moral y los esfuerzos personales de cada uno, de modo que, a largo plazo, nadie puede ser coherentemente impedidy por su fugar de residencia, 8 Una tercera y mas erucial di rencia entre el inturdn rojo y Numesosus eorfas académiens(empecando cou el paradigina evoligi- cove lt pranora escuela de Chicago) han apoyad esta perspectiva presentan= «lols Gormacidny persistencia de batris étnico-rcialessepregaclos y con te mites bien mareados coms productos “nature: {et “sel de claiones tr ne ses ces ras def oda on vee de iver, Ics nae de 1992), reveals pmtfsepmerten ial de lnc dominante sobre ta desigualdad y la oportunidad: aly Smith, \ ta desig yh opti en general (Keg) Sith, 19k capt 3). anc (1987 pag 80) mnesta gue fs resides dl gue. to de Kenwood, en ef South Sid si exclu unit formulacién hiperbética de lope subreviitok mun, Hay ushe conta po tos ads Uno pee Sete aten sem smear arr alge fale & teed hema se tent (Wins, 1974p, 63 PARIAS URBANOS ut ef cinturén negro radica en fa naturaleza de los estigmas que tracn aparejados: en el primero son solo residenciales, pero conjunta e inseparablemente espaciales y raciales en el segun- do, La banlicue francesa no es mas que una entidad territorial que ademas contiene una poblacion mixta y multiéiiea; a fos habitantes de las Quatre Mille o cualquier otra cité les basta con geultar su domicilio para “pasar” a la sociedad mas gene~ tal, Ningin marcador fisico o cultural de tivil pereepeidn los sefiala como miembros del cinturdn rojo, y el uso de sencillas téenicas de “manejo de la impresién” (Goffman, 1963) les po- sibilita quitarse el estigmsa, aunque solo sea temporariamente. Asi, los adolescentes de las banficues parisinas pobres van ha~ bitualmente a “agar” por los distritos distinguides de la capital para escapar de sus barrios y excit ravesar espacios que simbolizan y contienen la vida de clases mas al tas, pueden vivir durante algunas horas una fantasia de inchu- sin social y participar, aunque por poder, en la sociedad mas amplia (Calogireu, 1989, pags. 64-69), Este “cambio de con- ciencia” hace mas intolerable la idea de exclusion permanente y el status de paria asoviado al establecimiento en una eité de- gradada, Los residentes del cinturén negro nosteamericano no pueden darse el lujo de este “contexto de conciencia” dual, En efecto, el gueto no es simplemente una entidad espacial o una mera agre- gacidn de familias pobres enviadas al fondo de Ia estructura de clases: es una formacidn exclusivamente racial que produce na red, vasta como la sociedad, de asociaciones materiales y sim- bolicas entre cofor, lugar y una mattitud de propiedades sociales de valoracién negativa (Pettigrew, 1971, pags. 91-92, 179-182). El hecho de que el color sea un marcador de identidad y un principio de visin y divisién de acceso inmediato para fa inter- pretacién y el uso en el espacio y la interaccién piiblicos (Fea- gin, 1991) hace casi imposible que los moradores de las dreas céniricas deprimidas de fas ciudades se liberen del estigma aso- 142 PARIAS URBANOS, Jo a la resideneia cn el gueto.!? Por ejemplo, no pueden cru zar casualmente a los barrios blancos adyacentes porque en ellos “Ia vista de un joven negro evaca la imagen de alguien peligro~ so, destruetivo o desviado” (Monroe y Goldman, 1989, pg. 27; Anderson, 991, en especial pags. 163-167), de mado que muy pronto Is policia Tos seguira y parara, ¢ incluso los acosara siste- maticamente. Los negros de los guetos de Estados Unidos pade- con una estigmaticacién conjugade acumulan el capital simbs- lico negativo asociado al color y a su confinamiento en un territorio especifico, reservada ¢ inferior, en si mismo devahta- do por ser tanto el depésite de los elementos de la clase mas ba- ja de Ia sociedad como una reservacién social, En una sociedad de divisiones raciales enmo Fstadas Unidos, donde todas las es- feras de la vida estin completamente eodifieadas por el color, y dadas las escasis posibilidades de escapar del gueto, Lo mejor es hacer de necesidad vittud y aprender a vivir con un estigma que 5.4 [a ver ilegitimo e inaceptable para los j4venes trahajadores franceses de las cités del cinturén rojo. No obstante, el principal efecto de la estigmatizacién es miler en nmbos paises: consiste en estimular pricticas de dife- renciacién y distanciamiento sociales internos que cantribuyen a reducir Ia confianzn interpersonal y socavar Ia Solidaridad so- cial focal. Para recuperar algo de dignidad y reafirmar la legiti- midad de su stalus a los ojos de la sociedad, los residentes de la eiré y el gueto suelen destacar en exceso su valor moral como individuos (9 como integrantes de una famitia) y adhieren al 19, En térmvinos ms gonerales. a menos gue campensen si bajo status de "asta con wa massa extetior competente de tos sinbolns de fe cultura de clase media (blanca), se presume por detinieién que los negras son siempre moradores de fos guetos y de clase baja, Come escribe Lewis Killian (1990, pag. 10): "Para In anayorta de tos blancos, aceptar renlmente a los negros ee. imo residentes de sus harios parece significar que mafiana esianém ante sus puertas fos drogadictos det gucia heneficiarias de ta seguridad social PARIAS URBANOS. 143 discurso dominante de denuncia de quienes “se benefician” sin merecerlo con los programas de asistencia social, “fa par res” y “tramposos de Ia seguridad social”. Es como si sélo pu- dieran ganar en valor devaluando su barrio y a sus vecinos. ‘También adoptan una diversidad de estrategias de distineian y retraimiento sociales que coinciden en socavar la cohesidin ve- cinal. Dichas estrategias asumen tres formas principales tacién mutua, Ja reconstitucién y la elaboracién de “infradife rencias” 0 microjerarquias y el desvin del oprobio piblice hacia chivos expiatorios tan notorios como las “familias pro- blematicas” y los extranjeros 0 los vendedores de drogas y las madres solteras.® En la cité francesa, los residentes suelen in- sistir en que sdlo estin alli “por accidente” y se quejan del dis- pendio de recursos piblicos asignados a quienes, “al contratio de ellos”, no necesitan una genuina asistencia. De manera simi- lar, en el gueto de Chieaga sus residentes rechazan pertenecer al barrio como una red de conocimientos ¢ infercambios mu- tuos y se empefian por marcharse de lo que saben un lugar y una poblacién de mala fama, Esta enfermera de cuarenta y un afios del vecindario de North Lawndale, uno de los mas aban- laevi- 20. En Paugam (1991, pigs. 193-208) se encontrara una comvincente dis csi de estas estraegins. Aqui podiantrarse a cotucion muchas cits, Una hastar#: “En este mundo de homogencidad social negativa. ta manipulacton die chisines apunta a “supercategorizarse’ ya subeategorizar” alos otros. {-] De acterda con ef discursa dominant. los exttanjeros son responses de degiadacin del hario, del dito y de la flla de irabnio [de a desvalo ricaci6n y estigmatizacion de fa eit. | La negation imaginarin de Ins rela ciones de vecindd se convierte en una necesita”, fo mismo «ie “la estie matizacion de Tos otros por su escasn educaciin y Ia exngeracion de propias aptitudes edueativas, Es crucial demostrar que uno ahiere alas noe sas dominantes”, lo enel eonduce a estableeer ka “avéxinva distancia posible nite uo misino y otras faniias” (Calogiron, 1989, pags. 17, 21-22, 41) So bre este punto, véanse también Pétonnet (1979, pigs. 220-26), Gwaltney (1980, pigs. 121-126), Kotlowitz (1991) y Wilkinson (1992). ry PARIAS URBANOS donados de la ciudad, ubicado en ef West Side, habla por mu- chos de sus pares, tanto del cinturén negro como del eintursn rojo. cuando dice: “Diablos, no sé qué hace la gente [de por aqui), supongo que en gran parte me las arreglo sola, No me re- laciono con la gente del barrio: quiero decir, les hablo, pero en ‘cuanto # saber en qué andan, no lo sé En sintesis. los residentes de la cité francesa y el gueto nor- feamericano forman una comunidad imposible, perpetuamente divididos entre st: no pueden si no negarse a reconocer la natu: taleza colectiva de sus aprietos y, en consecuencia, se inclinan a desplegar estrategias de distanciamiento y “salida” que tien- den a confirmar las percepciones exteriores negativas y alimen- tan ana mortal profecia autocumplida gracias a la cual la man- cilla piiblica y el oprobie colectivo producen, en definitiva, fo que afirman simplemente registrar: atomismo social, “desorga- nizacion” comunitaria y anomia cultural Jisidn x divisién sociales en el gueto y la cité Hemos visto que el nexo entre estigma (ervitorial, inseguri- dad y abandono publico es muy caracteristico del cinturén ne- gro en virtud del aislamiento racial padecide por los negros norteanericanos. Esta situacién se refleja en la coneiencia de caste y los cortes que estructuran [a vida en ef gueto, donde la division entre negros y blancos es omniabarcativa. En el cintu- 1 dominante no en- t5n rojo parisino, en contraste, 1a oposi frenta a residentes franceses nativos ¢ inmigrantes sino a los jo- venes contra todos los demds. Aunque los extranjeros y en especial las familias de origen norafricano se han concenirado antis en las cités del cinturdn rojo periférico desde ef cierte de la inmigeacién legal en 1974, la bantiewe francesa sigue siendo un universo exiremadamente heterogéneo en el que las categor raciales o éticas tienen poco vigor social. PARIAS URUANOS us Apartheid norteamericano y conciencia racial escindida Como resultado de fa experiencia historia de dos siglos de esclavitud, seguidos por un siglo de separacién racial casi total y miiltiples formas de discriminacién, muchas de las cuales per- sisten en el presente, los afroamericanos han forjado una rica cultura expresiva que les proporciona un conjunto distintivo de pricticas, nodismos y signos mediante los que se construyen a simismos y dan sentido al mundo que los rodea (Levine, 1977; Jones, 1985; Abrahams, 1970).?! Estados Unidos también goza de singularidad por tener fo que Orlando Patterson (1972, pag, 28) Hama un “sistema racial clasificatorio” en el que “cualquie- ra que no sea completamente blanco y tenga Ja més mininia huetla de ascendencia negra es considerado negro”, La aplica- cién estricta de esta regla de “hipodescendencia” bloqued el surgimiento de una categorfa mixta o mulata socialmente reco- nocida, a pesar de la difundida mezela genética de las poblacio- nes blanca y negra, lo que resulta en una division infianqueable entre ellas. Como cabria esperar, la raza constituye el eje en tor no del cual gira la matriz cultural afvoamericana. EI limite ra- cial inflexible y dicotémico gue tos blancos impusieron a los negros en toda fa sociedad, muy visible en Ia persistente gacion espacial entre las “razas” y los indives extraordinari ici re. 21. El hecho de que la cultura afioumnericana, que mezela elementos del vicie y del nuevo mand, haya pecianecido durante mucho tiempo “histori- ccamente sin expresion por parte de fos eruditos” (Levine, 1977, pd. x) y siga siendo groseranente matentendida (si no negada por completo} por fos aualis- {as contemporineos que adhicren a anticuadas concepciones furcionalistas de [x cultura como un conjunto unitatia de “nosmas y valores compautides” 0 ‘adaptaciones” mecanicss a las condiciones objetivas, ¢ incluso a modos po. sitivistas de razonamiento que ta reducen a una “vatiable” (cuyo “efecto” ‘consiste en cierto modo en ser “parcializada” y ponderada ~preferentemente ude manera estadistice~ con respecto a las de “Faza” y “espacio”), no obvia su cexistencia y eapacidad de estructuracion, 146 PARIAS URBANOS, mente bajos de matrimonias interraciales, encuentra su expre- sién en formas de conciencia ancladas en una rigida oposicisn “pasotrosfellos” entre negros y blancos, que refleja las relacio- nes objetivas de casta que prevalecieron histéricamente entre ellos, En el gueto, Ia raza esta inseripta en todas partes: en la obje~ tividad del espacio y de las instituciones separadas e inferiores que entrampan a su poblacién, y en la subjetividad de las eate~ gorias de percepcién y juicio que sus residentes ponen en juego en sus conductas mas rutinarias, En rigor de verdad, ta concien- cia del color es tan ubicna y difundida en el cintarén negro que ni siquiera hace falta mencionarla: a tal punto, que puede pasar inadvertida incluso a los abservadores cuidadasos, justamente porque esté incorporada a lo mas hondo de to que Alfred Schutz (1970) llama la “actitud natural” de la vida cotidiana.”* Fn el cinturdn negro, las categorias raciales tienen una inmedia- tez y una generalidad que las erige en herramientas cognitivas decisivas. Por ejemplo, la primera caracteristica de una persona gue se transmite, aunque sea implicitamente, en las conversa ciones mundanas es si se trata o no de un “hermano” o una “hermana”, El hecho de que la mayoria de los residentes del exeto fengan pocas oportunidades de interactuar en un plano in- dividual con los blancos (y de manera creciente con los negros de clase media) auumenta atin mas fa omnipreseneia perceptiva del color. Kotlowitz (1991. pag. 161) cuenta Ia historia de un nilfo que vivia en un complejo habitacional de Chicago y que, a los diez afios, “empezs a preguntarse en voz alta qué era ser ne- go, Esto nos induce a pensar que, por extrema que parezea, la tra- ia de los negros en Estados Unidos podria ser neues idiosinerisica de lo que nos hace creer fa teorfa comodin del “excepcionalismo norteamericano”. Se puede plantear in- cluso la hipdtesis de que, si las mismas causas producen los mismos efeetos, existen enormes posibilidades de que las sucie~ dades de Furopa occidental generen situaciones andlogas, aun- gue menos pronunciadas, en ki medida en que también eflas se internen en la gestién penal de la pobreza y la desigualdad y en- carguen a st sistema carcelatio, no solo doblegar el detito, sino también regular los segmentos inferiores del mercado faboral y mantener a raya a poblaciones consideradas de mala fama, ne- aligentes e indeseables, Desde este punto de vista, lus extranje- ros y euasi extranjeros serfan “lox ‘negras’ de Eur yeetor En realidad, ta mayoria de los paises de la Unién Europea presenciaron un crecimiento significative de su poblacion car- celaria, coincidente con el inicio de la era de desocupacién ma- y flesibilizacién del trabajo: entre 1983 y 1995, la canti- dad de encarcelados ascendié de 43 mil a 55 mil en Inglaterra; de 39 mil a 53 mil en Francia; de 41 mil a cincuenta mil en Tta- Tia; de 14 mil a euatenta mil en Espata; y de cuatro mil a eas’ diez mil en Holanda y siete mil en Grecia.* Pese al reenrso pe- siv 3. Wacquant, Lofe: “Lascension de Etat pénal en Amérique”, en Actes Ia yecherche en sciewces sociales 124, septienibre de 1998, pigs. 7 “Crime et clitiment en Asxérique de Nixon & Clinton”, en slrchives de ‘que criminelte 20, primavera de 1998, pags. 123-138, 4. Toumicr, Pierce: Statistique pénale anmuetic da Consetl de F Europe. Engutte 1997, Estrasburgo, de prosima aparieiéa (agradezco al autor que me haya teansinitido amticipadamente estos datos), Se encontrarin aniisis mas 194 PARIAS URRANOS tiédico a indulios masivos (en Francia, por ejemplo, concedi- dos el Dia de la Bastilla todos los aiios desde 1991) y oleadas de liberaciones anticipadas que se convirlieton en wn lugar eo amin (en Halia, Espatia, Bélgiea y Portugal), el caudal de presos del continente siguio abultandose, y en todas partes las peniten- ciarias estin inundadas de reelusas. De todos modos, lo mas importante que hay que destacar es que en toda Europa son tos extranjeros, los migrantes de “segunda generacisn que, justamente, no son inmigrantes~ de extraccion no ocei- dental y las personas de color, de los que se sabe que figuran entre lag categorias mas vulnerables, tanto en el mercado fabo- ral como en lo que se refiere al sector asistencial piblico del Estado, debide a su distribucién en las clases bajas y las nume- rosas discriminaciones que padecen, quienes estin masivamen- te sobrerrepresentados en la poblacisn carcelaria, y esto en un grado comparable ~y en algunos casos superiar~a la “despro- porcionalidad racial” que aflige a Jos negros en Estados Unidos (ef el euadro 1). De tal modo, en Inglaterra, donde la cuestién del Hamado jamadas matron y profindes en Kuhn, André: “Populations carctrates: eombin? Pre? Che hte, en Arohies de pote crmnele 20, pravsra de {098 pes 47-99, y Snacken, S. K. Beyens yf Fubex: “Changing peison pons in Wester connies Fate or poles”, en Farepeam Jounal of Fina Cond Low ned Cranial Justice ¥ (1), 1995, pgs. 1883; asf come ton Tnbr etic de Csi, Nils: Crime Contol as Pst: Tveards Gr ings Heston Ste, Lanes, Role, 1994 (segunda eden amin, de taaqe else, de manera sevelador, liming el signo de interragacin del iu ovina) 5 Se haltar un panera general en Albrec, Hans-kvg: “Ethie mino- sites ime nnd rina esti in Faroe”, en Hiden, Frais N= Chine Farell (emp): Cine mr irape. Fens, Roladge, 1993. En fee Pe Sane de fa misire. Pati, Editions LibetRaisons agit, 1999 [radnceiin Chetellna: Pte eeeles do fa miseta, Benos Altes, Manan, 2000), incu le! crecimiento ef eal de etranjtos ences a Ta teas” de ta geain pal de a plevaen Fore “ENEMIGOS CONVENIEN TRS: ls delito “callejero” tiende a confunditse, tanto en fa percepeién Piiblica como en fas practicas de la policia, con la presencia v sible y las demandas de los sibdilos del Imperio procedentes del Caribe, los negros tienen siete veces inds probabitidades de ser encarcelados que sus pares blancos o asidticos (en el caso de las mujeres antillanas fa probabilidad se decuplica). En 1993, las personas de ascendencia antillana, guyanesa y africa na constituian el 11 por ciento de todos los reehasos, cuando apenas representan el 1.8 por ciento de la poblaciin del pais en la franja de edad de dieciocho a treinta y nueve aiios. Esta so- brerrepresentacién es especialmente tI grante entre los presos “puestos a la sombra” por posesidn o distribucién de drogas, de quienes mas de la mitad son negros, y entre los encertadas por raterias, en cuyo caso la proporcién se acerca a los dos tercios.° En Alemania puede observarse un fendmeno similar. En Re- nania del norte, por ejemplo. los gitanos procedentes de Ruma nia exhiben tasas de en uweelamiento que son mas de veinte ve- ces mas altas que las de los ciudadanos natives: en el caso de Jos marroquies, la cifra se multiplica por ocho, y en el de tos turcos, enlre tres y cuatro, ¥ fa proporcitin de eXtranjeros a la espera de un juicio subié de un tercio en 1989 «1 fa mitad cinco wos después. En rigor de verdad, en el Land de Hessen, el mti- mero de extranjeros presos aumenté constantemente desde 1987, mientras que ef dle natives descendia aio tas afio. Esta expansi6n de la cantidad de no nativos entre rejas se debe casi 6. Smith, David 1. “Fubuie origins, crime, and etiminiat justice in Ene gland and Wales", en Tonry, Michael {comp.): Exfnivity, Crime, asd fem gration: Comparative and Cross-Nanional Perspectives, Chicago. The Unie versity of Chicago Press, 1997, pigs, 101-182: véanse tambien Cashmore, itis y Edward MeLaughlin (eamp.): Out of Onder? Poticing Black Pew Londres, Routledg + 1991; Sinith. FH “Rave, crime and criminal justice en The Osjord Handbook of Criminology. Oxford, Oxford University Press, 1993, 196 PARIAS URBANUS, en su (ofalidad a violaciones a las leyes contra las drogas.? Holanda, cuya poblacién carcelaria se triplied en quince aiios € incluia un 43 por ciento de extranjeros en 1993. la probabilidad de ser sancionado cow una senteneia de prisidn «ke cumplimiento elective es sistemticamente mis alta, aun para ef mismo primer delito, cuando el culpable es de origen surinameés 0 marroqui® CulADRO EXTRAMJEROS EN 1.8 PORLACION CARCELARIA DE LA UNION EUROPEA EN 1997 Pals Extranjeros presos Proporcisn el total, % Alemania 25.00 Francia 14.200 teatia 19.900 Espana 7.700 Inglaterra 4.800 Bagioa 3200 Holanda 700 Grecia 2.200 austen 1.900 er Portugal 1.600 4 Suscia 4.100 26° Dinamarer 480 14 © Fsrimade, Fuenie: Tournier, Pitne: Stonisvique pénate annnelte du Conseil de MEurope. Ev jvete 1997, Eatrasbuuze, 1999, 5. Albrectt. Hans-Rng: “Ethnic minosity. exime, avd eriminal justice in ‘Gesmany”. en Lamy M. (comp. Ethnicity, Crime... op. eit piigs. 101-182; le cita cosrespomade ata pi. 87 8 Iunger-Tas, Josine: “Ethnic minorities and criminal justice in the en Tomy. M. (comp je Eulicty, Crime... op. ei, pags. 257- Netherk #0, TNEMIGOS CONVENIEN LES” 197 En Francia, la proporeidn de extranjeros en la poblacidn pe- nitenciaria pasé del 18 por ciento en 1975 al 29 por ciento vein- te alios despues (cuando aquellos sélo constituyen el 6 por cien- to de fa poblacién del pais), una cifta que no foma en cuenta el marcado “hiperconsunto carcelario” de natives percibidos y ta- fados como extranjeros por la policia y ef aparato judicial, co- imo sucede con los jovenes que son hijos de inmigrantes noratti- canos 0 proceden de los dominios y territorios franceses de ultramar preponderantemente negros, Lo cual equivale a decir que las celdas de Francia se han “coloreado” de manera distin- tiva en Los Ultimos afies, dado que dos tereios de los mas de 15 mil presos extranjeros oficialmente registrados en 1995 proce- dian de Africa del norte (53 por ciento) y el Africa subsaharia- na (16 por ciento). La “desproporcionalidad etnonacional” que aflige a los resi- dentes de fas antiguas colonias de Francia deriva del hecho de que, para ef mismo delito, los tribunales recurren mas pronta- mente a la carcel cuando el condenada no posee fa ciudadania francesa; las sentencias en suspenso y las sanciones comunita- rias son prictieamente monopolizadas por los nacionales. El demégrato Pierre Tournier ha demostrado que, segin las acusa- ciunes, lu probubilidad de ser sentenciado a ta carcel es de L,8.a 2,4 veces mas alta para un extranjero que para un franeés (to- ddas las personas juzgadas se foman en conjunto, sin considerar antevedentes), Ademés, ef niimero de extranjeros imp Ja inmigracién ilegal se disparé de siete mil en 1976 a 44 mit en 1993. Eu nuestros dias, ks tres cuartas partes de fos sancio- nados por violar el “articulo 19°, relacionado con la entrada y la residencia ilegales en el pais, son puestos entre rejas; de los s6is delitos menores juzgados con mas frecuencia por los tribunales, éste es el que mas a menudo recibe una sentencia de circel de cumplimiento efectivo: sustancialmente, se lo reprime an severamente como un delito mayor. De tal modo, resulta que, lejos de ser la consecuencia de un aumento hipotético de ua ados en die, 198 PARIAS URRANDS, su delincuencia, como lo pretenden algunos diseursos xenéfo- bos? la proporcién creciente de extranjeros en la poblacién pe- nitenciaria de Francia se debe exchusivamente a la triplicaciin, en veinte afios, de los encarcelamientos por infringir las leyes. de inmigracién. En realidad, si los presos sentenciados por esta infraceion administrativa se excluyeran de las estadisticas car- celarias, la proporeién de enearcelamiento excesivo de extran- jeros en: comparacién con los cindadanos franceses caeria de ‘seis a tres. Como en el caso de los negros de Estados Unidos, al margen del hecho -una salvedad que nunea puede dejar de des- tacarse~ de que los afroamericanos han sido, al menos en los, papeles, cindadanos de ta Unidn desde hace como minimo uo siglo, la sobrerrepresentacién de extranjeros en las prisiones francesas expresa, no sélo su inferior composicidn de clase, si- no también, por un lado, la mayor severidad de la institucién penal para con ellos y, por el otro, la “devisién deliberada de reprimir la inmigracién ilegal por medio de la carcel” 1 En rea- lidad, nos vemos aqui ante lo que es. primero y fundamental mente, un confinamiento de diferenciacién 0 segregacién, con el objeto de mantener a un grupo separado y facilitar su sus- traceidn del cuerpo societal (su resultado es, cada vez con ma- yor fiecuencia, fa deportacién y la proseripeién del territorio 9, Enite ellos, tos mas insidiosns no son tos detirios chillones y paranok- des de los representantes del Frente Nacional durante sus reupiones efeetora tes, euyo tenor excesive y cargado de odin fes “republicanos” deptoran en to Tindamental de manera undiime. sino Ios discursos afshles que se prommician dontvo det aparato esiarat, por ejemplo en la Asamblea Nacional, cortésmen= te, entre gente razonable y respetable, con tndos Ins eufemismos juridieas y iciones ammtorins que dan su encanto -y su fuerza al fenpunje offcial (coma to nivesita Charlotte Lessana en “La foi Debré: la fabrique de Pima cen Ciases ef comffite 31-22, otee-insterno de 1998. pigs. 125-159). are 10, Tournier, Piette: “Ta détingurance des éttangers en France: analyse en Pabitlda, Salvatore (comp. Petit immigration’ sins, European Commission, 1996, pag. 15R des statistiques pénates Inumigrant Delinquency, Brus “ENEMIGOS CONVENIENTES 199 nacional), para distinguirlo del “confin el “confinamiento de seguridad”.!! miento de auturidad” o A los extranjeros y cuasi extranjeros cautivos en careeles y penitenciarias, a menudo en sectores segregados segiin el ori- gen etonacional (como en La Santé, en el corazan de Paris donde los intemos estan distribuidos en cuatro pabellones sepa. rados y hostiles, “blanco”, “afrieano”, “arabe” y “resto del mundo"), hay que afiadir los miles de inmigrantes indocumen- tados o a la espera de la deportacisn, especialmente en virtud de la “doble pena”,’ arbitrariamente detenidos en esos enclaves estatalmente patrocinados de derechos inexistentes, las “Zonas de espera” y los “eentros de retencion™ que proliferaron en las litimas décadas en toda fa Unidn Europea. Como los campos para “extranjeros indeseables”, “refugiados espafioles” y otros “agitadores” creados por Daladier en 1938, los cerca de treinta centros hoy en funcionamiento en el territorio franegs quince fos atrés eran menos de doce- son attas Lantas cérceles que no ¢ Haman por sti nombre, y por buenas razones: no pertenecen a la administracién penitenciaria, sus internos estan retenidos en violacién del articulo 66 de la Constitueién (que establece que “nadie puede ser detenido arbitrariamente”) y las eondicio- 11, De acuerdo con la distincién de tipos ideales intradueids por Fauge- ron, Claude: 3 M4. * La expresién dowble peine se refiere al hecho de que kis extranjeros ppneden ser y son sanicionaclos frecuentemente das veces por la ley frances en primer lugar mediante ef encarcelamiento por el delito espeetfice que co metieron, y en segundo lugar con la proscripsion del territorio nacional des pués de haber cumplide su sentencia de circel, por medio de un deeveto ad ‘ministrative o una saneidn judicial (en violacidn del Convencidn Europea Ae Tos Derechos del Hombre) (nota det rdnetor al ingles), ‘La derive pénale”, en Exprit 215, octubre de 1995, pigs. 132- 2m PARIAS URBANOS hes de confinamiento en ellos violan habitualmente fa ley y los criterios hisicos de la dignidad humana, Esto es lo que sucede, inver aliv, en el infame centro de Areng, cerca de la estacign poruaria de Marsella, donde un ruinoso hangar construido en 1917 y catente de las comodidades minimas necesarias para la resitencia humana sitve de depdsito de unos mil quinientos ex- tranjeros deportados anualmente a Africa del norte.!2 En Bélgica, donde la cantidad de individuos enearcelados bajo la custodia de la Oficina de Extranjeros aumenté nueve veces entre 1974 y 1994, las personas consignadas en los cen- para extranjeros “en situation irréguliére" es- tin bajo ta autoridad del Ministerio del Interior (a cargo del or- len publico) y no del Ministerio de Justicia, por lo que las estudlisticas del sistema penitenciario las pasan por alto. Cinco de esos Hamados centros cerrados, rodeados pot una doble cer de vi deocamaras, sirven de plataforma de lanzamiento para la de- ion de quince mil extranjeros por aio: éste es ef numero al que aspira el gobierno, como prucba expresa de la po- inmigratoria “realista” Nevada adelante con el supuesto objetivo de socavar ta posicién de la extrema derecha.... que entretanto prospera como nunca antes." En Italia, las érdenes de deportacion se quintuplicaron en solo cuatro aitos, para al- canzar mn pico de 57 mil en 1994, aun cuando toclas as seftales tros de detenci ca de alambre de pita y bajo una permanente vigit 12. Perein-Martin, Jean-Pere: La Retention, Paris, L’Hanwattan, 1996; se encontraré usa comparacion entre Francia, ef Reine Unido y Alemania, asi ‘cone Com Estaclos Unidos, en el niimero 23 de Culture et confits (1996), de- fico al tena “Citener. ewfermer, éoigner: zones dattente et centres de ré tention d 13. Vanpneschen, Laurence: Barbelés de er honte, Bruselas, Lue Pite, 1998: Linton, Fabicnne: “Chiffrer. déchillier: incaresration des étrangers et ccoastrnctivn sociale de fa crintinalité des immigeés en Belgique”, en Palidds Commnp Deir Innigrosion 0p C1 pins. 163-223, ENEMIGOS CON VENEENTES 201 indiean que la inmigracion itegal ba descendide y que la gran mayoria de los extranjeros que no tienen documentos adecua- dos entraron al pais legalmente para ocupar puestos del “mer cado negro” desdefiados por la poblacién nativa,'* como lo re- conocid implicitamente el gobierno de Massimo d°Atema cuando sextuplicé la cantidad de permisos de residencia y tra- bajo inicialmente otorgados como parte del programa de “reeu- larizaciGn™ lanzado a principios del invierno de 1998 En términos mas generales, esta bien documentado que las practicas judiciales aparentemente mas neutrales y rutinarias, comenzando por la detencidn preventiva (reiterada), apuntan stemaiticamente a las personas desaventajadas de otigen ex- tranjero © pereibidas como tales. ¥ “Iu justice & quarante vites- ses”, para adoptar la reveladora expresién de ta juventud de los decadentes complejos habitacionales de Longwy," sabe dema- siado bien cémo hacer el cambio a una velocidad mas alta cuando se trata de arrestat, procesar y encarcelar a los residen- tes de zonas estigmatizadas con una densa concentracién de de- socupados y familias originadas en las migraciones laborales de los treinta afios de auge de Ja posguerra, que se instalaron en Jos barrios hoy designados como “sensibles” por la jerga estatal oficial. En rigor de verdad, segim las dispostciones de les trata- dos de Schengen y Maastricht, que apunian a acelerar la inte- gracién juridica con el fin de asegurar la “libre circulacién” 14, Palidda, Salvatore: “La construction sociale de ta deviance et de ta critminalité puri tes ismigrés: Fe eas italien", en Palidda (comp.): Debit immigration... ep. cit, pgs. 231-266, * Literalmente, “justivia de euarenta velocidades”, que da a entender un teatamiento groserameate desigual de la justicia penal para diferentes catego- rias sociales e inftacciones. Long\ty es una ciudad antieuamente monoid lial de la regién nordeste de Loren, afectada por un elevado desemiplee tras cel dertumbe de la indusitia sderargica en In décad de 1970 (nota del tradue tor al ingles. 202 PARIAS URBANOS, efectiva de los ciudadanos europeos, los paises signatarios re- definieron la inmigracién como una cuestién continental y, en consecuencia, nacional de seguridad, en el mismo concepto que el crimen organizado y el terrorismo, a los que se vinculd en el plano tanto del discurso como de la regulacién adminis- ‘rativa.'5 De fal modo, en toda Europa, Ins pricticas policiales, judiciales y penales convergen, al menos en Ja medida en que se aplican con particular diligencia y severidad a personas de fenotipo no enropeo, que son Ficilmente individualizadas y so- metidas a la arhitrariedad de la policfa y ta justicia, al extremo de que podemos hablar de un verdadero proceso de criminali- zacién de los inmigramtes que tiende, por sus efectos desestruc- twrantes y criminégenos, @ (co)producir el mismo fendmeno que supuestamente combate, en concordancia con el bien cono- cido mecanismo de Ja “profecia aufocumplida”.'® Su principal impacto, en efecto, consiste en empujar a tas poblaciones que son su blanco hacia una clandestinidad y una ilegalidad mas profindas y a alentar la estructuracién duradera de redes espe- cificas de sociabilidad y ayuda mutua, asi como de una econo- mfa paralela que eseapa a toda regulacidn estatal, un resultado que, como es obvio, viene de perillas para justificar, a cambio, la atencidn especial que les prestan los servicios policiales.!7 15, Bigo, Didier: L Europe des polices et la sécurité intéricure, Bruselas, Editions Complexe, 1992, y "Sécurité et immigration: vers une gruvernemen- Lalité de Pinquietute?”, en Culnores et comfits 31-32, ofne-inviernn de 1998, pigs. 13-38, asi como los ottos articulos de este miimero sohre el tema "Secu Hite et immigration”, en especial el de Menica den Boer, “Crime et immigra- tion dans F Union européenne”, pags. 101-124 16, Merton, Robert K.: “The selF-fulfiling prophees”, en Social Theary ‘ond Social Strncture, tercera edicidn ampliada, Nueva York, The Free Pres 1968, pigs. 475-490 [traducciin eastellana: Teoria » essrnenwva saciales, Me ico, Fondo de Cultura Feonémica, 1992}, 17, Sobre el proceso de criminalizacién de los inmigrantes, wéanse los trax “ENEMIGOS CONVENIEN TES™ 203 te proceso es vigorosamente fortalecide y amplificado por los medios y politicos de todo pelaje, avidos de nave, la ola xen ar sobre foba que barris Europa desde el giro neoliberal de la década de 1980, mediante una amalgama, sincera 9 ciniva, di- recta o indirecta, pero cada vez nus banal, de la inmigraciin, la ilegalidad y Ia criminalidad. Incesantemente puesto en la lista negra, sospechado de antemano si no por principio, empnjado a los margenes de la sociedad y acosado por las autoridades con un celo sin comparacién, el extranjero (no europeo) muta para transformarse en un “enemige conyeniente” ~para usar la ex= presién del crimindlogo noruego Nils Christie~'® a fa vez sim: bolo y blanco de todas las angustias sociales, como Io son los afroamericanos pobres en las grandes ciudades de su sociedad Asi, la prision y la mare: en Ia fabricacisn de una 1c08", cortada a medida para legitimar una deriva hacia la gestion pe- nal de la pobreza que, gracias a un efecto de halo, tiende a apli- carse al conjunto de los estratos de clase obrera debilitados por que impone participan activamente tegoria europea de “sub-bla bajos comparatives resmidos por Dal Lago, Alessandro (comp): La stunnien el newico, GEnava, Casta ¢ Nolan, 199%; sobre el ease hounds, véase Eng bersen, Godtried= fi de shaduw van morgen: Stedligke marginalteir in Ne derland, Amsterdam, Boom, 1997. y sobre el caso alentin, Kubink. Michiel Vorstondnis und Bedeutung von Auslandeririminalitat: Eine Analyse der Konstiturion sozialer Probleme, Pfaflenveiler, Centaurus, 1993, 18, Christi, Nils: “Suitable enemy”. en Bianchi, Herman y° René vim Swoaning Grime, Amsterdam, Free Vniversity Press, 1986. 19, Tomamos ta nocidn de “sub-hlanco” det socidloge Aniiéa Res (quien por su parte fa tomé de ta banda francesa de rap 14st) ef “Le racism enropéen et Ia fabrication du «sous-lane»”, en Réa, Andeéa (comp.): hn gration et rocisme en Evrope, Bruselas, Fditions Complexe. 1998, pags, 16 202. sn (comps): ARolitiontsnt: Toward a Non-Repressive syproach to 204 PARIAS URRANOS cl desempleo masivo y la flexibilizacién laboral, independien- temente de fa nacionalidad, Por esa rain. el encarcelamiento y el tratamiento policial y judicial de los extranjeras, inmigeantes y categorias asimiladas (arabes y heurs* en Prancia, antillanos en Inglaterra, turcos y gitanos en Alemania, tunecinos en Italia, afticanos en Bélgica, surinameses y marroquies en Holanda, ete.) constituye una ver- dadera piedra de toque, una prucha crucial [shibboleth] p: Europa?" suevolucion nos permite evaluar hasta qué punto la Union Europea resiste 0, al contrario, hace suya la politica nor- (americana de criminalizacién de la pobreza como comple- tnvento de fa generalizacién de la inestabilidad salarial y la inse- guridad social. Como ef destino carcelario de los negros de Estados Unidos, brinda una preciosa y presciente indicacién del tipo de sociedad y Estado que Europa esta construyendo. * ewe, uo trnino del argot eallejere para alalir al “inabe", designa ta HInmada segunda generacidn de noralricanos, descendicntes franceses de in- migeantes atgefinos, matroguies y tuneeinas que tlegaroa a Francia duraute Jos “ireivta gloriosos aos” de crecimiento econdmion de Ta posguerta (nota del mraducios a ingles) 24, Boutdicn, Viewe: “Le sort des étrangers comme stibboteth’, en Con soo-fors. Pati, Editions Liber-Raisons (agit, IW98, pigs. 21-24 [lraduceitin castelltnn’: Contrathegos: reffeviones para servir a la resistencia contra ta jovusién neolibeeul, Boreclona, Anagram, 1999) Del mismo autor Las carceles de la miseria AVIER AUYERO La politica de los pobres | Redes peronistas y cultura politica | en Buenos Aires | “Otras personas escriben sobre la politica clientelista como una forma de organizacién, un flageto que es preciso erradicar 0. un mal necesario en el camino a una democracia plena, Javier Auyero la describe como una forma estridente, improvisada y crucial de sobrevivir a la pobreza y la desigualdad. Al transmi- tir sus ohservaciones de primera mano con una prosa Kidiea y enérgica, Auyero arroja luz sobre la politica de tos pohres en la Argentina y otros lugares.” Cartes Tey, Columbia University nel plano de la mayor parte de la literatura de ciencias politicas sobre fa pobreza urbana y el clientclismo, esta obra es anténticamente sefiera, En su combinacién de to mejor de la et- nografia de la “descripeién densa’ con Ia percepcisn de proce- sos mas glohales que acttian en la sociedad, Auyero emplea Ios mareos analiticos mas aetualizados para examinar un objeto de tudio que rara vez ~o nunca~ se abordé de esta manera. es un libro que babr que tomar en cuenta en los proximos fis, y mas alla. | | | Daniel JAMES, autor de Doita Maria's Story: Life History Memory, and Political Identity Impresos 1000 ejemplares en marzo de 2007 en “Talleses Grticns Leograt SRE. Ronee a8, Vato Alsina. Argentine

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