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Poco se dice en esos textos de lo que ocurría en la parte occidental de la isla en aquellos
tiempos, y por ello los dominicanos han crecido pensando que el triunfo de las armas y la
diplomacia nacionales fue algo únicamente dependiente del valor y la inteligencia de sus
líderes políticos, sus generales y sus ejércitos.
La verdad es que hubo otros factores que ayudaron a los dominicanos a preservar su
independencia, y uno de ellos, tal vez el más importante aparte de sus victorias militares, fue la
profunda crisis política en que cayó Haití a partir del derrocamiento del presidente Jean Pierre
Boyer en marzo de 1843.
Pocos dominicanos conocen que el Presidente provisional de Haití, Charles Hérard ainé, que
quedó en el mando después de la caída de Boyer, quedó atrapado en una maraña de intensas
contradicciones con los demás jefes militares del norte y el oeste de su país que le impidieron
ejecutar su plan de reconquistar la parte dominicana de la isla en marzo de 1844.
Hérard pudo reprimir la conspiración separatista dominicana en julio de 1843, luego de haberse
celebrado unas elecciones municipales en las que resultaron ganadores los liberales
dominicanos que fomentaban la independencia, pero los problemas internos de Haití le
impidieron mantener una campaña militar de larga duración en la parte oriental de la isla en
1844.
Los dominicanos de hoy conocen muy bien que, después del regreso de Hérard y sus tropas a
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Lunes, 26 de Enero de 2009
Haití, la conspiración fue dirigida por Francisco del Rosario Sánchez y un grupo de amigos
agrupados en la sociedad secreta La Trinitaria que quedaron en el país, pues su fundador,
Juan Pablo Duarte, había tenido que partir hacia el exilio.
Otros, como Ramón Mella y los hermanos Pedro y Ramón Santana no tuvieron la suerte de
Duarte y fueron detenidos por Hérard, quien los hizo marchar con otros prisioneros hacia Haití.
Los Santana lograron escapar antes de llegar a la parte occidental, pero Mella quedó detenido
en Puerto Príncipe hasta que fue libertado junto a otros presos políticos a finales de septiembre
de ese año.
Durante su estancia en Puerto Príncipe, Mella pudo apreciar el estado de efervescencia política
reinante en aquella ciudad, pues durante la primera expedición de Hérard en territorio
dominicano los líderes políticos haitianos aprovecharon la ausencia del Presidente provisional
para discutir abiertamente, por primera vez, el curso que debía tomar su país.
Estas discusiones eran atizadas por grupos antiboyeristas que detestaban el militarismo que
había dominado la vida haitiana desde 1804, y que intentaban influir en la elección de los
diputados a la Asamblea Constituyente que debía redactar una nueva Constitución más liberal
que la que regía el país desde 1816.
A pesar de haber encabezado el movimiento que derrocó a Boyer, Hérard era percibido por
muchos liberales haitianos como un representante más de la élite militar mulata que había
gobernado el país por más de dos décadas.
Por otro lado, Hérard tampoco gozaba de amplias simpatías en el estamento militar negro,
heredero de las estructuras de mando del extinto reino de Henri Cristóbal en el norte de Haití.
Al caer Boyer, estos generales y oficiales negros resucitaron las viejas querellas con la élite
mulata haitiana, de tal manera que las discusiones constitucionales quedaron envueltas en un
intenso conflicto racial que se expresaba abiertamente en varias ciudades de Haití.
En la ciudad de Les Cayes estas confrontaciones adquirieron la mayor intensidad, pues desde
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junio de 1843 los líderes negros de esta localidad estuvieron dirigiendo manifiestos al gobierno
provisional a fin de que éste adoptara medidas para protegerlas de la explotación y los
maltratos de la elite mulata.
En septiembre de ese año, unas 78 familias negras emitieron un nuevo manifiesto en el que se
quejaron abiertamente ante el gobierno de los maltratos que sufrían sus mujeres e hijas
infligidos por la clase mulata cuyos establecimientos comerciales se negaban hasta a venderles
pan.
El 9 de septiembre, Hérard tuvo que enfrentar un importante levantamiento militar dirigido por el
Coronel Dalzon, quien logró levantar varias guarniciones para vengar una humillación recibida
por el Presidente provisional. Dalzon perdió la vida en el intento y el levantamiento fue
reprimido, pero Haití continuó presa de la agitación política en los meses siguientes.
Por eso los últimos tres meses del año transcurrieron sin otros incidentes mayores que los
conflictos raciales que mantenía en tensión la ciudad de Les Cayes.
Sin embargo, mientras la Asamblea Constituyente realizaba sus trabajos, discutiendo punto por
punto el proyecto constitucional, las conspiraciones ardían por debajo, pues tanto los
boyeristas haitianos como los separatistas dominicanos, cada uno por su lado, se organizaban,
unos para derrocar el gobierno, y otros para separarse de Haití.
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Se conoce bien que el movimiento dominicano estaba dividido en dos grupos bien
diferenciados. Uno de ellos, el de los Trinitarios que buscaba la independencia pura y simple y
creía contar con sus propios medios para ejecutar un golpe de Estado con apoyo de algunos
oficiales negros y mulatos de la guarnición militar de Santo Domingo.
Sobre las relaciones entre ambos grupos y sus diferencias y desavenencias se ha escrito
mucho en la República Dominicana, pero baste decir que los cónsules franceses en Puerto
Príncipe, y sus amigos afrancesados dominicanos, no obtuvieron apoyo inmediato para ese
plan de parte del gobierno francés.
En efecto, en aquellos días se encontraba en Puerto Príncipe el enviado especial del gobierno
de Francia, Mr. Barrot, con el encargo de negociar con el gobierno haitiano el pago de las
acreencias pendientes desde 1825 por concepto de las compensaciones que Haití debía pagar
a su antigua metrópoli por el reconocimiento de su independencia.
Al ser consultado sobre los planes de los afrancesados dominicanos, Barrot respondió "que su
gobierno no lo había enviado a Haití para suscitar problemas; que la cesión de Samaná a
Francia podría generar complicaciones con las grandes potencias marítimas, y que
empeoraría, asimismo, la situación financiera de Haití, que a vez tenía obligaciones por cumplir
frente a Francia".
Esta versión le fue confiada por el mismo Mr. Barrot al historiador haitiano Thomas Madiou en
1864, mientras ambos se encontraban representando, como embajadores, a sus respectivos
países ante el gobierno de España.
Según Barrot, el ministro de relaciones exteriores de Francia, Mr. Guizot, lo felicitó "por no
haber comprometido a Francia en un asunto que a la larga hubiera resultado poco
satisfactorio".
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Con todo, los cónsules franceses en Puerto Príncipe y Santo Domingo continuaron sus
gestiones políticas, buscando siempre información confiable acerca de las intenciones
dominicanas, y por ello es que casi recién llegado a Santo Domingo desde Haití, al cónsul
francés Juchereau de St. Denys le tocó jugar un papel muy importante el 28 de febrero de
1844.
A pesar de haber
encabezado el
un representante más de
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