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absolutamente malas. Quienes defienden posturas moralinas, las acciones humanas, cualquiera
sea su carcter, tienen que ser ubicadas en uno u otro mbito. No hay matices.
As, las acciones consideradas buenas, son todas equivalentes en su bondad. Pero el dolor de
cabeza de los moralinos no son las acciones buenas, sino las malas. Y estas son todas equivalentes.
Es igual de malo robarse 25 centavos que robarse un milln de dlares. Es igual de malo una
infidelidad marital que arrojar una tonelada de bombas en una ciudad habitada por mujeres,
nios, nias y ancianos. El escndalo para la moralina es similar en ambos casos. Y los moralinos
ms extremos gustan de las faltas pequeas, porque esas faltas les permiten lucir toda su
capacidad de condena moral.
La moralina tiene a sus francotiradores. Personas que a s mismas se han erigido como ejemplo de
la bondad ms pura, sin falla alguna, que se dedican a juzgar a quienes les rodean y que se
vanaglorian de su capacidad para condenar a quienes se equivocan y cometen errores.
Es decir, la moralina tiene a sus guardianes. Personas rgidas y autocomplacientes con su presunta
superioridad moral. Odian el cuerpo humano. Odian el placer. Odian la libertad sexual. Celebran
cuando un poltico es sancionado por infidelidad a su pareja, pero callan las atrocidades sociales
que ese mismo poltico pudo haber cometido, o en todo caso consideran que se trata de faltas
equivalentes. Estos francotiradores de la moralina, no reconocen la distincin pblico-privado,
porque para ellos (y ellas) la injerencia en la vida privada de los dems es un derecho que se han
autoatribuido. Precisamente, su principal coto de caza es la esfera privada la esfera de la vida
sexual, principalmenteque es donde para ellos y ellas se juega la moralidad de los individuos.
Si algo se puede decir de esta poca es que un fantasma recorre la vida social: el fantasma de la
moralina. Ante ese fantasma se deben reivindicar los fueros de la moral, que no puede ser
impuesta por nada ni por nadie, ni tampoco necesita de guardianes que la custodien o impongan.
Y es que cada cual debe ser el guardin de su vida moral.
(*) Columnista de ContraPunto