Escolar Documentos
Profissional Documentos
Cultura Documentos
El ascenso del hombre está marcado por una continua conquista sobre
los materiales. Hasta hace muy poco, este ascenso se realizó
aprovechando los materiales disponibles en la naturaleza y buscando
aplicaciones para los descubrimientos recientes y cada nuevo material
encontrado y dominado permitía desarrollar mayores avances. Pero hoy
en día este proceso empieza a sufrir un cambio cualitativo: ya no se
trata simplemente de encontrar otros usos para cada material, sino de
diseñar y sintetizar los materiales más adecuados para los nuevos
requerimientos. Hoy se especifican las características del material
necesario para una aplicación dada y después se fabrica.
Pagamos más por la lata que por su contenido; más por el envase de
vidrio o de metal que por el refresco. Sin embargo, por esas extrañas
asociaciones de ideas que no siempre pueden explicarse del todo,
cuando pienso en la atención que damos en México a los materiales,
frecuentemente recuerdo el título de una vieja pero excelente película
de Luis Buñuel: Los olvidados. Quizá porque creo que en nuestro país
hemos descuidado su estudio sistemático. Nos hemos preocupado muy
poco por desarrollar la ciencia de los materiales, por investigar sus
límites y sus posibilidades. Y esto es paradójico, porque México tuvo
durante la Colonia una importante industria minera; incluso hoy en día,
nuestro país sigue ocupando un lugar muy destacado a nivel mundial
en la producción de varios minerales. El oro y la plata fueron los
principales productos de exportación de México hasta los años
cuarenta; el cobre, el cinc y el plomo (junto con el algodón), lo fueron
desde fines de los cuarenta hasta principios de los sesenta, el azúcar en
los setenta y el petróleo desde mediados de dicha década. México ha
sido exportador de materias primas; con demasiada frecuencia sin
agregarles valor, sin convertirlas antes en productos terminados o
semiterminados.
ANTONIO ALONSO C.
Productos evidentes del ingenio del hombre son los que ahora
conocemos bajo el nombre de "materiales", a tal punto que
prácticamente nos resulta imposible imaginar actividad humana alguna
en la que los materiales no sean determinantes: muchas veces, éstos
nos resultan tan familiares que ni siquiera cobramos conciencia de su
intervención en nuestra vida cotidiana.
Productos evidentes del ingenio del hombre son los que ahora
conocemos bajo el nombre de "materiales", a tal punto que
prácticamente nos resulta imposible imaginar actividad humana alguna
en la que los materiales no sean determinantes: muchas veces, éstos
nos resultan tan familiares que ni siquiera cobramos conciencia de su
intervención en nuestra vida cotidiana.
Cuadro 3.
Cobre ( Cu ) Plomo ( Pb )
Cerusit
Cuprita Cu2O PbCO3
a
Malaquit CuCO3Cu
Galena PbS
a (OH)2
Calcocit Anglesi
Cu2S PbSO4
a ta
Calcopir
Cu FeS2
ita
Cinc ( Zn ) Hierro ( Fe )
Esfalerit Hemati
ZnS Fe2O3
a ta
Calamin Zn4(OH)2Si2O7· Magneti
Fe3O4
a H2O ta
Limonit Fe2O3H2
Cincita ZnO
a O
Willemit Zn2SiO4 Siderita FeCO3
a
Estaño ( Sn )
Casiterita SnO2
¿HIERRO O ACERO?
En relación con la Edad del Hierro, son muchos los metalurgistas de la
época actual que se han planteado y tratado de explicar una serie de
dudas que surgen justamente ahora que disponemos de mayor
información sobre lo que es el hierro y sus compuestos. Una de estas
preguntas, tal vez de las más profundas, es la siguiente: actualmente
sabemos que, en buena medida, las propiedades mecánicas del hierro
puro son inferiores a las que presentan el cobre y el bronce. Así pues,
¿cómo es que el hierro pudo llegar a sustituir a esos materiales?; y, por
consecuencia, ¿cómo es posible que se haya considerado que el paso
de la Edad del Bronce a la Edad del Hierro fue un avance sustancial en
la historia de la humanidad?
Por muchos años y con estos procedimientos o tal vez otros similares,
muchos herreros, forjadores y aun científicos de renombre intentaron
reproducir las propiedades de los aceros de Damasco. En 1819 el
científico inglés Michael Faraday publicó un artículo, en el que proponía
como solución al problema la adición al acero de pequeñas cantidades
de sílica y alúmina. La propuesta no tuvo éxito pero consiguió inquietar
a Jean Robert Breant, a la sazón inspector de ensayos de la casa de
moneda de París, para que éste iniciara una serie de experimentos
consistentes en añadir distintos y variados elementos al acero. Para
1821, Breant había llegado al meollo del asunto y pudo establecer que
era el alto contenido de carbón el responsable de la resistencia y
dureza poco comunes de los aceros de Damasco.
Ante un misterio como éste, que duró más de 2 000 años, no queda
otra cosa más que aplicar el viejo proverbio ruso que dice:
"Frecuentemente lo mejor de lo nuevo resulta ser lo largamente
olvidado del pasado".
EL MISTERIO SE DESPEJA
En un intento por esclarecer en este libro el misterio de los multicitados
aceros de Damasco a la luz de los conocimientos actuales,
reproduciremos aquí la interpretación hecha por Sherby y Wadsworth
de la patética receta que menciona el sacrificio del esclavo musculoso.
Figura 7.
Figura 8.
Figura 9.
Figura 10.
Para dar una idea de la rápida evolución e influencia que el acero y sus
aleaciones tuvieron hacia finales del siglo pasado, cabe mencionar que
entre 1870 y el fin de ese siglo, la producción mundial de acero
aumentó de 500 000 a 28 000 000 de toneladas y, por otra parte,
generó el surgimiento de un sinnúmero de tecnologías.
Cuadro 4.
Cromo
º Aumente la resistencia a la corrosión y a
la oxidación
º Aumenta la templabilidad
º Aumenta la templabilidad
Níquel
º Hace resistentes los aceros no templados
o recocidos
Fósforo º Aumenta la resistencia del acero al bajo
carbón
Titanio
º Reduce la dureza y templabilidad en
aceros al cromo
Vanadio
º Eleva la temperatura de inicio de
crecimiento del grano
º Aumenta la templabilidad
º Produce endurecimiento
1
Se entiende por "grano" la región de un sólido que tiene la
misma orientación cristalográfica. De esta manera, el sólido
estaría formado por muchos granos que difieren en orientación
cristalográfica, y cuando todos los granos que constituyen un
sólido tienen la misma orientación cristalográfica, se tiene un
monocristal.
LA QUÍMICA
Figura 11.
Figura 12.
I I I . P O L Í M E R O S Y
S E M I C O N D U C T O R E S
Alrededor de veinte años más tarde Joseph Priestley obtuvo "un aire
extraño" en presencia del cual las velas ardían vivamente y las brasas
de leños o carbón desprendían llamas. Este aire extraño era el oxígeno.
Mientras tanto, los materiales del mundo vivo, la madera, los azúcares,
las grasas, aceites, etc., seguían en el misterio y apenas se sabía que
lo que tenían en común era ser combustibles, carbonizar y tomar parte
en procesos químicos irreversibles. Antoine Lavoisier se dio a la tarea
de investigar estos productos de manera sistemática y en esa labor
quemó sus objetos de experimentador dentro de una campana,
encontrando que invariablemente se producía bióxido de carbono y
agua, de lo que dedujo que deberían contener carbono e hidrógeno;
pronto se descubrió que entre los residuos había oxígeno y nitrógeno.
Más y más experimentos con sustancias orgánicas llevaron a la
conclusión de que todas ellas, a pesar de sus notorias diferencias y sin
importar su complejidad, estaban compuestas en lo fundamental sólo
por un conjunto de cuatro elementos: carbono (C), hidrógeno (H),
oxígeno (O) y nitrógeno (N), los cuales ya habían sido aislados de los
compuestos del mundo no vivo.
Puestas las cosas así, el camino a seguir estaba trazado; había que
combinar, con los procedimientos adecuados, los cuatro elementos
CHON para producir lo que la naturaleza ponía en nuestras manos:
seda, madera, azúcares, etc. Mucho se intentó y poco o nada se
obtuvo, incluso hasta llegó a pensarse en la existencia de algo extra,
un elemento misterioso que recibió el nombre de "fuerza vital" y que
poseían sólo los compuestos de los mundos animal y vegetal y del que
la naturaleza había privado al mundo mineral. Esta tendencia llegó a
cobrar tal importancia que hasta el propio Jacob Berzelius, a quien se
debe la distinción entre la química orgánica y la inorgánica, la notación
atómica por símbolos y el descubrimiento del selenio, llegó a compartir
tal idea y a pensar que entre la química de la materia viviente (la
orgánica) y la inorgánica existía un abismo infranqueable. Este fue tal
vez el origen de un reto más para el intelecto humano: ¿sería posible
franquear tal abismo?
DE LO INORGÁNICO A LO ORGÁNICO
Las preguntas centrales por contestar en la segunda mitad del siglo XIX
eran: ¿Cómo se eslabonan los átomos de las moléculas orgánicas y qué
reglas siguen? ¿Cómo se reflejarán estas reglas en las propiedades?
¿Por qué es posible ir sustituyendo hidrógeno por cloro y obtener
compuestos con propiedades tan diversas? ¿Se podrá continuar
haciendo sustituciones?
Cuando dos átomos de carbono ocupan tres de sus brazos para unirse
entre sí y saturan el brazo que les queda libre con hidrógeno (Figura
18), se tiene un compuesto altamente explosivo que recibe el nombre
de acetileno.
Para nosotros, habitantes del planeta Tierra en el final del siglo XX, este
mundo de los plásticos nos resulta harto familiar, al punto que ni
siquiera somos conscientes de la enorme cantidad de objetos y
productos que tienen su origen en el petróleo, y nos resulta
sorprendente cuando nos enteramos de que el acetato de rayón, el
acrilán, el dacrón o el orlón usados en la fabricación de prendas de
vestir; el acetato de etilo o el alcohol etílico utilizados como disolventes
de lacas y la aspirina o las sulfas que alguna vez habremos tomado
para reestablecer nuestra salud son todos ellos derivados del etileno
(C2H4), el cual es un gas incoloro e inodoro.
Sin duda alguna todos y cada uno de nosotros hemos tenido entre
nuestras manos recipientes de plástico para muy diversos usos y
habremos observado que unos son mas rígidos que otros, característica
que se aprovecha para su aplicación, pues mientras que los recipientes
rígidos se utilizan generalmente para envasar líquidos muy ligeros, los
que no lo son se destinan para sustancias un tanto "pastosas" como la
salsa de tomate, la mostaza, el champú, etc., en los cuales el deformar
la botella contribuye a que el contenido salga más fácilmente.
Figura 21.
Figura 22.
Figura 23.
LOS SEMICONDUCTORES