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Davidson ente, mundo y accién so exe mono ¥ AccON hhubieran ocurrido: y, desde Iuego, descubren dificultades {que yo no siquiera imaginé, Los lectores y las lenguas ex ‘anjeras amplifican estos efectos y con ellos los beneficios ‘consiguientes en cuanto a penetracin v objetividad. Sé por mi experiencia pasada cuinto puedo aprender de los filéso- fos de habla hispana, y me sorprenderia que un resultado del presente libro no fuera el ensanchamiento de mi horizonte, Donato Davipson California, diciembre de 1991 EL MITO DE LO SUBJETIVO El tema del que se ocupa este ensayo tiene una larga tra- dicién: se trata de la relacién entre la mente humana y el resto de la naturaleza, entre lo subjetivo y lo objetivo, segtin hemos dado en pensarios. Este dualismo, sun siendo a sta modo demasiado obvio para ser cuestionado, arrastra consi- go en nuestra tradicién una pesada, y no necesariamente apropiada, carga de ideas asociadas. En Ja actualidad, algt- nas de dichas ideas estin siendo sometidas un detallado ‘examen critico, cuyo resultado leva consigo la promesa de tun cambio abismal en el pensamiento filoséfico contempo- riineo, un cambio de tal hondura que podria Hegar a pasar nos inadvertido Aunque el presente ensayo es claramente tendencioso, no. tiene como objetivo primario la conversion del escsptico; st. propésito principal consiste en deseribir, desde un determi- nado punto de vista, um episodio reciente, ampliamente re- ‘conocido, en el desarrollo de la reflexion sobre los conteni- ddos de la mente, y en sugerir algunas de las consecuencias que, en mi opinion, se siguen de et ‘Las mentes son muchas: la naturaleza es una. Cada uno de nosotros ocupa su propia posicion en ef mundo y tiene, Por tanto, su propia perspectiva del mismo, Es facil dejarse Aestizar desde esta verdad obvia hacia una nocién conlusa de relativismo conceptual. E! punto de partida no es mas que el relativismo, familiar e inocuo, de la posicion que se cupa en el espacio y el tiempo. Puesto que cada uno de no- ‘otros ocupa con exclusividad un determinado volumen de ‘espacio-tiempo, dos de nosotros no podemos hallarnos exac- tamente en el mismo lugar al mismo tiempo. Las relaciones. entre nitestras posiciones respectivas son inteligibles debido 32 MENTE, MUNDO Y ACCION ‘a que podemos situar a cada persona en un mundo comiin y unico y en un marco temporal compartido, - El relativismo conceptual puede parecer similar a éste, pero es dificil completar la analogfa. ¢Cual es, en efecto, el punto de referencia comiin, o sistema de coordenadas, al que cada esquema es relativo? Sin una buena respuesta a festa pregunta, la afirmacién de que cada uno de nosotros hhabita, en algin sentido, un mundo propio deja de ser intelt- sible. Por esta y otras razones he venido sosteniendo, desde hhace tiempo, quo,la.amplitud de las diferencias entre indivi- duos 0 sistemas sociales de pensamiento tiene limites. Si se centiende por relativismo cultural la idea de que los esque- mas conceptuales y los sistemas morales, o los lenguajes asociadas a ellos, pueden diferir globalmente entre sf, hasta el punto de ser mutuamente ininteligibles o inconmensura- bles, o de situarse para siempre més allé del alcance de un dictamen racional, en ese caso rechazo el relativismo con- ceptual.! Entre distintas épocas, culturas y personas hay, desde luego, contrastes que todos reconocemos y con les cuales nos enfrentamos; pero se trata de contrastes que, con ‘una actitud comprensiva y con esfuerzo, podemos explicar ¥ ‘entender. Los problemas se presentan cuando intentamos incluir la idea de que podria haber diferencias mas globales, ‘ya que esto parece exigir de nosotros (de manera absurda) {que adoptemos una actitud externa a nuestro propio modo de pensar. En mi opinién, no-entendemos la idea de un esquema realmente extrafio. Sabemos qué son los estados mentales y como se identifican correctamente; son, sencillamente, esos estados cuyo contenido puede Uegar a descubrirse por me- dios bien conocidos, $i otras personas o criaturas se hallan fen estados que no es posible descubrir mediante esos méto- dos, puede que esto no se deba a un fracaso de nuestros mé- 1. He ofrecda argumentos en favor de esta posiciin en «On the Very Idea of a Conceptwal Scheme, reimpreso en Ingiares ito Truth and Interpretation, The Clarendon Press, 1984 EL Miro DE Lo suasetwo 53 todos, sino a que dichos estados no merecen propiamente el nombre de estados mentales: no son ereenciss, deseos, anhe- los o intenciones. El sinsentido en la idea de un esquema conceptual situado para siempre més alla de nuestro aleance no responde a nuestra incapacidad de comprender un esque- ‘ma semejante 0 a otras de nuestras limitaciones humanas; se debe simplemente a lo que entendemos por un sistema de conceptos, ‘Muchos filésofos no se sienten satisfechos con argumen- tos de este tipo, ya que consideran que el relativism concep- tual puede hacerse inteligible de otro modo, Parece, en efec- to, que serfamos capaces de entenderlo a condicién de que ppudigramos encontrar en la mente un elemento no afectado por la interpretacion conceptual. En este caso, seria posible Considerar los distintos esquemas como relativos a este ele ‘mento comin y asignarles la tarea de organizarlo. Este clemento comiin es, desde luego, alguna versién del (en erect: 4 Plbsophical Suu. Cornell Univ. Press, hace. 1987, cp. 8), {lute hay algunos precedents 1) 56 MENTE. MUNDO ACCION forme e invencién, substancia y estilo, claves y concepiua- cid», va que podemos investigar el mundo, y al ser humano come parte de él, y descubrir asi qué claves podria tener acerca de lo que ocurre a su alrededor. Substrayendo enton- ces dichas claves de su concepcién del mundo obtenemos como diferencia la contribucién neta del ser humano, Esta diferencia acota la extensién de la soberanta concepisal del hombre, el émbito en el que puede revisar la teorfa salvando las datos? Concepeién del mundo ¥ claves, teoria y datos: éstos son el esquema y el contenido de los que he estado hablando. Lo importante, pues, no es que podamos o no describir los datos en un lenguaje neutral, libre de teorfa; lo importan- te es que tenga que haber una fuente altima de evidencia cuyo caricter pueda ser plenamente especificado sin refe- rencia a aguello de lo que es evidencia. Asi, las pautas de es- timulacién, al igual que los datos sensoriales, pueden ser identificadas y descritas sin referencia a slo que ocurre a nuestro alrededor», Si nuestro conocimiento del mundo de- riva enteramente de una evidencia de este tipo, no sélo pue- de suceder que nuestros sentidos nos engatien a veces, sino ue es también posible que estemos engaftados de forma ge- neral y sistematica. No es dificil recordar lo que conduce a esta concepeién: se cree necesario aislar del mundo extemo las fuentes titi- mas de la evidencia, con el fin de garantizar la autoridad de ésta para el sujeto. Puesto que no podemos estar seguros de como es el mundo fuera de la mente, lo subjetivo sélo puede mantener sus virtudes ~su castidad, su certeza para nosotros- si se impide que sea contaminade por el mundo, El problema, bien conocido, consiste, desde luego, en que 3. Fe passe yas cies que le preceden provenen de W. Ouine, Word and Objet, MT Press, 1960. En justicia deberia ad verte que Quine ha declarado a menudo, explitamente, gue él bo es un Felativista conceptual L\0T0 DELO SuRIETWO 37 ningin razonamiento o construccién permite salvar plausi- blemente el abismo creado por esa desconexién. Una vez elegido el punto de partida cartesiano, no es -0, cuando ‘menos, no parece- posible decir, acerca de la evidencia, de ‘qué es evidencia. Se vislumbran va, amenazantes, el idea- Tismo, las formas reduccionistas del empirismo y el escepti- La historia es bien conacida, pero permitaseme que pase a narrar, en mi apresurado estilo, un capitulo més. Sila evi- ddencia ultima de nuestros esquemas y teoriss, el material bruto en el que se basan, es subjetivo en ef modo en que lo he descrito, también lo es, entonces, lo que descansa directa mente en ello: nuestras creencias, descos, intenciones ¥ lo que queremos decir con nuestras palabras. Aunque constitu yan la progenie de nuestra econcepeién del mundo» ~de he- cho, en su conjunto forman nuestra concepcién del mundo conservan también, sin embargo, la misma independei cartesiana, frente a aquello de que pretenden tratar, que po seia la evidencia en que se basan: como las sensaciones, tam- bign nuestras creencias, deseos, intenciones, ete,, podrian ser exactamente como son aun cuando el mundo pudiera ser muy diferente, Nuestras ereencias pretenden representar algo objetivo, pero su cardcter subjetivo nos impide dar el Brmer paso para determina’ si comesponden a auelo que Asi, en lugar de decir que lo que ha dominado y definido los problemas de la filosofia moderna ha sido la dicotomia esquema-contenido, se podria perfectamente afirmar que ha sido la forma en que se ha concebido el dualismo de lo sub- jetivo y lo objetivo, ya que ambos dualismos tienen un ori- gen comiin, a saber, un concepto de la mente como algordo. tado de sus estados y objetos privados. Henos ahora en el lugar al que nos dirigiamos, pues me parece que la impugnacidn de estos dualismos por nuevas vias o su remodelacién radical constituye el cambio mis prometedor ¢ interesante que esta teniendo lugar en la filo- sofia actual. Es muy probable que dichos dualismos acaben siendo abandonados, al menos en la forma que hoy presen 58 MENTE, MUNDO Y ACCION tan. El cambio esta empezando a hacerse patente, y sus con- secuencias apenas han sido advertidas, incluso por parte de aquellos que lo estin propiciando. Como era de esperar, se cenfrenta, y se enfrentari, con una fuerte resistencia, Esta- ‘mos @ punto de asistir a la emergencia de una concepeisn radicalmente revisada de la relacién entre Ia mente y el mundo. ‘Voy a describir ahora algunos de los presagios que, desde ‘mi punto de vista, anuncian esta transformacicn, La accién se ha centrado en torno al concepto de subjeti= Vidad, de lo que est «en la mentes. Comencemos atendi do a lo que sabemos o captamos cuando conacemos el sign ficado de una palabra u oracién. Constituye un lugar comin de Ia tradicién empirista Ia idea de que aprendemos nuestras. primeras palabras, como «manzana», shombres, «perro, ‘agua, que al principio desempefan Ia funcin de oracio- nes, mediante un condicionamiento de determinados soni- dos o conducta verbal frente a fragmentor apropiados de materia en el émbito publico. El condicionamiento funciona de forma dptima con objetos que despiertan el interés del aprendiz y que dificilmente pueden pasar inadvertidos al maestro y al discipulo. Este no es sélo un relato acerca de como aprendemos a usar palabras, sino que ha de ser tam- bign, necesariamente, parte esencial de una explicacion ade- cuada de la referencia y el significado de las palabras. Huclgs decir que el relato completo no puede ser tan seneillo, pero, por otra parte, resulta difiil creer que esta es pecie de interaccién directa entre usuarios del lengusje y eventos y objetos publicos no sea una pieza bisica del mis ‘mo, la pieze que, directa 0 indirectamente, determina en gran medida el modo en que las palabras se relacionan con las cosas. Sin embargo, este relato tiene consecuencias que parecen haber sido ignoradas hasta tiempos muy recientes. Una de ellas es que los detalles de los mecanismos constitu tivos de las cadenas causales que unen a los hablantes entre si, asf como al hablante con el aprendiz del lenguaje y con el objeto del que se habla, no pueden tener relevancia, por si ‘misma, para el significado y la referencia, La captacion de EL ro 95 10 sUBIETVO 59 significados viene determinada tinicamente por los elemen- tos terminales del proceso de condicionamiento y se pone a prueba tan s6lo mediante el producto final, a saber, el uso de palabras engranadas con objetos y situaciones apropiadas, La mejor forma de percibir esto tal vez sea advertir que dos hablantes que eentienden lo mismos ante una expresién no necesitan tener en comuin mas que sus disposiciones para ‘una conducta verbal apropiada; sus estructuras neurol6gicas pueden ser muy diferentes, Dicho a la inversa: dos hablantes pueden ser semefantes en todos los aspectos fisicos relevan- {es y, sin embargo, entender cosas distintas ante las mismas palabras debido a diferencias en las situaciones externas en ue las aprendieron. Asi, pues, en a medida en que se conci- be lo subjetivo.o lo mental como algo que sobreviene” a las ‘caracteristicas fisicas de una persona, y nada més, los signi- ficados no pueden ser puramente subjetivos o mentales ‘Como lo expresé Hilary Putnam, «los significados no estén cen la cabezas.* La cuesti6n estriba en que la interpretacion ‘correcta de lo que un hablante quiere decir no esté determi- nada Unicamente por lo que hay en su cabeza, sino que de pende también de la historia natural de lo que bay en la ca beza. El argumento de Putnam depende de experimentos conceptuales bastante elaborados que algunos {il6sofos no encuentran convincentes. Pero, por lo que se me aleanza, la ‘mejor forma de defender su posicién es apelar directamente ‘a hechos obvios sabre el aprendizaje del lenguaje v a hechos relativos al modo en que interpretamos palabras y lenguajes * La ssobrovinencias de Io mental es un vérmino técnico en ta He losatia de l psicclogiao en la filosofia de la mente, Atribuir a lo mental un earacter ssobreviniente> respecto de lo isco signif 2 comprometerse con la idea de que no puede haber una dife- Fencia Mental entre dos organismos sin una correspondiente di- fe sicemente iguales que if im 's. Hilary Putnam, «The Meaning of “Meanings, reimpreso en Philosophical Papers. vol. 2: Mind, Langues, and Reatvs. Cambridge University Pres, 1975, pg. 227 ia fisiea, de modo que no podria haber dos organismos f- cn en alguna propiedad ment 60 MENTE. MUNDO Y Acerés con los que no estamos familiarizados.* Los hechos relevan- tes ya han sido mencionados anteriormente; en los casos ids simples y bésicos, las palabras y las oraciones derivan su significado de los objetos y circunstancias en las que fue- ron aprendidas. Sien el proceso de aprendizaje hemos sido condicionados pars considerar verdadera una oracién en presencia del fuego, esta oracién sera verdadera cuando el fuego esté presente; si hemos sido condicionadas para consi- derar aplicable una palabra en presencia de serpientes, esta palabra hard referencia a serpientes. Muchas palabras y ora~ ciones no se aprenden de este modo, por supuesto; pero son Jas que se aprenden asi las que sujetan el lenguaje al mundo, Si los significados de las oraciones son proposiciones, y Jas proposiciones son Jos abjetos de actitudes como la creet cia, la intencidn y el deseo, lo que hemos dicho acerca de los significados debe aplicarse también a todas las actitudes proposicionales. El punto esencial puede plantearse sin re- curtir a las proposiciones 0 a otros suptestos objetos de di- chas actitudes. En efecto, del hecho de que los hablantes son, en general, capaces de expresar sus pensamientos en el lenguaje se deriva que, en la misma medida en que la subje- tividad del significado esté sometida a duda, también lo esta- ri la del pensamiento en general, Las consecuencias de estas consideraciones para la teo- ria del conocimiento son (0 deberian ser) sencillamente re volucionarias. i, en los casos mas bésicos, las palabras y los pensamientos tratan necesariamente de los tipos de objetos, y eventos que los causan, no hay espacio alguno para dudas, cartesianas acerca de Ia existencia independiente de tales ob- jetos y eventos. Puede haber dudas, desde luego. Pero no es nevesario que haya algo sobre lo cual estemos indudabl ‘mente en Jo cierto para que sea correcto afitmar que esta ‘mos generalmente en lo cierto sobre la naturaleza del mun- do, En ocasiones el escepticismo parece descansar en una, 5. Donald Davidson, «Knowing One's Own Minds, Proceedin and Addvesses of the merican Philosophical Assocation, 198 (Treduceion incuida en el presente volumen ) EL MITO DE Lo suusEtWo ol simple falacia, consistente en pasar del hecho de que no hay nada sobre lo que no pudiéramos estar equivocades a la con- clusion de que podriamos estar equivocados acerca de todo. Esta segunda postbilidad queda excluida si aceptamos que ‘uestras.oraciones mAs simples reciben sus significados de las situaciones que generalmente causan que las considere- mos verdaderas o falsas, puesto que considerar verdadera 0 falsa una oracion que entendemos equivale a tener una creen cia, Siguiendo en esta misma direccién, vemos que el escep- ticismo general sobre las aportaciones de los sentidos ni si- quiera puede ser formulado, va que, si los contenidos de la ‘mente dependen de las relaciones causales, sean cuales fue- ren, entre las actitudes y el mundo, los sentidos v sus aporta- ciones no desempefian un papel redrico central en la expla. cién de la creencia, el significado y el conocimiento. Con esto no se niega, por supuesto, la importancia del papel cau sal efectivo de los sentidos en el conocimiento ¥ en la adqui- sictén del lenguaje. La razon por la que los sentidos no son de importancia teérica primaria en la explicacién filos6fica del conocimien to consiste en que el hecho de que nuestros ofdos, ojos, papi- las gustativas y érganos téctiles y olfativos tengan un papel causal en la formacién de nuestras creencias acerca del ‘mundo constituye un simple accidente empirico. Las cone- xiones causales entre el pensamiento y los objetos ¥ eventos del mundo podrian haberse establecido de forma totalmente distinta sin que esto supusiera diferencia alguna en los con- tenidos o en el caricter veridico de Ia creencia. La flosofia hha cometido el error de suponer que, puesto que a menudo es natural terminar la defensa de una determinada preten sidn de conocimiento con Ia frase elo vi con mis propios jose, toda justificacion del conocimiento empirico debe re- montarse a la experiencia sensorial. Es cierto gue determi- rnadas creencias causadas directamente por la experiencia sensorial son con frecuencia veridicas y, por Io tanto, ofre- cen a menudo buenas razones para ulteriores creencias, Pero esto no sitia dichas creencias, por principio, en un lu- {gar aparte ni les conliere prioridad epistemologica alguna 62 MENTE, MUNDO ACCION Si lo dicho es correcto, la epistemologia (segregada, qui- 74, del estudio de la percepeion, cuyo parentesco con la epis temologia se nos presenta ahora como lejano) no tiene nece sidad basica alguna de eobjetos de la mente» subjetivos. pu ramente privados, ya sea en calidad de experiencia 0 de datos sensoriales no interpretados, por un lado, o de propo- siciones plenamente interpretadas, por otro, Contenido y es- {quemas, segtin vefamos en el texto de C.L. Lewis citado mas arriba, se presentan en forma de pareja; podemos, pues, de- jar que desaparezcan juntos. Una vez dado este paso, no ‘quedardn ya objeros con respecto a los cuales pueda plante- arse el problema de la representacién. Las creencias son ver- ddaderas o falsas, pero no representan nada. Es una buena cosa librarse de las representaciones, y com ellas de la teoria de la verdad como correspondencia, ya que es la idea de que hhay representaciones lo que engendra los pensamientos rela- tivistas. Las representaciones son relativas a un esquema; un ‘mapa representa, pongamos por caso, México, pero slo en relacién con una proyeccién de Mercator 0 con alguna otra, Hay abundancia de enigmas en torno a la sensacién v a la percepeién, pero estos enigmas, como ya indiqué, no afec tan a los fundamentos de la epistemologia. La cuestion de qué es lo experimentado directamente en la sensacion y ‘como se relaciona can los juicios de percepcién sigue siendo hoy tan diffeil de responder como lo ha sido siempre, pero ya no se puede dar por supuesto que constituya una cuestion Central para la teoria del conocimiento. La raz6n de ello ya Is hemos indicado: sungue la sensacién desempesia un papel Crucial en el proceso catisal que conecta las creencias con el ‘mundo, es un error pensar que desempefa un papel episte ‘mologico en Ja determinacian de los contenidos de dichas ‘reencias. Al aceptar esta conclusién, estamos abandonando cel dogma crucial del empirismo tradicional, ef que vo he nominado tercer dogma del empirismo.” Pero esto es lo que + Davidson denomina este dogma, saber, a separacin entre con- tenide no tnterpretado y esquema conceptual. el stereo» ef Fela ‘on con los dot primeros, entieados por Oxine en ny calor st fla «Dos dogmas del empirismas. (7) EL MITO DE LO SuBETNO 3 ccabia esperar, pues cl empirismo es la doctrina segtin la cual Jo subjetivo constituye el fundamento del conocimiento em- pirico objetivo. Lo que estoy sugiriendo es que el conoci- ‘miento empirico no tiene fundamento epistemolégico algu- ‘no y tampoco lo necesita Hay otro problema, bien conocido, que resulta transfor- ‘mado una vez reconocemos que ias creencias, los deseos y el resto de las llamadas actitudes proposicionales no son subje- tivas del modo en que pensibamos que lo eran. Me refiero al problema de cémo una persona conoce Ia mente de otra ‘Quiza resulte obvio que, sies correcta la explicacién que he esbozado de nuestra comprensidn del lenguaje y de su cone- ‘xin con Jos contenidos del pensamiento, la accesibilidad de las mentes ajenas estd asegurada desde el principio. De este ‘modo queda descartado el escepticismo acerca de la posibi-| da de conocer otras mentes, Pero reconocer esto no equiva: fea responder a ls pregunta sobre las condiciones concep- tuales que debe curplr a estructura intelectual que pos tts aan imerpreie el paso desde la conducla observada al conocimiento de las acttudes intencionales de otro sujto Sin entbargo, el hecho de que el nguaje yl pensamiento tengan una naturaleca que los hace interpreables garaniza {7 ee pregunta tiene una rexpocsa No debemos suponer que todos los problemas de la epis- temologia van a evaporare ei nos ibramos del rena © Selucelin de las dicotomiasesquema-contenidoy sujetivo- objetivo. Pero los problemas que parecen as importantes seran distintos. Responder al escéptico global dejari de Constiar un rio, la bisqueda de fundamenos epistemal- Ffous enh experiencia aparece corn ue fovea huers y cl fatvnmo conceptual perder su atracio, No abstate un Then noe de Cestones de igual @ mayor ines pera ever 0 poten gamrsdas por sora peepee. La ex 6. Donald Davidson, «A Coherence Theory of Truth and Knowledaes, en Aant oder Hegel, comp. D. Henrich, Klet-Cotta, 1983, CIraduceion inchuida en sl presente volumen.) 7, Donald Davidson, sFirst Person Authority, Dialetica, 38 asa “4 MENTE. MUNDO y ACCION tincién de los subjetivo, tal como habia sido previamente concebido, nos deja sin fundamentos para el conocimiento y nos libera de la necesidad de tenetlos, Surgen, sin embargo, ‘nuevos problemas, que se agrupan en torno a la naturaleza del error, pues resulta dificil idemtficar y explicar el error si no se restringe de algtin modo el holismo que acompatia @ tuna concepcién no fundamentalista./La posibilidad del co- ‘nocimiento del mundo y de otras mentes no resulta proble- iia; pero I forma en que aleanzamos dicho conocimien toy las condiciones que la creencia ha de satisfacer para que pueda constituirse en conocimiento siguen siendo cuesti- nes a resolver, No se trata tanto de problemas de epistemo- logta tradicional como de problemas acerca de la naturaleza de la racionalidad, problemas que, como los de tipo episte- -mol6gico a los que sustituyen, no tienen una solucion defini va, ero qu, a diferencia de éstos. merece ls pena trata de Hoy en dia, la familiaridad con muchos de los aspectos ue he indicado es bastante amplia entre los filésofos, Pero, por lo que vo sé, sélo unos pocos de ellos han advertido el al cance de la revolucton que todo esto implica en nuestras for- mas de pensar acerca de la filosofia. Parte, al menos, de la razén de esta inadvertencia podria residir en ciertos malen- tendidos sobre la naturaleza de lo que cabria denominar el huevo antisubjetivismo. He aqui tres de ellos 1. Han sido los ejemplos, mis que los argumentos de tipo general, los que han persuadido a mucha gente de que los significados dependen de factores exteriores a nuestras ccabezas. Como consecuencia de ello, hay una fuerte tendem cia a suponer que la dependencia se limita a los.tipos de ex- presiones que aparecen una y otza vez en los ejemplos, a sax ber, los nombres propios, los términos de tipos naturales ‘como «agua» y soroe y las expresiones indicativas.” Pero, de hecho, el fendmeno es ubicuo, va que es inseparable del ca- Tradunco vndeialss por eapesione ndeaass. Estat expe siones abarcan los pronombres demostrativos: pero tambien Bre: ‘nombres personales adverbles come sags @ sakomee (Py LATO DE Lo sUssERTVO 6 récter social del lenguaje. No se trata de un problema local que haya de resolverse mediante alguna argucia seméntica; se trata de un hecho perfectamente general acerca de la na- turaleza del pensamiento y del habla. 2. Si los estados mentales como la creencia, el deseo, la intencion y el significado no sobrevienen unicamente a los estados fisicos del agente, en ese caso, han argaido algunos, Jas teoriss que identifican los estados y eventos mentales con estados y eventos fisicos en el cuerpo han de ser erréneas. A esto apunta el diction de Putnam segsin el cual «los significa- dos no estén en la cabeza», que Tyler Burge y Andsew Woodfield defienden explicitamente.” El argumento presu- ppone que si un estado o evento es identificado (quizé de modo necesario, si se trata de un estado o evento mental) por referencia a cosas externas al cuerpo, ese mismo estado ‘evento ha de hallarse fuera del cuerpo, o al menos no pue- de ser idéntico a un evento que tenga lugar en el cuerpo, Este supuesto constituye seneillamente un error: con el mis- ‘mo derecho se podrfa arguir que un eritema solar no se en~ cuentra en el cuerpo de la persona que sufrié Ia quemadura (puesto que el estado de la piel ha sido identificado por refe- rencia al sol). De forma similar, caracterizamos los estados ‘mentales, en parte, por sus relaciones con eventos y objetos externos a la persona, pero esto no demuestra que los esta- dos mentales sean estados de algo distinto de la persona sma o que no sean idénticos a estado fisicos. 3. El tercer malentendido se relaciona estrechamente con el segundo, Piensan algunos que si la determinacién co- recta de las pensamientos de un agente depende, al menos hasta cierto punto, de la historia causal de los mismos, en- tonces, como el agente puede ignorar esa historia, puede asi mismo no saber lo que piensa (ni, mudaris mutandis, lo que quiere decir lo que pretende, etc.) El «nuevo antisubjetivis- 4, Tyler Burge, «Individualism and the Mentale, en_ Midivest Studies ‘in’ Philosophy, vol. 4, comps. Peter French, ‘Theodore Velling Howard Wetistein, University of Minnesots Pres, 1979. id. pag. 111. ¥ Andrew Woodfield, ‘Thought and’ Odjec, ‘comp. Andrew Woodfield, Clarendon Press, 1982, paz. 8 66 ETE, MUNDO YACCION mo» se interpreta, pues, como una amenza a la autoridad de la primera persons; al hecho de que, en general, una per- sona sabe lo que ella misma piensa, desea y pretende sin re- curr ainferencia alguna a partir de la evidenca y, por tan- to, de un modo dstinto de como lo saber los demas. Uina reac- iin naturel, aunque injustficada, consiste en recurrir a Imaniobras tendentes 2 aislar. una vez mds, ls estados men tales de sus determinantes externos Estas maniabras no son necesarias v, ademés, nada nos apremia s adoplarlas si lo que pretendemos es defender el onocimiento, pues la autoridad dela primera persona no se halla realmente amenazada. Puede que yo no conozca ls di- ferencia entze un equidna ¥ un puercoespin; en consecuen- cia, puede que lame puercoespin a todo equidina con el que te encuentre, Sin embargo, debido al entorno en el que {prend la palabra epuereoespins, mi término spuercoespin» se refiere, no a los equidnas, sino a los puercoespines. A ellos pienso que se refiere el témino y uno de ellos es lo que creo fener ante mi cuando, con toda sinceridad, digo: «Eso es un pulercoespin», Mi ignorancia de las eircunstancias que deter Tninan lo que quiero decir y lo que pienso no muestra en mado alguno que yo no sepa lo que quiero decir y lo que pienso, Suponer otra cosa no hace sino poner de manifiesto Ta fuerea con que nos aferramos ala concepeién subjetiva de Jos estados mentales.segin la cual éstos podrian ser exact rente como son con independencta del resto del mundo y de su historia. ‘Ovra reacciGn ante la supuesta amenaza a la realidad de ~ nuestra vida interior consste en admitir que las ereencias y otros estados mentales que identificamos de manera normal rho son verdaderamente subjetivos, pero sin dejar de sostener al mismo tiempo que hay otros estades mentales internos, similares a aquéllos, que si lo son. Una forma que podria adoptar esta idea seria, por ejemplo, la siguiente: puesto que no hay nada en mi estado interno o en mi conducta que co- responds a la distineién entre puercaespines ¥ equidnas, lo que realmente creo cuando veo un equidna (o un puercoes- pin) es que tengo ante mi un animal con certascaracterist FL NITO DE Lo sumnETIVO 6° cas generales, compartidas de hecho por puercoespines y equidnas. Dado que mi palabra epuercoespins se refiere s6lo A puercoespines, el problema consiste en que, aparentemen- te, mo sé lo que quiero decir cuando afirmo: «Eso es un puer- cocspin. Esta solucién tan poco atractiva es en realidad in- necesaria, puesto que se basa en una confusién acerca de lo due es «interno». No hay una diferencia fisiea que distinga mi estado actual del estado en que me encontraria si quisie- ra decir wequidna o puercoespin» 0 «animal com tales ¥ cua- les propiedades» en lugar de «puercoespin» y crevese lo que entonces querria decir, pero de ello no se sigue que no haya tuna diferencia psicoldgica, (Puede que no hava una diferen- cia fisica entre estar bronceado por el sol y estarlo gracias a luna lémpara solar, pero hay una diferencia, puesto que tn cstado fue causado por el sol y el otto no. Los estados psico- logicos son, a este respecto, como el broncesdo,) Ast Pues, nada impide decir que vo puedo saber lo que quiero decir al usar la palabra spuercoespin» y lo que creo al pensar en los. puercoespines, aun cuando no pueda distinguir un equidna de un puercoespin. La diferencia psicologica, que es precisa ‘mente la diferencia que existe entre querer decir v creer que hay un puercoespin ante mi y querer decir y creer que hay una criatura con ciertos rasgos comunes a los puercoespines ¥¥ los equidnas, es exactamente la diferencia que se necesita, Para garantizar que yo sé lo que quiero decir y lo que pienso. Todo lo que Putnam y otros han mostrado es que esta dife- {aca no tene por que release en el estado fic del cere: Inventar un nuevo conjunto de estados psicaldgicos real mente «internos» 0 westrechos» no es, pues, una forma de restaurar la autoridad de la primera persona en el ambito de lo mental: mas bien lo contrario. Sin embargo, quedaria por considerar Ia afirmacion segun la cual una ciencia psi- coldgica sistemitica requiere estados del agente suscepti- bles de ser identifieados sin referencia a su historia u otras conexiones con el mundo extemo, En caso contrario, se afirma, no habria explicacion alguna del hecho de que yo, que con mi palabra «puercoespin» puedo referirme sélo 68 MENTE, MUNDO ¥ AccION puercoespines, no sepa indicar la diferencia entre un puer- coespin y un equidna mejor ni peor que si, en lugar de ello, quisiera decir (sin cambio fisico alguno) «puercoespin 0 cequidnas. Las esperanzas de lograr una psicologia cientilica no tie- ‘nen relevancia directa para el tema del presente ensavo, por Jo que podemos dejar de lado la cuestién de si hay estados Jnternos de los agentes capaces de explicar su conducta me- Jor que las creencias y deseos ordinarios. Sin embargo, re- sulta pertinente considerar si hay estados de la mente que >puedan reclamar la denominacién de subjetives con mas de- recho que las actitudes proposicionales, tal y como éstas se conciben e identifican habitualmente, ‘A-este respecto nos encontramos con dos sugerencias La mas modesta (presente, por ejemplo, en la obra de Jerry Fodor) consiste en decir que los auténticos estados internos © solipsistas podrfan ser ciertos estados seleccianados entre las actitudes habituales y modificaciones de éstas. Los pen- samientos acerca de puercoespines y equidnas quedarian climinados, pues sus contenidos se identifican en virtud de relaciones con el mundo externo. Serian admisibles, sin em- bbargo, pensamientos acerca de animales que satisfacen ciet- tos criterios generales (por ejemplo, los que usamos para decidir si algo es un puercoespin)."° ‘Semejantes estados internos, si es que realmente existen, contarian como subjetivos seztin todos o casi todos los céno- nes: serian susceptibles de identificacién y clasificacién sin referencia a objetos y eventos externos, cabria acudir a ellos para que sirvieran como fundamentos del conocimiento em- pltico y estarian sometidos, con toda verosimilitud, a la au- toridad de la primera persona. ‘Sin embargo, parece claro que no existen estados seme- Jantes, al menos si han de poder expresarse en palabras. Los ‘rasgos generales» o ucriterios» que usamos para identifica 10. Jerry Fodor. «Methodological Solipsism Considered as a Research Strategy ini Cognitive Psychology, The Behavioral and Brain Sciences, 3 (1980), EL aro pe Lo semsenIvo “9 percoespines son, pongamos por caso, tener cuatro patas Hocico, ojos y pias. Pero resulla evidente que los signifier: dos de las palabras que se refieren a esis rasgos los comte- ridos de los conceptos expresados por ellas dependen de la historia natural de la adguisicién de dichas palabras y con- cepts en no menor medida de lo que sucedia con «puerca- spine y wequidnas. No hay palabras, 0 conceptos vinculados 2 palabras, que no hayan de ser entendidas ¢ interpretadas, directa oindizectamente, en términos de relaciones causales entre las personas y el mundo (y, desde luego, de rlaciones centre palabras V entre conceptos). En este punto cabe imaginar una propuesta que apunta- sa a la existencia de criterios fenoménicos inexpresables Jos cuales pudieran reducirse los erteios expresables de modo publico; es de esperar, en este caso, que el recuerdo de pasadios fracasos cosechacis por fantasas reduccionistas Ssemejantes sivan para disiparlaidea de que dicha propues- ta pucda levarse a cabo. Sin embargo, aun prescindiendo de catilaciones nostlzica en torno a la reduecion fenomenis- ta, resulta instructivo encontrarse com el esherzo tendente & dar rango cientfico a la psicologia transformado en una bhasqueda de estados proposicionales que puedan ser detec- tados e identificados con independencia de sus relaciones con el esto del mundo, a semejanza del afin defilésofos an {eriores por hallar algo wdado en la experiencia» que no con- tuviese clave necesaria alguna de lo que ocurriaen el exte- ior. El motivo es similar en ambos easos: la idea de que un apoyo sélido, para el conocimiento o para la psicologia,re- aQuiere de algo interno, en el sentido de no relaconal La segunda, y més revolucionara, sugerencia consist en sostener que los estados mentales necesarios para una psico- logia cicntfica, aun manteniendo cierto earécter proposicio= nal, no guardan relacién directa con las ereencias,dese0s © imtenciones coidianas" Estos estados se conciben, por est= 1. sta dea ha sido propuesta par Stephen Stich, From Fol Paychology 10 Coptitive Science: The Case Aga! Belief, MAT. Press, 1983, 70 MENTE, MUNDO ¥ ACCION pulacién, como aquello que explica la conducta, v son, por lo tanto, intemos subjetivos dnicamente en el sentido de que caracterizan a una persona o sujeto similar y se hallan deba- jo de la piel. No hay razén alguna para suponer que las per- sonas puedan decir cundo se hallan en tales estados. Recapitulando lo dicho, he hecho cinco consideraciones, conectadas entre sf, acerca de los «contenidos de Ia mente». En primer lugar, los estados de la mente, tales como du das, anhelos, creencias y deseos, se identifican, en parte, por el contexto social e historico en que se adquieren; en este as- ecto son semejantes a otros estadas que se identifican por ‘medio de sus causas, como por ejemplo padecer ceguer de nieve o favismo (una dolencia causada por contacto con las hhabas) En segundo lugar, lo anterior no demuestra que los esta- dos mentales no sean estados fisicos de una persona; la ma- rera en que describimos e identificamos eventos y estados zo tiene relacién directa con el lugar en que estén. En tercer lugar, el hecho de que los estados de la mente ‘ncluyendo lo que un hablante quiere decir- se idemtifiquen por relaciones causales con objetos y eventos externos es esencial para la posibilidad de la comunicacién y hace que ‘una mente sea, en principio, accesible a las demas; pero este aspecto piblico e interactivo de la mente no lleva & dismi nur Ja importancia de la autoridad de la primera persona, En cuarto lugar, la idea de que hay una division bésica centre la experiencia no interpretada y un esquema concep- | tual organizador constituye un profunda error, nacido de tuna imagen esencialmente incoherente de la mente como un | espectador pasivo, pero critico, de un espectaculo interior Una explicacin naturalista del conocimiento no apela ai termediarios epistemoldgicos tales como datos sensoriales {qualia o sensaciones puras. Como resultado de elo, el escep- ticismo global acerca de los sentidos no es una posicién sus- ceptible de ser siquiera formulada Finalmente, he argumentado en contra de la posibilidad | de xobjetos dei pensamientos, tanto si se conciben bajo el ‘modelo de los datos sensoriales como si se les concede ca: EL To DE Lo sumrErTve a rricter_proposicional, Hay una gran diversidad de estados mentales, pero su descripcicn no requiere la existencia de ‘entidades fantasmales contempladas de algim modo por la mente. Prescindir de semejantes entidades equivale a eli nar, ms que a resolver, cierto nlimero de fastidiosos proble- ‘mas, ya que, si no hay tales objetos, no resulta pertinente preguntarse cémo pueden representar el mundo o devanarse los ses0s con la cuestién de cémo puede la mente tener co- nocimienta directo de ellos. Qué queda del concepio de subjetividad? Por lo que se ‘me alcanza, quedan en pie dos rasgos de lo subjetivo en su concepcién clésica, Los pensamientos son privados en el sentido, obvio pero importante, en que la propiedad puede ser privada, es decir, pertenecer a una persona. Y el conoci- iento de los pensamientos es asimétrico, en cuanto que la persona que tiene un pensamiento sabe, por regla general, ue lo tiene de un modo en que los dems no pueden saber lo, Pero esto es todo lo que resta de lo subjetivo. As, lejos de constituir un coto cerrado, hasta el punto de que el mado en {que pueda aportar conocimiento de un mundo externo o ser conocido por ottos se convierta en un problema, el pensa into es, necesariamente, parte de tun mundo pablico co: min. No Sélo pueden otras personas llegar a saber lo que pensamos al advertir las dependenecias causales que dan & 1uestros pensamientos su contenido, sino que la posibilidad misma del pensamiento exige patrones compartidos de ver- dad y objetividad,

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