Apuntes para la discusión - Noviembre 2009

LOS ESPEJISMOS PROGRESISTAS

El siguiente documento fue discutido y aprobado por el II Congreso del MIR de Ar-
gentina, en ocasión del análisis de situación nacional. Resolvimos publicarlo con
la intención de compartir nuestro análisis y debatir con aquellos sectores del nuevo
activismo que depositan expectativas en diferentes variantes "progresistas", esti-
muladas luego de los resultados de las elecciones legislativas de junio de 2009 y el
relanzamiento de la Constituyente Social.

P
ropuesta política de los trabajadores, Frente
Grande, Frente del Sur, ARI, Frente Nacional con-
tra la Pobreza, Encuentro de Rosario, Movimiento
Político Social. Últimamente Constituyente Social, Pro-
yecto Sur, etc., etc.…
Cada vez que sectores populistas o reformistas impulsan
una iniciativa política “amplia” y con pretensiones “po-
pulares” surge el debate en el seno de las izquier-
das acerca de si participar o no de esos
espacios. Quienes sostienen la posición afir-
mativa suelen desplegar una batería de citas
de autoridad que van desde Marx, Lenin y
Trotsky hasta Alan Wood y Nahuel Moreno -
según la corriente de que se trate- para darle
“rigor marxista” a su decisión. Un argumento
recurrente entre quienes impulsan tal parti-
cipación es la necesidad de ser parte activa de
los procesos de masas, dar la disputa allí dónde
éstas se organizan, y tildan de “sectario” cualquier
planteo que implique rechazar la participación, señalando
esto como “falta de vocación de masas”. “La tarea de los
comunistas [nos dicen junto a Lenin] consiste en saber con-
vencer a los elementos atrasados, en saber trabajar entre
ellos y no en aislarse de ellos mediante fantásticas consig-
nas infantilmente "izquierdistas"(1) . ¿Quién podría opo-
nerse a esta sentencia? Sin embargo, detrás de su
“vocación de masas”, suelen esconderse concepciones es-
tratégicas y opciones políticas remanidas y por demás
cuestionables. Así nos encontraremos con posiciones que
sostienen que corresponde a sectores “progresistas” de la
burguesía o la pequeña burguesía dinamizar un espacio
político “popular” y “alternativo”, dentro del cual los mar-
xistas deberíamos conformarnos en fracción o ala iz-
quierda. Una matriz frentepopulista -que históricamente
fogonearon las corrientes filo estalinistas y/o populistas,
es decir policlasistas- que podemos apreciar en Patria
Libre o el Partido Comunista, el PL o Bases Socialistas,
etc. Hay otras perspectivas que se pretenden portadoras
de una gran versatilidad táctica, de audaz iniciativa polí-
tica, pero en realidad están atravesadas por un fuerte
oportunismo. Son las corrientes que inspiradas en la tác-
tica del “entrismo” -propuesta por la IV Internacional de
Trotsky- buscan “aprovechar” el escenario de masas que
distintos “sectores populares ponen a su disposición”. In-
capaces de asumir la condición de marginalidad y la inca-
pacidad de gestar una insersión genuina en las masas, se
conforman con ser minoría y hasta convidados de piedras
en construcciones ajenas. La “corrección de su programa”
y su “muñeca política” bastarían para la disputa (buenos
ejemplos encontramos en el Morenismo). Pero también nos
encontraremos con concepciones derrotistas, aquellos que
nos hablan de ser realistas, de construir en el marco de lo
posible, que asumen que “no es lo deseable, pero es lo que
hay”.
Lo concreto es que, sea por concepción o por resignación,
se cede la iniciativa y la dirección política a clases ajenas
al proletariado; se prioriza la construcción sobre las capas
medias; y se termina legitimando por izquierda proyec-
tos que paulatinamente realizan su recorrido
hacia la derecha. En este sentido es importante
señalar que ni siquiera estamos hablando de
expresiones de reformismo obrero. No nos si-
tuamos frente a importantes sectores de la
clase trabajadora que tienden a nuclearse en
torno a un programa y a organizaciones re-
formistas (al estilo Unidad Popular en Chile),
lo que daría más sustento a políticas de
Frente Único y hasta discutible la táctica del
entrismo. Por el contrario, como veremos a con-
tinuación, estos armados superestructurales refie-
ren a los incesantes esfuerzos de la pequeña burguesía por
contar con una herramienta propia, por más que en su
seno destaquen algunos referentes gremiales. En ese sen-
tido, un elenco bastante estable de dirigentes desde hace
décadas viene jugando el rol de pivote en torno al que se
suman diferentes organizaciones y se configuran los su-
cesivos frentes políticos.
Frente Grande
Genealogía del progresismo reciente
Si hacemos un poco de historia, veremos que el Frente
Grande nacía a comienzos de los '90 para dar forma a un
espacio “progresista” e incluso con definiciones “antiimpe-
rialistas”. Como continuador del Frente del Sur, aparece
integrado por un sector que venía de romper con el PJ (el
Modejuso, con Chacho Alvarez a la cabeza), el Partido In-
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transigente, el PC, la Democracia Cristiana, y personali-
dades como Pino Solanas y el cura Jaime De Nevares. En
1993 logran meter algunos diputados, y cuando en 1994
se llevan a cabo las elecciones constituyentes, el FG sor-
presivamente gana en Capital Federal y Neuquén, sale se-
gundo en Provincia de Bs As y se proyecta como fuerza
electoral de cara a las presidenciales de 1995. Entonces
emergían los debates de cómo crecer, ampliarse, proyec-
tarse a un plano Nacional, y estar en condiciones de dar
disputa a los partidos tradicionales. Obviamente la res-
puesta mayoritaria fue quitarse lastre por izquierda y bus-
car aliados por derecha. Así fue que literalmente
expulsaron al PC, a Pino y a todo aquel que tuviera si-
quiera un tono rosado. Entonces nació el Frepaso: con los
restos del FG, más el Partido Socialista y un nuevo des-
prendimiento del PJ encabezado por Bordón (llamado
PAIS) Si bien ese espacio se consolidó como segunda
fuerza a nivel Nacional, la derrota frente a Carlos Menem
en las presidenciales llevó a sus mentores a plantear la ne-
cesidad de ampliar mucho más el espacio (obviamente
siempre hacia la derecha) Así llegamos a la Alianza, tras
el acuerdo con la moribunda UCR. Más allá de que el resto
es historia conocida, hay que decir que pasaron por sus
filas Baradel, Alcira Argumedo, Eduardo Macaluse, Delia
Bisutti, Marcela Bordenave, Jorge Giles, José Vitar, Alicia
Castro, el radical Carlos Raimundi, Carlos Auyero; y fue-
ron parte hasta el final de ese recorrido personajes como
Martín Sabatella, María América González, Aníbal Ibarra,
María Elena Naddeo, Nilda Garré, Abel Fatala, Darío D’A-
lesandro, Juan Pablo Cafiero, Fernández Meijide, el ex PC
Eduardo Sigal etc.
Del hundimiento de la Alianza, surge otro engendro pro-
gresista: el ARI. De la mano de la mesiánica Elisa Carrió
se entreveraron sectores radicales, fugados del FG, el PS,
y una parte importante de la CTA (Maffei, Yasky, Piccinini)
Con inicios más moderados que el FG, el ARI también
puso proa hacia la derecha a la hora de buscar ampliar su
electorado. El recorrido hasta la conformación del Acuerdo
Cívico y Social -previa conformación como Coalición Cí-
vica- fue el de la continua salida de dirigentes “progresis-
tas” y la suma de otros claramente conservadores. Primero
fue el acuerdo con el partido de Patricia Bullrich y con el
ex UCR, Enrique Olivera; luego la alianza con todo el par-
tido radical ¿Algunos nombres que pasaron por esa expe-
riencia? Los mencionados de la CTA, Eduardo Macaluse,
Alcira Argumedo, María América González, Marcela Bor-
denave, Delia Bisutti, Carlos Raimundi, Juan Pablo Ca-
fiero, Jorge Giles, José Vitar, Ariel Basteiro, Beatriz
Parada, el hoy ibarrista Fernando Cantero, etc.
Panorama actual
Hoy, nos encontramos con la sorpresiva irrupción -ma-
nija mediática mediante- de Proyecto Sur (segunda fuerza
en Capital) y Nuevo Encuentro - NE (cuarto en Provincia
de Bs As) Estos resultados nos vuelven a situar ante un
espacio “progresista” que entusiasma a no pocos sectores
militantes, y al que muchos se aferran con la ilusión de
que constituya un dique de contención al avance de la de-
recha. Proyecto Sur se relanza luego de cierto desbande,
cuando la disputa Gobierno/Patronales agrarias dividió
aguas a su interior (uno de los que se fue es el Partido de
la Liberación, que lanzó el MLN y en las últimas elecciones
llamó a votar por Carlos Heller) Tras la referencia de Pino
se encolumnan el PSA, SI y otros ex ARI, varios CTA, y
fuerzas más pequeñas como El Militante y Bases Socialis-
tas. Por su parte, NE se conformó bajo el paraguas del ex
intendente Aliancista Martín Sabatella y varios fugados K,
entre los que se destaca Libres del Sur. Si repasamos las
principales figuras de estos espacios veremos nombres que
resultan conocidos: Pino Solanas, Eduardo Macaluse, Al-
cira Argumedo, Delia Bisutti, Beatriz Parada, Fabio Bas-
teiro, Hugo Yasky, Angel Cadelli (también de la CTA),
María América González, etc....
Quienes se muestran expectantes resaltan aspectos pro-
gresivos de su plataforma, y enfatizan que frente a la mar-
ginalidad de la izquierda, el espacio se presenta como el
único viable para afrontar el actual contexto político-eco-
nómico. Sin embargo, las declaraciones de Pino no dan
para la ilusión. Ya anda haciendo apología de la modera-
ción, hablando de la necesidad de ampliar su núcleo polí-
tico, de darle proyección nacional, de apuntar a conformar
una alternativa que en 2011 esté en condiciones de dis-
putar el gobierno. Aquel que crea que están pensando en
comités obreros de base, o en convocar a sectores de iz-
quierda, se equivoca. Están apuntando al PS, al juecismo,
a sectores que se sigan desgranando del kirchnerismo, in-
terpelando a las supuestas “bases honestas” de la Coali-
ción Cívica...
Si vuelven atrás y repasan los nombres, verán la cantidad
de reincidentes. Son los mismos personajes reciclados que
pretenden refundar propuestas novedosas que desembo-
can en finales calcados. Pero no sólo eso. ¿Cuántos de los
que se ofrecen como “alternativa” en el plano político son
el sostén de estructuras y políticas antiobreras en los gre-
mios y espacios donde nosotras/os militamos, básica-
mente en la CTA? No es objetivo de este documento
ahondar sobre la raíz contrarrevolucionaria de la estrate-
gia frente populista, nos detendremos en polemizar sólo
con aquellas perspectivas que se pronuncian a favor de la
independencia política de los trabajadoras/es, y que si-
túan su inclinación a sumarse a esos frentes en el plano
táctico. Nuestro objetivo será aportar elementos de análisis
que nos sirvan para desarrollar una mirada homogénea
frente a estas experiencias.
Compartimos la necesidad de dar cuenta de las expec-
tativas que Proyecto Sur pueda generar, sobre todo entre
los nuevos activistas. En ese sentido debemos escaparle
a las actitudes sectarias y soberbias de algunas corrientes
de izquierda (no solo las trotskistas) que basan su inter-
pelación en la descalificación y la denuncia. Debemos dia-
logar con estos cumpas, interpelar sus prácticas, sus
vivencias y contradicciones. Intervenir en un Frente Único
cada vez que haya alguna iniciativa progresiva y acorde a
nuestra orientación general, pero sin dejar de señalar en
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mento nuestro punto de vista, lo que entendemos como
limitaciones estructurales, cada contradicción o defección
de sus dirigencias, etc. Está claro que para todo esto no
es necesario integrarse a Proyecto Sur. Una cosa es tener
apertura, acompañar la experiencia que algunos activistas
de base puedan estar haciendo, y otra cosa formar parte
de un amontonamiento policlasista de final anticipado.
¿Independencia de clase o furgón de cola?
Quienes más allá de interpelar la experiencia plantean
la integración, deberán justificar la contradicción que su-
pone estar a favor de la indepen-
dencia de clase y a su vez
incorporarse a estos frentes. Para
ello suelen recurrir a formulaciones
amañadas, construyen premisas
irreales y buscan establecer falsas
discusiones. Se paran como si tu-
viéramos frente a nosotros, orga-
nismos de trabajadores
desbordantes de activismo de base.
Como si quienes planteamos la in-
conveniencia de impulsar esos
agrupamientos políticos quisiéra-
mos dar la espalda a las masas, o
evitar la lenta y compleja construc-
ción de base.
En realidad, todos los clásicos del
marxismo coinciden en enfatizar la necesidad de que los
revolucionarios desarrollen organización en el seno de
las masas, que acompañen y potencien sus luchas, que
apunten a convertirse en un factor de reflexión y síntesis
teórico-práctica de dichas experiencias. Pero se refieren
a esos ámbitos donde las masas se agrupan para dar
respuestas a sus demandas más inmediatas, a los ám-
bitos de contención y asociación primarios.
Entonces resulta pertinente efectuar la distinción entre
la táctica de intervención en el ámbito de masas y la tarea
de construcción de una referencia político estratégica. Aun
no siendo algo contrapuesto, ni mucho menos, presentan
fundamentos y dinámicas muy distintas entre sí. De lo que
se trata es de construir organización revolucionaria, en
torno a sólidos principios ideológicos, perspectiva estraté-
gica y criterios organizativos, para avanzar junto a la clase
obrera en la articulación de una alternativa revolucionaria.
En ese sentido, es importante delimitarse de las perspec-
tivas iluministas que pretenden una elaboración teorética
al margen de la clase, procurando luego una imposición
externa. Es por ello que acordamos en darle mucha rele-
vancia al desarrollo de una línea de masas en los distintos
frentes -principalmente en el abordaje a la clase-, en sin-
tonía con los postulados clásicos.
Así lo plantea Lenin: “Para saber ayudar a la "masa",
para adquirir su simpatía, su adhesión y su apoyo, no hay
que temer las dificultades, las zancadillas, los insultos, los
ataques, las persecuciones de los "jefes" (que, siendo opor-
tunistas y socialchovinistas, están en la mayor parte de los
casos en relación directa o indirecta con la burguesía y la
policía) y trabajar sin falta allí donde estén las masas. Hay
que saber hacer toda clase de sacrificios, vencer los mayo-
res obstáculos para entregarse a una propaganda y agita-
ción sistemática, tenaz, perseverante, paciente,
precisamente en las instituciones, sociedades, sindicatos,
por reaccionarios que sean, donde se halle la masa prole-
taria o semiproletaria. Y los sindicatos y las cooperativas
obreras (estas últimas, por lo menos, en algunos casos) son
precisamente las organizaciones donde están las masas”(2)
. Sin embargo, además de resaltar la necesidad de que los
revolucionarios presenten batalla en la primera fila, allí
donde las masas realizan su experiencia de lucha, los clá-
sicos sostienen la necesidad de desarrollar la independen-
cia política como clase, de forjar sus propias herramientas,
fundamentalmente su propio partido. En ese sentido se
cuestiona la tendencia a que los comunistas constituyan
el ala izquierda de movimientos burgueses o pequeñobur-
gueses, o que el proletariado constituya la masa de presión
de movimientos dirigidos por las clases
dominantes. Así se pronuncia Antonio
Gramsci:
“La misma opresión que el fascismo
ejerce tiende a alimentar la opinión de
que, estando el proletariado en la im-
posibilidad de derrocar rápidamente el
régimen sea mejor táctica la que lo
lleve, si no a un bloque burguesía-pro-
letariado para la eliminación constitu-
cional del fascismo, a una pasividad
de la vanguardia revolucionaria, a una
no intervención activa del Partido Co-
munista en la lucha política inmediata
que permitiría a la burguesía servirse
del proletariado como masa de manio-
bra electoral contra el fascismo. Este
programa se presenta con la fórmula de que el Partido Co-
munista debe ser "el ala izquierda" de una oposición de
todas la fuerzas que conspiran para el derrocamiento del
régimen fascista. Ello es la expresión de un profundo pe-
simismo acerca de la capacidad revolucionaria de la clase
trabajadora…
…Las organizaciones en las que el Partido trabaja y que
tienden por su naturaleza a incorporar toda la masa obrera
no pueden nunca sustituir al Partido Comunista, que es la
organización política de los revolucionarios, esto es, de la
vanguardia del proletariado. También se excluye una rela-
ción de subordinación y de "igualdad" entre las organiza-
ciones de masa y el Partido (pacto sindical de Stoocarda,
pacto de alianza entre el Partido Socialista Italiano y la Con-
federación General del Trabajo). La relación entre sindicatos
y partido es una relación especial de dirección que se rea-
liza mediante la actividad que los comunistas realizan en
el seno de los sindicatos. Los comunistas se organizan en
fracciones en los sindicatos y en todas las formaciones de
masa y participan en primera fila en la actividad de estas
formaciones y en la lucha que llevan sosteniendo el pro-
grama y las consignas de su partido”(3) .
Las argumentaciones se tornan tramposas cuando en
nombre de la vocación de masas se propone participar, no
de espacios de autoorganización de la clase, sino de agru-
pamientos políticos policlasistas que históricamente con-
dujeron y conducirán a la derrota del proletariado, a la
confusión ideológica y la frustración política.
“Negar la necesidad del partido y de la disciplina del par-
tido, he aquí el resultado a que ha llegado la oposición. Y
esto equivale a desarmar completamente al proletariado en
provecho de la burguesía. Esto da por resultado los vicios
pequeñoburgueses: dispersión, inconstancia, falta de capa-
cidad para el dominio de sí mismo, para la unión de los es-
fuerzos, para la acción organizada que producen
inevitablemente, si se es indulgente con ellos, la ruina de
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vimiento revolucionario del proletariado…
…La fuerza de la costumbre de millones y decenas de mi-
llones de hombres, es la fuerza más terrible. Sin un partido
férreo y templado en la lucha, sin un partido que goce de la
confianza de todo lo que haya de honrado dentro de la
clase, sin un partido que sepa pulsar el estado de espíritu
de las masas e influir sobre él, es imposible llevar a cabo
con éxito esta lucha. Es mil veces más fácil vencer a la gran
burguesía centralizada, que "vencer" a millones y millones
de pequeños patronos, estos últimos, con su actividad co-
rruptora invisible, inaprehensible, de todos los días, produ-
cen los mismos resultados que la burguesía necesita, que
determinan la restauración de la misma. El que debilita, por
poco que sea, la disciplina férrea del partido del proleta-
riado (sobre todo en la época de su dictadura) ayuda de
hecho a la burguesía contra el proletariado”(4).
Tipo de partido y centralidad de la clase
obrera
Masas hay en muchos espacios políticos (desde el PJ
hasta el PCR pasando por la FTV o Libres del Sur) y no por
eso nos planteamos “participar de esas experiencias”. En
ese sentido, es un problema ver como espacios de organi-
zación de las masas lo que en realidad son agrupamientos
políticos que expresan intereses ajenos a los trabajado-
ras/es. Sin embargo mucho peor es ver en esos armados
un camino fértil para la construcción partidaria de clase.
Aquí es donde se actualiza una discusión básica y elemen-
tal. ¿Qué partido buscamos aportar a construir; de qué ca-
racterísticas, bajo que principios, tipo de militancia y
organicidad? Y más aún. ¿En torno a qué clase debemos
construir el partido? ¿En torno a la pequeña burguesía y
las capas medias, o bajo el eje estructurante y hegemónico
de la clase obrera? Son estos últimos interrogantes los que
deberán responder, sin disimulos ni pretextos, los defen-
sores de los frentes progresistas.
Para evitar dudas o ambigüedades, seguimos lo postu-
lado por Gramsci: “El de la base de organización es, en pri-
mer lugar, un problema político. La organización del Partido
se ha de construir sobre la base de la producción y, por
ende, del lugar de trabajo (célula). Este principio es esencial
para la creación de un partido "bolchevique", y depende del
hecho de que el Partido sea equipado para dirigir el movi-
miento de masas de la clase obrera, la cual es unificada de
Movimiento de
IZQUIERDA
REVOLUCIONARIA
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modo natural por el desarrollo del capitalismo según el pro-
ceso de la producción.
Poniendo la base organizativa en el lugar de la producción,
el Partido ejecuta el acto de elección de la clase sobre la que
se basa, lo que proclama que es un partido de clase y el
partido de una sola clase, la clase obrera.
Todas las objeciones al principio que coloca la organiza-
ción del Partido sobre la base de la producción parten de
concepciones vinculadas a clases extrañas al proletariado,
si bien se presentan por camaradas y grupos que se dicen
de "extrema izquierda". Aquéllas se basan en consideracio-
nes pesimistas acerca de la capacidad revolucionaria del
obrero y del obrero comunista, y son expresión del espíritu
antiproletario del pequeño burgués intelectual, que se cree
la sal de la tierra y ve en el obrero el instrumento material
de la alteración social y no el protagonista consciente e in-
teligente de la revolución”(5).
No es novedoso hablar de la marginalidad de las propues-
tas revolucionarias con relación a la clase, de lo que cuesta
llegar a las masas con propuestas socialistas y planteos
revolucionarios. Sabemos del blindaje ideológico que pudo
construir el régimen de dominación en torno a la clase du-
rante décadas valiéndose del peronismo. Sin embargo,
queda la sensación de que frente a un contexto adverso
para la construcción revolucionaria se buscan atajos y au-
menta la tentación de acomodarse al sentido común de las
masas, a sus prejuicios y sus mitos. En ese sentido esta-
mos convencidas/os que el camino no es, ni hacerse pe-
ronista ni arriar las bandejas rojas, sino retomar los
esfuerzos para que la identidad de clase, las ideas revolu-
cionarias y socialistas vuelvan ser identidad del proleta-
riado. Y esa batalla por la subjetividad y la conciencia de
las masas nos impone desafíos y nos desprende tareas, to-
mémoslas con firmeza y convicción.
Notas
1- Lenin, V. I.: “El izquierdismo, enfermedad infantil del
comunismo”.
2- Idem
3-Gramsci, A.: “Las Tesis de Lyon”
4- Lenin, V. I.: Op. Cit.
5- Gramsci, A: Op. Cit.