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Rodolfo Pastor Fasquelle

De los errores de Manuel Zelaya


No sé quien ha calificado el de Junio 28, 2009, en Honduras como
“un golpe perfecto”. Se sacó al gobierno con la complicidad de
varios de sus miembros y en coordinación con los demás poderes
del Estado; se legitimó el rompimiento del orden Constitucional
invocando la defensa de la Constitución; se reprimió a la
Resistencia pero sin que nadie más o al menos sin que muchos
más se dieran cuenta; se legalizó el golpe mediante elecciones si
bien desconocidas por mucha de la comunidad internacional; se
absolvió de responsabilidad criminal a los secuestradores y
represores; se decretó una amnistía a favor de los legisladores y
magistrados golpistas, fingiendo que se hacía en aras de la
concordia nacional y se estableció un “gobierno de unidad” que
no incluye a nadie de la verdadera oposición. No puede darse una
obra maestra de esa perfección sin errores de la victimas.

Me mueve a risa que los burgueses quieran quitarle el sombrero,


uno de los aciertos políticos de “Mel”. Inevitablemente, otras
facetas de su personalidad incidieron para bien y para mal en su
desempeño como gobernante. Aun si nos restringimos a sus
actuaciones públicas, claramente no hay consenso frente al tema
de los errores de M.Z.R. Depende todo de tu posicionamiento y
perspectiva. Pero ahora que termina formalmente su gobierno
urge reflexionar sobre los errores. Manuel Zelaya tendrá que
revisar sus pasos y reconsiderar y rectificar. Para ayudarlo en esa
tarea me he dispuesto, como ex Secretario suyo -y no sin temor de
la propia arrogancia y la ajena ingratitud- ordenar lo que podría
caber en esa reflexión autocrítica. Mi opinión refleja un punto de
vista y mi simpatía y admiración por Mel; espero además
contribuir aunque sea información a una cultura política que hace
falta.
Gobernar un país duro como Honduras es más difícil de lo que
imaginan muchos. Y toda gestión pública tiene límites objetivos.
Muchos de los recientes sucesos se desencadenaron por causas
profundas de las que ninguna persona en particular tenía control,
o por circunstancias aún no esclarecidas, que a nadie pueden
reclamarse aun. Para hablar de los errores verdaderos además hay
que desbrozarlos de los que se le imputan por el contrario.
El golpismo quiso incluso achacarle al ex Presidente Zelaya la
confrontación entre clases sociales porque, como decía C. Flores
F, “un Presidente tenía que unir”. Pero esa confrontación deriva
de la polarización excluyente que genera el modelo de
crecimiento. El Presidente lo que hizo fue 1) reconocer el
problema de desigualdad extrema, 2) calificarla de injusta, 3)
señalar las consecuencias del descontento para la gobernabilidad,
4) explicar las limitaciones legales para que el Estado pudiera
remediarlo y 5) plantear la urgencia de reformas para corregir esa
atonía, una urgencia que se agudizaba frente a la crisis global.
La crisis estructural estaba planteada. No fue un error enfrentarse
a los problemas estructurales del país y buscar una salida de la
democracia ficticia (me inclino al término poético, de fementida)
con que Honduras no ha podido superar los retos elementales de
la condición colectiva ni mejorar sus indicadores sociales en
treinta años. Si empoderar a los ciudadanos mayoritariamente
pobres era demasiado democrático para la elite y la reforma de
raíz planteaba un problema práctico, ante a los beneficiarios del
sistema, hubiera sido peor frente a sus víctimas, ignorar esa
necesidad o moderar las demandas de modo que resultaran
ineficientes, otra vez. Ya se había acumulado un malestar
profundo, un resentimiento que todos conocíamos.1

1
Los funcionarios y líderes de los partidos habíamos sido adecuadamente informados acerca de las
falencias de nuestra democracia, de la indiferencia según estudios serios del Papep de P.N.U.D. 2005 de
No erró M.Z. al tomar partido por el pueblo marginado y
abanderar la idea de que la democracia participativa (con
ciudadanos empoderados) era el camino a un pacto social
funcional, aunque a eso le llamen populismo. Al contrario,
despertar al pueblo, frente a la trampa del sistema político y
desnudar a las fuerzas de la reacción plutocrática que lo
manipulan (su conspiración perpetua para asegurar su privilegio),
plantear el imperativo de la reforma fue un logro histórico. Al
igual que insuflar en la conciencia colectiva la ilusión, el ánimo
de lucha; y, de repente, engendrar la conciencia de la obligación
de cooperar entre sectores (lo cual tendrá que corroborarse).
Porque, independientemente de los resultados a corto plazo, el
solo aireamiento de la propuesta hizo viable una salida y cambió a
Honduras irreversiblemente, generando la simiente de una
ciudadanía que ha probado su fuerza en la movilización de la
Resistencia; trazó los cimientos para la refundación democrática.
Esa es la propuesta política más avanzada de que ha dispuesto la
nación en nuestros tiempos.
En otro sitio he calificado de mentiras y manipulaciones muchas
otras acusaciones que le hacen sus enemigos al ex Presidente. No
es cierto que su gobierno fuese más corrupto que cualquiera que
lo antecediera, aunque quizás no mejoró a ninguno. Y los
derroches que le acusan son los consuetudinarios del
patrimonialismo ancestral y desafortunado. Repetiré -porque lo
vuelve a decir ahora Pepe Lobo como ha repetido
machaconamente la prensa para justificar el golpe- que es una
estupidez decir que el Presidente Zelaya conspiraba para
“quedarse en el poder”. Sabía que eso no era posible, si bien pudo
soñar con volver a postularse después de un cambio legal. No es
cierto que el ex Presidente violó la Constitución al organizar a una

gran parte de la población a las instituciones democráticas, patentemente incapaces de resolver sus
problemas materiales más apremiantes….sabíamos que “esa democracia” estaba en problemas.
encuesta sobre la consulta popular, aunque lo juzgara delito un
juez de tercera fila y lo ratificara post facto una Corte Suprema
golpista, que no tenía facultades para destituirlo. Fueron esa Corte
y el Congreso quienes violaron la Constitución.
Asumir como verdadera la acaso ficticia soberanía de una nación
de la que había jurado de ser el Presidente no fue un error. Ni
tomar distancia con respecto a las actitudes lacayunas
tradicionales de nuestras elites y gobernantes en el pasado.
Aunque la C.I.A., que nos lleva expedientes desde hace tiempo a
todos, lo tomara a mal. Y le llevara cuentas a Manuel Zelaya
desde que cometiera, en 1984, el “error” de denunciar, como
diputado de Olancho, los atropellos de La Contra contra nuestros
humildes connacionales en la frontera.
Denunciar, en la Toma de Posesión, a las transnacionales
petroleras por la demostrada estafa de sus cobros no fue error. Ni
quitarles parte de su ganancia en medio de la crisis de los precios
y después exigir que se ajustara el volumen facturado de acuerdo
a la temperatura ambiente, como se hace en el resto del mundo.
Aunque pudo ser un yerro insistir en “la subasta” como
procedimiento cuando no teníamos donde guardar el petróleo y La
Embajada estaba empeñada en proteger los intereses y
propiedades de sus ciudadanos corporativos.
El Presidente Zelaya no fue un títere de H. Chávez, aunque se
identifico como su amigo. Nada en la alianza con Alba, en busca
de resolver un problema práctico de las importaciones de energía,
comprometía un interés nacional. Los lazos con Venezuela y Alba
se forjaron por Tratados ratificados por el Congreso que dio el
Golpe y exigió repudiarlos después de gastar, cínicamente, el
dinero que se recibió producto de ese acuerdo.
Inevitable en vez de equivocado resultó discrepar con el
Embajador Charles Ford, caballero que --con poco oficio de la
diplomacia-- se pronunciaba continuamente sobre asuntos que no
eran de su incumbencia. Y al final, no ayudó a enmendar puentes
con EEUU el que se postergara una semana la recepción oficial de
las cartas credenciales del Embajador Hugo Llorens, en protesta
por los atropellos del Imperio contra el gobierno de Evo Morales.
Pero tenía sentido. Ser solidario con otros gobernantes de la
región pudo ser un reto al fundamentalismo nacionalista gringo y
a la mentalidad pitiyanqui pero no fue una postura errada. Hay
que arriesgarnos a ser latinoamericanistas, aunque nos cueste. La
historia posterior al golpe demuestra que, si bien sigue siendo
ineficaz, el Latino americanismo es la única salida. Aunque
quizás en esto también, hubo un exceso retorico. Al ex Presidente,
igual que a la mayoría de los políticos, le fascina el discurso, al
que fetichiza. Y de repente, imitando a sus camaradas, se
deslizaba, a un discurso disociador, poco consecuente con su
posición cuando se autodenominaba románticamente socialista.
Paranoico, el Imperio tiene su orgullo y sus procónsules su
vanidad personal. Y a los empresarios les pareció una amenaza
esa retorica, cuando se aparejó con alguna medida justiciera.
Aumentar el salario mínimo hasta $290, el tercero más elevado
del istmo (después de Panamá y Costa Rica), no fue un error,
aunque afectara las ganancias extraordinarias de los patronos.
Porque ese aumento (para cubrir el costo de la canasta básica) le
daba dignidad y esperanza a los obreros y, contra lo que
profetizaron sus enemigos, no acarreó una crisis del empleo, ni
comprometió la competitividad del sistema.
Tampoco fue yerro denunciar la sinvergüenzada de las exenciones
fiscales de que gozan los empresarios por favores políticos y la
extorsión de los que contratan con el Estado. Nuestra política
fiscal ha sido calificada como una de las más injustas de la región,
mientras que el Estado carece de los medios para cumplir sus
responsabilidades. Era justo proponer limites a la acumulación de
poder del sector financiero (a su penetración de otras industrias) y
a las facultades omnímodas de El Congreso. Proponer una
Asamblea Constituyente era un imperativo derivado, aun si
disgustaba a la diplomacia imperial y a los capos. No había otra
manera de adelantar una Reforma de esa magnitud.2Y continuar
con la encuesta criminalizada para medir el apoyo ciudadano
comportaba un riesgo que había que afrontar, porque desistir era
abdicar de la razón de ser originaria del gobierno, era aceptar que
no se podría cambiar nada.
Para los niños y ciertos políticos, los héroes son infalibles. (Por
eso puede haber héroes tan inverosímiles.) Pero los verdaderos
héroes (Morazán) se reconocen falibles aunque sea casi siempre
en circunstancias extremas. No todas las cosas que han dicho
nuestros contrarios son mentiras, atribuibles exclusivamente a su
perversidad. También M. Zelaya cometió errores verdaderos, que
afectaron su administración, descarrilaron su proyecto,
contribuyeron a la caída de su gobierno. Y otros que –después-
frustraron su lucha por regresar al poder con apoyo de la
resistencia y de la comunidad mundial. Puede cometer otros aun.
Para los ciudadanos pensantes que anhela el Poder Ciudadano hay
que escrutar los errores de nuestros conductores, para aprender,
corregir y prevenir. ¿Cómo -si no- podríamos dar mejor consejo?
Errores en el gobierno
Si alguno de sus colaboradores íntimos falló, por exceso u
omisión, el ex Presidente lo había seleccionado antes, lo había
alentado o estorbado luego y tomó todas las decisiones
importantes de su gobierno, antes y después del golpe. A mi ver,
2
Después de aplaudir las elecciones que blanqueaban el golpe de estado, Mame. Clinton declaro que “a
EEUU le preocupaban los regímenes latinoamericanos que buscaban cambiar las constituciones después
de llegar al poder por la vía democrática”, una preocupación que podríamos llamar extraterritorial y que
al parecer no aplica a sus propios aliados, como Uribe.
muchos yerros del ex Presidente surgen de su condición y
ambivalencia personal. Recurriendo a la metáfora de Weber, A
Fajardo ha dicho que M.Z.R. es “una figura transicional entre el
caudillo carismático y el líder moderno”; habría que agregar que
Mel es una criatura del sistema político al que pretendió retar.
Esas paradojas explican algunas interioridades de la crisis.
Ya en la escogencia de su equipo de trabajo cometió errores
evidentes. Aceptó M.Z. imposiciones partidaristas de individuos
que no estaban comprometidos con su visión. Y favoreció a
“amigos” leales que no reunían las condiciones, de capacidad para
los puestos que les asignó o de integridad, y se resbalaron en la
cascara de banano de la corrupción.
Un común denominador de los errores es la confianza naif que
M.Z. depositó, con recursos y poder, en personas y grupos que,
después, resultaron ser sus enemigos o le causaron daño. Esto
sucedió igualmente con los políticos del Partido, como Elvin
Santos y R. Micheletti, con varios poderosos “secretarios de
Estado” (como el Ministro de Obras Publicas, Bonano, el
Ministro de Seguridad, J. Rodas y el Ministro de Agricultura H,
Hernández), con los militares como Romeo y sus cuatro
generales, con la legión de periodistas a los que patrocinó, con
líderes de oposición oportunistas, con empresarios voraces y con
clérigos fantoches, para complacer a quienes nombro cónsules y
embajadores y ministros. Quizás confió demasiado en y también
que se traicionó a sí mismo. Por hubrys. (Así me explico que no
tuviera un plan para el golpe, que lo hubiera visto venir, porque se
sentía la distancia creciente de los militares desde la reunión de
OEA en San Pedro. Y se quedara como esperándolo.)
Quizás para compensar, el ex Presidente se rodeó desde el inicio
de un puñado de técnicos y un grupo reducido de ministros
amigos que, sin más culpa que la de ser afines, colorearon o
distorsionaron la impresión que recibía y la que daba. Porque
compartían con él una visión ideológica y la retorica sobrada.
Pero sobretodo porque, en ese círculo, también prevalecieron los
intereses de grupo y de individuos y una visión legalista (diría
más, formalista) de abogados, quienes siempre pensaron que,
puesto que eran los más brillantes, para cada reto encontrarían un
recurso legal, como si la lucha por el poder fuese una partida de
naipes con actas juradas. Critico dolorosamente aquí a mis
amigos, a los que M.Z. convirtió en adláteres y “yes men”,
premiándolos con su atención. Este fenómeno se agravó conforme
pasaba el tiempo y el círculo interior se volvía más excluyente.
Después de fracasar en la organización de una alternativa de
Partido, la ex Canciller Patricia Rodas introdujo, en la opinión
pública, ruidos que después sirvieron de pretextos al golpismo.
Obviamente, ni Arístides Mejía ni Edmundo Orellana le
proporcionaron la necesaria inteligencia acerca las FFAA. Pero
además, a veces mal aconsejado y otras veces en contra de los
buenos consejos, M. Z. personalizó demasiado el ejercicio del
poder, administrando detalles que no le corresponden a quien
tiene que concentrarse en dirigir el rumbo del Estado, procrastinó
en desmedro de iniciativas que lo hubieran fortalecido.( Fue un
error desestimar la Estrategia para Reducción de la Pobreza,
arduamente consensuada con los representantes de sociedad
civil.) No era necesario inventar el mundo de nuevo.
Había que formular una visión de largo plazo y retener capacidad
para improvisar, pero también construir sobre un plan inmediato,
dirigido a alcanzar las metas intermedias. Por una desconfianza,
que era el anverso de la confianza excesiva mal ubicada en otros,
M. Z. desautorizó a quienes estábamos a cargo de esas funciones
de planificación, concertación y coordinación. Así, el Presidente
le impuso a su gestión un ritmo errático y desordenado, una
improvisación continua, una impredecibilidad…que comprometió
su eficacia. Los planes eran todos del largo plazo, declarativos y
grandiosos. Y por esa razón nunca terminaban de “aterrizar” y
alcanzar el consenso de una base suficientemente amplia. La
lucha política por La Reforma sufrió por razones análogas.
Errores frente al Partido y al sistema bipartidista
M.Z. alcanzó la Presidencia no solo porque hubiera planteado una
Reforma integral, implícita en su plataforma de “Poder
Ciudadano”, sino también porque, mediante compromisos,
consiguió una alianza con sectores tradicionales del P.L., que
sirvieron de base y lo apoyaron para ganar –apenas- una elección
en que confrontaba la maquinaria tramposa del P.N. Una vez en el
poder, esos compromisos constituían una contradicción o una
ambivalencia e impidieron un planteamiento claro de la lucha por
La Reforma, mientras el Presidente perdía a aliados tradicionales
que le exigían más concesiones.
Bajo la teoría de que “no importaba ya”, M.Z.R. convirtió a los
elementos más tradicionales del Partido en inevitables cuando, un
año después de asumir el poder, les entregó el Partido, en la
Convención de Siguatepeque. Debió saber que el tradicionalismo
partidarista no lo acompañaría en una propuesta de cambio
profundo, un viraje que le complicara -al Partido- su ventaja
tradicional y una idea genuinamente democrática que lo obligara a
reformarse. ¿Pensó que retendría la lealtad de los caudillos
tradicionales después de empezar a desarrollar una agenda
distinta, de espalda a las argollas partidarias? A mi ver esas
contradicciones explican porque el Presidente se tardó tanto en
enarbolar la bandera de La Reforma, que exigía una solución de
continuidad política, abanderada por un otro candidato viable.
Al final, el Presidente Zelaya abrió demasiados frentes cuando
amagó con imponer una democracia directa y permitió a un par de
amigos hablar de reelección. (Eso puso a personajes claves -los
capos y candidatos- en disposición de conspirar en su contra y
excusó a los demás.) Paradójicamente, al mismo tiempo dejó de
plantear la reforma de un sistema político que el golpismo
defiende como “nuestra democracia” y en el cual unos diez
cabecillas de movimientos deciden, sin consulta obligada con
nadie más, la totalidad de la oferta política electoral, desde la
fórmula presidencial hasta los consejeros locales de Partido.
Teóricamente, la Reforma tendría que haber arrancado
consolidando sectores leales a M.Z. junto con aquellos con los
que hubiera podido negociar un entendimiento firme (quizás el
Rosenthalismo) y la base política novel de la Reforma para exigir,
en primer lugar, apertura y reformas electorales. Pero quizás
porque temió ceder protagonismo, M.Z. no hizo la alianza que le
asegurara un piso de poder, se rehusó a apoyar un movimiento
progresista sucesor dentro del P.L., jugó a apoyar
subrepticiamente a ambos candidatos rivales de la derecha liberal
que después fraguaron el golpe y, al final, no tuvo tiempo de
organizar su base propia. Avanzó mucho a último momento, pero
era tarde. No había relevo. Sus enemigos habían seleccionado a
los candidatos, y nombrado a los fiscales y a los magistrados.
Errores frente a los militares
He escrito que el Presidente nunca tuvo la clase de información
que hubiera requerido sobre los militares. Hubiera necesitado
entender su mentalidad y tradición, además de datos de
“inteligencia” sobre sus relaciones con la C.I.A. et al. En todo
caso, juzgo un error de M.Z.R. el haber empoderado a los
militares tal y como, en una entrevista reciente (El Heraldo, Lunes
12 de enero de 2010), confiesa el Gral. Romeo Vásquez, que hizo.
Y es que no parece haber entendido que se trataba de un cuerpo
colegiado de estructura vertical, que le ofrecía opciones pero
inevitablemente se disciplinaría; y se avocó a perpetuar sus
cabecillas. Ese era su instinto. El ex Presidente apoyó
personalmente a su “amigo” Romeo Vásquez, contra la costumbre
de rotación del estamento superior, aumentó sueldos y
proliferaron prebendas a disposición del Jefe. ¿Empoderó a la
cúpula militar -otorgándole tacita autonomía- a costa de jóvenes
oficiales que hubieran podido convertirse en sus aliados? No lo sé
de cierto.
Parece evidente que tardó demasiado en percatarse de la deriva de
esa cúpula hacia el inevitable abrazo de la reacción y no preparó
los reemplazos. ¿Como despedir al General Vásquez y aceptar la
“renuncia” de la Junta de Comandantes sin su inmediata
sustitución con oficiales leales al gobierno y dispuestos a servir
con disciplina? ¿O es que acaso ya no los había?
Errores frente a la empresa privada
De una manera análoga, el Presidente premió y les hizo
concesiones diversas a los empresarios que, al final, se coaligaron
en su contra y financiaron el golpe. Un día comprenderemos en
este contexto la contienda sobre “el trafico gris de servicio
telefónico”, que involucró a todos los empresarios de la
comunicación, incluyendo a Carlos Flores F., a quienes nunca se
denunció. (Por instrucción presidencial se favoreció con una
concesión estratégica en La Ceiba a Banco Fichosa liderado por
Camilo Attala, estratega del golpismo, se les perdonaron sus
obligaciones al Grupo Facusse en el viciado contrato de
aeropuertos y al grupo de Ferrari su obligación con el seguro
incumplido de Hondutel y se les llenó las bolsas con pautas
publicitarias del gobierno a canales y programas y periódicos que
no cejaron nunca de morder la mano que los alimentaba.)
Fue una equivocación pensar que los empresarios, núcleo del
conservadurismo más recalcitrante, agradecerían esos favores,
soltarían su control del sistema político y compartirían por propia
voluntad con la población en general las ganancias extraordinarias
de la bonanza que caracterizó a los primeros dos años y medio de
gobierno. (Cuando, meses antes del golpe, les canto en Televisión
una ranchera titulada “No me amenaces” porque se rehusaban a
pagar el nuevo salario mínimo, el Presidente subestimaba la
animosidad y determinación de estos empresarios.)
Fue un error por omisión, en todo caso, dejar de exigir el derecho
a la respuesta frente a la campaña mediática masiva –que ya era
parte de la conspiración golpista- desde el tercer año de gobierno.
Frente al peligro de la comunicación monopolizada por cinco
grupos empresariales, M.Z. pretendió “comprar” la buena
voluntad de sus enemigos jurados en la prensa. Solo al final, de
nuevo, muy tarde, buscó establecer sus propios canales… o
apoyar las comunicaciones comunitarias y alternativas.
Nunca apoyó a Radio Honduras. Se tardó mucho en establecer el
Canal del Estado. Lo puso --igual que el periódico (“Poder
Ciudadano”)-- en manos de adláteres poco profesionales, para
controlarlo. De modo que sus enemigos lo cercaron y lo aislaron
de gran parte de la población que depende para su información de
los medios calientes (radio y tv) dispuestos a los peores abusos:
manipulación, campañas de desprestigio. En todo caso, puesto
que responden a otros intereses y no principalmente a su ganancia
comercial, luce más eficaz el procedimiento de denunciar y
confrontar esos medios, como ha hecho el Presidente Correa en
Ecuador, que tratar de apaciguarlos con mas patrocinio del que se
justificaba y menos del que se requería, como hizo M.Z.R.
Errores frente a la política exterior y Final del Juego
El tipo de relación que se estableció con Chávez pudo haber sido
una provocación ingenua. (¿Fue un error pedir la impresión de las
papeletas?) En nada contribuía a la soberanía hondureña la
reunión de la Canciller Rodas con el Canciller de la Republica
Iraní, un régimen iliberal y problemático. Ese tipo de vínculos
solo respondían a una retorica sentimental izquierdista, un poco
pasée y muy poco práctica, que tenia mas costos que beneficios,
como ha revelado posteriormente la Madame Clinton.
Fue un gravísimo error, que alenté también yo en el Presidente,
confiar en que el Sr. Obama mantendría su palabra de
multilateralismo y que a los gringos les interesaba más que la
apariencia de la democracia hondureña. Los militares
estadounidenses quizás alentaron a los golpistas, les consintieron
el uso de bases conjuntas para acciones del golpe, anunciaron
públicamente que seguían cooperando con las FFAA de Honduras
después que su Cancillería había anunciado el cese de toda
cooperación con los golpistas. Y fueron evidentes las
contradicciones en Pennsylvania más preocupada por destrabar
sus nombramientos en el Senado que por concertar con O.E.A. Y
sin embargo, hasta el colapso del Acuerdo de San José en
Octubre, el Presidente Zelaya estaba convencido de que los
estadounidenses “resolverían el problema”. Y cuando depositó en
ellos toda su confianza perdió la concentración de UNASUR, G-
Rio, OEA y de NNUU, donde inicialmente se había apoyado su
restauración sin condiciones.
¿Fue un error vacilar frente a la represión? Quizás los líderes
revolucionarios no pueden darse el lujo del escrúpulo. Pero del
mismo modo que no se puede exigir a Mel más sacrificio, no hay
derecho de reclamarle que no diera la orden de fuego, consciente
de la falta de elementos defensivos en La Resistencia.
Acaso es un error también creer que Porfirio Lobo va a restaurar
las libertades cívicas, mientras el General pinta violines, porque
más bien hay una escalada de la represión policiaca paralela a las
declaraciones de apertura y de querer “sanar heridas”. Quien sabe
que quiere decir el nuevo Presidente de El Congreso Juan O.
Hernández cuando asegura que “nada tienen que ver las nuevas
autoridades con los eventos del 28 de Junio”. ¿Ese, es el broche
de oro del “golpe perfecto”? ¿Acaso no era entonces Pepe Lobo
Presidente del P.N. y Hernández diputado de su bancada que votó
unánimemente a favor del golpe y ratificó su decisión hace un
mes? Hagamos si se quiere alianza práctica, contra la ultraderecha
que, desde antes que asuma la Presidencia (porque el poder es
otra cosa), ya está amenazando a Lobo con un discurso demencial
que nada tiene de autocritica, ni conciencia de que ha cometido el
peor error que se puede con la historia: querer detenerla. Pero no
nos engañemos con respecto a la índole del aliado.

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