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PSICOANÁLISIS
de la
AMISTAD
PSICOANÁLISIS
DE LA
AMISTAD
EDICIONES CARLOS L O H L É
BUENOS AIRES - MÉXICO
Traducción del original francés:
LES CHEMINS DE L'AMITlÉ
por Alicia Balbina Gómez
PRÓLOGO
SOLEDAD Y DESARRAIGO
DEL HOMRRE MODERNO
soledad, no solamente en las horas de su nacimiento y tran plantadas centenares de otras tiendas, aun cuando
su muerte, sino en todo el trascurso de su existencia les sería posible acampar tranquilos no lejos de allí, en
en el tiempo. Esto ocurre en nuestra época probable- u n lugar más solitario.
mente más que nunca, tanto a causa del desarraigo Parece pues que el hombre jamás ha estado menos
social de u n número demasiado elevado de nuestros solo que en esta época, que si hubiera que compade-
contemporáneos como en razón de una toma de con- cerlo sería, más que por su soledad, por su falta de
ciencia más aguda de su individualidad y su singulari- soledad. En realidad, la paradoja es sólo aparente; no
dad por parte de cada uno. Mientras que la conciencia hay contradicción entre la soledad psicológica y la au-
de pertenencia al grupo social prevaleció, en la mayo- sencia física de soledad. En ningima parte, efectiva-
ría de los hombres, sobre la de su individualidad, no mente, se encuentra el hombre más total y dolorosa-
conocieron el sentimiento de abandono sino cuando al- mente solo que entre la multitud y la baraúnda. Los
gún avatar los separó del grupo social del que forma- eremitas retirados al desierto están infinitamente me-
ban parte, lo que sucedía, pese a todo, sólo bastante nos solos que los habitantes de nuestras grandes ciu-
raramente. En el actual estado de desarrollo de la con- dades, que se codean sin cesar en los ómnibus, los
ciencia individual ocurre a menudo lo que a primera subterráneos, los cinematógrafos y los bailes. Para
vista puede parecer tan paradójico, es decir, que en nin- no confundir el aislamiento físico del ermitaño con la
guna parte la soledad es mayor y más penosa que en soledad moral del ciudadano, con frecuencia nos ser-
nuestras grandes ciudades. Ciertamente, en ellas uno viremos, para designar esta última, del término inco-
vive en inmensos edificios o en habitaciones de hoteles, municación. Para poner fin a la incomunicación no
donde el menor ruido y todo sonido vocal son oídos basta de ningún modo romper el aislamiento físico
por vecinos, donde a menudo la menor intimidad se
zambulléndose en la muchedumbre anónima. Lo trá-
hace difícil. Uno se ve zarandeado sin cesar en la
gico en la condición del hombre moderno, lo que cons-
batahola de las calles, de los autobuses y del subterrá-
tituye su soledad, es la ausencia de diálogo, de comuni-
neo. Muchos son los que se quejan de no poder estar
cación espiritual con el prójimo. El ermitaño en su
jamás solos, de no encontrar jamás la posibilidad del
desierto puede comunicarse con Dios por la oración,
indispensable recogimiento. Lo peor es que, por la
y por el pensamiento con todos los que le son queridos,
fuerza de la costumbre, muchos hombres y mujeres de
con la humanidad entera, si su capacidad de amor ha
esta época se han vuelto psíquicamente incapaces de
estar solos y por lo tanto de recogerse, de tomar con- alcanzado las dimensiones de ésta. El solo no dialoga,
ciencia de su verdadera situación en el mundo. Expe- no se comunica con nadie. Lo más grave es que a
rimentan la imperiosa necesidad de ir al cine, al café menudo se vuelve radicalmente incapaz de verdadera
o al baile, no porque tengan deseos de ver una pe- comunicación existencial, de la que, por lo menos
lícula, beber una copa o bailar, sino sencillamente por- conscientemente, no experimenta ninguna necesidad.
que la vida lejos de la baraúnda se les ha hecho inso- En el curso de mi práctica psicoterápica me ha acon-
portable. Durante las vacaciones les es "absolutamen- tecido con frecuencia tener que alentar a hombres
te" necesario ir a los mismos lugares donde va "todo que vivían en una total soledad, a buscar la comunica-
el mundo", plantar su tienda allá donde ya se encuen- ción con sus semejantes, porque me parecía el único
medio de preservarlos de la enfermedad psíquica más
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grave. Bastante generalmente he chocado con la ne- de grandes institutos. Si pasan largas horas en torno a
gativa: el paciente declaraba que tenía horror a los una mesa de café, no es por el gusto de las bebidas fuer-
demás, que en ninguna parte se sentía más a gusto tes (lo más a menudo sólo consumen jugos de frutas), ni
que cuando podía permanecer solo. Y, sin embargo, por ser adictos al bridge o a la "canasta"; es sencilla-
cada vez que me ha sido dado penetrar más profunda- mente para estar juntos. Me he esforzado entonces por
mente en el psiquismo de tales enamorados de la so- saber cuáles son los temas de sus conversaciones. Les
ledad, se estableció que inconscientemente sufrían a he pedido relatos detallados, y pude así comprobar el
causa de ésta, que su sentimiento de infelicidad y su total vacío de la mayor parte de sus conversaciones.
visión pesimista de la humanidad y de la vida estaban "¿Qué tal?" "Bien, ¿y tú?" Su vocabulario usual es de
condicionados por ella. Sin ser conscientes de ello, es una pobreza extraordinaria, al punto de imposibilitar
no obstante la comunicación afectiva con los demás lo toda verdadera comunicación. La película que han vis-
que buscan casi todos los que llenan los cines, los to es "fabulosa" o un "bodrio", sin que nadie sea capaz
bailes, los cafés y otros lugares públicos. Y los que de explicar el por qué de este juicio sumario. Se dice
se llaman misántropos y se encierran en su habitación también una palabra sobre tal camarada ausente, so-
con la sola compañía de su gato o su canario, reprochan bre tal noche pasada fuera de la banda y . . . eso es
además inconscientemente a los hombres el que no los todo. Generalmente se separan con la sensación de ha-
hayan acogido. ber perdido el tiempo, decepcionados los unos de los
* otros por no haber dicho nada de lo que realmente im-
* * porta. Pero como no tienen a su alcance ninguna otra
comunicación, se apresuran a volver a encontrarse lo
La multitud que se encuentra en los lugares públicos, más pronto posible.
lejos de favorecer el diálogo y la comunicación, los hace La mayoría de las relaciones entre adultos no valen
en realidad difíciles, sino imposibles. Las relaciones mucho más. Es verdaderamente espantoso escuchar la
que en ella se establecen entre los individuos son fatal- conversación de personas cultas en una cena o cóctel.
mente superficiales e impersonales, puramente funcio- Lo más a menudo no tienen nada que decirse. El
nales. Cómo podría ser de otra manera, si casi todos éxito de ciertos juegos, como por ejemplo el bridge, se
los que las forman viven en la inautenticidad, sin haber explica sin duda porque proporcionan a la gente la im-
adquirido conciencia de lo que son ellos mismos, de lo presión de escapar de su soledad, sin tener que hacer el
que son los demás, de lo que buscan cuando se acercan gasto de la conversación. Pero estos paliativos no pue-
unos a los otros. den ofrecer una solución, por poco satisfactoria que sea,
Numerosos jóvenes que se confían a mí, puntualizan al angustioso problema que plantea la soledad del hom-
su incapacidad para soportar la soledad, así sea por al- bre moderno.
gunas horas. Para escapar de ella, se asocian a bandas La misma familia no es, a menudo, más que una yux-
que se reúnen los sábados y domingos, y en bandas pa- taposición de soledades. Creen conocerse porque están
san su tiempo libre y sus vacaciones. No se trata sin siempre juntos, mientras que en realidad nadie se abre
embargo de "pilluelos", sino de muchachos y mucha- verdaderamente a los demás. Evidentemente, se "quie-
chas de buena familia, de estudiantes universitarios o ren", pero con un amor puramente instintivo, animal,
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en el que las facultades propiamente humanas casi no él cumple sus deberes para con ellos, ellos lo obedecen,
participan. No se comprenden, no sospechan siquiera paro ni de una parte ni de otra hay ningún calor afec-
que haya algo que comprender en los padres o en los tivo. R. experimenta, pues, el penosísimo sentimiento
hijos, en los hermanos y hermanas. La gran mayoría de que ni su mujer ni sus hijos ni sus colegas y co-
de las desinteligencias conyugales de que he tenido oca- nocidos lo comprenden. En una sesión posterior, reco-
sión de ocuparme profesionalmente, no tenían su origen noce que él tampoco ha hecho nunca nada para com-
en la desarmonía carnal, sino en la falta casi total de prender a los demás, ni para darse a conocer a ellos
comunicación de los espíritus. El desacuerdo carnal en lo que cree ser más auténticamente él mismo. Más
aun, hasta una toma de conciencia consecutiva a la
mismo, como tendremos oportunidad de establecerlo en
psicoterapia (es su "neurastenia" la que lo ha hecho
otro capítulo, no es, lo más a menudo, sino la consecuen-
consultar al doctor), nunca se le había ocurrido la idea
cia de la falta de comunicación espiritual. Esta falta se
de que las relaciones interhumanas pudieran y debie-
hace sentir tanto más negativamente cuanto los seres
ran ir más allá de la "buena armonía". Durante mu-
poseen mayor desarrollo intelectual.
cho tiempo se había sentido perfectamente satisfecho
En numerosos casos, esta disparidad entre la madurez de su suerte. Cuando finalmente se sintió acuciado por
intelectual y la pobreza afectiva, causa principal de la el sentimiento de fracaso y desdicha, no estableció nin-
ausencia de comunicación, da lugar a neurosis más o guna relación entre este complejo y lo que él llamaba
menos graves. M. R., de cincuenta años de edad, me- su "salvajismo". En el curso del tratamiento aprendió
lancólico, no experimenta ningún gusto por la vida, a dialogar primero con su psicólogo, después con sus
ve todo con pesimismo; su juicio sobre los seres hu- familiares y finalmente hasta con sus colegas. Le na-
manos en general y sobre cada una de sus amistades en cieron amistades y toda su vida se encontró trasforma-
particular, es de lo más desilusionado. Ha realizado da, así como su concepción del mundo y de la huma-
varias tentativas de suicidio y atribuye a su cobardía no nidad entera.
haber osado llegar hasta el fin. Sin embargo, tiene una *
ocupación bien remunerada y socialmente bastante ha- * *
lagadora. Está casado con una mujer que está muy le-
jos de ser mala, que cuida muy bien de él y con la que
Dado que el hecho y el carácter nefasto de la extra-
casi no tiene choques. Sus hijos triunfan conveniente-
ordinaria soledad del hombre moderno parecen incon-
mente en sus estudios y moralmente le proporcionan
testables, se plantea el siguiente problema: ¿esta situa-
toda clase de satisfacciones. ¿A qué se debe entonces
ción es irreversible, irremediable, o existen siquiera
ese "complejo de infelicidad", ese disgusto por la vida?
medios de salir de ella? No es posible remitirse a la
En el curso de la psicoterapia se comprueba que M. R.
psicoterapia, tan sólo después que la gente haya alcan-
no ha tenido jamás, a lo largo de toda su vida, verda-
zado, como M. R., los umbrales de la desesperación.
dero contacto afectivo. Es "bueno", todo el mundo es
Conocida es la respuesta que brota de los análisis sar-
bueno con él, pero nadie lo ha amado nunca verdade- trianos: Todo hombre que haya sobrepasado la trivia-
ramente, como tampoco él ha amado verdaderamente lidad cotidiana y haya alcanzado la conciencia de sí
a nadie. Ha hecho un matrimonio de conveniencia; (de su "para sí"), no podría percibirse sino solo y
sus relaciones con sus hijos se basan en "principios":
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probar que este encuentro, lejos de no poder ser más
abandonado. La palabra conciencia sería sinónimo de
que una fuente de ilusiones y decepciones, en muchos
conciencia desdichada, desdichada justamente porque
casos proporciona a los hombres la oportunidad por
se sabe en la imposibilidad radical de realizar esta
excelencia de realizarse, de cumplir plenamente su
comunión con el prójimo que todo ser -humano cree
vocación de hombres. Si por desgracia no siempre es
es la condición sine qua non de su felicidad. Amor,
así, si en nuestra época en particular el encuentro con
amistad, camaradería de lucha procederían por igual
el prójimo raramente arriba a una comunicación au-
de la mala fe inconsciente de los hombres, demasiado
téntica con él, la explicación debe buscarse no en una
cobardes para admitir su irremediable soledad. Desde
imposibilidad esencial cualquiera, sino simplemente
L'Étre et le Néant hasta Le Diablé et le bpn Dieu, pa-
en las condiciones de vida psicosociales de la humani-
sando por Les Chemins de la Liberté y Huis Clos, toda
dad moderna, en la desarmonía que existe entre su
la obra sartriana tiene, como uno de sus temas esencia-
desarrollo intelectual y afectivo.
les, la imposibilidad connatural a la condición humana,
de salir de su insoportable aislamiento por medio del *
encuentro con el prójimo. El otro no podría ser para el * *
yo más que un enemigo.
Erraríamos sin duda, al acordarle tanta importancia
La comunicación existencial con los demás puede
al pesimismo satriano, si sólo se tratase de un proce-
revestir muy diferentes modalidades, pero siempre y
dimiento literario o de la neurosis personal del filósofo.
necesariamente es de orden afectivo. Cuando se tra-
En rigor, si Sartre ha hallado tanto auditorio* entre
ta de u n intercambio únicamente intelectual, cada
tantos novelistas, vulgarizadores de sus tesis, y entre
uno pone en juego tan sólo sus pensamientos e ideas,
tantos jóvenes de nuestro tiempo, es porque su propia
pero no su ser mismo; la comunicación es entonces
experiencia coincide, parcialmente por lo menos, con
solamente extrínseca. Probablemente porque ciertos
la de muchos de sus contemporáneos. Es el portavoz
filósofos y sus discípulos no conocen más que esta es-
de una fracción importante de la humanidad de la
pecie de interminables discusiones, en una sala de re-
época que vivimos.
uniones o en torno a una mesa de café, sobre política,
La filosofía de la soledad fatal y de la consiguiente
literatura y arte, creen que deben afirmar la imposibi-
infelicidad no podría, con todo, pretender que es traduc-
lidad del hombre de salir de su incomunicación. Pero
ción de la totalidad de la experiencia humana. Con
como el ser humano es capaz de amar y ser amado,
referencia a nuestra propia experiencia existencial,
la incomunicación no constituye en modo alguno la
tanto directa como indirecta, creemos-.nuestro deber
fatalidad de nuestra condición en el mundo. La ener-
señalar la falsedad del pesimismo del existencialismo
gía afectiva, que se puede llamar libido en el sentido
sartriano, por lo menos en la medida en que éste pre-
que Jung da a esta palabra, no está, ciertamente, a
tende rendir cuenta adecuada de la condición huma-
disposición de todos los hombres en la misma canti-
na total. El encuentro con el Otro en su alteridad pro-
dad ni con la misma calidad. Existen seres afectiva-
pia se presenta, efectivamente, como el acontecimien-
mente ricos y otros pobres, así como hay seres más o
to central en la trama de la existencia de la mayoría
menos dotados intelectualmente. En razón de los con-
de los seres humanos. Pero nos ha sido dado com-
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l'l icios neuróticos, la energía afectiva puede hallarse y de la comunicación mística. En realidad, es Jung
fuertemente inhibida o reprimida aun en quienes quien ha visto con acierto. La energía afectiva es por
inicialmente estaban superiormente dotados, al punto naturaleza indiferenciada. De la cantidad y calidad
que en algunos casos se tiene razón al hablar de una de libido de que dispone, el individuo puede hacer, se-
verdadera atrofia afectiva. Además, la riqueza afecti- gún las circunstancias, tal o cual empleo. Por lo me-
va no siempre corre parejas con la riqueza intelectual. nos en teoría, el que hace un desgaste demasiado in-
Existen hombres intelectualmente sobredotados que tenso de energía afectiva en el plano del amor sexual,
padecen una asombrosa pobreza afectiva, así como los ya no dispondrá casi de ella para actividades creado-
hay de una gran riqueza afectiva cuya capacidad inte- ras, para el servicio de la comunidad, para el amor a
lectual es bastante mediocre. Dios. En la práctica, no siempre es así. No es r a r o
Teresa, joven agregée universitaria, se encomienda que el amor apasionado por una mujer acreciente con-
al psicoterapeuta porque se siente incapaz de amar. siderablemente la capacidad del hombre para a m a r a
No experimenta esos sentimientos fuertes, tiernos y Dios, a sus padres y amigos, renovando al mismo tiem-
apasionados, que ella sabe caracterizan al amor, ni por po su impulso creador. Y viceversa. Hemos tenido
sus copartícipes sexuales, ni por sus padres ni cama- ocasión de comprobar en numerosos casos que el ad-
radas. En el curso del tratamiento se comprueba, efec- venimiento del hombre a un auténtico amor por Dios
tivamente, que tiene un intenso egocentrismo, sin ser o la humanidad puede acrecentar su capacidad de a m o r
en modo alguno una egoísta. Pero el egocentrismo no erótico. En psicosíntesis nos ha sucedido que curamos a
es en ella más que la sobrecompensación de su com- impotentes y frígidos haciéndoles salir de su egocentris-
plejo de inferioridad, de su falta de confianza en sí mo, despertando en ellos un vigoroso interés por u n a
misma. Al no amarse suficientemente a sí misma, no "gran causa". Sólo el abuso de la energía afectiva en
podía amar a los demás. (Pues, contrariamente a la una esfera dada tiene consecuencias nefastas para el
opinión corriente, el egocéntrico, lejos de amarse con lolal de la vida afectiva. Efectivamente, el libertinaje
exceso, se ama poco o nada.) Una vez que la psicosín- perjudica la creatividad, las relaciones con la comuni-
tesis libró a Teresa de su complejo de inferioridad y le dad humana y con Dios. La beatería, que es al a m o r
dio una confianza normal en sí misma, sus relaciones a Dios lo que el libertinaje es al amor erótico, hace al
con los demás no tardaron en convertirse en vínculos sujeto inepto para el amor de los hombres y t a m b i é n
afectivos normales. Y se concluyó su soledad. para toda actividad verdaderamente creadora. Lo m i s -
mo ocurre con aquella desviación del amor por la
En varias de nuestras obras anteriores hemos denun-
acción creadora que llamamos activismo. Por o t r a
ciado el error de Freud y los freudianos, de considerar
parte, el libertino no ama en verdad eróticamente, corno
la energía afectiva, la libido, como de naturaleza es-
I¡impoco el beato ama realmente a Dios ni el activista
pecíficamente sexual. En efecto, en esta hipótesis la
la acción creadora. Todos ellos permanecen e n c e r r a -
única forma verdaderamente auténtica de comunica-
dos en su solipsismo; ninguno logra alcanzar ixna
ción entre los seres sería el amor sexual. Todos los de-
verdadera comunicación afectiva.
mas afectos y aficiones serían la resultante de desvia-
ciones, represiones o sublimaciones de esta libido se- *
xual. Ella sería la fuente de los diálogos platónicos
* *
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LO QUE L A AMISTAD NO ES
amistad, y renuncian así a la única posibilidad de guna manera haber c u m p l i d o totalmente su deber
escapar de la soledad que sufren. cuando han satisfecho sus obligaciones respecto de su
No abrigamos de ningún modo la intención de idea- familia y de su país natal. Les conciernen personal-
lizar desmedidamente la noción de la amistad. Como mente la hambruna de China, la esclavitud de Arabia,
queda dicho en el primer capítulo de este libro, la el racismo de África del Sur, la persecución de los
amistad no es, en manera alguna, el privilegio de ra- protestantes en España y la de los cristianos en ge-
ras "almas bellas". Si bien en niveles diferentes, se neral en los países comunistas. Se sienten de algún
la ve embellecer la existencia de santos y de pecado- modo responsables de todos esos males y estiman que
res, de adultos y de niños, de sabios y de simples. No es su deber hacer lo posible por combatirlos. En algu-
se sigue de esto, sin embargo, que haya derecho a nos, la conciencia de la solidaridad llega más allá de
calificar de amistad a cualquier relación interhumana. la comunidad humana, toma dimensiones propiamente
Al proponernos diferenciar cabalmente la amistad de cósmicas. A ejemplo de un san Francisco de Asís, se
lo que no lo es, no tenemos el propósito de arrojar dicen amigos de los animales y de las plantas, del
por ello descrédito sobre esas otras relaciones inter- universo en su totalidad.
humanas. La mayoría de ellas desempeñan una fun- Verdad es que la conciencia de la solidaridad uni-
ción importante y muy positiva en la existencia in- versal no es absolutamente nueva. La han experimen-
dividual y colectiva de los seres humanos. Pero son tado en muy alto grado no sólo santos como Francisco
otra cosa que la amistad y el papel que les cabe es de Asís' y tantos otros, sino también la han profesado
diferente del que cumple ésta. los estoicos y otros filósofos de la Antigüedad, del Re-
nacimiento, de Oriente y Occidente. Sin embargo, se
* trataba entonces de individuos relativamente poco nu-
* * merosos y cuya evolución espiritual aventajaba sobre-
manera la del conjunto de sus contemporáneos y com-
patriotas. Lo que es, pues, una. n o v e d a d propia de
En la base de todas las comunicaciones interhuma-
nuestra época, es la extensión sin precedentes de la
nas se encuentra la solidaridad humana. En épocas
conciencia de la solidaridad universal. Cierto que no
pasadas, la conciencia de esta solidaridad tenía bien
es todavía cosa de todo el mundo, y aun asistimos de
precisos límites. Uno se sentía solidario de su familia,
vez en cuando a retornos tumultuosos del fanatismo
de su tribu, de su nación, más tarde de su clase. Di-
nacional o racial. Pero éstos no son, pese a todo, más
fícilmente se concebía, entonces, que se pudiese ser
que recaídas del impulso espiritual que hemos ana-
amigo de quienes no formaran parte de la misma co-
lizado en .muchas de nuestras obras precedentes. La
lectividad. El prodigioso desarrollo de los medios de
evolución de la noosfera es sin duda alguna irrever-
locomoción y de comunicación tiende de más en más
sible, y por esta circunstancia, la conciencia de la so-
a la abolición de todas esas fronteras. Cada vez son
lidaridad universal sólo puede difundirse más y más.
más numerosos los que se conciben espontáneamente
como miembros de la humanidad, antes de toda con- De esto se sigue que las relaciones interhumanas,
ciencia de solidaridad nacional, racial, de clase o de ya de orden económico y racional, ya de orden afec-
iglesia. Esos hombres y esas mujeres no creen de nin- tivo, se dejarán limitar cada vez menos por fronte-
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LO Q U E LA AMISTAD N O ES 45
ras. Ya son frecuentes las amistades entre hombres
que estudia decoración, se queja de aburrirse terrible-
que otrora habrían creído que debían combatirse y
mente porque se encuentra solo. Ahora bien, me en-
odiarse. Pero tanto más urgente es distinguir la amis-
tero de que forma parte de una pandilla, con la que
tad de lo que no lo es, puesto que la confusión sólo
va varias veces a la semana al cine o a bailar y con
podría perjudicar así a la amistad como a las restantes
la que pasa las horas muertas en los cafés de moda.
relaciones interhumanas.
Sin poder explicarse cómo puede sentirse solo, estando
rodeado por tantos camaradas (que por lo demás él
* * llama a veces sus amigos), es con todo consciente de
la insuficiencia afectiva de este tipo de relaciones. Un
día, tras unas vacaciones escolares de algunas sema-
Los jóvenes de hoy confunden fácilmente al amigo
nas, me topo con Marcos totalmente trasfigurado. Su
con el "amigóte". Sin embargo, se trata de realidades
alegría no es artificial, no está disgustado de la vida,
bien diferentes. Se llama amigotes a los miembros de
no se queja de que se aburre ni de estar solo. Es
una misma pandilla, la cual se asemeja, en general,
porque durante esas vacaciones ha hecho un "verda-
menos a una comunidad de personas que a un rebaño,
dero" amigo. Ya no tiene deseos de frecuentar su pan-
cuya conciencia es sobre todo gregaria. Los amigotes
dilla; ahora va al cine y a bailar con su amigo. La
salen juntos, frecuentan los mismos lugares de diver-
gran novedad de estas relaciones reside, para él, en
sión, pero son poco aficionados a conocerse unos a otros
que su amigo y él se "comprenden", aun cuando se
más íntimamente, más personalmente. A menudo he
pasen las horas juntos sin hablar de nada. De ahora
hecho hablar a jóvenes sobre sus relaciones con sus
en adelante ya no hay necesidad de explicarle a este
amigotes. Lo más frecuentemente ignoraban todo lo
joven la diferencia entre u n amigo y un amigóte,
referente a su familia, sus estudios, sus actividades
pues sabe que aun el mejor "amigóte" no equivale
profesionales, sus proyectos para el futuro. Sus con-
a un amigo.
versaciones se limitaban casi siempre a trivialidades.
Por lo general se han convertido en camaradas por * *
puro azar, por haberse conocido en un salón de baile,
en un "asalto", en la playa. Todo lo que hay de co-
Una de las relaciones interhumanas más difundidas
m ú n entre ellos es el gusto por el twist o cualquier
en nuestro tiempo es la que resulta del ejercicio de
otro baile de moda, o el ser todos "fanáticos" del can-
la misma profesión. Los que la ejercen no son, evi-
tor en boga. Por otra parte, los amigotes se sienten
dentemente, amigos, aun cuando ocasionalmente se den
más cómodos en pandilla que de a dos, pues en el
este nombre en público, sino colegas. Por lo general,
primer caso basta gritar y reír a coro, mientras que
las relaciones entre colegas son puramente objetivas,
siendo dos sería necesario decirse algo y ellos no tie-
sin prolongación alguna fuera del terreno profesional.
nen nada que decirse. A pesar de todo, entre dos ami-
Hay, sí, el banquete o el congreso anual de los no-
gotes brotan a veces sentimientos de amor o de amis-
tarios, de los ginecólogos o de los profesores de idiomas;
tad; pero entonces por lo general se alejan de la banda,
pero de ellos no resultan casi relaciones de hombre
dejan de ser compinches. Marcos, de diecinueve años,
a hombre. La solidaridad que puede haber entre co-
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legas, lo más a menudo sólo existe frente a terceros; camaradería, y estoy pues en condiciones de testimo-
entre sí son más bien competidores y en general se niar que Malraux no exagera su grandeza. Nuestra
conducen como tales. Por otra parte, los que trabajan camaradería se fundaba en nuestra pertenencia al mis-
juntos en una misma tarea y cuyos intereses son real- mo partido revolucionario, en cuyo seno teníamos la
mente solidarios, no se llaman colegas sino camaradas. conciencia de luchar por los "mañanas que cantan",
La camaradería se sitúa, sin duda, en un nivel exis- es decir, por una futura sociedad humana en la cual
tencial muy superior al de los amigotes y los colegas. no habría más desigualdades de derechos ni de for-
Los camaradas no se contentan con distraerse juntos tuna, ni explotación del hombre por el hombre, ni
y su relación tampoco se funda sobre el ejercicio de ninguna otra injusticia. Recuerdo un mitin en Moscú,
una misma profesión. Se tratan como camaradas por- en la Plaza Roja, en el cual participaban decenas de
que sostienen una lucha común por una causa que millares de jóvenes llegados de todos los países del
les es igualmente querida. Hay pues camaradas de mundo. Jamás experimenté más vivamente la signi-
lucha, camaradas de partido o de sindicato. Una forma ficación profunda de la camaradería que cuando to-
particular de camaradería existió en los campos de dos juntos, cada uno en su propia lengua, cantamos
prisioneros de guerra, la cual tenía por clima no tanto La Internacional. Si la palabra "mística" no hubiese
los combates en que se había intervenido conjunta- tenido entonces para nosotros un sentido netamente
mente, como los sufrimientos que se padecían enton- peyorativo, habría hablado de comunión mística en-
ces. Es significativo que los vínculos de la camaradería tre todos aquellos jóvenes. Entre camaradas, la dis-
nacida de la guerra o el cautiverio sobreviven a veces tinción entre lo "mío" y lo "tuyo" apenas existía, por
largos años a la situación que les ha dado nacimiento. supuesto que todo se compartía. Un fervoroso mili-
tante llegó a proponer a un propagandista profesional
Andró Malraux ha exaltado, en varias de sus no- del partido, a quien suponía privado de mujeres desde
velas, la comunión entre camaradas de lucha. Los hom- hacía mucho, en razón de sus actividades, que com-
bres que, tanto en el levantamiento de Cantón como partiera el lecho con la suya.
en la guerra civil española, luchan hombro con hom-
bro contra el mismo enemigo, pueden muy bien per- Por muchos de sus rasgos, la camaradería se parece,
tenecer a clases sociales, culturas, naciones, religiones pues, engañosamente a la amistad. Y sin embargo, no
y partidos diferentes; la camaradería de combate borra es amistad. Lo que en la camaradería cuenta es in-
todas esas divergencias individuales, hace latir los co- finitamente menos la persona del camarada que su
razones al unísono. Nada parece más normal que com- participación en la lucha común. Cierto que a me-
partir el último trozo de pan, y aun la última pildora nudo se establecen entre algunos camaradas lazos de
de cicuta con el camarada; no se vacila siquiera en afinidad particular, de p r e d i l e c c i ó n interpersonal, y
arriesgar la vida para salvar al camarada de una si- entonces cabe decir que esos camaradas son también
tuación peligrosa. Gracias a la camaradería, cada uno amigos. Pero esta amistad permanece siempre subor-
puede alcanzar un estadio superior de existencia; la dinada a las exigencias de la lucha y obedece nece-
camaradería elimina la trivialidad cotidiana. sariamente' a las directivas del partido. Pedro y Juan,
Durante cerca de diez años tuve ocasión de vivir a quienes conocí bien, eran desde hacía años cama-
personalmente con gran intensidad la mística de la radas amigos como los que acabamos de señalar. Un
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impulso nacido del corazón. Por otra parte es sabido Sabido es que los trovadores cantaron las bellezas
que en el siglo xvn, apenas se hacía en Francia dis- de la amistad amorosa. A pesar de todo, se trataba
tinción entre las palabras "amigo" y "amante", a tal en realidad de amor, un amor que la moral y las
punto amistad y amor parecían semejantes. Hoy. día, costumbres de la época obligaban a ser "platónico".
sin embargo, importa tomar conciencia tanto de las Este género de amor, que con toda sinceridad se lla-
similitudes como de las diferencias que pueda haber ma amistad, es todavía bastante común entre los ado-
entre estas dos formas principales de la comunicación lescentes, poco conscientes del íntimo lazo existente
afectiva. entre sus pulsiones sexuales y sus emociones afectivas.
Ocioso resultaría, sin duda, discutir si el primer lu- Entre adultos, la amistad amorosa no\ es, por cierto,
gar en las relaciones interpersonales debe reconocér- imposible, y en algunas circunstancias hasta puede re-
sele a la amistad o al amor. Lo indiscutible es que una comendarse. Es preciso, sin embargo, que quienes con-
y otro pueden hacer salir al individuo de su incomu- traigan esta relación posean estructuras morales y es-
nicación y promoverlo a un nivel superior de exis- pirituales sólidas, para que la amistad amorosa no se
tencia.. Una persona puede sostener muy legítimamente convierta, contra su voluntad, en amor sin más ni más.
que la amistad cuenta más en su vida que el amor, En este terreno, las ilusiones nacen muy fácilmente.
mientras que otra puede, con igual razón, afirmar lo Pero si es verdad que el amor puede, en algunos ca-
contrario. Y aun en ^la vida de una misma persona sos, disfrazarse de amistad, grave yerro sería el de
hay a menudo alternancia entre estas dos formas de no ver en toda amistad más que amor disfrazado.
comunicación afectiva. Entre niños y adolescentes, nor- Cierto que la misma energía afectiva alimenta el amor
malmente sólo existen lazos amistosos, y con razón y la amistad, pero como ya queda dicho, esta energía
se considera la adolescencia como la edad por exce- afectiva, la libido, es en sí misma indiferenciada y
lencia de la amistad. Los adultos jóvenes, sin desde- se colora con los sentimientos que nutre.
ñarla generalmente, se inclinan a conceder el primer
lugar, en su vida afectiva, al amor. En efecto, corrien- *
temente se comprueba que cuando un joven se ena- * *
mora, se aleja de sus amigos al menos durante un
tiempo, aunque unos años más tarde vuelva a encon- Para que una persona sea capaz de amar de amor,
trarse con ellos. Entre los adultos, la amistad y el es preciso que haya alcanzado cierto grado de madurez,
amor parecen igualmente indispensables para el equi- no sólo psíquica, sino también física. Si los freudianos
librio y la felicidad- de la persona, acordándosele la hablan del amor específicamente sexual entre los ni-
primacía ora a éste, ora a aquélla, según las situa- ños, no es, al menos en los casos normales, más que
ciones y los individuos. En la edad madura, sobre todo por postulado doctrinal, pues según ellos la afectividad
en los hombres de nivel espiritual elevado, la amistad toda, si no la vida psíquica en su conjunto, tiene na-
tiende nuevamente a ocupar el primer lugar. Esta turaleza sexual. En realidad, el ser humano no es apto
alternancia entre la amistad y el amor existe hasta para el amor hasta la pubertad. Cierto que no es ne-
en la vida ',de la pareja conyugal, como tendremos cesario que el amor tienda siempre conscientemente a
ocasión de comprobarlo. la unión sexual, y entre los adolescentes por lo general
52 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD
LA AMISTAD Y EL AMOR 53
no tiende a ella; pero hasta el más platónico de los mientras se halla bajo la influencia de la pasión, di-
amores es a pesar de todo de naturaleza sexual. fícilmente consigue ver a su amada con objetividad.
La madurez física no es en modo alguno necesaria Mientras uno ama apasionadamente, no es consciente
para la amistad. Si bien las forma superiores y su- más que de las cualidades del ser amado; más aun,
blimes de la amistad suponen un alto grado de madurez trasforma en cualidades hasta sus más notables defec-
psíquica, no hay razón sin embargo para considerar tos. Una muchacha de mi conocimiento encontraba
inauténticas las amistades de los niños y de los ado- "maravilloso" el tartamudeo del hombre que amaba,
lescentes, y hasta las que existen entre seres muy poco así como u n enamorado considera encantador que su
evolucionados. La amistad parece ser la más "natural" amada bizquee. Es más grave aún cuando el amor tor-
expresión de la afectividad humana, lo que explica que na en virtudes las más escandalosas deficiencias mora-
se la encuentre en todos los niveles del desarrollo afec- les del amado. Conocí una joven de buena familia,
tivo. Más aún, es lo que más eficazmente contribuye dotada de buena educación y de una perfecta moral
al desarrollo afectivo del individuo. A menudo he personal, que amaba a un crapuloso "iracundo", y veía
tenido ocasión de comprobar que los adultos incapa- actos de valor, casi proezas caballerescas, en lo que no
ces de amor son precisamente los que no han tenido era más que asaltos a las casas. Pero cuando la pasión
oportunidad de realizar su aprendizaje, en su infancia pierde intensidad o se extingue, a menudo se llega a
y su adolescencia, por medio de la amistad. aborrecer hasta las cualidades más positivas del otro.
El amor, por sublime y sublimado que se lo suponga, ¡Cuántos'maridos tachan de "manía" el afán de lim-
es necesariamente una pasión carnal. De aquí resulta pieza y orden de una esposa a la que han dejado de
que casi siempre entraña cierta confusión, cierto os- amar, y consideran grata bohemia la suciedad y des-
curecimiento de las facultades intelectuales y volitivas orden de su amante! Y de repente, ¡qué feo parece ese
del sujeto. Aun cuando no siempre revista ese carác- lunar, en el que la pasión hacía ver tanta belleza!
ter "demoniaco" con que aparece en las novelas de No sostengo que las cualidades físicas de nuestros
Dostoievski, la literatura de todos los pueblos abunda amigos nos resulten siempre indiferentes. Somos muy
en ejemplos de amor a pesar suyo, que cae sobre el legítimamente sensibles al encanto, la belleza .o la
sujeto como u n rayo, como la fatalidad. Tanto los fuerza de nuestros amigos, y estamos orgullosos de
sabios de la antigüedad como los moralistas más re- ellos. Fue quizás la melodía de la voz o la suavidad
cientes, han puesto en guardia a sus discípulos contra de la mirada lo que llamó nuestra atención sobre Fu-
la pasión del amor, cuya tiranía destructora perciben. lano y sirvió de punto de partida a nuestra amistad.
Sin duda por este mismo motivo, más o menos confusa- Con todo, la parte que desempeña lo carnal, aun en
mente conocido, muchas religiones, y entre ellas el el sentido extenso que damos aquí a esta palabra, es y
cristianismo, exigen de sus sacerdotes y otros candi- sigue siendo secundaria en el nacimiento y los progre-
datos a la perfección espiritual, la renuncia al amor sos de la amistad. De ello se sigue que ésta se halla
carnal. Con, razón o sin ella (en nuestra opinión más incomparablemente menos sujeta que el amor a las
bien sin ella), estiman a este último difícilmente con- alteraciones de la sensibilidad. Es por lo tanto más
ciliable con una vida espiritual verdaderamente inten- serena. Uno acepta al amigo sin ilusiones, con pleno
sa. De cualquier manera, lo cierto es que el amante, conocimiento de sus virtudes y defectos. Todos somos
54 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD LA AMISTAD Y EL AMOR 55
evidentemente más indulgentes con los defectos de otra parte a causa de su propia falta de disponibilidad.
nuestros amigos que con los de quienes no son indife- Algunas sesiones de psicosíntesis bastaron para amen-
rentes o, con mayor razón aún, antipáticos. No porque guar, sino eliminar, su narcisismo, y el joven no tardó
la amistad nos enceguezca, como se dice que ocurre en confesarnos, con una alegría en la que se mezclaba
con el amor; muy por el contrario, esta afección que no poca confusión, que acababa de hacerse amigo de
experimentamos por nuestros amigos nos permite ver un compañero de estudios conocido de hacía años, pero
más profundamente, y así nos encontramos en mejo- del que nunca había supuesto que tuviese tantas afi-
res condiciones para comprender las circunstarlcias nidades con él. Poco a poco, gracias a esta amistad,
exteriores y las motivaciones inconscientes que pue- todas las relaciones de Pablo con su ambiente se modi-
den influir sobre ellos y hacerlos desviar del camino ficaron. Dejó de juzgar sumaria y severamente a sus
recto. El finísimo psicólogo que fue san Agustín dice hermanos y hermanas, así como a sus camaradas. Si
con razón: Nemo nisi per amicitiam cognoscitur; sólo por acaso hablaba de las "extravagancias" de alguien,
gracias a la amistad se puede conocer a alguien. Ade- en seguida le buscaba "excusas". De este conocimien-
más, la clarividencia en profundidad que media en la to amplio de los demás resultó un saludable apacigua-
amistad no se limita a los amigos. Quien ha pasado miento de su tensión, al punto que de melancólico que
por la experiencia de una amistad auténtica y ha te- era no tardó en volverse alegre y optimista. Hasta en
nido por lo tanto la posibilidad de penetrar en la sub- el plano político, fue renunciando paulatinamente a
jetividad del prójimo, habrá adquirido una experien- su extremismo de otrora.
cia que le resultará muy beneficiosa para todas sus La amistad puede, pues, convertirse para nosotros en
relaciones con los demás. Dado que nos habremos una verdadera escuela de simpatía, capaz de exten-
negado a juzgar "objetivamente", es decir, según las derse progresivamente a todos los seres humanos y por
solas apariencias externas, el comportamiento de nues- fin al cosmos entero.
tros amigos, deduciremos con buena lógica, aun en los *
casos en que no se trate de nuestros amigos, que las * *
apariencias no proporcionan sino una mínima parte de
la verdad. Nos esforzaremos entonces por conocer y
Por su naturaleza, el amor no puede ser sino exclusi-
comprender los móviles secretos de todos los que tra-
vo, es decir, que en estado de reciprocidad sólo puede
tamos, aun de aquellos que en el primer momento nos
existir entre dos seres. Implica, en efecto, tanto el in-
sean antipáticos. Pablo, estudiante de veintidós años,
tercambio carnal como la comunión espiritual, y todos
se destacaba por la extrema severidad, y hasta male-
saben que la carne supone límites bien precisos. Por
volencia, con que juzgaba a su círculo. Sólo veía por
esto es difícil evitar que el amor sea celoso. Mucho
todos lados egoísmo y tontería, y afirmaba que en
"nuestra época" ha dejado de existir la grandeza mas que todos saben, por intuición o por experiencia,
de alma, la franqueza, la lealtad, la fidelidad en el que la atracción carnal carece de estabilidad: la que
amor. En el análisis se comprobó que Pablo había parecía tan hermosa ayer puede de pronto dejar de
fracasado lamentablemente en algunas tímidas tenta- atraer totalmente nuestra mirada, no porque haya
tivas de trabar relaciones amistosas y amorosas, por cambiado, sino simplemente porque nuestra libido
carnal se ha fijado sobre otro objeto. Psicológicamen-
56 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD LA AMISTAD Y EL AMOR 57
te, pues, nada tiene de asombroso que sea inherente todavía cierta confusión entre amistad y amor, pues
al amor u n sentimiento de mayor o menor inseguri- el instinto sexual no ha podido desligarse aún plena-
dad, aun cuando por lo demás no se pongan en duda mente de la afectividad general. Basta que el adoles-
las cualidades morales del amado, sobre todo su sin- cente o la adolescente descubran el amor, para que de-
ceridad. Una mujer puede afirmar que está absoluta- jen de ser celosos en sus amistades. Cuando los celos
mente segura de la autenticidad del amor que le tes- se manifiestan en las amistades entre adultos, nos en-
timonia su marido, y con todo sentirse incómoda cuan- contramos a menudo frente a personas que todavía no
do le ve interesarse por otra mujer o hablar de ella han conseguido superar el infantilismo en el plano
con entusiasmo. Esto explica, aparte toda perspectiva afectivo. Salvo que lo que llaman amistad sea en rea-
propiamente religiosa, por qué todas las sociedades lidad amor, un amor que los sujetos no quieren reco-
tienden a institucionalizar el amor, a rodearlo del má- nocer por motivos inconscientes.
ximo de garantías objetivas. En los primeros tiempos del
régimen comunista en Rusia se predicó el "amor libre", *
pero la inseguridad resultante fue a tal punto catas- * *
trófica, que el Estado soviético sintió vacilar hasta sus
cimientos. No le quedó entonces más remedio que vol- La amistad exige fidelidad tanto como el amor. El
ver a someter al amor a leyes y reglamentos. ser incapaz de fidelidad es tan poco apto para la amis-
En una amistad digna de tal nombre, no hay lugar tad como para el amor. Esta fidelidad no siempre es
para los celos. Como tendremos ocasión de analizarlo fácil y exige casi siempre cierto esfuerzo. Los enamo-
más de cerca, la amistad de nuestro amigo con otras rados consideran a menudo el esfuerzo de la fidelidad
personas no encierra ninguna amenaza para la que como una casi traición al amor, pues conforme a la
existe entre él y nosotros. Por el contrario, no podre- idea que se forjan de su amor, todos los sentimientos
mos menos que beneficiarnos con el enriquecimiento y todas las conductas que inspira deberían ser espon-
que haya adquirido en contacto con sus demás amis- taneidad pura. Ahora bien, dada la importante parte
tades. El terreno de la comunión amistosa es, en efec- que en el amor corresponde a la carne, la fidelidad
to, de orden espiritual, y está en la naturaleza del verdaderamente espontánea no dura por lo general
espíritu no conocer las limitaciones propias de la car- más que el ardor de la pasión. Yo he sido con frecuen-
ne. Pueden ser muchos entonces los que participen en cia testigo del asombro de amantes que habían com-
un mismo bien espiritual, sin que por ello disminuya probado por experiencia que su fidelidad estaba lejos
la parte correspondiente a cada uno. Y hasta el amor de ser "a toda prueba", que tanto ellos como su com-
erótico es capaz de superar su natural proclividad a pañera podían experimentar atracción por una terce-
los celos, cuando marcha a la par con la amistad. ra persona. Erróneamente deducían de esto que su
Las amistades celosas- existen, ciertamente. Son hasta amor había muerto. La mayoría de las parejas real-
bastante frecuentes entre los adolescentes, y aún más mente fieles reconocen que han llegado a ello gracias
entre las adolescentes. Pero esto no debilita en nada a u n esfuerzo y que la conciencia de la necesidad del
nuestra argumentación. Si en efecto es así, se debe a esfuerzo no ha afectado en nada la autenticidad de
que en esa etapa de la maduración afectiva persiste su amor.
58 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD LA AMISTAD Y EL AMOR 59
El amigo comprende mejor la necesidad del esfuerzo
para mantener la fidelidad. Al comprobar en su ami- * *
go el deseo de luchar contra todo lo que, en él y en
torno de él, podría conspirar contra la fidelidad pro- La amistad exige, tanto más que el amor, perfecta
metida, lejos de inferir que sus sentimientos son frá- sinceridad y rechaza la mentira. En rigor, se podría
giles, redobla su confianza en él. Además, la promesa admitir que los amantes tengan uno respecto del otro
de fidelidad entre amigos no tiene necesidad de for- una sinceridad intermitente, sin que el amor resulte,
mularse con palabras y el verdadero amigo tampoco no obstante, destruido. En el momento del éxtasis car-
lo exige. La simple toma de conciencia de nuestra nal pueden muy fácilmente y en resumidas cuentas sin-
amistad por Fulano, y del consentimiento que presta ceramente, exagerar el valor de los sentimientos que
el otro a ella, implica j a , sin necesidad de fórmulas, el recíprocamente experimentan. En ese momento son,
juramento de fidelidad. pues, capaces de prometerse una fidelidad que en otros
La fidelidad entre amigos resiste mejor que la de instantes- no tienen en modo alguno intención de ob-
los amantes las pruebas de la separación, la vejez, los servar. Con la amistad no podría ocurrir lo mismo. Es
cambios físicos e intelectuales. Podemos estar sepa- precisamente esta exigencia de perfecta sinceridad lo
rados de nuestro amigo durante años, en cuyo tras- que hace la amistad difícil, sino imposible, para ciertas
curso ambos quizás hayamos cambiado mucho. Al personas, demasiado habituadas a disimular su verda-
volver a vernos, basta por lo general un corto tiempo dero yo, a menos que no hayan tomado siquiera con-
y algún esfuerzo para que nos sintamos nuevamente ciencia de su existencia. No es que los amigos deban
amigos y reanudemos el diálogo existencial, como si entregarse a incesantes confidencias, del género de las
jamás se hubiese interrumpido. La razón de seme- que practican las adolescentes y las modistillas. La
jante fidelidad hay que buscarla en el hecho de que la concepción rousseauniana de la amistad, enteramente
amistad, contrariamente al amor, se funda en lo es- fundada en la efusión sentimental, no corresponde casi
piritual, en lo que hay de permanente en el ser huma- a las necesidades afectivas de los adultos de nuestra
no. Nuestras condiciones de vida, nuestro aspecto fí- época. Lo que cuenta para la sinceridad amistosa es
sico, incluso nuestras ideas y convicciones habrán cam- que uno se descubre al amigo tal como es, a cara des-
biado o evolucionado, pero en lo más profundo de cubierta, sin afectación ni aparato escénico. En. sus
nuestro ser seguimos siempre idénticos a lo que éra- actos y palabras, el amigo debe mostrarse por entero
mos hace años, decenas de años. El hecho de que la ante el amigo. Sin embargo, esta exigencia debe enten-
fidelidad en la amistad, tal como acabamos de descri- derse rectamente. El que, a pretexto de sinceridad,
birla, exista, podría servir como valioso argumento hace demostraciones de su mal carácter y de sus defec-
contra cierta "fenomenología" que sostiene que en el tos ante sus amigos, con riesgo de hacerlos sufrir, no
hombre •—como también en el universo material— no tiene ningún derecho al título de amigo sincero. En
existe ninguna sustancia permanente por debajo o más efecto, no se trata solamente ni ante todo de exhibir
allá de los fenómenos siempre cambiantes, y que por nuestro yo estático, que a menudo no es más que una
esto toda promesa de fidelidad es una prevaricación mentira. La sinceridad amistosa, así como la misma
contra la existencia. amistad, apela a nuestro dinamismo afectivo. En núes-
60 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD
másiado exclusiva y más o menos equívoca, entre jó- chachos, no tardó en resurgir, después de algunas
venes, se normalizará sin dificultades y casi sin dejar fluctuaciones, revestida de u n estilo notablemente dis-
traumatismos, en cuanto uno u otro o ambos amigos tinto del anterior. De ahí en adelante estuvo exenta
hayan alcanzado el grado de madurez afectiva sufi- de sensiblería y excesivo sentimentalismo, hasta en-
ciente para estar en condiciones de amar en el sentido trando a veces en el plano de la emulación. Hoy, Mar-
propiamente erótico del término. Pongamos como cos y Miguel son hombres que han pasado la treintena;
ejemplo el caso de una pareja de amigos que he cono- ambos están casados y son padres de familia, pero su
cido recientemente. amistad persiste. Sólo en circunstancias bastante par-
ticulares uno de los dos debía recordar lo que en la
Marcos y Miguel, alumnos de un colegio religioso,
época de su adolescencia había habido de ligeramente
eran a los catorce años amigos inseparables. Durante
confuso en esta amistad. Sin embargo, apostaría a que
las vacaciones mantenían una intensa correspondencia,
si el padre, por temor de las "amistades particulares",
en la que hacían un verdadero abuso del vocabula-
se hubiese inmiscuido en ella indiscretamente, tratando
rio sentimental, copiado de sus lecturas de los román-
de separar a los amigos, la maduración normal de su
ticos. Se hacían mutuas "confidencias" y se habían
afectividad se habría inhibido y quizás desviado más o
comprometido a "decírselo todo". No es sorprenden-
menos gravemente. Si confiar demasiado en la natu-
te, por lo tanto, que a esta edad del despertar sexual,
raleza puede entrañar riesgos, desconfiar con exceso es,
sus confidencias versasen también, y hasta princi-
según nuestra experiencia, infinitamente más peligroso
palmente, sobre ese aspecto. Comparaban las seña-
todavía. No me parece provechoso exponer aquí los
les de su naciente virilidad y llegaron a veces, inclu-
numerosos casos de parafilia homosexual que hemos te-
sive, a "tocarse" mutuamente. En suma, aquello pa-
nido ocasión de conocer, y cuya causa había residido en
recía el prototipo de esas "amistades particulares" que
la desviación de la maduración afectiva a consecuencia
tanto temen los educadores. Sin embargo, nuestros dos
de torpezas de este género por parte de los educadores.
muchachos tenían la suerte de hallarse en relaciones
El exceso de culpabilización, en efecto, marcha casi
de gran confianza con uno de los padres educadores del
siempre en sentido opuesto al objetivo perseguido por
colegio, a quien hablaron francamente de su amistad
el educador. Éste, evidentemente, no tiene que aprobar
y de sus manifestaciones a veces confusas. El sacerdo-
lo que a veces puede haber de demasiado sensual y
te, suficientemente inteligente y psicológicamente in-
sentimental en la amistad adolescente. Que hable de
formado, no dramatizó las cosas, lo que con seguridad
ello objetiva y serenamente, y sobre todo que contribu-
habría traumatizado más o menos gravemente a am-
ya cuanto pueda a la maduración afectiva de los jóve-
bos jóvenes. Hacia los dieciocho años, Marcos se ena-
nes. Pero ante todo, que no exhorte a los adolescentes
moró de la hermana de Miguel. Este último, cuya pu-
a poner fin a su amistad, con el pretexto de que no todo
bertad se' desvanecía más lentamente, se mostró al co-
es en ella perfectamente "puro". Esto sería ir en contra
mienza celosísimo y padeció por la aparente disminu-
ción de intimidad con su amigo. El deseo de igualar del fin buscado.
a éste estimuló, no obstante, su propia maduración afec- *
tiva, y pronto también él se enamoró de una mucha- * *
cha. En lo tocante a la amistad entre ambos mu-
66 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD LAS AMISTADES "PARTICULARES" 67
Menos justificada aún muestra ser la desconfianza amplias. Es excelente que cada adolescente tenga su
respecto de las tiernas amistades entre muchachas. Su amigo, pero también que tenga además amigotes y caL
despertar erótico se produce por lo general mucho más maradas. Los movimientos juveniles, en particular el
tardiamente que el de los muchachos. La mayoría.de scoutismo, nos parecen el marco ideal para la expansión
ellas adquiere conciencia de su sensualidad sólo gra- de la amistad entre adolescentes. Los padres que pre-
cias a u n iniciador masculino. Poco importa que los fieren que su "chico", en lugar de formar parte de u n
psicoanalistas acierten o yerren al considerar erotismo grupo, pase todo su tiempo libre en compañía de su
larvado la necesidad de efusiones sensibles y senti- único amigo, cuidadosamente elegido por ellos, come-
mentales que se manifiestan en casi todas las amista- ten un grave error psicológico y pedagógico.
des entre adolescentes mujeres. Sería absurdo consi-
derarlas "lesbianas que no saben que lo son". Aun
las amistades entre niñas m u y exclusivistas y celosas
se normalizan casi siempre cuando alcanzan madurez
afectiva suficiente para hacerse sensibles al homenaje
masculino. A lo sumo podría afirmarse que las mues-
tras de ternura que se prodigan ciertas amigas ado-
lescentes expresan el deseo y la espera inconsciente de
amar a un hombre y ser amadas por él. Si un escaso
porcentaje de muchachas pasa, a pesar de todo, por la
experiencia de la desviación sáfica, no es casi nunca
en compañía de una amiga de su edad; la iniciadora
es generalmente una persona algo mayor, ya confir-
mada en esta parafilia. 1
*
* *
habían desempeñado, efectivamente, una función deter- caso de las dos mujeres de que acabamos de ocuparnos),
minante en el nacimiento de su amistad. Anita tenía esta energía afectiva no puede hallar empleo en el amor
necesidad de ser protegida y mimada, pero su infanti- erótico, afluye normalmente, con mayor o menor abun-
lismo iba de la mano con su temor a los hombres: una dancia, hacia esta otra forma de comunión afectiva que
amiga virilizada resolvía perfectamente la situación. es la amistad. No hay pues nada de anormal, ni de
En cuanto a Teresa, se sentía en perpetua competencia "inmoral", en que la amistad entre dos mujeres solte-
con los hombres y por lo tanto se prohibía el buscar ras, es decir, frustradas en el amor erótico, se parezca
en ellos el calor afectivo de que tenía necesidad: la por algunos de sus rasgos a este amor, más que la amis-
pequeña Anita satisfacía plenamente su deseo de dedi- tad entre dos mujeres eróticamente realizadas. Lo mis-
carse a alguien más débil. Pero ambas estaban total- mo vale, aunque con diferencias no desdeñables, pa-
mente inconscientes de esas motivaciones de su amistad. ra los hombres. Esto sin duda explica, por ejemplo, la
En los diez años que duraba su convivencia, jamás fuerza y la intimidad de las amistades anudadas en
había habido nada propiamente erótico en sus relacio- los campos de prisioneros de guerra o de deportados
nes; su riguroso superyó religioso les impedía hasta políticos. Encontrándose allí los hombres frustrados en
pensar que pudieran ser una para la otra algo distinto amor, disponen de tanto más libido para la amistad,
de una amiga. En el curso del tratamiento adquirieron sin que en la inmensa mayoría de los casos pueda atri-
conciencia de la naturaleza "platónicamente sáfica" de buirse nada "sexual" a esta relación.
su amistad. ¿Era preciso, pues, que renunciaran a ella? Pero volviendo a las mujeres, en nuestra opinión
Yo las disuadí de esto categóricamente. Para mí no ha- sería una imperdonable crueldad querer arrojar el en-
bía duda posible en cuanto al aporte positivo de esta tredicho o el descrédito sobre su intimidad amistosa,
amistad en la vida de las dos mujeres. Existían además con el pretexto de que tales amistades hacen consumo
tantos menos motivos para una ruptura, cuanto que de una libido que "normalmente" debería encontrar
la psicosíntesis había llevado a cabo cierto equilibrio salida en relaciones amorosas con hombres. Es infini-
en ambas, y por esto los riesgos de una desviación les- tamente más peligroso para el equilibrio psíquico de
biana de su relación eran desde entonces incomparable- los sujetos dejar sin empleo la libido. Por mi parte,
mente menores. 2 he alentado siempre a las mujeres sexualmente frustra-
das a trabar con otras mujeres relaciones amistosas tan
Para comprender debidamente este género de amis- íntimas e intensas como fuera posible, enseñándoles a
tades, conviene referirse una vez más a nuestra con- aminorar, dado el caso, ciertos riesgos de desviación
cepción general de la libido, de la energía afectiva, parafílica que su conciencia moral desaprobaría. Mien-
que por su naturaleza no es sexual sino indiferenciada. tras que la libido reprimida expone al riesgo de la
Cuando por cualquier motivo, ya se trate de "falta de neurosis, o por lo menos al de la aridez afectiva, su
ocasión", ya de inhibiciones neuróticas (como en el sublimación en amistad le permite hacer hermosa y
2
fecunda la existencia de mujeres que sin eso serían la-
Es propio del espíritu psicoanalítico tender no a destruir, mentables despojos. Si la "solterona" de otrora se pres-
sino a corregir lo que parece desviado. Se trate de la amistad,
del amor, de la fe religiosa o de los principios morales, no nos taba al ridículo por sus pequeñas manías y por su estre-
proponemos jamás su destrucción, sino sólo la eliminación de sus chez de ideas, era menos, según nuestra experiencia,
motivaciones neuróticas.
78 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD AMISTADES FEMENINAS 79
por ser una frustrada sexual que porque su género de y preocupaciones que, equivocadamente o no, él juzga
vida casi no le permitía lograr la sublimación por la que no puede o no debe compartir con su mujer, aunque
amistad. M u y distintas son las cosas para muchas mu- sólo sea para no inquietarla. Tiene sus amigos y motivos
jeres solteras de hoy día, sobre todo cuando tienen la de interés que no son los mismos de su esposa. El ex-
suerte de ejercer una actividad profesional acorde con clusivismo afectivo de ésta origina a menudo, por lo
sus gustos. E n todo caso, hay que concluir con las estú- tanto, una penosa tensión capaz de comprometer más
pidas bromas o las sonrisas de inteligencia con que se o menos gravemente el amor conyugal. Esta tensión
abruma a las amigas que viven juntas y encuentran desaparece por regla general cuando la mujer entabla
en su mutuo afecto la fuerza y el valor necesario para relación y entra en comunicación amistosa con otra
enfrentar los duros combates de la vida. mujer.
De acuerdo con nuestras informaciones la amistad
entre una mujer casada y una soltera demuestra ser
* * particularmente fecunda, tanto para una como para la
otra. Para la soltera, en efecto, participar a través de
Sin embargo, sería erróneo hacer de la amistad u n su amiga en la vida de un hogar, sus alegrías y preo-
don reservado únicamente a las solteras. Hemos visto cupaciones, constituye una ocasión de expansión psí-
en el capítulo anterior que hasta los hombres perfecta- quica. ' Más particularmente para las solteras que no
mente felices y realizados en su vida conyugal expe- viven más con sus padres, es bueno ser. recibidas en
rimentan la necesidad y los beneficios de la amistad una familia en calidad de amigas, poder interesarse
con otros hombres, y que todo el mundo encuentra esto en sus hijos, etc. El temor de que tal intimidad con un
norrnal. ¿Por qué no habría de ocurrir lo mismo con hogar pueda hacer a ciertas solteras más dolorosamente
las mujeres casadas? Para su propia desdicha, muchas conscientes de lo que falta en su propia vida, no carece
son las esposas jóvenes que creen que el amor conyugal ciertamente de fundamento; pero me parece que este
puede colmar completa y definitivamente todas sus inconveniente queda ampliamente compensado con el
necesidades afectivas, y que consideran casi como una enriquecimiento afectivo que pueden obtener. Más aun
traición al a m o r toda otra forma de comunicación exis- puede aportar, quizás una amistad semejante a la mujer
tencial. De a h í se sigue que descuiden o aun rompan casada, sobre todo cuando no ejerce ninguna actividad
las relaciones amistosas que tenían antes de casarse, profesional o extrafamiliar. La intimidad con una mujer
mostrándose a l mismo tiempo celosas de las amistades que trabaja en una profesión y que por este motivo
veces al cabo de varios años de casadas, esas mujeres tiene más contactos con el mundo exterior, que nor-
adquieren conciencia del vacío que produce en su vida malmente se interesa más que una madre y esposa en
la ausencia de la amistad. Muchas veces he podido com- los acontecimientos del mundo y dispone de más tiempo
probar hasta q u é punto la amistad de la esposa con otra para la lectura y diversas actividades culturales, puede
mujer podía ser útil al amor conyugal. Una mujer que permitir a la mujer casada la ampliación de su hori-
todo lo espera de su marido no tarda por lo general zonte más allá de los cuidados y hechos menudos de la
en convertirse para éste en una carga. H a y problemas vida doméstica. Estimulada y enriquecida por su ami-
que su m a r i d o sigue cultivando. Sólo poco a poco, a ga, podrá también dialogar mejor con su marido y los
80 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD AMISTADES FEMENINAS 81
amigos de éste, y no sentirse completamente "fuera de ternura sentimental que generalmente falta en las re-
ambiente". laciones entre esposos. Es fácil comprender que esas
* amistades se prestasen más a la ironía y la chanza que
* * a la admiración.
Es evidente que las condiciones de existencia, así so-
Nada nos autoriza a suponer que la mujer media no ciales como psicológicas, de la mayoría de las mujeres
es apta para una auténtica amistad. Los que así lo evolucionadas apenas se parecen a las de las "preciosas"
afirman se refieren por lo general al pasado. Pero aun de quienes acabamos de hablar. Aquéllas realizan los
suponiendo que en el pasado las grandes amistades entre mismos estudios serios que sus camaradas masculinos
mujeres fueran efectivamente raras, sería absurdo de- y ejercen, cada vez con mayor frecuencia, actividades
ducir de aquí cualquiera posibilidad estructural. La profesionales semejantes. Se interesan por la filosofía,
naturaleza de la mujer no es, como tampoco lo es el la literatura, el arte y la religión, así como por la polí-
hombre ni el universo en su conjunto, un dato estático, tica y la economía, a menudo hasta con mayor pasión
definitivamente fijada de una vez por todas. Fueron que los hombres. De donde se deduce que en sus rela-
las condiciones de vida de la gran mayoría de las mu- ciones mutuas ya no las conforman las fútiles chacha-
jeres las que les hicieron difícil, si no imposible, vivir ras mundanas. Están, pues, plenamente dispuestas a
ese género de amistad que celebran Platón y Mon- comprometerse en esta comunicación dialogal que es la
taigne, y cuyas bellezas señalamos nosotros mismos esencia misma de la amistad. El principal obstáculo
aquí. Salvo magníficas excepciones, las mujeres apenas para que nazca y se desarrolle una auténtica amistad
habían alcanzado, hasta tiempos relativamente recien- entre mujeres, proviene de la supervivencia de pre-
tes, la conciencia de sí como personas. Eran educadas y juicios de otra época.
vivían en función del hombre; sólo de él esperaban toda
su realización, y creían que él necesitaba únicamente
su ternura, una buena madre para sus hijos y una
buena ama de casa. Las que no se casaban, se veían
destinadas, en nuestro mundo occidental y de tradición
cristiana, al convento, o bien vegetaban en el hogar de
u n hermano o una hermana casados. Cierto que las mu-
jeres de las clases llamadas "superiores", las que dis-
ponían de tiempo Ubre, se frecuentaban entre sí en el
pasado más de lo que lo hacen hoy. Para convencerse
de ello, basta remitirse a la literatura del siglo xvn,
o hasta a las novelas de Proust. Pero la esfera de in-
tereses y preocupaciones de esas damas era extremada-
mente restringida. Sólo podían "parlotear" sobre cosas
fútiles, a menos que buscasen unas en las otras, como
es corriente en los gineceos de los países islámicos, la
VIII
nidosamente feliz, recibiendo a su amiga en su hermosa tiran tentadas a concluir de este episodio, que no de-
casa, ostentando ante aquella soltera de treinta años de ben ser tan inocentes como Elena.
edad su dicha de esposa y madre. La invita a menudo, Pero lo más a menudo, Eros no se desliza en la
al punto de irritar a su marido, que a pesar de todo amistad entre el hombre y la mujer en u n clima de
preferiría pasar de vez en cuando u n domingo solo con tanta lealtad y buena fe como el del caso expuesto.
su mujer y sus hijos. Sin embargo, Elena no cesa de Con bastante frecuencia acontece que u n hombre pro-
llamar la atención de su marido sobre la inteligencia pone a una mujer su amistad, únicamente porque su-
y la cultura de Elisabeth. Poco a poco, Andrés va com- pone que ella rechazará sus avances amorosos. Ade-
probando que, efectivamente, la amiga de su esposa es más, a veces él se engaña al mismo tiempo que ella.
una "mujer superior"; es él quien, cada vez más, dia- "Puesto que no me está permitido ser su amante —se
loga con ella, mientras Elena se entrega a sus tareas dice—, que al menos la tenga por amiga." Y hasta
de ama de casa. Durante varios años une a los tres puede esforzarse sinceramente en no ser más- que ami-
una intensa y hermosa amistad; pasan juntos no so- go, sin dejar por eso escapar la ocasión propicia para
lamente los domingos, sino también las vacaciones de alcanzar su primer objetivo. En cuanto a las mujeres
verano. U n dia Elena descubre que de tiempo en tiem- que admiten este género de amistad, su buena fe su-
po, los otros dos se reúnen sin ella.. Ante esto, experi- pera por lo general a la de los hombres, sobre todo
menta un poco de celos, en verdad, pero estimándolos cuando carecen de experiencia amorosa. De acuerdo
indignos de su hermosa 'amistad, hace lo posible por con el conocimiento que hemos podido adquirir sobre
reprimirlos. Su brutal despertar se produce cuando su estas cosas, particularmente sospechosa resulta la amis-
marido le hace saber que ama a Elisabeth, que desde tad que hombres casados de cierta edad brindan a mu-
hace poco es su amante y que quisiera divorciarse de jeres jóvenes, lo más a menudo a su secretaria, con el
ella para casarse con su amiga. Fácil nos resulta com- pretexto de hacerse consolar de la incomprensión que
prender los reproches que Elena se hace a sí misma padecen por parte de la esposa. No siempre les falta
por su imprudencia; pero se equivoca al acusar a su sinceridad subjetiva; pero a pesar de todo, lo que en
amiga de embaucadora, de haber "maniobrado" para realidad buscan es u n género de afecto distinto de la
robarle su marido. Elisabeth creyó hasta el final en la simple y sincera amistad.
total "pureza" de su amistad con Andrés, y este mismo
no tuvo conciencia de la progresiva metamorfosis de
la amistad en amor hasta m u y tarde, cuando "casi por * *
casualidad" comenzó a besar a la amiga cada vez con
mayor ternura y frecuencia. Por otra parte, esto se Las dificultades y fracasos bien reales que acabamos
produjo después de ciertas decepciones y conflictos en de exponer, ¿son suficientemente probatorios para for-
sus relaciones con su esposa. Esta amistad entre un zarnos a concluir que la amistad entre hombres y mu-*
hombre y una mujer condujo, por lo tanto, a la des- jeres es imposible? No lo creemos. Si h a y fracasos, los
trucción de la armonía de una familia, sin que pueda éxitos son por lo menos igualmente numerosos. Podría-
ponerse en duda la sinceridad de ninguno de los ami- mos citar sin ningún esfuerzo numerosísimos ejemplos,
gos. Y pienso que muchas de nuestras lectoras se sen- cuyo éxito nadie podría poner en duda. En primer lu-
86 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD LA AMISTAD ENTRE HOMBRES Y MUJERES 87
gar se presentan en nuestra memoria las grandiosas y telectual y moral, mantiene desde hace muchos años
universalmente conocidas amistades que embellecieron íntimas relaciones amistosas con Enrique, sin que haya
la vida de tantos santos y santas y que han demos- habido jamás el menor equívoco sobre la naturaleza de
trado ser existencialmente de una extraordinaria fe- ambos. En su juventud, ha sido víctima de la polio-
cundidad. Clara y Francisco de Asís, Teresa de Ávila mielitis, cuyas graves marcas muestra su cuerpo. Qui-
y Juan de la Cruz, Juana de Chantal y Francisco de zás sin eso su amigo la habría amado también eróti-
Sales deben a su mutua amistad, por lo menos en parte, camente. Pero lo que hay de ejemplar en este caso para
el haber realizado tan grandes cosas para gloria de nuestro propósito, es el hecho de una larga, hermosa
Dios. -Que tales amistades fueron plenamente confor- y fecunda amistad entre un hombre y una mujer de
mes al espíritu cristiano, lo prueba el hecho de que ya nuestra época. En el caso de muchas otras amistades
en los primeros siglos de nuestra era los hagiógrafos igualmente duraderas y fecundas, no existe obstáculo
hacen su elogio. Así encuentran admirable la amistad físico para la erotización. Son amigos, y no amantes,
que habría existido entre san Jerónimo y santa Paula, por motivos de orden moral, o bien porque uno y otro,
y atribuyen una semejante, si bien con menor funda- o aun los dos, están comprometidos eróticamente con
mentó, a san Ambrosio con Mónica, la madre de san otro ser. U n hombre y una mujer desdichados en su
Agustín. Me parece que el espléndido éxito y la fecun- respectivo matrimonio son poco aptos para esta clase
didad espiritual de tales ejemplos pueden m u y bien de comunicación, mientras que quienes son felices en el
absolver a las amistades entre hombres y mujeres de amor pueden emprenderlo con u n riesgo infinitamente
sus pocos fracasos, en lugar de dejarnos impresionar menor de desviación.
por éstos al punto de declarar aquéllas imposibles. *
Pero los grandes santos y místicos están lejos de ser * *
los únicos que lograron tal comunicación amistosa. Mi-
guel Ángel y Colonna Vittoria no eran precisamente Sin duda, uno se expondría a penosas desilusiones
santos, como tampoco las numerosas parejas de ami- si pretendiera establecer su amistad con una persona
gos de distinto sexto que nos son conocidos por la li- del otro sexo sobre un terreno puramente espiritual.
teratura antigua, medieval y moderna. Aún en nues- El mismo gran pesimista La Bruyére considera viable
tra época, tan fascinada por el erotismo, conozco mu- la amistad entre un hombre y una mujer, sin que por
chos hombres y mujeres que no son santos ni héroes, ello el hombre deba dejar de ser hombre y la mujer,
pero que extraen, a pesar de todo, de la amistad que mujer. San Francisco de Sales, que vivió personalmen-
los une las mayores y más puras alegrías de su exis- te una de las más célebres y hermosas amistades en-
tencia. La amistad de tres de Andrés, Elena y Elisa- tre hombre y mujer, reconoce que los sentidos desem-
beth bien habría podido no fracasar, y conozco otras peñan cierta función aun en la más espiritual de estas
semejantes que persisten largos años sin sufrir en mo- relaciones. En efecto, ellos son los intermediarios de
mento alguno la menor interrupción. nuestra primera impresión del otro. Basta leer la co-
En ciertos casos, la no erotización de la amistad en- rrespondencia de san Francisco con su amiga Juana
tre un hombre y una mujer se ve facilitada por di- de Chantal para persuadirse de que ni lo sentimental
versos factores. Germana, mujer de gran calidad in- ni lo sensible faltan en esta amistad entre santos.
88 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD LA AMISTAD ENTRE HOMBRES Y MUJERES 89
LA AMISTAD CONYUGAL
quista, y éste les impedía separarse definitivamente. un matrimonio feliz, mucha mayor importancia que
Cuando después de siete años de matrimonio, Fanny ahora. Y bien, hace quince años que Martín y Susana
recurrió a mi ayuda, padecíala la edad de menos de se casaron. Tienen varios hijos y no son m u y jóvenes
treinta años, una grave depresión nerviosa, mientras ya. Su amistad es siempre tan verdadera como en los
que su marido había perdido todo valor para continuar tiempos de su juventud, o más bien se ha profundizado
la necesaria lucha por la vida y se obsesionaba cada vez y embellecido, gracias a las preocupaciones y alegrías
más con la idea del suicidio. compartidas durante tantos años. En el terreno erótico,
Con seguridad, no todos los matrimonios por "fle- _ los comienzos, según su propia confesión, fueron bas-
chazo", en los que falta la verdadera amistad, llegan tante difíciles; pero su amistad triunfó sobre todas las
a una situación tan dramática como la de Eduardo y dificultades y poco a poco lograron la armonía también
Fanny. No obstante, bajo su forma excesiva, el "caso" en este plano. Teniendo en cuenta la situación afectiva
expuesto conserva todo su valor típico y encierra para pasada y presente de esta pareja, no creo que sea mucha
nosotros una preciosa enseñanza. Tanto más que se presunción suponer que, si por cualquier motivo —en-
trataba de dos personas no carentes, por cierto de cierta fermedad o vejez, por ejemplo— debieran un día re-
envergadura. nunciar a la comunión erótica, su unión continuaría
* consolidada por los firmes vínculos de la amistad.
* * Es evidente que no todos los matrimonios entre ami-
gos y sin pasión erótica inicial son tan afortunados
Cuando conocí a Martín y Susana, hace de esto como el de Martín y Susana. Con todo, de este ejemplo
veinte años, eran ambos estudiantes y desempeñaban se sigue que la amistad puede constituir una excelente
un papel activo en un movimiento universitario reli- base para el amor y que ambos, amor y amistad, se re-
gioso. Se complementaban recíprocamente: ella era más fuerzan mutuamente.
intelectual, él, más "práctico"; a menudo trabajaban También podría hablar de una pareja de ancianos
juntos. Ella lo inició en la filosofía y en una vida espi- esposos que conozco muy bien. Han alcanzado una
ritual más profunda; él, por su parte, le hizo descubrir edad en que el amor erótico apenas puede expresarse.
los placeres de la música y en cierta medida aun los Lo que constituye un vínculo inquebrantable entre ellos
del deporte. En resumen: constituían una ejemplar y embellece el ocaso de sus vidas, es la profunda amis-
pareja de amigos, entre los que no existía el menor tad que los une desde siempre. Sus intercambios inte-
vestigio de flirteo, tanto más cuanto que Susana care- lectuales y espirituales son siempre igualmente inten-
cía de toda coquetería y hasta del encanto indispen- sos, y son capaces todavía de entusiasmarse y de discutir
sable a una muchacha. Sólo cinco o seis años más tarde, con pasión sobre muchos asuntos. Y comparo a esta
cuando ya estaban profesionalmente comprometidos en pareja con otra, en que los esposos se han amado mu-
la vida, decidieron casarse. Yo me mostraba más bien cho en su juventud, pero no han sido nunca amigos.
escéptico acerca de las posibilidades de éxito afectivo Ya no pueden soportarse y se hacen mutuamente im-
de esta unión. En efecto, era bien evidente que había posibles los últimos días de su existencia.
m u y poca pasión erótica entre ambos amigos, y en esa
época yo adjudicaba a ésta, como condición previa de
* *
96 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD LA AMISTAD CONYUGAL 97
Normalmente, la amistad, asi como está llamada a otro, pues creen conocerse mutuamente "a fondo",
sobrevivir al amor, debería precederlo. Conozco, sin mientras que en realidad apenas se conocen, encegue-
embargo, muchas parejas de esposos que no eran ami- cidos como estuvieron al principio por el fuego de su
gos antes de casarse. Fue el flechazo o la simple comu- pasión mientras éste duró encendido.
nidad de intereses familiares y sociales lo que sirvió
de punto de partida a su unión. La amistad nació más
tarde. Sin que fuesen conscientes de ello en u n princi-
pio, había entre ambos bastantes afinidades para ser-
virle de base. Sobre todo en la generación de nuestros
abuelos, era bastante corriente, por lo menos en las
capas "superiores" de la sociedad, que el matrimonio
resultase de "arreglos" entre los padres, sin que los
jóvenes tuviesen la posibilidad de conocerse de cerca
previamente. A menudo, pues, no había en el comienzo
amistad ni amor; pero a pesar de todo ocurría que des-
pués del matrimonio nacían una y otro, o bien una u
otro. La pareja de ancianos esposos que he mencionado
más arriba pertenece a esta categoría.
El nacimiento de la amistad en el matrimonio sur-
gido del flechazo tampoco es imposible a priori, a con-
dición de que los esposos no se desalienten tan pronto
como vean disminuir el ardor de los sentidos que habían
tomado por la gran pasión de su vida. Al conocerse más
profundamente podrán muy bien lograr la comunión
amistosa. El mayor obstáculo para el nacimiento de la
amistad se encuentra, en tales casos, en la sobreesti-
mación del amor que motivó el matrimonio. Muchos
jóvenes enamorados creen en la eternidad de su pasión.
No buscan siquiera conocerse más profundamente y
apenas dan importancia al hecho de que no tienen gran
cosa que decirse. Creen más o menos conscientemente
que la carne constituye una realidad suficientemente
sólida para unirlos definitivamente. Cuando al cabo de
algunos meses o años desaparece la embriaguez carnal,
ya es generalmente demasiado, tarde para que pueda na-
cer la amistad. La acumulación de decepciones de todo
orden los habrá dejado indisponibles uno respecto del
X
merced a grupos de los que forman parte. Conocí en obediencia y respeto. Eran raros los que intentaban
otro tiempo a dos hermanos que se tenían muy poca entablar un diálogo con sus hijos, aun cuando éstos ya
estima mutua. A la edad de veinticinco años, por cami-. hubieran llegado a adultos.- Si un hombre de treinta
nos distintos pero convergentes, se hicieron militantes años se atrevía a contradecir a su padre a propósito de
del mismo partido político. Con gran asombro descu- cualquier asunto, se lo acusaba inmediatamente de irres-
brieron entonces cuánta era su comunidad espiritual y petuoso. Conozco todavía familias "bien", en que en
cómo, desde su más temprana juventud, les inspiraba la mesa sólo el padre perora. En cuanto a la madre,
un mismo generoso ideal. No tardaron entonces en generalmente protegía y quería a sus "pequeños", pero
convertirse en grandes amigos. tampoco se comunicaba verdaderamente con ellos. En-
La amistad entre hermanos y hermanas no siempre tre padres e hijos jamás se trataba ninguna cuestión
parece muy deseable en la adolescencia, o por lo menos un poco personal o íntima. Casi no había hijos que
lo es sólo en ciertas condiciones. Los expondría, eri fuesen iniciados en los problemas sexuales, por ejemplo,
efecto, a encerrarlos en un círculo familiar demasiado por el padre o la madre. La víspera del casamiento, la
estrecho, favoreciendo así el narcisismo y obstaculizan- madre decía a lo sumo a su hija, con gran rubor y
do la necesaria extraversión de los adolescentes. Sería confusión, que debía "permitir" todo lo que el hombre
preciso entonces que a la amistad fraternal se añadiese quisiera, porque entre marido y mujer no habí a* pe-
siempre la de jóvenes ajenos a la familia. Mejor aún cado "en eso". El padre, cuando quería mostrarse par-
sería que hermanos y hermanas se hiciesen amigos, no ticularmente "abierto", daba a su hijo, en esta misma
en el seno de la familia, sino más bien por intermedio ocasión, algunas indicaciones útiles para que la joven
del mundo exterior. Las agrupaciones de jóvenes, como pareja no tuviese un bebé demasiado pronto. Muchas
por ejemplo el scoutismo, nos parecen particularmente personas que pasan la cuarentena, y no pocos joven-
adecuadas para favorecer el florecimiento de tales amis- citos, con los que he conversado acerca de sus relacio-
tades, sin que de ellas surjan obstáculos para la eli- nes con sus padres, me han confesado que no han tenido
minación del narcisismo juvenil. Al comprobar que jamás con éstos verdadero intercambio, que no han ha-
entre sus hijos existe una amistad demasiado exclu- blado nunca con ellos de hombre a -hombre, o de mujer
yente de lazos afectivos con el mundo exterior, los a mujer, sobre religión y política, arte y literatura. En
padres, en lugar de felicitarse deberían más bien in- general, su padre se habría contentado con proclamar
quietarse y tratar de poner remedio favoreciendo sus más o menos perentoriamente sus propias ideas, no
contactos con otros jóvenes. admitiendo que uno de sus hijos pudiera replicarle o
tener otras. Recuerdo la consternación, el escándalo,
* de cierta rica familia burguesa, al enterarse que uno de
* * sus hijos, de más de treinta años de edad, se había
afiliado al partido Comunista: nadie en la casa se ha-
bía dado cuenta de que tuviese semejantes ideas.. . ¡y
En tiempos no muy lejanos, la cuestión de la amis- con razón! Además, en otros tiempos, y todavía hoy
tad entre padres e hijos ni siquiera se planteaba. El en parte, es bastante corriente que un "hijo de familia"
padre era, o por lo menos quería ser, el jefe, el repre- se adhiriera a un partido revolucionario o a un movi-
sentante de Dios y de la patria, a quien los hijos debían
103 I-SICOANÁLISIS DE LA AMISTAD LA AMISTAD ENTRE PADRES E HIJOS 103
miento poco conformista, menos por íntima convicción carencia afectiva de la vida conyugal, pero por esto
que por reacción contra el autoritarismo paterno, aun- mismo hay algo de turbio en sus motivaciones. No es
que muy a menudo él mismo fuera inconsciente de las posible dudar de que es dañosa para los hijos. La ver-
verdaderas motivaciones de su actitud. En el terreno dadera amistad debe ser para y no contra algo o alguien.
religioso, los padres creyentes exigían a sus hijos la La amistad entre padres e hijos —más aun que la de
"práctica", sin preocuparse mucho por su estado de hermanos y hermanas— implica para los segundos el
alma y de conciencia. riesgo de poner obstáculos a su necesaria extraversión,
* a su orientación hacia ese mundo exterior en el que
* * tendrán que realizar su vocación de hombres y muje-
res. Esto es verdad para las amistades "positivas", y con
En nuestros días, son cada vez más numeíosos los mayor razón para las reaccionales o compensatorias,
padres que aspiran a una verdadera amistad con sus de las que mencionamos algunos ejemplos más arriba.
hijos. Conozco muchas familias en que ésta existe, efec- Estos bien reales escollos no deben interpretarse* sin
tivamente, entre padres que alcanzan la cuarentena e embargo, como una puesta en guardia contra la amistad
hijos que están entre los dieciséis y los veinte años, entre-padres e hijos, y menos aún como su condenación.
con gran beneficio tanto para los unos como para los M u y por el contrario, hemos insistido en presentarlos
otros. Sin embargo, es preciso reconocer que, aun en porque estamos firmemente persuadidos de la fecun-
la presente fase de desarrollo de la conciencia humana, didad existencial de este tipo de relación, tanto para
el logro de tal amistad no es siempre fácil. los padres como para los hijos. Para contar con todas las
Al decir esto pienso en aquella mujer que ha logrado posibilidades de éxito a favor, es necesario no ignorar
establecer relaciones amistosas con su hija mayor. Por las dificultades. Evidentemente, a los padres, más que
desgracia, su amistad se funda, manifiestamente, en a los hijos, toca la iniciativa de apartar los obstáculos y
su complicidad contra el marido y padre, al cual nin- vencer las dificultades.
guna de ellas puede soportar. Por otra parte, es la ma- Como lo dejamos dicho, la amistad de uno de los
dre, ciertamente, la que ha comunicado a la hija sus padres con uno de los hijos no debe ser, a ningún precio
propios sentimientos de desprecio y hostilidad contra el y ni aun inconscientemente, una complicidad contra el
hombre de la casa. Pienso también en ese hombre que otro progenitor o los demás hijos. Los más aptos para
jamás ha tenido la menor comunión espiritual con su entablar una auténtica amistad con sus hijos son, evi-
mujer, y que por vía de compensación, ha establecido dentemente, los padres que no sólo se quieren, sino
una muy íntima con su hija. Tal otro padre ha hecho que además son amigos entre sí. Por otra parte, esta
de su hijo adolescente u n amigo y un "compinche", amistad no debe hacerse exclusiva, sino que, muy por
con el que asiste a espectáculos deportivos y cabarets, el contrario, debe favorecer la amistad de los hijos
pero sobre todo para sustraerlo a la influencia de su con otras personas, ajenas a la familia y más próximas
mujer, que juzga nefasta y' que ha pesado gravemente a ellos por la edad. Por último, para que la amistad
sobre su propia vida. En todos estos casos, y podríamos entre padres e hijos lo sea verdaderamente en el sen-
ampliar la lista, la amistad con el hijo aporta segura- tido que damos nosotros al término, es indispensable
mente a uno de los padres cierta compensación a la que los üadres renuncien deliberadamente a todo auto-
104 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD
boga, a los ojos de sus admiradores. En este caso se trata y recibida. Esto es aun más particularmente cierto en
de un prestigio creado para las necesidades de la pu- la amistad entre maestro y discípulo. Precisamente por
blicidad, y los admiradores de tales figuras no son de temor a sufrir la influencia de alguien más fuerte, mu-
ningún modo sus discípulos, como tampoco ellas son chos se niegan a darse un verdadero maestro y a con-
maestros. De una manera general, no existe casi amis- vertirse en amigos de él. Así sucede, sobre todo con
tad entre unos y otras; a lo sumo, vaga camaradería. seres débiles y vacilantes. Conscientemente o no, sien-
Lo más a menudo, lo que da lugar a la relación ten que si se ejerciera sobre ellos el prestigio de otro
existencial maestro-discípulo es el prestigio intelectual y aceptaran su influencia, no quedaría gran cosa de
y espiritual. Sin embargo, éste no es de orden pura- ellos mismos. Pese al aire ufano que a veces adoptan,
mente racional; no basta ser u n eminente hombre de quienes afirman que no tienen necesidad de, maestro
ciencia o un austero asceta para ser elegido como maes- y que se bastan a sí mismos, no son, por lo «-tanto, de
tro. En este género de elección intervienen general- ninguna manera fuertes ni se sienten tales. Por otra
mente factores de orden afectivo, y justamente por esto parte, se engañan creyendo que, por el hecho de- sus-
la relación maestro-discípulo puede dar paso a la amis- traerse a la influencia de u n maestro, no sufren nin-
tad. Se sabe por experiencia que una idea tiene una guna. La peor forma de influencia es la que se recibe
acogida muy distinta según que sea p r o p a g a d a por inconscientemente, y que proviene de personas que ño
alguien "simpático" o "antipático". Cuando los pesca- se querrían a ningún precio por maestros. El hombre
dores del lado Tiberíades abandonaron sin pensar sus verdaderamente fuerte y cuyo yo está bien estructu-
barcas y sus redes para seguir a Jesús en su vida erran- rado, sabe que ningún ser humano se basta, que cada
te, no fue única ni principalmente porque habían reco- uno de nosotros, para llegar a ser él mismo, necesita de
nocido la superior verdad de sus enseñanzas, sino más los demás. Encontrar un maestro que quiera conver-
bien en razón del misterioso ascendiente que Él ejercía tirse en nuestro amigo,-es una gran suerte en la vida.
sobre ellos. Sólo mucho más tarde, y en gran parte Gracias a él podremos actualizar al máximo nuestras
bajo la influencia de la amistad que se estableció entre principales virtualidades. El hombre que tiene confian-
ellos con Jesús, llegaron también a comprender aquellas za en sí mismo, lejos de rehusarse a ser discípulo, elige
enseñanzas. Casi lo mismo aconteció con Sócrates y sus libremente el maestro que cree más adecuado para
discípulos. De aquí se sigue que para comprender, por ayudarlo a convertirse en él mismo. Si h a y u n arte de
ejemplo, lo que es el cristianismo —o el socratismo—- ser maestro, lo hay también, apenas menos difícil,
es más importante conocer la persona de Jesús —o la de ser discípulo. Por otra parte, los que han llegado a
de Sócrates— que su doctrina. Ésta sólo adquiere todo ser los más eficaces maestros han comenzado, general-
su sentido para aquellos que en virtud de un impulso mente, por ser excelentes discípulos. Hasta Cristo co-
afectivo se han llegado a convertir en discípulos-ami- menzó por hacerse bautizar — y por lo tanto iniciar—•
gos del maestro. por el Precursor.
Para captar bien la naturaleza de la amistad maestro-
* * discípulo,, importa distinguir con claridad entre dos es-
pecies de influencias. Existen, efectivamente, influen-
Cada amistad es una fuente de influencia ejercida cias que avasallan a quienes las reciben. Éstas emanan
110 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD LA AMISTAD ENTRE MAESTRO Y DISCÍPULO 111
de u n prestigio de género m u y distinto del que debe maravillosas conversiones que diariamente se produ-
poseer el verdadero maestro. Es el prestigio que gozan cían en su iglesia.
entre las multitudes los agitadores y los dictadores, los Con todo, cuando se trata de la amistad entre maes-
Hitler y los Stalin. Cuando uno recuerda aquella ver- tro y discípulo, es normal que ambos sean conscientes
dadera histeria colectiva que se había apoderado de uno de la corriente de influencia que va del uno al otro.
de los pueblos más civilizados del mundo bajo la in- No es que el amigo-maéstro quiera necesariamente
fluencia de u n Adolph Hitler, comprende *ía reticencia influir en el amigo-discípulo para modelarlo conforme
que experimentan muchos, que están lejos de ser débi- a su propia imagen. El maestro digno de este nombre
les, respecto de hombres prestigiosos cuya influencia está más bien convencido de tener a su cargo un men-
podría llevarlos a donde no desean llegar saje trascendental, y es este mensaje lo que querría
Igualmente nefasta puede mostrarse la influencia que comunicar, en primer lugar, a los que ama. El discí-
emana del prestigio más o menos artificialmente creado pulo, por su parte, se muestra dócil y disponible res-
de ciertos cabecillas intelectuales. Basta recordar la que pecto del maestro, porque siente más o menos confu-
ejerció otrora un J.-P. Sartre sobre una parte impor- samente que el prestigio de éste provienen de una reali-
tante de la juventud francesa. Claro que no hacemos dad superior, que sobrepasa a uno y otro.
de ninguna manera directamente responsable a la filo-
sofía sartriana de los crímenes y abusos ','existencialis- *
t
la amistad maestro-discípulo hay más aun. Todos los tro. Esto se debe a que por lo general son intelectual-
que se creen, con cierta razón y sin demasiada presun- mente menos orgullosas y por lo tanto reconocen con
ción, investidos de la misión de maestro respecto de mayor facilidad su necesidad de ser guiadas. Se sienten
otros hombres, consideran como una insigne gracia felices admirando y amando al que las ha iniciado inte-
tener discípulos, y más todavía contar entre éstos con lectual o espiritualmente. La amistad entre un maestro
amigos. El maestro es por regla general de más edad de edad y su joven discípula ha demostrado ser, según
y más experimentado en la vida que sus discípulos. nuestra experiencia, la forma más exquisita de amistad
Estar rodeado por seres jóvenes que lo aman y acogen entre hombres y mujeres. La única dificultad reside en
con entusiasmo y reconocimiento el mensaje que les que la mujer, en su ardiente deseo de admirar y ser
comunica, no puede sino procurarle una gran alegría. guiada, tome por maestro a quien no posea las cua-
En tal amistad encuentra como un baño de Juvencia, lidades esenciales, a quien no trasmita algún mensaje
se siente revivir, hasta inmortal. Porque lo que con- trascendente a su propio pequeño yo. Los hombres,
sidera más importante en sí mismo, su mensaje, conti- como ponen menos sentimiento, si no sensibilidad, en
nuará viviendo y le sobrevivirá, gracias precisamente su admiración por el maestro elegido, por lo común no
a la amistad de sus discípulos. Si veinticinco siglos corren tanto riesgo de engañarse y son por ello más
después de la muerte de Sócrates, la humanidad puede fieles a su maestro-amigo. Pero en desquite, muchos
seguir beneficiándose con su enseñanza y en particular de ellos se conforman con apropiarse del mensaje o la
con la grandiosa lección de su muerte, ¿no es precisa- enseñanza del maestro, sin establecer con él ninguna
mente gracias a Platón y algunos otros discípulos ami- relación afectiva de amistad.
gos? ¿Qué habría sido de la Buena Nueva de Jesús
sin esos discípulos amigos que fueron los apóstoles y
los evangelistas? ¿No es gracias a sus amigos Vinoba
y Nehru que Mahatma Gandhi continúa su obra cerca
del pueblo hindú? Puede haber, ciertamente, vanidad
en la satisfacción que siente el filósofo, el hombre de
ciencia o el artista a quien un joven admirador dice
"mi querido maestro". En los verdaderos maestros, es
decir, en aquellos que conceden mayor importancia
al mensaje del que son portadores que a sí mismos, se
trata más bien de la alegría de ser así reconocidos y
como confirmados en su misión.
*
* *
COMUNIDADES DE AMIGOS
llegue a ser lo que soñaba en su visión optimista Teil- muerte le había quitado. Era irreemplazable en el
hard de Chardin, y que entonces cada uno pueda ser corazón de Agustín; pero ello no le impidió en absoluto
verdaderamente amigo de todos los demás humanos. .considerar a sus demás discípulos igualmente como
Por ahora y sin duda por mucho tiempo todavía, la auténticos amigos. En efecto, el bien que comunica la
conciencia y el corazón de la inmensa mayoría de los amistad es de naturaleza espiritual. Se puede por lo
hombres son demasiado estrechos para ser capaces de tanto dar "más" a uno, sin que por eso la parte de los
amistad verdaderamente universal. Las únicas comu- otros quede disminuida.
nidades de amigos hoy día viables deben tener las
dimensiones de nuestra capacidad de conocimiento y de
amor; sólo algunos seres excepcionales pueden alcanzar
la casi universalidad. En la práctica, y según mi expe-
riencia, aun para seres espiritualmente evolucionados,
la comunidad amistosa no parece que pueda abarcar
más de veinte o treinta personas.
Pues aun en el seno de una comunidad, la amistad
sigue siendo un lazo afectivo interpersonal. Hablar, por
ejemplo, de "naciones amigas", como se hace en los
discursos oficiales, no quiere decir gran cosa, por lo
menos en el estadio actual del desarrollo humano. Ad-
miramos, ciertamente, a los estoicos, los primeros sin
duda que preconizaron el establecimiento de vínculos
de amistad no sólo entre individuos sino también entre
pueblos y Estados. Pero por el momento nos parece
más realista imitar, en la medida de lo posible, a un
Leibniz, que aspiraba a constituirse en todo el mundo
una comunidad de amigos íntimos, ambición no muy
distinta de la de Teilhard de Chardin.
Insistimos una vez más en que la pluralidad o comu-
nidad de amigos no encierra ningún debilitamiento,
para nuestro espíritu, del sentido de la palabra "amis-
tad". Por otra parte, tampoco excluye cierta jerarquía
afectiva. Uno puede muy bien ser "más amigo" con
Fulano que con los demás, sin que éstos puedan sen-
tirse frustrados. Cristo mismo tenía su amigo preferido
en la persona de Juan, y con Sócrats aconteció otro
tanto. En sus Confesiones san Agustín habla con pro-
funda emoción de la desaparición del amigo que la
xm
PROMOCIÓN DE LA EXISTENCIA
POR LA AMISTAD
se abre a nuestra generosidad y que nos hace participar en el juego y otras distracciones, sucede que nos damos
de la suya; por su intermedio, por lo tanto, es como cuenta de que entre nosotros y Fulano existen profun-
podemos ejercitarnos en la práctica de la generosidad y das afinidades, que vibramos con el mismo ritmo y so-
olvido propio. La comunicación con el amigo, es decir, mos capaces de experimentar emociones, aspiraciones,
con la vida íntima de otro, trasciende en efecto, nece- pensamientos e intuiciones más o menos idénticas. Esta
sariamente, el dominio del tener, de esos intercambios realidad objetiva, que sirve de medianera a la amistad,
de orden objetivo que son esenciales para la camara- puede ser la naturaleza, el arte en todas sus formas, la
dería y hasta para el amor erótico. Lo que exige y historia de nuestro país o de la humanidad, las luchas
promueve la amistad es el intercambio directo de ser por la liberación de pueblos o clases, la filosofía y la
a ser, es decir, la verdadera comunión. ciencia, las lecturas y las meditaciones. Todas éstas no
constituyen, seguramente, otras tantas causas de la
* amistad, pero con todo son infinitamente más que sim-
* * ples "lugares" de encuentro; por intermedio de ellas
la amistad se da un cuerpo y puede promover la exis-
La amistad es por naturaleza una comunión espiri- tencia de los amigos.
tual, y tiende a impulsar nuestro ser y nuestra riqueza
espiritual. Sin embargo, no debemos perder nunca de *
vista que los humanos no son ni serán jamás puro espí- * *
ritu. Por alto grado de espiritualización que hayamos
alcanzado, no dejaremos de ser seres carnales, por lo No basta a los amigos comprobar que conocen y tie-
que nuestras amistades deben fundarse igualmente nen afición a las mismas cosas; ésta no es más que la
tanto sobre nuestra condición espiritual como sobre primera fase. Para que la amistad crezca y se haga cada
nuestra condición carnal, si no la amistad dejaría de vez más profunda, es necesario impulsar la experiencia
ser una realidad concreta y sólo raros seres de élite adquirida. Progresivamente, a medida que se profun-
tendrían acceso a ella. Ahora bien, el hombre común diza e intensifica su coexistencia, los amigos adquieren
tiene necesidad de la amistad, en la misma medida al la firme certeza de que no son dos soledades que se han
menos que los santos y los héroes, para poder alcanzar encontrado por azar, sino que en ellos circula una mis-
formas superiores de existencia. ma savia espiritual, que todo lo que eventualmente pue-
La amistad entre seres que no son puro espíritu, sino da separarlos, no puede ser más que accidente relativa-
que se hallan en vías de progresiva espiritualización es, mente fastidioso. Una misma luz los ilumina; marchan
ciertamente, un diálogo de ser a ser, pero necesita hacia un mismo fin, y tanto peor si no lo hacen siempre
contar con la mediación del universo sensible. Esta por los mismos caminos.
mediación se realiza por el conocimiento y el amor Al amigo estamos dispuestos a comunicarle, no sola-
comunes hacia alguna cosa que nos sobrepasa y en la mente cuanto poseemos, sino también y sobre todo,
cual nos encontramos. En esto, como en lo demás, lo cuanto somos. Sin embargo, es propio de la comunión
objetivo y lo subjetivo, lejos de excluirse, se complemen- amistosa no sólo dar sino también recibir. El que esté
tan. En ocasión del trabajo o de la lucha común, y hasta dispuesto a darlo todo a sus amigos, pero no quiera
128 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD PROMOCIÓN DE LA EXISTENCIA POR LA AMISTAD l ü y
recibir nada de ellos, obtendrá m u y pocos beneficios de sobrepasa por mucho la suma de capacidades de todos
la amistad. En efecto, estamos hechos de manera que los amigos.
las potencias y riquezas que se encuentran en nos- *
otros en estado de virtualidad, difícilmente pasan a ser * *
acto si las fuerzas de la inercia que hay en nosotros
no se ponen en movimiento por un llamado o solici- Las amistades más "verdaderas" y fecundas tienen
tación exterior. Para que nuestra inteligencia, nuestro en vista, siempre y necesariamente, otra cosa que la
corazón, nuestras facultades de acción se pongan en amistad misma. El narcisismo no es privilegio única-
marcha, es preciso que otro hombre, semejante a nos- mente del yo: puede también haber u n narcisismo de
otros y sin embargo diferente, nos haga llegar el lla- dos o de varios, un Nosotros narcisista. Cuando la amis-
mado, nos comunique el mensaje. Por otra parte, puede tad se encierra en el culto narcisista de sí misma, sin
ser que ese Otro que nos trasmite el mensaje, lo haya proponerse otro fin que su propia promoción, la con-
recibido de nosotros mismos. La amistad se hace fe- templación de su propia belleza, grande será el riesgo
cunda cuando acogemos generosamente el mensaje o el de fracaso. Esa "otra cosa" a cuyo servicio se consagra
llamamiento que nos llega del amigo, y cuando éste, por la amistad, puede ser la práctica del arte o la filosofía,
su parte, recibe el que nosotros le proponemos. Ade- la lucha por un mundo mejor, el servicio de nuestros
más, el llamado de que se trata apenas se deja distin- hermanos humanos, el de Dios. Cuanto más trascen-
guir del amigo mismo: al acoger a éste en su realidad dente sea el punto de encuentro de los amigos, más
profunda, acogemos el mensaje de que es portador pri- hermosa y firme será su relación. Sin embargo, en nin-
vilegiado con respecto a nosotros. gún momento podemos pretender que nuestra amistad
En la amistad y por la amistad hacemos la expe- con Fulano es tan profunda y sólida que ya no existe
riencia de nosotros mismos; merced a ella podemos ad- ninguna necesidad de sobrepasarla en un trascendente.
quirir conciencia de nuestra propia trascendencia en Para que perdure, hay que rehacerla, renovarla, pro-
relación con las pequeneces y miserias que constituían fundizarla, sin cesar, exactamente como la vida.
nuestro destino mientras no éramos más que un yo soli- Los amigos comparten la existencia; cada uno vive,
tario. Gracias a ella descubrimos en nuestra existencia no sólo la propia sino también la de sus amigos. Pero
una nueva dimensión; de ahí en adelante vemos con no se trata de la apropiación de la vida del otro, del
otros ojos, no sólo nuestra propia vida, sino también el modo como el amo se apropia de la existencia del es-
universo entero. ¡Qué maravilla volver a ver en com- clavo o el conductor de masas subyuga a aquellos que
pañía de un amigo paisajes y cuadros que ayer había- experimentan su ascendiente: hacemos nuestra la exis-
mos admirado solos, oír junto con otro la sinfonía que tencia de nuestro amigo dentro del más absoluto respeto
ya nos había deleitado! Ahora miramos y oímos no sólo por su alteridad. Esto supone, en primer lugar, que de-
con nuestros propios ojos y oídos, sino además con los jamos al amigo participar exactamente de la misma
de nuestro amigo. Y no se trata de una simple acumu- manera en nuestra existencia. Gracias a su peculiar
lación cuantitativa de las capacidades individuales de dinamismo, la amistad nos hace pasar del estado de la
cada uno: el Nosotros amistoso posee su propia vista, su existencia particular al estado de la existencia compar-
propio oído, una capacidad de conocer y apreciar que tida, lo que significa una verdadera metamorfosis de
130 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD PROMOCIÓN DE LA EXISTENCIA POR LA AMISTAD 1 3 1
nuestra vida. En los jóvenes, esta metamorfosis se reali- indigencia. Efectivamente, como la generosidad es su
za, por lo general, en forma espontánea y fácil; basta a condición y su esencia, es preciso que sepamos qué po-
veces cruzarse las miradas, el intercambio de algunas demos ofrecer a nuestro amigo. No tardamos entonces
frases, u n apretón de manos, un pequeño servicio hecho en darnos cuenta de que lo que poseemos y somos está
o recibido, para que dos personas adquieran conciencia m u y por debajo de lo querríamos darle. Es necesario
de que entre ellas ha nacido una misteriosa comunión entonces que continuemos adquiriendo, y merced en
y se abran a una mutua osmosis. En cambio, cuando se gran parte a nuestro amigo, podremos acrecentar nues-
trata de adultos que han experimentado fracasos y de- tras riquezas, tanto en la esfera del tener como en la
cepciones en sus relaciones afectivas con sus congéneres, esfera del ser.
por lo general sólo logran vencer su desconfianza y va- La amistad no se conforma con promover los tesoros
cilaciones y llegar a esa metamorfosis de su existencia y bellezas "interiores" de los amigos; en igual medida,
por la amistad, en forma paulatina. por lo menos, impulsa su capacidad de acción. Existir
quiere decir obrar y crear, pues sólo actuando se reali-
* za el hombre, cualquiera sea el género de su acción.
* * Cuanto más actúa, más facilita la actualización de las
virtualidades de su ser. El mismo pensamiento se nutre
La amistad no exige para nacer, como tampoco para y toma forma en la acción; de otro modo estaríamos
crecer y cumplir su papel de propulsora de la exis- frente a un pensamiento puramente abstracto, sin asi-
tencia, la perfecta igualdad en cuanto a cultura y edu- dero alguno en la realidad. Del mismo modo nuestra
cación, medio social y nivel intelectual de los amigos. capacidad de amar se experimenta y fortalece en la
Una igualdad aproximada en alguno de esos planos acción y por ella. La amistad puede acrecentar conside-
puede, todo lo más, facilitar los encuentros de donde rablemente la capacidad de acción y creación de los
brote la chispa de la amistad. En efecto, puede haber hombres. Los amigos pueden, actuando uno con otro
auténtica amistad entre amos y esclavos, entre maes- y uno por otro, alcanzar un nivel espiritualmente ele-
tros y discípulos, entre hombres y mujeres, entre ricos vado de existencia, que aisladamente nunca podrían
y pobres. Sin embargo, no podría cumplir aquella mi- haber pretendido alcanzar.
sión de promotora de las existencias sino tiende a crear La acción de que aquí se trata y que constituye como
cierta igualdad entre los amigos. En esta igualdad, que el esqueleto de la amistad, no es en absoluto la vana
hemos designado con el nombre de existencia compar- agitación ni el "acto gratuito", tan loados ayer por
tida, queda dialécticamente superado cuanto separa al Gide y sus émulos. Tampoco tiende a la aprobación
patrón del obrero, al amo del esclavo, al hombre de la egocentrista de una parcela del universo, como la con-
mujer. En la amistad, antes de experimentar al otro y cibe por ejemplo la filosofía sartriana. La verdadera
a sí mismo en cuanto rico o pobre, hombre o mujer, amistad no se satisface con "hacer algo juntos", sino
maestro o discípulo, uno se experimenta a sí mismo y que propende a la co-creación. Al trasformar juntos el
al otro como HOMBRES. mundo, propulsando la "noosfera", actuamos cretiva-
Gracias a la amistad logramos la toma de conciencia mente al mismo tiempo unos sobre otros, promoviendo
simultánea tanto de nuestra riqueza como de nuestra nuestro ser espiritual.
132 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD PROMOCIÓN DE LA EXISTENCIA POR LA AMISTAD 1 3 3
La acción creadora de los amigos se produce por su es agente. Los demás no pueden aportarles ningún enri-
común esperanza, por su compromiso común al servicio quecimiento, como tampoco ellos pueden brindar nada
del trascendente. Cuanto más fuerte y noble esta espe- existencialmente valioso a los demás; sólo pueden pro-
ranza, más profunda y coherente la acción, y más au- vocar en éstos una reacción de autodefensa.
téntica la amistad de los que a ella se entregan. Fundada sobre el amor, toda amistad verdadera no
Los amigos actúan unos con los otros, unos sobre sólo tolera y salvaguarda la autenticidad personal de los
otros y también unos por otros. La amistad lleva a su amigos, sino además la impulsa y exalta. Nada más
más alto grado la conciencia de la solidaridad inter- falso y peligroso para la amistad que el difundido pre-
humana. Los camaradas de lucha combaten juntos por juicio de que para favorecerla es preciso renunciar a
el triunfo de una causa; los camaradas de trabajo actúan los ragos distintivos de la propia personalidad, esfor-
unos con los otros; ni éstos ni aquéllos se proponen zándose por imitar servilmente al otro. La amistad no
explícitamente actuar unos por los otros. En la amistad, es de ningún modo una esfera anónima de repeticiones
la obra común no se deja separar del actuar en común, e imitaciones; para que florezca y dé fruto, importa que
ni los dos de aquellos que actúan juntos. cada uno de los amigos se convierta al máximo en él
mismo. Si el otro no encuentra en mí más que una
* pálida imagen o u n débil eco de él, ¿qué podrá esperar
* * de su amistad conmigo que ya no posea?
Ser capaz de amistad, de comunión espiritual con
H a y seres radicalmente incapaces de amistad, y no otro no es en absoluto indigno del hombre superior.
a causa de su indigencia, sino, podría decirse, de su Muy al contrario, es lícito ver en tal capacidad preci-
excesiva riqueza. A veces^ hombres espiritualnierrte samente el signo de la superioridad espiritual y de una
evolucionados y generosos no logran hacerse de amigos, fuerte personalidad. Los mediocres están demasiado
porque creen que nada tienen que esperar de los de- apegados al éxito y la eficacia inmediatos, son dema-
más, pues piensan que poseen todo cuanto les hace siado egocéntricos y por lo tanto m u y poco respetuosos
falta. Por ello están dispuestos a dar y no a recibir. de la personalidad del otro. Si no son bastante fuertes
O bien son seres demasiado autoritarios, que no toleran para subyugar a los demás, se someten servilmente a
ninguna originalidad en los seres a quienes aman o a ellos, y en ningún caso puede haber entonces amistad.
los que querrían tener por amigos. No es la comuni- La verdadera amistad sólo es posible a condición de
cación dialogal lo que querrían realizar con estos úl- que reconozcamos y aceptemos las diferencias que más
timos, sino más bien la fusión, es decir, la destrucción bien que separarnos, nos distinguen de los demás. Cier-
del yo de los demás, su absorción por su propio yo. 1 oda to que el orgullo y el amor propio ponen obstáculos a la
afirmación de s¿ de los otros les irrita y provoca su comunión amistosa; necesariamente tendremos que des-
agresividad, y si no consiguen subyugar a aquel a quien pojarnos de ellos. Pero hay que tener cuidado para no
querrían por amigo, lo rechazan, declaran que la amis- arrojar, juntamente con esas escorias, lo que constituye
tad es imposible y se repliegan en su orgulloso solip- precisamente la riqueza de nuestra personalidad, por-
sismo. Tales hombres no conocerán nunca los goces de que la amistad es, en efecto, más bella y fecunda cuan-
la amistad ni disfrutarán de la promoción de que ella do uno de los amigos es verdaderamente él mismo. Aho-
134 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD
trófico de una verdadera amistad. Basta recordar las mejor será no forzar nada, y guardar por lo monos u n
inmortales páginas en las que Montaigne elogia a su tierno recuerdo de la amistad muerta. En cuanto al
difunto amigo Etienne de la Boetie, para persuadirse amigo de ayer, hay que conformarse con tener en 61, de
de que, por lo menos en casos privilegiados, la amistad ahí en adelante, u n buen camarada.
puede sobrevivir a la muerte. En mi escritorio, mi mi-
rada se posa a menudo en el retrato de mi antiguo *
amigo Emmanuel Mounier, muerto hace ya catorce * *
años. Pues bien, lo siento tan próximo y presente como
en la época de nuestros interminables diálogos. Sin ha- No es raro que la amistad entre dos hombres tenga
blar de Cristo y sus amigos, la amistad entre maestro fin a causa de las mujeres. Antes de casarse con Juan,
y discípulo especialmente, como lo testimonia en par- Matilde había sido novia de su amigo Jorge. Este úl-
ticular el caso de Sócrates, puede triunfar de la prueba timo había roto su compromiso por motivos que ella
de la muerte. Y hasta se puede experimentar una au- misma reconocía que eran honestos y valederos. Ade-
téntica amistad hacia un maestro muerto largo tiempo más quería sinceramente a su marido. Pero esto no
atrás y cuyo discípulo se ha llegado a ser por mediación impedía que experimentara respecto a Jorge u n vivo
de su obra. Así, innumerables fueron los amigos que rencor y que no parara hasta conseguir que su marido
Jesús llegó a tener en regiones muy remotas de Pales- rompiera su relación con su amigo de siempre. Segu-
tina en la época del Imperio romano. ramente, este fin de sus relaciones amistosas, bajo la
U n a separación física prolongada demuestra ser una presión de factores exteriores a ellos, les resultó pe-
prueba mayor para la amistad. Verdad que en muchos noso; pero al menos ambos hombres pudieron conservar
casos la amistad sobrevive a tales separaciones; los ami- en lo recóndito de su corazón, sentimientos de estima
gos vuelven a encontrarse después de diez o veinte y afecto, pues no se habían engañado uno al otro.
años como si se hubiesen separado la víspera. Esto su- También puede ocurrir lo contrario, es decir, que la
cede con tanta mayor facilidad si el intercambio de una amistad entre dos mujeres concluya a causa de un
intensa correspondencia ha mantenido el diálogo entre hombre. Nicolasa y María eran amigas inseparables
los amigos. En este terreno es m u y lamentable que el desde la infancia. Su amistad continuaba aun después
precipitado ritmo de la vida moderna no favorezca el del casamiento de Nicolasa, al punto de inspirar celos
intercambio de esas íntimas y extensas cartas usuales a su marido, quien tenía la impresión de que su esposa
en otro tiempo. Hoy día, uno se conforma con dar no- comulgaba espiritualmente mucho más con su amiga
ticias suyas de vez en cuando, pero ya no tiene tiempo que con él. Como María no le desagradaba, empleó toda
de dialogar por carta. El peligro de que la separación su "ciencia acerca de las mujeres" para conquistarla.
física llegue a la paulatina separación de las almas es, Tras muchos esfuerzos lo logró, y entonces se ingenió
pues, mucho mayor que antaño. La evolución de cada para que su mujer lo sorprendiera en la compañía, al
uno se ve sometida a condiciones de vida y a relaciones menos sospechosa, de María. Esto, evidentemente, puso
diferentes, y de ello puede derivar tal alejamiento espi- fin a la amistad entre ambas mujeres. Nicolasa no
ritual entre los amigos, que al volver a encontrarse ya ignoraba, por cierto, que su marido había intentado
no les sea posible reanudar el diálogo. En este caso, lo seducir a María por celos. Lo odió u n poco por ello,
PLENITUD DE TODO LO HUMANO 139
138 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD
tos, los "apóstatas" del partido habían traicionado a
pero no tardó en perdonarle su poco limpia treta; en
éste al mismo tiempo que a la amistad.
cambio, a su amiga de toda la vida no se lo perdono,
En el seno del cristianismo, el espíritu de tolerancia
aunque sabía que era más bien víctima que culpable.
ha hecho en los últimos tiempos muchos progresos. Co-
Este tipo de reacciones es bastante general entre las
nozco padres de una fidelidad sin tacha a su Iglesia,
mujeres, mientras que u n hombre reaccionaría de ma-
que sin embargo no dejan de ser íntimos amigos con
nera muy distinta en una situación análoga: aborrecería
antiguos cofrades que rompieron con ella. En esto puede
a su mujer y perdonaría con facilidad a su amigo.
verse un signo de madurez psicológica y afectiva.
* No es posible sentar como tesis que todas las amis-
* * tades que, por una razón o por otra, han fracasado o
concluido, fuesen falsas amistades. En esto como en
todas las cosas, no hay que perder nunca de vista que
El peor desengaño resulta, evidentemente, de la trai- todo lo humano es frágil, más o menos frágil según los
ción de la amistad por el amigo. No nos es difícil individuos y las situaciones. Hasta sería peligroso for-
imaginar cuánta debió ser la tristeza y el dolor de jarse de la amistad una idea inhumanamente elevada.
Jesús cuando dijo a Judas, que llegaba para entregarlo En efecto, muchos no se atreverían entonces a enta-
con su beso a sus enemigos: "¿Qué hacer aquí, amigo blar amistades y renunciarían así a una de las más
mío?" La tragedia de la vida de Cristo habría sido profundas fuentes de felicidad de la vida. Por otra
infinitamente menor, si el que lo entregó al Sanheürín parte, aun en las amistades más logradas, queda siempre
y a Pilato hubiese sido uno de sus enemigos fariseos. No un dejo de insatisfacción. Querríamos compartirlo todo
es éste el lugar para que intentemos analizar el proceso con nuestros amigos, no guardar nada para nosotros
psicológico que hizo de este amigo de Jesús un traidor. solos. Ahora bien, la experiencia demuestra que todo
Lo cierto es que Judas existen siempre, y bajo todos ser humano posee un núcleo central tan íntimo, que es
los cielos de la tierra. prácticamente incomunicable. De ahí que, incluso en
Hay hombres que se identifican de tal modo con la las más hermosas amistades, haya un sentimiento más
"Causa" a la que sirven, que experimentan algo así o menos confuso de que no somos queridos y compren-
como una traición personal cuando su amigo abandona didos en forma total, de que nosotros mismos no que-
dicha causa. Los comunistas, en particular, han sufrido remos y comprendemos a nuestros amigos "a fondo".
a sus expensas esta dolorosa experiencia. Nada nos
Pese a todo, no obstante sus imperfecciones y limi-
autoriza a poner en duda la autenticidad de las amis-
taciones, la amistad representa uno de los bienes más
tades que habían anudado con algunos camaradas de
preciosos de la condición humana. Lejos de dejarnos
partido. Pero cuando su conciencia les obligó a aban-
inhibir por sus imperfecciones y limitaciones, merece
donar éste —digamos, después de las grandes "purgas"
ciertamente la pena que nos comprometamos en ella
stalinianas o de la sangrienta represión de los levanta-
valerosamente.
mientos populares húngaro y polaco de 1956—, hasta
sus mejores amigos, entre aquellos que creyeron que
su deber consistía en permanecer fieles a él, renegaron
de ellos y rompieron todo vínculo con ellos. Según és-
ÍNDICE
PÁG.
Prólogo 7
I. Soledad y desarraigo del hombre moderno 11
II. Nacimiento de la amistad 23
III. Lo que la amistad no es . . . . . . . 41
IV. La amistad y el amor 49
V. Las amistades "particulares" 61
VI. La amistad entre hombres 69
VIL Amistades femeninas 73'
VIII. La amistad entre hombres y mujeres . . . 83
IX. La amistad conyugal 91
X. La amistad entre padres e hijos . . . . . . . 99
XI. La amistad entre maestro y discípulo . . 105
XII. Comunidades de amigos 115
XIII. Promoción de la existencia ppr la amistad 125
XVI. Plenitud de todo lo humano 135