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“PROCESO ELECTORAL EN CHILE: DESPUÉS DE 46 AÑOS,

LA DERECHA VUELVE AL PODER DEMOCRÁTICO”

Sandra Molina Molina (chilena)


Alumna de la Maestría de Historia y Memoria
Universidad Nacional de La Plata
Buenos Aires, Argentina

Definitivamente la memoria oficial no ha podido destruir a la memoria social en Chile. Ésta


continúa siempre ahí y aunque no la veamos está como el sol, siempre presente, siendo un pilar
cultural ante las atrocidades de la dictadura de Augusto Pinochet. “A ella se suma otra tendencia
(…) que se centra, ahora, en la capacidad de resistencia global desplegada por los que
sobrevivieron durante el período 1978-1992, especialmente”1. Es en los testimonios y en las
historias de vida en donde se radican las historias de los actores sociales de aquel tiempo. Durante
el período de la década de los ‘80s la vida se transformó en resistencia, en sobrevivencia, en la
necesidad de vivir y ayudar a vivir para muchos de los sujetos sociales del momento. La
reorganización política, económica, cultural y social de la dictadura promovió, de manera paralela
y en contradicción con el gobierno de facto de Augusto Pinochet, la construcción de identidad y la
solidaridad comunitaria, gestando conciencia histórica y memorias que se proyectaron hacia los
años ‘90s (transición a la democracia) y el tiempo posterior en Chile.

En este sentido la memoria al involucrar recuerdos, olvidos, narrativas, actos, silencios, gestos,
emociones, saberes, huecos y fracturas, ha detentado contener una facultad síquica ante lo que se
recuerda. Siempre ha estado presente en la humanidad, como un mecanismo innato a los
individuos insertos en las redes sociales, que ha ayudado ante la amenaza del olvido de la
identidad y de las memorias, tanto individual como social, en una constante reconstrucción de
ellas, más que en el recuerdo aislado. Definir a los individuos por el lugar que ocupan entre los
otros se transforma en una urgencia, sobre todo, cuando se pretende indagar entre determinados
sujetos como son los jóvenes chilenos que participaron de todo el movimiento social surgido en
dictadura, no bastando solo con el aporte de sus testimonios, sino que buscando la coincidencia de
nuestras memorias. No es la reconstrucción pieza a pieza de la imagen de un hecho pasado, es la
reconstrucción de datos y nociones comunes en nuestras mentes y las mentes de los otros. Según
Maurice Halbwachs, solo así se podría entender que un recuerdo pueda reconocerse y reconstruirse
a la vez2.

Si buscamos un concepto de juventud para la realidad nacional, podríamos decir que fue un grupo
social invisibilizado por la dictadura, al igual que el conjunto de la sociedad contraria a ella. De
todas formas se piensa en los jóvenes como el niño que comienza a interrelacionarse con los otros,
impulsado a ser consciente y a interactuar de una manera cada vez mas amplia con individuos y
con instituciones significativas. La edad siempre ha sido una categoría importante e universal para
la organización social y el funcionamiento de la vida humana. La división de las edades es de
carácter relativo ya sea en el espacio, en el tiempo o en la estructura social. La edad como

1
Gabriel Salazar: “Memoria social, ensayo historiológico – privado- y teoría critica”. Debate sobre el libro del
sociólogo Tomás Moulian, ‘Chile actual: anatomía de un mito’. Santiago de Chile, 1997.
2
Maurice Halbwachs: “La memoria colectiva”. Editorial Prensas Universitarias de Zaragoza. España, 2004.
condición natural no siempre es coincidente con al edad como condición social3. La edad que
interesa, en este sentido, es la edad como condición social, que es la que determina el estatus y
roles desiguales de los sujetos y la edad también como imagen cultural que es la que determina un
conjunto de valores, estereotipos y significados de los mismos.

En este aspecto, por ejemplo, ya se percibía en los ‘80s la importancia de la institución escolar y/o
universitaria como un centro de sociabilidad para los jóvenes. Este espacio ayudaba al retraso en
la inserción profesional, por lo tanto, a pesar de la adversidad del momento –tanto política como
económica, social y cultural-, se buscaba que los hijos pudieran mejorar sus condiciones de vida a
futuro y ojala salieran lo menos heridos posibles ante la resistencia y la oposición al régimen
militar. Se percibía en ese espacio de juventud, que las relaciones sociales se podían establecer
lejos de los padres y, por lo tanto, también podían tomar una postura política frente al contexto.
Los jóvenes comenzaban a combinar relaciones sociales con valores universales lo que ayudaba a
la integración social. El concepto de clase social comenzaba a ser pensado, tanto desde la
influencia familiar como desde sus relaciones con los pares en sus propios espacios.

Cada estadio del hombre es una crisis personal y social de cierta vulnerabilidad. No se debe
pensar que estos jóvenes opositores, insertos en un régimen dictatorial, estaban ajenos a ello. La
adolescencia, por ejemplo, se volvía en un estilo de vida, una transición entre la infancia y la
adultez. Una especie de búsqueda de formación final de su identidad. Ya las perspectivas de vida
iban más allá de un desarrollo pasajero. Es un presente conectado con su pasado, pero ahora
ligado de manera consciente con el futuro, el propio y el de todos. Un presente con ideales, con
utopías, con música, con ocio y también con una revolución fisiológica. Ahora, es “la sociedad la
que reemplaza al ambiente de la infancia”4. Es la búsqueda del hombre y de las ideas, como un
eje de confianza en un tiempo mejor. Pero la contingencia personal y colectiva era mayor,
sobrepasaba cualquier ficción y ante ello era necesario sobreponerse y lograr el derrocamiento del
gobierno militar. Por ello es que ante la privación radical de sus gustos o de sus formas de
expresión es que los jóvenes disidentes chilenos se vieron obligados a defender sus vidas, a
defender sus sentimientos de identidad, casi negándose a la clásica confusión de ella en este
periodo de la vida.

La dictadura a ellos no les ofrecía ideales, al contrario, solo les brindaba muerte. El sistema de
organización política y económica del momento los complejizaba, los confundía, los alteraba y les
negaba la posibilidad de confianza y de desarrollo personal, familiar y laboral. Perdían la
ideología que era uno de los mecanismos para que los sistemas sociales pudieran penetrar en ellos,
como parte de un proceso de evolución social que hasta 1973 era parte de la condición humana.
La entrega, tanto entre los pares como entre las mentes, se volvía implacablemente necesaria y de
una expansión gradual de los intereses personales como sociales. Esta entrega era negada por la
implantación del individualismo provocando un sentimiento de estancamiento, de miedo, de
aislamiento y empobrecimiento del estado humano.

En un aspecto importante de la vida juvenil como es la educación, la dictadura promovió una


reformulación de ella en su conjunto, con el firme objetivo de descentralizarla y comenzar así un
proceso de privatización, lo que implicaba el decaimiento de la educación pública que había sido
un bastión de lucha de la clase popular durante el siglo XX. Los colegios públicos pasaron a
manos de los municipios, dejando de ser parte del Ministerio de Educación, dejando de lado al
Estado docente que había sido presencia desde la década del ’40, durante el gobierno radical de
Pedro Aguirre Cerda. La educación particular comienza a ser subvencionada y la educación
3
Carles Feixa: “Antropología de las edades”. P. 2. www.cholonautas.edu.pe
4
Erik Erikson: “Identidad, Juventud y Crisis”. P. 105. Editorial Paidós. Buenos Aires, Argentina.

2
pública empobrecida y deficitaria en su labor estructural de formación. Esta forma de
financiamiento también se trasladó a las universidades, poniendo también fin a la gratuidad de
ellas5.

La música también se volvió transcendental en la expresión juvenil chilena. Acercó generaciones


y se volvió clave para traducir las transformaciones socioculturales del país. Fue un vehículo
importantísimo a la hora de tomar conciencia de la descomposición de Chile, en tanto muerte,
negación a la vida, abandono moral y ético, desarraigo, agresiones, dolores. Despertó la
creatividad, la confluencia, la solidaridad y el conocimiento que hasta ese momento era
sistemáticamente negado. Se lograba sentir en la música un lugar de pertenencia, de espacios
latinoamericanos solidarios, una sensación de cercanía, integración y solidaridad. La identidad se
presentaba como un pilar personal y colectivo de proximidades, pero también de resistencia y
aguante ante la represión estatal y el decaimiento de las grandes ideologías a nivel mundial. Era
una de las tantas formas de tenacidad juvenil, de buscar ser escuchados, de mostrar el descontento
por la situación política en la que vivían. Los jóvenes se volvieron parte de la cultura de la vida y
no de la muerte. Fueron creativos, lúcidos, alegres. “Es decir: todos los componentes
estrictamente humanos de la cultura. La violencia subversiva contra el Estado puede –y en el
Chile dictatorial, pudo- desenvolverse también a partir de (ésta) mística…”6.

En semejantes circunstancias históricas y culturales, existirán y surgirán necesidades de unión


entre los sujetos que buscan a su vez, la realización de una obra en común. Tal es el caso de la
construcción de solidaridades en torno a la crueldad del hombre por el hombre, la que ha sido
históricamente una condición inherente al ser humano, si consideramos al hombre como un ser
racional y, por lo tanto, proclive al mal, a la dominación, al exterminio de sus pares, en donde el
poder y la razón se entremezclan, quedando ésta última al servicio del primero, en una especie de
catástrofe completa de la razón humana, según Walter Benjamín. Es por ello, que aquel tiempo de
‘catástrofe chilena’ se ha convertido en una instancia y en un espacio de necesaria reflexión a
pesar del tiempo transcurrido.

En este sentido la memoria colectiva tampoco es una ‘cosa’ con identidad propia, existente por sí
misma y ajena a los individuos que la componen. Por el contrario, es interpretada como un
producto de interacciones múltiples, de instancias que promueven el compartir, dentro de las
tradiciones y dentro también, de lo individual como proceso de construcción, permitiendo la
participación en ella de diferentes actores sociales: marginados, excluidos y sus correspondientes
disputas y negociaciones en diversos escenarios, cobrando sentido en los cuadros sociales, con
valores y necesidades sociales, dentro de las visiones de mundo constituidas como la permanencia
en el tiempo y en el espacio, es decir, dentro del rango de mismidad, por lo tanto, dentro de
experiencias vividas por cada uno, ligado a experiencias transmitidas por otros, ligados a hechos
concretos (empíricos) o idealizados a partir de otros eventos7, en donde la cultura y el elemento
material (como la creación artística de objetos materiales o los intercambios monetarios) son
algunos de los elementos claves para la determinación personal, suponiendo a su vez las
expectativas grupales (otros con otros modos de vida, valores, costumbres e ideas diferentes), no
solo en cuanto pasadas, sino también como posibilidades futuras dentro de la acentuación de las
diferencias con éstos otros. El individuo, diría Holbwachs, es solo un eco del grupo social, con
convicciones, sentimientos, pensamientos y gustos que son vividos de manera libre, pero que
ceden sin resistencia a una sugerencia que llega desde afuera. Son las influencias sociales que

5
Artículo: “Las transformaciones económicas y sociales del gobierno militar”. www.wikibooks.org
6
Gabriel Salazar: “La violencia popular en las Grandes Alamedas. La violencia en Chile 1947-1987 (Una perspectiva
histórico popular)”. P. 289. Lom Ediciones. Santiago, 2006
7
Elizabeth Jelin: “De qué hablamos, cuando hablamos de memorias”. www.cholonautas.edu.pe

3
tienen un punto de encuentro entre varias corrientes de pensamiento colectivo, que se cruzan en
nosotros y que son únicos. Los marcos sociales que un individuo comparte con los demás, son
solo bajo aspectos que le son interesantes pero, de igual modo puede participar y sentirse miembro
de ese grupo, evocar y mantener recuerdos impersonales. Es la memoria individual la que no
funciona sin estos marcos y sin los puntos de referencia como las palabras y las ideas, que no son
inventadas por los hombres, sino mas bien, vienen de su entorno, delimitando la memoria social.
Pero si la memoria colectiva se fortalece y se proyecta en el tiempo es porque se apoya en un
conjunto de hombres. El pasado se basa en dos características importantes, como son los
recuerdos que se encuentran en ámbitos comunes, es decir, que son familiares para nosotros y para
los demás, comunes para uno o varios entornos y los recuerdos que no se pueden recordar desde
los demás, sino que son solo nuestros, individuales y solo nosotros podemos reconocerlos.

La memoria colectiva e histórica se vuelve necesaria para representar al pasado. La historia


contemporánea, aunque limitándose a nociones abstractas, no se ha reducido a fechas ni hechos.
También ha ayudado al individuo a situar sus estados naturales en épocas, en donde el tiempo ha
permitido a que este hombre pueda ir entendiendo el sentido histórico de su realidad, completando
las nociones abstractas –dejadas por la infancia, por ejemplo- y sustituir las ideas por imágenes e
impresiones, recomponiendo el marco gracias al estudio histórico del pasado próximo. Así
entonces, la historia contemporánea vive en la memoria del individuo. Él estuvo en ella y es parte
de sus recuerdos, de su reflejo. De ahí que la memoria se base en la historia vivida y no en la
historia aprendida. La historia acá, deja de ser solo una sucesión cronológica de hechos y fechas,
para basarse también en otros medios como el tiempo y el espacio colectivos, que también
engloban los pensamientos personales. Es una historia viva que se perpetúa y se renueva con el
tiempo.

El pasado se vuelve implacable cuando se le encumbra. Se transforma en la transmisión de un


legado de costumbres y tradiciones de todo tipo. Esta transmisión es el nexo entre el pasado, el
presente y principalmente con el futuro. No es solo hechos sino también las formas de ser y el
pensamiento de antaño. Serán estas formas las que se fijarán en la memoria. Los marcos
colectivos se vuelven representaciones de corrientes de pensamientos y de experiencias. Es a
través de este cruce que encontramos nuestro pasado como conjuntos y recuerdos generales que
incluyen hechos concretos, mezclados con reflexiones personales y recuerdos familiares. Acá el
recuerdo se transforma en una imagen genérica, transportada desde el pasado y enredada con otras
imágenes. Cada época se desarrolla en estrecha relación con sus componentes humanos, tanto con
la mentalidad de un grupo, como con el lugar en donde éste vive.

El periodo histórico de la dictadura chilena, fue un tiempo de crisis profunda para la sociedad
nacional. Todo el tiempo vivido durante la Unidad Popular y la revolución socialista a la
‘chilena’, presidida por Salvador Allende Gossens, estuvo inmerso en una lucha política, social,
cultural y económica que giraba en fomentar el desarrollo y bienestar para todos, en la necesidad
de concientizar al pueblo y adscribir a una nueva ética del trabajo, cambiando así el sistema
económico capitalista para humanizarlo, intervenir las políticas sociales, proteger a los
trabajadores y redistribuir el ingreso nacional para todos. Todas estas acciones fueron
cuestionadas, puestas en jaque y destruidas en tanto identidad colectiva, memorias y procesos tanto
individuales como sociales. “La dictadura de Pinochet cambió la dirección de las políticas
económicas, abriendo el país a la inversión extranjera y a la importación generalizada de bienes
de consumo, y así pavimentó el camino hacia lo que sería en los ’90 una nueva etapa globalizada
de desarrollo y modernización económica. Implementó en la práctica y por primera vez en el
mundo las ideas neoliberales que se consolidaban por esos años”8.
8
Jorge Larraín: “Identidad Chilena”. P. 124. LOM Ediciones. Santiago de Chile, 2001

4
En este contexto (décadas ’70s - ‘80s) es que se vive una crisis de la identidad, no en Chile, sino
también en América Latina, equivalencia de la cual los chilenos también eran parte. La dictadura
vuelve a reconstruir la identidad popular en función de los intereses de las clases dominantes que,
por lo menos en Chile, siempre han sido de una identidad más bien imitativa, extranjerizada y
carente de creatividad. La oligarquía, aunque muchos pretendan limpiarla de las responsabilidades
que tuvo en el golpe militar, siempre fue y sigue siendo, de un pensamiento autoritario y ligado al
poder de las armas. Siempre quiso disciplinar cualquier sueño de justicia social y libertades
políticas que los pobres reclamaban al Estado. Nunca dudó en masacrar a los pobres alzados ante
lo que ellos denominaban ‘crisis de gobernabilidad’, esto desde el siglo XIX. Siempre ha sido el
bajo pueblo el que ha sostenido una cultura creadora y arraigada. Ha sido ella la verdadera
plataforma de construcción de una identidad indiscutible de nación. Esto a pesar de la miseria y
explotación histórica del pueblo (aunque este concepto hoy en día se vuelva demasiado inclusivo o
totalitario, en donde su sentido es cambiante históricamente, sin una definición única y exclusiva,
al igual que el concepto de identidad), de la segregación, coerción y de la inevitable asimilación de
elementos que provienen de la cultura dominante como el Estado, el ejército, las escuelas, los
medios de comunicación, etc., el que se reconstruye constantemente, generando sus propias formas
de sociabilidad y también definiéndose como un sujeto trasgresor, como un camino intelectual
alternativo.

Es luego de este quiebre institucional o golpe de estado, en donde surge la necesidad de


reinterpretar la memoria y cuestionar la propia identidad. Se vuelve imperiosa la urgencia por
reflexionar sobre el pasado, reinterpretar, cuestionar y redefinir la identidad grupal, como
responsabilidad moral. El mal nunca ha sido una casualidad y ante él es que se ha presentado gran
parte de la historia. Los militares chilenos han jugado en ciertas coyunturas, a ser los articuladores
de la nación ‘chilensis’ o de la ‘patria’, según ellos. Pero también ayudaron a la instauración de la
tragedia, del drama y del terror en la historia del pueblo chileno. Tanta muerte, tortura,
persecuciones, desaparecidos, exonerados, relegaciones, exilios, etc., no fue en vano para esos
actores sociales. Hicieron de todo ello una fuerza común para vivir, una esperanza en que otro
mundo era posible. Fueron en definitiva estos sentimientos y estas actitudes las que ayudaron y
ayudan a generar esfuerzos en la permanencia de la memoria social hasta el día de hoy, a pesar de
la avalancha neoliberal asentada en nuestros pueblos.

Estos sujetos populares no son los eruditos académicos de las universidades o de las
intelectualidades elitistas que surgen, desde ellos mismos, como grupo social sino que son mucho
más concretos y simples. Son conversaciones, transmisiones, oralidad, sentimientos, sensaciones,
recuerdos, todo ligado para construir un ideario colectivo, redes sociales, circuitos verbales que
dan cuenta de sus miedos, temores, experiencias, deseos, rabias y utopías, generando así una
identidad comunal, más local al principio, para luego expandirse en una historia ‘no oficial’ que
interpreta y reinterpreta la realidad de manera más o menos transversal. Los espacios más
propicios para esta transmisión en Chile fueron, por ejemplo, las ollas comunes, los colegios, las
universidades, los lugares de trabajos, las parroquias, las peñas en los barrios, etc.

Ante este panorama nacional la década de los ‘80s fue de una gran creatividad al respecto.
Siempre en busca de lograr la democracia, de ‘sacar al tirano’ y reivindicar la imagen de los
caídos, desde el presidente Allende hasta el más humilde de los chilenos, en un proyecto social que
tuviera futuro y fuera viable para la sociedad chilena. Este acto, al decir de Salazar, de ‘ensayismo
oral’ fue extensivo y de gran pasión durante este periodo. De gran fuerza y de una constante
búsqueda de identidad de los que sobrevivieron.

5
Ante este pasado reciente es que el mundo popular ha mirado el proceso de la transición política
chilena (década de los ‘90s) como ilegítimo, no democrático. Por ello es que “…la transición
política a la democracia, tal como fue pactada y tal como ha querido ser mitificada, resultó, por
ello, un insulto y una agresión a las capacidades ciudadanas construidas en la década de los
ochenta, que el ensayismo oral había convertido en un segundo, aunque anónimo monumento, en
mitificación”9. Todo este camino ha sido de desencanto, no solo para los que vivieron estos
tiempos de horror, sino también para las generaciones venideras, especialmente para los jóvenes.
La historia oficial no ha sido capaz de encausar estos sentimientos, generando un constante
malestar con toda la herencia dictatorial, lo que a su vez, ha promovido en la sociedad civil la
necesidad de reflexionar sobre sí misma y de promover sus propias memorias e historias. Ha sido
un proceso especial y diferente, pero que ha gestado fortaleza recordatoria sobre nosotros mismos.

Pero a pesar de esta reflexión y de cientos de sentimientos solidarios y especiales, surgen brotes de
incertidumbre y desconcierto, ante preguntas como: qué es lo que ha pasado con esos proyectos de
sociedad y de vida frente al acuerdo de pacto democrático (dictadura - Concertación de Partidos
por la Democracia); por qué no se han realizado todos los juicios que corresponden a quienes
violaron sistemáticamente los DDHH, lo que claramente ayudaría a promover cierta justicia social;
por qué no se han creado políticas consistentes que sigan la búsqueda de una cierta reparación ante
el horror vivido; por qué el Ejército de Chile, como institución subordinada al poder civil, sigue
manteniendo en sus filas a los ex – agentes de la Central Nacional de Información CNI; por qué se
niega el recuerdo; por qué no se investigan las violaciones de los Derechos Humanos; qué pasa
cuando la Concertación se vuelve similar a quienes niegan la barbarie y la violencia política
ocurrida en Chile durante la dictadura al querer equiparar responsabilidades, limpiar los hechos
con una limpieza fría, calculada y sistemática; por qué en Chile las memorias siguen causando
tanto dolor para algunos y molestias o incomodidades para otros o será porque se ha negado
constantemente el derecho a sanar heridas; cuál es la herencia de ese dolor; por qué continuar
rigiendo los destinos del país con una Constitución Política heredada de la dictadura militar de
Pinochet; por qué no puede existir una Asamblea Constituyente; por qué la derecha hoy está
arraigada en el mundo popular chileno, tal como años atrás lo estuvo la izquierda… en fin. El
horror vivido se ha prolongado en el tiempo al asimilar estos actos de indolencia y de olvido, al no
abrir la mirada y asumir que hubo un pueblo que creyó en los cauces democráticos para lograr
conquistar sus utopías políticas.

Es de absoluta necesidad hacerse cargo del hoy, de ese 'no matarás' como un compromiso
subliminal y que la historia, por lo menos la chilena, recuerda que hasta hoy esto sigue siendo un
imposible. La Concertación, ha sido gobierno durante veinte años, elegidos dentro de la legalidad
establecida por la dictadura para así borrar de un sablazo todo lo construido en la Unidad Popular y
que con algunos remedos reformistas concertacionistas es, en lo concreto una herencia dictatorial
tangible. Una economía que está entre las más desiguales de América Latina pero, a la vez,
reconocida por el primer mundo como una de las mejores proyectadas de la región. Un
movimiento social aletargado y golpeado, fragmentado, atomizado en donde, quizás muchos estén
haciendo, pero haciendo en caminos bifurcados, divididos, poco solidarios y casi nulos en su
unificación de fuerzas y de organización. ¿Será que quizás no hubo proyecto social y
trascendental en la década de los ‘80s y lo que sí hubo fue intuición por parte de los jóvenes, como
grupo central en la resistencia ante la dictadura militar, en el sentido de sacar al dictador y su
sistema represor, de sobrevivencia, más que de ideologizar sobre una sociedad proyectada en el
tiempo y con signos claros de proyecto social a futuro?

9
“Memoria social, ensayo historiológico – privado- y teoría critica”. Debate sobre el libro del sociólogo Tomás
Moulian, ‘Chile actual: anatomía de un mito’. Santiago de Chile, 1997.

6
La memoria, como rasgo humano y constitutivo del hombre, ayuda a promover el reconocimiento
de lo que uno ha sido y de lo que es en una suma de memorias que conforman la identidad del
mismo, como una permanencia en el espacio, en el tiempo y en el origen. La memoria es la
indagatoria y no la verdad establecida en el presente. Por lo tanto, su rescate es un acto de
voluntad y responsabilidad consciente que está relacionado con la ética, no siendo un fenómeno
automático, sino mas bien, una necesidad de conocer lo que aconteció, una transmisión voluntaria,
que no puede evitar destacar algunas cosas y obviar otras, según cada grupo y sus intereses,
llevando inevitablemente a la conformación de ciertos conflictos de memoria. “La voluntad debe
ser inquebrantable ante el olvido”10.

Esto ha sido lo que ha inspirado memorias en la sociedad civil chilena en el contexto histórico
ubicado entre 1973-1989. Contexto histórico que también ha promovido la construcción de un
lenguaje propio como pacto de sobrevivencia, ante la negación y anulación del hombre en su
calidad de individuo social y político. La palabra se transformó así en un elemento y herramienta
implacable en la demarcación del mundo. En este sentido se hace imprescindible rescatar la
experiencia de algunos actores sociales chilenos, como son los jóvenes del momento a través de la
oralidad, de sus memorias, de sus transmisiones, de sus sentimientos, enmarcándolos dentro de los
espectros subjetivos como la militancia social y/o política, la oposición y la resistencia, y cómo la
transformación de este último concepto reinventa la mirada del nuevo sujeto histórico dentro del
sistema capitalista de la época. De esta manera es que se busca reconocer el aspecto subjetivo de
las acciones políticas del grupo social definido. El ser sujeto histórico y también el ser dueño de la
transformación de su propia realidad. Cuál es la continuidad de los grupos sociales en la historia;
el individuo, ¿deja de ser sujeto?; ¿existe una verdadera continuidad histórica entre los grupos que
componen una sociedad en determinado contexto?; ¿cuáles fueron los obstáculos que se
presentaron dentro de este conglomerado juvenil de resistencia?; ¿cuáles fueron los impedimentos
que obstaculizaron la cohesión y la conformación de una verdadera y real sociedad de justicia, que
ayudara a gestar esperanzas luego del tiempo de dictadura?; ¿hubo coherencia entre estas formas
de resistencia juvenil y el movimiento social en general?.

En este sentido el compromiso y el voluntarismo de algunos jóvenes, como acción política, como
acción cultural, las organizaciones de pertenencia, etc., desde el punto de vista teórico, han
confirmado la importancia de lo subjetivo en la historia, lo que requiere preguntarse cuáles, cómo
y por qué se generaron estas específicas formas de acción en contra de la dictadura militar. Fue
una subjetividad transformadora, distintiva y propia, en donde los cambios eran posibles,
dependiendo de cada individuo pero también, de los movimientos sociales del momento. En otro
trabajo más extensivo será de relevancia el tratar de descubrir e identificar cuál va a ser el rol que
juega la subjetividad y la memoria en la política chilena y qué influencia se interrelacionó con las
prácticas sociales, en búsqueda de reconocer la herencia de esta acción de resistencia para aquel
futuro que es el hoy como presente.

Las acciones llevadas a cabo por la dictadura promovían concientemente la masiva movilización
en defensa de la vida de la sociedad y también del espacio individual. Existieron diferentes formas
de resistencia durante la dictadura militar, dentro de este marco de subjetivad y de pasión
revolucionaria; “(…) las palabras y los sueños de los pobres representan ese proyecto en los
términos de una ‘sociedad mejor’, mejor en cuanto a los valores que sustenta sencillez,
autenticidad, hospitalidad, camaradería, comunidad, esfuerzo y, sobre todo, solidaridad”11. No
solo fueron reivindicaciones sino también una construcción colectiva, en donde la historia oral ha
10
Graffiti expuesto en escena de la película chilena: “Dawson Isla 10”. Director Miguel Littin. Estrenada en Santiago
de Chile. Septiembre 2009.
11
Gabriel Salazar - Julio Pinto: “Historia contemporánea de Chile. Vol. II Actores, identidad y movimiento”. .
Capítulo III El sujeto popular. P. 95. LOM Ediciones. Santiago de Chile, 1999.

7
permitido percibir las ideas, los sentimientos y sensaciones de aquéllos que vieron su vida
desbordada por la coyuntura.

Podemos pensar que muchos de los recuerdos que han aflorado en la memoria individual serán el
recuerdo de solo los buenos momentos, pudiendo así obviar el sentido crítico de cualquier proceso
social. De hecho, esta es la crítica que se le asigna a la historia oral y sus memorias, pero también
en la medida en que la historia rescata estos buenos recuerdos inspira a que el hombre continúe en
la construcción de una sociedad mejor. Por lo mismo, la historia oral permite e instruye al
historiador en la medida en que éste logra visualizar y percibir las emociones del sujeto. La
erudición, en varias ocasiones, niega esta intuición, a lo que la historia oral y la memoria nos
ayudan a educar y nos permiten comprender cómo cada sujeto histórico se vuelca sobre sus
recuerdos de una manera que ha esculpido durante toda su propia experiencia vital. Es así también
como la historia oral asiente a que un conjunto de historias fragmentadas provoquen en las
personas el recordar, según su propia experiencia, las sensaciones personales y las tendencias
sociales de un periodo en común. En las prácticas es en donde se puede comprender el desarrollo
de las relaciones sociales de los sujetos dentro de la propia historia. De este modo, en dicha fuente
se encontrarían las bases para comprender las relaciones que unen al sujeto, la verdad y el poder,
así como en su surgimiento y en su proceso de desaparición. Decir que el sujeto tiene una historia
es suponer que no hay sujeto humano dado previamente y de modo definido, sino que él se ha
constituido de modos diferentes y particulares en el transcurso de la historia, en conexión estrecha
con prácticas sociales y también particulares. Esto supone una atención especial al cambio, al
acontecimiento, a las discontinuidades, más que a lo fijo, lo universal y unitario12.

Entonces la subjetividad sería la capacidad humana que el sujeto tiene para hacerse partícipe de un
proceso histórico visto como parte de un periodo reciente que es necesario rescatar por medio de la
memoria histórica de los actores sociales que vivieron la experiencia dictatorial en Chile. “(…) el
poder no tiene un lugar específico, no está en manos de sólo algunos aparatos estatales como la
policía o las Fuerzas Armadas o el mismo aparato de gobierno, sino que el poder se ejecuta,
circula entre los individuos e instituciones que son su objeto”13.

Para el sociólogo Norbert Lechner la política está hecha de deseos y de miedos. La política pasa
por una reflexión a través de los sentimientos involucrados. Desde esta mirada, lo importante no
es la política, sino más bien el significado político que pueda tener el sentimiento de miedo,
desamparo o de desencanto14. Entonces, el mundo y el tiempo son para cada uno en la medida en
que se comparte y se elabora intersubjetivamente. El pensamiento político entonces es hacer
visible lo colectivo, la reconstrucción de contextos, relacionar las creencias e instituciones.
Aunque esto no de cuenta de la gran variedad del tejido social, ninguna historia es verdadera, solo
se convierte en tal cuando uno se siente identificado con sus fenómenos. La utopía de la
democracia es la decisión y la autodeterminación que tiene un pueblo sobre las formas de vida a
las que quiere optar15.

Quizás la pasión ideológica por la revolución ha sido lo que ha diferenciado al siglo XX de sus
predecesores. Ha sido esta ideología comunista el sistema de explicación del mundo por medio de
la cual “la acción política de los hombres ha adquirido un carácter providencial con exclusión de
12
Michel Foucault: “Microfísica del poder”. P. 10. Ediciones La Piqueta. 1992. Con respecto a lo dicho de Foucault
ver también “Saber y Verdad”, “Vigilar y Castigar”.
13
Rolando Álvarez: “Desde las sombras; una historia de la clandestinidad comunista (1973-1980)”. P. 24. LOM
Ediciones, 2003.
14
Norbert Lechner: “Los patios interiores de la democracia. subjetividad y política”. P. 88. Editorial FLACSO.
Santiago de Chile, 1988.
15
Ibíd. P. 95

8
toda divinidad”16. Esto es lo que explicaría que, aunque esta ideología no se hubiese desarrollado
de la forma como lo hizo a través del tiempo e independientemente de las circunstancias que la
llevaron al poder y luego a su ocaso, tuviera un arraigo entre las masas. Esta pasión es la que
mueve la inquietud por el futuro y solo llevará a la calma del hombre si se piensa a sí mismo con
los demás, como una especie de pasión democrática. La sociedad civil para Francois Furet,
comienza a ser importante y a ser valorada dentro de una connotación política que son las
condiciones sociales de la democracia. Según el autor, los aspectos políticos no son considerados
en el proceso social. Se hace innegable la necesidad de mirar al Estado desde una perspectiva
democrática y en donde se establezca una relación entre la pluralidad y la voluntad colectiva. Se
deben establecer nuevas articulaciones entre pacto y proyecto, en donde las necesidades básicas y
las crisis sean miradas como decisiones políticas, porque es imposible un proyecto sin pacto. Sin
un acuerdo que se vuelva común sobre la significación de una política democrática no existe
horizonte posible para poder redefinir lo posible en una construcción colectiva. Lo colectivo se
instaura en sociedades heterogéneas, con sujetos que pactan y se forman de manera conjunta en un
mismo movimiento. Orden y sujetos se forman de manera paralela. La democratización, como
tarea, requerirá de un cambio en la cultura política, en la propia cotidianeidad que es la que le da
sentido a la democratización. Esto en muchas ocasiones se difumina, se desvanece. En palabras
de Gabriel Salazar es, “(...) como si el proyecto revolucionario no hubiera estado internalizado en
el ser social, cultural e histórico de esos sujetos, sino en los aparatos estructurales que los
disciplinaban y dirigían. Como si esos sujetos, algo menos que sujetos, hubieran sido
instrumentados de tales aparatos. Algo así como alfiles y peones ‘todo terreno’, movidos por la
ciencia y el proyecto de los ‘reyes’ que dirigían el ajedrez de la historia”17.

Jorge Larraín, en su libro “Identidad Chilena”18 plantea la idea de que en Chile se dan variados
tipos de identidades y que una de ellas es la cultura popular que sería la única que tiene rasgos
distintivos por su creatividad y su autonomía. Este tipo de cultura es la que se ha transformado en
la antítesis de la cultura oligárquica de elite que ha sido más bien imitativa porque su
conformación se basa en la copia de culturas extranjeras. El autor no deja de mencionar que la
cultura popular al ser tan heterogénea está llena de tensiones e incoherencias, pero que a pesar de
aquello vive y resiste la adversidad en función de su potencial creativo. Esto sería el real valor de
esta cultura como generadora de memorias, de identidad de una nación y como un proyecto
histórico. A pesar de lo heterogénea de su composición, la cultura popular ha logrado generarse
un impulso que busca humanizar la vida social en todos sus aspectos, buscando en ello un proyecto
histórico de sociedad alternativa a pesar de los obstáculos de las clases dominantes, “(…) un rasgo
fundamental de la cultura popular ha sido su segregación y consecuentemente su enorme
capacidad para crear vida, códigos morales y cultura al margen de la sociedad establecida (...)
El elemento recurrente de la cultura popular es que su potencial de creatividad, aunque vigoroso
y reconocido por la elite, es permanentemente bloqueado y reprimido”19.

La realidad nacional chilena hacia los ‘80s estaba rodeada a una fuerte crisis económica y de una
clausura del espacio político y de las relaciones entre la sociedad y el Estado. La economía generó
un amplio empobrecimiento de las clases medias y del mundo popular, con un alto nivel de
desigualdad social y de paralización de la acción de los trabajadores, lo que provocaba un fuerte
cuestionamiento de la sociedad chilena hacia los propios empresarios, comerciantes, transportistas
y agricultores que promovieron el golpe de Estado y “que aceptaron la hegemonía del capital
16
Francois Furet: “El pasado de una ilusión. Ensayo sobre la idea comunista en el Siglo XX”.P. 16. Editorial Fondo
de Cultura Económica. México, 1995.
17
Gabriel Salazar: “Transformación del sujeto social revolucionario: Desbandes y emergencias”. En revista
Intervenciones Nº 1. P. 82. Ediciones Manuel Marx. Segundo semestre 2003.
18
Jorge Larraín: “Identidad chilena”. P. 102. LOM Ediciones. Santiago de Chile, 2001.
19
Ibíd. p. 176.

9
financiero, que prometía una nueva era económica para Chile”20. El régimen político se
caracterizaba por ser un régimen autocrático, eminentemente represivo, sostenido en las Fuerzas
Armadas y en donde los elementos de apoyo civil estaban tensionados por esta crisis de índole
económico. Es un gobierno militar cohesionado internamente –aunque con tensiones de poder-,
con una mínima legitimidad social, excluyente socialmente, carente de la participación política de
la ciudadanía, sobre todo de la disidencia y por ello con amplias facultades restrictivas.

El cuerpo social inició lentamente su proceso de rearticulación. Al principio de defensa, sectorial,


luego con la organización de redes de diferentes grupos, a pesar de la represión existente. El
rescate de las memorias de los detenidos desaparecidos y de los Derechos Humanos fue uno de los
primeros intentos masivos de resistencia del movimiento popular chileno, “luego de la
reorganización sindical, a partir de la puesta en marcha del Plan Laboral –y dentro de sus
marcos legales- y también en la reaparición de luchas poblacionales de carácter reivindicativo en
torno a necesidades básicas. En la universidad también se vive un momento de reconstrucción de
instancias de acción opositora a partir de los Comités de Participación que empiezan a surgir…
con todo, son presiones todavía limitadas en la medida que no logran canalizar aun el
descontento de las mayorías nacionales”21. El régimen de la dictadura no da alternativas y el
movimiento popular se radicaliza en su lucha y en sus enfrentamientos con éste. Se comenzarán a
manifestar diferentes subjetividades políticas frente a la legitimación de que ‘todas las formas de
lucha son válidas’ en ese escenario.

Las memorias de los años de dictadura fueron así engendrando el descontento como expresión
social. La lucha se volverá tangible, expresiva y canalizadora de estos sentimientos de miedo,
horror, anulación, etc. Las memorias de los sobrevivientes, en el contexto dictatorial chileno, van
generando acciones de articulación, a pesar de lo frágil del movimiento del momento ante la
dominación militar. Inclusive en este contexto, las memorias y las luchas del pueblo chileno se
constituyen en una doble negación - según De la Maza y Garcés-, porque la sociedad y su relación
con el Estado se vuelve confrontacional y porque ayuda a la restitución de los lazos de los diversos
sectores sociales y políticos, que hasta ese momento de la década de los ‘80s, estaban disgregados.
A pesar de lo limitante y precaria en sus inicios, la resistencia se va convirtiendo en una ruptura,
en una acción expresiva de ella y de la movilización anti – régimen y de sus reivindicaciones, con
el tiempo se fueron especificando de acuerdo a los sectores sociales, pobladores, estudiantes,
sectores medios, organizaciones sociales, la Iglesia Católica y obreros, entre otros, que
participaban de estas manifestaciones, algunas mas rupturistas, otras en formas mas pacíficas.

“Diez años demoró el pueblo chileno en levantar una respuesta suficientemente contundente a la
dictadura militar, como para poner en juego la estabilidad misma de ésta. Hasta 1983 el régimen
había podido sortear sucesivas crisis económicas, políticas, presiones extranjeras y resistir el
accionar tenaz de una oposición a la que nunca consiguió doblegar, así como hacer oídos sordos
a las demandas de un pueblo que lentamente se iba organizando y movilizando para enfrentar sus
diversos problemas”22. Se escuchaba por todos los rincones del país el grito de ‘democracia
ahora’ y la necesidad de cambios contundentes y esenciales. Pero a pesar de todo, de todo el
heroísmo, del sacrificio enorme de la disidencia y de las víctimas del régimen, de la movilización
del pueblo, la dictadura y sus dispositivos de disciplinamiento no pudieron ser derrotados, ni la
democracia conquistada hasta finales de la década de los ‘80s en lo concreto y con vestigios de ella
y de su ordenamiento autoritario hasta nuestros días.

20
Gonzalo de la Maza – Mario Garcés: “La explosión de las mayorías. Protesta nacional 1983-1984”. ECO –
Educación y Comunicaciones. P. 9. Santiago de Chile. Diciembre, 1985.
21
Ibíd. P. 12
22
Íbidem. P. 115

10
La cultura popular fue promoviendo a la política, con las memorias, las muertes, las expresiones
de resistencia y arte, con el hambre, con el miedo. Se pasa de la inmovilidad a la acción, se deja
de lado la autocompasión y el lamento para dar paso a la resistencia. Es este ejercicio el que va
institucionalizando el recuerdo, haciéndolo perceptible y necesario para evitar el olvido del horror
y afianzar la identidad y el empuje del mundo popular chileno.

Esta especie de conciencia histórica comienza a ubicarse en este contexto y en su contenido. Es


aquí en donde el o los proyectos sociales comienzan a extenderse en el tiempo y a percibirse como
una realidad factible, viable, con sujetos sociales activos y comprometidos con un fin mayor de
sobrevivencia y justicia social. Es el sujeto social el que determina la posibilidad de cambio, de
una nueva realidad que se vuelve concreta y en construcción, entendiendo que la homogeneidad y
la unidad no se dan porque si, sino mas bien, en una instancia de lucha de clases, de “necesidad de
lo político”23.

Se volvía de suma importancia determinar cuáles eran todas las posibilidades de resistencia
política, para luego optar e intentar imponer otro proyecto que sea futuro. Era la búsqueda de un
modo que fuera posible de realizar en Chile, con sus formas, ideas, pasado, enemigos, etc. En
definitiva, era la búsqueda de una claridad de futuro dentro de ese determinado presente, debiendo
analizar y entender el pasado, sobre todo, el pasado reciente de ese momento histórico. No era
todo el pasado el que se debía tomar, sino más bien, los aspectos que ayudasen a la necesaria
transformación. Esta indagación se estableció dentro de parámetros de aprendizajes de las
circunstancias de ese instante, en una construcción de diferentes voluntades sociales, pero también,
asumiendo las dificultades y tensiones de esa construcción.

El futuro se transformaba en un vértice innegable de lo político. Era la voluntad que se tornaba


imprescindible en la materialización de los proyectos de sociedad. El futuro y lo político fueron la
meta a conseguir, las alternativas y los caminos que se recorrerían para lograr el objetivo mayor
que era terminar con la dictadura. Era el derecho a decidir sobre lo venidero, sobre las opciones
del nuevo germen y sus efectos para la sociedad chilena en su conjunto. El sujeto social resurgía
como un elemento decidor y concreto en este aspecto, sobre todo de sus memorias y sus
conocimientos. Se entrelazaba nuevamente la relación entre este individuo y la conciencia social.
Era su reinserción al espacio de prácticas posibles, a su rearticulación en su propia experiencia y
en sus visiones de porvenir. Al igual que en la Unidad Popular, se inició esa búsqueda, fuera de
las doctrinas, de las escuelas o de la academia y se motivó el regreso hacia la importancia de la
experiencia, al conocimiento que ésta integraba, al recuerdo. En otras palabras a las memorias y la
identidad popular. Se volvía a construir historia desde lo creativo, desde la imaginación, desde la
esperanza y la voluntad. La implementación radical del neoliberalismo en Chile, reduciendo al
Estado a su mínima expresión, promovía a su vez que los movimientos sociales resistieran como
pudiesen a este acontecimiento de transformación estructural como a la dictadura en sí.

El tiempo ha transcurrido desde aquellos hechos y con él también la historia mundial. Chile no ha
estado ajeno a ello. Son veinte años desde que la dictadura dio paso a la ‘transición democrática
chilena’. Veinte años en donde recién se comienza a hablar de la ‘sólida democracia chilena’ y no
de una transición democrática. Pero al parecer tampoco se han ido modificando ciertos cánones y
parámetros dictatoriales de antaño que hacen pensar a muchos que el olvido se ha apoderado de
nuestra sociedad.

23
Hugo Zemelman: “De la historia a la política. La experiencia de América Latina”. Editorial Siglo XXI –
Universidad de Las Naciones Unidas. P. 81. Argentina, 2007.

11
El año 2009 ha sido un año de elecciones presidenciales. Hubo una segunda vuelta el 17 de enero
de 2010 y el candidato de la derecha en la coalición Alianza por el Cambio (especialmente
conformada por los partidos de Renovación Nacional y de la Unión Democrática Independiente
UDI, entre otros independientes) –Sebastián Piñera Echenique –ha sido elegido, por los próximos
cuatro años, como el nuevo presidente de Chile. La coalición de gobierno está enmarcada en un
proceso de cuestionable renovación, de desintegración, se desgrana, no logra renovar a sus
dirigentes y sus bases se desperdigan en éxodos hacia nuevas alternativas más progresistas. Este
fue el caso de la tercera mayoría – liderada por el candidato Marco Enríquez – Ominami Gumucio
(hijo de Miguel Enríquez, fundador del Movimiento de Izquierda Revolucionario MIR, ex –
Concertación y ex – socialista), con el 20,13% de la votación. Este candidato se proyecta como
una opción alternativa y válida en vista de las elecciones de 2014, como bandera de lucha para los
chilenos descontentos con el mal trabajo de la Concertación, en tanto, educación, salud, trabajo,
temas valóricos, búsqueda de justicia por los Derechos Humanos, justicia, memoria, cambio de la
Constitución Política, por la casi nula participación ciudadana en temas de país, etc. Es una tercera
alternativa que ha volcado cierta ambigüedad al pretender abarcar los votos tanto del centro
político, como de la derecha y la izquierda. Situación que ha logrado en cierto sentido,
considerando el alto porcentaje de la votación popular lograda y del fuerte apoyo de personajes
importantes ligados a la política, a la economía y a la academia chilena. Es el candidato más
joven, que podría aunar sus fuerzas en torno a este grupo social etáreo, pero que, en definitiva,
busca su consolidación política a través de las mismas prácticas de las cuales reniega, como la
fundación de un partido político y las clásicas negociaciones de poder. La izquierda por su parte
(el Partido Comunista de Chile, el Partido Izquierda Cristiana, algunos partidos políticos sin
constitución legal y otras organizaciones participantes del pacto, como lo son las sociales,
sindicales, ecologistas, de diversidad sexual, etc.), tuvieron a su candidato en el nombre de Jorge
Arrate Mac-Niven. Éste ex – concertacionista y ex – socialista (al igual que Enríquez Ominami),
fue su abanderado, logrando el 6.21% de los sufragios de la población votante chilena. Porcentaje
mínimo que solo logra transar algunas garantías con la Concertación dentro del sistema binominal
de elecciones.

Este panorama se puede interpretar como parte del proceso de alineación de la derecha en América
Latina y nuestro país no se aleja de aquello, a pesar de los gobiernos sociales existentes en Bolivia,
Brasil, Uruguay, Paraguay, Ecuador, Venezuela, Argentina. La derecha chilena está ad portas de
lograr un gobierno elegido democráticamente, después de cuarenta y un años, sin considerar el
golpe militar de Augusto Pinochet en 1973. Además del poder económico, aspiran a obtener el
poder político. Según el analista Eugenio Guzmán“… Piñera ya olfatea el triunfo. Con un 44%
en la mano, por primera vez en ventaja ante el oficialismo y con la tarea de captar sólo un tercio
de los votantes de Enríquez-Ominami, las cuentas en el comando del inversionista Renovación
Nacional son bastante alegres y la ruta a seguir clara… Nadie discute que la segunda vuelta se
resolverá por fallo fotográfico… lo único que tiene que hacer Piñera es no cometer errores,
recorrer el país y dar garantías de seguridad de que se harán bien las cosas”.24.

La derecha ha logrado reiniciarse. Sigue contando con el apoyo de la vieja derecha oligárquica y
con todas las corrientes y adherentes al neoliberalismo. Este posicionamiento ha sido, en parte,
gracias al poco trabajo formal y serio de la Concertación al negarse a difundir la memoria, a no
construir un trabajo real y proyectado en el tiempo, al negarse también a realizar las
transformaciones necesarias para demoler los monopolios de medios de comunicación y así evitar
24
www.lanacion.cl . Sección Reportajes. Santiago de Chile. Domingo 27 de diciembre de 2009

12
lo mediático, que ha sido un punto de trabajo y de excursión de la derecha, sobre todo,
considerando su poderío económico. Tampoco ha llevado a cabo una real presencia del Estado en
los temas sociales, en los procesos de regulación, en las políticas tributarias, en los procesos de
integración regional, etc., por tanto, los ciudadanos han sentido cierto abandono de los dirigentes a
los que se les confió la labor de sacar adelante la precaria democracia chilena. Los partidos
políticos han perdido credibilidad, ya no son un puente viable entre la sociedad civil y las cúpulas
dirigenciales. La corrupción –centrada en el Estado y en los gobiernos y sus derivadas –ha
fomentado la desconfianza y el descontento popular. Se perciben muy fuertes la precariedad
laboral, la limitada movilidad social, la persecución al pueblo Mapuche, la marginalidad, la
exclusión, el bajo nivel sindical, la decadente trascendencia de la educación pública, entre otros
aspectos que desnivelan la igualdad de oportunidades entre los chilenos y las formas de
representación política.

Es un tiempo de fuertes enfrentamientos ideológicos y políticos entre la derecha nacional y los


gobiernos de la Concertación. Descalificar al Estado, se ha transformado en el caballo de batalla
de la Alianza por el Cambio, apuntando fuertemente en contra del gobierno actual, presidido por
Michele Bachelet, y de la izquierda de manera especifica. Es la idea del Estado mínimo y no la
refundación de él, situación que deja en desmedro a la Concertación y por cierto que a la
minúscula izquierda (estipulándolo de manera numérica).

El modelo neoliberal sigue siendo hegemónico, a pesar de sus crisis y de su agotamiento. Esta es la
situación de Chile, en donde a pesar de que fue el mejor “ejemplo de aplicación del modelo, está
viviendo cómo el ciclo de gobiernos de la Concertación se agota” 25. La presidenta Bachelet no
logra transferir su popularidad y apoyo social al candidato Eduardo Frei. Ella promueve una
importante adhesión, pero solo de manera personal.

Los gobiernos de la Concertación nunca debieron obviar las memorias, ni la memoria colectiva,
como fenómenos sociales, acomodándose al poder. Su trabajo debió haber sido fuerte al respecto,
formador, representativo, considerando que fueron parte de la población que fue agredida por la
dictadura. Los que hicieron parte de la memoria, son los mismos que hicieron historia. La
memoria colectiva requería de pragmatismos alejados de acciones acomodaticias que implicaron
olvido. La sociedad chilena requería de designaciones que permitieran tomar conciencia del
pasado reciente que había sido compartido por este conjunto de individuos. Estaban en juego las
emociones de ese tiempo de resistencia y sobrevivencia, eran percepciones fundamentales y
unificadoras que eran compartidas por estos grupos sociales. Claramente la evocación de este
lapso de tiempo era parte del trabajo individual, de cada historia personal, de cada una de sus
emociones y hasta de cada cerebro y la organización de éste, pero los elementos transversales
pudieron y debieron ser rescatados como parte del movimiento identitario que estaba y está en
construcción permanente. Es la construcción constante de las memorias la que implica, entonces,
que la memoria colectiva no es unívoca.

Al asentir que la memoria individual y su transmisión es una reinterpretación del pasado,


enmarcada en los recuerdos recientes se podría plantear, según Jöel Candau, que la memoria
colectiva es la suma de los olvidos, porque los recuerdos personales son de elaboración individual
y los recuerdos en común son los que tienden a ser olvidados. La ausencia tendría tanta o igual
importancia como la presencia26. De ahí la importancia de la mantención de parámetros comunes
que nos permitan aunar recuerdos y sentimientos en torno a nuestra historia desde abajo, desde la
historia alejada de la historia oficial y mas enraizada en nuestros sentimientos y en nuestro diario
25
Hugo Zemelman: Ídem. P. 198
26
Jöel Candau: “Memorias y amnesias colectivas”. www.cholonautas.edu.pe

13
vivir. Es la necesidad de un entorno que permite la repetición y la memorización. De ahí la
importancia del rol de los marcos sociales, sobre los que plantea Maurice Halbwachs, en donde se
da un fuerte énfasis y una elevación del hecho de que nuestras memorias individuales se nutren
con las memorias de otros, en una reciprocidad dentro de las relaciones sociales. Cuando no se
logra estipular esta correspondencia es cuando una sociedad se vuelve inestable, sin visiones claras
de proyectos sociales. No existe memoria fuera de la sociedad. Por tanto, ella se vuelve
transcendental al momento de erigir una sociedad sana, sin heridas y resuelta en sus
contradicciones y aberraciones humanas. Sin un pasado asumido ni determinado en toda su
envergadura es muy difícil encontrar los caminos futuros. La negación de las memorias conlleva a
cierto oscurantismo en la sociedad, en donde su construcción y proyección se ven dificultadas
porque falta la luz de una naturaleza social sana, madura y sin temores. Una cultura que relaciona
las acciones sociales - aunque lo comunitario tenga ciertas tensiones al recordar porque no solo se
trata de una transmisión de recuerdos relevantes- también requiere de un proceso de asimilación de
los papeles o hechos acontecidos en este pasado reciente, considerando que no existe una memoria
unificada ni única sino que se debe también lidiar con memorias en enfrentamiento radical. Pero
son éstas memorias públicas las que se pueden renovar permanentemente y mantener igualmente
en el tiempo.

Chile se encuentra en este vaivén de olvido colectivo. Tratando de organizar el pasado. De


mirarlo de frente pero con miles de obstáculos que le desvían la vista hacia otros tópicos, al
parecer, más importantes como el consumo, la inmediatez y banalidad de los medios de
comunicación, la sobrevivencia. Pareciera que a los chilenos el pasado les molesta, les incomoda
y esta sensación se convierte así en una actitud de vida que aletarga la organización social. En esto
la Concertación de Partidos por la Democracia ha tenido mucha responsabilidad, negando justicia
y verdad, y también al ir promoviendo y profundizando el sistema neoliberal impuesto por
Augusto Pinochet. Se han esforzado por acomodar el pasado, no moverlo, pero acoplándolo al
presente y todas sus manifestaciones. Pareciera que nada de lo ocurrido en dictadura fuese
importante o relevante. Pareciera que la vida entregada por tantos no tuviera resonancia hoy en
día. Por el contrario, es mejor olvidar y mirar hacia el futuro ‘con esperanza y alegría’, como
manifiesta el abanderado de la derecha en sus repetidos discursos ‘a la gente’. La Concertación
hizo lo suficiente para que la sociedad chilena viviera ‘en paz’, pero ahora ven el costo de estas
políticas complacientes, con un agotamiento de sus discursos, con actitudes de ahogo al ver que
pueden perder las elecciones presidenciales de 2010, después de veinte años consecutivos de
gobierno. Esta promoción del olvido fue su tentación. No respetar su propio pasado ahora cobra
fuertes y rotundos impuestos. Su comodidad de siempre y los múltiples consensos con la derecha
hoy se transforman en un llamado asfixiado hacia la memoria del ‘pueblo de Chile’.

Hoy, en esta coyuntura política, la memoria vuelve a tomar su papel relevante. Es el acomodo el
que implicó pereza y negó el trabajo real que era calmar los dolores y dar verdad y justicia a tantos
que sufrieron y continúan en su dolor histórico. Esta promoción del olvido llevó a que se
abandonara al otro, negándose la continuación de la lucha contra el olvido y la injusticia. “Con
frecuencia el olvido es trágico y cuando es total, como es en el caso de ciertas amnesias
patológicas, puede impedir llevar una vida normal… en ciertos casos particularmente trágicos,
negarse a olvidar un recuerdo doloroso constituye la única razón para vivir27.

Ahora, las políticas gubernamentales no han sido las únicas que han logrado el ‘olvido’. También
la propia sociedad chilena ha sido ineficiente en resolver sus tensiones. Porque a pesar de recibir
miles de mensajes para olvidar y construir desde un piso frágil el tiempo próximo, ha sido ella
quien ha admitido y aceptado el olvido. Ella también ha amnistiado los horrores cometidos contra
27
Ibíd. Jöel Candau

14
ella misma, en un acto político y jurídico que ha sido muy auspicioso para la profundización del
modelo. Es como que nada ha sucedido, la memoria se anula o más bien, se apaga como plantea
Candau. Ha sido esta sociedad chilena la que se ha esforzado por engañarse a sí misma al negar el
horror y no permitirse el recuerdo. Hoy en día pareciera ser que la gran mayoría de los
componentes de la sociedad chilena quisiera el olvido. Con este accionar la memoria se ve
encapsulada por el pasado porque no permite el duelo, situación que para el contexto mediático y
coyuntural se vuelve muy peligroso, dilatando a la memoria, volviéndola inconsistente y carente
de significación.

En Chile a pesar de los cambios culturales que han ido movilizando a su sociedad, aún no ha
llegado la necesidad cierta de profundizar sobre su pasado reciente. Han existido momentos en
que el recuerdo se ha vuelto palpable. Uno de los mas concretos ha sido el inicio del estudio y de
la discusión del proceso de derogación de la Ley de Amnistía en el Parlamento e impuesta por la
dictadura a cinco años del golpe de Estado, la que buscaba impedir las investigaciones judiciales
de todos los casos de violaciones a los Derechos Humanos cometidas entre 1973 y 1978, con la
sola excepción del asesinato del ex ministro de Asuntos Exteriores Orlando Letelier, quien murió
en un atentado con bomba ocurrido en Washington, en 1976. Los parlamentarios oficialistas
recién durante el gobierno de Michel Bachelet, han presentado un proyecto de ley respecto de este
cuerpo legal que ha puesto un manto de impunidad sobre las graves violaciones a los derechos
fundamentales cometidas por agentes del Estado (militares y civiles) durante los años más duros
del régimen de facto. El gobierno –por su parte- solo ha planteado su deseo de estudiar la
iniciativa, pero no de patrocinarla. Surgen entonces variados cuestionamientos sobre si realmente
ha existido un desagrado con estos hechos, en otras palabras, por qué no se ha podido enfrentar a
la historia y a las memorias, o es que el acontecer político, social y económico de la Unidad
Popular trae consigo la amnesia por los errores cometidos, ya que eran parte del costo humano que
éstos traían. Es una indiferencia que sigue hiriendo a una buena parte de la sociedad chilena, pero
que ha negado la indagación en la condición moral del país. Como plantea Tony Judt en su texto
‘Desde la casa de los muertos. Sobre la memoria europea moderna’: “… la memoria (…) estaba
dividida. En verdad, esa división adquirió una forma institucional”28.

La derecha ha pretendido equiparar las responsabilidades frente al tiempo histórico del gobierno de
la Unidad Popular, cerrando la puerta a una indiscutible ‘verdad y justicia’, promoviendo una línea
de razonamiento que niega las culpas y coteja lo igualitario para todos, responsables y víctimas.
Al decir de Judt, una nación debe recordar algo para luego poder comenzar a olvidarlo. Pero es
ante este ejercicio social en que la derecha chilena ha sido insistente en su negativa de desentrañar
el pasado para sanear las relaciones sociales a través de la justicia y la reparación a las victimas del
terrorismo de Estado. De hecho, una vez presentado el proyecto de ley, las críticas derechistas no
se hicieron esperar, negando su votación a favor de la derogación, argumentando que el eliminar
este cuerpo legal generaría el entorpecimiento de la labor de los tribunales de justicia. “No es
bueno para el país, no es bueno para el clima de paz social que se ha generado, el volver a
insistir sobre un tema en el cual no existe pleno consenso entre los chilenos y tampoco tiene el
apoyo del propio Gobierno"29.

Para Yosef Hayan Yerushalmi, un pueblo olvida cuando la generación poseedora del pasado no lo
transmite a la siguiente o ésta rechaza lo recibido. Ambas situaciones pueden estar entremezcladas
en Chile. Se ha transmitido, es cierto pero al parecer no ha sido suficiente porque, por ejemplo, los

28
Tony Judt: “Desde la casa de los muertos. Sobre la memoria europea moderna”. www.cholonautas.edu.pe
29
www.lukor.com : “Chile. El oficialismo chileno inicia una estrategia para derogar la Ley de Amnistía dictada por
Pinochet en 1978”. Entrevista al diputado Marcelo Forni, jefe de la bancada de la Unión Demócrata Independiente
UDI, partido derechista integrado también por ex funcionarios de la dictadura.

15
jóvenes de hoy ya no son protagonistas de su propio destino político. Las elecciones
presidenciales han quitado el velo del poder disputado por los partidos políticos y sus cúpulas. El
único llamado concreto hacia los jóvenes chilenos es a que se inscriban en los registros electorales,
para que participen de un proceso que se percibe como ilegítimo y ajeno a la realidad juvenil. Ese
es el único llamado a la participación ciudadana. Es cierto que los jóvenes siempre han forjado
manifestaciones y expresiones que los motivan y ayudan a no olvidar las utopías pero, también es
cierto, que se les ha negado sistemáticamente sus derechos básicos como la educación pública de
calidad y equitativa, como la expresión de libertad y manifestación, como el derecho a un trabajo
digno, como el derecho a una salud de calidad, como el derecho a la información sobre una
sexualidad reproductiva responsable, como el derecho a no ser discriminados, como el derecho a
no ser maltratados físicamente ni sicológicamente –fuera y dentro de la familia-, como el derecho
contar con una institución nacional de Derechos Humanos que de manera independiente pueda
otorgar un mecanismo tanto de denuncia como de reparación accesible a los niños y jóvenes, etc.
El Estado se ha desentendido de estos tópicos y los gobiernos y la sociedad se han acomodado a
ello, dejando un reducido espacio de desarrollo y liberación para este grupo social como son los
jóvenes que tanto hoy como en antaño han colocado el cuerpo y con ello la vida para salvaguardar
el buen desarrollo de esta sociedad y su democracia. No se alienta, por parte del Estado, a una
participación activa y sistemática de la sociedad civil en su conjunto, menos aun de los jóvenes en
la promoción y realización de sus propios derechos. Se le niega a este grupo a que dentro de sus
familias, en sus propias escuelas, comunidad u otras instituciones tengan derecho a opinión en los
asuntos que les afecten.

La derecha ha hecho eco de esta deficiencia concertacionista y ha adquirido, a través del tiempo,
ciertos conceptos y discursos que en un momento, solo eran un campo discursivo, de ideología y
de desarrollo para la izquierda. El sufrimiento para la derecha ya no solo radica en la necesaria
nebulosa reparación por la violación de los derechos humanos, sino también es un discurso liviano
que promueve ‘la alegría del cambio’. Según ellos, la continuidad de las políticas sociales del
gobierno de Bachelet son importantes y con un buen aspecto, pero serían solo ellos y su futuro
gobierno los capaces de motivar el salto a la modernidad y al primer mundo del cual, se supone
Chile está solo a unos pasos. Esto es una clara reminiscencia al pasado heredado desde la
dictadura hasta nuestros días. Un éxito rotundo para ellos en la historia contemporánea chilena.
Ellos hoy promueven la paz, la tranquilidad y el olvido como método inequívoco de la necesaria
reconciliación chilensis, tratando de hacer permutar constantemente la cultura popular.

Las víctimas de la dictadura, los muertos y los sobrevivientes, en su concepto tal “han sufrido una
alteración fundamental, ya que perdió la nitidez explicativa convencional para volverse mas
fragmentario y susceptible de que se sustituya la universalización de un acontecimiento como
fenómeno paradigmático por una gestión de memoria basada en el reconocimiento del carácter a
la vez ubicuo y difuso de la violencia política”30.

En definitiva a veinte años del ‘retorno’ a la democracia, lamentablemente las autoridades


gubernamentales de nuestro país no han promovido un proceso de real participación de la sociedad
civil, ni los cambios necesarios para su construcción, como la modificación de enclaves
autoritarios de la Constitución Política del país. De hecho las manifestaciones que se han
desarrollado en Chile durante los últimos años, como el movimiento estudiantil del año 2006, han
demostrado lo dificultoso que es poder emprender cambios sustanciales y estructurales desde y
para la propia sociedad civil, específicamente desde los jóvenes. Esto también queda de
manifiesto en las dificultades que, a la vez, encuentran las reformas a las previsiones, al sistema de
30
Andrés H. Reggiani: “Culto de las victimas y políticas de la memoria en la Alemania reunificada”. En revista Punto
de Vista. P. 13. Agosto 2007

16
salud, al sistema laboral, al reconocimiento de los pueblos indígenas y la ratificación de los
tratados internacionales que buscan defender y promover los Derechos Humanos.

Con este panorama nos damos cuenta de lo lejano que resultan procesos de países de la región
tendientes a una mayor solidez democrática, al compartir con la ciudadanía las bases de su
convivencia política y donde, a pesar de ser sociedades basadas en el sistema neoliberal, no han
dejado de lado el rol fundamental que debe tener el Estado en el desarrollo de las políticas
públicas.

Estos elementos son algunas de las claves para comprender el gran desinterés por la participación
social en el país, demostrado en la baja capacidad de reacción ciudadana frente a situaciones que
han afectado su bienestar o el aumento de personas no inscritas en el registro electoral, por
ejemplo. El descontento se ha transformado en un factor clave que determina un desarrollo
precario en nuestra democracia, un desapego democrático que se manifiesta de manera violenta y
explosiva o de manera pasiva por parte de la sociedad. Además la clase política muestra una
evidente sequía de ideas, de proyectos y voluntades.

En este sentido, se requiere de un proyecto social, en donde la democracia imparta, como un


principio estructural, la igualdad de las personas, el respeto a la diversidad y la valoración de su
capacidad democrática, del saberse ciudadano responsable y considerado como parte de la
construcción de un país. “Cada vez que me doy la autoridad de prohibir (o elegir) algo a otro,
estoy imponiéndole mi opinión… El poder escoger es una cosa legítima… Debo tener acceso a
escoger. Y eso no lo están permitiendo”31. Se requiere de una discusión y confrontación de ideas
al interior de la sociedad. No se puede acallar esta cuestión por solo llegar a acuerdos de
cuestionable reputación y efectividad para la democracia chilena. La ética debe ser un vértice para
la defensa de los Derechos Humanos. “La verdad y la justicia deben ser como dos muchachas
lindas”32. Éste es un tema central en el debate histórico del país para su propia estabilidad social.
Lo único que la memoria retiene, diría Yerushalmi, es aquella historia que pueda integrarse en el
sistema de valores… porque lo olvidado puede, en cierta medida, ser recuperado hasta en el menor
de sus detalles, con lo que reafirmaría que la memoria social en Chile, continúa siempre ahí, y que
aunque no la veamos, ella está como el sol, siempre presente…

31
The Clinic. Firme junto al pueblo: Entrevista a Humberto Maturana. P.19. Año 10, N° 276. Santiago, 15 de enero
de 2009.
32
Película Dawson Isla 10. Ibíd.

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