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Nuevas reflexiones, sin embargo, nos harán ver que muchos aspectos
del desarrollo adolecente dependen también de los adelantos
cognoscitivos realizados durante este periodo. Estos cambios
cognoscitivos influyen fuertemente en las modificaciones del carácter de
las relaciones padres-hijos, en las nacientes características de la
personalidad y en los mecanismos de defensa psicológica, en la
planeación de las futuras metas educativas y vocacionales, en las
crecientes preocupaciones por los valores sociales, políticos y
personales, incluso en el sentido en el que se va desarrollando de la
identidad personal.
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Uno de los aspectos más importantes de la aparición del pensamiento
operacional formal es la capacidad de tomar en consideración hipótesis o
proposiciones teóricas que se apartan de los acontecimientos
inmediatamente observables. En contraste con el niño que esta
preocupado principalmente por aprender a funcionar en el mundo del
“aquí y ahora”, el adolecente es capaz “no solo de captar el estado de
cosas inmediato sino también el posible estado en el que podrían
cobrar”, las implicaciones de tan solo esta cambio son muy bastas.
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Gran parte de la preocupación aparentemente apasionada del
adolecente por los defectos de sus padres y del orden social, así como
por la creación de “posibles soluciones sustitutas”, a menudo no pasa de
ser primordialmente verbal, mas cosas de palabras que de hechos. Esto
constituye quizás un reflejo del hecho de que esta etapa del desarrollo
cognoscitivo es aun relativamente nueva, y de que no ha sido integrada
totalmente en la adaptación ala vida del adolecente.
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Todo será pasto para el pensamiento, para el pensamiento hablado para
la apasionada discusión, para las interminables discusiones, para la
afirmación perentoria; y el adulto, que sentirá que pierde un poco el pie
en esta marejada, a menudo no lograra darse cuenta de que lo que para
el es un vano rumiar gastados problemas o un estéril hacer las mismas
preguntas de siempre corresponde, en realidad, para el jovencito, alas
exploraciones y auténticos descubrimientos de su edad.
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Esto puede ayudar a explicar, al menos hasta cierto punto toda una
variedad de conductas de los adolecentes, así como sus experiencias,
entre lo cual figura la conciencia de si, a veces dolorosísima, que tiene el
adolecente. Cuando los sentimientos del adolecente son de autocritica,
es probable que suponga que los demás deberán de darse cuenta de sus
“deficiencias” y de ser igualmente críticos. Por otra parte, el chico
adolecente, de corta edad, que se esta delante del espejo flexionando
sus músculos o admirando su perfil, o la chica que se pasa las horas
maquillándose o peinándose o poniéndose un vestido tras otro, quizás
estén soñando en la fabulosa impresión que habrán de causar en su
pareja o en la reunión a la que asistirían esa mismo noche. Es tal vez una
de las tragedias menores de la vida adolecente el que cuando esas
personas jóvenes se juntan realmente, cada una de ellas suele estar mas
preocupada por si misma que interesada por observar a otros.
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La intelectualización puede ser empleada defensa psicológica por
algunos adolecentes para tratar algunas ansiedades perturbadoras que
pueden ser el muy doloroso resultado de enfrentar directamente. La
intelectualización es poner en forma abstracta, impersonal, filosófica,
cuestiones que constituyen realmente un motivo de preocupación
inmediata, personal.
Por ejemplo, puede indicar una grave preocupación por la forma en que
se deben manejar los insólitos e insistentes impulsos sexuales o los
sentimientos agresivos, o por como deben resolverse los conflictos entre
la infantil satisfacción de los deseos y una conciencia crecientemente
exigente.
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En la sociedad occidental, para que un adolecente llegue a ser
verdaderamente adulto y no simplemente maduro en lo físico, tiene que
llevar acabo una serie de tareas básicas del desarrollo: ajuste a los
cambios físicos de la pubertad y del crecimiento posterior adolecente, y
ala corriente de pensamientos nuevos a que da lugar la maduración
sexual; el desarrollo de su independencia respecto de los padres o de
otras personas que se encarguen de el; el establecimiento de efectivas
relaciones y de trabajo con coetáneos del mismo sexo y del opuesto; y la
preparación para una vocación que tenga sentido.
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independencia; quizás aumenten las necesidades de proyectar las
necesidades vocacionales del futuro y alterarse la clase de identidad
personal y social que seria variable tanto en el mundo de hoy como el de
mañana. Pero independientemente de las formas particulares que
tomen, cada una de ellas sigue siendo una tarea decisiva e indispensable
del desarrollo del adolecente.
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probablemente habrán de ser fuertes ambas, lo cual dará origen a
conflictos y a conductas vacilantes. Sin embargo, el grado de dificultad
que encontrara el adolecente por lo que toca establecer su
independencia dependerá en gran medida de:
La congruencia, la velocidad, la magnitud y la complejidad del
entrenamiento para la independencia sancionada por la sociedad
en su conjunto.
Las practicas de crianza de niños y los modelos de conducta
proporcionados por los padres.
Las interacciones con los coetáneos y el apoyo que presenten ala
conducta independiente. Hay amplias variaciones en las pautas del
crecimiento para la independencia tanto entre las diversas culturas
como entre las diferentes parejas de padres.
En varias culturas ágrafas e inclusive en algunas zonas culturalmente
aisladas de sociedades mas adelantadas, la tarea de establecer
independencia puede ser menos difícil que en nuestra propia cultura
compleja, socialmente fragmentada y rápidamente cambiante. Hacia los
6 o 7 años de edad, las niñas comienzan a cuidar a sus hermanos
menores, air al mercado, a ayudar a servir comida y lavar platos, y
quizás a encargarse de cuidar a los animales domésticos pequeños.
Hacia la misma edad, los niños comienzan a recoger alimentos y forrajes
en los campos, y a cuidar a los animales grandes, como son las cabras o
los burros.
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