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ABERRATIO ICTUS

I. PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA._ II. POSICIONES DOCTRINALES.- III.


DERECHO PENAL ESPAÑOL.

I. Planteamiento del problema.- Si se considera como uno de los


elementos necesario a toda actividad dolosa, la existencia, por
parte del autor, de una previa representación del desarrollo y
alcance de la acción que se propone realizar, ya que sin esa
representación no puede concebirse la intención o dolo, nos
encontramos en unos casos en que el desarrollo de los
acontecimientos se apartará, en cierta manera del curso
hipotéticamente representado por el agente y en los cuales se
presentarán, como consecuencia de tal desviación importantes
problemas en cuanto a la valoración del carácter doloso del
resultado obtenido, o sea, entre acción propuesta y resultado
obtenido, recae sobre elemento esencial en dicha representación,
podrá haber lugar a una exclusión del carácter doloso del hecho
ejecutado.
Varios son los casos de desviación o extravío entre el acontecer
real y el representado que se estudian teóricamente y que se
reúnen bajo el nombre de casos de erro de hecho, aberración o
extravío y siendo uno de ellos la aberratio ictus o extravío en el
acto.
Al proponer el problema de la aberratio ictus nos dice MEZGER1,
que “se habla de ella cuando el acto dirigido contra un
determinado objeto de la acción, produce su eficacia no sobre él,
sino sobre otro equivalente. El sujeto activo, por ejemplo,
procediendo con dolo de matar, encañona a X, que se encuentra
frente a él, pero la bala no le da y, en cambio, alcanza y mata a
Y”2
Vemos que en estos casos logra el autor con su acción un
resultado igual o equivalente, al propuesto –el matar a un
hombre-, pero, sin embargo, por causas imprevistas y ajenas a su
intención se produce una variación en el elemento pasivo-muerte
de Y en vez de X-, o sea, una desviación del curso real de la acción
con relación al curso hipotéticamente representado que da lugar a

1
V. Mezger, Tratado de Derecho Penal, traducción y notas de J. A. Rodríguez Muñoz,
Madrid, 1935, t.II. pág. 102.
2
Si bien no hay duda entre los autores sobre el contenido del problema que se estudia
bajo la denominación de aberratio ictus, debemos hacer notar que Quintano Ripolles,
en sus Comentarios al Código Penal, Madrid, 1946, vol. I. pág. 21, considera,
erróneamente, que en dicha aberratio “la equivocación no está en la persona, sino en
el golpe, es decir, en el acto. Ya no es Cayo, que queriendo matar a Tito, mata a Julio,
sino que Cayo, queriendo herir a Tuto, le mata en lugar de herirle
la existencia de un caso de error. En la existencia de este error no
hay ninguna duda, pero en lo que sí hay dudas y pareceres, es en
determinar si este error, esta aberratio, afecta o no esencialmente
a la representación necesaria a todo actuar doloso.

II. Posiciones doctrinales.- Antes de entrar en el examen del


problema de la aberratio ictus, debemos hacer resaltar la
distinción elaborada por la doctrina, entre curso o nexo causal y
resultado de la acción. Entenderemos por resultado el hecho
descrito por la norma penal concreta; así la muerte de un hombre
por otro, la sustracción de un menor de siete años, etc. Constituirá
el curso o nexo causal el conjunto de hechos y circunstancias, que
en relación de causalidad entre sí, concurra en la producción de
un resultado; así, el golpear a un hombre llamado Pedro para
luego de hacerle perder el conocimiento causarle la muerte, etc.
Su aplicamos esta distinción a los casos de aberratio ictus, vemos
que en ellos el resultado no sufre alteración – se realiza el hecho
descrito- pero, sin embargo, por desviación o error en el curso
causal, se produce un extravío en la acción que hace que el
resultado recaiga sobre distinto elemento pasivo, pero
equivalente, al que efectivamente se dirigía.
El problema doctrinal quedará centrado, pues, en la determinación
de la relevancia que para la existencia de la representación previa
al dolo tenga la desviación producida en el curso causal por la
aberratio ictus. Y en esto no es unánime la opinión de los
penalistas, ya que, incluso, mientras unos afirman la posibilidad
de que cierta desviación del curso causal pueda anular el dolo por
falta de representación, otros niegan toda relevancia a cualquier
error que afecte sólo al curso causal y no al resultado.
Dentro del grupo que afirma la necesidad de la representación del
curso causal tampoco hay unanimidad. Y ello es debido a que,
teniendo que reconocer la imposibilidad de que el autor prevea de
manera exacta un curso causal futuro con todos los extremos y
detalles, hay que admitir una distinción, dentro del curso causal,
entre unos elementos accidentales y otros esenciales para su
representación. Los primeros carecerán de importancia; en
cambio, los segundos podrán, de no realizarse, ser causa de una
desviación verdadera en el curso causal. Vemos, pues, que se
presenta, para los que mantienen la relevancia del curso causal,
un inevitable problema de valoración, y es en la determinación de
este criterio de valoración en lo que hay distinciones u
orientaciones entre ellos. Así vemos que algunos autores como
LISZT3, y M. E. MAYER4, se dejan llevar por las apreciaciones
excesivamente subjetivistas, demasiado dependedientes del
pensamiento del autor y que el mismo MEZGER 5 critica por dichos
motivos, al mismo tiempo que señala que “lo que ha de decidir
será más bien un enjuiciamiento objetivo de la desviación del
curso representado del real, orientado en las valoraciones de la
ley”. Y estima este mismo autor que “en tanto el resultado se ha
producido con arreglo a un curso causal que se desvía
esencialmente del curso representado por el autor, no puede
imputársele a título de dolo”. Dentro de esta dirección y con
referencia a la aberratio ictus sostiene la esencialidad de la
desviación producida que, por lo tanto, elimina todo carácter
doloso al resultado obtenido por no habérselo representado el
agente. Así, en el caso transcrito, muerte de Y en vez de C, dice
dicho autor que “lo que existe es una tentativa de homicidio
doloso de X, con la que, según las circunstancias, puede concurrir
el homicidio culposo de Y”6
Hemos llegado, pues, a una de las dos soluciones dadas al caso de
aberratio ictus
. Muchas han sido las críticas que a la posición de MESGER y sus
seguidores, han hecho otros penalistas que, como CUELLO CALÓN,
señalan, entre otras cosas, que “no es admisible que de una sola
intención criminosa deriven dos delitos de clase diversa, de aquí
que en caso de homicidio habrá un solo homicidio doloso, porque
en este caso concurren todos los elementos objetivos y subjetivos
del homicidio, se quería matar a un hombre y efectivamente un
hombre ha sido muerto, y el objeto jurídico del homicidio es el
hombre en general y no un hombre determinado”7.
Debe considerarse, respecto a esta crítica, que la primera parte de
la misma aparece con un valor muy relativo, principalmente si se
tiene en cuenta que de lo dicho por MEZGER no se deduce la
3
Cree este autor que el error en el curso causal será esencial cuando la previsión del
curso real hubiera detenido al agente en la ejecución del hecho. V LISZT-SCHMIDT,
Lehrbuch des deuchtschen Strafrechts, 1921, pág. 179
4
Determina la esencialidad, según este autor, la significación hipotética que la
desviación tenga con relación al proceso motivatorio del agente. Así niega la existencia
de dolo cuando la forma de ejecución pensaba por el sujeto y en realidad no producida,
pertenece a las circunstancias que han suministrado a la representación del resultado
su influjo motivador. (Citado por MEZGER, Tratado, t.II, pág. 98)
5
Ob. Cit., t. II. Pág. 98
6
V. MEZGER, ob. Cit., t. II, pág. 102, Cita este autor como partidarios de esta solución a
OLSHAUSEN ALLFELD, v. HIPPEL, v BAR, GERLAND KÖHLER, WACHENFELD y el
REICHSGERICHT, en varias de sus sentencias. Menciona en contra a FRANL, FINGER,
BELLING, LISZT-SHMIDT, M. E. MAYER Y SAUER.
7
V. CUELLO CALÓN, Eugenio, Derecho penal, octava edición, Barcelona, 1947, t. I, pág.
318. En el mismo sentido ANTÓN ONECA, Derecho penal, Parte General, Madrid, 1949,
págs. 213 y 214
existencia, siempre, de dos delitos. En cuanto al argumento
siguiente, ha de observarse que, si bien es cierto que concurren
todos los elementos objetivos, en cambio los subjetivos aparecen
profundamente alterados, ya que no se quería matar a “un
hombre”, sino a “cierto hombre”, o sea, X en el caso de
referencia, y, en cambio, el realmente muerto ha sido “otro
hombre”, que aunque delante de la norma penal no se diferencia
en nada del anterior, debe tenerse en cuenta que había quedado
completamente fuera de la intención del autor, que se habrá
limitado a representarse la muerte de X8.
Otra posición doctrinal sobre la aberratio ictus viene de la
fundamentada en que no hace falta la representación de la
cadena de hechos causales para la existencia de una actuación
dolosa y que, por lo tanto, ninguna relevancia tendrá cualquier
desviación que pueda producirse en este nexo causal. La
irrelevancia de esta desviación viene determinada según FERRER
SAMA9, por recaer sobre circunstancias cuta representación no es
decisiva para la configuración del dolo, ya que éste, en general,
no se fija en la forma como ha de producirse el resultado y, por
tanto el caso a que nos venimos refiriendo será considerado
simplemente como un homicidio dolosos de X, ya que se habrá
producido el resultado descrito en el tipo, muerte de un hombre
por otro, y sólo habrá habido desviación en cuanto a la identidad
del hombre muerto, circunstancia ésta que queda fuera del tipo y
que por lo tanto carece de interés en cuanto al dolo; o sea que en
este caso, señala el autor antes citado 10, coinciden exactamente el
elemento interno, doloso (muerte de un hombre), ya que la ley
considera como sujeto pasivo del delito de homicidio a la persona
en general y no a tal o cual persona11.
Esta última solución al problema de la aberratio ictus, o sea, la
que niega la esencialidad de dicho error o extravío, es la más
generalmente aceptada por los penalistas, que la defienden por
las razones antes expuestas, bien por otras o simplemente
dejándose llevar por el camino ya trazado por los anteriores.
Podemos señalar, como conformes con la posición a que nos
venimso referiendo, además de FERRER SAMA, a ALIMENA,

8
Otro caso sería se el autor se hubiera propuesto exactamente, mla muerte de un
hombre cualquiera, pes entonces si que, aunque se realizara un cambio en el elemento
pasivo, la representación no sufrirá alteración y, por lo tanto, no se disminuirá la
intención en nada, ya que ésta se habrá realizado exactamente.
9
El error en Derecho Penal, Murcia, 1941, págs. 38, 51 y 57
10
FERRER SAMA, ob. Cit. Pág. 57
11
Es de aplicación aquí lo dicho anteriormente respecto a la segunda parte de
la crítica de CUELLO CALÓN a la posición de MEZGER.
PESSINA, CUELLOS CALÓN, QUINTANO RIPOLLÉS12, SÁNCHEZ
TEJERINA, y, además, FRANK, M. E. MAYER, FINGER, BELING,
LISZT-SCHMIDT y SAUER. La mayoría de estos autores equiparan
los casos de aberratio ictus a los de error in objecto, considerando
que no hay razón que justifique una diferencia entre ellos13.
Debemos hacer resaltar la posición tomada por los redactores del
Código Penal italiano, ya que es uno de los pocos textos legales
que regula los casos de error y que además lo hace con bastante
detalle. Concretándonos al caso de la aberratio ictus, es de interés
el artículo 82, que dice, en si primer párrafo, que “cuando por erro
en el uso de los medios de ejecución del delito, o por otra causa,
es ocasionada ofensa a persona distinta de aquella a la cual la
ofensa era dirigida, el culpable responde como si hubiese
cometido el delito en daño de la persona que quería ofender,
salvo, por cuanto se refiere a las circunstancias agravantes o
atenuantes, las disposiciones del artículo 60”. El artículo 60, por
su parte, dispone que en estos casos de error sobre la persona
ofendida no se apreciarán las circunstancias agravantes derivadas
de la condición o cualidad de la persona, o bien de sus relaciones
con el ofendido, con la excepción de las que se refieran a la edad,
u otras condiciones o cualidades físicas o psíquicas. Vemos, pues,
cómo, en esta reglamentación legal, se mantiene en posición
tradicional y se niega toda la relevancia a la aberratio ictus,
calificándose de dolos el resultado obtenido, como si se hubiese
cometido en daño de la persona que se quería ofender.
Debemos hacer notar, después de todo lo expuesto, que la mayor
aceptación de que goza la posición doctrinal que hemos expuesto
en segundo lugar, no debe interpretarse en descrédito ni como
causa de refutación total que la primera, defendida por MEZGER,
ya que tanto la una como la otra tienen sus puntos fuertes y
débiles. Ha de reconocerse que, si bien la que califica de doloso el
resultado parece responder mejor a los criterios que informan la
doctrina y los ordenamientos punitivos actuales, la de MEZGER

12
Este autor, si bien sin referirse exactamente a la aberratio ictus, dice que no escapan
a la acción del Derecho penal los casos de disparidad entre intención criminal y el mal
objetivo “cuando el error surge entre una voluntad inicialmente criminal y un resultado
dañoso”. Este argumento parece estar influido por el principio del versarii in reillicita, al
que nos refermos en la nota 14. V. QUINTANO RIPOLLES, Comentarios al Código Penal,
Madrid, 1946, vol. I, pág. 21
13
Se entiende que hay error in objecto cuando elk autor dirige su acción y la realiza, no
contra el objeto a que pensaba dirigirla, sino contra otro equivalente. Si el elemento
pasivo es una persona física, se denomina error in persona, y se da este caso cuando A
golpea a B confundiéndolo con C, a quien realmente quería golpear. No hay, en esta
caso, extravío en la acción material, sino un error en la identificación del sujeto pasivo.
En los casos de error in objecto es indudable el carácter doloso de la acción y en ello
hay unanimidad entre los penalistas.
valora, a nuestro parecer, de manera más técnicamente depurada
el extravío que en la aberratio ictus se produce y, además, no
rompe la relación penal nacida entre autor y elemento pasivo
contra quien se dirigía verdaderamente la acción, ya que
mantiene, contrariamente a la otra posición, la existencia de una
tentativa que aparece claramente dibujada.

III. Derecho penal español.- En el Código penal español el


problema de la aberratio ictus no aparece solucionado y así debe
recurrirse, por tanto, a la noción vaga y general que su letra da
acerca del concepto de dolo y examinar los efectos que dicho
extravío en el curso causal puede producir sobre la voluntariedad,
de acuerdo con los principios que informan el texto. Es general la
interpretación en el sentido de que en nuestro Código la aberratio
ictus no produce ninguna modificación sobre el carácter doloso del
resultado. Están de acuerdo con esta interpretación, FERRER
SAMA, CUELLO CALÓN, PUIG PEÑA, QUINTANO, SÁNCHEZ
TEJERINA y además la jurisprudencia del Tribunal Supremo que, de
modo terminante, ha sentado con referencia a uno de estos casos
de aberratio ictus que el supuesto de que el autor tuviera el
propósito de dirigir su acción contra una persona y la dirigiera
realmente contra otras distintas, no altera la calificación jurídica
del hecho, pues el error sobre el sujeto pasivo es de naturaleza
accidental y no destruye el carácter criminal del hecho, doctrina
confirmada por el párrafo tercero del artículo 1 del Código penal,
que declara la responsabilidad criminal, del que comete
voluntariamente un delito o una falta, aunque el mal ejecutado
fuere distinto del que se había propuesto ejecutar (Sentencia de
23 de abril de 1934). La doctrina expuesta en esta sentencia viene
mantenida por el Alto Tribunal, sin la menor vacilación, así en
sentencia de 25 de junio de 1907 declara homicida al que
voluntariamente disparó tres tiros de revólver contra una persona,
hiriendo y produciendo la muerte a otra distinta, ya que sus actos,
contrarios a la ley, fueron conscientes y adecuados para conseguir
el fin de matar, que fue su resultado; igualmente en sentencia de
17 de diciembre de 1935 considera que la manifestación externa
de voluntad antijurídica excluye toda posibilidad de considerar
culposo el cato realizado, ya que arrojó una piedra contra
determinada persona, con la que había tenido anteriormente una
cuestión, no cabe derivar de la circunstancia fortuita de que
aquélla no lesionara a la persona a la que era dirigida, sino a otra
que la acompañaba, la falta de intención dolosa que se infiere de
los antecedentes de la agresión, del hecho de ésta y del empleo
de los medios idóneos para producirla14.
Resulta, pues, que existe actualmente unanimidad, tanto en la
doctrina, como en la jurisprudencia, en cuanto a la valoración de
la aberratio ictus en el Código penal español, pero sin embargo
creemos de interés sobre este punto, lo que dice RODRÍGUEZ
MUÑOZ15 refiriéndose a la solución dada por MEZGER al caso que
nos ocupa. Escribe el citado penalista español, que después de
examinar los obstáculos que representan el párrafo tercero del
artículo 1, y las reglas primera y segunda del artículo50 del
Código Penal español para una correcta construcción del dolo y de
considerar la influencia que el pensamiento del versarii in re
illicita ha tenido en nuestros textos penales, opina “que en
nuestro Código es perfectamente posible resolver los casos de
desviación entre el curso causal real y el representado con arreglo
a lo que en el texto (de MEZGER) se expone, pero con una sola
condición: con la condición de que el mal que el sujeto cause
efectivamente con su conducta no sea (a causa de la desviación)
distinto del mal que el agente se propuso. Pues si ocurre esto
intervienen las reglas primera y segunda del artículo 50 (sobre la
base del párrafo tercero del artículo 1) e imposibilita toda otra
solución”. Vemos, pues, que en nuestro Código penal no queda
completamente cerrado el paso a posibles cambios en lo que se
refiere a la valoración legal de la aberratio ictus, ya que el
tratamiento penal que actualmente se la somete viene
determinado, no por el estricto contenido del texto legal, sino más
bien por la interpretación que al mismo se da, bajo la influencia de
determinados criterios que pueden ser revisados.

14
Se refleja en esta última sentencia el influjo ejercido sobre nuestro derecho penal,
por el criticado principio del versarii in re illicita, con el que se afirma la existencia del
dolo, no sólo cuando ha existido voluntad de ejecutar el hecho criminoso, sino también
cuando al realizar voluntariamente una conducta prohibida se ocasiona un resultado
delictivo.
15
V. en nota a la traducción del TRATADO de MEZGER, ya citado, t. II, pág. 99

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