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La
metáfora del sujeto
Apéndice.
La metáfora del sujeto
(nota)(1)
Mejor sería que pasara por sobre la defensa para llegar a unirnos a él. Este es el sentido que
llevará la observación que ya he formulado, es decir, que a partir de las manifestaciones del
inconsciente, de las que me ocupo como analista, he llegado a desarrollar una teoría de los
efectos del significante en que doy con la retórica; lo atestigua el hecho de que mis alumnos,
leyendo sus libros, reconocen el brete mismo en que los he metido.
Me veré pues, llevado a interrogarlo, no tanto sobre lo que aquí ha argumentado, tal vez con
demasiada prudencia, cuanto sobre determinado punto en que sus trabajos nos llevan a lo más
vivo del pensamiento.
La metáfora, por ejemplo, acerca de la cual se sabe que articulo en ella una de las dos
vertientes fundamentales del juego del inconsciente.
No dejo de concordar con la manera en que Perelman la trata al descubrir en ella una
operación de cuatro términos y hasta con su justificación por el hecho de separarla
decisivamente de la imagen.
No creo que tenga por ello fundamento para creer que la ha reducido a la función de la
analogía. (Nota(2))
B C
se sostienen en su efecto propio por la heterogeneidad misma en que se reparten como tema y
fora, este formalismo ya no es válido para la metáfora, y la mejor prueba es que se esfuma en
las mismas ilustraciones aportadas por Perelman.
Hay, si se quiere, cuatro términos en la metáfora, pero su heterogeneidad pasa por una línea
divisoria—tres contra uno— y se distingue por ser la del significante al significado.
Para precisar una fórmula que he dado en un artículo intitulado "La instancia de la letra en el
inconsciente", lo escribiré de este modo:
Va gráfico
Para demostrarlo con uno de los ejemplos mismos de Perelman, el que ha escogido
atinadamente del tercer diálogo de Berkeley(3), esto es, un océano de falsa ciencia, se
escribirá así, pues más vale restaurar lo que la traducción tiende ya a "adormecer" (para
honrar, con Perelman, una metáfora muy lindamente hallada por los retóricos):
Learning "enseñanza", no es, en efecto, ciencia, y sentimos aun mejor que este término tiene
tanto que ver con el océano como los cabellos con la sopa.
De "despertársela" en su frescura, esta metáfora, como cualquier otra, revela ser lo que es
entre los surrealistas.
La metáfora radical está dada en el acceso de rabia narrado por Freud del niño, aun inerme en
groserías, que fue su hombre de las ratas antes de consumarse en neurótico obsesivo, el cual
interpeIa a su padre al ser contrariado por este: "Du Lampe, du Handtuch, du Teller, usw." (Tu
lámpara, tu servilleta, tu plato... y qué más). En lo cual el padre titubea en autentificar el crimen
o el genio.
Puede uno asombrarse de sentir la necesidad de llevar tan lejos las cosas atinentes a la
metáfora. Pero Perelman me concederá que invocando, para satisfacer su teoría analógica, las
parejas del nadador y el sabio y de la tierra firme y la verdad, y reconociendo que de este
modo se las puede multiplicar indefinidamente, lo que él formula pone de manifiesto hasta la
evidencia que todas ellas están por igual fuera de foco y equivalen a lo que digo: que el hecho
adquirido de ninguna significación tiene nada que ver en el asunto.
Porque si cuestionamos la paz del atardecer, advertimos que no tiene otro relieve que el del
tono bajo de las vocalizaciones, así se trate del jadeo de los cosechadores o del alboroto de los
pájaros.
Después de lo cual, tendremos que recordar que, por muy blablabla que sea esencialmente el
lenguaje, es de él sin embargo que proceden el tener y el ser.
Sobre esto actúa la metáfora por nosotros mismos elegida en el artículo recién citado,
precisamente: "Su gavilla no era avara ni tenía odio" de Booz dormido. No es cantar vano que
evoque el vínculo que une en el rico, la posición de tener al rechazo inscrito en su ser. Porque
ahí está el callejón sin salida del amor. Y su negación no haría aquí nada más, lo sabemos,
que plantearla, si la metáfora que introduce la sustitución del sujeto por "su gavilla" no hiciera
surgir el único objeto del que el tenerlo necesita la carencia de serlo: el falo, en torno del cual
gira todo el poema hasta su última imagen.
Vale decir que la realidad más seria, y aun, para el hombre, la única seria, si se considera su
papel en el sostenimiento de la metonimia de su deseo sólo puede ser retenida en la metáfora.
¿A dónde quiero llegar sino a convenceros de que lo que el inconsciente trae a nuestro
examen es la ley por la cual la enunciación nunca se reducirá al enunciado de discurso
alguno?
No digamos que he escogido mis términos, sea lo que tenga que decir, bien que no sea vano
recordar aquí que el discurso de la ciencia, en la medida en que sería recomendable por la
objetividad, por la neutralidad, por la grisalla y hasta por el género sulpiciano, es tan
deshonesto y tan negro de intenciones como cualquier otra retórica.
Lo que hay que decir es que el yo [je] de esta elección nace en una parte distinta de aquella en
la que se enuncia el discurso, precisamente en el que lo escucha. ¿No es proporcionar el
estatuto de los efectos de la retórica cuando se muestra que éstos se extienden a toda
significación? Si se nos objeta que se detienen en el discurso matemático, estamos tanto más
de acuerdo cuanto que apreciamos en el más alto grado este discurso por no significar nada.
El único enunciado absoluto fue dicho por quien tenía derecho; a saber: que ningún golpe de
dados en el significante abolirá allí jamás el azar, por la razón, añadiremos por nuestra parte,
de que ningún azar existe sino en una determinación de lenguaje, y esto, sea cual sea el
aspecto en que se lo conjugue, de automatismo o de encuentro.
Escritos 1
Escritos 2
Notas finales
1 (Ventana-emergente - Popup)
[Cf. nota de la p. 509 del t. I de estos Escritos. As]
2 (Ventana-emergente - Popup)
Véanse las páginas, que nos permitimos calificar de admirables, del Traité de l'argumentation, PUF, t. Il.
pp. 477~584.
3 (Ventana-emergente - Popup)
Traité de l'argumentation, pág. 537.
4 (Ventana-emergente - Popup)
Traité de l'argurmentation, pág. 535,