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JESUALDO Vidade un maestro TRILCE Esta edicién sigue la primera publicacién de Vida de un maestro de Jesualdo, realizada por Ediciones de la Sociedad Amigos del Libro Rioplatense, Buenos Aires, 1935. Fotografia de caratula: Jesualdo Sosa Saderman, 1935. © 2005, Ediciones Trilce Durazno 1888, 11200 Montevideo, Uruguay. tel. y fax: (5982) 412 77 22 y 412 76 62 trilce@trilce.com.uy www.trilce.com.uy ISBN 9974-32-385-1 Para la maestra directora Maria Cristina, educadora y madre: Porque en el aro 1916 con tus jovenes 17 aitos, fundaste la escuela rural N° 56 de Canteras del Riachuelo (departamento de Colonia), como tierra fértil que entregaste para los posteriores trabajos con los nifios, hasta que de ellos surgieran espigas esperadas. Gracias Para el maestro ayudante Jesualdo, taumaturgo y padre: Porque recogiste la tierra ofrecida y con tus conocimientos e intuicio- nes, la laboraste hasta que apareciera la expresién creadora de tus alumnos, nifios, hombres, expresién que tii sabias estaba ahi. Gracias Para este clasico de la literatura educativa latinoamericana, que es el libro Vida de un maestro: Porque fuiste ~eres- testimonto, recuento, biografta, diarto de uno, de unos, o de este mundo que te vio nacer, que te vio crecer y se qued6 aqui para siempre gPor qué hoy a setenta anos de editado volvemos a publicar este lbro? Tal vez las razones sean muchas. Sélo diremos que aquel joven que orienta su interés hacia la docencia, sabe que él vibra en un com- plejo cosmos en donde interacttan varias interrogantes. Y para todo lector preocupado son también validas las preguntas planteadas: gEdu- car o simplemente entregar conocimientos? Si educamos zcon qué fi- nalidades lo hacemos? ,Cémo es el educando? zDe donde viene? ¢Cua- les son los factores que mas influyen en él? Como respetamos su indi- vidualidad? gComo hacemos que crezca? gCémo logramos una persona que ayude a transformar su realidad? Estos y muchos otros plantea- mientos se podran encontrar en las paginas de este maestro rural y de la directora de la escuela N° 56, su companera Maria Cristina Zerpa, que desde 1928 a 1935 realizaron su experiencia en Canteras del Ria- chuelo, Colonia. gCémo era este lugar?, ,cémo eran sus habitantes?, gqué lograron? Todas estas son interrogantes que se encuentran en esta especie de diario novelado. Estos son temas, también, de una narraci6n que describe un pueblo del interior con sus alegrias y sus tristezas humanas y que Jesualdo las transmite con la fuerza de la experiencia vivida. Dana, Cristina, Gustavo Sosa Zerpa Vispera El dia que los maestros quieran comprender que para ser verdadera- mente maestros no basta con ser maestros, podran zafarse de su hincon y entregarse a la musica, y al vértigo y a la dicha del viaje. Timida 0 zaharefia la criatura contempla el mundo con gjos veraces. Nada se le escapa. La belleza fugaz, como esa racha luminosa que se pierde en las alturas de los albaicines, el dolor sin palabras, el torbellino de la vida que pasa, el lubrican que muestra su archipiélago en llamas, los ocasos de adusta frente pensativa. El nirio ama la embriaguez del viaje y siente el fervor de la aventura. Siempre le reprochard a sus mentores la falta de arrojo, su humillacién a la amarra. No se puede sonar eternamente en las orillas. Y él aspira a romper el estatismo que le hurta la imagen movil y vibrante de los paisajes ansiados y lanzarse mar adentro, capitan 0 grumete de sus navios bailarines. Pero el maestro -con las excepciones que todos admiramos- no es el “minister omnium” dantesco, pues predestinado a servir -no en el senti- do marxista- aspira a ser servido, predestinado a sefalar las rutas in- éditas permanece aletargado sobre el pupitre, predestinado a escanciar el sdpido licor de las peripecias vehementes apura de un sorbo el conte- nido de las copas efimeras. Para él no tiene sentido el arbol que canta, la cuerda estridula del grillo y la noche acribillada de flechas tremelucientes. Vive en su celda didascdltca con la satisfaccién del ansar en el agua. Sabe conjugar el pretérito del subjuntivo pero no oye “la musica que esta enel nifio como el agua en el mar”. Dios le ha negado su gracia y él mira. ala vida con ojos resignados. No se sobrepone a su suerte y a pesar de ser un vencido antes de haberse entregado a la lucha, aspira a ser una méquina de precisi6n, un instrumento de las teorizaciones dogmaticas y no un hombre cruzado por una red de vias palpitantes, con un corazén y un cerebro regado por esa buena sangre que proclama la solidaridad de la especie. Y, con todo, si aparece un maestro disono, un espiritu creador que quiere hacer suyo el postulado de Ellen Key, la notable educadora sueca, cuando sostiene que la Escuela Nueva debe ser un ambiente de belleza, se descarga sobre él toda la fusileria de los planes inflexibles, el pragmatismo de los sinodos escolimados, la asfixiante tolvanera de la rutina, el automatismo envilecedor, el zaleo burocratico, forzandole a la labor desencantada y uniforme de las aranas o a sucumbir, sin piedad, clamando en el desierto. éQué cabe hacer en esa disyuntiva? Jesualdo, con sdlo mostrarnos su vida, nos da la respuesta. Eles un verdadero creador ~un poeta- y tiene fe en la genialidad del nifio. Cuan- do éste encuentre su expresién -extraviada en los matorrales de la peda- gogia vigente- habré colmado su destino y descubierto la luz que brota de su manadero vital. Tendra en sus manos la arcilla del porvenir. Pe- querios dioses que devuelven al mundo su ambicién de milagro levanta- ran, como en los versos de Tallon, el poeta argentino que se ha asomado con mas amor al cielo de la infancia, la ciudad iluminada que cabe en la gota de rocio y en el cristal del botellén del agua. La ciudad iluminada por la alegria del trabajo libérrimo. Lazaro Schallman, buido autor de dos libros importantes dirigidos a sostener la humanizacién de la pedagogia y a filiar el mito de la educa- cién moral, enciende sobre su atalaya el dngaro de esta exhortacién del Eclesiasiés: “Aldbese la alegria. No tiene el hombre otro bien debajo del sol”, sentencia cuyo espiritu va a colmar como la miel, los alvéolos de la nueva escuela. Hacia esa alegria dicroica proyecta la firme curva de sus suenos el autor de este libro. La alegria de crear, la alegria de vivir, sobreponiéndo- se al dolor del entorno, pero sin permanecer ajeno a él. Jesualdo, como toda alma faustica quiere alcanzar la serena libertad de accién del hijo de Anquises y de Venus. Es un optimista porque sabe que al final Anteo triunfara sobre Icaro. Pero no es un optimismo radical el suyo como el sustentado por Leibnitz y cuyo paradigma hallamos en Pangloss, sino el optimismo eutrapélico del que descubre que los caminos del cielo arran- can su corazén cuando esturga a sus criaturas como un buen alfarero. Enesa labor divina y humana el poeta se reconoce y espera. Las nubes reposan sobre las colinas hasta que descubrimos los abismos azules. Ascender ~metafisicamente- es crecer por dentro. Bajo la terca luz erizada de mastiles que presentan armas a la vida laboriosa del puerto, levemos anclas cualquier manana rumbo a su falansterio. A dos horas y media de Buenos Aires, bandeando el Plata, y a una del puerto de Colonia, junto a las Canteras del Riachuelo esta la escuela de Jesualdo Sosa y su compariera. El poeta, alto y fino como el fuste de una columna corintia, sonrte entre sus nifios luminosos, con la boca sufrida y los ojos oscuros y escrutadores. Hijos de rusos, de checo- eslovacos, de griegos, de italianos, de rumanos, las criaturas animan aquella colmena que adquiere una vibracién energética y persiguen qui- meras asibles accionados por una sinergia maravillosa. A todas ellas las veremos desfilar por este libro admirable. El centro de este universo es el poeta-maestro cuya intimidad pocos han penetrado. Yo quiero escorzar volanderamente, en esta visita, el croquis de su figura exterior -no la que nos devuelve transida y profunda sus poemas azogados- ahora que esta enel veril de los treinta anos, edad en la que el poeta comienza a despe- dazar las palabras que se interponen entre él y los hombres.

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