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LIBRO I
LA CONJURA DE TLATELOLCO
CICLO NAHUATL
Impreso en México
EL REGRESO DEL
POCHTECATL
CLEMENTINA MENDOZA C.
DEDICATORIA
Al México-Dual
Al Hombre
Porque es espíritu-materia
Y el que domina el espíritu,
domina la materia.
Aztlán-Espíritu
Tenochtitlan-Materia
INDICE
Págs.
Prólogo.................................................................... 11
PRIMERA PARTE
SEGUNDA PARTE
Mientras los guerreros recogían sus objetos personales, Comitl buscaba al guía. Le
gritaba, como era su costumbre, una gran cantidad de epítetos y calificativos bastante
severos. Como el maya seguía sin aparecer, lo amenazó con juramentos crueles y
humillantes, instándolo para que se presentara. Sin duda, el guía salió de su escondite
más indignado por las ofensas y amenazas, que por el temor de perder la vida.
Mostrándose, les dirigió a los hombres una tímida sonrisa y en forma despectiva le dijo
a Comitl, en perfecto náhuatl: “Cuando ordene el gran señor...” y en voz baja:
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El experimentado Comitl, no hizo caso de los insultos del guía, aunque los escuchó con
claridad.
Antes de que se diera la orden de avanzar, los hombres le pidieron al general que por
favor les permitiera enterrar o quemar los cadáveres de sus compañeros para que no
fueran presa de las fieras o aves de rapiña; pero Comitl no accedió, diciéndoles que no
había tiempo y, dándose la vuelta, ordenó avanzar. Teteme y los hombres dejaron de
mal grado a los difuntos; pero se consolaron cuando Ceti Miquini les aseguró que los
mayas, al ver el respeto con que se trató a sus muertos, les corresponderían de la misma
forma. El razonamiento los tranquilizó, pues supieron que así sería, debido a que los
mayas, aún estando en guerra, sabían ser personas generosas.
─¿Por qué esos hombres vienen golpeados y con ropas ensangrentadas? Échenlos de
aquí porque nos traerán serios problemas─.
Los guardias, sin hacer caso de la gente, los condujeron a una palapa, dejándolos ahí en
calidad de huéspedes; pero no les llevaron alimentos ni los atendieron de ninguna
forma; así que Teteme Ahuetl mandó a un lugareño por comida. A la mañana siguiente,
los hombres que regresaban de bañarse, comentaron que la gente les era hostil y
percibían un ambiente de violencia por los alrededores. Comitl les pidió que se
prepararan para salir.
El rey Nachi Xib, un anciano marchito y desgastado, entró a la palapa y con maneras
cortantes y nada gentiles manifestó que andaba buscando a Comitl Aca. Ante el general,
soltó una perorata que no se entendía, porque además de no tener dientes, el rey hablaba
en voz baja. Los guardias y la gente de Holoctún se aglomeraban tumultuosamente fuera
de la palapa. Otlica intervino y dirigiéndose al señor maya le dijo: ─No escuchamos
nada de lo que discutes anciano sin dientes, habla fuerte y claro para que podamos
comprenderte.
El anciano enojado les dijo: ─Hunac Ceel los está buscando para hacerles pagar caro la
afrenta de matar a Chac-Chi-Bat, sabio varón que vivía entre nosotros, y hemos
mandado llamar a los guerreros de Mayapán para que los castiguen; así que retírense de
inmediato o le diré a mi gente que les dé muerte.
Otlica respondió al anciano: ─Estos hombres que ves aquí son inocentes de toda culpa,
sólo han cumplido las órdenes de sus superiores, como bien debes saberlo noble Nachi
Xib, si es que en alguna ocasión has dado órdenes a tus guerreros; porque yo creo que te
molestarías si tus guerreros te cuestionaran o interrogaran acerca del motivo por el cual
das ésta o aquella orden; más bien creo, que sucede lo contrario; y cuando tú das un
mandato, ellos corren a cumplirlo sin cuestionamientos para darte gusto; por eso, pienso
que disculparías a tus guerreros ante las acusaciones que les imputaran tus enemigos y
los señalarías como inocentes de cualquier cargo, indicando que tú habías dado la orden.
Por otra parte, también debes disculparnos por venir a tocar a tu puerta, debido a que no
venimos motivados por nuestra propia iniciativa, sino más bien, llegamos a tu casa por
sugerencia del magnánimo rey Ah Xupán, quién supongo debe ser tu amigo; él nos
envió a ti esperando nos brindaras hospitalidad en nuestra desgracia, por eso, en nombre
de ese amigo en común, te pido humildemente que nos permitas salir pacíficamente y
yo refrenaré la cólera que has despertado, imprudentemente, en el corazón de estos
hombres belicosos que rinden su lealtad incondicional al soberano de México,
Tenochtitlan. En caso de persistir en tu insolencia o de impedirnos la salida por vía
pacífica, deberás atenerte a las consecuencias de enfrentar a tu gente contra guerreros
profesionales del imperio azteca─. De esta forma tan elocuente habló Otlica.
Comitl ordenó a los hombres desenfundar las armas y los formó en cuña. Ceti Miquini,
saliendo de la palapa, ante la mirada de Holuctún se transformó en un gigante oso
pardo. El populacho, al contemplar la transfiguración, gritó y en confusión se diseminó.
El anciano rey Nachi Xib, impactado de ver lo que imaginaba existía sólo en mitos,
cayó de rodillas, rogándoles no le hicieran daño y respetaran su vida; pero en realidad,
nadie le hacía caso, y a golpe de rodela salieron del pueblo atropellando todo lo que
encontraban a su paso; afortunadamente, el incidente no pasó a mayores y sin
contratiempos pasaron entre el populacho que a su paso gritaba: ¡Un gran chamán los
protege, déjenlos partir! Ese fue el último recuerdo que tuvieron de Holoctún y su
anciano rey Nachi Xib.