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palabra de Dios
Piénselo solo por un momento. Muy pocas personas saben porque hacemos
las cosas que hacemos, o donde nacieron las tradiciones que seguimos.
Vivimos en un mundo lleno de tradiciones. Crecemos practicándolas, y nunca
nos preguntamos el porqué.
Esto puede que sorprenda a muchos, pero aquí esta: Jeremías 10:2,6 dice: 2
Así ha dicho Jehovah: “No aprendáis el camino de las naciones, ni
tengáis temor de las señales del cielo, aunque las naciones las teman. 3
Porque las costumbres de los pueblos son vanidad: Cortan un árbol del
bosque, y las manos del escultor lo labran con la azuela. 4 Lo adornan
con plata y oro; lo afirman con clavos y martillo para que no se tambalee.
5 Son como un espantapájaros en un huerto de pepinos. No hablan; son
llevados, porque no pueden dar un paso. No tengáis temor de ellos,
porque no pueden hacer daño ni tampoco tienen poder para hacer bien.”
6 ¡No hay nadie semejante a ti, oh Jehovah! Tú eres grande; grande es tu
nombre en poder. Esta es una perfecta descripción del árbol de navidad, al
cual se refiere el Señor cuando dice: “No aprendáis el camino de las
naciones…las costumbres de los pueblos”. Somos incentivados por Dios
para no aprenderlas ni seguirlas, e incluso en este pasaje Dios lo considera
como idolatría. El quinto versículo nos muestra que los arboles no pueden
hablar ni caminar, pues tienen que ser llevados de un lugar a otro: “ni tengáis
temor de las señales del cielo, aunque las naciones las teman”. No son dioses
a los cuales hay que temer. Algunas personas que leyeron esto lo mal
interpretaron diciendo que no hay ningún mal en tener un árbol de navidad,
pero es claro que no es esto lo que esta escrito.
Observe que ellos preguntaron por el niño Jesús, que había nacido para ser rey
de los judíos, ahora ¿Por qué le fueron presentados regalos? ¿Por qué era su
cumpleaños? De ninguna manera, porque cuando ellos llegaron ya habían
pasado días e incluso semanas desde que había nacido. Ellos hicieron esto
para darnos un ejemplo no para que hoy nos demos regalos los unos a los
otros. Porque si usted observa atentamente ellos no intercambiaron regalos,
sino que “abrieron sus tesoros y le ofrecieron presentes”. Ellos dieron
regalos a Cristo, no a sus amigos ni parientes y mucho menos entre ellos
mismos.
Históricamente nos podemos dar cuenta que era una tradición en el oriente el
presentarse ante un rey con regalos en las manos e incluso esta tradición es
muchas veces mencionada en el Antiguo Testamento. Ellos no estaban, de
ninguna manera, instituyendo una nueva costumbre cristiana sino siguiendo la
antigua costumbre oriental de presentarse ante un rey y honrarlo con regalos.
Así como hizo la reina de Saba cuando se presento ante el rey Salomón, y aun
en los días de hoy, cuando un dignatario se presenta ante el presidente de otro
país, siempre lo hace con regalos para honrarlo.