malsana en la psicologa de algunos! Y yo no echo en cara a nadie el propio temperamento, que es un don natural de Dios. Lo que pretendo poner en evidencia es la fe lnguida, nominal, sin un flujo dinmico y avasallador en la vida; porque es la fe vigorosa, la caridad teologal, la nica que determina la audacia, el arrojo y los frutos concretos en el campo apostlico. El apstol que la Iglesia necesita es lo opuesto al que vive agrapado a s mismo, que no busca aportar, sino solo vegetar, volcado sobre s mismo, holgazn, sin irradiacin espiritual; que se entrega en cuerpo y alma a los placeres capitales de la pereza, de la avaricia, o es vctima de su envidia, orgullo o ira solapada. No espereis encontrar en dichos sujetos vibracin apostlica, transparencia de eternidad, pues ni siquiera llegan a tener calidad humana; son seres achatados en su dimensin espiritual, frustrados, mutilados, monstruosos, que no alcanzan un mnimo nivel de honestidad humana. Cristo nos presenta otro modelo. En la vida de la Iglesia es ley de vida el crecimiento, la superacin, porque es algo intrnseco a la vocacin cristiana. Cristo nos presenta como condicin primera de seguimiento la necesidad de negarnos y morir a nosotros mismos diariamente. Y hablando del Reino de Dios, confirma esta ley de crecimiento: es la semilla arrojada en el campo que no deja de crecer da y noche; es el fermento que ejerce constantemente su accin transformadora en la masa; es la red arrojada al mar que va arrastrando toda clase de peces. La gracia de Dios es un principio de vida y movimiento que se inserta en el cristiano y lo hace crecer constantemente; es como el corazn en nuestro organismo: una vez puesto a andar, ya no puede pararse, so pena de provocar la muerte. Debemos adoptar una metodologa frrea de trabajo, disciplina y superacin. Aprender a aprovechar nuestro tiempo para las tareas pendientes, organizndonos un programa, una guia y un calendario. Aprender a negar las fuertes corrientes hedonistas de nuestro tiempo.
Quien quiera de verdad superar este marasmo, curndose de esta parlisis
espiritual y de esta esterilidad apostlica, no pierda de vista el ideal que nos presenta la Iglesia, encarnado en Cristo. No encuentro mejor compendio ni modelo ms luminoso para el apstol: Cristo, entregado a la realizacin plena del plan de Dios.