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Resumen
El Plan 42 es el Plan de prevención de incendios forestales de la Junta de Castilla y León,
aprobado en 2002 con una vigencia de 8 años. La estadística de incendios demuestra que bien
por negligencias o bien por intencionalidad, la mano del hombre está detrás de más del 90 %
de los incendios forestales en Castilla y León. Puesto que el problema es humano, la solución,
consecuentemente, pasa por trabajar con y para las personas. De esta manera, el Plan de
prevención centra gran parte de sus esfuerzos en evitar que el incendio se inicie (prevención
activa), trabajando con herramientas de intervención social y de educación ambiental
directamente con los vecinos de las comarcas más afectadas por los incendios forestales. Nace
con dos objetivos claros: por una parte concienciar, formar y educar a la población rural en
otras formas de manejo del territorio (evitando el uso del fuego descontrolado); y por otra
desarrollar una gestión forestal paralela que aumente el aprecio de los habitantes de estas
zonas por el monte y sus valores.
Palabras clave
Prevención activa, intervención social, participación, educación ambiental, desarrollo rural,
revalorización del monte, multifuncionalidad, desbroces, gestión silvopastoral, recursos
naturales, gestión sostenible, trabajo en red, pueblos vivos.
1. Introducción
La Consejería de Medio Ambiente puso en marcha en 2002 el Plan 42, una estrategia
de intervención para contribuir a reducir el problema de los incendios en las comarcas más
afectadas de la región. El Plan 42 fue aprobado por acuerdo de la Junta de Castilla y León en
enero de 2002, conformándose el equipo responsable en noviembre de ese mismo año.
Si bien centra una buena parte de sus esfuerzos en la intervención social (educación,
formación, comunicación y participación), aspectos de los que nos ocuparemos más
específicamente en este documento, el Plan 42 contempla también toda una serie de medidas
relacionadas con la prevención clásica, orientadas más al corto plazo (infraestructuras,
cortafuegos, selvicultura, etc.).
El primer paso para el diseño del Plan fue el análisis pormenorizado de la estadística de
incendios. De ella se desprende que, aunque la superficie media quemada por incendio
presentaba claramente una tendencia decreciente, desde los años 80 del pasado siglo hasta los
inicios del presente, el número de incendios tendía a estabilizar una tendencia ascendente: el
problema estructural y de fondo que acompaña a estos siniestros no estaba solucionado.
Por otra parte, el análisis de los datos sobre causalidad y motivación de incendios pone
de manifiesto la gran importancia que las actividades agroganaderas y de control del matorral
tienen en el inicio de los siniestros en nuestra región, relacionándolos con más de dos tercios
de los incendios ocurridos en la década de los 90. Existen indudablemente una serie de
factores determinantes, que constituyen a la vez un diagnóstico de los problemas existentes y
una guía de por dónde deben buscarse las soluciones de carácter estructural. De forma
resumida, podemos concretarlos en:
■ Una arraigada tradición en el uso del fuego como herramienta de gestión del matorral
(ya sea relacionada con actividades agroganaderas o, simplemente, con la denominada
comúnmente “limpieza” del monte).
■ La falta de valor de los montes en las zonas rurales con problemas de incendios, tanto
para sus propios dueños como para la población en general. No existe una tradición
cultural forestal, llevando a que la única relación económica con el monte se base en el
aprovechamiento ganadero extensivo. La falta de interés económico que los montes
tienen para las poblaciones locales propicia también un contexto social en que los
incendios no se perciben como un problema importante por las poblaciones que los
sufren.
Salvando las particularidades existentes entre las diferentes zonas afectadas por el
problema, y realizando un ejercicio de generalización, podemos identificar también una base
estructural sobre la que se mantiene la situación descrita. Esta base estructural, provocada por
el cambio histórico que supuso el abandono del modelo agrario tradicional, estaría
caracterizada por elementos como éstos:
Así se generó el territorio de actuación inicial del Plan 42, que incluía un total de 104
municipios, que sumaban en conjunto el 55% de los incendios de toda la Comunidad en el
quinquenio 1995- 1999. A estas zonas se han sumado posteriormente otras comarcas (oeste de
Salamanca y norte de Gredos) cuya situación respecto a los incendios forestales presenta
notables similitudes con la que aparece en los municipios iniciales, configurando en su
conjunto el mapa actual de intervención del Plan 42 que muestra la Figura 1, que comprende
un total de 154 municipios:
3. Objetivos
De esta manera, los objetivos que se plantea el Plan 42 son los siguientes:
■ Impulsar una cultura forestal, que permita actualizar, diversificar y mejorar tanto los
aprovechamientos económicos que se obtienen de los terrenos forestales como su
representación social.
■ Contribuir a generar proyectos e iniciativas de desarrollo rural sostenible que incidan
favorablemente en la conservación y gestión de los montes y en su valoración social.
La ubicación de los técnicos del Plan 42 en las comarcas rurales está permitiendo en
primer lugar trabajar sobre un diagnóstico de la situación mucho más preciso, concreto y
actualizado, profundizando en las causas de los incendios forestales. Permite conocer además
la percepción que tiene la población sobre el monte, los aprovechamientos y los incendios, y
tratar de primera mano sus necesidades y sus conflictos, adaptando las actuaciones a cada
circunstancia de manera más efectiva. Uno de los principios que inspira el Plan 42 es
conseguir que las soluciones al problema endémico de los incendios en estas comarcas no
sean consideradas como algo ajeno o impuesto desde la administración y para ello, un paso
imprescindible es lograr un buen nivel de comunicación con la población local sobre los
objetivos y las actuaciones que se proponen en el Plan. Por otra parte, está ayudando a crear
una imagen de la administración ambiental mucho más cercana a la gente, incluso en
comarcas donde se presentaba una histórica sensación de abandono de la administración,
permitiendo cauces de diálogo y de encuentro, tanto formales como informales, para el
análisis del problema y la búsqueda de soluciones.
Otros dos pilares básicos son el trabajo en equipo, como metodología que permite
una reflexión conjunta y el permanente enriquecimiento mutuo, y la evaluación continua,
que se lleva a cabo a través de reuniones trimestrales de los técnicos. De la misma forma,
existen también mecanismos de comunicación y coordinación en cada provincia incluida en el
Plan 42. Así, los técnicos del Plan mantienen contacto estrecho con los diferentes técnicos del
Servicio Territorial de Medio Ambiente correspondiente para cada una de las actuaciones que
se van poniendo en marcha y que afectan, de alguna manera, a los ámbitos de gestión de
dichos técnicos. Además, se trabaja en colaboración con un buen número de profesionales,
departamentos y entidades que comparten los objetivos y las líneas de trabajo del Plan
(técnicos de otras administraciones, asociaciones, empresas, ayuntamientos, escuelas,
universidades,…). Ello está generando importantes redes de colaboración que nos permiten
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Información y comunicación. Una gran parte del trabajo en el marco del Plan 42 gira
en torno a estrategias de comunicación, entendida ésta como un proceso que se desarrolla a lo
largo del tiempo y que implica a muchos agentes y actores diferentes. Así pues, no estamos
hablando tan solo de instrumentos de información convencionales (aunque también los hay
dentro de las líneas de acción del Plan), sino de un proceso de intercambio de ideas y de
reflexión colectiva que se desarrolla en diferentes niveles y dimensiones.
Para nosotros, la solución del problema de los incendios pasa por encontrar, entre
todos, alternativas viables de desarrollo socioeconómico ligado al monte para las comarcas en
que este problema es más grave Así, las innumerables reuniones, charlas, entrevistas, visitas,
talleres o seminarios que van conformando el trabajo de los técnicos del Plan 42 construyen
paso a paso un bagaje importante, un caldo de cultivo que va lentamente cristalizando en
iniciativas que, a su vez, contribuyen a generar nuevos cambios.
Una línea de acción está vinculada directamente al objetivo de abandonar el uso del
fuego como herramienta de gestión y a mostrar los incendios forestales como importantes
trabas para el desarrollo económico, social y ambiental de los pueblos. Se desarrolla en dos
direcciones simultáneas:
7. Primeros resultados
Resulta quizá mucho más útil, de cara a evaluar la eficacia del Plan en estos primeros
años, analizar variables cualitativas como la implicación de los sectores relacionados con la
gestión del monte en actuaciones de mejora y valorización de los recursos, los cambios de
visión de la población local frente a los incendios forestales y el monte, la presión de los
vecinos y la pérdida de impunidad del incendiario frente al resto de población, las redes de
trabajo creadas en torno al monte y al aprovechamiento de los recursos naturales, las
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demandas de colaboración que tiene ahora el Plan con multitud de sectores y temas, los
proyectos de mejora concretos puestos en marcha, el dinero invertido en el monte gracias a la
movilización de subvenciones y la dinamización de la propiedad de los terrenos, el enfoque
multifuncional del monte que se empieza a retomar en estas comarcas,…
8. Conclusiones
A falta de una evaluación más exhaustiva del Plan 42, parece evidente que trabajar la
prevención de incendios teniendo en cuenta las causas estructurales del problema e
implicando a la población local en la búsqueda de soluciones -haciéndoles partícipes de la
gestión del monte-, está al menos dinamizando el sector forestal en estas zonas deprimidas de
la Comunidad. Y parece claro pensar que esa dinamización puede redundar a medio y largo
plazo en una disminución de los incendios forestales en esas comarcas.
La forma de trabajar propuesta por el Plan 42 evidencia también que la gestión forestal
se ve claramente favorecida con la participación de la población local en la toma de
decisiones. Teniendo en cuenta que esta participación se exige actualmente por ley, parece
razonable profundizar en este tema y extender y mejorar los procesos de implicación de los
habitantes locales.