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El Plan 42: Un programa integral para la prevención de incendios forestales

RADA SERENO, O.1, SAMPEDRO ORTEGA, Y.1, CADENAS FERNANDEZ, R.M.1, DE


LA FUENTE VALDIVIESO, A.1, DOMINGUEZ RIBA, C.1, TURIÑO GARCÍA, M.M.1,
VELEZ FRAILE, L.1, ESPINOSA RINCÓN, J.R.1, GARCÍA FERNANDEZ, J.2
1
Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Castilla y León.
2
Consultor experto en educación ambiental y participación.

Resumen
El Plan 42 es el Plan de prevención de incendios forestales de la Junta de Castilla y León,
aprobado en 2002 con una vigencia de 8 años. La estadística de incendios demuestra que bien
por negligencias o bien por intencionalidad, la mano del hombre está detrás de más del 90 %
de los incendios forestales en Castilla y León. Puesto que el problema es humano, la solución,
consecuentemente, pasa por trabajar con y para las personas. De esta manera, el Plan de
prevención centra gran parte de sus esfuerzos en evitar que el incendio se inicie (prevención
activa), trabajando con herramientas de intervención social y de educación ambiental
directamente con los vecinos de las comarcas más afectadas por los incendios forestales. Nace
con dos objetivos claros: por una parte concienciar, formar y educar a la población rural en
otras formas de manejo del territorio (evitando el uso del fuego descontrolado); y por otra
desarrollar una gestión forestal paralela que aumente el aprecio de los habitantes de estas
zonas por el monte y sus valores.

Palabras clave
Prevención activa, intervención social, participación, educación ambiental, desarrollo rural,
revalorización del monte, multifuncionalidad, desbroces, gestión silvopastoral, recursos
naturales, gestión sostenible, trabajo en red, pueblos vivos.

1. Introducción

La Consejería de Medio Ambiente puso en marcha en 2002 el Plan 42, una estrategia
de intervención para contribuir a reducir el problema de los incendios en las comarcas más
afectadas de la región. El Plan 42 fue aprobado por acuerdo de la Junta de Castilla y León en
enero de 2002, conformándose el equipo responsable en noviembre de ese mismo año.

Si bien centra una buena parte de sus esfuerzos en la intervención social (educación,
formación, comunicación y participación), aspectos de los que nos ocuparemos más
específicamente en este documento, el Plan 42 contempla también toda una serie de medidas
relacionadas con la prevención clásica, orientadas más al corto plazo (infraestructuras,
cortafuegos, selvicultura, etc.).

El problema de los incendios en Castilla y León es fundamentalmente un problema


social, ya que éstos tienen en buena medida su origen en actividades humanas. El trabajo de
prevención activa pasa por buscar alternativas viables al uso del fuego como herramienta
tradicional de gestión del monte y, también, por fomentar iniciativas de desarrollo
socioeconómico ligadas al aprovechamiento eficaz de los recursos naturales.
Consecuentemente, se trata de un modelo de intervención que requiere no solo una visión a
largo plazo, sino también un esfuerzo continuado y estable.
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2. Antecedentes y diagnóstico de la situación. Localización

El primer paso para el diseño del Plan fue el análisis pormenorizado de la estadística de
incendios. De ella se desprende que, aunque la superficie media quemada por incendio
presentaba claramente una tendencia decreciente, desde los años 80 del pasado siglo hasta los
inicios del presente, el número de incendios tendía a estabilizar una tendencia ascendente: el
problema estructural y de fondo que acompaña a estos siniestros no estaba solucionado.

Por otra parte, el análisis de los datos sobre causalidad y motivación de incendios pone
de manifiesto la gran importancia que las actividades agroganaderas y de control del matorral
tienen en el inicio de los siniestros en nuestra región, relacionándolos con más de dos tercios
de los incendios ocurridos en la década de los 90. Existen indudablemente una serie de
factores determinantes, que constituyen a la vez un diagnóstico de los problemas existentes y
una guía de por dónde deben buscarse las soluciones de carácter estructural. De forma
resumida, podemos concretarlos en:

■ Una arraigada tradición en el uso del fuego como herramienta de gestión del matorral
(ya sea relacionada con actividades agroganaderas o, simplemente, con la denominada
comúnmente “limpieza” del monte).
■ La falta de valor de los montes en las zonas rurales con problemas de incendios, tanto
para sus propios dueños como para la población en general. No existe una tradición
cultural forestal, llevando a que la única relación económica con el monte se base en el
aprovechamiento ganadero extensivo. La falta de interés económico que los montes
tienen para las poblaciones locales propicia también un contexto social en que los
incendios no se perciben como un problema importante por las poblaciones que los
sufren.

Salvando las particularidades existentes entre las diferentes zonas afectadas por el
problema, y realizando un ejercicio de generalización, podemos identificar también una base
estructural sobre la que se mantiene la situación descrita. Esta base estructural, provocada por
el cambio histórico que supuso el abandono del modelo agrario tradicional, estaría
caracterizada por elementos como éstos:

■ Emigración juvenil y envejecimiento de la población


■ Actividad económica basada en el aprovechamiento de los recursos naturales
marginal
■ Escasa ordenación del territorio e inadecuada estructura de la propiedad
■ Falta de tradición forestal
■ Falta de comprensión de los valores ambientales del territorio
■ Falta de expectativas de futuro

Hablamos, por tanto, de problemas de desestructuración en diferentes ámbitos: social,


económico y de organización territorial. Esta situación propicia la alta siniestralidad de
incendios y estos, a su vez, dificultan la solución de los problemas estructurales de estas
comarcas, limitando las posibilidades de desarrollo y de futuro de sus pueblos. Así pues,
estaríamos hablando de una suerte de ciclo o círculo en el que es necesario intervenir para
tratar de buscar soluciones que permitan corregir las tendencias actuales, tanto en lo relativo a
la incidencia de incendios, como demográficas y socioeconómicas.
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Pero el problema de incendios relacionado con la actividad humana está claramente


localizado en determinadas zonas de la región: entre los años 1995 y 1999 sólo en 42
municipios (el 1,9 % de la superficie de Castilla y León) se producen el 40% de los incendios
forestales. Son zonas periféricas de montaña, especialmente en el noroeste de la comunidad
(provincias de León y Zamora), así como núcleos más puntuales en el norte de Burgos y sur
de Ávila. Este mosaico inducía claramente a extender las actuaciones a los términos
municipales adyacentes a éstos, en los que, si bien la incidencia de incendios quizá no era tan
elevada, se compartía una misma dinámica socioeconómica y similar problemática.

Así se generó el territorio de actuación inicial del Plan 42, que incluía un total de 104
municipios, que sumaban en conjunto el 55% de los incendios de toda la Comunidad en el
quinquenio 1995- 1999. A estas zonas se han sumado posteriormente otras comarcas (oeste de
Salamanca y norte de Gredos) cuya situación respecto a los incendios forestales presenta
notables similitudes con la que aparece en los municipios iniciales, configurando en su
conjunto el mapa actual de intervención del Plan 42 que muestra la Figura 1, que comprende
un total de 154 municipios:

Figura 1. Mapa de actuación del Plan 42

3. Objetivos

La prevención de incendios pasa, por tanto, por intervenir en el ámbito socioeconómico,


contribuyendo a buscar soluciones de futuro que permitan conjugar el aprovechamiento
económico con las crecientes demandas de conservación. Hablamos, por ello, de un trabajo a
medio y largo plazo, que requiere estrategias de intervención y evaluación acordes con esta
realidad.

De esta manera, los objetivos que se plantea el Plan 42 son los siguientes:

■ Reducir el número de incendios evitables tanto en las comarcas incluidas en el Plan


como en el conjunto de la Comunidad.
■ Generar un cambio de hábitos en el uso del fuego como instrumento agroganadero de
manejo de la vegetación, regulando este uso y promoviendo, en todo caso, formas
alternativas de gestión.
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■ Impulsar una cultura forestal, que permita actualizar, diversificar y mejorar tanto los
aprovechamientos económicos que se obtienen de los terrenos forestales como su
representación social.
■ Contribuir a generar proyectos e iniciativas de desarrollo rural sostenible que incidan
favorablemente en la conservación y gestión de los montes y en su valoración social.

4. Estructura y organización. La estrategia de actuación

El Plan 42 es un proyecto complejo que implica a muchos departamentos y


profesionales de la administración regional y que incluye tanto medidas de gestión como
normativas, financieras y sociales. Se estructura en tres grandes programas, que a su vez se
desarrollan en líneas de actuación, acciones y medidas: el Programa de Prevención activa
(evitar que los incendios se inicien), el Programa de Prevención indirecta (facilitar la
extinción y reducir los daños, una vez iniciado el incendio) y el Programa de Implantación y
seguimiento del Plan.

El equipo destinado más específicamente al ámbito de la prevención activa se


compone de 9 técnicos, ocho de ellos ubicados in situ en las comarcas más problemáticas de
incendios definidas en la Comunidad, y uno realizando labores de coordinación en Valladolid.
Todo el equipo se ve apoyado además por un técnico especialista en intervención social y
participación del Servicio de Educación Ambiental de la Consejería de Medio Ambiente. Es
un equipo en continua formación, que se va adaptando a las necesidades que el propio
programa va requiriendo.

La ubicación de los técnicos del Plan 42 en las comarcas rurales está permitiendo en
primer lugar trabajar sobre un diagnóstico de la situación mucho más preciso, concreto y
actualizado, profundizando en las causas de los incendios forestales. Permite conocer además
la percepción que tiene la población sobre el monte, los aprovechamientos y los incendios, y
tratar de primera mano sus necesidades y sus conflictos, adaptando las actuaciones a cada
circunstancia de manera más efectiva. Uno de los principios que inspira el Plan 42 es
conseguir que las soluciones al problema endémico de los incendios en estas comarcas no
sean consideradas como algo ajeno o impuesto desde la administración y para ello, un paso
imprescindible es lograr un buen nivel de comunicación con la población local sobre los
objetivos y las actuaciones que se proponen en el Plan. Por otra parte, está ayudando a crear
una imagen de la administración ambiental mucho más cercana a la gente, incluso en
comarcas donde se presentaba una histórica sensación de abandono de la administración,
permitiendo cauces de diálogo y de encuentro, tanto formales como informales, para el
análisis del problema y la búsqueda de soluciones.

Otros dos pilares básicos son el trabajo en equipo, como metodología que permite
una reflexión conjunta y el permanente enriquecimiento mutuo, y la evaluación continua,
que se lleva a cabo a través de reuniones trimestrales de los técnicos. De la misma forma,
existen también mecanismos de comunicación y coordinación en cada provincia incluida en el
Plan 42. Así, los técnicos del Plan mantienen contacto estrecho con los diferentes técnicos del
Servicio Territorial de Medio Ambiente correspondiente para cada una de las actuaciones que
se van poniendo en marcha y que afectan, de alguna manera, a los ámbitos de gestión de
dichos técnicos. Además, se trabaja en colaboración con un buen número de profesionales,
departamentos y entidades que comparten los objetivos y las líneas de trabajo del Plan
(técnicos de otras administraciones, asociaciones, empresas, ayuntamientos, escuelas,
universidades,…). Ello está generando importantes redes de colaboración que nos permiten
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aprovechar al máximo las sinergias, no duplicar esfuerzos innecesariamente, mejorar la


coordinación de actuaciones, compartir información y reflexiones,…En definitiva, generar
redes de trabajo que amplifican y asientan la labor desarrollada.

Otro eje fundamental del proyecto es la flexibilidad. Un programa de estas


características, basado en la intervención social, requiere un tipo de planificación y
metodología de trabajo en continuo proceso de reflexión y cambio, capaz de ir adaptándose a
las cambiantes circunstancias del medio social en que se desarrolla y abierto a las nuevas
opciones, caminos y direcciones que se van abriendo. La implicación de la población en la
toma de decisiones y en las actuaciones a poner en marcha obligan necesariamente a
incorporar al marco conceptual del Plan el punto de vista de esos agentes y sectores sociales,
de forma que el programa en su conjunto incluya progresivamente las diferentes perspectivas,
inquietudes, necesidades e intereses implicados en el problema que se aborda.

5. De la información a la participación activa

La diversidad de factores que juegan un papel relevante en la prevención de incendios


nos obliga a poner en marcha simultáneamente líneas de trabajo diferentes que requieren
también metodologías, instrumentos y aproximaciones diversas, si bien la mayoría de ellas
pueden estar comprendidas en el vasto ámbito de la intervención social.

Información y comunicación. Una gran parte del trabajo en el marco del Plan 42 gira
en torno a estrategias de comunicación, entendida ésta como un proceso que se desarrolla a lo
largo del tiempo y que implica a muchos agentes y actores diferentes. Así pues, no estamos
hablando tan solo de instrumentos de información convencionales (aunque también los hay
dentro de las líneas de acción del Plan), sino de un proceso de intercambio de ideas y de
reflexión colectiva que se desarrolla en diferentes niveles y dimensiones.

Se trata, en muchas ocasiones, de un tipo de trabajo invisible o, cuando menos, poco


perceptible. Se desarrolla, por ejemplo, en reuniones informales o formales, en el trabajo con
asociaciones o alcaldes, en la colaboración con técnicos de CEAS o veterinarios, ganaderos y
cazadores, docentes y alumnos,…. Sin embargo, el esfuerzo va dejando frutos importantes,
gracias a los cuales van generándose en la población destinataria nuevas ideas o perspectivas
que antes no formaban parte de sus expectativas o de su concepción del monte.

Para nosotros, la solución del problema de los incendios pasa por encontrar, entre
todos, alternativas viables de desarrollo socioeconómico ligado al monte para las comarcas en
que este problema es más grave Así, las innumerables reuniones, charlas, entrevistas, visitas,
talleres o seminarios que van conformando el trabajo de los técnicos del Plan 42 construyen
paso a paso un bagaje importante, un caldo de cultivo que va lentamente cristalizando en
iniciativas que, a su vez, contribuyen a generar nuevos cambios.

Formación y capacitación. El programa incluye también un bloque de iniciativas


orientadas a mejorar la formación y capacitación de diferentes sectores, colectivos y agentes.
Una parte de estas iniciativas pasa por la organización y desarrollo de actividades
presenciales, tanto mediante el formato más tradicional de cursos o jornadas como en el de
visitas formativas, mientras que la otra vía explorada es la edición de manuales formativos,
una de las líneas de trabajo en las que el Plan ha invertido parte de sus esfuerzos. Se han
realizado más de 300 actividades formativas en las que han participado al rededor de 3500
personas, con una temática muy variada que contempla la ganadería extensiva, la apicultura,
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la castañicultura, la micología, la caza, el turismo activo, las plantas aromática, medicinales y


de interés culinario, los trabajos forestales, las maderas de calidad, el teatro-foro como
herramienta de debate ambiental, la biomasa, la ordenación territorial,…

Participación. Dado que estamos hablando de un conflicto eminentemente


socioeconómico, el recurrir a la participación como metodología de trabajo implica de alguna
forma poner el problema encima de la mesa para que los propios actores, sectores y agentes
implicados debatan, negocien y acuerden las mejores vías para la búsqueda de soluciones. Es
un paso más en una estrategia de prevención que pone el énfasis en el protagonismo de la
propia población local en la resolución de problemas y en la generación de alternativas
viables. El Plan 42 ha trabajado activamente en el proceso de participación del PORF de la
Montaña occidental de León, pero además ha puesto en marcha dos planes municipales de
prevención de incendios participados (Villarino de los Aires, Salamanca y Truchas, León) y
un plan comarcal de dinamización en torno al aprovechamiento sostenible de los recursos
naturales (Aravalle, Ávila). Actualmente se trabaja el programa escolar del Plan 42 como un
programa de participación entre la escuela (alumnado y profesores), la familia y el resto de la
población local y se está empezando a trabajar en otro plan de dinamización participado con
los alcaldes, presidentes de juntas vecinales y vecinos de la Cabrera leonesa.

6. Algunas líneas de trabajo relevantes

El trabajo desarrollado en estos 7 primeros años ha obligado a ir reestructurando las


líneas de actuación y medidas planteadas en el inicio, con el objeto de adaptarnos mejor al
trabajo diario que se ha requerido en las comarcas y a las necesidades que la propia población
local ha ido mostrando al implicarse en el programa. Para que pueda comprenderse mejor el
trabajo que se desarrolla en el Plan, desgranaremos a continuación algunas de las líneas de
actuación más relevantes:

1.1.- CAMBIO CULTURAL

Una línea de acción está vinculada directamente al objetivo de abandonar el uso del
fuego como herramienta de gestión y a mostrar los incendios forestales como importantes
trabas para el desarrollo económico, social y ambiental de los pueblos. Se desarrolla en dos
direcciones simultáneas:

1.1.1. Abandono del uso del fuego o uso reglado y controlado


Esta acción agrupa el trabajo llevado a cabo con los sectores más directamente
relacionados con los incendios (ganaderos, cazadores, propietarios de montes,
etc.). Aquí se contemplan tanto la formación especifica como diversas medidas
de gestión: la información y el apoyo a la realización de quemas controladas
(fomentando la implicación directa en la solicitud y ejecución de la quema de los
solicitantes); el fomento de los desbroces (a través de subvenciones, del apoyo a
la adquisición de maquinaria o del trabajo directo con las Secciones territoriales,
convenios participados con ayuntamientos) o el fomento de usos del monte para
el control de la vegetación (aumento y/o reinstalación de cabañas ganaderas,
proyectos de biomasa, uso de tierras abandonadas, etc.)

1.1.2. El fuego como un problema para el desarrollo local


Se recoge aquí el trabajo desarrollado con el conjunto de la población local. El
objetivo: mostrar los incendios forestales como un problema para cualquier
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iniciativa de desarrollo, que pasa inevitablemente en estas zonas por favorecer y


potenciar la multifuncionalidad de usos. Se contemplan aquí las medidas de
sensibilización (edición de boletines , artículos en prensa, folletos divulgativos,
jornadas sobre distintos temas de medio ambiente, charlas disuasorias,
representaciones de teatro-foro,…), la formación y capacitación para la creación
de redes y de vectores de apoyo (a población en general, a profesorado, a
educadores ambientales, a técnicos de la administración, seminarios de educación
ambiental y gestión,…) y los programas genéricos de participación puestos en
marcha.

1.2.- PUESTA EN VALOR Y REVALORIZACIÓN DEL MONTE

Esta línea de actuación se vincula al objetivo de aumentar el aprecio de la población


rural por su monte, favoreciendo alternativas económicas viables en torno al aprovechamiento
y disfrute de los recursos naturales. Está muy relacionada con la acción 1.1.2., pero se ha
enmarcado en otra línea de actuación porque se trabaja directamente con los sectores más
relacionados con el monte.

1.2.1. Mejora de la gestión de los productos y/o servicios


Actuaciones sobre el terreno, sobre los recursos naturales o sobre las
externalidades para mejorar su gestión: medidas para la mejora de los terrenos
pastables (subvenciones, fomento de acuerdos,…), medidas para la gestión de
fincas particulares y movilización de la propiedad (promoción de agrupaciones /
cooperativas de propietarios, apoyo a concentraciones parcelarias integrales),
estudios específicos sobre recursos naturales concretos (convenio para el estudio
de la Gentiana lutea, estudio sobre plantas aromáticas, medicinales y de interés
culinario), medidas de apoyo a la planificación (apoyo a la elaboración de PORN,
PORF, planes de ordenación pascícola, ordenanzas municipales, acotados) y
medidas de formación y capacitación para la mejora de la gestión.

1.2.2. Búsqueda de alternativas


Información, formación y puesta en marcha de nuevas alternativas para las zonas
rurales sobre productos y usos del monte (biomasa, cultivos de genciana, cultivos
de arándanos, carne de caballo), formas de gestión (producción ecológica, marcas
de calidad) y mercados (transformación y comercialización local, educación al
consumidor).

1.2.3. Mantenimiento y mejora de los sectores económicos relacionados


Es imprescindible apoyar a los sectores ya existentes vinculados directamente
con el monte y los recursos naturales, para que se mantengan en el medio rural y
mejoren su viabilidad económica y su calidad de vida. Las medidas planteadas en
este sentido son el fomento del asociacionismo y la cooperación inter e
intrasectorial (ayuda a la creación de asociaciones, cooperativas, ADS, empresas
relacionadas, creación de encuentros sectoriales y redes de cooperación,…),
actuaciones de promoción y revalorización de productos del monte (creación de
campañas de información, jornadas de degustación e información, concursos y
premios de productos, revitalización de ferias locales,…), apoyo técnico y en la
búsqueda de ayudas y financiación (asesoramiento técnico y para la
dinamización, búsqueda y tramitación de subvenciones, …) y formación y
capacitación.
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1.3.- PERSECUCIÓN DEL DELITO

Es una línea de trabajo claramente vinculada a la prevención activa, que requiere de


una adecuada coordinación, tanto desde los distintos servicios y secciones de la propia
Consejería de Medio Ambiente como con otras administraciones relacionadas con el
problema.

1.3.1. Estudio de causas


Las medidas relacionadas con esta acción tienen que ver con el diagnóstico
exhaustivo que realiza el técnico del Plan 42 destinado en cada comarca, que
permite profundizar en el estudio de las causas de los incendios forestales. Son
medidas fundamentalmente de apoyo a las Secciones Territoriales de Protección
de la Naturaleza, como la elaboración de mapas de situaciones de riesgo (áreas
recreativas, escombreras) y la colaboración con las BIIF.

1.3.2. Medidas coercitivas


Son medidas que requieren de una correcta coordinación con Servicios de la
propia Consejería de Medio Ambiente y con otras administraciones, como
ayuntamientos, Consejería de Agricultura y Ganadería y cuerpos de seguridad. Se
han realizado en este sentido propuestas y seguimiento de acotados al pastoreo de
zonas incendiadas, propuestas de acotados de caza en las revisiones de Planes
cinegéticos, revisión-denegación de subvenciones de agricultura y medio
ambiente y apoyo a vigilancias.

7. Primeros resultados

Analizando la estadística de incendios en el primer quinquenio desde la puesta en


marcha del Plan 42 en las comarcas (2003-2007), los incendios de los 104 municipios
incluidos desde el inicio han supuesto únicamente un 39% del total de incendios de Castilla y
León, en comparación con el periodo de referencia con el que se diseñó el programa (1995-
1999) en el que esos mismos municipios suponían un 55% en el total de incendios de la
Comunidad. Siguiendo la propuesta inicial de inclusión de los 42 municipios más
problemáticos (tener más de 50 incendios en el último quinquenio), en 2008 sólo 25
municipios formarían parte de los más conflictivos en incendios forestales, con lo que el Plan
de prevención podría pasar a llamarse Plan 25.

A pesar de que estos datos estadísticos de incendios evidencian una disminución en el


número de incendios producidos en las comarcas del Plan 42, son datos que deben sólo
tomarse como orientativos del trabajo realizado, puesto que, como se ha puesto en evidencia,
el problema es complejo y son múltiples las variables que influyen en el número de incendios.
Además, el periodo de tiempo analizado sigue siendo muy pequeño para percibir y evaluar los
importantes cambios estructurales que el Plan 42 se plantea.

Resulta quizá mucho más útil, de cara a evaluar la eficacia del Plan en estos primeros
años, analizar variables cualitativas como la implicación de los sectores relacionados con la
gestión del monte en actuaciones de mejora y valorización de los recursos, los cambios de
visión de la población local frente a los incendios forestales y el monte, la presión de los
vecinos y la pérdida de impunidad del incendiario frente al resto de población, las redes de
trabajo creadas en torno al monte y al aprovechamiento de los recursos naturales, las
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demandas de colaboración que tiene ahora el Plan con multitud de sectores y temas, los
proyectos de mejora concretos puestos en marcha, el dinero invertido en el monte gracias a la
movilización de subvenciones y la dinamización de la propiedad de los terrenos, el enfoque
multifuncional del monte que se empieza a retomar en estas comarcas,…

8. Conclusiones

A falta de una evaluación más exhaustiva del Plan 42, parece evidente que trabajar la
prevención de incendios teniendo en cuenta las causas estructurales del problema e
implicando a la población local en la búsqueda de soluciones -haciéndoles partícipes de la
gestión del monte-, está al menos dinamizando el sector forestal en estas zonas deprimidas de
la Comunidad. Y parece claro pensar que esa dinamización puede redundar a medio y largo
plazo en una disminución de los incendios forestales en esas comarcas.

La forma de trabajar propuesta por el Plan 42 evidencia también que la gestión forestal
se ve claramente favorecida con la participación de la población local en la toma de
decisiones. Teniendo en cuenta que esta participación se exige actualmente por ley, parece
razonable profundizar en este tema y extender y mejorar los procesos de implicación de los
habitantes locales.

Para poner en marcha estos procesos de participación, resulta imprescindible contar


con herramientas de educación ambiental y de intervención social, disciplinas que
tradicionalmente no emplea el sector forestal y que se suelen quedar al margen de la gestión.
En este sentido, las actuaciones puestas en marcha para favorecer el intercambio de opiniones
y conocimientos entre educadores ambientales y gestores han dado muy buenos resultados en
estos años de trabajo.

No obstante, el problema de los incendios forestales sigue siendo un problema muy


complejo y que requiere de una correcta y eficiente coordinación, no solo entre Servicios de la
propia Consejería de Medio Ambiente, sino también entre las distintas administraciones y
entidades relacionadas con el medio rural y su desarrollo y con la necesaria persecución del
delito. Sin esa coordinación seguiremos trabajando la prevención de los incendios forestales
de manera parcial y poco eficiente.

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