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Buenos Aires: ciudad de Dios; ciudad del mismsimo diablo. Los simples
mortales nos deslizamos por esta urbe sin pensar en escalas tan altas. A lo
sumo cuando pisamos una baldosa floja y ha llovido fuerte podemos exclamar
"al diablo!" o ante el paso de una muchacha que nos distrae ms de la cuenta
"mi dios!".
Claro que con mucha furia algunos pueden llegar bastante ms lejos: nadie
est exento de ser un asesino, y halar as al demonio sobre los adoquines
porteos. Pero lo de Dios resulta ms arduo; aunque los poetas suelen caer en
la tentacin...
Leopoldo Marechal cay en ella, pues fue un gran poeta, uno de los mayores
nacidos en estas tierras, concretamente en el porteo barrio de Almagro, junto
con el siglo. l am profundamente a su ciudad natal e impiadoso, tambin la
maltrat en Cacodelphia. Dios y el diablo convivieron en sus entraas o el
poeta los vio tras las fachadas y los rostros de la gente. Sin Buenos Aires el
canto de Marechal no hubiese sido o, al menos, no hubiese sido el que fue
, pero tampoco la recproca tendra el sentido que hoy tiene: el canto
marechaliano fue fundador o acaso no fue su Adn Buenosayres?
Porque los poetas son artfices, ms que el cemento y los ladrillos, ms que las
casas y las calles, del destino de sus ciudades. Ellos delinean su secreto
trazado. Habitantes exaltados, recorren sus vericuetos subterrneos, asedian
los viejos portales, demoran sus barrios, se distraen en sus parques.
Descendientes de Platn, persiguen la Belleza tras el humo y la neblina de sus
calles.
As fue escrito este libro, este Adn Buenosayres, por un poeta de nuestra
lengua, para exorcisar sus propios demonios, s; pero tambin los de la joven
ciudad que habitara.
LA CIUDAD Y LAS LETRAS
Mentamos este siglo, nuestra lengua y esta ciudad hecha de barro y de
sueos. Se afirma que ella fue fundada por sucesivos adelantados espaoles
en diversos lugares a orillas del ancho ro ms de cuatro siglos atrs, pero
comienza a ser escuchada mucho despus, cuando se convierte en capital del
Virreinato del Ro de la Plata. Pasan los aos y las gestas: el aceite hirviendo
detiene a los ingleses; los espaoles ceden sus fueros a los criollos; federales y