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A partir de las últimas décadas del siglo XX y hasta los primeros años del siglo XXI, las
ciudades han estado inmersas en un constante cambio producto de dos procesos de
estructuración: la globalización y el desgaste del paradigma producido por la modernidad.
La modernidad puede ser vista en primera instancia como un paradigma cultural que
implica en su misma esencia una serie de posturas sobre la visión que el hombre tiene del
mundo. Esta visión tiene como objeto la simplificación del universo con el propósito de
encontrar conocimientos absolutos y universales, por consiguiente, está forma de estudiar,
analizar e interpretar la totalidad de la realidad derivada de este paradigma moderno ha
creado una percepción positivista donde los habitantes de las ciudades son iguales en
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cualquier parte del mundo, la cual ha sido promovida por una rama del urbanismo que ha
menospreciado los factores históricos, sociales y culturales que estos ciudadanos le
confieren a la misma urbe. Para la modernidad y en especial para este urbanismo de tipo
funcionalista, los conocimientos que se adquieren al estudiar una ciudad en particular se
pueden generalizar a cualquier espacio del orbe.
A esta visión donde los actores sociales son reducidos en el mejor de los casos a
una clase social o un modulor; y en el cual el espacio se considera estático y disasociado de
un tiempo con carácter dinámico, se ha opuesto otra visión que duda que un espacio urbano
diseñado racionalmente sea determinado sólo por instancias ajenas a él y que a su vez se
encuentre libre de todo vínculo histórico, social y cultural proporcionado por sus habitantes
a lo largo del tiempo; afirmaciones que no son del todo ciertas, sobre todo si se considera
que cada sociedad modifica, se apropia y significa a cada uno de los lugares que integran a
las urbes que construyen desde el instante en que éstas son creadas. Este enfoque crítico ha
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traído consigo el desgaste del paradigma de la modernidad en las últimas décadas, lo que ha
propiciado el desarrollo de un cambio en la forma de estudiar a la ciudad enfocada en el
habitante (y no en el espacio arquitectónico); en los actores sociales (y no en el espacio
urbano); y en la transdisciplina (y no en la teoría y la metodología aisladas), aspectos que
han permitido considerar a los productos, dinámicas e imaginarios urbanos como parte del
proceso de urbanización de la ciudad.
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reacción, hayan liberado progresivamente el movimiento de las mercancías y
de los ciudadanos de las limitaciones impuestas por la distancia.
β ) La construcción de infraestructuras físicas susceptibles de facilitar este
movimiento así como de apoyar las actividades de producción, intercambio,
distribución y consumo. De forma que en la actualidad el capital se ha
acumulado dentro de la ciudad como capital inmobiliario en lugares
específicos característicos de la globalidad, lo que ha creado una estructura
geográficamente organizada que progresivamente va inhibiendo la creciente
libertad de movimientos, hasta el extremo de que las instituciones locales se
vuelven más articuladas y las lealtades a lugares se conviertan en un
significativo factor de la acción política.
χ ) El establecimiento de la organización territorial, principalmente (aunque no
exclusivamente) en los poderes estatales que regulan el dinero, el derecho y la
política y monopolizan los medios de coerción y de violencia de acuerdo con
una voluntad territorial (y a veces extraterritorial). Esto ha traído como
consecuencia procesos inestables de globalización/territorialización
(territorialización, desterritorialización y reterritorialización) determinados no
sólo por los Estados, sino por las organizaciones supranacionales y los
movimientos a favor de la autonomía regional dentro de los propios Estados-
nación, que facilitan o no el flujo del capital de acuerdo a sus propios intereses.
Por lo anterior, habrá que comprender que los procesos que caracterizan a la
globalización han modificado la interacción entre el espacio urbano y sus habitantes al
reconstituirse y reorientarse los procesos económicos, políticos y socioculturales a escala
mundial, regional, nacional y local, creando un paisaje geográfico adecuado a su propia
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dinámica de acumulación de capital en un momento y lugar dado que no se encuentran
disasociados. Un lugar que no es estable, sino diferencial, tanto al exterior como al interior,
es decir (como todo espacio local en la actualidad), es móvil y abierto, donde no existen las
fronteras debido a que son cambiantes y se pueden destruir y reconstruir de acuerdo a los
intereses de los agentes globales internalizados en las redes locales, nacionales, regionales y
mundiales a las cuales pertenece.
Así, debemos comprender que ambos procesos reestructuradores (el desgaste del
paradigma de la modernidad y la globalización) en los cuales están inmersas las ciudades
actuales, han propiciado el surgimiento de la posmodernidad, paradigma cultural que ha
trasformado la forma de ser, entender y habitar los espacios urbanos a nivel mundial, tal
como se hacía en la época de la modernidad. La posmodernidad aunque se construye con
las bases de su pasado moderno, ve hacia el futuro para reaccionar, criticar y distanciarse de
la modernidad y de la experiencia de vida que es compartida por mujeres y hombres en
todo el mundo, concebida como positivista, tecnocentrica y racionalista, que cree en el
pasado lineal, las verdades absolutas, la planificación racional de regímenes sociales ideales
y la uniformidad del conocimiento y la producción. Por el contrario, la posmodernidad
privilegia la heterogeneidad, la simultaneidad y la diferencia de fuerzas libertadoras en la
redefinición del discurso cultural. Fragmentación, indefinición y descreimiento profundo
respecto a todos los discursos universales y totalizantes son las marcas distintivas del
pensamiento posmoderno (Harvey, 1998:23).
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mercado global, llevan a una búsqueda constante de nuevas modas, estilos, sensaciones y
experiencias, que llevan a consumir bienes materiales y servicios más por lo que comunican
que por su utilidad, debido al valor que se les asigna como significantes del status social, de
los gustos y del estilo de vida; lo que ha traído consigo el predominio de la imagen como
rectora de la condición posmoderna, donde lo más importante no es el contenido, sino lo
que se ve delante de él (la apariencia de la imagen).
Por lo anterior, cada día es más evidente que las características físicas, sociales y
culturales de un espacio urbano se encuentran no solamente determinadas por los
ciudadanos que lo habitan, sino por instancias externas que imponen el dominio de la
fuerza del mercado global y las decisiones empresariales, generando lugares privilegiados
que van fragmentando a la ciudad socioespacialmente. Un proceso de fragmentación
socioespacial creada como un efecto de la globalización que de acuerdo con Felipe Link
(2008:28) se da en dos dimensiones. La primera como una fractura social relacionada al
distanciamiento y/o aislamiento social en el espacio de los habitantes expresado en barrios
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cerrados, desarrollos residenciales dualizados y ghettos, que van rompiendo la relación
entre la ciudad y los ciudadanos. La segunda entendida como diversificación y
especialización funcional en el espacio, asociada principalmente a la reestructuración
productiva de la economía y a los cambios culturales y económicos en patrones de
consumo, expresados en el surgimiento de conjuntos financieros y corporativos, distritos de
consumo especializados y centros de entretenimiento concentradores de escenarios del
espectáculo.
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privados creados por unos intereses del mercado global que de acuerdo con Gustavo Garza
(2000: 178-184) cada vez, se encuentran más inmersos dentro del proceso de terciarización
de las economías desarrolladas, que en la actualidad ha transformado la especialización
económica de las grandes ciudades al reducir significativamente sus establecimientos
industriales y elevar los terciarios, en especial los servicios al productor, el comercio al
mayorista y las actividades culturales, de investigación y desarrollo tecnológico, así como
las prácticas de entretenimiento.
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flexibilidad en los procesos de acumulación, gestión y producción; un manejo en tiempo
real de los procesos económicos que impulsan el proceso globalizador; y una capacidad de
innovar por parte de los productores con el objeto de mantener sus niveles de
competitividad. Por lo que, los actuales industriales del entretenimiento buscan producir
con una mayor celeridad espectáculos de talla global sustentados en la necesidad de
consumo de los ciudadanos. Una necesidad que se crea a través de la difusión que tienen
estos espectáculos en los medios masivos de comunicación, los cuales permiten integrar a
los ciudadanos dentro de los circuitos del entretenimiento global.
De manera, que estas políticas urbanas intentan crear espacios públicos donde la
expresión, la creatividad, la recreación y el ocio formen parte de los presupuestos y de los
componentes de la identidad ciudadana. Una identidad enmarcada en un proceso de
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urbanización donde los elementos urbanos y arquitectónicos se transforman en lugares de
alta significación que solidifican la historia y la memoria, que es revivificada en el
intercambio onírico y lúdico colectivo. Sin embargo, la falta de presupuestos y políticas a
largo plazo que no dependan del gobernante en turno, ha propiciado que la rehabilitación de
estos espacios públicos no se haya profundizado y solidificado, creando en la realidad
espacios que son una muestra de la incapacidad de la sociedad para hacer valer sus
derechos como ciudadanos frente a los intereses particulares del gobernante en turno, que
utiliza a estos lugares como emblemas de los alcances y aspiraciones del régimen en turno,
que encabeza.
Frente a las instancias políticas y económicas externas, que parecen penetrar y determinar
las características y procesos de un espacio urbano de apariencia frágil, (en donde los
habitantes son unos simples espectadores), vale la pena pensar si todavía existen espacios
en la gran ciudad que conserven la suficiente carga simbólica para poder conformar un
imaginario urbano que no sólo sea una muestra de la ciudad pasada (idealizada) o de la
ciudad futura (deseada), sino de la ciudad posible. Una ciudad que comunique a sus
habitantes la esencia y fortaleza de su sociedad, al mismo tiempo que vigorice los sentidos
de pertenencia y adscripción que arraigan a los ciudadanos a su hogar, (este último
entendido en su sentido más amplio que va más allá de la propia casa y se extiende al
entorno sociocultural inmediato a ella); pero que también hable de los retos que impone el
futuro, así como de las nuevas formas de habitar está fragmentada urbe posmoderna.
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Una urbe habitada por una sociedad híbrida, heterogénea, hecha de
superposiciones y simultaneidades, en la que conviven las arquitecturas del pasado y el
presente con los artefactos tecnológicos actuales, como los medios masivos de
comunicación y transporte que han acortado las distancias y borrado las fronteras de los
Estados, así como los ultramodernos aparatos electrónicos que han permitido comercializar
prácticamente todas las áreas de la vida social, privatizar el consumo cultural, y desarrollar
una gran variedad de formas culturales, sin que ninguna de ellas predomine. De forma que
en la actualidad las ciencias y disciplinas que estudian la ciudad se enfrentan ante el reto de
entender un espacio urbano conformado por fragmentos que se contraponen y
complementan entre sí a la vez. Desde aquellos fragmentos que son una muestra de una
sociedad múltiple y plural que está tratando de recomponer, relacionar y potenciar las
concordancias de su carácter híbrido y heterogéneo; hasta aquellos fragmentos que
acatando los intereses del mercado global promueven territorios con una estructura
controlada, segregada y privatizada hecha de mundos individuales.
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De acuerdo con Rafael López Rangel (2006), para enfrentar estos retos
epistemológicos que plantean los actuales procesos de urbanización se requiere
(parafraseando a I. Wallernstein) “impensar la ciudad”, esto implica no sólo repensar los
paradigmas convencionales de los análisis urbanos, la planeación territorial, las teorías,
conceptos y premisas de la ciencia moderna que se han prolongado a lo largo del siglo XX,
sino establecer una frontera, ciertamente ancha y sinuosa, plena de incidentes entre estas
formas de conocimiento provenientes del apriorismo (convicción donde el conocimiento
está dado y aterrizado desde su creación, por lo que la realidad debe ajustarse a una teoría
determinada) y el pensamiento funcionalista positivista (sustentado en un empirismo donde
el conocimiento se fundamenta en un conjunto de datos, hechos o experiencias sensoriales
que se vinculan funcionalmente) y las formas superiores del conocimiento, que están
significando la construcción del pensamiento complejo surgido en el campo de
conocimiento de las ciencias naturales y matemáticas.
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consideramos que ésta es un conjunto de procesos urbanos con una gran cantidad de
interrelaciones y retroacciones producidas por la sociedad.
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la ciudad como a las estructuras sociales y sus estilos de vida, bajo tres condiciones, como
lo plantea Ricardo Antonio Tena Núñez (2007:74-75):
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estructura social y sus estilos de vida urbanos, lo que implica el reconocimiento de los
efectos generados por la ciudad sobre el ciudadano que la habita.
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no se encuentren disasociados, a pesar de presentarse procesos de territorialización y
desterritorialización que los muestran como caóticos, desintegrados, inseguros, irregulares
y cambiantes. Espacios urbanos penetrados por procesos globales que pueden ser
analizados a través del discurso de identidad generado por determinados grupos de
ciudadanos; aspecto que nos invita a reflexionar sobre el uso de las herramientas
epistemológicas del pensamiento complejo, con el propósito de ver si una ciudad
fragmentada puede tener una coherencia de conjunto al ser analizado desde su dimensión
cultural, para lo cual sería pertinente suponer que ciertas características de este espacio
urbano metafóricamente lo hacen funcionar como un fractal, con el propósito de integrar un
modelo de análisis que explique el aparente caos de la realidad urbana contemporánea.
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fractales no se ajusta a dichos conceptos tradicionales. Más aún, su valor raramente puede
ser expresado con un número entero. Esto es, precisamente, lo que les ha dado su nombre.
La geometría de esos contornos se llama geometría fractal. De acuerdo con Montaner
(2002:205) las geometrías fractales se han constituido en una nueva epistemología, en una
aportación crucial para representar y crear cualquier tipo de objeto natural o artificial: los
fractales son una nueva manera de geometrizar el caos de la naturaleza, de iluminar el
desorden, midiéndolo, representándolo y domesticándolo.
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espacio fragmentado tienen sobre la sociedad que lo habita. Fragmentación que ha tenido su
impacto en el proceso de urbanización sociocultural de la ciudad, al modelar cierto tipo de
prácticas urbanas como las relacionadas con el tiempo libre y a su vez construir dos tipos de
identidades, que guardan entre sí una relación de tipo dialógico, la primera sustentada en el
ocio, la sociabilidad y el espacio público y la segunda en el entretenimiento, el consumo y
el espacio privado.
Para estudiar una ciudad fragmentada como un espacio fractal, es necesario utilizar una
nueva serie de enfoques surgidos en el campo de la ciencia y asociados al estudio de la
complejidad y la simplicidad. Un nuevo paradigma para interpretar el pensamiento
sistémico que emerge desde aportaciones tan sugerentes como el pensamiento complejo de
Edgard Morin y la teoría de los sistemas complejos de Rolando García, marco teórico-
conceptual propio del contexto posindustrial, posmoderno, globalizado e informacional, de
este mundo contemporáneo, donde los avances tecnológicos desempeñan un papel
significativo dentro de una sociedad deseosa de consumir impresiones y espectáculo. Los
antecedentes del pensamiento complejo se pueden encontrar, en el paradigma del caos, que
fue planteado por el pensamiento griego, y ha recorrido todo el siglo XX, desde los
dadaístas hasta la filosofía estructuralista pasando por la teoría del caos de Lorenz 1. De
1
La teoría del caos fue formulada por un meteorólogo Edward Lorenz en 1961. La idea de
la que parte la teoría del caos es simple: en determinados sistemas naturales, pequeños
cambios en las condiciones iniciales conducen a enormes discrepancias en los resultados.
Este principio suele llamarse efecto mariposa debido a que, en meteorología, la naturaleza
no lineal de la atmósfera ha hecho afirmar a muchos científicos que es posible que el aleteo
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acuerdo con Joseph María Montaner (2002:204) el caos trata de un tiempo que se anuda
como un ovillo, que siempre reaparece con nuevos rostros y va dirigido a un sujeto capaz
de disfrutar de la incertidumbre de lo imprevisible.
de una mariposa en determinado lugar y momento, pueda ser la causa de un terrible huracán
varios meses más tarde en la otra punta del globo.
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nuevos conceptos propios de la posmodernidad como la complejidad, la heterogeneidad, la
contradicción y la ambigüedad. Conceptos que tratan de ejercitar un pensamiento capaz de
entender la realidad actual, al evitar una visión unidimensional y abstracta, y privilegiar el
conocimiento multidimensional (Morin, 2005). Pero ¿a qué nos referimos con el concepto
de complejidad? De acuerdo a Rolando García (2000: 67) es necesario reparar en el hecho
de que no existe una definición usual del sustantivo complejidad. Lo que se describe
comúnmente es el adjetivo complejo, identicandolo con situaciones, comportamientos,
procesos, a los que se puede clasificar de complejos, en un sentido que es necesario precisar
en cada caso. Hablamos de algoritmos complejos, de comportamientos complejos, de
estructuras complejas, entre otros casos. En cada una de estas expresiones cambia el sentido
de lo complejo.
Ante esta disyuntiva cabe la pena aclarar que el concepto de complejidad se toma
en primera instancia en el sentido que lo plantea Edgar Morin en su obra mayor que lleva
por título: el Método publicada a partir de 1977 y que actualmente cuenta con seis tomos en
los cuales se refiere a la complejidad como un tejido (complexus: lo que está tejido en su
conjunto) de constituyentes heterogéneos inseparablemente asociados, que presenta la
paradoja de lo uno y lo múltiple. La complejidad se presenta con los rasgos inquietantes de
lo enredado y muestra en un matrimonio a vena de serpientes, el orden con su eterno
contrincante el caos, dos términos que parecen autoexcluirse, pero que están íntimamente
entrelazados. El concepto de la complejidad se opone al concepto de la simplicidad, que
pone orden en el universo y persigue todo tipo de desorden y caos. La simplicidad, que o
bien separa lo unido, o bien unifica lo que es diverso, nos presenta la pareja disyunción-
reducción, frente a la que se opone con energía el dúo maldito de la complejidad: orden y
caos.
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Diversas patologías afectan al pensamiento moderno: la híper-simplificación que
ciega al espíritu de la complejidad de lo real; el idealismo, donde la idea oculta a la realidad
que pretende traducir; el dogmatismo, que encierra a la teoría en sí misma, y la
racionalización que encierra lo real en un sistema coherente. Para ayudar a concebir la
complejidad Morin (2005) sugiere tres principios: el dialógico, el de recursividad y el
hologramático. En el principio dialógico dos elementos son necesarios uno para el otro,
complementarios y concurrentes pero también antagonistas. Hay una dialógica entre éstos.
El principio dialógico nos permite mantener la dualidad en el seno de la unidad. Orden-
desorden, dos enemigos, uno suprime al otro, se opone, lo combate, pero al mismo tiempo,
ambos colaboran, se alimentan el uno del otro y producen la organización y la complejidad.
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a) Cada una de las partes del sistema pueden ser singulares u
originales al mismo tiempo que disponen de los caracteres generales y
genéricos de la organización del todo.
b) Cada una de las partes del sistema pueden estar dotadas de relativa
autonomía.
c) Cada una de las partes del sistema pueden establecer
comunicaciones entre sí y efectuar intercambios organizadores.
d) Cada una de las partes del sistema pueden ser eventualmente
capaces de regenerar el todo.
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La organización del sistema es el conjunto de las relaciones entre los elementos
que lo constituyen, incluyendo las relaciones entre las relaciones, mientras que el
funcionamiento de dicho sistema hace referencia al conjunto de actividades que puede
realizar el sistema como resultante de la coordinación de las funciones que desempeñan sus
partes constitutivas. Los elementos con los cuales se constituyen estos sistemas expresan
abstracciones y conceptualizaciones del material empírico (observables, hechos, procesos)
tomados del dominio de la investigación. En este sentido la organización de dicho material
se realiza a partir de inferencias con las cuales se vinculan los procesos que concurren al
tipo de actividades que caracterizan el funcionamiento del sistema (García, 2006:182).
Estos sistemas pueden ser clasificados en dos grandes grupos: los sistemas
descomponibles y los sistemas no descomponibles o semi-descomponibles. De acuerdo con
García (2000:68) los sistemas descomponibles son conjuntos de elementos organizados con
un funcionamiento característico pero cuyas partes son aislables y pueden modificarse
independientemente unas de otras. Una casa es un ejemplo de sistema descomponible. En
tanto sistema tiene propiedades características como totalidad, tales como estar bien
iluminada, ser fresca en verano, poseer condiciones de seguridad etc. Pero es
descomponible, vale decir, es modificable sin que se modifique los demás elementos como
el sistema eléctrico, los pisos y las ventanas. Un sistema descomponible muy sofisticado
será calificado de complicado pero no de complejo.
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Un proceso es un cambio o una serie de cambios que constituyen el curso de acción de
relaciones que se designan como causales entre hechos o eventos (naturales o producidos
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confluencia de múltiples factores que interactúan de tal manera que no son aislables. En
consecuencia el sistema no puede ser adecuadamente descrito, ni su funcionamiento
explicado por mera adición de enfoques parciales provenientes de estudios independientes
sobre cada uno de sus componentes. En un sistema no descomponible, los distintos
componentes sólo pueden ser definidos en función del resto. Así un sistema descomponible
será calificado como complejo, debido a que los elementos o subsistemas que lo integran
están interdefinidos. Un ejemplo de sistema complejo sería el espacio urbano, el cual puede
entenderse como un sistema complejo de la cultura material en el cual cada proceso que lo
conforma no se puede definir sin definir cada uno de los múltiples procesos con los cuales
está interdefinido de maneja compleja de acuerdo a los principios dialógico-recursivo-
hologramático.
De forma que como cualquier sistema complejo, el espacio urbano también tiene
propiedades características como totalidad, tales como poseer condiciones de inseguridad,
ser caluroso en verano, permanecer oscuro en la noche, etc. Pero no es modificable o
descomponible, sin que se modifiquen los demás elementos que lo constituyen, como por
ejemplo no se puede entender el carácter público de un espacio urbano sin considerar que
también existe un espacio privado, que a su vez están integrados por un espacio físico y un
espacio social, que determinan las características económicas, políticas y culturales del
espacio urbano a través del tiempo (espacio histórico) produciendo imágenes cargadas de
significados (espacio simbólico) que a su vez le darán sentido al espacio público que forma
parte de un espacio urbano determinado.
por la intervención humana). Los procesos no son datos dados empíricamente a través de la
experiencia directa, ni son observables construidos como interpretación de los datos: son
relaciones establecidas sobre la base de la inferencia (García, 2000:70).
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Por consiguiente, si uno de los objetivos es lograr un conocimiento complejo y
profundo de un espacio urbano fragmentado, valdría la pena cuestionarse ¿cuáles son las
bases epistemológicas que permiten analizarlo? y ¿cómo se interrelacionan estas bases con
la argumentación epistemológica de la urbanización sociocultural y su método de análisis?
Para esto será necesario explicar cómo se examinara al espacio urbano fragmentado en
cuestión a través de los conceptos, método y fundamentación epistemológica expuesta por
Rolando García (2006:181-190); así como explicar su correspondencia e interacción con las
consideraciones epistemológicas para el análisis de la urbanización sociocultural planteadas
por Ricardo A. Tena (2007:334-346) y como ambas sirven de fundamento al marco
metodológico de la hermenéutica profunda formulado por John B. Thompson (2002:
XXXIV-XLIII), método de análisis clave para el estudio de la relación ciudad y cultura,
donde la ciudad al igual que la sociedad son consideradas desde la dimensión cultural como
sujetos activos que se interdefinen mutuamente como parte de un proceso históricamente
constituido y socialmente estructurado.
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fundamental para construir un modelo de explicación acorde al modelo de la ciudad vivida
y que no deje de lado los aportes del modelo de la ciudad como naturaleza, ambos
perecientes a la visión organicista en el sentido de Carlos García Vázquez, dentro de una
línea de investigación basada en la trasformación posmodernas de la cultura urbana en las
grandes metrópolis propuesta por José Magnani (2004) que mire a la ciudad no tanto como
un organismo enfermo que está cercano a su fin como lo plantea Jane Jacobs (1961),
Richard Sennet(1994) ó Michael Sorkin (1992), sino que permita, sin olvidar las
problemáticas que les aquejan, pensar en otros términos a través de formas de
sociabilización y cultura no necesariamente convencionales que se van apropiando de
lugares y espacios urbanos típicos y atípicos, y como estos últimos retroactuan sobre los
ciudadanos cada da vez que estos penetran en los distintos ambientes culturales de unas
ciudades fractalizadas que los condicionan e interpelan de manera desigual y cada vez con
mayor frecuencia.
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