En México, al igual que en todos los países americanos de habla castellana y
portuguesa, la Universidad Nacional constituye el centro cultural de mayor importancia, en el cual confluyen las preocupaciones y las inquietudes por todos los problemas que se plantean a la nación, ya sean culturales, económicos, sociales, científicos o políticos. En sus cátedras y en sus laboratorios y gabinetes de investigación se encuentran representadas las principales tendencias filosóficas y sociales, y entre sus estudiantes se reflejan con agudeza las luchas que el pueblo entabla para mejorar sus condiciones de vida en todos sus aspectos. Además, a la Universidad Nacional Autónoma de México llegan a estudiar jóvenes de todas las regiones del país, quienes permanecen así algunos años en contacto directo con las manifestaciones universitarias de inquietud y preocupación, conviviendo íntimamente unos con otros y luego, en buena parte, regresan a sus lugares de origen, llevando con ellos los conocimientos y experiencias adquiridos acerca de los problemas nacionales. Por supuesto, hay quienes después de graduarse procuran olvidarse por completo de sus años juveniles, para entregarse de lleno a la faena de acumular una fortuna o de adquirir puestos políticos o burocráticos o, por lo menos, ce vivir cómodamente al servicio de cualesquiera intereses o empresas que les ofrezcan una retribución ventajosa. Pero también hay muchos que maduran en el mejor sentido humano y que mantienen su conciencia y su actividad en estrecha relación con la realidad del país, pugnando siempre por superar sus deficiencias de una manera efectiva. Otros, en fin, conservan una actitud decorosa, aunque un tanto pasiva, ante los problemas nacionales, pero en los momentos críticos son capaces de tener una actuación decidida y más o menos bien orientadas. En todo caso, la Universidad Nacional Autónoma de México es un vehículo de gran importancia para propagar por todo el país la conciencia reflexiva, la preocupación constante y el afán despierto de actuar eficazmente para resolver los numerosos y graves problemas que afectan a la nación. Con la construcción de la Ciudad Universitaria se ha logrado un mejoramiento muy notable en los edificios de las escuelas, los institutos de investigación y demás dependencias de la Universidad Nacional, que funcionaba antes en locales insuficientes y, en algunos casos, enteramente inadecuados. A la vez, con el traslado se renovaron to- talmente los equipos de trabajo escolar y de investigación y se adquirieron instrumentos que no se tenían. Por otra parte, el hecho mismo de que todas las escuelas se encuentren contiguas ha establecido una condición necesaria, aunque no suficiente, para terminar con el aislamiento y el divorcio entre las diferentes enseñanzas e investigaciones. No obstante, la coordinación y la interrelación de las actividades universitarias que, obviamente, se facilitan con la convivencia, apenas empiezan a crearse. Desde luego, se vienen haciendo bastantes esfuerzos para lograr el entrelazamiento y la conjugación armoniosa de dichas actividades, aunque todavía hace falta mucha tenacidad y empeño para lograr esto, que resulta indispensable para que la Universidad Nacional Autónoma de México sea tal, en el sentido más lato de las finalidades de su existencia. Lo que resulta ser más importante todavía, porque debido a la complejidad y la amplitud del conocimiento científico contemporáneo se ha creado una especialización cada vez más estrecha, que ofrece grandes inconvenientes, tanto para los propios hombres de ciencia como para la investigación, ya que, entre otras cosas, produce una miopía y una unilateralidad que solamente pueden ser superadas a través del contacto y la comprensión de las actividades de los otros especialistas. Como lo ha demostrado la experiencia, únicamente en un ambiente verdaderamente universitario es en donde se han podido resolver los problemas fundamentales de la ciencia y en donde se han logrado resultados más fructuosos. De lo cual se desprende la urgencia de hacer de nuestra Casa de Estudios una verdadera universidad, tarea que, afortunadamente, cada vez despierta mayor conciencia y recibe apoyo más firme. En este sentido, la actividad que viene realizando, desde hace cerca de cuatro años, el Seminario de Problemas Científicos y Filosóficos se destaca por su eficacia. Por otro lado, es clara la necesidad de impulsar mucho más vigorosamente que hasta ahora los trabajos de investigación científica. Tales actividades requieren de una orientación hacia el estudio de los problemas nacionales y al desenvolvimiento de todas las posibilidades que ofrecen los recursos conocidos y de otros no sospechados siquiera. Pero, al mismo tiempo, es indispensable que dichas investigaciones se extiendan a todos los dominios —inclusive a aquellos que no parecen dar perspectivas de aplicación inmediata— porque solamente la posesión de una actividad científica en el nivel más alto es lo que permite aprovechar cabalmente las conquistas logradas en todos los países. La ciencia no es una mercancía que se puede importar o exportar, sino que únicamente se puede asimilar con el esfuerzo propio y laborioso. Y, además, solamente cuando se maneja con profunda comprensión es que resulta útil y susceptible de aplicación tecnológica. En otro sentido, la investigación científica acompañada de la discusión libre y continua de los trabajos realizados constituye una magnífica escuela de democracia entre los científicos, ya que en ella se aprende a tomar indispensablemente en cuenta a los demás, lo mismo que a respetar las opiniones ajenas, a la vez que fórmala conciencia del carácter social, eminentemente colectivo y cooperativo, del trabajo de investigación y que obliga a aceptar los hechos tal como ellos son en realidad, una vez que son demostrados por la razón y verificados en el experimento. Semejante actitud, esencialmente democrática de los científicos, influye destacadamente en quienes se dedican a otras actividades y, también, se propaga eficazmente a través de la educación. Ahora bien, hace falta asimismo establecer una conjugación estrecha entre las ciencias naturales y sociales y la filosofía, ya que muchos problemas científicos solamente pueden ser comprendidos y resueltos, dándoles un enfoque filosófico adecuado. Por otra parte, la filosofía misma tampoco puede dar realmente frutos importantes, a menos que se base en los resultados científicos y que se apropie de los rigurosos métodos de investigación de la ciencia. A este respecto, la historia entera demuestra con claridad cómo la filosofía y las humanidades en conjunto solamente avanzan efectivamente cuando la investigación científica progresa; y, también, que el desarrollo de ambas investigaciones guarda una correspondencia muy estrecha en cada país y en todas las épocas. En otras palabras, la filosofía necesita ineludiblemente de la ciencia y su desenvolvimiento corre parejas con ella. Si tomamos en cuenta, además, que en nuestros países ha habido una conspicua tendencia a desarrollar una actitud filosófica más bien lírica y metafísica, que rigurosa y representativa de la realidad, se puede advertir mejor cómo se encuentra agudizada entre nosotros esta necesidad. Otra cuestión que se ha destacado con vigor en los últimos años, es el de la educación nacional en todos los niveles y con respecto a todas sus fases. Desde luego, el problema de la alfabetización en México es grave, porque, a pesar de todas las campañas realizadas, lo cierto es que apenas se ha conseguido que la proporción de analfabetas no crezca, con todo y el crecimiento de la población total; pero su verdadera solución todavía no se consigue. Por otra parte, es indispensable examinar el problema educativo en todos sus aspectos y no solamente con respecto a la necesidad de aumentar el número de escuelas y de profesores. Se requiere la formulación de una política educativa que ofrezca una preparación básica y eficaz para todas las posibles actividades ulteriores y que oriente decisivamente a los educandos para el desarrollo de sus mejores capacidades en el tenaz esfuerzo colectivo para hacer progresar al país, junto con el mejoramiento paralelo de todos y cada uno de sus habitantes; a la vez que vigorice sus arraigadas tradiciones populares de autodeterminación nacional y de trato equitativo y amistoso con todos los pueblos del mundo. Esta orientación de la educación nacional debe abarcar desde la escuela primaria hasta la enseñanza universitaria en su más alto nivel, pasando por todos los grados y modalidades intermedias. Lo que es más, la eficacia de una política educativa depende, en cierto modo y en buena parte, del contenido y de la forma de aplicación que adopte en el nivel universitario. Esto se comprende bien en México en la actualidad; pero, desgraciadamente, todavía no se pasa de la convicción racional a la ejecución práctica. La Universidad Nacional Autónoma de México realiza ya una labor justamente ameritada, en el sentido de impulsar el desenvolvimiento de la cultura nacional, tratando siempre de que se enriquezcan sus nexos con las demás culturas, aunque defendiéndola, a la vez, de aquellas influencias que tratan de desnaturalizar su carácter auténtico, o bien, de someterla a la limitación y la miseria espirituales que representa la pretendida "cultura occidental". Es claro que estas influencias perniciosas existen en el seno de la misma Universidad Nacional y de que la lucha contra ellas tiene que ser continua y que transcurre por diversas alternativas. Pero también es cierto que cada vez se abre más amplio paso en la conciencia de los estudiantes, los profesores y los investigadores esta convicción de desarrollar y defender la cultura nacional. En cuanto a las enseñanzas que imparte, la Universidad Nacional Autónoma de México trata de preparar los tipos de profesionistas que el país necesita, tanto para resolver las demandas actuales como para ampliar las posibilidades existentes y crear otras nuevas. Sin embargo, en este aspecto todavía no se cumplen los propósitos enunciados; ya que las escuelas universitarias distan de estar en concordancia con las necesidades nacionales. A manera de ilustración, tenemos la de que la Universidad Nacional Autónoma de México no tiene una Escuela de Agronomía, a pesar de que México es un país agrícola. En lo que se refiere a la satisfacción de los jóvenes que desean seguir estudios superiores, por más que el número de alumnos inscritos crece año con' año, todavía resulta ser un privilegio para una reducida minoría. Por ello, lo que se requiere es fomentar el desenvolvimiento de las universidades de provincia, para ensanchar su capacidad docente y ofrecer mayores oportunidades de estudiar a los jóvenes provincianos. Sin embargo, mientras no sea posible asegurar efectivamente que todos los jóvenes con vocación tengan libre acceso —cualquiera que sea su situación económica—, es indudable que todo requisito selectivo que intente imponer la Universidad Nacional Autónoma de México, por plausible que parezca en teoría, se convertirá en un nuevo obstáculo para el ingreso de los jóvenes colocados en condiciones económicas más precarias. Respecto a su funcionamiento interno, en la Universidad Nacional Autónoma de México existe la libertad de cátedra, que constituye una conquista obtenida por los estudiantes en sus valerosas luchas y que es celosamente defendida en cada ocasión en que se intenta violarla o mediatizarla. Es así como hay profesores que enseñan diversas disciplinas con una clara y explícita orientación marxista, principalmente en la Facultad de Filosofía y Letras, en la Escuela Nacional de Economía y en la Escuela Nacional Preparatoria. Además, en la Facultad de Filosofía existe un Seminario de Materialismo Dialéctico; y en la Escuela Nacional de Economía la cátedra obligatoria de Teoría Económica y Social del Marxismo, apoyada en la justa consideración de que Marx es el fundador de la Economía Política como disciplina científica en sentido riguroso. También se mantienen en la Universidad Nacional Autónoma de México la libertad de investigación, la libertad de crítica, la libertad de publicación, la libertad de discusión y la libertad de intercambiar resultados con los especialistas de todos los países. Esas libertades son defendidas con pasión, cuando se atenta contra ellas. En cambio, todavía no se ha podido implantar la libertad de dirección, esto es, que los directores de escuelas, facultades e institutos y el propio rector puedan ser escogidos libremente, cualquiera que sea su ideología. En este sentido, se mantienen implícitamente algunas restricciones, aunque no se declaren abiertamente ni figuren en reglamento alguno. Por otra parte, desde hace poco más de cuatro años se ha establecido en grande la institución del profesorado y la investigaduría de tiempo completo, pagando sueldos decorosos y contando, a cambio, con la dedicación íntegra a la universidad. En la mayoría de los casos, estos profesores e investigadores han empezado a rendir mejores frutos, tanto en la docencia como en la actividad científica. Pero, en algunos casos, la posición ocupada ha sido mal interpretada por los propios designados y su rendimiento ha sido pobre. No obstante, los casos de excepción no afectan la bondad de la institución y, con seguridad, en un lapso breve acabarán por desaparecer casi por completo. En todo caso, lo que sí hace falta es la expedición de un reglamento que gobierne las actividades de los investigadores y los profesores de tiempo completo, basado en unas cuantas normas fun- damentales y estructurado principalmente en la solvencia académica y en la responsabilidad docente y científica de los beneficiarios. Otro aspecto muy interesante de las actividades universitarias en México es la labor editorial. En los últimos tres años, las publicaciones de la Universidad Nacional Autónoma de México han aumentado enormemente en número, se ha elevado de modo muy ostensible su calidad y se mantiene al día en cuanto a los temas de que tratan. Existen algunos lazos entre varias universidades de América Latina, aunque son enteramente insuficientes y realmente escasos. En rigor, una de las necesidades de más urgente atención es el fortalecimiento de las relaciones universitarias entre los países de habla castellana y portuguesa, estrechando los vínculos existentes y ampliándolos a otros muchos canales, que prácticamente ni siquiera se han explorado. A este respecto, todo lo que se haga redundará en beneficio de la múltiple y auténtica comunidad de intereses que, fuera de toda duda, existe entre las naciones situadas desde el Río Bravo hasta el continente antártico. Lo que es más, el fortalecimiento de nuestras vinculaciones en todos los órdenes es una condición indispensable para nuestro mejor desarrollo y para la defensa de nuestros aspectos nacionales, entre ellos la cultura, la economía y la independencia.