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la medida en que iba acercándome a determinado tipo de obras y a los textos escritos sobre
las mismas, fui descubriendo que era un término mucho más usual de lo que yo pensaba.
de representación más acorde con la sensibilidad y con el pensamiento que legitima al arte
postmoderno. Con esto estoy atendiendo al hecho de que ciertamente el arte postmoderno
las técnicas de representación atienden siempre a un lugar. Incluso eso influye en el hecho
intervención o de obstrucción. En tal sentido, la relación entre arte y vida puede parecer
cada vez más un eufemismo para referirse, no al lugar del arte, sino a un arte de lugares, es
No habría otra forma de leer sus retratos, aun cuando se hubiera limitado a retratar; es decir,
Pero en este caso el autor ha ido más allá, puesto que por medio del retrato solamente se
verdad es que ese tipo de retratos frontales, directos y frugales empiezan a funcionar ya
desde hace tiempo como una forma muy económica de referirse a las identidades. ¿Quién
es el retratado o la retratada? ¿En qué “consisten”? Normalmente eso importa menos que el
hecho, aparentemente oculto, pero crucial, de que la relación entre el retratado y el retratista
Decía que Andrés Carretero ha ido más allá porque no se ha conformado con ese estado de
curiosamente, son esos procedimientos los que han contribuido a una más precisa
Imagino que si alguien está leyendo este texto es porque ya ha visto las fotografías en
espectador ya ha notado que todos los sujetos retratados tienen algo en común, y que
muchas de las fotografías también tienen algo en común. Los fotografiados son todos
albinos, pero además su ubicación -o sea, su relación con el lugar- tiene algo de sospechoso
o ligeramente incongruente.
Es evidente que el artista ha trastornado de alguna manera la relación de estas personas con
marcas de identidad. Ese ligero –o no tan ligero- desajuste en la relación entre los sujetos y
condicionamiento genético. O sea, que no necesariamente tiene que ser leída esta propuesta
en relación con los usos antropológicos y etnográficos que en otros momentos se le ha dado
a la fotografía.
plantea aquí desde una perspectiva de relaciones sociales, que hallan su representación en
los escenarios donde se realizaron las fotos. Por eso el set fotográfico deviene un ámbito
metafórico y una especie de textualidad adjunta a la presencia física de los sujetos. Y por
eso cualquier espectador podría experimentar cierta incomodidad al intuir que hay algo
fuera de lugar, algo a lo que la mirada no se acomoda de inmediato, como si los sujetos, de
hecho, hubieran sido desplazados por la cámara, en vez de ser emplazados ante la cámara.
En este fuera de lugar radica también la opción política de estas obras. Porque este
acerca del desplazamiento a que se ven sometidas estas personas en el espacio social. Su
propia condición les impide participar de ciertas actividades al aire libre, ya que no pueden
someterse descuidadamente a los rayos del sol. En muchos contextos pueden ser percibidos
como los raros, o los que están fuera de la norma. De alguna manera son siempre una
especie de extranjeros en cualquier lugar. El acto fotográfico pudiera ser en este caso una
sujetos marginales. Al final, con su aire abstraído, parecen lucir una especie de paradójica
Pero quiero insistir en el aspecto político por otra razón. A mí me parecen irritantes –y no
sólo por banales y pusilánimes- los procedimientos artísticos que se basan (y generalmente
se agotan) en la manipulación jocosa de los sujetos, desde una falsa posición de poder
intelectual y social. Generalmente esas prácticas esconden una prepotencia que reproduce,
el racismo y el machismo. Son muy excepcionales los casos en que ese tipo de
conceptual y espiritual del artista. Por eso agradezco que Andrés Carretero haya mantenido
una actitud respetuosa –sin ser paternalista- hacia los sujetos fotografiados en este trabajo.
Como también agradezco que no haya subordinado la experiencia estética a la construcción
experiencia estética que dejarse sostener por la falsa estabilidad de los discursos.
Menciono esos temas y me obligo a volver sobre el aspecto de la belleza, que en las obras
fragilidad y pureza. Y con esto, por cierto, este autor se conecta, de manera nada ingenua,
con una tradición retratística que ha dado excelentes resultados durante todo el siglo XX y
En especial considero inevitable mencionar una obra como la de Rineke Dijkstra, a quien
este autor parece citar explícitamente en algunas de sus fotos. Pero también me importa
exponer que en toda esa obra yo encuentro algo que me hace pensar en una posible zona de
frialdad e inocencia en la que podrían estar coincidiendo, lo mismo una autora como Mary
femenina. O tal vez deba decir que soy yo mismo quien prefiere encontrar esos referentes.
Y que es mi propia sensibilidad la que me lleva a explorar en esa zona de riesgo. Lo cierto
nuevamente la obra de Dianne Arbus, aún sabiendo que en ésta última siempre voy a
Carretero tiene un carácter multirreferencial y multitextual que es inobviable. Esto hace que
sus fotos tengan una cualidad ambigua. Pues por un lado parecen objetos simples,
despojados de retórica y concentrados en su propia factualidad. Y sin embargo, ese
aparente ensimismamiento esconde una profusa textualidad. Quizás esa ambigüedad venga
del hecho de que este tipo de fotografía no pretende exponer la realidad como un ámbito
misterioso. Lo fotográfico, en una obra como la de Andrés Carretero, puede ser entendido
como una manera de expandir y de amplificar lo visible, más que como una manera de
revelar lo invisible. Y este no es un dato insignificante si tenemos en cuenta que con esto el
redundancia.
La verdad es que yo soy de los que abogan –tal vez con mucho de nostalgia- por el
Texto original publicado en el catálogo de la exposición Fenotipos. Galería EDS. México DF. Abril-Junio de
2008