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Paisajes chinos en la memoria

Mario Acha Kutscher

“Vale más perecer que odiar y temer, vale más perecer dos veces que hacerse
odiar y temer...” Nietzsche

La bruma apenas rozaba la superficie del lago, un grupo de garzas blancas

observa con paciencia el movimiento sinuoso de las carpas azules, mientras los

bambú de la ribera arrojan, gota a gota, la humedad de la mañana, dibujando

enormes círculos concéntricos en el agua cristalina. A lo lejos la pequeña y

delicada Hung Zhu se sumerge desnuda, Wang Tsei toma su pincel, traza con

seguridad caligráfica un par de líneas curvas en el blanco papel de arroz y aparece

el hermoso torso de su amada compañera, sus ojos brillan intensamente. A un

costado del viejo velero de juncos, la luz de una lámpara sucumbe al inicio del

nuevo día. Instintivamente levanta la mirada al cielo y muy en lo alto, ve como uno

de los 72 aviones de combate recién comprados a Rusia por el ejército chino

rompe la barrera del sonido. Hung Zhu se levanta, gira y se contrae de dolor,

mientras las gotas de agua recorren la amplia curva de su enorme vientre

embarazado.

A miles de kilómetros de distancia, al otro lado del mundo, y para ser precisos en

un restringido sótano del Pentágono, un grupo de militares y miembros del

Congreso norteamericano discuten estrategias de guerra frente a un complejo

tablero electrónico lleno de coordenadas geográficas y luces parpadeantes. El

gigantesco General Schwartz, de dos metros catorce centímetros de altura y más

de ciento cincuenta kilos de peso, enciende un enorme puro cubano y se agarra los

testículos, mientras sus subalternos se ponen nerviosos debido a la orden de no


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fumar que impera en esta sofisticada sala “hig htec”.

- Gentleman-, ruge el General mientras lanza una bocanada de humo sobre sus

cabezas, - estamos enfrentando una situación crítica y amenazante, los chinos se

han convertido en nuestro mayor adversario.

- En que se basa usted para asegurar eso tan tajantemente General, replica

calmadamente uno de los Congresistas.

- Observe bien los malditos puntos rojos de la pantalla, contesta el general

mordiendo el puro entre los dientes y señalando agresivamente, - China reclama

Taiwán, acaba de recibir estúpidamente Hong Kong, tiene disputas fronterizas con

Vietnam y la India, reclama a Japón la islas de Senkaku, tiene disputas con

Filipinas y Malasia, y por si le parece poco, posee una fuerza militar que incluye

300 cabezas nucleares y más de un millón de soldados, la mayoría comunistas.

Alza el tono de voz y poniéndose colorado golpea la mesa de plástico moldeado, -

¡Debemos mantener el control de esa maldita zona!.

El delicado rostro de Hung Zhu estaba cubierto de sudor, parte de su grueso pelo

negro se había pegado a las mejillas. Wang Tsei, recordó como habían nacido sus

hermanos y le pidió a su compañera colocar las plantas de los pies sobre su pecho

mientras le pedía que pujara. Ella gritó entonces con la fuerza de la tierra, las

garzas levantaron vuelo, las carpas se escondieron entre las rocas, mientras en la

orilla un enorme cebú blanco toma agua tranquilamente. Algo se deslizó como si

fuera un pescadito entre las piernas de Hung, Wang Tsei no podía creerlo, tenía

entre sus manos a su pequeña hija, la levantó de los talones como solía hacer su

madre y le pegó una palmada en las minúsculas nalgas rosadas. La pequeña llenó

sus pulmones de aire y el valle entero escuchó una vez más el llanto de la vida; a

lo lejos las ancianas del pueblo sonreían con alegría. Una ranita saltó a la barca y

Wang dijo con mucha seguridad: -“Saltarina” será tu nombre. Wang y Hung
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estaban felices esa mañana en medio del pequeño lago cristalino.

Arriba, en el azul más profundo del cielo, el piloto del avión supersónico

maniobraba su complicado vehículo de destrucción y desconfianza mientras

transmitía por la radio. -Piloto a base, piloto a base...blanco de prueba a la vista,

blanco a la vista...hablaba en chino por supuesto.

-Adelante piloto, proceda, abra fuego, repito...abra fuego.

Wang Tsei vio entonces con terror cómo explotaba la isla de las codornices,

rápidamente se metió al agua con su mujer e hija recién nacida. Las bombas caían

una tras otra. Wang regresó desesperado a la clandestina barca de pesca y luego

de un segundo de duda, le prendió fuego para que el piloto los viera, pero ya era

tarde, el último cohete había sido disparado, la barca y la ranita estallaron en

pedazos. Wang se acurrucó tiritando con su familia detrás de los cañaverales

mientras los delicados trazos de tinta de su dibujo se disolvían para siempre con el

agua ahora completamente turbia.

En sala secreta del Pentágono, sigue la discusión entre el duro General Schwarts

y miembros del Congreso: - China está creciendo con fuerza y nuestras relaciones

son fluidas. El desarrollo de políticas represivas podría crear un ambiente negativo.

Si tratamos a China como un enemigo, por supuesto que se convertirá en uno. ¿Es

eso lo que usted pretende General?.

Schwarts se saca el puro de la boca, mira con prepotencia a todos sus

subordinados y contesta con tranquilidad espartana, - China va a intentar obtener

lo que siempre ha deseado, controlar Asia y llenarla de comunistas, y añade

señalando amenazadoramente a los Congresistas presentes: - Yo creo, con todo

respeto señores Senadores, que el gobierno de los Estados Unidos debe


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responder rápidamente a esta amenaza.

- y usted cree que debemos emplear la fuerza para ello, responde el congresista.

Schwarts se sienta displicentemente sobre la enorme silla de acero hecha

especialmente para él, se rasca el pecho y dice con el puro del boca: - Estoy

convencido que debemos armar a los países vecinos y aumentar nuestra presencia

militar en toda la zona, sobre todo en el maldito mar de China.

- No estoy de acuerdo General, más simple y seguro sería ampliar nuestras

relaciones económicas y establecer diálogos oficiales en materia de seguridad y

derechos humanos.

- China es una amenaza y va a desestabilizar nuestra posición militar en Asia,

China amenaza nuestros intereses vitales.

- Con todo respeto General, insisto que amplíe su punto de vista, China al igual

que nosotros tiene intereses globales. Ellos como nosotros quieren obtener

ganancias, ellos como nosotros desean abrir y conservar mercados.

De pronto una luz se enciende al fondo del gran salón y aparece una delgada y

elegante silueta perfilada contra un inmenso mapamundi iluminado. Todos voltean

y reconocen la delgada voz del Presidente que dice sonriendo:

- Calma señores, calma, está claro que el enemigo está allí afuera, no aquí

adentro. Creo que todos estamos de acuerdo, que China ha desestabilizado el

balance de poder en la región y que amenaza algunos de nuestros intereses

vitales; sin embargo, su fuerza todavía es muy débil para romper el equilibrio de

poder existente en Asia y va a permanecer débil hasta bien entrado el próximo

siglo, y General... ¡apague ese maldito cigarro!.

En un gabinete militar de Beijing el General Wu se levanta y señala un gran mapa

mural de China y explica decididamente mientras se ajusta la correa del uniforme: -

Nuestras fuerzas militares se ven bien en los informes... pero nuestras tropas, a
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pesar de ser numerosas... (señala la cifra de 2.9 millones) están equipadas con

armas fabricadas hace más de diez años, nuestros tanques (8,000) son lentos y

pequeños, y a nuestros aviones de combate (5,000) les falta tecnología

electrónica.

- Perdón General pero contamos con más de 80 misiles, replica el presidente de

China Jiang Zemin que estaba presente.

-Si, pero sólo 17 de ellos tienen alcance intercontinental Honorable Sr. Presidente.

-Usted mismo me dijo que tenemos 40 aviones con capacidad de transporte

nuclear.

-Es cierto, también tenemos cerca de 300 cabezas nucleares y hemos desarrollado

algunas armas químicas, pero permítame Sr. Presidente, quiero mostrarle algo,

hace una seña, se apagan las luces y se proyecta una película sobre las

sofisticadas tecnologías empleadas por los norteamericanos en la guerra del Golfo.

Wang había viajado hasta Beijing en busca de oportunidades, ya no tenía su

pequeño bote y para colmo le había nacido una hija por lo que tendría que trabajar

más para dejarle una dote. Entonces recordó que se iba a celebrar el 70

aniversario de la fundación del Ejercito Popular de Liberación (1 de agosto de

1927) y que el ejército buscaba reclutas. Se dirigió al Gran Auditorio del Pueblo

donde encontró a cientos de miles de personas que también querían escuchar al

presidente Jiang.

Su compañera Jung había conseguido trabajo en una fábrica de telas cercana a su

pueblo y su hija “Saltarina” se había quedado con su abuela materna que seguía

sembrando arroz a pesar de su avanzada edad.

El General Schwarts interrumpe, -Perdón Sr. Presidente, vamos a transmitir el

discurso del presidente chino, da una orden, alguien activa un sofisticado sistema
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de comunicación vía satélite y se enciende una gran pantalla...

Muy alto en el podio, delante de una portentosa bandera roja y varios millares de

personas, el presidente Jiang declama con voz pausada y en traducción

simultánea: - Los oficiales y soldados chinos deberían aprender más sobre

tecnología y guerra moderna. No es con la cantidad que vamos a defendernos,

sino con la calidad. La estabilidad exige que construyamos un ejército poderoso,

debemos lanzar un esfuerzo de desarrollo militar a gran escala, como dijo nuestro

fallecido camarada Deng Xiaoping: “Si queremos ser fuertes debemos aprender la

tecnología de Occidente”.

El General Schwarts se estira con orgullo, y al colocarse las manos en la cintura

golpea con el codo la cabeza del diminuto agregado de prensa, aplaude y dice

señalando la pantalla: -Escuchen...precisamente a eso me refiero.

Interrumpe el Secretario de Defensa: - Un momento General, con su permiso Sr.

Presidente... el agregado de prensa se frota la cabeza, - Esto no es un juego, el

desarrollo de una política represiva contra China, puede menoscabar nuestra

seguridad en la zona. Una China que se sienta rodeada por fuerzas militares no va

a querer cooperar en los asuntos que nos convienen, más bien podría acelerar la

modernización de su defensa.

- Pero, maldita sea, perdón Sr. Presidente... eso es precisamente lo que está

sucediendo, ruge el General señalando con insistencia la pantalla.

- General, prosigue el Secretario de Defensa, -Se lo voy a explicar bien claro, no

podemos repetir nuestra política pasada con Rusia, no podemos acelerar otra vez

una carrera armamentista, no podemos cerrar nuestros mercados mutuamente ni

crear presión sobre nuestros aliados japoneses y coreanos. Ninguno de nuestros

países amigos va a respaldarnos en una estrategia represiva contra China,

estaríamos solos. No podemos alentar más políticas xenofóbicas contra Occidente,


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y por último no podemos sacrificar Los Ángeles por Taiwán en una guerra atómica.

Wang Tsei se encuentra en posición de firmes en el cuartel de reclutamiento de

Beijing, lleva el uniforme verde con galones rojos del ejercito Chino, así como

elegantes guantes blancos. Le estan enseñando los rudimentos de la disciplina

militar.

Mientras tanto, a pocos pasos del orgulloso Wang, el Comandante de Relaciones

Públicas conversa en inglés con un periodista alemán, mientras le muestra las

instalaciones - El Ejército Popular de Liberación chino es el más grande del mundo

y aunque usted no lo crea, se ha convertido en un imperio corporativo que dirige

hoteles, envía satélites al espacio y produce casi de todo, desde televisores hasta

refrescos.. y añade con autosuficiencia: antes estudiábamos mapas militares y

movimientos de tropas enemigas, ahora analizamos la venta de aparatos de aire

acondicionado. ¿Sabía usted Mr. Palenberg que más de la mitad de los

refrigeradores y motocicletas fabricados en China han sido producidos por nuestro

glorioso ejército?.

- Está claro que tenemos aquí dos posiciones opuestas, resume el jefe de la Casa

Blanca en el Pentágono, - Los que creen como el Senador, que China se está

transformando en un país pacífico que busca ganancias en los mercados

internacionales y por eso debemos convertirlo en nuestro socio; y aquellos como el

General, que asegura que China se está convirtiendo en la segunda potencia

mundial y que debemos ahogarlo económicamente con la ayuda de Japón y

reprimirlo militarmente antes de que sea demasiado tarde.

Yo creo señores que debemos buscar el compromiso y no la represión y no va a

ser fácil pues no tenemos ninguna garantía que vamos a ser escuchados en temas

tan delicados como el control de armas atómicas y el respeto a los derechos


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humanos. Creo que... anote Sr. Agregado de Prensa, creo que podemos darnos el

lujo de observar la modernización de China antes de tomar una posición más

definida. Tenemos tiempo...espero.

Nota: Sin embargo, aquí me permito proporcionar los siguientes datos: la presencia

militar de los norteamericanos en el Pacífico consiste en 200 barcos de guerra,

2,000 aviones de combate y 300 mil soldados; y la cifra que gastan en su programa

de defensa, buscando la “imprescindible seguridad vital” que pregonan sus

analistas debido a la profunda desconfianza humana que todos los países

compartimos, consiste en 270 mil millones de dólares anuales provenientes de los

impuestos que tiene que pagar año a año todos sus ciudadanos.

Si a eso le sumamos los 90 mil millones que gasta China en su sistema de

defensa, los 50 mil millones de Japón y la de todos los otros países, podríamos

convertir para siempre al país más pobre de la tierra en el más rico y poderoso del

mundo en tan sólo un año.

Mientras tanto en el patio de la academia militar a Wang le brillan los ojos de

entusiasmo, estira sus brazos y recibe su primer arma de guerra, así como un

extenso manual de electrónica que debe entender y memorizar en los próximos

seis meses. Piensa en su hija “Saltarina” al borde del lago cristalino y sonríe. Quizá

ahora le den un permiso especial para intentar tener un hijo varón.

México, 3 de agosto de 1997

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