Este documento argumenta que el odio puede ser una virtud cuando se dirige hacia aquellos que dañan a un país o ponen en peligro la democracia, como Fujimori y Montesinos en Perú. El autor dice que el odio moral funciona para mantener la vigilancia contra el regreso de la corrupción y la violencia del pasado. También sostiene que odiar a quienes quieren devolver a Perú a ser un país de siervos revela salud mental y carácter ciudadano.
Este documento argumenta que el odio puede ser una virtud cuando se dirige hacia aquellos que dañan a un país o ponen en peligro la democracia, como Fujimori y Montesinos en Perú. El autor dice que el odio moral funciona para mantener la vigilancia contra el regreso de la corrupción y la violencia del pasado. También sostiene que odiar a quienes quieren devolver a Perú a ser un país de siervos revela salud mental y carácter ciudadano.
Este documento argumenta que el odio puede ser una virtud cuando se dirige hacia aquellos que dañan a un país o ponen en peligro la democracia, como Fujimori y Montesinos en Perú. El autor dice que el odio moral funciona para mantener la vigilancia contra el regreso de la corrupción y la violencia del pasado. También sostiene que odiar a quienes quieren devolver a Perú a ser un país de siervos revela salud mental y carácter ciudadano.
S, a veces hay que odiar. Hay que odiar a los ladrones del tesoro pblico. Hay que odiar a los asesinos que mataron en nombre de Mao y a los que mataron en nombre del Estado. Hay que odiar a quienes ofendieron al pas ensuciando sus instituciones. Hay que odiar lo que hizo Montesinos. El odio moral funciona como un deslinde permanente. Hay que odiar a quienes representan a Fujimori y ponen cara de estar representando a una congregacin salesiana. Hay que odiar a quienes olvidan. A los que quieren el retorno de la podre. Hay que odiarlos en paz, pero hay que odiarlos. El odio mantiene la vigilia, purifica, salva. El odio surgido de la reprobacin tica es una virtud, no un defecto. El odio tiene mala reputacin pero cmo no odiar a Hitler, a Pinochet, a alias presidente Gonzalo?.
Si el Per hubiese podido odiar a los
miserables que lo postraron, no habramos tenido a un Pirola de presidente reincidente ni a un hijo de Prado dos veces presidente ni a Alan presidente por segunda vez. No habramos tenido a tanto ladrn en los cargos pblicos ni a tanto delincuente en la judicatura ni a tanto Aljovn en el ministerio pblico. Hay que odiar la intolerancia y hay que odiar an ms la hipocresa. Pero odiar lo que el fujimorismo encarna no es intolerante: es prevenir la intolerancia. Los odiadores del fujimorismo no se desvelan odiando. Ejercen su ira santa cuando los fujimoristas amenazan con volver. Pedirles que no acten es como pedirle al sistema inmunolgico que se paralice ante las invasiones bacterianas. Despus de lo que hizo con el pas, con las Fuerzas Armadas, con el Congreso, con la Contralora, con el Tribunal Constitucional, con la televisin y con la prensa, el fujimorismo debi merecer del Per el mismo trato que los alemanes le dieron a los nazis. Se puede ser
oficialmente nazi en Alemania?. No. Est
prohibido. Pero la hija de Fujimori quiere gobernar para vengarse. Quiere reivindicar al criminal que es su padre y a los ladrones que son sus tos y a las Chvez de toda la vida. Y eso suscita el odio y el desprecio (y el miedo) de cientos de miles de peruanos que temen el regreso de la pesadilla. Odiar a quienes quieren convertir al Per, otra vez, en un pas de siervos es que revela salud mental, carcter, ciudadana. Odiar no significa lanzar piedras ni amenazar con matar al adversario. El odio civilizado contra quienes no respetan los cnones de la democracia es un mecanismo de defensa amparado por la Constitucin. A los fujimoristas les asusta el odio y el desprecio que producen. Llaman intolerantes a todos aquellos que les recuerdan, en la tribuna o en la calle, quines son, qu encarnan, qu harn. Esperan gobernar. Esperan despertar el fantasma del terrorismo as sea con atentados pensados por algn grupo
parecido a los Colina- para dictar
medidas de emergencia. El fujimorismo solo es feliz en los regmenes de excepcin. Para l la normalidad democrtica es puro aburrimiento, mediocridad. Necesita la fuerza para sentirse vivo. Contra eso surge el odio legtimo de quienes no quieren padecer lo mismo y el odio juvenil de los que saben lo suficiente como para expresar su rechazo. El fujimorismo est condenado a ser lo que es. En sus races est la violencia y el desdn por los modales democrticos. Contra eso se yergue el odio que puede salvarnos.