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Contenido
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Prólogo
CONSECUENCIAS DE UNA ERRADA DEFINICIÓN TEÓRICA
José Obdulio Gaviria Vélez
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La estratagema terrorista
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Consecuencias de una errada definición teórica
Esa es la esencia del tira y jale entre la guerrilla (y, antes de su desmovili-
zación, de las Auc) con el actual gobierno. Y en ese tira y jale, Samper, Semana
y muchos analistas se han alineado, advertida o inadvertidamente, con los
terroristas. Las Farc se desgañitan exigiendo que se les reconozca el carácter
de fuerza beligerante en una guerra civil. Uribe se los niega, porque no lo son.
La oposición a Uribe, en cambio, corre a aceptarlo, como si se tratara de una
concesión cualquiera, como si ello no fuese para todos un jugarnos la vida, la
honra y los bienes. Las Farc, es evidente, no controlan un territorio en el que
tengan constituido un embrión de Estado, un principio de organización con los
atributos de un gobierno, ejercido, aunque sea de una manera rústica y primi-
tiva por un mando unificado. Si tuvieran control territorial, si una porción
de la población colombiana, aunque fuera ínfima, estuviese viviendo bajo un
régimen político establecido por las Farc, no habría más remedio que recono-
cerles su carácter de Estado en gestación. En ese caso, tendríamos un conflicto
interno armado y al gobierno no le quedaría alternativa distinta a aceptarlo.
Pregunto a Semana y al Presidente Samper, líderes del reconocimiento para
las Farc del carácter de fuerza beligerante: ¿en dónde están las Farc?, ¿cuál es
su capital?, ¿en qué poblado de Colombia –un caserío, un barrio, una manzana
siquiera–, ejercen poder permanente? No puede confundirse la capacidad de
poner bombas, de asesinar alcaldes y concejales, de secuestrar y mantener a
sus cautivos en el fondo de las selvas, con tener un control de territorio. Eso
no es tener control sobre, sino estar escondidos en. Si se llamara control terri-
torial al hecho de estar ejerciendo el crimen en un determinado sitio, habría
que predicar que tienen control territorial los Maras de Centroamérica, los
mafiosos de México, Brasil y los del Norte del Valle.
Solicitar estatus de fuerza beligerante para las Farc, es tan irracional
como pedirles a sus cabecillas que respeten el DIH. Ni los Maras ni los capos
mexicanos, brasileños, del Norte del Valle, ni los jefes de la banda terrorista
Farc, son sujetos del derecho internacional. Lo son de nuestro estatuto penal
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Acerca de esta compilación
Dentro de los múltiples tópicos que se debaten hoy en el país, éste, sin duda,
es uno de los más álgidos. Promotor central de la polémica ha sido el Presidente
Álvaro Uribe Vélez, quien desde su primer mandato negó que existiera en el
país lo que se conoce en la jerga jurídica a nivel internacional como un conflicto
armado interno. En ese sentido, ha manifestado el Presidente que lo que hace,
además de establecer un principio elemental y claro, es poner al país a tono con
la evolución del pensamiento, la doctrina y los cambios jurídicos que en Europa
en particular toman cuerpo, que rechazan el uso de la fuerza contra el ordena-
miento democrático, y califican sin equívocos como terrorista cualquier acción
en ese sentido. Ha hablado entonces de amenaza terrorista para caracterizar el
uso de la violencia no solo contra los civiles inermes, como sucede en nuestro
caso a diario, sino contra el Estado legítimamente constituido.
Se trata, claro está, no únicamente de un debate académico: el asunto
tiene y va a tener en el futuro significativas repercusiones en el ordenamiento
jurídico interno, en el comportamiento político, y hasta en las mismas rela-
ciones internacionales.
Con tal motivo a mediados de 2005 publicamos en la página Web
RUMBOS*, en su primera edición, una selección de documentos referidos al
tema. El presente libro, líneas más, líneas menos, es casi una réplica de aquella
compilación de hace dos años.
Desde el punto de vista temático, la compilación tiene una división simple
en dos partes: la primera centrada en la tesis de la amenaza terrorista y la
segunda en la tesis del conflicto armado interno.
En este primer bloque, el más voluminoso en virtud de la necesidad de
dedicar mayor espacio a la novedosa concepción, hemos reunido publicaciones
que sustentan la necesidad de modificar las viejas categorías que han definido
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Un debate de crucial importancia para el destino de la nación
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PRIMERA PARTE
DISCURSO DEL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA ANTE LA
CORTE INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS
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Discurso del Presidente de la República ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos
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Discurso del Presidente de la República ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos
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19 de junio de 2003
Fuente: www.presidencia.gov.co SNE
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EXPOSICIÓN DEL PRESIDENTE URIBE EN EL FORO
“¿AMENAZA TERRORISTA O CONFLICTO INTERNO?”
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Exposición del Presidente Uribe en el Foro“¿Amenaza Terrorista o Conflicto Interno?”
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legitimidad para que el Gobierno no los denomine terroristas, sino para que se
le denomine actores de un conflicto armado interno–, se reconoce ese factor
internacional y simultáneamente se quiere negar la extradición.
Y Colombia, como parte de la comunidad internacional, tiene que entender
que las obligaciones en la comunidad internacional hay que ejercerlas por
todos los asociados, hay que cumplirlas por todos los asociados. Nosotros
no podemos negar la extradición aquí y pedir extradición en los casos en los
cuales requerimos pedirla. Por ejemplo, ahora estamos solicitando la extradi-
ción –ya la ha autorizado la Corte Suprema de Venezuela– de un señor de la
Farc –a mí no me gusta referirme a ellos por apodos–, que está preso en una
cárcel de Venezuela.
Hay un punto bien importante: dice el doctor César Mauricio que “dominan
el territorio”. Dominaban. Este problema que estamos teniendo ahora en el
Cauca es porque allá llevaban 40 años tranquilos. Este Gobierno encontró
16 pueblos del Cauca sin policía: Toribío, Tacueyó, Jambaló –donde estamos
ahora– no tenían policía. Eso era domino total de estos señores. La selva
donde tenemos la operación Patriota, era de dominio total de estos señores. La
circunferencia cundinamarquesa, alrededor de Bogotá, se había convertido en
un dominio total de ellos y de las Auc. Y lo propio en la Sierra Nevada. Hoy
todos esos grupos están en disminución, hacen intentos que nos hacen mucho
daño y que algunos tratan de convertirlos en victorias políticas del terrorismo
–como el intento del Cauca–, pero todos los días tienen menos posibilidades
de dominio territorial. Del Cauca los vamos a sacar, como de todo el país, y
eso nos cuesta todas las dificultades del mundo.
Ahora, lo que no puedo hacer en este Foro es traer una ideología diferente
a la que practico, ni un pensamiento diferente. Sí, yo soy un convencido que
esta Patria necesita vivir sin droga, sin guerrilla y sin paramilitares. Y aquí se
gastaron muchos años, simplemente dándoles consejitos, y mientras les daban
consejitos llegamos a tener una Nación derrotada, sin crecimiento económico,
empobrecida, con su democracia sitiada, con 50 mil guerrilleros y 170 mil
hectáreas de droga.
Creo en la democracia, pero la democracia no funciona sino a partir del
ejercicio de la autoridad. Recuerdo al doctor Antonio Navarro Wolf (ex guerri-
llero del M–19 y hoy senador de la República) alguna vez decir, que lo que
hizo que el M–19 tomara la decisión de negociar, fue que el Ejército los copó
militarmente. Recuerdo a los salvadoreños decir: “tomamos la decisión de
negociar cuando nos dividimos al interior de la guerrilla y unos decían, ‘no
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el problema de 86 mil hectáreas de droga. Eso les puede pasar a los vecinos.
¿Cómo no nos vamos a preocupar si esa unidad amazónica la afectan o con la
tala de bosques o con la contaminación de los ríos? Pregúntenle a los campe-
sinos más viejos del Putumayo y a los que están allá del lado de los otros países,
¿qué les ha tocado en su ciclo vital? Encontraron una Amazonía virgen, y con la
llegada de todos estos grupos y la droga, han visto la contaminación de los ríos,
la desaparición de especies de fauna, de especies de flora. Cómo se ha acabado
la diversidad de los peces. ¿Cómo no va a ser un factor de preocupación? Ahora,
eso no puede ser objeto de la proposición de una contradicción entre la comu-
nidad amazónica y los Estados Unidos, de ninguna manera. Es que el tema
ecológico no se puede proponer en esos términos. El tema ecológico nos inte-
resa a todos. El tratado que estamos negociando con los Estados Unidos es el
primer tratado de comercio donde un país, en este caso Colombia, propone unas
salvaguardias en temas ambientales para la utilización de esas materias primas.
Nosotros no le hemos pasado a los vecinos la responsabilidad de la Seguridad
Democrática. Nosotros la ejercemos, lo que pasa es que si entre todos no nos
colaboramos, hoy por mi mañana por ellos, hoy por nosotros mañana por ellos.
Ellos han sentido lo que es la presencia de estos grupos allá.
Dinámica bilateral, no diálogo regional. Ya le decía, nosotros tenemos una
alianza con los Estados Unidos, le pido a este país que la mantenga y la profun-
dice, y abiertamente, abiertamente, no podemos tener hipocresía en el discurso.
¿Ustedes creen que yo puedo decir un discurso aquí y otro en la Universidad
Nacional? ¿O decirle mañana a la señora Rice al oído: ayúdenos, apóyenos,
qué bueno, y aquí venir a renegar de los Estados Unidos? Hay que tener consis-
tencia, decir lo mismo en toda parte. A mí me parece útil esa alianza con los
Estados Unidos, como la estoy buscando con China. ¿Usted sabe qué le dije al
Gobierno chino y que día en la Universidad de Pekín? Nosotros nos sentimos
muy orgullosos con esta alianza con los Estados Unidos, y qué bueno poder
decir que estamos muy orgullosos de una eventual alianza con ustedes. Eso tiene
una expresión democrática importantísima. Es la búsqueda de este país de la
alianza con todos los pueblos del mundo. Aquí estamos en una alianza, pero en
una alianza democrática, grande. Y por eso abónenme ese pasito, de que antes
de habernos embarcado en el TLC, negociamos el tratado de la Comunidad
Andina con Mercosur.
Pero debe haber aquí muchas inquietudes, cuestionamientos, preguntas y
les he tomado mucho tiempo. Entonces si hay espacio de unas preguntas de
los panelistas, objeciones o de quienes están en el público.
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Participante: ¿Cuáles son los réditos que espera usted, como Presidente,
conductor de la política de Seguridad Democrática, de utilizar el término de
“terroristas” para referirse a la guerrilla, réditos con miras a la pacificación
del país?
Presidente Uribe: Primero, para hacer una proposición hay que tener una
causa justa. ¿Cuál es la justeza de nuestra causa? Nuestra devoción por la demo-
cracia. ¿Entonces qué rédito? Cuando uno puede decir: hay una democracia
operante y hay una acción armada destructora, la comunidad internacional tiene
que poner ambos elementos en la balanza. Creo que es más fácil para la comu-
nidad internacional apoyarnos, cuando ven que nuestra democracia es defen-
sable. Y apoyarnos, o por lo menos negarse a seguir dándole acogida al discurso
del otro lado, cuando ven que aquí, a partir de una democracia operante, se les
señala de terroristas. Y cuando advierten además que eso no obstaculiza que
cuando haya un cese de hostilidades, se pueda negociar.
Participante: Hablando sobre el control que debe tener usted como cabeza
de las Fuerzas Militares, y sobre lo que ha sucedido con el Plan Patriota, que
se ve un retén militar y un retén la guerrilla, quisiera saber cómo ve usted el
control que tiene sobre las Fuerzas Militares, debido a los problemas geográ-
ficos colombianos.
Presidente Uribe: Los problemas geográficos colombianos son inmensos.
El país tiene todavía, por fortuna, 578 mil kilómetros de selva. Déjeme hacer
una desviación que es importante: ¿sabe cuál es una de las preguntas que hace
la comunidad internacional? ¿Por qué si toda esa geografía suramericana tiene
cobre, níquel en grandes cantidades, Colombia no? El terrorismo no lo ha
dejado buscar. ¿Por qué si Ecuador produce 600 mil barriles diarios de petróleo
y Venezuela tres millones y Colombia está en la mitad, por qué no hay petróleo
en Colombia? Porque el 87% del territorio no se ha explorado. ¿Y qué pasó?
Aquí no quiso venir la gente a explorar petróleo por miedo al terrorismo.
Control sobre las Fuerzas Militares: el Presidente de la República tiene
que asumir el liderazgo. Yo procuro ejercerlo todos los días. A toda hora,
mujer, con total devoción. Ese es un elemento importante. Yo trato, con mi
conducta, con mi devoción, con mi dedicación al tema, que los policías me
sientan otro policía y los soldados otro soldado. Lo que pasa es que esto no
es fácil ni produce milagros de la noche a la mañana. Y tenemos dificultades.
Pero, mira, una de las cosas importantes es la siguiente: en la medida que
vamos avanzando en la selva, van a tener más dificultades para alimentar el
terrorismo urbano. Porque nada ganamos con perseguir las milicias de Mede-
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de grupo, con capacitación técnica. Vamos a ver cómo podemos llegar a la fase
de los procesos económicos. Es un tema bien difícil. Si hay algo difícil es rein-
sertar. Una de las cosas que me da a mí alguna tranquilidad es que, al parecer,
estos grupos ya han perdido su capacidad de reclutar. Ahora: con la reinser-
ción hay que tener toda la generosidad. Cuesta y es muy difícil. Tenemos
también, para evitar que vuelvan a la droga, 30 mil familias guardabosques.
Se les paga por cuidar el bosque, la recuperación del bosque, y por cuidar una
determinada área libre de droga.
Participante: ¿Qué piensa la comunidad internacional sobre el Gobierno?
Presidente Uribe: Pues, hombre, yo a muchos no les gusto. Aquí y
afuera. Pero creo que todos los días hay más apoyo a Colombia. Indudable-
mente. Mire, cuando eligieron al presidente Rodríguez Zapatero, dijeron: se
tragó la tierra a Uribe. Con ese Gobierno de España, ya España no lo va a
apoyar. Ahí está firme apoyando a Colombia en la lucha contra el terrorismo.
Cuando eligieron a Lula, decían lo mismo. Ahí nos está apoyando en la lucha
contra el terrorismo. Decían: va a ganar Kerry, qué bueno, porque pierde
Bush y se queda Uribe sin apoyo. Los senadores demócratas inicialmente nos
mandaron unos cuestionamientos, y oiga cómo son las cosas de la vida cuando
uno procede de buena fe: después le dieron un gran apoyo a Colombia. Y el
último discurso del senador Kerry sobre Latinoamérica fue una censura muy
dura a uno de nuestros vecinos.
Procediendo de buena fe, con tenacidad, sin miedo: porque es que en
Colombia no se puede repetir el mal ejemplo de algunos que han hecho polí-
tica frente a unos delincuentes por miedo y frente a otros delincuentes por
complicidad.
Muchas gracias a todos”.
26 de abril de 2005
Fuente: www.presidencia.gov.co SNE
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TODOS CONTRA EL TERRORISMO
Francisco Santos Calderón
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Para que ustedes tengan una idea exacta del tamaño del sacrificio que
imponen los terroristas a nuestro pueblo bastaría citar que en la masacre de
Bojayá (Chocó) perpetrada por las Farc el 3 de Mayo de 2002, murieron 120
personas, 46 menores de edad. En la masacre del río Naya (Cauca) ocurrida el
14 de abril del 2001 las Auc asesinaron 130 personas, mientras que el Eln dio
muerte a 82 colombianos en la masacre de Machuca (Antioquia) ocurrida por
un ataque al oleoducto que incendió este pueblo el 18 de noviembre de 1998.
Durante el 2003 se registraron en Colombia hechos abominables como el
asesinato de un niño que engañado murió al explotar su bicicleta convertida en
bomba; un carro bomba que mató a 32 personas, seis de ellos niños, en el club
El Nogal de Bogotá; una casa bomba que dejó 15 muertos al estallar en Neiva,
Huila; un caballo bomba en Chita (Boyacá) donde murieron 8 personas; dos
motocicletas bomba que cobraron la vida de 14 personas; un carro bomba en
un centro comercial en Cúcuta que dejó 7 muertos y 60 heridos; decenas de
miles de minas anti-personal que hirieron a 495 colombianos y quitaron la
vida a 160 más y 2.200 personas secuestradas que son mantenidas en condi-
ciones infrahumanas.
Desde la experiencia colombiana somos enfáticos en señalar que el
tamaño y la gravedad creciente del accionar de las organizaciones terroristas
envían un mensaje contundente a la humanidad: no pueden persistir dudas ni
vacilaciones frente al terrorismo.
Tampoco son admisibles ambigüedades ni caminos intermedios en la
respuesta que los gobiernos y los pueblos debemos dar en este momento de
enormes dificultades: tolerancia cero con el terrorismo. Estamos comprome-
tidos en una guerra entre los defensores de la libertad contra organizaciones
criminales que pretenden imponer sus fines y su voluntad a las mayorías, a
sangre y fuego.
La historia nos exige grandeza, fortaleza y determinación para defender y
consolidar los principios y valores fundamentales que ha construido la huma-
nidad a lo largo de su historia: la justicia, la democracia plena, la libertad, los
derechos humanos y la convivencia pacífica, entre otros.
La experiencia colombiana, que además hoy sufre el mundo con gran
intensidad, demuestra que en todas partes el terrorismo comparte sus crueles
características. Cualquiera que sea su pretexto u objetivo las acciones de los
grupos terroristas siempre se distinguen porque:
• Sus ataques afectan por igual a niños y adultos, a hombres y mujeres, a
pobres y ricos.
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tades. Por eso, el mandato del Presidente Álvaro Uribe es fortalecer en todos
los rincones del territorio nacional la capacidad del Estado para proteger a
toda la ciudadanía sin distingo de raza, credo u orientación política.
Estamos defendiendo legítimamente a nuestro pueblo, con persistencia y
sin vacilaciones, contra los violentos.
Y aunque todavía nos falta un largo camino por recorrer me complace
informarles que lo estamos defendiendo con buenos resultados. Gracias a la
política de seguridad democrática, durante el año 2003 se redujo el homi-
cidio en Colombia en 20%, lo cual equivale a decir que 5800 colombianos
preservaron su vida. Logramos reducir el desplazamiento forzado en 52%, las
masacres en 33%, el secuestro en 26%, los ataques a poblaciones en 84% y el
asesinato de sindicalistas 57%.
Más colombianos que no murieron. Que no fueron secuestrados. Que no
fueron víctimas del desplazamiento forzado. Millones de colombianos que
recuperaron el derecho a la libre circulación, organización o empresa. Más
colombianos que vuelven a sentir el amparo del gobierno y los beneficios de
la seguridad gracias a que ahora hay autoridad y fuerza pública en todos los
municipios del país y a que el Gobierno recuperó el control de las carreteras.
Ese es el principal y mejor logro en promoción y defensa de DDHH y DIH que
pueda presentar un Gobierno.
Seguridad sin desarrollo no es sostenible. De ahí que al mismo tiempo
logramos reducir el desempleo del 15 al 12%, ampliamos en 500.000 los cupos
educativos, vinculamos a un millón de nuevas personas a los servicios de salud,
duplicamos en un año el número de estudiantes beneficiarios de formación
técnica, acudimos con complementos nutricionales a más de 320 mil niños.
Estas cifras demuestran de manera contundente que la aplicación de la
Política de Seguridad Democrática tiene una importante incidencia sobre la
garantía y protección de los derechos y libertades de colombianos y colom-
bianas. Y explican claramente el respaldo popular, más del 80 por ciento según
sondeos independientes, a la gestión gubernamental.
Nuestro gobierno ejerce autoridad, no autoritarismo. La política de segu-
ridad democrática se aplica con estricta observancia de las normas internas y
de los tratados internacionales de derechos humanos y DIH.
Es una política firme para combatir a los violentos pero a la vez gene-
rosa con quienes dejan las armas. 2.600 personas fueron acogidas en los
programas del Estado para su reincorporación a la vida democrática, durante
el año pasado.
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convocamos una vez más la ayuda del mundo para enfrentar el terrorismo que
surge de la letal alianza de grupos armados ilegales y narcotráfico.
Para que la humanidad no vuelva a padecer hechos como los del 11 de
septiembre de 2001 en Estados Unidos y el 11 de marzo de 2004 en Madrid y
para que nuestro país no siga siendo el más afectado del mundo por el terro-
rismo, es preciso eliminar todo vínculo, tolerancia o relación de individuos,
gobiernos y organizaciones de distinta índole con dichos grupos terroristas, tal
y como lo ordena la resolución 1373 del Consejo de Seguridad de las Naciones
Unidas. Es inaceptable que los terroristas puedan transitar libremente por dife-
rentes países, que les sea posible adquirir armas, municiones y explosivos,
movilizar y hacer cada día más rentable el dinero producto de la extorsión,
el secuestro y el tráfico de drogas ilícitas. Hay que decirlo con toda claridad:
luchar en serio contra el terrorismo exige quitarle a los terroristas toda fuente
de financiamiento y toda posibilidad de moverse de un lugar a otro.
Esta ocasión es propicia para agradecer la inmensa solidaridad interna-
cional con el pueblo de Colombia expresada en la Declaración de Londres
con la cual estamos comprometidos. Y a la vez para reiterar nuestro compro-
miso por hacer cada día más vigentes los derechos constitutivos de la dignidad
humana, de la democracia y la convivencia pacífica. El pueblo de Colombia
espera seguir contando con ese respaldo político a nuestra democracia y con
una creciente presión internacional que cierre todo espacio político a los
grupos armados ilegales.
Nos duele cada colombiano y cada habitante del mundo víctimas del
terrorismo. Tenemos como país el derecho a la seguridad. Tenemos asimismo,
como obligación, derrotar al terrorismo con todas las herramientas que permite
una legitimidad democrática que por ningún motivo vamos a quebrantar. El
dolor de un país víctima del terrorismo nos ha enseñado que el principal valor
del sacrificio de inocentes colombianos y la mejor acción posible para garan-
tizar los derechos de las presentes y futuras generaciones, consiste en que los
hombres y mujeres de este planeta que creemos en la democracia, fortalez-
camos nuestra conciencia acerca del tamaño y la naturaleza del terrorismo que
es la mayor amenaza que enfrenta la humanidad. Y que no podemos ahorrar
esfuerzo alguno para poner fin a este flagelo.”
16 de marzo de 2004
Fuente: www.vicepresidencia.gov.co SNE
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Tres textos vascos
No. 1 TERROR Y CONFLICTO POLÍTICO
Fernando Savater
Conocí a François Santoni a finales del pasado junio, mes y medio antes
de que fuera asesinado. Coincidimos en un programa radiofónico de France
Culture para hablar sobre terrorismo nacionalista, él sobre el caso de Córcega y
yo sobre el de Euskadi. Era un tipo bastante imponente, con su elevada estatura
y su cráneo rapado; tenía mirada huidiza y hablaba con voz suave. Describió
con tintes acerbos a sus antiguos correligionarios, a cuyas criminales prácticas
mafiosas no concedía ninguna legitimidad política: creía que el gobierno francés
se equivocaba tomándoles como interlocutores fiables. En cambio, criticaba al
gobierno español por intentar resolver el problema vasco policialmente y era
partidario en este caso de la negociación. Le expliqué que la extorsión y demás
procedimientos gangsteriles también se daban entre nosotros, pero él insistió en
que había conocido a etarras durante su estancia en la cárcel y le parecían gente
‘normal’... supongo que por comparación con los que a él más le preocupaban.
Aunque le señalé que el concepto de ‘normalidad’ es estadístico, no moral, y
que los cazadores de cabezas de la Papuasia también son normales a su modo
sin que ello les convierta en ideales cívicos, creo que no le convencí. He notado
que quien padece a nacionalistas violentos siempre considera a los suyos espe-
cialmente perversos, mientras que tiende a disculpar un poco a los que hostigan
al vecino. En cualquier caso, cuando describí el Estatuto vasco y la autonomía
que concede, Santoni exclamó que él se conformaría muy gustoso con algo
semejante para Córcega. Bueno, puede que él sí –ya nunca lo sabremos–, pero
estoy seguro de que el resto de la mafia corsa continuará sus fechorías como si
tal cosa, argumentando con santa indignación que el conflicto político sigue en
pie. A la experiencia vasca me remito.
A partir de los atentados del 11 de septiembre, parece que la mayoría de los
países empiezan a tomarse en serio, como cosa de todos y no sólo como furún-
culo exótico de unos cuantos, el tema del terrorismo. Nunca es tarde si la dicha
es buena. La tendencia a comprender y justificar a bandas de asesinos inte-
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La estratagema terrorista
gristas siempre que actúen fuera de las propias fronteras parece haber llegado
a su fin. Es evidente que los Estados democráticos están llenos de defectos y
abusos, pero no menos claro resulta que ni la ideología ni los procedimientos de
los grupos fanatizados que atacan a la población civil para hacerse valer polí-
ticamente son el camino de enmendarlos. Tienen razón Arzallus, Llamazares
y otros pensadores del mismo calibre cuando nos recuerdan que no todos los
terrorismos son iguales. Algunos, como el de los indudablemente maltratados
palestinos, surgen de una frustración desesperada que se convierte de manera
explicable pero nefasta en coartada de atrocidades agresivas y represivas que
aumentan cada vez más los males ya enquistados; en cambio, otros, como el
de los criminales vascos de andorga llena y chalet en la costa para veranear
poniendo bombas, proceden de la pura mugre xenófoba que calumnia y sabotea
las libertades democráticas dentro de las cuales viven tan ricamente. Pero todos
ellos tienen algunos rasgos en común, que es bueno subrayar si a este peligro
global se le quiere adecuadamente dar una respuesta también global, es decir,
internacional. A este fin resultan muy interesantes los estudios de Mary Kaldor,
que fue profesora de la cátedra Jean Monnet de Estudios Europeos y actual-
mente dirige el programa para la Sociedad Civil Global en la London School
of Economics. Su obra principal sobre el tema, Las nuevas guerras. Violencia
organizada en la era global, acaba de ser muy oportunamente publicada por
la editorial Tusquets. Y también ha aparecido un artículo suyo en El País el
pasado día 27 (“Comprender el mensaje del 11 de septiembre”).
Para la profesora Kaldor, los movimientos terroristas actuales –el crimen
político organizado a gran escala– son una forma nueva de guerra, que tiene
que ser afrontada con una combinación de instrumentos políticos y policiales
(en casos extremos acepta recurrir a una combinación de lo policial y lo militar,
como se ha intentado en Kosovo). Lo distintivo de estas supermafias ideolo-
gizadas es crear por medios criminales un tipo especial de conflicto político:
“En estas ‘nuevas guerras’, el objetivo ya no es la victoria militar. La estra-
tegia consiste más bien en obtener poder político sembrando el miedo y el
odio, creando un clima de terror”. Su propósito es convertir en insostenible
la situación de aquellos de los que quiere librarse, por medio de la amenaza
violenta y la recompensa a los afectos a su proyecto de dominio: “En lugar de
crear un entorno favorable para la guerrilla, la nueva guerra pretende construir
un entorno desfavorable para todos aquellos a los que no puede controlar. El
dominio del propio bando se basa en la distribución de beneficios positivos (...).
Depende, más bien, de mantener el miedo y la inseguridad y de perpetuar los
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Terror y conflicto político
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Tres textos vascos
No. 2 LOS PARTIDOS Y LA LEGALIDAD
Fernando Savater
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Los partidos y la legalidad
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Tres textos vascos
No. 3 LA PERVERSIÓN DE LOS CONCEPTOS
DE DIÁLOGO Y PAZ
Edurne Uriarte
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La perversión de los conceptos de diálogo y paz
solución: «(...) sólo hay una manera de avanzar y lograr la paz: dialogar ya».
Algo menos acomplejado, o más imprudente, el vicario de San Sebastián, José
Antonio Pagola, remataba con más contundencia el argumento tan sólo suge-
rido por los demás, y declaraba hace unos días que ETA tiene unas causas y
que hay que darle unos argumentos que la convenzan para parar.
Si ni siquiera sus propios defensores clarifican esos conceptos de diálogo
y paz, cabe preguntarse por las causas de tanta repercusión social. La primera
es, desde luego, la comodidad con la que estos conceptos permiten parape-
tarse tras su protección a tantos y tantos exquisitos que pretenden eludir un
compromiso claro frente al terrorismo. Y la segunda, ese complejo paralizador
que ataca todavía a muchos españoles cuando hablan del terrorismo y del
problema vasco. Como si el terrorismo fuera algo más que lo que es, es decir,
el uso del terror para imponer un proyecto totalitario. Y como si todavía a estas
alturas temieran ser tachados de antidemócratas por exigir la garantía de los
derechos democráticos para todos los perseguidos por ETA, y la acción del
Estado de Derecho contra los criminales.
Pues bien, frente a tanta confusión, tanta indecisión y tanta cobardía, que
no hacen más que prolongar la barbarie terrorista, es urgente sustituir de una
vez por todas las palabras diálogo y paz por las de justicia y libertad. Justicia,
en primer lugar, porque las democracias no dialogan con los criminales,
sino que les persiguen y les juzgan con todos los instrumentos del Estado de
Derecho, garantizando seguridad para los amenazados y perseguidos, y, muy
especialmente, justicia para las víctimas y para toda la sociedad.
Libertad, en segundo lugar, porque en el País Vasco no hay ninguna
guerra para la que tengamos que conseguir la paz. En el País Vasco hay una
banda terrorista que está matando y aterrorizando a la población. Y frente a
esa banda terrorista, lo que debemos reivindicar y conseguir es la libertad,
libertad para pensar y escribir, libertad para hacer política, libertad para pasear
por las calles, libertad para hablar, libertad, en definitiva, para una sociedad
sojuzgada, una sociedad que, en el contexto geográfico de las democracias
más consolidadas del planeta, vive una situación de opresión propia de una
dictadura, la dictadura de ETA.
71
FERNANDO SAVATER
Y LA LUCHA CONTRA EL TERRORISMO
Eduardo Posada Carbó
*****
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La estratagema terrorista
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Fernando Savater y la lucha contra el terrorismo
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Fernando Savater y la lucha contra el terrorismo
Notas
1. Un recuento de la lucha de los intelectuales españoles contra ETA y el terrorismo
se encuentra en Edurne Uriarte, “La sociedad civil contra ETA”, Claves, abril de
2001. Otro excelente libro de un intelectual español que deslegitima histórica-
mente el uso de la violencia es el de José Varela Ortega, Contra la violencia (Hiria:
Alegia, 2001). Comenté ambos textos en estas mismas páginas en mis artículos
“Palabras contra el terror” y “Contra la violencia”, en www.ideaspaz.org
2. Una colección de escritos sobre este movimiento acaba de ser editado por Carlos
Martínez Gorriarán, ¡Basta ya! Contra el nacionalismo obligatorio (Madrid:
Aguilar, 2003).
3. Sobre estos acuerdos véase el ensayo de Charles Powell, “La competencia parti-
dista y el reto del terrorismo: algunas observaciones sobre el caso español”, en
Eduardo Posada Carbó, Malcolm Deas y Charles Powell, La paz y sus principios
(Bogotá: Libros de Cambio, Fundación Ideas para la Paz y Alfaomega, 2002).
Véase también el “Acuerdo por las libertades y contra el terrorismo”, Madrid,
diciembre 8 de 2000, publicado en El País, diciembre 9 de 2000.
Fuente: http://www.ideaspaz.org/articulos/download/36fernandosavater.pdf
Sin fecha.
77
¿GUERRA CIVIL? ¿GUERRA CONTRA LOS CIVILES?
¿VIOLENCIA GENERALIZADA?
Sobre la naturaleza del conflicto interno en Colombia1
Eduardo Posada Carbó
“¿Por qué no somos capaces de ver la guerra civil que el mundo entero sí
ve en Colombia?”, se preguntaba recientemente el editorialista de El Especta-
dor.2 El interrogante del editorialista estaba particularmente motivado por las
reflexiones de un ensayo de William Ramírez Tobón, donde se sugiere que en
el país se “está configurando una nueva forma de guerra civil de cuyo diag-
nóstico oportuno y preciso depende, en gran medida, su solución”.3 Ramírez
Tobón y El Espectador no han sido los únicos en sugerir que el conflicto
colombiano debe definirse como una “guerra civil”. Dentro de nuestras fron-
teras, quizá la figura más destacada en clasificar así el conflicto ha sido el
ex-Presidente Alfonso López Michelsen quien, en uno de sus comentarios
sobre el actual proceso de paz, se refirió a “una clásica situación de guerra
civil, ya existente”.4
Fuera de Colombia, la clasificación del conflicto como “guerra civil” es
cada vez más generalizada. La tendencia a definir el conflicto colombiano
como una “guerra civil” ha comenzado a recibir serios cuestionamientos. En
sus respectivas columnas de prensa, Fernando Uricoechea y Eduardo Pizarro
Leongómez han criticado la utilización de tal concepto. Según Uricoechea,
“calificar el conflicto armado en Colombia como una guerra civil no es solo
objetivamente incorrecto sino, lo que es aun peor, políticamente perverso”.
Pizarro, a su turno, señala que “en Colombia constituye una grave torpeza
intelectual hablar de guerra civil”.5 Fernando Cepeda Ulloa también ha adver-
tido sobre el “manejo ligero” de muchos conceptos alrededor de los problemas
nacionales –entre ellos, el de “guerra civil”.6 Y el mismo presidente de la
república, Andrés Pastrana, ha intentado hacer precisiones cuando en una
intervención reciente observó que en nuestro país no existe una guerra civil
sino “una guerra contra la sociedad civil”.7 ¿Simple juego de palabras? Así lo
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II
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IV
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La estratagema terrorista
“guerra contra los civiles”. Con todo, la expresión “guerra” no es muy común
en el discurso del gobierno. Quizá las más utilizadas, a tono con el derecho
internacional, son “conflicto interno” o “conflicto armado”. En efecto, el
gobierno reconoció explícitamente, por medio de una resolución oficial, tanto
el “carácter político” de uno de los grupos insurgentes como la existencia
misma del “conflicto armado”.66 Al expresar los propósitos de la política de
paz, el lenguaje gubernamental plantea, sin embargo, la ambición de combatir
un conflicto más amplio. El Presidente y sus representantes han insistido
que las negociaciones con la insurgencia no se limitan “a buscar el fin de
la confrontación armada”, sino a transformar las estructuras que supuesta-
mente imposibilitan la convivencia pacífica de los ciudadanos. Implícita y
explícitamente se sugiere en la retórica oficial la existencia de una cultura de
la violencia compartida por toda la nación, de allí que la propuesta última del
proceso de paz sea también la de un “proyecto pedagógico para entronizar
entre nosotros la cultura de la paz”.
Sería necesario advertir que el discurso oficial contiene diversos matices
y, en cualquier caso, debe interpretarse en el contexto de un proceso de nego-
ciaciones en el que los representantes del Estado se ven obligados, por la
misma dinámica del proceso, a hacer concesiones en la retórica.67 Es posible,
sin embargo, que el gobierno simplemente le esté haciendo eco al diagnós-
tico quizá más difundido del problema colombiano: el de estar sufriendo una
situación de violencia generalizada. Esta visión del problema colombiano se
ha interiorizado profundamente en un lenguaje dominante que no distingue
entre víctimas y victimarios. El uso del “nosotros” para hacer referencia a los
criminales pasa con frecuencia inadvertido. Como cuando el premio Nobel
Gabriel García Márquez, al proponerle al entonces candidato Andrés Pastrana
una “educación para la paz”, se refirió a “los escombros de un país enardecido
donde nos levantamos para seguir matándonos los unos a los otros”.68 (El
subrayado es mío). Este lenguaje, que criminaliza en últimas a la nación, es
compartido por altos representantes del Estado y dirigentes políticos de todos
los colores políticos.69
El diagnóstico de la violencia generalizada encontró respaldo estadístico
en unas cifras que hicieron carrera y que hoy se repiten sin mayores cuestio-
namientos. En 1987, el informe de la Comisión de Estudios sobre la Violencia
sugirió que el conflicto armado sólo era responsable de un bajo porcentaje de
los homicidios en el país. “Mucho más que los del monte” –se dijo allí, en una
frase que se popularizaría–, “las violencias que nos están matando son las de
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¿Guerra civil? ¿Guerra contra los civiles?¿Violencia generalizada?
las formas más recientes como se han definido las guerras civiles contemporá-
neas. Existen sí grupos armados ilegales –guerrilleros, paramilitares, narcotra-
ficantes–, cuya capacidad conjunta de disrupción del orden es no solo extraor-
dinaria sino que se ha visto incrementada en la última década. No obstante,
tales grupos no representan altos porcentajes de la población nacional: la gran
mayoría de los ciudadanos no se identifica con ninguno de los grupos armados
ilegales que propician la violencia. El masivo rechazo a la “guerra” entre
quienes además la sufren como víctimas ha motivado el que algunos autores
como Hernando Gómez Buendía expresen que “en Colombia no hay ‘guerra
civil’. Lo que hay es una guerra contra los civiles”. Tal descripción, como se
ha visto, tuvo eco en el lenguaje gubernamental. También ha tenido acogida en
medios internacionales.80 Esta descripción, sin embargo, es incompleta. “En
Colombia”, expresó el delegado de las Naciones Unidas, “es la población civil
la que pone los muertos”.81 Pero quizá las más de las veces los ataques de
los grupos guerrilleros van directamente dirigidos contra los miembros de las
Fuerzas Armadas. Similarmente, en los picos de la “guerra” contra los carteles
de la droga, los blancos preferidos de la mafia narcotraficante fueron agentes
de policía y del Estado –jueces, magistrados, y dirigentes políticos.82
Una narración del conflicto que lo describiera exclusivamente como una
“guerra contra los civiles” estaría ignorando, ante todo, el elemento central
que lo define: la confrontación entre grupos armados ilegales y el Estado.
Así lo definen ciertamente los mismos guerrilleros, aunque con frecuencia las
Farc se autoproclaman como “parte del pueblo en armas”. En carta al Presi-
dente Pastrana, el 3 de diciembre de 1998, los voceros de las Farc se refe-
rían a los “34 años de confrontación armada entre el Estado colombiano y
nuestra organización”.83 Y a comienzos del 2000, el jefe de las Farc volvía a
definir en términos similares la naturaleza de la “confrontación armada entre
las dos fuerzas: Estado e Insurgencia”.84 Esta definición también es incom-
pleta y equívoca porque en la confrontación con el Estado hay más de dos
fuerzas: los demás grupos guerrilleros, otros grupos delincuenciales cuyos
nexos con la guerrilla en acciones como el secuestro se han hecho cada vez
más evidentes, los narcotraficantes, y los grupos de autodefensa, o paramili-
tares. Estos últimos, según los críticos del Estado colombiano –incluidos por
supuesto los guerrilleros–, serían apenas apéndices del mismo Estado. Tan
simplista interpretación no sólo desconocería las complejidades del Estado
colombiano, sino que sería injusta con los esfuerzos genuinos que ha empren-
dido el Estado contra el llamado paramilitarismo.85
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La estratagema terrorista
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¿Guerra civil? ¿Guerra contra los civiles?¿Violencia generalizada?
Notas
1. Agradezco las observaciones y el estímulo de Fernando Cepeda Ulloa.
2. “Verdades para tener”, El Espectador, septiembre 13, 2000.
3. William Ramírez Tobón, “Violencia, guerra civil, contrato social”, en Instituto
de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales, ed., Colombia medio siglo.
Balances y perspectivas (Bogotá, 2000).
4. Alfonso López Michelsen, “El discurso del ex-presidente César Gaviria”, El
Tiempo, febrero 18, 2001.
5. Eduardo Pizarro Leongómez, “¿Representación ficticia?”, El Espectador, agosto
26, 2000; y Fernando Uricoechea, “¿Cuál guerra civil?”, El Tiempo, Octubre?,
2000. Véanse también las observaciones de Pizarro en Guillermo Solarte (Entre-
vistas), No ha pasado nada. Una mirada a la guerra (Bogotá, 1998), pp. 256-57.
6. Fernando Cepeda Ulloa, “Hablar mal (pésimo) de Colombia está de moda”,
Cambio, febrero 14, 2000.
7. Citado en Uricoechea, “¿Cuál guerra civil?”.
8. M. A. Bastenier, “La incivil guerra colombiana”, El País, noviembre 30, 2000.
“No nos compliquemos con el término”, le respondió Alfredo Molano a Eduardo
Pizarro, cuando éste, en una conversación virtual organizada por la revista Semana
que circuló en el internet, intentó explicar porque en Colombia no había “guerra
civil”.
9. Carl von Clausewitz, On War (London, 1993), p. 83. Un reconocido historiador
moderno de la guerra como John Keegan la define así con extrema cautela: “War
is a collective killing for some collective purpose; that is as far as I would go in
attempting to describe it”; J. Keegan, War and our world (Londres, 1999), p. 72.
99
La estratagema terrorista
10. Kalevi J. Holsti, The state, war, and the state of war (Cambridge, 1996, reedición
1999), p.1. Para una discusión sobre los diferentes conceptos de “guerra” desde
la perspectiva del derecho internacional, véase Ingrid Detter, The law of war
(Cambridge, 2000), pp. 3-62. Para una discusión conceptual desde una perspec-
tiva moral, véase Ian Clark, Waging war. A philosophical introduction (Oxford,
1990), capítulo 1. El interés de Clark en mostrar la relación entre el concepto de
la guerra y las normas sobre su conducta le lleva a examinar la noción de la guerra
como algo que ocurre entre los Estados. Tal definición se encuentra ya en Platón:
“me parece que la guerra y el conflicto civil difieren en naturaleza y nombre…
La guerra significa luchar con un enemigo externo; cuando el enemigo es de la
misma familia, lo llamamos conflicto civil”; citado en Clark, Waging war, p.12.
11. Juan Espinosa, Diccionario para el pueblo: republicano democrático, moral,
político y filosófico (Lima,1855), pp. 545 y ss.
12. Idem., p. 545-6.
13. Emmerich de Vattel, “Civil war”, en R. Falk, ed., The Vietnam war and interna-
tional law (Princeton, 1968), vol.1, p. 20.
14. Idem.
15. Idem., pp. 19 y 22.
16. Erik Castren, Civil war (Helsinki, 1966), p.28.
17. Véanse Castren, Civil war; Daoud L. Khairallah, Insurrection under interna-
tional law, with emphasis on the rights and duties of insurgents (Beirut, 1973),
pp. 69-72.
18. Para una discusión actualizada que muestra también la dificultad de definir ambas
categorías, véase Brad R. Roth, Governmental illegitimacy in international law
(Oxford, 2000), pp. 173-182.
19. En 1937, un tratadista observaba que la literatura británica sobre el tema comen-
zaba y terminaba con la guerra civil de los Estados Unidos. Véase W.L. Walker,
“Recognition of belligerency and grant of belligerent rights”, en Transactions of
the Grotious Society. Problems of Peace and War (1938), vol 23, p.179. Véase
también Quincy Wright, “The American Civil War, 1861-1865”, en Richard Falk,
ed., The international law of civil war, Baltimore y Londres, 1971).
20. Sobre el desuso del término, véanse los respectivos comentarios en: G. Draper,
“The status of combatants and the question of guerrilla warfare”, The British Year
Book of International Law, 1971 (Oxford, 1973); H. McCoubrey y N. White,
International organizations and civil wars (Aldershot y Vermont, 1995), p. 6; A.
Roberts and R. Guelff, eds., Documents on the laws of war (Oxford, 2000), p. 23
y A. Rosas, The legal status of prisoners of war. A study in international humani-
tarian law applicable in armed conflict (Helsinki, 1976), p. 245.
21. Detter, The law of war, pp. 43-44.
22. R. Falk, ed., The international law of civil war (London, 1971), ‘Introduction’.
23. Véase el trabajo de Heather A. Wilson, International law and the use of force by
national liberation movements (Oxford, 1990).
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¿Guerra civil? ¿Guerra contra los civiles?¿Violencia generalizada?
24. ‘Protocol Additional to the Geneva Conventions of 12 August 1949, and relating
to the protection of victims of international armed conflicts (Protocol I), en Adam
Roberts y Richard Guelff, eds., Documents on the laws of war (Oxford, 2000), p.
423.
25. Wilson, International law and the use of force, p. 168. Véase también Holsti, The
state, war, and the state of war, p. 26.
26. D. Schindler, “The different types of armed conflicts according to the Geneva
conventions and protocols”, en Recueil des Cours, 163 (1979), vol 2, p. 127.
27. Paul Collier, “Economic Causes of Civil conflict and their implications for
policy”, mimeo, 2000, p.3.
28. Charles King, “Ending civil wars”, Adelphi Paper, 308 (Oxford, 1997).
29. Peter Waldmann, “Guerra civil: aproximación a un concepto difícil de formular”,
en Peter Waldmann y Fernando Reinares, ed., Sociedades en guerra civil:
conflictos violentos en Europa y América Latina (Barcelona, Buenos Aires y
Mexico, 1999), p. 27.
30. Waldmann, “Guerra civil”, p. 35.
31. Hans Magnus Enzensberger, Civil war (Londres, 1994), p.11.
32. Idem., p. 17.
33. Idem., p. 30.
34. Idem., pp. 19-20.
35. Para una crítica del ensayo de Enzensberger (aunque desde una perspectiva
distinta de la planteada en este ensayo), véase Beatrice Hanssen, “Violence and
interpretation: Enzensberger’s Civil wars, en Critique of violence. Between posts-
tructuralism and critical theory (Londres y Nueva York, 2000), pp. 179-185.
36. John Keane, Reflections on violence (Londres, 1996).
37. Mark Danner, “Clinton and Colombia. The privilege of Folly”, The New York
Review of Books, octubre 5, 2000; The New York Times, noviembre 6, 2000;
George Will, “Colombia illusions”, The Washington Post, septiembre 10, 2000;
Jorge Castañeda, “La crisis colombiana”, El Tiempo, enero 7, 2000; y “Blood on
the border”, The Economist, septiembre 16, 2000. Referencias similares abundan.
Véase también, por ejemplo, Carlos Ascasubi, “La masacre de Arboledas y la
guerra civil colombiana”, Venezuela Analítica (www.analitica.com), agosto 9 del
2000; y editorial del Neue Zurcher Zeitung, septiembre 7 del 2000. En el prólogo
a un trabajo publicado por el Banco Mundial, Andrés Solimano se refiere a la
quinta década de “bitter civil war” en Colombia; en C. Moser y C. McIlwaine,
Urban perceptions of violence and exclusion in Colombia (Washington, 2000), p.
V. “It can no longer be denied that Colombia has descended into civil war”: Jenny
Pearce en la contraportada del libro de Constanza Ardila Galvis , The heart of the
war in Colombia (Londres, 2000). Al lanzar su libro recientemente en Francia, la
Senadora Ingrid Betancourt habría destacado que “Colombia vive una espantosa
guerra civil”, según el informe de El Tiempo (7 de febrero del 2001). El candi-
dato a la presidencia Álvaro Uribe Vélez se refirió al proceso de paz como “un
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La estratagema terrorista
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¿Guerra civil? ¿Guerra contra los civiles?¿Violencia generalizada?
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La estratagema terrorista
62. Idem.
63. En Solarte, No ha pasado nada, p. 256.
64. Hechos de Paz, V-VI, p. 17.
65. “El plan Colombia: una gran alianza con el mundo…”, Bogotá, 22 de octubre de
1998, en Hechos de Paz, VVI, p. 76. La idea de una guerra de dos frentes o dos
tipos de conflictos se encuentra también en Rafael Pardo, “Colombia’s two front
war”, Foreign Affairs, Julio-Agosto, 2000, pp. 65 y ss.
66. “Resolución número 85 del 14 de octubre de 1998”, en Hechos de Paz, V-VI, pp.
313-4.
67. Sobre este punto, véase el ensayo de Malcolm Deas, “La paz: entre los princi-
pios y la práctica”, en Francisco Leal Buitrago, ed., Los laberintos de la guerra.
Utopías e incertidumbres sobre la paz (Bogotá, 1999).
68. El Espectador, mayo 19 de 1998.
69. Véase, por ejemplo, la cita del Presidente Ernesto Samper en su discurso de pose-
sión, al describir el sueño que le proponía a los colombianos: “se trata, como lo
señala García Márquez, de superar esa paradoja de ‘tener un amor casi irracional
por la vida mientras nos matamos unos a otros por las ansias de vivir’”; (el subra-
yado es mío), “Discurso de posesión del presidente Ernesto Samper Pizano”, El
tiempo de la gente (Bogotá, 1994).
70. Citado en Mauricio Rubio, Crimen e impunidad. Precisiones sobre la violencia
(Bogotá, 1999), p. 76.
71. Presidencia de la República, Consejería Presidencial para la Defensa y la Segu-
ridad Nacional, Seguridad para la gente (Bogotá, octubre de 1993), p. 15.
72. En Solarte, No ha pasado nada, p. 256.
73. Nicanor Restrepo, Derecho a la esperanza (Bogotá, 1999), p. 17.
74. “La conversación”, en La Revista, El Espectador, enero de 2001. La confron-
tación armada “es responsable solamente del 12 por ciento” de los muertos en
Colombia, ha expresado también Augusto Ramírez Ocampo; véase su “Propuesta
de una solución política al conflicto armado en Colombia”, en Germán Manga,
ed., Inseguridad e impunidad en Colombia (Bogotá, 1997), p. 102.
75. Véase, por ejemplo, “Plenty of law, precious little order in Colombia”, The Guar-
dian, febrero 23 de 1996. Este diario cita como fuente a la Comisión Andina de
Juristas para decir que el 14 por ciento de los homicidios son “políticos”.
76. Rubio, Crimen e impunidad, pp. 71 y ss.
77. Pécaut, “From the banality of violence to real terror”, pp. 142-43. El fenómeno
de una clara frontera entre delito político y delito común se identifica entre
algunos autores como la “degradación” del conflicto. De acuerdo con Gonzalo
Sánchez, “De una violencia política con horizontes ético normativos definidos
y con criterios de acción regulados o autorregulados, se ha venido pasando a
una indiferenciación de fronteras con la criminalidad común organizada y en
alianzas operativas o tácticas con el narcotráfico”, en “Colombia: violencias sin
futuro”, p. 46.
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¿Guerra civil? ¿Guerra contra los civiles?¿Violencia generalizada?
78. Pécaut también acepta esta línea de argumentación: “Statistical evidence tends
to suggest that there might be a correlation between the existence of ‘organized’
violent groups, including the guerrillas, and the increased in ‘unorganized’ vilo-
lence”, op. cit., p.143. Según Alejandro Gaviria, “press reports and testimonies
showing the prominent role of narco-traffickers and guerrilla groups in the diffu-
sion of criminal knowledge and the transfer of criminal techniques abound”, véase
su ensayo, “Increasing returns and the evolution of violent crime: the case of
Colombia” (fotocopia, s.f., 1999?). Una investigación dirigida por Jesús Bejarano
concluyó que “existe una correspondencia muy significativa entre los altos niveles
de violencia e inseguridad y la presencia de organizaciones armadas ilegales”,
Bejarano y otros, Colombia: inseguridad, violencia y desempeño económico en
las áreas rurales (Bogotá, 1997), p. 252. Agradezco la comunicación de Camilio
Echandía, coautor de este trabajo.
79. Rubio, Crimen e impunidad, pp. 156-57.
80. Hernando Gómez Buendía, “¿Desmembración territorial o guerra civil?, Diners,
mayo de 1999, reproducido en Gómez Buendía, El lío de Colombia, p. 104. El
intelectual español Fernando Savater hizo eco a la descripción de Gómez Buendía
en su artículo “Colombia agónica”, El Tiempo, diciembre 12 de 1999.
81. El Espectador, enero 19 del 2000.
82. Véase, por ejemplo, el ensayo de Jorge O. Melo y Jaime Bermúdez, “La lucha
contra el narcotráfico: éxitos y limitaciones”, en Malcolm Deas y Carlos Ossa,
eds., El gobierno Barco, 1986-1990 (Bogotá, 1994), pp. 99-125. En sus memo-
rias, en el capítulo “narcoterrorismo en auge” el exMinistro de Defensa Rafael
Pardo anota que en los cuatro años anteriores a 1989 cerca de 200 funciona-
rios judiciales habían sido asesinados; véase Pardo, De primera mano. Colombia
1986-1994: entre conflictos y esperanzas (Bogotá, 1996), p. 173.
83. “Carta abierta al doctor Andrés Pastrana Arango, Presidente de la República”,
diciembre 3 de 1998, en Hechos de paz, V-VI, p. 233.
84. “Carta abierta al señor Presidente de la República”, enero 29 del 2000, en Hechos
de Paz, XII, p. 19. En esta misma carta, Marulanda definió a las Farc como “una
Organización alzada en armas contra el Estado”. Y se refirió al origen del conflicto
como una lucha declarada en 1964 por “el Estado al pueblo, en cabeza de los 48
hombres marquetalianos”; idem., pp. 17 y 20.
85. Un informe reciente del Ministerio de Defensa ha expresado que “para el Estado
colombiano y para su Fuerza Pública, las autodefensas son organizaciones crimi-
nales”. En este significativo documento se expresa también que “el Gobierno y
los altos mandos militares su decisión de no tolerar ningún tipo de connivencia de
los agentes del Estado con los miembros de esas bandas criminales”; Colombia,
Ministerio de Defensa, “Los grupos ilegales de autodefensa en Colombia” (Bogotá,
diciembre del 2000), mimeo, p.1. Ante las críticas recientes de un informe de las
Naciones Unidas, el gobierno observó que un altísimo porcentaje de las víctimas
de los paramilitares son funcionarios del Estado; El Tiempo, marzo 27 del 2001.
105
86. Mary Kaldor, New and old wars. Organized violence in a global area (Cambridge,
1999), p.4. Véase también su introducción en Kaldor, ed., Global insecurity
(London y Nueva York, 2000).
87. Holsti, The state, war, and the state of war, pp. 15 y 18.
88. Los éxitos en la administración de Bogotá son un ejemplo. Véanse las interesantes
aunque breves observaciones de Antanas Mockus sobre el Estado “bifronte”, en
Lecturas Dominicales. El Tiempo, octubre 22 de 1995. Véanse también las obser-
vaciones de Malcolm Deas sobre el estereotipo de la “ausencia del Estado” en su
ensayo “Siete tesis disidentes”, Cambio, junio 26 del 2000.
89. Muchos de los estudios recientes sobre las “nuevas guerras” hacen énfasis en sus
componentes étnicos. Además de Holsti y Kaldor, véase, por ejemplo, Michael
Ignatieff, The warrior’s honor. Ethnic war and the modern conscience (Londres,
1999). La expresión de insurgencia de carácter predominantemente étnico se
reflejó de manera excepcional en el Movimiento Armado Quintín Lame, surgido
en 1985, pero que se acogió con éxito al proceso de paz en 1991. Los indígenas
además se han visto favorecidos en la nueva institucionalidad colombiana. Véase
Ricardo Peñaranda, “De rebeldes a ciudadanos: el caso del Movimiento Armado
Quintín Lame”, en R. Peñaranda y Javier Guerrero, eds., De las armas a la polí-
tica (Bogotá, 1999).
90. “… Nuestra democracia no es la mejor de las democracias posibles, pero en cual-
quier caso tiene unos fundamentos de legitimidad que no son comparables a los de
la guerrilla”, había observado Jesús Bejarano en su libro Una agenda para la paz
(Bogotá, 1995), p. 138.
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La estratagema terrorista
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Sofismas del terrorismo en Colombia
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La estratagema terrorista
Yamid ripostó:
–Usted es comunista y la guerrilla se ha identificado con el comunismo.
Saramago le quitó la palabra y no lo dejó hacer la pregunta:
–No puedo imaginar a un país con un gobierno comunista que se dedicara
al secuestro, al asesinato, a la violación de los derechos. Ellos no son comu-
nistas. Quizás en un principio lo fueron, ahora no.”5
110
Sofismas del terrorismo en Colombia
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La estratagema terrorista
Si uno o varios Estados perciben en un momento dado que está dentro de sus
intereses estratégicos o políticos reconocer a un grupo guerrillero operando en
otro Estado, son libres de hacerlo en cualquier momento, asumiendo las conse-
cuencias que ello generaría en sus relaciones con el Estado territorial.
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Sofismas del terrorismo en Colombia
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La estratagema terrorista
Notas
1. José Obdulio Gaviria, Sofismas del terrorismo en Colombia, Editorial Planeta,
Bogotá, 2005, págs. 19-20.
2. Ibid, pág. 20
3. Ibid, págs. 36-37
4. Ibid, págs. 41-42
5. Ibid, págs. 36-37
6. Ibid, págs. 22-23
7. Ibid, págs. 52-54
8. Ibid, págs. 99-100
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COLOMBIA: UNA GUERRA INJUSTA*
Alfonso Monsalve Solórzano
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Colombia: Una guerra injusta
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¿CONFLICTO ARMADO O AMENAZA TERRORISTA?
Luis Carlos Restrepo Ramírez
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INTERVENCIÓN DEL ALTO COMISIONADO DE PAZ
EN EL SIMPOSIO DE FESCOL
Luis Carlos Restrepo Ramírez
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La estratagema terrorista
Por otro lado al hablar de conflicto armado interno y asimilarlo a una especie
de guerra civil se desconoce que los grupos armados ilegales no cuentan con
el apoyo de la opinión, son grupos minoritarios. Y que por otro lado no existe
en Colombia ni una constricción constitucional de derechos, ni una dictadura
personalista que pueda, eventualmente, justificar como se justificó en otras
épocas el recurso a las armas para buscar más libertad o más justicia.
Cuando existe, entonces, una democracia pluralista, cuando existe una
sociedad que lucha activamente por fortalecer esa democracia, los grupos
armados ilegales que con la violencia intentan imponer sus ideas o intereses,
no pueden denominarse de otra forma que como grupos terroristas. Terroristas
por sus procedimientos, por su ataque a la población civil, porque al no contar
con el apoyo de la población buscan la financiación en negocios ilegales como
el narcotráfico o el secuestro. Terroristas porque imponen o tratan de imponer
sus ideas a través de la violencia desconociendo los mecanismos de la demo-
cracia. Terroristas porque las primeras víctimas son las autoridades locales
que sufren el asedio de estos grupos que intentan imponer sus intereses y sus
ideas en el orden municipal y departamental.
Planteado este concepto, la pregunta de rigor es ¿Se puede hablar con
grupos terroristas? Y aquí viene una segunda aclaración: para nosotros la defi-
nición de terrorista no es una definición de esencia. Nosotros no estamos sata-
nizando a los miembros de grupos armados ilegales, no los consideramos una
nueva encarnación del mal, no creemos que haya que erradicarlos, fumigarlos,
términos utilizados años atrás dentro del lenguaje popular en Colombia para
mostrar la necesidad de eliminar al enemigo.
No. Creemos que estos grupos armados ilegales o sus miembros tienen
ideas o intereses que en si mismos pueden ser respetables. En principio no
nos molestan las ideas de las Farc o del Eln. No nos molestan las propuestas
o ideas que puedan tener las autodefensas. Lo que nos molesta e irrita es el
procedimiento, que recurran a la violencia para imponer esas ideas.
Lo que le pedimos a los grupos armados ilegales es exactamente eso: que
cesen en sus procedimientos violentos, y si estos grupos están dispuestos a
cesar en sus procedimientos violentos el gobierno está dispuesto, también, a
abrir un espacio de diálogo para buscarles alternativas, de tal manera que se
reintegren plenamente a la vida democrática.
De allí otro concepto que se convierte en una condición en la que el
gobierno insiste con vehemencia: La declaratoria de un cese de hostilidades
como condición para iniciar el diálogo. Creemos que esta declaratoria de este
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Intervención del Alto Comisionado de Paz en el simposio de FESCOL
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La estratagema terrorista
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HACIA UNA POLÍTICA NACIONAL DE SEGURIDAD Y PAZ
Luis Carlos Restrepo Ramírez
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Hacia una política nacional de seguridad y paz
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Hacia una política nacional de seguridad y paz
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La estratagema terrorista
Los violentos apabullan los conflictos para sembrar el unanimismo nacido del
terror. Interpretando libremente a Estanislao Zuleta, podría decir que mientras
a los demócratas nos interesa que haya cada vez más conflictos –pues para
nosotros conflicto es una palabra noble y nos la jugamos por defender la vida
del adversario–, a los violentos no les interesa que se abran escenarios plurales
para la discusión y solución de los conflictos, pues ellos sólo quieren capita-
lizar a su favor el odio de los desfavorecidos para catapultarlo y usarlo como
herramienta para imponer su hegemonía. La acción de los grupos violentos
colombianos es la más cruda negación de los conflictos que dan aliento a la
democracia.
La paz que buscamos dentro de la democracia es polifónica; la de los
violentos es la paz de los sepulcros. Así como se acercan a los cinturones de
miseria de nuestras grandes ciudades para convertir el conflicto social de la
marginalidad en un arma mortífera que puede envenenar el alma de nuestros
jóvenes convirtiéndolos en asesinos púberes, así intentan por todas las vías
subyugar los conflictos de la democracia a su dialéctica del odio de clases.
Concederles que existe un “conflicto social y armado” no es otra cosa que
legitimarles su estrategia del terror.
Entiendo que para algunos sectores de la comunidad internacional resulta
difícil aceptar estos argumentos. Personalmente he debatido de manera amplia
con algunos de los embajadores del llamado G-24 que han insistido en utilizar
esta denominación. Pero no podemos dejar que observadores de otros países,
que no alcanzan a comprender la dimensión de nuestros problemas o actúan
bajo la presión de sus propios intereses o urgencias, definan la naturaleza de lo
que nos acontece, trazando así el rumbo que debe seguir nuestra nación. Si acep-
tamos que existe “conflicto armado interno”, que las guerrillas y autodefensas
son “partes”, que los miembros de la Fuerza Pública son “actores del conflicto”,
que los civiles pueden declararse neutrales frente a la Fuerza Pública, entonces
muy pronto tendremos gobiernos extranjeros y organismos internacionales
pasando por encima de las autoridades legítimas para hablar con los ilegales,
invocando para ello el principio de neutralidad. No nos equivoquemos. En esta
definición se juega la suerte de la nación. Una cosa es hablar de un país dividido
por un conflicto armado interno y otra, muy diferente, de una nación amena-
zada que lucha por consolidar su democracia. Una democracia amenazada por
grupos terroristas está en todo su derecho de solicitar a los países democráticos
del mundo ayuda para enfrentar esta amenaza. Un país dividido, azotado por un
“conflicto armado interno”, es sinónimo de una democracia y unas autoridades
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Hacia una política nacional de seguridad y paz
b. Acuerdo humanitario
De los otros puntos que he señalado haciendo parte de este abanico de lo
que podríamos llamar “conceptos rectores de una política de seguridad y paz”,
quisiera hacer referencia, por su carácter paradigmático y valor pedagógico,
al llamado “acuerdo humanitario” y al tema de la “facilitación internacional”.
Creo que en el campo del llamado canje, intercambio o acuerdo humanitario
–cada una de estas tres palabras tiene un sentido distinto y denota intereses
diversos y hasta contrapuestos– se decide, igualmente, un asunto crucial para
la nación. El dilema es el siguiente: si ante un grupo que somete a un chantaje
descarado a la nación entera, debemos ceder ante sus pretensiones y liberar
de las cárceles delincuentes, para que al otro día descarguen de nuevo su furia
sobre los ciudadanos y las instituciones. O si, al contrario, debemos adelantar
acciones humanitarias, entendidas como mutuos gestos de buena voluntad por
parte del estado y los secuestradores, para lograr la liberación de las víctimas;
gestos de buena voluntad que no pongan en peligro la seguridad de otros ciuda-
danos y se ajusten a las normas legales vigentes. La posición del gobierno ha
sido la segunda, pero no ha sido fácil mantenerla, pues cabe lamentar que
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La estratagema terrorista
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Hacia una política nacional de seguridad y paz
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La estratagema terrorista
Como quien dice, los pájaros tirándole a las escopetas. Pero como en este
asunto los desafueros son la norma, quiero comentar una anécdota que espero
no se convierta en tormentosa noticia política de los próximos días.
Es tal la falta de criterio y ecuanimidad para tratar este tema –cosa que
entiendo, pues está de por medio el dolor de los secuestrados y sus familias–
que durante el debate del proyecto de ley de “Justicia y Paz” que se adelanta
en el Congreso, estamos a punto de caer en una peligrosa paradoja, que podría
costarle mucho a la nación. En las comisiones primeras conjuntas de Senado y
Cámara, fue aprobada una propuesta del senador José Renán Trujillo, acordada
con el gobierno, para conceder los beneficios consagrados en dicha ley a los
miembros de grupos con los que se alcancen “acuerdos humanitarios”. Pues
el gobierno no está en contra de buscar un mecanismo que permita la libertad
de los secuestrados, concediendo algún beneficio jurídico a quienes muestren
gestos de buena voluntad que permita a los cautivos regresar a la libertad.
De lo que se trata es de hacerlo sin poner en peligro la política de Seguridad
Democrática, ni estimular hacia un futuro nuevos chantajes y secuestros. Las
condiciones para dicho acuerdo se han hecho públicas varias veces, y a ellas
se añade ahora la posibilidad de otorgar los beneficios de la ley de “Justicia y
paz” para alcanzar dicho propósito.
Hasta allí las cosas van bien, extendiendo al máximo nuestra generosidad
sin poner en peligro la eficacia de una política de pacificación ni la integridad
de las instituciones. Pero un significativo grupo de parlamentarios, entre los
que se cuentan algunos de los más duros críticos del gobierno en lo relacionado
con este proyecto, dejaron constancias en el sentido de revivir en las plenarias
del Congreso el debate, para tornar más ágil la concesión de estos beneficios,
de tal manera que el Presidente de la República ordene de manera directa la
excarcelación de los guerrilleros beneficiados, sin que estos tengan que pasar
por el tribunal especial, pagar una pena privativa de la libertad básica o reparar
a las víctimas. Algunos, incluso, sugieren que esta función no debe ser facul-
tativa del Presidente sino obligatoria. De ésta manera creen asegurar un meca-
nismo expedito para el intercambio de secuestrados por guerrilleros presos.
Si esto llegase a suceder, estaríamos ante una peligrosa paradoja. Aque-
llos que firmen acuerdos de paz y desmovilicen a sus hombres, entregando
armas y bienes ilícitos, se irían a la cárcel con el compromiso de reparar a
sus víctimas antes de obtener un beneficio judicial. Pero aquellos que secues-
tren a ciudadanos inocentes, chantajeando al estado para conseguir sus propó-
sitos, podrían salir de las cárceles por mecanismos expeditos que resultarían
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Hacia una política nacional de seguridad y paz
c. Facilitación internacional
Por último una referencia a los “facilitadores internacionales”. Aunque
Colombia cuenta con una tradición poco evaluada de participación de la
comunidad internacional en procesos de paz, se hace necesario redefinir el
papel del facilitador a la luz del calificativo que los grupos armados ilegales
han recibido como organizaciones terroristas. Si ha sido una constante que
la guerrilla busque el oxígeno internacional para abrirse espacios políticos,
en las actuales circunstancias esta búsqueda resulta más intensa y afanosa.
Las Farc están buscando conformar un grupo de países amigos del acuerdo
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La estratagema terrorista
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Hacia una política nacional de seguridad y paz
figura del Asesor Especial del Secretario General, pues resultan contradicto-
rias. Por otro lado, Naciones Unidas no puede pedir la condición de neutralidad
frente a los grupos terroristas colombianos, para tender puentes con ellos.
Si Colombia hace parte del sistema de Naciones Unidas, resulta absurdo
que se invoque neutralidad frente a los grupos terroristas que amenazan nuestra
democracia. Se hace necesario que el Secretario General de Naciones Unidas
redefina sus protocolos para clarificar qué significa adelantar una labor de
buenos oficios frente a un grupo terrorista que amenaza a un estado miembro.
La ONU tiene un claro mandato de lucha contra el terrorismo, reforzado
después del 11 de Septiembre por la resolución 1373. ¿Cómo puede entonces
declararse neutral frente a organizaciones que hacen parte de las listas terro-
ristas de Europa y Estados Unidos, y que atacan flagrantemente a la pobla-
ción civil? Creemos que en este caso la labor previa de exhortación y presión
política legítima para que dicho grupo cese en sus acciones terroristas es parte
integral de la gestión de buenos oficios, lo cual no es obstáculo para que se
abra espacio a una “neutralidad profesional” limitada al campo de los proce-
dimientos pero no extensible al ámbito político. Dicha “neutralidad” operativa
y circunstancial cobijaría al funcionario encargado de adelantar los contactos
y no se predicaría del Sistema de Naciones Unidas en general, ni de la Oficina
del Secretario General en particular. Así impediríamos confusiones como las
que bloquearon el reciente intento de facilitación de Suiza con las Farc, que
fue interpretado por este grupo como el establecimiento de un canal para las
relaciones “político diplomáticas” con esa nación, con el propósito de tratar
asuntos de “interés mutuo”.
Frente a estas confusiones el modelo adelantado por México con el Eln
debe ser apreciado en toda su dimensión. Se trató de una labor profesional que
permitió avances significativos para un encuentro directo entre el gobierno
colombiano y el Eln. Por la claridad de su encuadre, la destinación de un
diplomático para adelantar la labor con exclusividad y la precisión de sus
objetivos, la facilitación adelantada por México configura un modelo digno
de repetirse. La facilitación internacional resulta útil si se adelanta de manera
discreta y profesional, como producto de un previo acuerdo del facilitador con
el gobierno colombiano, con aceptación explícita por parte del grupo armado
ilegal y limitación en el tiempo. Los “grupos de países amigos”, confor-
mados para apoyar procesos en marcha, no resultan adecuados para la labor
de facilitación. Y menos aún los contactos espontáneos de gobiernos extran-
jeros con los grupos terroristas colombianos, que terminan deslegitimando
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Hacia una política nacional de seguridad y paz
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La estratagema terrorista
Entre tanto, ofreceremos a las Farc y al Eln propuestas claras para una
salida dialogada. Como condición inicial insistiremos en el cese de hostili-
dades, entendido como un compromiso político, por parte de estos grupos,
de suspender las acciones violentas. Dicho requisito es fundamental. Mucho
se ha criticado el cese de hostilidades de las autodefensas, que dista de ser
perfecto. Pero como las autodefensas se han comprometido con su palabra,
ninguna justificación pueden esgrimir cuando incurren en acciones violentas,
corriendo en cambio con todos los costos políticos al hacerlo. Las estadís-
ticas muestran por demás una disminución significativa en homicidios –67
%– y de masacres –83 %– atribuidas a estos grupos desde que se iniciaron
los diálogos. No sólo se han incrementado las acciones militares contra
todos aquellos que violan el cese de hostilidades –en cifras que superan
en promedio el 300 %–, sino que el reclamo llevado a la mesa de diálogo
resulta un útil mecanismo de presión para posicionar las condiciones del
gobierno y acelerar la desmovilización. Pues si bien ha dicho el gobierno
“urgencia para el cese de hostilidades y paciencia para la desmovilización y
el desarme”, la paciencia para la desmovilización se acaba, cuando el cese
de hostilidades se viola.
En días pasados el Eln rompió sus relaciones con la facilitación mexi-
cana, como un pretexto para no asumir ante la opinión el costo político de su
negativa a dejar de secuestrar. Incluso, uno de los jefes de las autodefensas,
en entrevista televisiva, tachó al gobierno de fundamentalista por no entender
que el asunto del secuestro era tema para tratar en la mesa. Otros sectores
de opinión piensan lo mismo, y así se lo han hecho saber al gobierno. Sin
embargo, el Presidente ha dejado claro que si nos hacemos los de la vista
gorda con esta práctica terrorista, si en pos de un logro efímero cedemos
ante la negativa de ese grupo de abandonar la terrible práctica del secuestro,
perderemos entonces toda legitimidad y autoridad moral para exigírselo en
el futuro, exponiéndonos a que dicho grupo realice secuestros masivos como
los sucedidos durante el gobierno anterior para obligarnos a ceder ante sus
propósitos. Si aceptamos que ese grupo suspenda acciones contra la Fuerza
Pública y la infraestructura pero que siga secuestrando mientras dialoga con
nosotros, como fue su propuesta, sería tanto como legitimar sus acciones
contra los ciudadanos, mientras la Fuerza Pública se compromete a no
atacarlos, en virtud del compromiso de reciprocidad. No hay que afanarse.
Tal vez la correlación de fuerzas no es todavía suficiente para obligar al Eln
a cambiar su posición y asumir que el mundo actual exige un compromiso
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Hacia una política nacional de seguridad y paz
Intervención del Alto Comisionado para la paz, Luis Carlos Restrepo en la Universidad Militar
‘Nueva Granada’ con ocasión de la firma del convenio entre la Universidad Militar y la oficina
del Alto Comisionado para la paz.
Abril 27 de 2005
Fuente: http://www.altocomisionadoparalapaz.gov.co/noticias/2005/abril/abr_27_05a.htm
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¿HAY CONFLICTO?
Luis Carlos Restrepo Ramírez
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La estratagema terrorista
Septiembre 11 de 2005
Fuente:
http://www.altocomisionadoparalapaz.gov.co/noticias/2005/septiembre/sep_12_05a.htm
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¿CONFLICTO ARMADO INTERNO
O AMENAZA TERRORISTA?
Alfonso Monsalve Solórzano, Fabio Giraldo Jiménez,
Libardo Botero Campuzano, Jorge Giraldo Ramírez
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¿Conflicto armado interno o amenaza terrorista?
tanto se le consagró así. Y a ese tipo de levantamientos, hasta los más modernos
–digamos los movimientos de liberación nacional, que son los levantamientos
más modernos que conocemos– de este orden, se les consagraba como movi-
mientos políticos. E inclusive la teoría señalaba que esos levantamientos eran la
continuación de la política por otros medios, cierto. El gobierno está planteando
lo siguiente. Siguiendo una corriente más contemporánea –en eso difiero del
doctor Giraldo–, que considera que a esos levantamientos no puede dárseles la
connotación de políticos, de levantamientos políticos tradicionales. Porque son
levantamientos contra la democracia, contra regímenes legítimamente consti-
tuidos, respaldados por la mayoría de la población, y regímenes que ofrecen la
oportunidad de expresar las diferencias y los planteamientos de orden social,
político y económico por cauces constitucionales y legales, civilizados. A esos
ataques no se les otorga el estatus de un delito especial, ni a esos levantamientos
y movimientos (hablo de Eta, Ira y grupos como los de acá) se les otorga o se les
debe otorgar la condición de políticos.
Alfonso Monsalve Solórzano: Fabio…
Fabio Giraldo Jiménez: No, pues… Yo que soy un pacifista irredento…
Me maravilla el contraste del lenguaje del gobierno, que dice que no hay
guerra, y la financiación de la guerra. Yo lo veo. ¿Usted no lo ve?
Libardo Botero Campuzano: Hay violencia, sí. Es que no estamos
diciendo que no hay violencia…
Alfonso Monsalve Solórzano:A ver. ¿Cómo sería esa diferencia? ¿Por
qué no intentamos adelantar una definición de violencia y de guerra, para ver
cómo sería esa diferencia?
Jorge Giraldo Ramírez: Esa parte es clave, Alfonso. La violencia es una
cosa (o probablemente no es una cosa, son muchas cosas; en general en teoría
se habla más de violencias que de violencia, porque la violencia tiene mani-
festaciones muy diferentes) y la guerra es otra. Hay casos que son fácilmente
constatables. Por ejemplo, Brasil es un país muy violento, con altos índices de
criminalidad, de agresiones contra la vida, contra la integridad de las personas,
pero un país supremamente pacífico, que hace más de 150 años no libra una
guerra contra nadie y que no ha tenido guerras internas en toda su historia repu-
blicana. La guerra es un fenómeno distinto a la violencia, porque la guerra es
violencia organizada, ejercida por grupos con jerarquías, con estrategias y con
objetivos precisos. Entonces el contraste entre la simple violencia y la guerra
es supremamente distinto. Y si bien a la simple violencia no se le puede dar de
ninguna manera un calificativo de política, porque no lo tiene, por el contrario
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La estratagema terrorista
toda guerra de por sí es política. Es probable que esto sea muy discutible. Lo
dice Aristóteles, dice “la guerra y la paz hacen parte de la política”; lo refrendó
Klausewitz en el siglo XIX; creo que es una noción defendible en el siglo XXI.
Otra cosa es pensar que sea una buena política o una mala política la que se
lleva a cabo por las armas, o si esa política puede ser justa o en un momento
determinado puede parecer necesaria. Yo quiero distinguir el fenómeno de la
guerra y la discusión moral o ética sobre si la guerra es justa o no es justa.
Alfonso Monsalve Solórzano: Él, Libardo, lo que está diciendo, si lo
entendí bien, es: la guerra es una forma muy específica de violencia en que
la violencia se ejerce de manera organizada, con jerarquías, con territorios
controlados, etc. ¿Tú no ves esas características en el conflicto colombiano,
que serían una definición de guerra?
Libardo Botero Campuzano: Ahora, que es injusta yo comparto eso.
Pero yo quiero establecer esta diferencia que me parece importante. Es sobre
lo del terrorismo. Hacia dónde va el pensamiento político contemporáneo: es a
considerar la utilización de la violencia para obtener fines políticos, religiosos,
ideológicos, y aún económicos, la violencia o la amenaza de violencia, consi-
derarla terrorismo. Podríamos, hilando más delgadito, decir que el terrorismo
es política también, cierto, y en teoría podemos decir eso. Pero desde el punto
de vista del Estado, a lo que se avanza, y Europa va muy adelante en esto, yo
creo que nosotros estamos es simplemente pegándonos al pensamiento polí-
tico y a la legislación europea en este terreno, y a lo que las Naciones Unidas
va adelantando en este terreno: calificar de terrorista toda amenaza o utiliza-
ción de la violencia para obtener fines políticos, etc. Y por tanto condenándola
y descartándola como un medio, que no debe reconocer ninguna legislación,
ningún Estado. Un medio que es absolutamente ilícito, injusto, etc. Entonces
podemos decir que es guerra –en gracia de discusión–, para atenernos a unas
teorías que dicen que es un fenómeno generalizado, que son organizaciones
que tienen una jerarquía, que tienen un mando, que se expresan en una parte
importante del territorio, etc. Pero su connotación es que desarrollan una agre-
sión terrorista, porque es un Estado, estamos en un Estado que tiene unas
garantías para todos los que tienen un pensamiento diferente o todos los que
tienen propuestas diferentes. Entonces en ese sentido me parece que para
el Estado es correcto calificar eso de terrorista. Inclusive sin considerar los
medios; que los medios además corroboran que es una violencia terrorista,
plenamente: que se enfoca fundamentalmente contra los civiles, que utiliza
medios como el secuestro, como la extorsión, como ataques indiscriminados
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¿Conflicto armado interno o amenaza terrorista?
contra la población, como ataques a bienes civiles, masacres, etc., etc. Todo
esto, que tiene que ver con el asunto, lleva a que tenga validez considerar que
para el Estado, eso se tenga que calificar en ese sentido, de terrorista. Y esa es
la tendencia mundial, creo yo. Apoyada mucho más por la coyuntura del 11S
y del 11M, que han hecho que las naciones en general, y la ONU en particular,
se ocupen del tema y tiendan hacia allá.
Alfonso Monsalve Solórzano: Fabio, ibas a decir algo…
Fabio Giraldo Jiménez: Sí, claro. Lo primero que hay que aclarar aquí
es que hay que diferenciar un Estado de un gobierno. Nosotros tenemos una
tradición en la cual primero es el gobierno y después el Estado: primero.
Estamos acostumbrados a hacer políticas de gobierno y no de Estado. Eso
es fundamental. Y segundo: nosotros somos signatarios del DIH, es decir, lo
firmamos. Y eso sobrepuja sobre el derecho interno colombiano. Y tercero:
yo no entiendo cómo, y no lo puedo entender (una pregunta para el doctor
Libardo, para que responda), yo no entiendo como en unos aspectos se sea
“minimalista” penalista, es decir, para unos grupos se penalice mínimamente,
y para otros grupos se penalice máximamente. Eso es una contradicción. Yo
espero que usted me lo resuelva.
Libardo Botero Campuzano:Usted se quiere referir a la Ley de Justicia
y Paz. Pero no es así. Esa es una ley para todos los grupos armados ilegales. Y
le comento una cosa: es al contrario. Allí se discutió la calificación de sedición
para cubrir las actividades de los paramilitares, para darle seguridad jurídica a
ese proceso. Pero la Ley de Justicia y Paz establece penas superiores a las del
Código Penal para la sedición. Y revíselo.
Fabio Giraldo Jiménez: Yo le pregunto: ¿un ladrón tiene la calificación
de sedicioso?
Alfonso Monsalve Solórzano: Esa discusión la vamos a hacer más
adelante. Es que aquí todo está estrechamente ligado. A mí me da la impresión
de que Libardo acaba de concederte en parte tu argumentación, Jorge.
Jorge Giraldo Ramírez: En parte. Pero la aclaración de Libardo es muy
importante. Primero, porque hasta hace un tiempo se creyó que esta era una
discusión semántica o que era una discusión puramente académica. Y esta es una
discusión que tiene consecuencias políticas, consecuencias prácticas profundas.
Mi discusión es que la noción que el gobierno ha adoptado de amenaza terro-
rista limita incluso sus propios objetivos en la conducción de la guerra y en la
búsqueda de la paz. Por varias razones. Uno, porque ese tipo de discurso hace
que su labor diplomática de acercamientos directos o por intermediarios con los
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La estratagema terrorista
grupos armados ilegales pierda espacio y pierda un apoyo que necesita. Dos,
porque le quita margen de maniobra para las negociaciones, y eso lo hemos visto
en el proceso con las autodefensas. Es decir, el mismo gobierno con ese discurso
se quita un poco de legitimidad y de margen de maniobra para adelantar una
negociación que a mí me parece que es no solo necesaria sino que es legítima. En
este país hay que negociar –es mi postura– y hay que negociar con todo el mundo.
En tercer lugar, lo que dice Fabio: le quita peso a la construcción de una política
de Estado, y deja una tarea que está haciendo el Presidente, y que creo que es
una tarea muy importante, la deja muy marcada como una tarea de gobierno.
Entonces, la posibilidad de que el Presidente enderece ciertas cosas y construya
una política de Estado, que yo creo que nos está haciendo falta en el país frente a
los temas de la guerra y la paz, se mira a partir de ese mismo discurso.
Alfonso Monsalve Solórzano:Vamos a hacer –desafortunadamente el
tiempo es el peor tirano de estos programas– la primera pausa de La Fuerza
de los Argumentos. Estamos discutiendo si hay conflicto armado interno o
amenaza terrorista. Se está diciendo que la calificación del conflicto como
guerra tiene unas consecuencias y la calificación como amenaza terrorista
tendría otras respecto a la resolución del conflicto. Ahora vamos a entrar a
discutir ese punto.
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CONFLICTO ARMADO Y CONFLICTO TERRORISTA
Jaime Jaramillo Panesso
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DIH, el CICR no estaría autorizado para tener una misión en nuestro terri-
torio. Este aspecto legal y formalista preocupa a un importante grupo de
Ongs e intelectuales, inclusive algunos del parque jurásico liberal, más que
los hechos. Y los hechos, no el discurso humanitario, no las buenas inten-
ciones, no las buenas conciencias que por demás son respetables, los hechos,
insisto, demuestran que el Estado colombiano cumple con las normas del
DIH porque es suscriptor del tratado internacional, pero los grupos ilegales
armados no se comportan conforme al derecho de la guerra, no aceptan el
DIH, como no aceptan las determinaciones democráticas del pueblo colom-
biano. Violan todos los días el DIH: secuestran civiles, destruyen puentes y
carreteras, matan civiles de todas las edades con bombas y explosivos prohi-
bidos, atacan poblaciones indígenas, negras, blancas y mestizas no comba-
tientes, obligan bajo amenazas a marchas o desplazamientos de población
civil, instigan actos de barbarie en las universidades con explosivos causando
muertes, lesiones personales y destrucción de aulas y laboratorios, etc. etc.
Si los grupos armados ilegales que combaten al Estado democrático realizan
actos de terror contra la población civil, si no cumplen con el DIH, si el
CICR no puede obligarlos a aceptar y cumplir el DIH, si la ONU y su pleni-
potenciario tampoco los convence ni tienen la capacidad de someterlos a la
ley internacional, ¿de qué ficción estamos hablando? ¿Unas normas que no
tienen ninguna capacidad coercitiva sobre una de las partes, acaso no son
simples normas virtuales sobre las que cabalga la burocracia internacional?
El fetichismo legal del DIH solo sirve para meter en cintura a los gobiernos
y Estados suscriptores del tratado. Eso es aceptable como consecuencia de
una meta universal. Pero que sirva el DIH para intentar calificar el terrorismo
como instrumento de lucha política es un abuso del derecho internacional.
Mayo 29 de 2005
Fuente: periódico El Mundo de Medellín
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¿PAZ CON JUSTICIA SOCIAL?
Jaime Jaramillo Panesso
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LA VIOLENCIA COLOMBIANA ACTUAL
Libardo Botero Campuzano
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La violencia colombiana actual
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La violencia colombiana actual
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Notas
1. Mosquera, Francisco, “A manera de mensaje de año nuevo”, en: Resistencia Civil,
Editor Tribuna Roja, Bogotá, 1995. p. 247.
2. Mosquera, Francisco, “El apoyo del Moir a Durán Dussán”, en: Resistencia Civil,
Editor Tribuna Roja, Bogotá, 1995. p. 398.
3. Son numerosos y muy valiosos los estudios sobre la relación de la economía con
la violencia, sobre el secuestro, el narcotráfico, la localización (el “mapa de la
violencia”) de los hechos criminales, la eficiencia de la justicia, etc. de autores
como Camilo Echandía, Fernando Gaitán, Juan Carlos Echeverry, Mauricio
Rubio, Carlos Esteban Posada, Armando Montenegro, Alejandro Gaviria, Fabio
Sánchez, Francisco González, Natalia Salazar, Verónica Navas, Daniel Mejía,
Ricardo Rocha y Gabriel Piraquive, entre otros.
4. Mosquera, Francisco, “A manera de mensaje de año nuevo”, en: Resistencia Civil,
Editor Tribuna Roja, Bogotá, 1995. p. 248.
Documento escrito en agosto de 2002 y publicado en dos entregas por El Pequeño Periódico,
en Medellín, a fines de ese año. El autor ha hecho pequeños ajustes de redacción que no alteran
su contenido.
Agosto de 2002
Fuente: El Pequeño Periódico, Medellín
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LA VIOLENCIA CONTRA LA DEMOCRACIA
ES REACCIONARIA
Darío Acevedo Carmona
Cada vez es más claro que la violencia por motivos políticos en Colombia
va en contravía de la democratización del país. Mientras la elección popular
de alcaldes y de gobernadores ha facilitado la emergencia de nuevos movi-
mientos y liderazgos políticos diferentes a los tradicionales, el accionar de
grupos armados con pretensiones insurgentes o paraestatales han desfigurado
y debilitado la proyección de aquellos y su buen desempeño al colocarlos
en la órbita de sus presiones militares y someterlos al chantaje del atentado,
el secuestro o el asesinato. Mientras la Constitución política del 91 repre-
sentó un proyecto de paz y una esperanza de concordia, de convivencia y
de tolerancia política, esos grupos irregulares se empeñaron en sabotear la
legitimidad del estado y de las nuevas instituciones, ya tratando de reem-
plazarlas o bien tratando de subvertirlas. Y como quiera que estos ejemplos
de profundización de la democracia nos ratifican en la búsqueda del cambio
por vías civilistas, hay que deducir que todo aquello que sea un saboteo, un
atropello o un ataque a esos esfuerzos constituye objetivamente una acción
de corte reaccionaria.
En el para algunos “conflicto armado colombiano” no hay grandeza de
ideales, la acción de los grupos armados de extrema derecha y de extrema
izquierda carecen de una narrativa edificante, esperanzadora, ni siquiera
tienen el alcance épico de las llamadas guerras justas que se nutren del sacri-
ficio heroico de la población, tal como ocurrió en la lucha de los aliados contra
el fascismo y el nazismo en la Segunda Guerra Mundial. El sentido de tragedia
a la manera greco romana, como se puede apreciar en los relatos de Homero
y Tucídides, es decir, la lucha hasta el sacrificio por el honor, la gallardía y el
valor viril que lleva a las familias a aceptar la desintegración y a los pueblos a
admitir las penurias que deja el combate, no es lo que caracteriza a la violencia
en Colombia. Aquí no hay de parte de los grupos armados irregulares un relato
o una narrativa que enaltezca la “causa”, que calme los dolores del conflicto y
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La estratagema terrorista
174
La violencia contra la democracia es reaccionaria
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ONU RECONOCE AVANCES DE COLOMBIA EN DERECHOS
HUMANOS Y CONDENA ACTIVIDAD TERRORISTA
177
La estratagema terrorista
Abril 22 de 2005
Fuente: www.presidencia.gov.co SNE
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“COLOMBIA TIENE UNA DEMOCRACIA SOFISTICADA”
Louise Arbour
Comisionada de Derechos Humanos de la ONU
179
La estratagema terrorista
En ese sentido el Jefe del Estado explicó que si bien se conceden los bene-
ficios por los delitos que voluntariamente los implicados confiesen, si poste-
riormente se descubre su vinculación en otra actividad criminal, la persona
deberá pagar sentencia plena por esa acción que no declaró inicialmente.
Durante la reunión, el Mandatario colombiano expuso la situación de
derechos humanos por la que atraviesa el país, indicando que todos los sectores
cuentan con la protección del Estado, sin importar que sean o no simpatizantes
del Gobierno.
Recordó las garantías reales con las que contaron miembros de la oposi-
ción durante el referendo propuesto por el Gobierno, así como durante la
campaña para entes territoriales, en la que coaliciones de oposición lograron
importantes cargos como gobernaciones y alcaldías.
Esas mismas garantías para su labor política se mantienen ahora que
están ejerciendo sus cargos y a pesar de las diferencias ideológicas con el
Jefe del Estado.
Uribe también mencionó que tras la jornada electoral de octubre de 2003,
se han realizado elecciones municipales en 152 poblaciones, en donde todos
los aspirantes y votantes han tenido la protección del Estado.
Frente a la acción contra los grupos armados ilegales, el presidente Uribe
sostuvo que a todos se les combate con firmeza, pero al tiempo señaló que
tienen la puerta abierta para el diálogo, siempre y cuando pongan en marcha
un cese de hostilidades, único requisito exigido por el Gobierno, como muestra
de buena fe e interés en las conversaciones.
El Presidente manifestó que esa condición no implica que esas organiza-
ciones se desarmen o desmovilicen inicialmente.
Así mismo, Uribe fue enfático en señalar que en el caso de las autode-
fensas, se ha presentado una reducción significativa en la violencia generada
por estas organizaciones y señaló que quienes no se acogen al cese de hostili-
dades son combatidos militarmente por la Fuerza Pública en todo el país.
Por eso señaló que con aquellas facciones que respetan el cese de hostili-
dades se mantiene el diálogo, pero al mismo tiempo el Gobierno se enfrenta a
unas autodefensas divididas.
Durante la reunión, el presidente Uribe relató que además de las garan-
tías políticas a la oposición, el Gobierno ha implementado toda una estra-
tegia social que ha permitido aumentar la cobertura en educación, salud,
así como ofrecer alternativas a los campesinos a través de programas como
Familias Guardabosques.
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“Colombia tiene una democracia sofisticada”
Mayo 12 de 2005
Fuente: www.presidencia.gov.co SNE
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A MANERA DE MENSAJE DE AÑO NUEVO
Francisco Mosquera Sánchez
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A manera de mensaje de Año Nuevo
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A manera de mensaje de Año Nuevo
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La estratagema terrorista
tico acontecer del país. 0 las exhortaciones a que las autoridades resguarden
a quienes, además de incurrir en los denominados delitos conexos a la rebe-
lión, atacan vehementemente a la fuerza pública. ¿En qué contienda civil
digna de su nombre el bando insurgente le exige amparo al bando del orden,
cual ocurre en Colombia, sobre todo a raíz de las horrendas y repudiables
masacres del año que expira?
Miguel Antonio Caro, el estilista de la supérstite Constitución de 1886
afirmaba que “nada es ciertamente tan anormal como la guerra”. Ya entonces,
y aun desde antes, se reconocía que la única talanquera del estado de anorma-
lidad radica en las vaguedades del referido derecho de gentes, porque el resto
de prerrogativas consagradas se suspende o puede suspenderse en procura del
retorno a la tranquilidad ciudadana. De ahí que los alegatos sobre los alcances
de las normas de excepción, o sobre el reconocimiento o no del carácter beli-
gerante de los sublevados, se ventilen a costa de las masas expoliadas, cuyas
conquistas democráticas languidecen a medida que se avivan las disquisi-
ciones exegéticas. Al pueblo trabajador, en definitiva, muy poco le conviene
reemplazar las posibilidades del precepto escrito con las artificiosas altera-
ciones y las ilusas perspectivas de una revolución tramitada por decreto.
188
A manera de mensaje de Año Nuevo
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LA NACIÓN SE SALVA SI CORRIGE SUS ERRORES
Francisco Mosquera Sánchez
Amigos y compañeros:
El encuentro de esta noche lo hemos convenido con el objeto de proto-
colizar el respaldo del MOIR al doctor Juan Martín Caicedo Ferrer como
candidato a la alcaldía de la Capital de la República. Acontecimiento que
termina por perfilar las características singulares de una postulación de notable
importancia, no sólo porque ha logrado ganarse las simpatías de muy diversas
corrientes, sino debido a la influencia que sin duda habrá de ejercer en el futuro
inmediato de la nación. Más que la suerte de Bogotá, con todo y tratarse del
primer municipio de Colombia, lo que está en juego es un imperioso realin-
deramiento de las fuerzas políticas, la reconsideración de muchas estrategias
equivocadas, la posibilidad de una enmienda histórica. El propio expresidente
Carlos Lleras Restrepo, pasando por encima de conocidos afectos y antiguas
discrepancias, resolvió darle impulso a la promisoria tendencia, tras condenar
las maniobras de los grupos auspiciados bajo cuerda por el Ejecutivo y prevenir
acerca de los falsos conflictos generacionales que anteponen las ambiciones de
unos cuantos a la solución de los graves problemas del país. Algo semejante
podemos señalar de los conocidos gestores del Movimiento Nacional Conser-
vador, que al decidir coligarse con uno de los principales matices del libera-
lismo, fuera de quitarle piso al trillado esquema de partidos de gobierno y de
oposición, allanan la senda a la acción unitaria entre agrupaciones de diferente
origen mas identificadas en objetivos básicos. Otras vertientes conservadoras
también han ofrecido su concurso, reafirmando el hecho de que, al cabo de
tantas dubitaciones, la alianza puesta en marcha consiguió por fin aglutinar
a un buen número de adversarios y copartidarios de la administración actual.
De nuestra parte, el compromiso que en este acto refrendamos ante la opinión
pública, lejos de ser la movida de último instante para sortear las contrarie-
dades de unos comicios accidentados como pocos, constituye el curso lógico
de la posición que hemos venido sosteniendo desde 1983, cuando comenzamos
a alertar sobre las caóticas implicaciones del “sí se puede”.
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La estratagema terrorista
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La nación se salva si corrige sus errores
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La nación se salva si corrige sus errores
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La nación se salva si corrige sus errores
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La estratagema terrorista
Muchas gracias.
Discurso pronunciado por Francisco Mosquera en el acto que el MOIR realizó el día 2 de
febrero de 1988, en el Centro de Convenciones Gonzalo Jiménez de Quesada, en el acto de
respaldo a Juan Martín Caicedo Ferrer en su campaña por la Alcaldía de Bogotá. Publicado
en El Tiempo del 7 de febrero siguiente.
198
SEGUNDA PARTE
EL NOMBRE SÍ IMPORTA
El debate sobre la naturaleza actual de la guerra colombiana
Jorge Giraldo Ramírez
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La estratagema terrorista
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El nombre sí importa
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La estratagema terrorista
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El nombre sí importa
dice –y no es una observación marginal sino la tesis central del trabajo– que
ello “nos inhibe para deslegitimar el marco general de la insurgencia” y, por
ende, a desconocer la simetría o la neutralidad del derecho humanitario13.
205
La estratagema terrorista
206
El nombre sí importa
Y para ello ningún consejo mejor que el de Carl Schmitt cuando dice: “En
general no se discute por un concepto en sí […]. Se discute por su aplicación
concreta”21. Así que presentaré un somero balance del comportamiento del
Gobierno nacional frente a lo que denomina “amenaza terrorista”.
El Presidente Uribe demostró en desde la campaña electoral ser un fino
intérprete de la opinión pública al identificar claramente la percepción de los
colombianos después de 5 años de ofensiva militar de las guerrillas y las auto-
defensas, y de 3 de connivencia dolorosa con las Farc. Convirtió esa percep-
ción en una prioridad y un objetivo explícito de la sociedad colombiana, y
empezó a construir una política y una doctrina que afirmaran ese propósito.
Antes de cumplir el primer año, el Gobierno nacional elaboró –por
primera vez en el país– un documento guía en materia de seguridad. El 29
de junio del 2003 presentó públicamente la “Política de Defensa y Seguridad
Democrática” en la cual plantea seis puntos: el fortalecimiento de las insti-
tuciones, la coordinación de la acción estatal, el control de todo el territorio
colombiano, la protección de los ciudadanos y la infraestructura, el mante-
nimiento de las redes de informantes y la comunicación de las políticas y
acciones del Estado. La filosofía de esa política ha sido reiterada en múltiples
ocasiones por el Presidente y en una de sus versiones se enuncia así: “tiene dos
significados: uno, en cuanto al universo de los beneficiarios de esta seguridad,
y uno segundo, en cuanto al método. El universo de beneficiarios de esta segu-
ridad está integrado por la totalidad de los colombianos [...] Y esta política
de seguridad es democrática por el método: ejercer severamente la autoridad
para restablecer el orden con apego irrestricto, incondicional, a los Derechos
Humanos, a la Constitución, al pluralismo democrático”22.
En el terreno, el Presidente de la República rompió el monopolio militar
sobre la estrategia y asumió la conducción global sobre la guerra, haciendo
respetar el papel que desde el pensamiento clásico se le asignó al príncipe
y que luego se desvaneció con la pacificación y la especialización militar. A
su vez, se dedicó a actuar como estimulador, veedor y fiscal de las acciones
militares en ejercicio de las atribuciones constitucionales de comandante de
las fuerzas armadas,23 que en el pasado sólo servían para asistir a actos proto-
colarios y ejercer en última instancia el relevo forzoso de algún general.
En la práctica, Uribe quebró la tradición o el contrato implícito existente
en Colombia por el cual los poderes civil y militar transcurrían por planos
paralelos, pacto que implicaba que ninguno de ellos se entrometía en la esfera
del otro y que constituía uno de los últimos rezagos del Frente Nacional. Por
207
La estratagema terrorista
esta vía, Uribe se ha dado el lujo de sacudir varias veces la cúpula militar
–no siempre con acierto– sin generar ningún tipo significativo de perturba-
ciones en el cerrado estamento castrense, todo gracias a la confianza y a la
valoración que le ha restituido a las fuerzas armadas. Este paso efectivo, de
aplicación del mandato constitucional constituye un avance civilista y demo-
cratizador que no se le ha reconocido al Gobierno y que el mismo, por obvias
razones, no pregona.
Uribe ha jugado un papel que luce indiscutible en cuestiones cardinales
para la guerra: (a) la entronización de la voluntad de combatir y de vencer; (b)
el esfuerzo por convertir una opinión caprichosa –que los analistas describían
como pendular– en el elemento pasional que el pueblo debe aportar según la
concepción trinitaria de Clausewitz; (c) la recuperación del honor militar y de
la moral de la tropa; (d) la construcción de la enemistad, de la figura de los
enemigos del país24; y (e) la persistencia en el eje articulador de una política
pública que hace de la seguridad la piedra de toque de la acción gubernamental
y que cotidianamente corre el riesgo de palidecer por los afanes fiscales, la
distracción frente a las veleidades de los enemigos, el cansancio ante el peso
de la costumbre de vivir en emergencia, entre otras.
Sin embargo, y paradójicamente, Uribe Vélez ha producido esta transfor-
mación no a partir del concepto de guerra sino recogiendo la tradición colom-
biana de hace un siglo que criminalizaba al rebelde (v. supra) e insertándola
en la nueva doctrina de la lucha contra el terrorismo. El orden discursivo de
esta concepción está expuesto en la obra de Gaviria Vélez. El punto de partida
obtiene su plausibilidad de la tradición moralizante de la intelectualidad colom-
biana que hace que los conceptos no se adopten como categorías descriptivas
y analíticas sino como componentes de discursos éticos y políticos en disputa,
es decir, como categorías axiológicas. Así que la piedra de toque de Gaviria
está en su idea de la guerra como aquella acción militar que tiene validez
moral, jurídica o política. “Mis argumentos parten de la definición teórica y
práctica del Estado colombiano como un Estado democrático legítimo […]
(si esto es cierto) no hay derecho a que alguien se alce violentamente contra
la existencia del Estado”25. Este alzamiento era injustificable pero podía ser
explicable hasta 1991 cuando cayó el Muro de Berlín y se promulgó la Cons-
titución de 1991, a partir de entonces cesan las justificaciones y las explica-
ciones para que la lucha armada se mantenga en el país26.
Esta noción hace que se adopte una caracterización miope del enemigo.
En primer lugar, por supuesto, se le minimiza como sujeto social y se hacen
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El nombre sí importa
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La estratagema terrorista
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El nombre sí importa
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La estratagema terrorista
212
El nombre sí importa
Notas
1. Algunas referencias: Eduardo Posada Carbó, ¿Guerra civil? El lenguaje del
conflicto en Colombia, Alfaomega, 2001. William Ramírez, “¿Guerra civil en
Colombia?”, Análisis Político, No. 46, Bogotá, Iepri – Universidad Nacional,
2003, pp. 151 – 163. Jorge Giraldo Ramírez, “Colombia, guerra civil”. Unaula,
Medellín, No. 24, pp. 13-22, 2002. Daniel Pécaut, “Conflictos armados, guerras
civiles y política: relación entre el conflicto colombiano y otras guerras internas
contemporáneas”, mimeo, 2004. Eduardo Pizarro Leongómez, Una democracia
asediada. Balance y perspectivas del conflicto armado en Colombia, Bogotá,
Norma, 2004.
2. “Palabras del Presidente Uribe en posesión de nuevo Comandante de la FAC”,
Bogotá, CNE, 8 de septiembre del 2003.
3. Eduardo Herrera Verbel, “Una agresión interna”, El Colombiano, 14 de mayo de
2004.
4. “Debate sobre si hay o no conflicto en Colombia”, El Tiempo, Octubre 13 de
2004. Cubrimiento del Simposio “Esfuerzos por la paz y la democracia”, convo-
cado por Fescol.
5. Iván Orozco Abad, Combatientes, rebeldes y terroristas. Guerra y derecho en
Colombia, Santa Fe de Bogotá, Temis, 1992, p. 234.
6. Orozco Abad, p. xxii.
7. Daniel Pécaut, Orden y violencia: Colombia 1930-1953, Vol. 2, Bogotá, Siglo
XXI, 1987, p 490.
8. Discurso del Vicepresidente de la República y Ministro de Defensa, Gustavo Bell
Lemus, durante el Foro “Colombia: Una nación en busca de su futuro”, Berlín, 2
de julio de 2002.
9. Daniel Pécaut, “Conflictos armados, guerras civiles y política: relación entre el
conflicto colombiano y otras guerras internas contemporáneas”, mimeo, 2004,
p. 5.
10. El Espectador, junio 30 de 2002. Citado por Eduardo Posada Carbó, “El lenguaje
del Presidente Uribe frente al terrorismo”, Fundación Ideas para la paz, 18 de
Julio de 2003.
11. Protocolo II, Artículo 1º, énfasis mío.
12. Orozco Abad, pp. 78 -79.
13. Colombia nunca más. Crímenes de lesa humanidad. T. 1. Bogotá, Comisión Inter-
congregacional de Justicia y Paz – Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo,
2000.
14. Mary Kaldor, Las nuevas guerras. Violencia organizada en la era global, Barce-
lona, Tusquets, 2001, p. 80.
15. Natalia Springer, “Hay graves errores con Auc: Springer”, El Colombiano, jueves
26 de agosto de 2004.
16. Eduardo Herrera Verbel, “Una agresión interna”.
17. Carl von Clausewitz, De la guerra, Barcelona, Idea Books, 1999, I. 1, §27, p. 49.
213
La estratagema terrorista
18. Sobre el lenguaje en las guerras colombianas: Fernando Estrada Gallego, Las
metáfora de una guerra perpetua. Estudios sobre pragmática del discurso en el
conflicto armado colombiano, Medellín, Universidad Eafit, 2004. María Teresa
Uribe y Liliana López Lopera, Las palabras de la guerra. Un estudio de los
lenguajes políticos presentes en las guerras civiles del siglo XIX colombiano,
Universidad de Antioquia – Academia Colombiana de Historia, 2005 (en prensa)
19. Secretariado del Estado Mayor Central de las FARC-EP, “Carta abierta al Presi-
dente Álvaro Uribe Vélez”, Agosto 20 de 2002.
20. José Obdulio Gaviria Vélez, Sofismas del terrorismo en Colombia, Bogotá,
Planeta, 2005.
21. Carl Schmitt, “Teología política I”, en Héctor Orestes Aguilar, Carl Schmitt,
teólogo de la política, México, Fondo de Cultura Económica, 2001, p. 23.
22. Discurso del Presidente de la República ante la Corte Interamericana de Dere-
chos Humanos, San José de Costa Rica, 19 junio del 2003. www.presidencia.gov.
co.
23. “Artículo 189. Corresponde al Presidente de la República […] 3. Dirigir la fuerza
pública y disponer de ella como Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas de
la República”. Constitución Política de Colombia.
24. “Es preciso dividir a los colombianos entre amigos y enemigos”, Fernando
Londoño Hoyos, El Colombiano, 9 de julio de 2002.
25. Gaviria Vélez, p. 26.
26. “¿Por qué su empeño en mantener la acción violenta? Debe buscarse en la
economía de la expoliación y arrebato de rentas […] Desde la política, he dicho,
no parece que haya explicación”. Gaviria Vélez, p. 41.
27. PNUD, Informe Nacional de Desarrollo Humano para Colombia 2003, Bogotá,
2003, pp. 141 – 142.
28. Raymond Aron, Paz y guerra entre naciones, Madrid, Alianza Editorial, 1985, Vol.
I, p. 53.
29. Carl Schmitt, El concepto de lo político, Madrid, Alianza, 1998, p. 61, n. 8.
30. Eduardo Posada Carbó, p. 38.
31. Eduardo Pizarro Leongómez, “La retórica reaccionaria”, El Tiempo, 5 de febrero
de 2004.
32. “Una charla con Eduardo Posada Carbó”, revista Carta Financiera, No. 121,
febrero de 2002.
214
Los Acuerdos de Ginebra
NO ASIMILAR TERRORISTAS CON AMOTINADOS
Alfonso López Michelsen
215
La estratagema terrorista
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No asimilar terroristas con amotinados
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El conflicto colombiano
GUERRA CIVIL DE BAJA INTENSIDAD
Alfredo Rangel Suárez
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La estratagema terrorista
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Guerra civil de baja intensidad
221
No es asunto de semántica
¿CONFLICTO ARMADO O AMENAZA TERRORISTA?
Eduardo Pizarro Leongómez
223
La estratagema terrorista
Debido a una asimilación errónea por parte del Gobierno del concepto de
guerra civil con el concepto más amplio e impreciso de conflicto armado,
este ha planteado que dado que no existe lo primero (lo cual es correcto),
tampoco existe lo segundo (lo cual es equivocado).
La noción de conflicto interno es genérica. Alrededor de treinta naciones
hoy en el mundo soportan conflictos internos de distinto orden: guerras civiles
(Somalia), conflictos interétnicos (Zaire), conflictos religiosos (Cachemira)
o amenazas terroristas (Rusia).
Colombia no vive una guerra civil. Las Farc y el Eln no representan a
nadie. Hablan a nombre del pueblo, pero el pueblo rechaza con furia e indig-
nación a uno y otro grupo. Lo mismo ocurre con los criminales grupos para-
militares. ¿Cuáles son los rasgos de una guerra civil? Primero, la existencia
de dos o más proyectos de sociedad enfrentados; segundo, una profunda
polarización en la sociedad, y tercero, una situación de “doble poder”,
debido a un significativo control territorial de las fuerzas que desafían al
Estado. Es decir, una “soberanía dual” con dos poderes que se disputan la
legitimidad social y estatal.
Esta no es la situación de Colombia. Aun aceptando que las Farc, el
Eln y las Auc alimentan proyectos de sociedad incompatibles con el sistema
democrático-liberal que defendemos la inmensa mayoría de los colombianos,
estos grupos no gozan de ningún apoyo social significativo ni constituyen
un poder alternativo. Por ello, hablar de guerra civil en Colombia no tiene
ningún sentido.
Pero, desde mi perspectiva, el justo rechazo a la noción de guerra civil
no implica negar que haya un conflicto armado que produce cada año alre-
dedor de tres mil víctimas. Un conflicto armado cuyos promotores no gozan
de ninguna legitimidad y cuyas prácticas criminales –el uso indiscriminado
de minas antipersonales, de asesinatos fuera de combate, la utilización de
pipetas de gas contra la población civil, el secuestro como forma de finan-
ciamiento y un largo etcétera– los asimila con los grupos terroristas.
En pocas palabras, me parece que la definición más correcta es la de
un conflicto armado interno, cuyos actores no estatales han sufrido en los
últimos años una profunda degradación terrorista, tal como lo sostienen
Washington y la Unión Europea. Esta definición no hace imposible la
paz. Los Tigres Tamiles en Sri Lanka y los grupos paramilitares protes-
tantes en Irlanda del Norte hacen parte de las listas de grupos terroristas
de Washington y la Unión Europea. Y unos y otros están involucrados en
224
¿Conflicto armado o amenaza terrorista?
225
En la brecha
EL FALSO DILEMA.
ENTRE CONFLICTO ARMADO Y AMENAZA TERRORISTA
Rafael Nieto Loaiza
227
La estratagema terrorista
228
BIENVENIDO EL CONFLICTO ARMADO
Rafael Nieto Loaiza
229
La estratagema terrorista
230
SOBRE LA IMPORTANCIA DEL PRINCIPIO HUMANITARIO
DE DISTINCIÓN EN EL CONFLICTO ARMADO INTERNO
Oficina en Colombia del Alto Comisionado
de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos
231
La estratagema terrorista
El principio de distinción
Uno de los principios fundamentales del derecho internacional humani-
tario es el de distinción entre quienes participan directa o activamente en las
hostilidades y quienes en ellas no tienen esa participación. Aplicar tal prin-
cipio resulta necesario para determinar las obligaciones y los derechos que
corresponden a unos y a otros.
La aplicación del principio de distinción obliga, entre otras cosas, a:
1ª Garantizar a la población civil y a las personas civiles el trato humano y
la protección general que les otorgan los instrumentos de derecho humanitario.
2ª Asegurar a quienes se han rendido y a quienes han quedado fuera de
combate el trato humano para ellos previsto por el derecho internacional
humanitario.
232
Sobre la importancia del principio humanitario de distinción en el conflicto armado interno
La labor humanitaria
Es importante subrayar que cualquier interpretación no acertada del prin-
cipio de distinción podría aumentar las dificultades de la importante labor
humanitaria cumplida hoy en Colombia por el Comité Internacional de la Cruz
Roja, varias agencias del Sistema de las Naciones Unidas y las organizaciones
no gubernamentales que protegen, defienden y ayudan a los miles de hombres,
mujeres y niños afectados por la guerra. Es de recordar que esa labor ya se
adelanta en condiciones adversas y riesgosas por causa de la degradación del
conflicto armado interno.
Nota
1. Según el principio de distinción, debe hacerse diferencia entre quienes participan
directamente en las hostilidades y quienes en ellas no tienen tal participación.
Según el principio de limitación, las partes en conflicto están sujetas a restric-
ciones al ejercer su derecho de elegir los medios y métodos de guerra. Según el
principio de proporcionalidad, la utilización de medios y métodos de guerra no
puede ser excesiva en relación con la ventaja militar prevista.
Junio 30 de 2003
Fuente:http://www.hchr.org.co/publico/comunicados/2003/comunicados2003.
php3?cod=13&cat=16
233
RESPETAR Y HACER RESPETAR
EL DERECHO INTERNACIONAL HUMANITARIO
Comité Internacional de la Cruz Roja, CICR
Informe de actividades de 2004
235
La estratagema terrorista
Mayo 19 de 2005
Autor: Comité Internacional de la Cruz Roja, CICR.
Informe de actividades CICR 2004.
Fuente:http://www.icrc.org/Web/spa/sitespa0.nsf/htmlall/colombia-report-050505/$File/
informe_colombia_2004-Introduccion.pdf
236
DICCIONARIO DE DERECHO INTERNACIONAL
DE LOS CONFLICTOS ARMADOS
LETRA C
Pietro Verri
237
La estratagema terrorista
Sin fecha
Fuente: “Diccionario de Derecho Internacional de los Conflictos Armados”, publicado por
el Comité de la Cruz Roja Internacional. (Tomado de: Portal de noticias de la Fuerza Aérea
Colombiana: http://www.fac.mil.co/index.php?idcategoria=56 )
238
PREGUNTAS Y RESPUESTAS SOBRE DERECHOS
HUMANOS Y DERECHO INTERNACIONAL HUMANITARIO
MINDEFENSA
239
RASGOS TOTALITARIOS
DE LA “DEMOCRACIA PROFUNDA”
Jaime Zuluaga Nieto
241
La estratagema terrorista
El lugar neutro
Negar la existencia del conflicto armado no es cuestión semántica. Tiene
implicaciones significativas en la aplicación del Derecho Internacional Huma-
nitario (DIH) y en la definición de políticas públicas para tratar de resolverlo.
En relación con la aplicación del DIH destaco lo relativo a la protección de
la población civil. En situación de conflicto armado se aplican dos principios
fundamentales: el de “distinción” y el de “inmunidad”. El primero obliga
a distinguir entre combatientes y no combatientes, entendiendo por estos
últimos a los que no participan en las hostilidades y que, como tales deben
ser protegidos. El segundo exige a los actores armados no convertir en obje-
tivo militar a la población civil y consagra el derecho de ésta a ser respetada
y protegida. Los territorios de paz y las comunidades de paz, uno de cuyos
ejemplos más destacados es la de San José de Apartadó, son expresiones de
resistencia organizada de la población a la guerra y se fundamentan en los
principios de “distinción” e “inmunidad”. No solamente tienen el derecho
sino que hay la obligación de respetarlas y protegerlas. Y esta resistencia a la
guerra no debe leerse como apoyo a los grupos armados ilegales y descono-
cimiento de las autoridades legítimas, sino como el ejercicio de su derecho a
no participar de las hostilidades.
242
Rasgos totalitarios de la “democracia profunda”
Nota
1. http://www.altocomisionadoparalapaz.gov.co/noticias/2005/junio/documentos/
lineamientos.pdf
Jaime Zuluaga Nieto es investigador del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones
Internacionales (Iepri) de la Universidad Nacional de Colombia.
Tomado del periódico de la Universidad Nacional, UNP, No. 77, Sección: Política. Julio 3 de
2005. : http://unperiodico.unal.edu.co/ediciones/77/02.htm
243