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que en la pasin ese saco se rompi para que esa miel se derramara sobre el
mundo.
Tambin cada uno de nosotros tiene que sufrir y el Seor quiere que
cuando el sufrimiento rompa nuestro envoltorio de nosotros salga el buen
olor de Cristo (2Co 2,15), es decir, el mismo aroma de perdn, amor y
misericordia que sali del cuerpo destrozado del Seor. Y para eso nos da
Jess un mandamiento nuevo: que nos amemos como l nos ha amado. La
novedad no reside en amar, sino en hacerlo como l lo ha hecho. Y cmo lo
ha hecho l? Cmo ha amado Jess? Si nos fijamos en los santos evangelios
vemos que hay como tres rasgos impactantes de la manera de amar de Jess:
a) nunca ha seducido ni arrastrado con su encanto a nadie, sino que l
ha llamado y ha dejado libre a todo el mundo de responder o no a su llamada,
de seguirle o de no seguirle: su respeto de la libertad ha sido total;
b) siendo inocente y libre de cualquier pecado, ha cargado, sin embargo,
con los pecados de todos y los ha expiado con la entrega de su propia vida:
En verdad, apenas habr quien muera por un justo; por un hombre de bien tal
vez se atrevera uno a morir. Ms la prueba de que Dios nos ama es que
Cristo, siendo nosotros todava pecadores, muri por nosotros (Rm 5,7-8).
c) habiendo experimentado la traicin de Pedro y la debilidad de los
otros apstoles que le abandonaron en su pasin (excepto Juan), cuando
resucit volvi a ellos, no les hizo ningn reproche y les reiter la eleccin que
haba hecho de ellos y la misin que les haba encomendado.
Es posible amar as, sin intentar seducir, cargando con los fallos de
otros y pagando por ellos y sin hacer nunca ningn reproche? Si lo tuviramos
que hacer desde nosotros mismos, desde nuestras fuerzas, habra que decir
que no es posible. Pero nosotros no arrancamos desde nosotros mismos sino
desde la experiencia que tenemos del amor de Jess: slo profundizando en
esa experiencia (me am y se entreg a la muerte por m) y recibiendo el
aliento del Espritu Santo es como nosotros podemos amar como l nos ha
amado, podemos hacer presente en medio del mundo Su amor, no el nuestro,
que es el amor que salva al mundo. Ese amor que recibimos cada domingo en
la Eucarista donde, al recibirle a l, recibimos tambin al Espritu Santo. Que
el Seor nos lo conceda.