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Como dije en el acápite anterior, la tecnología es una actividad humana y como tal,
en sí misma, no es ni buena ni mala pero esto de ninguna manera significa afirmar que
sea neutral. Si tenemos en cuenta las imbricaciones de las “Nuevas Tecnologías”,
especialmente de la información y las telecomunicaciones, en la vida cotidiana de los
hombres podemos constatar que la información se ha convertido en el eje promotor de
cambios sociales, económicos y culturales. El auge de las telecomunicaciones ha
producido una transformación de las tecnologías de la información y de la
comunicación en todos los sectores de la economía y de la sociedad.
Esto tiene como consecuencia, que ningún ser humano puede considerarse ajeno o
fuera de la tecnología bajo pena de padecer la exclusión de las estructuras socio –
económico - culturales producto del analfabetismo tecnológico.
Pero para dar respuesta a esos retos debemos desarrollar como docentes
determinadas competencias básicas que implican el dominio cognitivo de nuestras
disciplinas como así también el carácter integrado, contextual, creativo y reflexivo en el
despliegue cotidiano de la profesión, sin dejar de lado la dimensión deóntica.
Respecto a estos temas debo decir que, no obstante las tipificaciones establecidas
por la ley nacional Nº 26.388 que fija como delitos dolosos una serie de conductas
(Daño informático, fraude informático, alteración de pruebas, pornografía infantil,
delitos contra la privacidad, contra la seguridad pública, falsificación de documentos
electrónicos) más otras tipificadas por otras leyes (violación de derechos de autor y la
protección de datos), existe, actualmente y de manera, creciente en el imaginario
colectivo una axiología laxa sobre actividades y conductas realizadas cotidianamente y
muchas veces con fines lucrativos (copias de canciones y videos, venta de base de datos,
“copiar y pegar” de textos bibliográficos sin referenciar su origen…..).