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BLOQUE III.

DEL FRANQUISMO A LA DEMOCRACIA


TEMA 1

EL RÉGIMEN DE FRANCO: FUNDAMENTOS IDEOLÓGICOS, BASES SOCIALES E


INSTITUCIONES

I.- LA POSTGUERRA
II- FUNDAMENTOS IDEOLÓGICOS, BASES SOCIALES E INSTITUCIONES.
III- EVOLUCIÓN POLÍTICA, ECONÓMICA Y SOCIAL.
III.1- Evolución política.
III.2- Evolución económica:
A) La autarquía: Estancamiento económico.
B) El plan de Estabilización.
C) El desarrollismo. Los planes de desarrollo (1960-1975)
III.3- Evolución social.
IV.- LA OPOSICIÓN AL RÉGIMEN.
IV.-1- La oposición de posguerra.
IV.-2- La oposición durante el desarrollismo.
IV.-3- El ocaso del régimen.

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I.- LA POSTGUERRA.

Tras la Guerra Civil las fuerzas vencedoras no forman un bloque homogéneo. El bloque franquista era un poder
de coacción expresado por el Ejército, un poder ideológico que genera La Falange y, sobre todo, La Iglesia y
un poder económico constituido por los grandes propietarios agrarios, los terratenientes, así como los
medianos propietarios, el capital industrial y el gran capital.
La falta de homogeneidad de este bloque suponía una serie de contradicciones, pero ofrecía en cambio, un
frente común ante el proletariado.
El Estado del 18 de julio debía de defender sus intereses y completarlos hasta que una de esas facciones de la
burguesía resultara hegemónica. Mediante el control de los salarios se va a conseguir una mano de obra barata y
abundante, característica esencial de la economía de la posguerra. Otro rasgo importante va a ser el capitalismo
monopolista del Estado y el papel totalmente subsidiario del Estado en la economía.
El modelo económico surgido de la Guerra Civil, calificado de autárquico, era plenamente coherente con la
estructura político-autocrática del nuevo régimen.
Cuatro fueron los principales rasgos del modelo económico y social prevaleciente hasta 1951.
1-Autoabastecimiento como respuesta al colapso del comercio exterior.
2-Intervención directa del Estado en el sistema productivo a través del Instituto Nacional de Autarquía.
3-Supresión de numerosas libertades en el área económica.
4-Control y explotación de la clase trabajadora.
La corrupción y la línea político-económica seguida contribuyeron a empeorar las repercusiones del
desabastecimiento. El estraperlo promovió una enorme redistribución de la renta y creó una nueva clase: “los
nuevos ricos”, con poderosos apoyos en la Administración. Mientras, “la cartilla de racionamiento”, duró
hasta 1952, y servía para repartir equitativamente el hambre entre los más pobres. Hasta principios de los años
sesenta no hubo solución para la inflación ni para el definitivo arranque de la industria.
II.- FUNDAMENTOS IDEOLÓGICOS, BASES SOCIALES E INSTITUCIONES.

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Terminada la Guerra Civil, Franco creó un nuevo Estado, “regenerador de España”, que desterrará toda
idea de liberalismo y democracia liberal, y sobre todo de comunismo, su gran enemigo. El nuevo régimen
político se basaba ideológicamente en un catolicismo conservador y en una concepción unitaria del Estado. Este
régimen se establece como un sistema totalitario, y en el cual todos los poderes se concentraban en el Jefe del
Estado se organizó un modelo político basado en la existencia de un partido único FET y de las JONS que tenía
a su frente a un jefe del partido y del gobierno, dotado con el título de Caudillo y Jefe Supremo de las Fuerzas
Armadas. En realidad Franco impuso en España un nuevo modelo de Estado muy difícil de definir, pues era una
amalgama de dictadura militar, Estado fascista y monarquía absoluta sin rey. La voluntad dictatorial quedó
plasmada al desmantelar todas las instituciones de la República...
Las instituciones franquistas serían:
1-El Estado: monarquía sin rey. La forma política del nuevo Estado era la Monarquía tradicional,
católica, social y representativa. Según la Ley de Sucesión a la Jefatura del Estado, correspondía a Franco
proponer a la persona que le sucedería a titulo de rey. Juan Carlos de Borbón y Borbón fue designado sucesor al
trono en 1967, aunque por línea dinástica el trono correspondía a su padre, Juan de Borbón, y juró los Principios
Fundamentales del Movimiento dos años más tarde.
2-El Caudillo, que ocupa la Jefatura del Estado, con poder legislativo, ejecutivo y judicial.
3-La Junta de Defensa Nacional. Formada por los principales generales sublevados, nombró a Francisco
Franco Bahamonde Jefe del Gobierno y Generalísimo de los Ejércitos por Decreto de 29 de septiembre de
1936. Franco personificaba la soberanía nacional y concentraba los más altos poderes político, administrativo,
militar y jurídico, así como la representación suprema de la Nación. Régimen ideológicamente emparentado con
otras dictaduras europeas, y cuya desaparición estaba ligada a la muerte del General Franco.
Franco estuvo asistido por una Junta Técnica hasta principios de 1938, año en que se formó el primer
Gobierno. Hasta 1973 asumió al mismo tiempo la Jefatura del Estado y del Gobierno.
La estructura del Nuevo Estado se completó con:
-Unas Cortes definidas como “órgano superior de participación del pueblo español en las tareas del
Estado”. Todos los representantes en Cortes, o procuradores eran designados por el poder y entre ellos se
encontraban los Ministros, los miembros del Consejo Nacional de FET y de las JONS y de la Organización
Sindical. También había procuradores “natos” por razón de su cargo, como los Alcaldes de las mayores
ciudades, los Rectores de las Universidades y los representantes de la Jerarquía Eclesiástica. El régimen
denominó a este sistema democracia orgánica.
-La Justicia desapareció como poder independiente y quedó subordinada al poder ejecutivo.
-En el plano territorial el poder del Gobierno se transmitía mediante la vieja institución de los
Gobernadores Civiles, que ahora, además eran Jefes Provinciales del Movimiento. En cada provincia se
instituyó también un Gobernador Militar como prueba de esta dualidad del poder.
-Los Sindicatos Verticales, que con el tiempo se llamaron Organización Sindical, que dependían de un
Secretario General con el rango de Ministro. La Ley de Unidad Sindical se promulgó en 1940 y establecía que
empresarios y trabajadores se integrarían en un mismo sindicato por ramas de producción. El Estado controlaba
todo el sistema y la afiliación a los sindicatos era obligatoria.
La Dictadura pretendió dar una imagen de legalidad con la promulgación de una serie de leyes
fundamentales. Este proceso de establecer unas leyes políticas básicas fue tan largo que no concluyó hasta
1967. Las seis leyes fundamentales promulgadas por el régimen fueron:
1-El Fuero del Trabajo 1938, donde se recogían las líneas generales del ordenamiento laboral.
2-Ley de Constitución de Cortes de 1942, donde la forma de composición y funciones prescritas indicaban
el carácter meramente consultivo de la cámara. Esta ley fue corregida en 1966 por la Ley Orgánica del Estado.
3-El Fuero de los Españoles de 1945. Carta de principios dividida en declaraciones que explicaban la
configuración general del régimen como “nacionalcatolicismo”, deberes y derechos, así como el reconocimiento
formal de las libertades individuales.
4-Ley de Referéndum de 1945, establecía el sometimiento al sufragio universal de cualquier modificación
de las Leyes Fundamentales (con la excepción de la Ley de Principios del Movimiento, que no sufriría
modificación).

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5-Ley de Sucesión a la Jefatura del Estado de 1947. Fue la primera que se sometió a referéndum nacional.
En ella el Jefe del Estado se reservaba el derecho a nombrar sucesor. España se define por primera vez en este
conjunto de Leyes fundamentales como reino, una vez cubierto el mandato vitalicio de Franco.
6-Ley de Principios del Movimiento Nacional de 1958.
Cada una de estas leyes se proyectó y promulgó respondiendo a necesidades de estructuración legal del
régimen de cara a la nueva situación exterior cuando vencen los aliados tras la Segunda Guerra Mundial.

El régimen se caracterizó, desde sus orígenes por una rotunda concentración de todos los poderes en la figura
de Franco quien se fue rodeando de una serie de símbolos y lemas encaminados a resaltar el liderato y el papel
providencialista de su persona: desde el Francisco Franco, Caudillo de España por la gracia de Dios que
aparecía en todas las monedas, hasta la rotunda afirmación de los Estatutos de la Falange de 1939 de que el Jefe
“sólo responde ante Dios y ante la Historia”. Su retrato vestido de militar, o con el uniforme de la Falange y
rodeado de la bandera, presidía todas las dependencias de edificios públicos, cuarteles y escuelas, al lado de
crucifijos y banderas. El grito de “¡Franco, Franco, Franco!” Era consigna omnipresente en cualquier acto
público.

Ideológicamente, el régimen se cimentó sobre esquemas ya difundidos durante la guerra.


 1º- El anticomunismo, extendido en realidad a todos los llamados rojos, y que abarcaban, desde la extrema
izquierda revolucionaria hasta la burguesía democrática, por moderada que fuera.
2º- La identificación de la dictadura con el catolicismo, hasta el punto que se ha generalizado el término
nacionalcatolicismo para etiquetar al régimen. Desde el inicio de la guerra la jerarquía católica se identificó con
la sublevación, bautizando la causa nacionalista como cruzada. Su influencia en la educación era absoluta
desde la obligatoriedad de la enseñanza religiosa en todos los niveles, incluida la Universidad, hasta la
titularidad de una gran parte de los colegios.
3º- El tradicionalismo, constante ideológica en parte derivado de las ideas aportadas por el carlismo, pero
sobre todo arraigado en valores militares que ponían la unidad de la Patria como valor sacrosanto, y que
buscaban en el pasado las justificaciones de esa unidad. Las referencias al Imperio eran constantes; se exaltaban
los valores de la Reconquista, las figuras de los Reyes Católicos (de cuyo escudo tomaron las flechas y el yugo
para incorporarlas al nuevo escudo imperial), de Carlos V (ante cuya tumba reza el Caudillo días después de
celebrar la victoria de la guerra) o de los conquistadores.
4º- Los símbolos militares y la organización castrense impregnaron también muchas manifestaciones de la
vida cotidiana. La vida militar o de Falange, los emblemas, los desfiles, la educación física convertida en
instrucción militar, los actos continuos convertidos en exaltación de la bandera o del himno nacional, crearon
una escenografía especial durante varias décadas.
A partir de los años sesenta, la modernización del país y la introducción de ideas, comportamientos sociales y
costumbres extranjeras harían pasar a un segundo plano ese conjunto de valores, sobre todo en las generaciones
que no había vivido la guerra.
La Dictadura devolvió a la oligarquía terrateniente y financiera su hegemonía social y económica. No
sólo recuperaron sus negocios y propiedades, sino sobre todo su dominio de la vida social, con la
incorporación ahora de elementos procedentes del Ejército, la Falange o los grupos enriquecidos durante la
guerra y la posguerra. Fueron, además, los principales beneficiarios de la economía intervencionista de las
primeras décadas del franquismo. Más allá de esas elites, el régimen franquista contó con el apoyo de las clases
medias rurales, sobre todo en el Norte y en ambas Castillas, así como grupos urbanos beneficiados
directamente por las depuraciones masivas realizadas al término de la contienda entre funcionarios de la
Administración, maestros, universitarios y militares republicanos.
Su respaldo entre los jornaleros y entre el proletariado industrial era, obviamente, escaso, y en algunas
regiones prácticamente nulo. Lo mismo ocurría entre las clases medias urbanas.
Pero una cosa era la disconformidad y otra muy distinta la oposición o protesta. La represión sistemática, el
miedo a la delación, la miseria generalizada, el hambre y el hundimiento moral de la derrota desarmaron
cualquier posibilidad de reacción.

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Todas las organizaciones que apoyaron a la República estaban prohibidas, también los partidos de derecha,
incluidos los que apoyaron la sublevación, excepto la Falange, y sus diferentes organizaciones (Milicias, Frente
de Juventudes, Sección Femenina, Organización Sindical). Franco no solo se sirvió de la Falange, sino que
buscó a sus colaboradores entre grupos ideológicos distintos que constituyeron lo que la historiografía ha
denominado como familias del régimen.
1.- la Falange. Muerto José Antonio y eliminados los dirigentes, en el nuevo partido habían entrado
muchísimas personas que nada tenían que ver con las ideas joseantonianas. El principal valor era la disciplina y
la lealtad a Franco. Durante los años cuarenta la Falange ocupaba cerca de un tercio de los altos cargos. Tras la
derrota fascista en la IIª G.M. disminuyó su influencia así como el número de falangistas en los posteriores
gobiernos de Franco.
2.-el ejército. Buena parte de los militares con puestos de responsabilidad en el régimen fueron colaboradores
directos de Franco durante la guerra: Jordana, Varela, Moscardó, Muñoz Grandes y Luis Carrero Blanco. Otros
se distanciaron y acabaron siendo apartados por el mismo Franco como: Queipo de Llano, Kindelán y Yagüe,
por ser demasiado críticos o independientes. La presencia de militares en los altos cargos fue disminuyendo
poco a poco, aunque siempre ocuparon las carteras militares y los puestos relacionados con la defensa.
3.- los católicos. Muchos de los colaboradores de Franco procedían de las asociaciones religiosas, únicas
permitidas al margen de la Falange. La Asociación Católica Nacional de Propagandistas al principio, y más
tarde el Opus Dei suministró dirigentes, en su mayoría jóvenes, y caracterizados por tener un nivel de formación
técnica superior al de otras elites del régimen. Estuvieron siempre representados en el Gobierno, y algunas
carteras, como Educación, eran tradicionalmente suyas. Sólo a raíz del Concilio Vaticano II (1965), se produjo
un distanciamiento progresivo entre la jerarquía eclesiástica y la dictadura.
4.- los monárquicos. Formaron un conjunto de tendencias enfrentadas entre sí. Los carlistas, extremadamente
conservadores ocuparon un papel minoritario, aunque Franco les reservó durante muchos años la cartera de
justicia. El resto apoyaba la tesis de que la dictadura debía dejar paso, terminada la guerra a la restauración
monárquica, encarnada a partir de 1941 en D. Juan de Borbón, hijo de Alfonso XIII, quién se instaló en Estoril
y organizó una pequeña Corte con sus partidarios. Pero la actitud de Franco resultó decepcionante para ellos,
porque se negó a dejar el poder y fue marcando las distancias con D. Juan. A pesar de todo siempre tuvieron
carteras en los gobiernos franquistas, y en algunos sectores, como la diplomacia tenían un peso importante.

Todas estas familias no dejaban de ser ficticias. Franco, que carecía de ideología política clara elegía a sus
colaboradores al margen de etiquetas, la lealtad personal, la eficacia, la prudencia y la carencia de mayores
ambiciones eran los criterios. También procuraba evitar que nadie acaparara demasiado poder. Su relación con
los ministros era siempre de distanciamiento y de una enorme frialdad. No toleraba confianza ni en privado.

III.- EVOLUCIÓN POLÍTICA, ECONÓMICA Y SOCIAL.


III.1.- EVOLUCIÓN POLÍTICA.
A) EL PRIMER FRANQUISMO O FASE TOTALITARIA (1939-1959).
Esta fase la podemos subdividir en dos tiempos, que son los siguientes:
♦ La década de los años cuarenta, caracterizada por las secuelas de la posguerra, la reconstrucción
económica, la autarquía, las vacilaciones en política interior, según se va desarrollando la Segunda Guerra
Mundial, y, una vez terminada esta, por el aislamiento de nuestro país. En este período la Falange imprime un
sello característico a la política del régimen: es la época azul.
La evolución de la Segunda Guerra Mundial condicionó la política interior del régimen franquista.
Cuando estalló la guerra, España se declaró neutral; pero, ante los triunfos espectaculares de Alemania en 1939
y 1940, pasó de la neutralidad a la no-beligerancia, sin esconder así su abierta simpatía por las potencias del
Eje. Franco envió a la División Azul (1941-1943) a luchar al frente oriental contra la URSS y, durante este
período, se multiplicaron los signos externos que identificaban el franquismo con el fascismo. A partir de 1942,
cuando las potencias del Eje comenzaron a tener dificultades en la guerra, España volvió a proclamarse neutral
y lentamente comenzó a entablar contactos con los países aliados. Terminada la II Guerra Mundial España
quedó marginada internacionalmente.
La Asamblea General de la ONU aprobó en 1946 varias resoluciones condenando el gobierno de Franco,
considerando una amenaza para la paz mundial, y recomendando a los países miembros de la ONU la ruptura de

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relaciones diplomáticas con España. Francia cerró completamente la frontera pirenaica, se excluyó a nuestro
país del Plan Marshall, y sólo cinco embajadores permanecieron en España (entre ellos los de Argentina,
Portugal y el Vaticano). Con todas estas medidas se pretendía presionar a Franco y forzarle a abandonar el
poder.
Franco presentó este aislamiento ante la opinión pública española como una conjura internacional de los
enemigos de España. También tomó algunas medidas para mejorar la imagen del régimen, como la eliminación
del saludo con el brazo alzado, y la promulgación de la Ley de Sucesión (1947), con la que pretendía borrar la
imagen fascista más visible del régimen: la dictadura personal.
♦ La década de los años cincuenta es un largo período de transición hacia el segundo franquismo, en el
que se culmina el proceso de institucionalización –Ley Fundamental de Principios del Movimiento–, se pone
fin a la situación de aislamiento. Los Pactos con los Estados Unidos y la firma del Concordato con la Santa
Sede son los hechos más notables de esta etapa de apertura. Esta década es también la del fin del
racionamiento.
Con el comienzo de la Guerra Fría, la actitud de los países occidentales - y de la ONU, dominada por ellos –
cambió su actitud. En agosto de 1947, en sus declaraciones a la cadena periodística norteamericana Hearst,
Franco reclamó para España un trato similar al que ya empezaba a darse a países vencidos como Italia y
Alemania.
La situación en Europa llegó a un alto grado de tensión durante el primer semestre de 1948 - golpe
comunista de Checoslovaquia en febrero y el bloqueo ruso de Berlín desde junio -, así en octubre llega a Madrid
la primera misión norteamericana, encabezada por el senador Gurney, quién a su vuelta a EE.UU. declaraba
textualmente: “Todos los que resisten al comunismo deben comprender el interés por hacer entrar a España en
el seno de las Naciones Unidas”. Y en febrero de 1949, el Chase National Bank concedió un crédito de 23
millones para la compra por España de productos norteamericanos. Pocos días después, el 4 de marzo, se creaba
la OTAN la alianza militar que, encabezada por EE.UU., agrupó a todos los países occidentales. A partir de
entonces los contactos España/EE.UU. no dejaron de estrecharse.
Se establecía una línea para el restablecimiento de la plena normalidad diplomática. En 1952, España pasó a
ser miembro de la OMS y en 1953 de la UNESCO. El camino quedaba libre para los pactos – ya en curso de
negociación – con EE.UU. y el Vaticano, que serían firmados en 1953, que significaron el pleno reconocimiento
internacional del régimen y el apoyo definitivo a su permanencia.
- El Concordato con la Santa Sede. Las relaciones con el Vaticano culminaron en el Concordato que el 25 de
agosto de 1953 firmaron el prosecretario vaticano monseñor Tardini, Castiella (embajador ante la Santa Sede) y
Martín Artajo, como ministro de Asuntos Exteriores. En él se hacían numerosas concesiones a la Iglesia por
parte del Estado: se confirmaba la confesionalidad católica del régimen, se aprueba el fuero eclesiástico,
según el cual, los clérigos gozaban de jurisdicción propia, se databa económicamente a la Iglesia pagando un
salario a los sacerdotes (a título de indemnización por las pasadas desamortizaciones eclesiásticas),
reconocimiento pleno de toda clase de efectos civiles del matrimonio canónico y, se le reconocía amplios
derechos en el terreno de la enseñanza (enseñanza de la religión en todos los centros educativos, estatales o
no...). El Gobierno se reservaba, a cambio, la facultad de intervenir en el nombramiento de los obispos.
- El Pacto con Estados Unidos. Con la firma en 1953 de los acuerdos bilaterales militares y económicos con
EE.UU., la España de Franco conseguía romper su aislamiento y obtenía el respaldo del gobierno presidido por
el general Eisenhower y contribuyeron a mejorar su imagen ante el mundo.
Según el contenido de los convenios, se concedía a EE.UU. la apertura de cuatro bases aéreas y navales en la
península (Torrejón, Zaragoza, Rota y Morón) a cambio de suministros de material bélico y ayuda económica
como contraprestación por los riesgos que España asumía. Sin embargo, estos acuerdos incluían varias cláusulas
adicionales secretas que ponían en peligro la seguridad nacional y recortaban la libertad de acción española,
pues el gobierno de Washington quedaba autorizado a introducir armas atómicas en las bases y a utilizar
libremente esas instalaciones militares para atacar desde allí al enemigo soviético
Poco después, España fue admitida en la ONU en 1955 y en el Fondo Monetario Internacional (FMI) tres
años más tarde.

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Por otra parte, España se vio obligada a reconocer la independencia marroquí en 1956 tras varias huelgas y
violentas manifestaciones nacionalistas antiespañolas en las principales ciudades del protectorado. No obstante,
no se consumó la descolonización de todas las posesiones territoriales africanas, pues se retuvo Sidi Ifni (un
pequeño enclave de 1.500 km2 entregado finalmente a Marruecos en 1967 tras varios enfrentamientos
armados), Guinea Ecuatorial (accedió a la independencia de manera desordenada en 1968) y el Sahara
occidental (el ejército español se retiró de allí en 1976), aún pendiente de conseguir su identidad como Nación.
B) EL SEGUNDO FRANQUISMO, comprende, a su vez, dos subperiodos, precedidos de una etapa
de transición entre la crisis de 1956 y el Plan de Estabilización de 1959. Los dos subperíodos son:
♦ La fase tecnocrática (1959-1969), se inicia con el Plan de Estabilización de 1959. Desde el punto de vista
político se caracterizó por inclusión en el Gobierno de los llamados tecnócratas. Desde el punto de vista social,
se experimentó una modernización acelerada de la economía y de la sociedad española, es una época de
crecimiento económico, de intercambios económicos y humanos con el exterior, y de auge del turismo.
Pero la modernización no fue acompañada de cambios significativos en el sistema político franquista, a pesar
de la promulgación de la Ley de Prensa (1966), propiciada por el ministro de Información y Turismo, Manuel
Fraga Iribarne. Esta ley suprimía la censura previa y establecía una tímida libertad de expresión. También se
promulgó la Ley de Libertad Religiosa (1967), que toleraba el culto privado y público de otras religiones,
aunque oficialmente el Estado continuaba manifestándose católico.
También se aprobó la Ley Orgánica del Estado (14 diciembre 1966) en un referéndum sin garantías. Se
trataba de una especie de constitución franquista con la que se quería asegurar la pervivencia del régimen
después de la muerte del dictador. De acuerdo con esta ley, tres años más tarde, Franco designó como su
sucesor al príncipe Juan Carlos que aceptó ante las Cortes el 23 de julio de 1969.
♦ La fase de descomposición del régimen (1969-1975). El primer síntoma de la desintegración del
régimen fue el evidente deterioro físico de Franco, que cada vez delegaba más poder de decisión en su hombre
de confianza, el Almirante Carrero Blanco. Otros signos fueron el distanciamiento progresivo de parte de la
Iglesia y la capacidad movilizadora de la oposición. La crisis de la dictadura también se agravó los últimos años
a causa de las acciones terroristas de ETA y del FRAP.
La decadencia de la dictadura también se evidenció por las tensiones continuas entre dos sectores del
régimen: los inmovilistas, partidarios de mantener sin cambios las señas de identidad y los aperturistas, que
estaban a favor de un desarrollo político que llevara a una democracia limitada. La parálisis política se agravó a
partir del 20 de diciembre de 1973 con el asesinato en un atentado de ETA, en Madrid, del almirante Carrero
Blanco, Jefe del Gobierno y hombre de confianza de Franco desde los primeros tiempos del régimen.

III.2.- EVOLUCIÓN ECONÓMICA


A) - LA AUTARQUÍA: ESTANCAMIENTO ECONÓMICO.
En octubre de 1939 la economía española se había hundido hasta el nivel de 1914, y la riqueza nacional
reducida en un 20%. En este contexto comenzó su andadura el Plan de Autarquía, y de 1939 a 1958 será el
rasgo definidor de la política económica española franquista.
Por autarquía se entiende el deseo de reducir al máximo posible las importaciones, de forma que puedan
potenciarse los recursos nacionales, buscando la autosuficiencia. En base a este objetivo sólo debería importarse
lo que resultara estrictamente necesario e imposible de producir en el ámbito nacional.
Este modelo económico de posguerra viene caracterizado por los siguientes rasgos:
- Dirigismo y fuerte intervencionismo estatal que favoreció, fundamentalmente, a los grupos financieros
oligárquicos configurados durante la Guerra Civil.
- Autoabastecimiento como forma de respuesta al aislamiento comercial y político internacional.
- Supresión de derechos políticos y sociales para los trabajadores: prohibición de la huelga como instrumento
reivindicativo, ilegalización de los sindicatos de clase, etc.

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Para suavizar esta situación y garantizar un mínimo de suministro a la población se recurrió a
productos alternativos: gasógeno por gasolina, achicoria por café. Y a la implantación del racionamiento de
alimentos básicos. A través de la Comisaría General de Abastecimientos y Transportes que controlaba y
distribuía la comida, de acuerdo con una estricta reglamentación.
Los grupos sociales más desfavorecidos económicamente obtenían con el mismo dinero más cantidad de
comida que las personas de situación acomodada. Como contrapartida surgió un floreciente mercado negro de
distribución clandestina de productos: El Estraperlo: consistía en acaparar bienes, creando situaciones de
escasez, para lanzar a continuación una oferta paralela y clandestina a la oficial de alimentos y materias primas.
La negra trama del estraperlo llegó a ser tan grave que en 1941 la Ley Contra la Ocultación y la Especulación
establecía para determinados supuestos de este delito su pase para ser juzgados a la jurisdicción militar y la pena
de muerte, la espesa maraña de la corrupción persistió hasta la década de los cincuenta.
 Balance del Plan de autarquía. La economía española permaneció estancada entre 1939-1950.
1- En la industria la falta de capitales y de tecnología determinó la regresión productiva en cantidad y calidad.
2- En el sector agrícola, al suprimirse las reformas llevadas a cabo por la República el balance es de
estancamiento.
B) EL PLAN DE ESTABILIZACIÓN.
La década de los 50 es considerada como la etapa de consolidación de la Dictadura, al romperse el aislamiento
internacional e iniciarse la fase de crecimiento económico, lo que permitió al régimen asentarse
definitivamente.1951 es un año decisivo para el régimen franquista, porque marca el fin del aislamiento.
El proceso fundamental de ruptura del aislamiento radicó en la negociación con EEUU (1953).
Hacia 1958 la situación de crisis de la economía española era preocupante, se rozaba la bancarrota y la
suspensión de pagos, y se imponía, un radical cambio de rumbo antes de que el régimen se hundiera en un
descrédito que la realización de importantes obras – pantanos como los de Entrepeñas y Buendía y plantas
industriales como ENSIDESA, Barreiros, Bazán, etc. – no podía evitar.
Al comenzar 1959 puede decirse que las bases de la futura ley de estabilización estaban puestas. La
elaboración definitiva del Plan se hizo siguiendo las directrices de la OECE y del FMI, en las que España había
ingresado en 1958, que facilitaron créditos (ambos organismos, el gobierno y la banca norteamericana) por
valor de 400 millones de dólares. Tras dárselo a conocer al gobierno norteamericano y obtener su visto bueno,
el ministro Ullastres pasó al Jefe del Estado el Plan de Estabilización para su firma y entrada en vigor
mediante decreto-ley.
►Objetivos, los podemos sintetizar en los siguientes puntos:
1- Liberalizar y ordenar con criterios racionales la economía española, homologándola con la de
los países capitalistas del mundo.
2- Reducir la circulación fiduciaria.
3- Disminuir el gasto público.
4- Liberalizar los mecanismos de mercado, reduciendo el intervencionismo del Estado.
5- Incremento ordenado de las inversiones públicas.
6- Importación de tecnología e inversiones de capital extranjero.
► La puesta en práctica del Plan supuso la adopción de diversas medidas como:
- Se modificó y modernizó el mecanismo de operaciones de divisas, aprobándose una nueva paridad-oro de
la peseta (60 ptas=1 dólar), y se declaró su convertibilidad exterior, con lo que se esperaba equilibrar la balanza
comercial.
- Para tratar de recortar el gasto público y privado, frenando la oferta monetaria, se tomaron medidas para
restringir los presupuestos de la Administración Central y reducir la financiación de varios servicios públicos,
que tuvieron que subir sus tarifas hasta un 50% en algunos casos.
- Se liberalizaba la importación de ciertas mercancías.
- Otras medidas fueron una amnistía para la repatriación de capitales evadidos.
► Los efectos alcanzados, fueron diversos:
- Se puso fin al aislamiento económico de España y los intercambios con el exterior se agilizaron.
- Se redujo la demanda interior y los precios se mantuvieron estables.

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- La mejora en la balanza de pagos.
- La devaluación de la peseta provocó el crecimiento del turismo, fuente de divisas que redujo el déficit
comercial.
- Por el contrario, hay que destacar efectos negativos que no cogieron por sorpresa: una notable paralización
de la actividad económica traducida en la reducción del consumo, la inversión y el aumento del paro
- La renta anual decreció notablemente y la emigración fue la única salida para muchos españoles. Alemania,
Suiza, Bélgica…, fueron los países de destino, y sus ahorros enviados a España, importante remesa de divisas,
fueron uno de los factores que ayudaron a consolidar el proceso de liberalización de la economía nacional.
 En resumen, el Plan contuvo la tasa de inflación, favoreció la balanza de pagos, permitió acumular
divisas e incorporar tecnología moderna, mejoró las condiciones de competencia y ayudó a consolidar el
programa de liberalización exterior, de manera que diez años después, tras la puesta en marcha del I Plan de
Desarrollo, España abandonaba su secular atraso para pasar a figurar en la lista de los países desarrollados. Se
inicia un importante éxodo campesino a las ciudades, que provocó el despoblamiento de la España rural.

C) EL DESARROLLISMO ECONÓMICO: LOS PLANES DE DESARROLLO (1960-1975)


Los años sesenta suponen la legitimización definitiva del régimen franquista en el exterior. Nuevos
pactos con Estados Unidos robustecen las buenas relaciones existentes.
Entre 1962 y 1975, tres Planes de Desarrollo, de duración cuatrienal, señalan el camino que España sigue para
abandonar su subdesarrollo y meterse en el club de los privilegiados. Se trataba de unos proyectos donde se
fijaban objetivos y procedimientos para estimular la producción a través de inversiones públicas y ayudas a las
empresas privadas (rebaja de impuestos, subvenciones y concesión de créditos oficiales), y preveían la creación
de “polos de desarrollo” en siete ciudades: Burgos, Huelva, Vigo, La Coruña, Valladolid, Zaragoza y Sevilla.
Entre los factores que explican el rápido desarrollo económico español del período 1960-1973
distinguimos los siguientes:
- La favorable coyuntura económica internacional.
- Las masivas inversiones de capital extranjero y la creciente actividad de grandes empresas
multinacionales estadounidenses, alemanas, suizas, francesas o británicas, especialmente en los sectores
químico, electrónico y del automóvil (FORD, IBM, General Motors, ITT, Chrysler, Standard Oil), atraídas por
la mano de obra barata y que fueron protegidas por un régimen que las necesitaba.
- Los ingresos procedentes del turismo.
- Las remesas de los emigrantes enviadas desde el extranjero a sus familias.
- Las enormes inversiones estatales en obras públicas, por Ej. en construcciones hidráulicas (pantanos).
-
Los principales beneficiarios del “milagro” económico fueron la banca y los grandes grupos industriales.
En realidad, los Planes de Desarrollo no pasaron de ser una fórmula de previsión bastante imperfecta, pues no
fueron trazados por economistas, sino por un hombre de la Administración como Laureano López Rodó. Los
Planes, en realidad erraron en muchas de sus previsiones, por ejemplo, no supieron apreciar la magnitud del
desarrollo turístico ni tampoco la de la emigración.
A pesar de ello, el crecimiento industrial logrado en la década de los sesenta fue espectacular...En total, se ha
calculado que entre 1965 y 1973 el crecimiento del producto industrial fue del 160 %. No sólo se incrementó la
producción sino también la productividad, que se duplicó en la década de los sesenta, creciendo a un ritmo
doble que en Gran Bretaña y aun mayor que en Alemania.
La transformación económica de España fue tan intensa y rápida que muchos hablan de revolución o
milagro español. España había dejado de ser un país cuya única exportación eran los cítricos; en el año 1971 fue
el cuarto productor mundial de buques y también en su comercio jugaban un papel muy importante las
máquinas y herramientas. A comienzos de los años setenta, era ya una de las diez potencias industriales
En 1970 España firmó un Tratado de Asociación con el Mercado Común, con cuyos miembros se
mantenía un tercio del comercio. Fue un paso más en el acercamiento en el plano económico a los países
europeos occidentales.
Pero también el desarrollo económico se enfrentaba con problemas:
 La apertura de la economía española al exterior era muy inferior a la del resto de los países europeos.
 La industria seguía protegida en exceso ante el exterior e intervenida en el interior.
 La agricultura tenía problemas de modernización y productividad.

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Otros problemas no menos importantes del desarrollo económico se derivaron la urbanización y los
fenómenos migratorios muy bruscos que acompañaron a la industrialización. Así tuvo lugar una redistribución
de la población, por razones económicas, que concentró el 44 % de la población en tan sólo ocho provincias,
creando inmensas aglomeraciones suburbiales de escasa calidad urbanística.
La otra cara del desarrollo español la constituyen no sólo el mantenimiento de las desigualdades personales en
la distribución de la renta, sino también el mal reparto regional de los logros de la economía. Como
consecuencia de la planificación indicativa del Gobierno, surgieron algunos enclaves industriales en
Valladolid, Vigo, Zaragoza o Burgos; pero las dos Castillas, Aragón, Extremadura y Andalucía no habían
logrado aún salir de su atraso.
Por todo ello, el Tercer Plan de Desarrollo (1972), preferentemente dirigido a cuestiones de tipo social, nacía
en la práctica sin esperanzas profundas. La crisis energética mundial hizo el resto a partir de 1973. Finalmente
en 1976 se suprimió el Ministerio del Plan y se abandonó esta forma de hacer economía

III.3.- EVOLUCIÓN SOCIAL.


Las pérdidas humanas y la disminución de la natalidad, que pasó del 26 % en 1935 al 16,5 % en 1939,
provocadas por la Guerra Civil, fueron la causa del bache demográfico de los años 40 y 50. Sin embargo, la
década de los 60 conoce un <<boom>> demográfico gracias al crecimiento económico y a la política natalista.
El Estado no sólo protegía especialmente a las familias numerosas, sino que las potenciaba. Prueba de ello
fueron los premios de natalidad. La población española pasó de los 25.500.000 en 1940 a 36.000.000 en 1975.
A impulsos del “milagro económico”, la sociedad española rápidamente comenzó a cambiar. Entre el censo de
1960 y el de 1970 el número de españoles creció de 30 a más de 33 millones. La reducción de la tasa de
mortalidad se había producido en los años cincuenta, y era similar a la de Francia o Italia. La disminución de
la natalidad tuvo lugar más tarde, en la etapa final del franquismo. Uno de los factores que indujeron a un
descenso de la natalidad fue el matrimonio tardío, pero también la restricción artificial de la natalidad. Aún así,
el crecimiento vegetativo fue muy fuerte en la fase final del régimen franquista.
El envejecimiento de la población, característico de las sociedades europeas, fue un España un fenómeno
tardío; aunque se inició en los años cincuenta.
Desde 1962, en que España cuenta con 31 millones de habitantes, hasta 1973, cuatro millones de personas
abandonan sus pueblos de origen para dirigirse a los países de Europa occidental (sobre todo Francia,
Alemania y Suiza), a las regiones prósperas de España (Madrid, Cataluña (Barcelona), Valencia, Vizcaya) o a
sus capitales de provincia. No sólo son los obreros los que dejan el campo, sino que también las clases medias
campesinas huyen a la ciudad, y se integran en una sociedad urbana más abierta y receptiva.
Las migraciones internas produjeron una redistribución general de la población española. En la década de los
años sesenta, en torno a unos cuatro millones de españoles cambiaron su lugar de residencia. En consecuencia,
la población española se hizo cada vez más urbana. La población se concentró en las regiones periféricas,
mientras que el centro quedaba despoblado. Este hecho contribuyó a reforzar la distribución cada vez más
irregular de la población española. Por otro lado, el desarrollo urbano de los núcleos industriales se hizo sin
ningún respeto por la ecología. Un urbanismo incontrolado y especulativo estropeó el hábitat ciudadano,
creando graves problemas en el medio ambiente. Con la explotación turística, el litoral mediterráneo quedó
irreconocible, llegando tarde una Ley de Costas, aprobada en los años ochenta, que prohibía levantar edificios al
borde del mar. La mejora de las carreteras, facilitó los vínculos entre las tierras de España, pero dejaría como
asignatura pendiente la modernización definitiva de las comunicaciones.
También hubo cambios en la estratificación social de los españoles. Desaparece el peso específico del
mundo agrario y aumentó el papel del proletariado industrial especializado.
Otro hecho significativo es que el desarrollo económico hizo emerger unas nuevas clases medias, formadas
fundamentalmente por oficinistas, técnicos de grado medio y vendedores. Éstas fueron las principales
protagonistas del desarrollo económico y las beneficiarias del aumento del consumo.
La distribución de la renta siguió siendo muy desigual, lo que constituía un elemento diferenciador con respecto
a la mayoría de los países europeos. Al final del régimen de Franco, alrededor del 1,2 % de la población
española poseía el 22 % de la riqueza nacional, mientras que otro 52 % tenía el 21 %.

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En gran medida los acontecimientos políticos de la época y el aumento de la protesta social se explican por ese
desarrollo desigual y por la incapacidad del Estado para dar respuesta a las demandas de la sociedad. En el año
1970 el Estado español gastó por primera vez más dinero en educación que en el ejército.
Notable fue también la creciente presencia de las mujeres en el mundo laboral, facilitada por las nuevas
necesidades económicas de la familia (adquisición de la vivienda y de su equipamiento, educación de los hijos,
el automóvil, ocio...), así como su mejor preparación cultural, y que tuvo hondas repercusiones en el ámbito
familiar y en los comportamientos y esquemas sociales. En cuanto a la familia, aumentó su movilidad a la vez
que se tiende a fortalecer la familia nuclear (padres e hijos) como base.
El flujo continuo de turistas, la emigración y el establecimiento de empresas multinacionales sirvieron
para poner en contacto a los españoles con otras formas de vida y nuevos modelos de comportamiento
político y social. Así se irá imponiendo una concepción más materialista de la sociedad, que será más
secularizada, abierta y tolerante, más parecida a la europea. El mayor poder adquisitivo de las familias dio
lugar al consumismo, y con él a nuevas formas de comercio (ventas a plazos) que posibilitaron un crecimiento
continuado de la economía nacional, cuyo despegue y modernización se generalizó en la segunda mitad de los
años sesenta y principios de los setenta.
A su vez, el mayor nivel de ingresos de los padres hizo innecesaria, la aportación de los hijos a la economía
familiar. La Ley General de Educación y Financiamiento de la Reforma Educativa de 1970 hizo obligatoria la
escolaridad hasta los 14 años, de forma tal que la mayor parte de los jóvenes españoles accedió a estudios que
hasta entonces se habían considerado de tipo medio. Resultado: aumento del número de estudiantes en todos los
niveles y la práctica desaparición de la gran lacra social que había sido el analfabetismo, aumentando el número
de universitarios, como consecuencia de la concesión de becas.
Esta serie de cambios hizo que se homogeneicen los modos de comportamiento entre los diversos grupos
sociales y que los gustos y costumbres fuesen muy similares entre todos ellos; ejemplo de ello será el cambio en
el vestir cotidiano (pantalones tejanos, la moda unisex, y las prendas deportivas...). Los espectáculos se
masifican (conciertos de música tanto clásica como popular, competiciones deportivas...).
Otro cambio significativo fue la entrada en vigor en diciembre de 1963, la Ley de Bases de la Seguridad
Social. Por la nueva Seguridad Social, un número creciente de españoles accedería a pensiones de jubilación,
extendiéndose también la cobertura sanitaria hasta completarse a comienzos de los años noventa.
Estos cambios también se fueron implantando en el terreno religioso. Así la Iglesia experimentó una apertura
bien visible de la mano del Concilio Vaticano II y, con ello, un sector de la Iglesia española comenzó a
distanciarse del régimen, a la vez que tuvo lugar una secularización en masa de miembros del clero.
En la vida cultural española de este período alcanzaron madurez o se dieron a conocer un sinfín de relevantes
personalidades, que bien en España o fuera de ella mantuvieron la brillantez de la llamada Edad de Plata de la
cultura española. Podemos destacar los siguientes: Dámaso Alonso, Miguel Delibes, V.Aleixandre, Buero
Vallejo, C.J. Cela…. En la pintura se mantuvo el surrealismo, destacando: Miró y Dalí, sin olvidar a Picasso
que permanecía en su exilio
En el cine Berlanga con Bienvenido Mr Marshall y de Bardem con El verdugo; Buñuel, con Viridiana y
Tristana alcanzaron renombre.

IV.- LA OPOSICIÓN AL RÉGIMEN.


IV.1.- La oposición de la posguerra.
La dura represión del final de la Guerra Civil y las elevadas cifras de exiliados, dificultaron la reconstrucción de
una oposición en el interior. Así pues, se intentará su reconstrucción en el exterior, difícil por la fragmentación
existente e incluso las querellas internas de los partidos.
Hasta 1945 su actuación es mínima. Pero desde el momento que la Guerra Mundial toca a su fin, se tuvo la
esperanza de una posible restauración democrática y se llegó a restablecer en México “El Gobierno
Republicano en el exilio”. Pero poco se consiguió, pues internacionalmente se empezaba a considerar que la
restauración de la democracia no necesariamente pasaba por una fórmula republicana.

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La guerrilla “el maquis” fue la actuación más destacada de los cuarenta y tuvo su mayor virulencia en los
años siguientes a la Guerra Mundial. Estaba patrocinada, principalmente por el PCE. En sus inicios produjo el
ataque guerrillero al Valle de Aran, tras la liberación de Francia en 1944. Luego se extendió por zonas
montañosas como el Maestrazgo, Asturias, Galicia o Sierra Morena. Pero no pasó de promover acciones
aisladas en áreas rurales y montañosas que fueron duramente reprimidas.
Durante los años cincuenta, la desaparición de la guerrilla y el comienzo del reconocimiento internacional del
franquismo llevaron a la oposición a uno de sus momentos más difíciles. La oposición monárquica es la que
parece tener mayores posibilidades, nuevas agrupaciones que reivindican fórmulas democráticas. En 1958 se
creó el Frente de Liberación Popular de tendencia revolucionaria. El PSOE y la UGT pasaron por momentos
muy críticos, mientras que el PCE que había renovado y rejuvenecido su dirección promovía una actitud de
reconciliación nacional y la formación de un frente antifranquista.
A mediados de la década aparece por primera vez una conflictividad universitaria que acabará con la destitución
del ministro Ruiz Giménez en 1956. Pero el aspecto más destacable fue la búsqueda de una colaboración de la
oposición frente al régimen al final de la década.

IV.2.- La oposición durante el desarrollismo.


Para quienes pensaban que con la liberación económica se abriría el camino a la apertura política, el desengaño
sobrevino rápidamente. Franco no dio el menor síntoma de querer variar el férreo control político y la
restricción total de las libertades. De hecho, la Ley de Principios del Movimiento de 1958 significaba una
afirmación de los valores del 18 de julio y un claro rechazo a toda actividad sindical o política. La entrada en el
FMI y en el Banco Mundial, unidas a la visita del presidente Eisenhower a España, a finales de 1959,
sirvieron para generar euforia y reforzar la imagen de Franco.
Sin embargo, desde finales de los cincuenta comenzaron a aparecer de nuevo síntomas de agitación. En
primer lugar, se inició un proceso de distanciamiento de la Iglesia respecto al régimen. Muchos sectores de la
jerarquía empezaban a denunciar la situación de los trabajadores. El ascenso al papado de Juan XXIII y su
inesperada renovación de la Iglesia, a partir del Concilio Vaticano II, produjo una grave quiebra entre el
régimen y la Iglesia, que iría agrandándose hasta llegar casi a la ruptura desde 1970.
En segundo lugar, comenzaron a resurgir las tensiones nacionalistas. En 1959 un grupo de jóvenes miembros
del PNV se escinde del partido y funda ETA, Euskadi Ta Askatasuna (Patria y Libertad), que rápidamente
optará por la lucha armada como táctica para lograr la libertad nacional vasca. Un año más tarde, 339 curas
vascos firmaron una carta protestando por la represión y exigiendo libertades públicas. Ese mismo año son
detenidos algunos catalanistas, entre ellos Jordi Pujol, acusado de distribuir panfletos antifranquistas en
catalán.
Un tercer frente, eran los conflictos laborales. Desde la primavera de 1961 se multiplicaron las huelgas,
concentradas en los sectores punta del crecimiento industrial: la minería, la siderometalúrgica y la
construcción. Inicialmente los motivos eran salariales y laborales, poco a poco irán predominando las
motivaciones de solidaridad y denuncia de falta de libertades sindicales y políticas. El ministro de Trabajo, José
Solís, permitió un cierto margen de negociación colectiva directa y la libre elección de jurados de empresa y
enlaces sindicales. Esta posibilidad fue aprovechada, a partir de 1963, por los miembros de Comisiones
Obreras (CC.OO), Sindicato clandestino que al acabar la década estaba completamente infiltrado en los
sindicatos verticales. Mientras, los partidos reconstruían poco a poco sus redes clandestinas en los medios
universitarios y obreros, si bien la represión hacía caer una y otra vez detenidos a sus dirigentes
.
La tensión fue en aumento a lo largo de 1962. Semanas después de que España pidiera entablar negociaciones
de adhesión a la CEE, 118 españoles se reunían en Munich, en el marco del IV Congreso del Movimiento
Europeo (plataforma creada en 1848 para impulsar la unificación europea), aprobaron una declaración
recomendando la no-admisión de España en tanto no se restauraran las libertades: el llamado Contubernio de
Munich. En este acuerdo venía a denunciarse la situación política de España, inmersa en una Dictadura de
carácter personal y autoritario. La reunión quiso vincular el ingreso de España en el Mercado Común con un
proceso de reforma política que pusiera fin al régimen dictatorial. Pretensión, que fue duramente criticada desde
las instancias franquistas, interesadas en ingresar en el Mercado Común y que había efectuado contactos y
conversaciones orientados a ese fin, calificando este acuerdo como el “contubernio de Munich”
Las fuerzas políticas más destacadas en Munich fueron las siguientes: Unión Española (Satrústegui y
Miralles); Democracia Social Cristiana (Gil-Robles, Íñigo Cavero y Fernando Álvarez de Miranda);
Izquierda Democrática Cristiana (Jesús Álvarez de Lis); Acción Democrática (Prados Arrarte y Ridruejo);

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Partido Nacionalista Vasco (Irujo y Landáburu); Partido Socialista (Rodolfo Llopis y José Federico de
Carvajal); además de miembros de ARDE. (Acción Republicana Democrática Española) y del FPLP. (Frente
de Liberación Popular). El espectro ideológico de los partidos era en general moderado y mayoritariamente
favorable a la restauración del régimen republicano.
Los comunistas y los anarquistas habían sido excluidos de la cita por presiones de Gil-Robles y de Madariaga.
Ninguno de los dos estaba en favor de admitir a fuerzas que, por aquel entonces, no diesen muestras
inequívocas de adhesión a las democracias occidentales. Los reunidos en Munich sostenían grandes diferencias:
Una: Gil-Robles concedía más importancia a la oposición interior (era monárquico); mientras que Madariaga,
otorgaba un papel más importante al exterior (era republicano). Al final, el anfitrión europeo (Van Sheler)
resolvió la controversia creando dos comisiones de trabajo: una, denominada A, dirigida por Gil-Robles y otra
B, a cargo de Madariaga. Ambas llegaron al acuerdo la instauración de un sistema democrático en España.
Esto representaba un proceso a seguir concretando en cinco puntos esenciales:
1. Establecimiento de instituciones “representativas y democráticas”.
2- Implantación de los derechos humanos, sobre todo los de la libertad personal y de expresión, “con
supresión de la censura gubernativa”.
3-Reconocimiento de las distintas comunidades (en alusión a Cataluña y al País Vasco).
4-Respeto a las libertades sindicales y al derecho de huelga.
5-Organización de corrientes de opinión y de partidos políticos.
El acuerdo político de Munich tenía dos debilidades: Las enormes diferencias que separaban a los firmantes; y
la gran falta de precisión y capacidad para ofrecer una sólida alternativa al régimen franquista.
Otra característica destacada del acto de Munich fue su debilidad interna, ya que nadie podía conocer
con exactitud el apoyo que los españoles podían concederle a la oposición reunida en Munich, en ausencia de
un referéndum o unas elecciones libres. Era evidencia innegable la existencia de una oposición clandestina, las
huelgas y protestas urbanas, las primeras acciones de ETA. (En forma de sabotajes), pero otra cuestión era que
dichas contestaciones al régimen pudieran derribarlo a corto o medio plazo. Dos ejemplos fueron las
deserciones del Frente de Liberalización Popular y la Hermandad Obrera de Acción Católica. Incluso el
Consejo Privado del conde de Barcelona (D. Juan) también se desmarcó del acuerdo de Munich, al tiempo que
afirmaba con rotundidad su apoyo a la incorporación de España al Mercado Común.
El acuerdo de Munich, no logró efecto práctico alguno aunque produjo un extraordinario eco en la España de
Franco. De ahí la dura represión a la que fueron sometidos los firmantes del acuerdo. Además lo habían hecho
ante instancias comunitarias y pocos meses después de que el embajador español en Bruselas, Castiella, hubiera
solicitado formalmente el ingreso de España en el Mercado Común (febrero 1962). El contubernio de Munich,
obstaculizaba el proceso de acercamiento hacia Europa. Franco el 8 de junio firmaba un decreto por el que
declaraba suspenso el artículo 14 del Fuero de los Españoles por un plazo de dos años. Dicho artículo reconocía
el derecho de los españoles a fijar su residencia libremente dentro del territorio nacional. La medida permitía
controlar desde el Ministerio de la Gobernación los movimientos de los opositores. A los participantes en
Munich se les da a escoger entre quedarse en el extranjero o ser deportados a las islas Canarias, (Gil-Robles se
queda en París) otros irán a Canarias (Satrústegui y Miralles van a Fuerteventura).
El régimen organizó manifestaciones falangistas y de adhesión a Franco donde se gritaron consignas
contrarias a los “traidores”, achacando al contubernio a una “maniobra de los enemigos de España, aliados de
masones y marxistas”. Estas acciones se combinaron con la persistencia de la represión y, de hecho, al año
siguiente sería ejecutado Julián Grimau, miembro del Comité Central del Partido Comunista, acusado de
crímenes cometidos durante la Guerra Civil.
Los niveles de conflictividad fueron importantes, inclinándose hacia una progresiva politización a lo largo de
los años sesenta en cuatro sectores de la sociedad española: laboral, estudiantil, regional y eclesiástico. En
cada uno de ellos influyen factores específicos, pero en general obedecen a una razón inapelable, la incapacidad
del régimen para responder a una sociedad cada vez más desarrollada, y tienen un efecto demoledor en la
propaganda del régimen, centrada en la paz de Franco.
El régimen intentó modernizar su sindicato; pero la nueva Ley Sindical de 1971 defraudó a los trabajadores,
porque mantenía la ilegalidad de las huelgas y de otras representaciones que no fueran las oficiales.
En el PSOE que mantuvo hasta los años sesenta la dirección del partido en el exilio, empezaron a producirse
tensiones con los jóvenes militantes que formaban el partido en el interior de España. Fue en el Congreso de
Suresnes (1973) cuando el partido superó dificultades y la dirección quedó en manos de éstos últimos.

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Debido, entre otras razones, a la incorporación a las aulas de un creciente número de profesores por méritos
intelectuales y no políticos, el régimen pierde poco a poco su control de la Universidad, cuya agitación no
decrece hasta la muerte de Franco. A partir de 1964, casi ningún distrito universitario reconoce el SEU, que es
sustituido por asambleas libres de alumnos que provocan una notable radicalización de los conflictos. La
actitud crítica de amplios sectores universitarios hacia el régimen llegó a su momento de mayor tensión en
1965, cuando el Gobierno destituyó a varios catedráticos universitarios (Aranguren, Aguilar Navarro,
Tierno Galván, García Calvo y Montero Díaz) por apoyar las manifestaciones estudiantiles. Bajo la
influencia del mayo del 68, los estudiantes diversifican sus acciones de protesta, provocando continuas
intervenciones de la policía, que ocupa permanentemente algunos campus. Al faltar cauces de expresión
política, la Universidad sirvió para canalizar y pregonar el descontento de muchos españoles.
En la periferia industrial, se reavivan los movimientos nacionalistas catalanes y vascos. Asimismo, frente a la
torpe política unificadora del franquismo surgen manifestaciones culturales de afirmación regional o nacional
en Galicia, Valencia, Canarias o Andalucía. La izquierda, en general, hizo suya la causa nacionalista como
una forma de lucha contra el centralismo.
Sin embargo, desde finales de los sesenta, es la organización independentista vasca ETA la que se convierte
en el principal problema del régimen y de España, al optar por la lucha armada. Por su parte, el franquismo, con
su represión indiscriminada sobre la población vasca, realizó muchas veces la política que más favoreció los
fines de ETA. En 1970 logró un notable éxito publicitario alrededor del “Proceso de Burgos”, que condenó a
seis etarras a pena de muerte, acusados de asesinar a un policía, viéndose obligado Franco a indultarlos ante las
multitudinarias movilizaciones. La protesta contra el régimen incluía las jerarquías de la Iglesia, los
intelectuales, la Universidad, el mundo del trabajo, las clases medias y un sector de la burguesía que empezaba
a creer que con Franco resultaba imposible la modernización del Estado.
Como en la sociedad civil, los conflictos generacionales erosionan la Iglesia española, que desde la clausura
del Concilio Vaticano II en 1965 experimenta una rápida evolución. El clero joven y los católicos progresistas
se enfrentan a su jerarquía, a la que acusan de franquista, y reclaman el derecho de la Iglesia a tomar partido
contra la dictadura. Su evidente carga subversiva provocará, enseguida, las denuncias procedentes de los
despachos de la administración franquista contra obispos “rojos” y sacerdotes comunistas. En 1968, la policía
no tiene duda de la presencia de eclesiásticos al frente de movimientos de oposición al régimen ni de la
utilización de diversas dependencias de la Iglesia como infraestructura de acciones subversivas. Ese año, una
cárcel “concordatoria” especial para sacerdotes se inaugura en Zamora, previo acuerdo entre el Gobierno
español y el Vaticano.
El desgaste de las relaciones Iglesia-Estado desemboca en una desavenencia continua. El papa Pablo VI pide
a Franco que renuncie al privilegio de presentación de obispos y, ante la negativa del general, endurece su
actitud contraria al régimen, que no puede hacer nada para evitar que, en 1971, la Santa Sede coloque en la
diócesis al cardenal Tarancón, el hombre elegido par dirigir la reordenación política de la Iglesia española.
Pocos meses más tarde, la Asamblea Conjunta de obispos y sacerdotes pedía perdón a la sociedad española por
no haber sabido ser instrumento de reconciliación tras la Guerra Civil.
Mientras la Iglesia veía crecer su prestigio social en sectores de la oposición, los adictos al régimen la asediaban
con su agresividad y sus críticas, centradas las más virulentas en la pretendida ingratitud del clero respecto del
Estado bienhechor. Para vengarse de la deslealtad de la Iglesia, la ultraderecha se organizó, a partir de 1969, en
distintos grupos parapoliciales, que, con el nombre de “guerrilleros de Cristo Rey”, actuaron contra sacerdotes
y católicos progresistas.
La escalada de huelgas y conflictos manifiesta la progresiva inestabilidad del régimen, que se ve acentuada
por el declive físico de Franco, con 77 años en 1969 y el mal de Parkinson.
Por fin, en julio de 1969, Franco hace que las Cortes nombren al príncipe Juan Carlos su sucesor en la Jefatura
del Estado, una vez que se ha asegurado de su compromiso en el mantenimiento del régimen. No se trataba,
como subrayó el dictador, de la restauración de la monarquía liberal, sino de la instauración de una nueva
Monarquía del Movimiento. Pese a la oposición ideológica de la Falange a la monarquía, no se aventuraron a
contravenir la elección de Franco. Esta victoria de los hombres del Opus Dei vino acompañada por un
escándalo, explotado con habilidad por sus adversarios falangistas: el caso Matesa.

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A partir de la constitución del nuevo Gobierno, con Carrero Blanco, que repite de vicepresidente, se produce
un progresivo alejamiento de Franco de las decisiones políticas debido a su estado de salud, mientras el
régimen se debate entre el aperturismo y el inmovilismo. La generación nacida en torno a los años treinta, y
con ella personalidades como Ruiz-Giménez o José María de Areilza, que habían roto con el franquismo,
exigía la evolución del régimen hacia formas políticas liberales, las únicas que podían responder a las
necesidades de una España moderna y desarrollada. Por otro lado, la ultraderecha del régimen, compuesta de
militares, tradicionalistas, católicos conservadores o viejos falangistas, se atrinchera en el inmovilismo,
considerando que un proceso de cambio acabaría por destruir el franquismo. El grupo procuraba mantener vivo
el recuerdo de la Guerra Civil y su fuerza radicaba en su proximidad a Franco, esta situación se acentúa desde
que el almirante Carrero Blanco toma efectivamente las riendas del poder por causa de la enfermedad de
Franco. Dos objetivos guiaron su gestión: por un lado, mantener la unidad de las fuerzas franquistas, lo cual
suponía no afrontar reforma alguna, y, por otro, impedir el crecimiento de la oposición democrática.
IV.3.- El ocaso del régimen.
Un paso importante en la preparación del franquismo sin Franco se produjo en junio de 1973, cuando el
dictador delegó por vez primera sus funciones de Jefe de Gobierno en Carrero Blanco. Su mandato era,
como mínimo, de cinco años y, por tanto, su presencia podía serle impuesta al futuro rey, caso de producirse
antes el fallecimiento de Franco. Así reaccionó éste ante los rumores sobre las tendencias liberales de Juan
Carlos. El nuevo Gobierno de Carrero Blanco tenía como objetivo sofocar las reformas y aplastar la
oposición, estrechando filas en torno al franquismo más rígido. Era un gabinete “duro”, con Carlos Arias en el
Ministerio de la Gobernación y el Ministro Secretario General del Movimiento, Torcuato Fernández Miranda,
ascendido a vicepresidente de gobierno. Los dos problemas con los que hubo de enfrentarse Carrero fueron los
mismos que venían marcando desde 1969 la actuación del régimen: la exigencia de una apertura que debía pasar
por la legalización de las asociaciones políticas y el mantenimiento de un orden público.
La política represiva del Gobierno se manifestó una vez más en la preparación del Proceso 1001 contra diez
miembros de Comisiones Obreras, acusados de asociación ilícita. El juicio estaba destinado a demostrar la
decidida voluntad del régimen de acabar con los sindicatos clandestinos. Poco antes de abrirse la sesión del
tribunal de Orden Público (TOP), el 20 de noviembre de 1973, Carrero Blanco caía muerto, víctima de un
atentado de ETA, “Queremos destruir el mecanismo de la herencia que Franco se esforzó tanto en
consolidar” fue la explicación que dieron los etarras de su atentado.
El régimen consiguió salir airosamente de la crisis inmediata a la muerte de Carrero gracias a la habilidad del
Presidente del Gobierno en funciones, Torcuato Fernández Miranda, y a la ausencia de disturbios graves.
Dentro de la oposición, los dirigentes del Partido Comunista fueron los más resueltos en evitar los incidentes
en aquellos momentos de confusión. La elección del sucesor de Carrero Blanco, Carlos Arias Navarro,
constituye la última decisión política importante de Franco, quien dio instrucciones al Consejo del Reino para
que se incluyera su nombre en la terna que debía presentársele.
Constituido en enero de 1974, el Gobierno de Arias Navarro fue el primero compuesto exclusivamente por
civiles (a excepción de los tres ministerios militares) en la historia del régimen. Enfermo Franco y desaparecido
Carrero, su “cerebro gris”, se manifiestan abiertamente las contradicciones existentes dentro del régimen y las
rivalidades entre las familias políticas, que hasta entonces la autoridad del Caudillo había conseguido
amortiguar. En sus comienzos el Gobierno de Arias parece orientarse a la apertura, sorprendiendo a la clase
política con numerosas promesas (el “espíritu de 12 de febrero”) de reforma gradual del régimen. La
liberalización de la prensa, fomentada por una política tolerante del nuevo Ministro del Información, Manuel
Fraga Iribarne, provocó abundantes artículos sobre el futuro democrático de España en diarios como Ya e
Informaciones y en revistas como Cambio 16, Triunfo o Cuadernos para el Diálogo, que aumentaron
notablemente sus tiradas.
No obstante, de inmediato se manifestó la otra cara del aperturismo prometido. Cuando fueron ejecutados un
anarquista y un delincuente común. Y Arias Navarro tropezó con la Iglesia, a la que se enfrentó sin
contemplaciones después de que el obispo de Bilbao, Añoveros, se responsabiliza de una homilía leída en las
parroquias de su diócesis, en la que se exigía del Gobierno el reconocimiento de la lengua y de la identidad
vasca. Toda la oposición antifranquista, creyente o no, vibró con el documento por lo que tenía de denuncia del
régimen; pero mucho más se entusiasmó con la entereza del prelado bilbaíno negándose a abandonar su sede

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como pretendía el Gobierno y amenazando con la excomunión a quien utilizara la fuerza contra un obispo.
Nunca en la historia del franquismo, la Iglesia y el Estado habían protagonizado un enfrentamiento tan fuerte.
Para complicar aún más la situación, empiezan a acusarse los primeros síntomas de la crisis mundial
provocada por el alza del coste del petróleo, y el índice de precios al consumo se dispara, reduciendo el salario
real. Las huelgas y protestas obreras dejan de ser noticia por su asiduidad en todos los sectores de la economía y
en todas las provincias españolas. Como consecuencia de la primera enfermedad de Franco oficialmente
reconocida se multiplica en el verano la actividad política. Bajo la dirección del Partido Comunista, un
conjunto muy heterogéneo y dispar de fuerzas antifranquistas constituyen en París (julio de 1974) una Junta
Democrática, que propone una ruptura democrática para salir de la Dictadura. El PSOE, dirigido ya por Felipe
González Márquez, constituyó en junio de 1975 la Plataforma de Convergencia Democrática, como
alternativa a la Junta, al considerar que ésta sólo representaba los intereses comunistas.
Influidos por el ejemplo de los militares portugueses de la “Revolución de los Claveles”, ochenta oficiales del
ejército español se constituyeron en asamblea y en diciembre de 1974 crearon la Unión Militar Democrática
(UMD), también con un objetivo democrático.
Fortalecido por el fracaso del Gobierno en restablecer el orden público (un atentado de ETA mata a doce
personas en una cafetería madrileña), el búnker del régimen obliga a Arias Navarro, en octubre de 1974, a
echar marcha atrás en sus promesas de apertura y a cesar al ministro de Información Pío Cabanillas, con quien
se solidariza el de Hacienda, Barrera de Irimo, que presenta la dimisión. Es la primera, reconocida como tal,
durante todo el franquismo. Los síntomas de descomposición y desbandada son alarmantes en las filas del
régimen. Aprobado en diciembre un nuevo Estatuto de Asociaciones Políticas, a pesar de encontrar fuerte
oposición entre los acérrimos defensores del modelo de partido único, era insuficiente para una sociedad que ya
reclamaba desde muchos lados su equiparación política con la Europa de su entorno. El desmoronamiento del
“orden” franquista acompaña los últimos meses de la vida del dictador. La primacía de la acción terrorista la
sigue manteniendo ETA, pero también se muestra activo el FRAP (Frente Revolucionario Antifascista
Patriótico, grupo escindido del movimiento comunista) y afloran distintas agrupaciones de extrema derecha
decididas a implantar el terror.
Como respuesta, el Gobierno endureció la represión con un decreto-ley que preveía la pena de muerte de los
implicados en delitos de terrorismo. El 27 de septiembre de 1975 no hubo indulto para dos activistas de ETA y
tres del FRAP que fueron ejecutados, en medio de una gran protesta internacional, tras responsabilizarlos del
asesinato de varios policías. Los seguidores del régimen volvieron a llenar la plaza de Oriente para manifestar
su adhesión al Caudillo.
La debilidad del régimen de Franco y su misma enfermedad fue aprovechada por Hassan II de Marruecos para
montar La marcha verde: varios cientos de miles de marroquíes se presentaron ante la frontera del Sahara, el
último reducto español por descolonizar, con el objeto de forzar su adhesión. El Gobierno Arias, eludiendo sus
compromisos favorables a la autodeterminación del territorio, lo abandonó atropelladamente y permitió su
partición entre Marruecos y Mauritania, en espera de que la ONU organizara un referéndum de
autodeterminación saharaui.
Después de una larga agonía, Franco muere el 20 de noviembre de 1975, cubierto por el manto de la Virgen
del Pilar y con el brazo incorrupto de Santa Teresa a su lado. Dejaba un país renovado, industrial y con grandes
posibilidades de futuro, pero con las mismas limitaciones políticas que había padecido durante casi cuarenta
años bajo su mandato. Y en los primeros pasos de una nueva crisis económica que sufrirán, con mayor rigor que
la mayoría de los países europeos, los treinta y cinco millones y medio de españoles de 1975.

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