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La respuesta más simple es que, reconociendo la autoridad de quienes han sido mis
dirigentes, nunca he estado dispuesto a alinearme sin chistar a un liderazgo. El de Felipe
Calderón siempre lo he respetado y reconocido, pero no le concedo atribución alguna
para decidir sobre mi vocación política y mi participación en el Partido Acción
Nacional: La que decidí con libertad, convicción y espíritu de servicio a México desde
1978.
En forma sucinta y repasando los episodios más relevantes, expongo en seguida lo que a
mi juicio ha sido la historia del desencuentro con Felipe Calderón y quienes se
autonombran “calderonistas”:
Desde 1996, cuando Felipe Calderón era presidente del Comité Ejecutivo Nacional
(CEN) del Partido Acción Nacional (PAN) comencé a tener trato frecuente con él y
esporádicas diferencias, nunca de fondo, siempre de forma, derivadas de su muy
conocida actitud que tiende a imponer su voluntad, haciendo difícil el diálogo y el
acuerdo. Me había solicitado ayudarle en la dirección del partido en Sonora, tarea que
combiné con mi desempeño como diputado federal por Chihuahua.
Más adelante, esa relación personal de cercanía en el trabajo partidista, también con
altibajos, se repitió cuando coincidimos en la Cámara de Diputados durante la LVIII
Legislatura federal. Él fue nombrado coordinador de la bancada por el presidente del
PAN, Luis Felipe Bravo Mena, al tiempo que, con esa autoridad, me distinguió como
subcoordinador político.
1
una campaña e integrara una “cargada” en mi contra para facilitar el triunfo del
exgobernador de Guanajuato.
Cuando pregunté a Rolando las razones de su comportamiento, aceptó los hechos, pero
dijo hacerlo a título personal. Siendo colaborador del equipo de Felipe Calderón, le
exigí a Juan Camilo Mouriño —a la sazón coordinador del equipo de transición— una
rectificación. Acordamos que para no afectar a quien en breve asumiría la Presidencia
de la República se haría un deslinde público de las acciones del intrigante, así como un
desmentido de cuanto había dicho en mi contra a los partidos de ODCA. Así se hizo, y
aunque cumplí mi parte del acuerdo, no se puso fin a los intentos calderonistas por
bloquearme.
2
Presidente de México se llamó a Vicente Fox, también invitado a cortar el listón, para
pedirle que no asistiera porque el Presidente consideraba que era demasiado pronto para
coincidir ambos en un evento público.
Así se inauguró la indiferencia del gobierno de Calderón hacia la organización que abrió
sus puertas al PAN cuando él fue su dirigente. Actitud que más tarde sería trasladada al
partido con la designación de Germán Martínez como presidente del CEN y que
evolucionaría a una falta de colaboración y hasta a la comisión de agravios que por
animadversión del grupo calderonista hacia mí trasladaron a la ODCA.
3
Con frecuencia me enteraba de reuniones en las que Max Cortázar, vocero de
Los Pinos, presionaba para que diversos medios de comunicación manejaran la
información relacionada conmigo a conveniencia de su “política” de
comunicación para posicionar la idea de que “Manuel Espino está en contra el
Presidente Calderón”.
Más adelante fui informado que por presión del nuevo Secretario de
Gobernación, Fernando Gómez Mont, me fue cerrado un espacio de comentario
editorial semanal en radio con Óscar Mario Beteta en Radiofórmula.
En junio del 2008, por orden de Germán Martínez y sin explicación alguna, se
instruyó a legisladores federales del PAN que no acudieran al foro internacional
sobre seguridad en Colombia, convocado por la ODCA.
La última semana de noviembre del 2008 y sin tener facultad para ello, Germán
Martínez ordenó al coordinador de los senadores de Acción Nacional, Gustavo
Madero, solicitarme la entrega de la casa de la Fundación Humanismo Político
que bajo comodato estaba ocupando ODCA como sede. No hubo explicación
alguna del por qué.
4
Reitero mi respaldo total al gobierno de la República y al Comité Ejecutivo
Nacional del PAN en todo cuanto sea congruente con nuestros principios y tesis de
política práctica; en todo cuanto sea para bien de México y para conservar el
prestigio de Acción Nacional. También ratifico mi determinación de no tolerar la
desviación del partido hacia prácticas que le demeritan frente a los mexicanos y que
le hacen ser percibido como incongruente, en detrimento de su trayectoria histórica
y de su vocación democrática. Me reitero panista de convicción en torno de los
principios y las convicciones que orientaron el derrotero de Acción Nacional desde
1939 y que siguen siendo vigentes para dignificar la política mexicana y para
contribuir a la consolidación de nuestra ahora amenazada democracia.
Manuel Espino
12-05-10