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Todo l en llamas, iba dejando tras de s una estela de chispas como si fuera
una estrella fugaz. Lejos de casa, ms de medio mundo distante de su madre,
cay en un ro. El dios del ro rescat el pobre cuerpo ardiente de Faetn y lav
su rostro. Las ninfas del agua sepultaron sus despojos y escribieron sobre la
tumba: Aqu yace Faetn, quien trat de igualar al Sol. Si grande fue su fracaso,
igualmente grande fue su osada. Durante un largo da llor el Sol a su hijo. Se
neg a conducir su carro, y los hombres y mujeres de la Tierra tuvieron que
prender hogueras para alumbrarse y calentarse. Cuando Jpiter fue a visitar al
dios Sol, lo encontr sentado en su trono de esmeraldas con la cabeza
inclinada, inmvil y apesumbrado. Entonces Jpiter orden a Helios levantar la
cabeza y responder por que no haba guiado el carro de oro. Helios maldijo
entonces al dios del Cielo por habar matado a Faetn con su rayo. No tuve otra
alternativa! Dijo el poderoso Jpiter. La ambicin del joven estuvo a punto de
destruir el mundo. La Madre Tierra ardi y estuvo a punto de morir; pero ahora
tiene demasiado fro, Helios. Necesita tu calor o perecer helada. El dios Sol
movi la cabeza hacia otro lado. Levntate, Helios! Tron Jpiter No te culpes
ms por la muerte de tu hijo! Tienes que cumplir con tu trabajo! El mundo
est esperndote! El dios Sol exhal un profundo suspiro y luego se levant
lentamente de su trono. Temblando de pena, sali a paso lento del palacio. Los
cuatro alados caballos que se le haban escapado a Faetn olfateaban el
temprano aire fresco y golpeaban el temprano suelo con los cascos mientas
Aurora abra las puertas color carmes. Sollozando, Helios mont en su brillante
carro de oro, y se coloc en la frente la corona de resplandecientes rayos de
sol; aqulla misma que Faetn haba usado. Luego, las dos diosas Horas
uncieron los cuatro corceles alados con tintineantes y stos, en cuanto el dios
Sol tom firmemente las riendas y las hizo chasquear, se lanzaron al infinito y
soleado cielo azul.