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TRAE TU CARGA

A JESUCRISTO
TRAE TU CARGA A JESUCRISTO

Por William Soto Santiago


Viernes, 21 de febrero de 2003
Callambe, Ecuador

M uy buenas noches, amados amigos y hermanos


presentes; es para mí un privilegio grande estar
con ustedes en esta ocasión, para compartir con
ustedes unos momentos de compañerismo alrededor
de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente
a este tiempo. Reciban todos saludos de mi esposa
Erica y también de mis niñas América y Yahannah
Gabriela.
Para esta ocasión leemos en San Mateo, capítulo
11, versos 28 al 30, donde dice nuestro amado Señor
Jesucristo:
“Venid a mí todos los que estáis trabajados y
cargados, y yo os haré descansar.
Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí,
que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis
descanso para vuestras almas;
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porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.”


Nuestro tema es: “TRAE TU CARGA A JESU-
CRISTO.”
¿Por qué Jesucristo hizo este llamado de venir a Él
y traer la carga a Cristo, y Él hará descansar a la
persona, y la persona hallará descanso? En estas
palabras de nuestro amado Señor Jesucristo está un
misterio muy grande que sería manifestado en toda
persona que recibiría a Cristo como su Salvador.
En este pasaje que hemos leído también dice:
“Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de
mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis
descanso para vuestras almas.”
Y ahora, todo el contenido de este pasaje que
hemos leído tiene que ver con el descanso del alma
del ser humano; y para que el ser humano pueda
hallar descanso en su alma, necesita venir a Cristo
confesando a Cristo sus pecados y arrepentido de sus
pecados recibir a Cristo como su Salvador, ser
bautizado en agua en Su Nombre, y Cristo lo bautiza-
rá con Espíritu Santo y Fuego; y la persona obtendrá
el nuevo nacimiento y la persona obtendrá el descan-
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so para su alma.
En el Antiguo Testamento ya Dios había prometi-
do derramar de Su Espíritu Santo sobre el ser huma-
no. Por ejemplo, en Proverbios, capítulo 1, verso 23
dice:
“Volveos a mi reprensión;
He aquí yo derramaré mi espíritu sobre vosotros,
Y os haré saber mis palabras.”
Esta es una promesa de parte de Dios de que Él va
derramar de Su Espíritu sobre el ser humano que
atiende la reprensión de Dios y se arrepiente de sus
pecados, y Él le hace conocer Sus Palabras a la
persona que viene a Cristo.
En Joel, capítulo 2, verso 28 dice:
“Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre
toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras
hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros
jóvenes verán visiones.
Y también sobre los siervos y sobre las siervas
derramaré mi Espíritu en aquellos días.”
Ahora, vean que es una promesa de parte de Dios,
de que Dios va derramar de Su Espíritu Santo sobre
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el ser humano, sobre toda carne que viene arrepentida


a los pies de Cristo trayendo su carga a Cristo; y
Cristo perdonará sus pecados, Cristo lo limpiará con
Su Sangre preciosa; la persona será bautizada en agua
en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo lo bauti-
zará con Espíritu Santo y Fuego; y así esa persona
será uno de aquellos de los cuales Dios dijo: “Y
derramaré de mi Espíritu sobre toda carne.”
Esa persona en su cuerpo de carne es poseedor del
Espíritu de Dios, y por consiguiente esa persona ha
entrado en el descanso de Cristo, en el reposo de
Cristo, el cual fue tipificado en el día sábado, el día
de reposo.
Así como el ser humano fue ordenado a reposar el
séptimo día allá bajo la Dispensación de la Ley, ahora
en el Nuevo Testamento el ser humano ha recibido la
orden de parte de Dios de reposar, de descansar, tener
su reposo; y ya no será un día de semana, sino que
será Cristo; porque Jesucristo, conforme a San Lucas,
capítulo 6, verso 5, Él es nuestro Reposo.
Cristo es Señor del sábado; y si Él es Señor del
sábado, entonces Cristo es nuestro Sábado; por lo
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tanto, Cristo es nuestro reposo, nuestro descanso.


Y cuando la persona ha recibido a Cristo, ha sido
bautizada en agua en Su Nombre y ha recibido Su
Espíritu Santo, la persona ha entrado en el verdadero
reposo, está en descanso su alma, su alma está des-
cansando, reposando en Cristo nuestro reposo; y
Cristo está dentro de la persona en Espíritu Santo,
porque Cristo en Espíritu Santo es el reposo, el
descanso.
Por lo tanto, el que recibe a Cristo y Cristo lo
bautiza con Espíritu Santo y Fuego, ha entrado en el
reposo de Dios; así como el pueblo hebreo tuvo la
promesa de entrar en el reposo de Dios. Dios levantó
Su mano jurando que entrarían a Su reposo, pero los
que se rebelaron contra Dios no pudieron entrar en el
reposo de Dios.
Por lo tanto, toda persona que no escucha la Voz
de Dios no puede entrar al reposo de Dios; solamente
los que escuchan la Voz de Cristo y lo reciben como
su Salvador.
Lo que estaría pasando en el Nuevo Testamento
con el ser humano, fue lo que pasó con el pueblo
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hebreo, allá fue tipificado; por eso el pueblo hebreo


tipifica la Iglesia del Señor Jesucristo.
Ahora, encontramos que cuando Dios ordenó a
Moisés que enviara espías a la tierra de Canaán, para
que luego trajeran el reporte de cómo era la tierra,
fueron enviados de cada tribu una persona, un prínci-
pe; y cuando fueron a la tierra prometida, encontraron
que la tierra era maravillosa: fluía leche y miel (como
Dios les había dicho); cortaron un racimo de uvas y
lo trajeron en una vara, porque pesaba mucho; y eso
fue Josué y Caleb, los que trajeron ese racimo de
uvas, como muestra de que la tierra era buena: una
tierra que fluía leche y miel. También vieron gigantes
allá en la tierra.
Y luego cuando regresaron vinieron dando un
reporte en cuanto a la tierra; dijeron: “La tierra es
como Dios dijo, es una tierra buena, que fluye leche
y miel.” Y con la muestra del racimo de uvas... de
seguro las uvas eran gigantes también.
Ahora, el pueblo ve que la tierra es buena, pero
diez de los doce espías dijeron al pueblo: “La tierra sí
es buena (como también dijeron Josué y Caleb), pero
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hay un problema: No podremos entrar a ella y poseer


la tierra, porque hemos visto allá a sus moradores que
son gigantes, y nosotros parecemos langostas frente
a ellos.” Langostas son los saltamontes, esos que se
comen la vegetación. Así se comparaban aquellos
diez espías frente a los moradores de la tierra de
Canaán.
Y el pueblo, el cual estaba muy contento cuando
escucharon la noticia que la tierra era buena, cuando
escucharon que no podían ir porque estaba poseída
esa tierra por gigantes, entonces se decepcionaron, y
en vez de mantener su fe en alto se llenaron de
incredulidad; pero Josué y Caleb estaban allí presen-
tes.
El pueblo quería apedrear a Moisés y a Aarón,
¿por la noticia de que la tierra era buena? No, por la
noticia de que no podía poseer la tierra porque estaba
llena de moradores grandes, gigantes.
Pero, ¿saben quién es el Gigante de todos los
gigantes? Dios. ¿No dice que Él sale como gigante
para recorrer la Tierra? Ahora, si Dios fue el que hizo
la Tierra, pues Dios es más grande que la Tierra; si
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Dios hizo el Universo, Dios es más grande que el


Universo; por lo tanto, el único Gigante es Dios.
Ahora, encontramos que en esa situación en que se
encontraban, y el pueblo ya en una revolución contra
Moisés a causa de la información dada con un
propósito y sentido negativo... Porque se podía dar
esa misma información: “La tierra es buena, está
llena de frutos buenos, fluye leche y miel. Allí los
moradores que hemos visto son gigantes, pero Dios
ha dicho que nos va dar esa tierra; por lo tanto, Dios
es el Gigante de todos los gigantes, y los va a vencer;
por lo tanto, el milagro va ser más grande de lo que
nosotros pensamos.” Pero aquellos miedosos dijeron:
“No podemos.” Los que no podían eran ellos, porque
eran unos miedosos.
Ahora, Josué y Caleb, quizás no eran gigantes
físicamente, pero eran gigantes en la fe; y eso es lo
importante. Como David: David era pequeño física-
mente comparado con Goliat, ¿pero quién era más
grande de los dos? David. El grande era David, el
enano era Goliat; porque lo que cuenta delante de
Dios es la fe.
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Todas las promesas divinas usted las puede


recibir por medio de una sola cosa: la fe. Sin fe es
imposible agradar a Dios. Y si no agrada a Dios
¿cómo Dios le va a dar a usted algo, si usted no
agrada a Dios? Por lo tanto, se requiere la podero-
sa mano de la fe para tomar todas las promesas
divinas.
Pero aquellos diez espías que dieron la noticia con
una intención mala: de que el pueblo se levantara en
contra de Moisés, no tenían la mano poderosa de la
fe, ellos eran personas llenas de incredulidad; por lo
tanto, eran personas sin mano para tomar la promesa
de Dios.
Pero Josué y Caleb viendo la situación se levanta-
ron y dijeron a todo el pueblo que hicieran silencio,
que se callara toda persona y escuchara; y Josué y
Caleb dijeron: “¡Son nuestro pan! ¡La tierra Dios la
va a dar a nosotros! ¡Él lo ha prometido!” Y con esas
buenas noticias de Josué y Caleb... Vamos a leerlo
aquí: Capítulo 13, verso 26 en adelante, dice...
Vamos a ver, verso 23 en adelante, dice:
“Y llegaron hasta el arroyo de Escol, y de allí
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cortaron un sarmiento con un racimo de uvas, el cual


trajeron dos en un palo, y de las granadas y de los
higos.
Y se llamó aquel lugar el Valle de Escol, por el
racimo que cortaron de allí los hijos de Israel.”
Estamos leyendo en Números, capítulo 13, verso
23 en adelante. Ahora pasamos al verso 25:
“Y volvieron de reconocer la tierra al fin de
cuarenta días.”
Cuarenta días. Y luego, a causa de la incredulidad
de ellos, tuvieron que pasar cuarenta años (un año por
cada día) por el desierto, hasta que muriera toda
aquella generación de veinte años hacia arriba.
Y ese lapso de tiempo de cuarenta años del pueblo
hebreo por el desierto, tipifica el lapso de tiempo del
cristianismo, desde Cristo hasta nuestro tiempo.
“Y anduvieron y vinieron a Moisés y a Aarón, y a
toda la congregación de los hijos de Israel, en el
desierto de Parán, en Cades, y dieron la información
a ellos y a toda la congregación, y les mostraron el
fruto de la tierra.
Y les contaron, diciendo: Nosotros llegamos a la
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tierra a la cual nos enviaste, la que ciertamente fluye


leche y miel; y este es el fruto de ella.
Mas el pueblo que habita aquella tierra es fuerte,
y las ciudades muy grandes y fortificadas; y también
vimos allí a los hijos de Anac (Anac el gigante).
Amalec habita el Neguev, y el heteo, el jebuseo y
el amorreo habitan en el monte, y el cananeo habita
junto al mar, y a la ribera del Jordán.
Entonces Caleb hizo callar al pueblo delante de
Moisés, y dijo: Subamos luego, y tomemos posesión
de ella; porque más podremos nosotros que ellos.”
¿Ven? Caleb está hablando en forma positiva.
“Mas los varones que subieron con él, dijeron: No
podremos subir contra aquel pueblo, porque es más
fuerte que nosotros.
Y hablaron mal entre los hijos de Israel, de la
tierra que habían reconocido, diciendo: La tierra por
donde pasamos para reconocerla, es tierra que traga
a sus moradores; y todo el pueblo que vimos en
medio de ella son hombres de grande estatura.
También vimos allí gigantes, hijos de Anac, raza
de los gigantes, y éramos nosotros, a nuestro pare-
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cer, como langostas; y así les parecíamos a ellos.


Entonces toda la congregación gritó, y dio voces;
y el pueblo lloró aquella noche.
Y se quejaron contra Moisés y contra Aarón todos
los hijos de Israel; y les dijo toda la multitud: ¡Ojalá
muriéramos en la tierra de Egipto; o en este desierto
ojalá muriéramos!
¿Y por qué nos trae Jehová a esta tierra para caer
a espada, y que nuestras mujeres y nuestros niños
sean por presa? ¿No nos sería mejor volvernos a
Egipto? Y decían el uno al otro: Designemos un
capitán, y volvámonos a Egipto.
Entonces Moisés y Aarón se postraron sobre sus
rostros delante de toda la multitud de la congrega-
ción de los hijos de Israel.
Y Josué hijo de Nun y Caleb hijo de Jefone, que
eran de los que habían reconocido la tierra, rompie-
ron sus vestidos,
y hablaron a toda la congregación de los hijos de
Israel, diciendo: La tierra por donde pasamos para
reconocerla, es tierra en gran manera buena.
Si Jehová se agradare de nosotros, él nos llevará
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a esta tierra, y nos la entregará; tierra que fluye


leche y miel.
Por tanto, no seáis rebeldes contra Jehová, ni
temáis al pueblo de esta tierra; porque nosotros los
comeremos como pan; su amparo se ha apartado de
ellos, y con nosotros está Jehová; no los temáis.”
¿Ven las palabras de Josué y de Caleb? Palabras
positivas. No dejaron de reconocer que los habitantes
eran gigantes, pero dieron testimonio de que el Dios
que estaba con ellos, Jehová, el Dios de Abraham, es
más poderoso que todas aquellas naciones, y que
Dios les daría aquella tierra.
Ahora, Dios, por cuanto se rebelaron en contra de
Moisés y Aarón, y por consiguiente en contra de
Dios, Dios dijo en este mismo capítulo 14, verso 27.
Dice:
“¿Hasta cuándo oiré esta depravada multitud que
murmura contra mí, las querellas de los hijos de
Israel, que de mí se quejan?
Diles: Vivo yo, dice Jehová, que según habéis
hablado a mis oídos, así haré yo con vosotros.
En este desierto caerán vuestros cuerpos; todo el
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número de los que fueron contados de entre vosotros,


de veinte años arriba, los cuales han murmurado
contra mí.
Vosotros a la verdad no entraréis en la tierra, por
la cual alcé mi mano y juré que os haría habitar en
ella; exceptuando a Caleb hijo de Jefone, y a Josué
hijo de Nun.
Pero a vuestros niños, de los cuales dijisteis que
serían por presa, yo los introduciré, y ellos conoce-
rán la tierra que vosotros despreciasteis.
En cuanto a vosotros, vuestros cuerpos caerán en
este desierto.
Y vuestros hijos andarán pastoreando en el
desierto cuarenta años, y ellos llevarán vuestras
rebeldías, hasta que vuestros cuerpos sean consumi-
dos en el desierto.
Conforme al número de los días, de los cuarenta
días en que reconocisteis la tierra, llevaréis vuestras
iniquidades cuarenta años, un año por cada día; y
conoceréis mi castigo.”
Ahora, vean cómo los que no creyeron no pudie-
ron entrar a la tierra prometida, por cuanto no creye-
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ron; pero los que creyeron sí pudieron entrar a la


tierra prometida.
Y ahora, en el capítulo, o Salmo 95, también en el
verso 10 al 11 dice... Vamos a ver, verso 6 al 11,
dice:
“Venid, adoremos y postrémonos;
Arrodillémonos delante de Jehová nuestro Hace-
dor.
Porque él es nuestro Dios;
Nosotros el pueblo de su prado, y ovejas de su
mano.
Si oyereis hoy su voz,
No endurezcáis vuestro corazón, como en Meriba,
Como en el día de Masah en el desierto,
Donde me tentaron vuestros padres,
Me probaron, y vieron mis obras.
Cuarenta años estuve disgustado con la nación,
Y dije: Pueblo es que divaga de corazón,
Y no han conocido mis caminos.
Por tanto, juré en mi furor
Que no entrarían en mi reposo.”
Y ahora vean, está ahí citando lo que sucedió con
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el pueblo allá en el desierto.


Y ahora, en Hebreos, capítulo 3, verso 7, dice:
“Por lo cual, como dice el Espíritu Santo:
Si oyereis hoy su voz,
No endurezcáis vuestros corazones,
Como en la provocación, en el día de la
tentación en el desierto,
Donde me tentaron vuestros padres; me
probaron,
Y vieron mis obras cuarenta años.
A causa de lo cual me disgusté contra esa
generación,
Y dije: Siempre andan vagando en su corazón,
Y no han conocido mis caminos.
Por tanto, juré en mi ira:
No entrarán en mi reposo.
Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de
vosotros corazón malo de incredulidad para apartar-
se del Dios vivo.”
Ahora, vean ustedes, en el Nuevo Testamento
ahora el pueblo está llamado a escuchar la Voz de
Dios, la Voz de Cristo; y el que no escucha la Voz de
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Cristo llamándolo en este tiempo, el que endurece su


corazón, ¿qué le sucede? Le sucede lo mismo que le
sucedió a aquellos que no escucharon la Voz de Dios
y se rebelaron en contra de Dios: no pudieron entrar
al reposo, no pudieron entrar a la tierra prometida.
Ahora, veamos en el capítulo 4, también de
Hebreos, lo que corresponde al Nuevo Testamento
con relación a escuchar la Voz de Dios. Dice capítulo
4 de Hebreos, verso 1 en adelante, dice:
“Temamos, pues, no sea que permaneciendo aún
la promesa de entrar en su reposo, alguno de voso-
tros parezca no haberlo alcanzado.
Porque también a nosotros se nos ha anunciado la
buena nueva como a ellos; pero no les aprovechó el
oír la palabra, por no ir acompañada de fe en los que
la oyeron.
Pero los que hemos creído entramos en el reposo,
de la manera que dijo:
Por tanto, juré en mi ira,
No entrarán en mi reposo;
aunque las obras suyas estaban acabadas desde la
fundación del mundo.
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Porque en cierto lugar dijo así del séptimo día: Y


reposó Dios de todas sus obras en el séptimo día.
Y otra vez aquí: No entrarán en mi reposo.
Por lo tanto, puesto que falta que algunos entren
en él, y aquellos a quienes primero se les anunció la
buena nueva no entraron por causa de desobedien-
cia,
otra vez determina un día: Hoy, diciendo después
de tanto tiempo, por medio de David, como se dijo:
Si oyereis hoy su voz,
No endurezcáis vuestros corazones.
Porque si Josué les hubiera dado el reposo, no
hablaría después de otro día.
Por tanto, queda un reposo para el pueblo de
Dios.
Porque el que ha entrado en su reposo, también
ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas.
Procuremos, pues, entrar en aquel reposo, para
que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobe-
diencia.”
Y ahora, en el Nuevo Testamento hay un reposo
para los que vienen a Cristo y traen su carga a Cristo.
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Los que no entraron al reposo en el Antiguo


Testamento, del pueblo hebreo que iba por el desier-
to, fueron aquellos que por desobediencia e increduli-
dad no escucharon la Voz de Dios y no la creyeron.
Los que escucharon y creyeron como Josué y Caleb,
entraron a la tierra prometida donde reposó el pueblo,
ya no tenían que estar viajando más por el desierto.
Ahora, en el Nuevo Testamento entramos a
nuestro reposo, ¿cómo? Recibiendo a Cristo como
nuestro Salvador, lavando nuestros pecados en Su
Sangre (arrepentidos de nuestros pecados) y siendo
bautizados en agua en Su Nombre; y Cristo nos
bautiza con Espíritu Santo y Fuego.
Y ser bautizado con Espíritu Santo y Fuego es
recibir la promesa del Padre, que fue hecha para
todos los creyentes en Cristo; y por consiguiente eso
es entrar en el reposo. El alma nuestra entra en ese
reposo al recibir el Espíritu Santo, y entra, por consi-
guiente, al Reino de Cristo.
Cristo dijo: “El que no nazca del Agua y del
Espíritu, no puede entrar al Reino de Dios.” Pero el
que nace del Agua y del Espíritu, el que escucha la
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Palabra y la cree, y viene a los pies de Cristo y trae su


carga de pecado a Cristo, para que Cristo con Su
Sangre lo limpie de todo pecado y Cristo lo bautice
con Espíritu Santo y Fuego, esa persona ha entrado al
reposo de Cristo que Él prometió, cuando dijo:
“Venid a mí todos los trabajados y cargados, y yo os
haré descansar.”
Y así entramos en el reposo de Cristo, y por
consiguiente obtenemos el nuevo nacimiento y
obtenemos un cuerpo angelical de la sexta dimensión;
y así entramos a la tierra prometida de un nuevo
cuerpo espiritual, un cuerpo angelical, y entramos a
la tierra prometida de un nuevo Reino Espiritual.
Cristo nos saca del reino de las tinieblas, del
diablo, y nos coloca Cristo en Su Reino; así como
sacó al pueblo hebreo del reino del faraón, de aquel
reino de las tinieblas, y los llevó a la tierra prometida,
donde Dios estableció Su Reino con el pueblo hebreo.
Y ahora, cada persona tiene la oportunidad de
recibir este descanso para el alma, entrando al reposo,
que es Cristo, recibiendo a Cristo como su Salvador
personal, lavando sus pecados en la Sangre de Cristo
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y siendo bautizado en agua en el Nombre del Señor


Jesucristo; y Cristo bautiza así a la persona con
Espíritu Santo y Fuego, y la persona entra al reposo
de Dios, que es el Bautismo del Espíritu Santo; y así
el alma de la persona entra en el reposo de Dios.
Ya no es un día de la semana, no es el séptimo día
de la semana, sino que es Cristo nuestro Salvador. Y
Cristo entrando a nuestra alma en el Bautismo del
Espíritu Santo, nos da el descanso, el reposo, para
nuestra alma, y quita nuestra carga de pecado al
limpiarnos con Su Sangre preciosa.
Y ahora, veamos lo que nos dice Cristo luego de
resucitado, en San Lucas, capítulo 24, versos 46 al
48:
“...Y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario
que el Cristo padeciese y resucitase de los muertos al
tercer día;
y que se predicase en su nombre el arrepentimien-
to y el perdón de pecados en todas las naciones,
comenzando desde Jerusalén.
Y vosotros sois testigos de estas cosas.”
Y ahora, el arrepentimiento y el perdón de los
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pecados, por orden de Cristo, se predica en el Nom-


bre del Señor Jesucristo, para que toda persona se
arrepienta de sus pecados viniendo a Cristo y colo-
cando sus pecados en las manos de Cristo, para que
Cristo con Su Sangre nos limpie de todo pecado.
“Por sus llagas fuimos nosotros curados,” curados
espiritualmente y físicamente también; el castigo de
nuestra paz fue sobre Él. Para nosotros tener paz en
nuestra alma y tener reposo en nuestra alma, tuvo que
Cristo morir por nosotros; Él llevó nuestros pecados.
Por lo tanto, Él lleva los pecados de la persona que
viene a Él, a Cristo, trayendo su carga de pecados a
Cristo, para que Cristo la tome y con Su Sangre lo
limpie de todo pecado.
Y ahora, en San Marcos, capítulo 16, Cristo dice
luego de resucitado, verso 15 al 16:
“Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el
evangelio a toda criatura.
El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas
el que no creyere, será condenado.”
Los que no crean, se colocan en la misma posición
en que se colocaron aquellas personas del Antiguo
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Testamento, que no creyeron y desobedecieron a


Dios y se rebelaron en contra de Dios. Pero los que
creen se colocan en la posición de Josué y Caleb, los
cuales luego entraron a la tierra prometida, entraron
al descanso que Dios les había prometido.
Y ahora, los que creen se colocan en la posición de
Josué y Caleb para entrar al descanso que Cristo ha
prometido, a ese reposo; por lo tanto, estas son las
personas que creen y son bautizadas en agua en el
Nombre del Señor Jesucristo.
Los que no creen, pues no reciben a Cristo como
su Salvador, y por consiguiente tampoco son bautiza-
dos en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. El
Profeta Joel dijo que todo aquel que invocare el
Nombre del Señor será salvo.
Ahora, veamos, San Pedro hablando el Día de
Pentecostés dice [Hechos]:
“Porque éstos no están ebrios (capítulo 2, verso
15 en adelante)...
Porque éstos no están ebrios, como vosotros
suponéis, puesto que es la hora tercera del día.
Mas esto es lo dicho por el profeta Joel:
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Y en los postreros días, dice Dios,


Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne,
Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán;
Vuestros jóvenes verán visiones,
Y vuestros ancianos soñarán sueños;
Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis
siervas en aquellos días
Derramaré de mi Espíritu, y profetizarán.
Y daré prodigios arriba en el cielo,
Y señales abajo en la tierra,
Sangre y fuego y vapor de humo;
El sol se convertirá en tinieblas,
Y la luna en sangre,
Antes que venga el día del Señor,
Grande y manifiesto;
Y todo aquel que invocare el nombre del
Señor, será salvo.”
Toda persona que recibe a Cristo como su Salva-
dor y trae su carga de pecados a Cristo, para que
Cristo la tome y con Su Sangre la quite, esa persona
ha invocado el Nombre del Señor, pidiéndole a Cristo
que lo salve. Como dijo Pedro cuando estaba en el
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mar embravecido, caminando sobre el mar, y luego se


hundió; porque primero tuvo fe, y luego cuando su fe
falló, cuando luego que tuvo fe, luego al ver las olas
le vino incredulidad, entonces se estaba hundiendo y
gritó, clamó a Cristo: “Señor, sálvame que perezco.”
Cristo le dice: “Hombre de poca fe, ¿por qué dudas-
te?”
¿Ven? La fe lo hizo caminar sobre las aguas, luego
la duda hizo que se hundiera en las aguas, pero la
mano del Señor fue extendida y lo salvó.
Y todo ser humano que viene a vivir en este
planeta Tierra se encuentra como Pedro en las aguas
embravecidas; y pueblos, naciones y lenguas son
aguas donde están los seres humanos, son aguas
embravecidas. Vean, huelgas por todas las naciones,
guerras y rumores de guerras por todas las naciones.
¿Cómo están las aguas, las naciones? Embravecidas;
y ahí están personas como Pedro, que están hundién-
dose, pero claman a Cristo y Cristo extiende Su mano
y los levanta, los salva.
Y ahora, éstas son las personas que vienen a Cristo
trayendo su carga a Cristo, su carga de pecados, para
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que Cristo los perdone y los limpie con Su Sangre


preciosa; y así los coloque en el reposo, que es el
Bautismo del Espíritu Santo.
Pedro el Día de Pentecostés, en el capítulo 2, verso
34 en adelante, dice [Hechos]:
“Porque David no subió a los cielos; pero él
mismo dice:
Dijo el Señor a mi Señor:
Siéntate a mi diestra,
Hasta que ponga a tus enemigos por estrado
de tus pies.
Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel,
que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios
le ha hecho Señor y Cristo.
Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron
a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos,
¿qué haremos?
Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno
de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón
de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu
Santo.”
Vean, los que arrepentidos de sus pecados piden
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perdón a Cristo y vienen a los pies de Cristo trayendo


su carga de pecados a Cristo: Cristo los perdona, son
bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo
y Cristo los bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y
entran en el reposo de Dios, entran en el descanso de
Dios: “Hallaréis descanso para vuestras almas.” Esa
es la forma en que el ser humano puede hallar des-
canso para su alma.
Y recuerden que el ser humano no es lo que todos
vemos y miramos como ser humano. Lo que nosotros
vemos es solamente el cuerpo de la persona, pero el
ser humano es alma viviente; y la persona como alma
viviente (que es lo más importante que hay en la
persona, y que es en realidad lo que es la persona)
tiene un cuerpo físico de carne; eso es una casa
terrenal en la cual vive él como alma viviente; y
también tiene otra casa, la cual es una casa espiritual,
la cual es llamada el espíritu de la persona; esa casa
espiritual es un cuerpo, pero de otra dimensión.
Cuando la persona muere, lo que muere es sola-
mente la casa terrenal, el cuerpo físico, pero la casa
espiritual, que es el espíritu de la persona, sigue
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viviendo; por lo tanto el alma de la persona sigue


viviendo en ese cuerpo espiritual, y va a vivir a la
dimensión que le corresponde.
Si es una persona como aquellos que no escucha-
ron la Voz de Dios y se rebelaron en contra de Dios
allá en el desierto, van a vivir a la quinta dimensión,
que es el infierno, donde fue el hombre rico de la
parábola que Cristo dio cuando habló del hombre rico
y de Lázaro el mendigo.
Pero si es un creyente en Cristo, la persona ha
entrado en el reposo de Dios y su alma está reposan-
do en Cristo, porque ha recibido el Espíritu de Cristo,
que es el reposo, el descanso para la persona, y esa
persona ha recibido un cuerpo angelical teofánico de
la sexta dimensión.
Por consiguiente, si muere su cuerpo físico, no
tiene ningún problema, la persona sigue viviendo en
el cuerpo espiritual, cuerpo angelical, un cuerpo
como el cuerpo de los ángeles, un cuerpo como el
cuerpo espiritual de Jesucristo, llamado en el Antiguo
Testamento el Ángel de Jehová; y la persona sigue
viviendo en ese cuerpo espiritual parecido a nuestro
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cuerpo, pero joven y eterno, y va a vivir a la sexta


dimensión, que es el Paraíso; y permanece allí vivien-
do en esa sexta dimensión, que es otro mundo, en
donde hay árboles, donde hay lagos de agua, ríos
también, y donde hay animales, donde hay peces,
donde hay aves, y donde hay millones de personas
que murieron en edades pasadas pero que fueron
creyentes en Jesucristo nuestro Salvador.
O sea, que la persona va al lugar donde está San
Pedro y los apóstoles y los ángeles mensajeros con
los creyentes de la edad en que ellos vivieron. Y allí
se vive sin los afanes que vivimos acá en esta Tierra,
allí se está descansando de los trabajos terrenales; las
personas allí ni trabajan ni duermen ni comen, ni
tienen prisa allí tampoco; no viven una vida de prisa
como aquí vivimos en estos cuerpos terrenales; y allí
no se cansan ellos de estar allá; ellos allí tienen sus
actividades y también escuchan cuando se predica la
Palabra de Dios en y de la edad que esté vigente en
cada ocasión.
Ahora, toda persona quiere ir a ese lugar, porque
toda persona desea la salvación de su alma. Ninguna
32 WILLIAM SOTO SANTIAGO

persona quiere ir al infierno, donde fue el hombre


rico, y no quiere ir al lago de fuego donde será
destruida toda persona en cuerpo, espíritu y alma, y
donde será destruido el diablo y los ángeles que con
él se rebelaron en contra de Dios; toda persona quiere
ir con Cristo al Reino de Cristo para vivir por toda la
eternidad.
Por lo tanto, toda persona entonces, está llamada
a traer su carga, ¿a quién? A Cristo. Él es el único
que puede tomar la carga de pecado de cada persona
y quitársela a la persona y limpiar a la persona con Su
Sangre preciosa de todo pecado; y la persona entra en
el reposo de Cristo; Cristo lo bautiza con Espíritu
Santo y Fuego, y la persona tiene reposo en su alma;
ya no tiene el problema y la incertidumbre de: “Si
muero ¿a dónde voy a ir?” Pues la persona ya, por
cuanto entró en el reposo del Señor, dice: “Si muero,
pues voy al Cielo, al Paraíso, donde están allá los
apóstoles y todos los creyentes de las diferentes
edades.” Y puede decir como decía San Pablo: “Para
mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia.” [Fili-
penses 1:21]. O sea, que no le tiene miedo a la
TRAE TU CARGA A JESUCRISTO 33

muerte.
Pero el que no ha entrado en el reposo del Señor
vive una vida con la preocupación de a dónde ha de
ir cuando terminen sus días aquí en la Tierra: “Cuan-
do muera ¿a dónde voy a ir?” Pero cuando ya la
persona ha traído su carga a Jesucristo y Cristo ha
quitado su carga de pecado, y ha entrado la persona
en el reposo de Cristo, que es el Bautismo del Espíri-
tu Santo, la persona vive feliz aquí en la Tierra,
sabiendo que tiene su futuro bien asegurado con
Cristo.
El único que le puede asegurar a usted el futuro
suyo para vivir eternamente, es Jesucristo nuestro
Salvador; Él es el único que tiene el Seguro de la
Vida Eterna.
“El que oye mi palabra, y cree al que me envió,
tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha
pasado de muerte a vida.”
Por lo tanto, toda persona necesita traer su carga al
Señor Jesucristo. “Venid a mí todos los que estáis
trabajados y cargados, y yo os haré descansar,” dijo
nuestro amado Señor Jesucristo.
34 WILLIAM SOTO SANTIAGO

¿Cuántos han traído su carga a Cristo? [Nota - La


congregación responde: “¡Amén!”] Por lo tanto, Él
nos ha hecho descansar, estamos descansando en y
con Jesucristo nuestro Salvador, y tenemos vida
eterna; viviremos con Cristo en Su Reino físico, por
el Milenio y por toda la eternidad; y ya estamos en el
Reino de Cristo en la esfera espiritual; porque el
Reino de Cristo está en esa etapa espiritual, pero va
ser materializado y va estar en la etapa física, tangi-
ble, durante el Reino Milenial.
Por lo tanto, para poder estar en el glorioso Reino
Milenial de Cristo, tenemos que primero estar en el
Reino de Cristo en la forma espiritual en que está; y
la Iglesia del Señor Jesucristo es el Reino de Cristo
en su estado espiritual. Por lo tanto, cada persona
nacida de nuevo, ha nacido en la Iglesia del Señor
Jesucristo, ha nacido en el Reino Espiritual de nues-
tro amado Señor Jesucristo, y tiene descanso en su
alma, halló descanso para su alma.
Y ahora, ¿dónde están los que todavía no han
hallado descanso para su alma porque no han recibido
a Cristo como su Salvador, no han traído sus cargas
TRAE TU CARGA A JESUCRISTO 35

a Cristo? Todos los que todavía no han traído sus


cargas a Cristo para hallar descanso para su alma,
pueden levantar sus manos en esta noche, y el Rvdo.
Miguel Bermúdez Marín estará orando por ustedes
para que Cristo tome su carga de pecado y con Su
Sangre borre todos esos pecados, lo limpie de todo
pecado a usted, y usted sea bautizado en agua en el
Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo lo bautice con
Espíritu Santo y Fuego; y así usted entre al reposo de
nuestro amado Señor Jesucristo, y su alma tenga
descanso y reposo; descanso y reposo espiritual.
“TRAE TU CARGA A JESUCRISTO.”
Ese es el llamado, el mismo llamado que hizo
Cristo, nuestro Salvador: “Venid a mí todos los que
estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.”
Ese es el descanso, el reposo, que Cristo tiene para
usted cuando viene a Él: el Bautismo del Espíritu
Santo; así entra usted en el reposo del Señor Jesucris-
to, y así su alma descansa, reposa en Cristo. Y Él es
nuestro Sábado.
El sábado, que era el día de descanso, tipifica a
Cristo, que es el descanso para nuestra alma. Como el
36 WILLIAM SOTO SANTIAGO

sábado era el descanso para el cuerpo, Cristo es


nuestro Sábado: el descanso para nuestra alma.
POR LO TANTO, TRAE TU CARGA A JESU-
CRISTO Y EL TE HARÁ DESCANSAR, TE DARÁ
DESCANSO PARA TU ALMA.
Dejo al Rvdo. Miguel Bermúdez Marín, para orar
por todas las personas que traerán su carga a Cristo
en esta ocasión. También los que se hayan apartado
de Cristo pueden regresar a Cristo, trayendo su carga
a Cristo, su carga de pecados, y Cristo lo hará descan-
sar.
Ha sido para mí un privilegio grande estar con
ustedes en esta noche, dándoles testimonio de nuestro
tema: “TRAE TU CARGA A JESUCRISTO.”
Que Dios les continúe bendiciendo a todos y les
guarde, y les mantenga Cristo en Su reposo. En el
Nombre del Señor Jesucristo. Amén y amén.
Muchas gracias por vuestra amable atención, y
continúen pasando una noche llena de las bendiciones
de Jesucristo nuestro Salvador.
Ya tenemos al Rvdo. Miguel Bermúdez Marín
aquí, para orar por todos los que levantarán sus
TRAE TU CARGA A JESUCRISTO 37

manos para traer su carga a Cristo, para hallar des-


canso para su alma.
Con nosotros el Rvdo. Miguel Bermúdez Marín
nuevamente.
Que Dios les bendiga y les guarde a todos.
“TRAE TU CARGA A JESUCRISTO.”

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