Como el analista, la histérica sólo tiene un inconsciente para consistir. Es el punto común entre los dos discursos. Pero la diferencia entre la histérica y el analista, "la histérica y yo, escribe Lacan", es que el inconsciente de la histérica está sostenido por el amor por su padre, mientras que, después de un análisis, el significante amo revela su lazo, no al padre, sino al modo de goce determinado por el objeto. Es decir, en la histeria, el simbólico engloba las dos otras dimensiones, lo que se produce también en un análisis que exige una histerización. Pero, para que un análisis desemboque en el discurso analítico como tal, es necesario que el simbólico pierda ese privilegio, que el anudamiento entre las tres dimensiones sea restaurado, que el imaginario y lo real ya no estén incluidos en "la práctica del psicoanálisis mismo". En resumen, allí donde la histérica no puede hacer sin el sentido, sin poner el inconsciente en posición de la verdad a la cual se sacrifica, el psicoanálisis, paradójicamente, se opone, mostrando que el sentido es siempre un modo de goce, que el real no responde a la ley del padre y que el inconsciente no difiere del consciente.
Como el analista, la histérica sólo tiene un inconsciente para consistir. Es el punto común entre los dos discursos. Pero la diferencia entre la histérica y el analista, "la histérica y yo, escribe Lacan", es que el inconsciente de la histérica está sostenido por el amor por su padre, mientras que, después de un análisis, el significante amo revela su lazo, no al padre, sino al modo de goce determinado por el objeto. Es decir, en la histeria, el simbólico engloba las dos otras dimensiones, lo que se produce también en un análisis que exige una histerización. Pero, para que un análisis desemboque en el discurso analítico como tal, es necesario que el simbólico pierda ese privilegio, que el anudamiento entre las tres dimensiones sea restaurado, que el imaginario y lo real ya no estén incluidos en "la práctica del psicoanálisis mismo". En resumen, allí donde la histérica no puede hacer sin el sentido, sin poner el inconsciente en posición de la verdad a la cual se sacrifica, el psicoanálisis, paradójicamente, se opone, mostrando que el sentido es siempre un modo de goce, que el real no responde a la ley del padre y que el inconsciente no difiere del consciente.
Como el analista, la histérica sólo tiene un inconsciente para consistir. Es el punto común entre los dos discursos. Pero la diferencia entre la histérica y el analista, "la histérica y yo, escribe Lacan", es que el inconsciente de la histérica está sostenido por el amor por su padre, mientras que, después de un análisis, el significante amo revela su lazo, no al padre, sino al modo de goce determinado por el objeto. Es decir, en la histeria, el simbólico engloba las dos otras dimensiones, lo que se produce también en un análisis que exige una histerización. Pero, para que un análisis desemboque en el discurso analítico como tal, es necesario que el simbólico pierda ese privilegio, que el anudamiento entre las tres dimensiones sea restaurado, que el imaginario y lo real ya no estén incluidos en "la práctica del psicoanálisis mismo". En resumen, allí donde la histérica no puede hacer sin el sentido, sin poner el inconsciente en posición de la verdad a la cual se sacrifica, el psicoanálisis, paradójicamente, se opone, mostrando que el sentido es siempre un modo de goce, que el real no responde a la ley del padre y que el inconsciente no difiere del consciente.
El intento de situar el estatuto de la histeria en la modernidad
exige un recorrido por los fundamentos del campo
psicoanaltico instaurado por Sigmund Freud, y el lugar esencial, para la clnica, que l le atribuy a los casos de histeria, cuestin que lleva a Jacques Lacan a elevarla a la categora de discurso y de ah a formularla en estrecha relacin con el discurso psicoanaltico. Entonces, est muerta la histrica? La histrica, por la cual Freud encontr la va de la cura analtica a travs de la talking cure, est muerta. El DSM la hizo desaparecer de sus categoras psiquitricas. En virtud del nominalismo, hoy no existen ms las histricas. No obstante, como lo indicaba un reciente artculo de la prensa americana recogido en el Courrier International, despus del atentado del 11 de septiembre y de los rumores sobre los envos terroristas del virus del carbn, gente joven, sobre todo mujeres, teen agers de colegios secundarios americanos, padecieron de pruritos y manchas rojas en la piel cuya causa biolgica no pudo ponerse en evidencia. La histrica, tema rechazado por la poltica dominante de la salud mental, vuelve as bajo la forma de epidemias masivas, (tambin se pueden clasificar en las epidemias de este tipo a algunos desrdenes de la alimentacin que estn de moda). Manifiesta as ms que nunca, por esta forma epidmica, el papel fundamental de la identificacin que define -como lo muestra Freud- su modo esencial de funcionamiento. Que se trate de sntomas corporales, slo muestra un poco ms la localizacin propia en la histeria del retorno de lo rechazado. Entonces, lejos de haber muerto, la histeria est aun ms viva. La dimensin de la poltica, que siempre la acompa, est presente ms que nunca: del reto singular a la mentira de la moralidad burguesa pas, gracias al rechazo del cual es el objeto, al efecto de verdad planetario. Aqu responde a la locura consumista por el adelgazamiento loco que impone un deseo de delgadez; all, cosquillea la preocupacin de
seguridad sanitaria desarrolladas.
generalizada
en
las
sociedades
En qu se convirti el campo psicoanaltico abierto por
Freud? Las ltimas Jornadas de la Escuela de la Causa -donde se vio a los psicoanalistas poner a prueba en pblico la disciplina del caso-, evidenciaron un blanco: esta categora del diagnstico diferencial, esencial a la clnica de las neurosis, parece retroceder, al menos en las formulaciones explcitas. Decadencia de la histeria? Esto se manifiesta bastante poco aun en la comunidad de trabajo de la orientacin lacaniana, pero ya es dominante en la clnica analtica de la IPA, donde parece obsoleta. Sin embargo, la referencia a la histeria sigui siendo capital para Lacan, aun en su ltima enseanza. Por qu? En primer lugar, la mayora de los seminarios de Lacan, al igual que los Escritos, dan a los casos de histeria de Freud y, naturalmente, a Dora o a la bella carnicera, un lugar esencial en la clnica hasta llegar a la produccin del matema del fantasma histrico. Despus del cambio de direccin operado por la lgica de la sexuacin y la clnica borromeana, la histrica sigue enseando a Lacan sobre el psicoanlisis. El primer elemento determinante es la elevacin de la histeria a la categora de discurso. Se sabe que Lacan modeliza cuatro, incluido el discurso histrico, el cual tiene una estrecha relacin con el discurso analtico. Esta modificacin de la categora clnica al discurso es desplegada por Lacan en el Seminario 17, El reverso del psicoanlisis, seminario que reformula los datos del malestar en la civilizacin a la luz de la actualidad de los aos 70 y del avance de su enseanza. Reinterpreta la relacin de Freud con la histeria al reformular lo que supo extraer de saber para el psicoanlisis: la herida que la histrica experimenta por la privacin flica no puede ser compensada con la satisfaccin que el portador (del falo) obtendra por aliviarla. Al contrario, es atizada por su presencia bajo la forma del lamento que causa esta herida. A partir de all se concibe que la histrica simbolice la
insatisfaccin primordial. A este respecto es el portavoz de
una solucin radical hace la eleccin del deseo con la insatisfaccin y escandalosa objeta el principio de la felicidad en el falo, prefiriendo dejarle el objeto a otra. En eso, por supuesto, contribuye al refuerzo de lo que denuncia, al revelar as lo que es para ella una verdad: en los seres hablantes el juego del deseo est basado en la exclusin flica. Las histricas ensearon al psicoanlisis que todo discurso slo se sostiene por una posicin de goce, manifestndolo en la transferencia. La palabra en tanto que lazo es dispositivo de goce, tal es la verdad que la histeria descubri a la investigacin psicoanaltica. El discurso histrico est ordenado por un goce especfico, el de la falta. Freud extrajo los significantes amos de la teora edpica para el psicoanlisis, al mismo tiempo que la pregunta sobre la cual se quiebra su avance: qu quiere una mujer? La respuesta de la histrica a esta pregunta es: "un amo sobre quien reinar", como Dora lo manifest. Pero, lo que quiere es lo que desea? Freud fue engaado sobre este desfasaje. Cierto, ella quiere un amo y busca un padre ideal, pero lo que desea es develar la impotencia para as hacer triunfar -es decir, poner en posicin de verdad- el saber sobre la impotencia del amo-padre. La histrica revela la impotencia del significante amo, su semblante, y al mismo tiempo encarna el goce femenino como goce de ser privada por la madre, por la Otra mujer. Tales son los dos ltimos puntos puestos en evidencia por la clnica de las histricas, hombres o mujeres biolgicamente hablantes. Sobre estos dos puntos precisamente Freud, como lo indica Lacan, no sigue a "estas bocas de oro". Deja de escucharlas para poner en el lugar de su palabra el mito de Edipo con la potencia de la funcin paterna -no es exactamente lo que ellas dicen- y, lo que es francamente opuesto, el mito de Totem y Tab. La orientacin lacaniana de manera radical, a partir de los aos 70 no retrocede, al contrario, ante el escndalo del
discurso histrico que prefiere al mito freudiano del Padre. El
ms all del Edipo, tanto en la lgica de la sexuacin como en la clnica borromea del sntoma, toma la palabra de la histrica segn el principio interpretativo del " no te lo hago decir". Seguir la lgica del modo de goce histrico implica el sacrificio del sueo de la felicidad por el falo y de la universalidad del sentido paternal. Esto tiene tres consecuencias. La primera es una renovacin de la definicin de la histeria. El 16 de junio de 1971 en el Seminario De un discurso que no sera del semblante, Lacan deca: "A la pregunta sobre qu es la histrica? la respuesta del discurso del analista es: "Ya vern; lo vern precisamente si la siguen donde ella nos conduce." Ella conduce a definir el falo como semblante y a acercar lo imposible de la relacin sexual. La segunda, clnica, permite retomar la histeria a partir del concepto de discurso y as superar el punto de tope freudiano de las curas sobre la envidia del pene, que no es ms que el sentido otorgado por Freud al deseo insatisfecho por el sentido flico. Ya que la histrica tambin es capaz de hacer lo que Lacan nombra el " todo hombre, es decir, por la imaginacin". No necesita pues, un anlisis para eso. Del tratamiento analtico no espera este falo, del que se concibe como castrada desde el principio, por la razn de que ella goza. No; lo que resulta del tratamiento analtico para ella, es dejar la enunciacin "toda mujer" que le es ms querida que cualquier partenaire y que debe diferenciarse de "todas las mujeres", para llegar a advenir como una mujer, es decir, para retomar los trminos de Lacan en la sesin del 9 de junio de 1971, a utilizar el "no ms de uno de su ser para todas las variaciones situacionales". Este es un acervo fundamental que modifica el principio de la direccin de los anlisis. La tercera consecuencia es pues esta nueva luz sobre la posicin femenina, indicada en negativo por la histrica, que por hacer de hombre, no se ubica, sin embargo, en la protesta viril. La palabra histrica es de rebelin; sirvi de apoyo a la revolucin feminista, pero ms ampliamente es rebelin contra la ley del intercambio simblico. A este respecto ella
puede considerarse como un modelo. Todo discurso que se
ordena en torno a una tentativa de reducir lo imposible de la relacin sexual a significantes amos puede suscitar la respuesta de la histrica que intenta hacer valer su ser fundndolo fuera de la ley, igualarse ella misma a un signo del lmite del lenguaje. El 19 de mayo de 1971, Lacan muestra que si la relacin sexual es segn su expresin "estatizada", es decir, en cuanto se intenta contenerla en significantes amos -lo que tiene como efecto revelar la estructura de ficcin de la verdad-, surge una enunciacin que pone de relieve la "deficiencia marcada por una determinada promocin hasta en cierta medida arbitraria y ficticia de la relacin sexual". La histrica intenta hacerse ella misma como sujeto, la carta de denuncia de esta estatizacin. Durante mucho tiempo escribi esta carta con su cuerpo en una dimensin de teatralizacin que, desde siempre, ha afectado los espritus. En esta misma leccin, Lacan aade " las histricas son las que, sobre lo que es la relacin sexual, dicen la verdad. Se ve mal cmo se hubiera podido abrir la va del psicoanlisis si no las hubiramos tenido". Pero la llegada del discurso analtico, al fundar esta verdad por un saber, el del inconsciente, las hizo renunciar a este teatro por cuya presencia ocupaban la escena dejada vaca de la relacin sexual. Por eso hoy que la no relacin sexual no choca ya a nadie, las histricas que estn a la moda no tienen recursos para educar al amo. Se consagran ms bien a las imgenes. Esta demostracin de Lacan permite cernir e incluso anticipar las nuevas modalidades polticas que puede revestir el discurso histrico, como modelo de respuesta a toda forma de estatizacin, a toda aparicin de nuevos significantes amos. Como el analista, la histrica slo tiene un inconsciente para consistir. Es el punto comn entre los dos discursos. Pero la diferencia entre la histrica y el analista, "la histrica y yo, escribe Lacan", es que el inconsciente de la histrica est sostenido por el amor por su padre, mientras que, despus de un anlisis, el significante amo revela su lazo, no al padre, sino al modo de goce determinado por el objeto. Es decir, en la histeria, el simblico engloba las dos otras dimensiones, lo
que se produce tambin en un anlisis que exige una
histerizacin. Pero, para que un anlisis desemboque en el discurso analtico como tal, es necesario que el simblico pierda ese privilegio, que el anudamiento entre las tres dimensiones sea restaurado, que el imaginario y lo real ya no estn incluidos en "la prctica del psicoanlisis mismo". En resumen, all donde la histrica no puede hacer sin el sentido, sin poner el inconsciente en posicin de la verdad a la cual se sacrifica, el psicoanlisis, paradjicamente, se opone, mostrando que el sentido es siempre un modo de goce, que el real no responde a la ley del padre y que el inconsciente no difiere del consciente. Muerta, la histrica? Ciertamente, no. Se puso a tono con la modernidad y despliega una nueva poltica que no consiste ya en apoyar la relacin sexual. Pero slo tiene, como partenaire a su medida, al analista, quien, porque no es un amo, escapa a su designio. As puede revelar el valor de sntoma, es decir, de protesta de un deseo irreducible al discurso de la ciencia sobre el sexo.