A los filósofos necesitará
hacerse como el niño pequeño. Dice Platón
La filosofía es el esfuerzo de sumergirnos en
lo real en que ya estamos, para arrancar
con rigor a su realidad aunque no sean sino
algunas pobres esquirlas de su intrínseca
inteligibilidad.
No pretendo pedantería alguna al
citar a Zubiri, tan sólo deseo congratularme
con mis hermanos que terminan sus
trabajos filosóficos.
El parágrafo con el que he
comenzado, es una definición difícil de roer,
sin embargo, expone mucho de lo que la
filosofía ha sido para el hombre desde que
éste atravesó, entre ascuas, brumas y
misterio, el umbral de la reflexión.
Y así como esta, existen muchos otros
intentos de definir la palabra filosofía, sin
embargo, sólo sabremos que es el amor a la
sabiduría cuando seamos realmente
filósofos.
¿Y cuándo sucederá esto? Sucederá
cuando necesitemos cada vez menos de los
libros, y entonces comencemos a escribir el
nuestro propio. Este llevará por título: “La
Sabiduría de la Vida”.
La filosofía, más que ninguna otra
ciencia, necesita ser vivida. Cuando pasen
los años y sean ustedes viajeros del
continente filosófico, más avanzados y más
viejos, sus vivencias filosóficas serán más
abundantes, y entonces podrán ustedes
tener una idea cada vez más clara, una
definición o concepto cada vez más claro y
propio de la filosofía.
Ustedes, más que yo, tienen frescas
las actitudes que son indispensables para
abordar y hacer filosofía. Así que lo
siguiente les será tan sólo un repaso de sus
principios:
1. Es absolutamente indispensable que el
aspirante a filósofo lleve a su estado una
disposición infantil. El que quiera ser filósofo
puerilizarse, infantilizarse,
que la primera virtud del filósofo es
admirarse. Admirarse, sentir esa divina
inquietud, que hace que donde otros pasan
tranquilos, sin vislumbrar siquiera que hay
un escollo, el que tiene una disposición
filosófica está siempre inquieto e
intranquilo, percibiendo en la más mínima
cosa problemas, arcanos, misterios,
incógnitas, que los demás no ven. Aquel
para quien todo resulta muy natural, para
quien todo resulta muy fácil de entender,
para quien todo resulta muy obvio, ese no
podrá nunca ser filósofo.
2. La filosofía exige un espíritu de rigor en el
pensamiento, una exigencia de rigor y de
exactitud. Esta exigencia ha de llevarnos a
eliminar lo más posible de nuestras
consideraciones las cómodas pero
perfectamente inútiles tradiciones de la
sabiduría popular. Algo así como la
desmitificación platónica (¿creen que
realmente Platón creía en eso del “mito de
la caverna”? ¡Qué va!, era tan sólo una
forma de abordar la teoría del “Topos
Uranus”), o la epoché fenomenológica.
3. La filosofía deberá ser una tienda de
encuentro, donde el diálogo con la realidad
se hace imprescindible en tanto que se hace
presencia en la inteligencia humana.
4. Este dialogar profundamente con la
realidad, ha de vivirse como si dependiera
de nosotros enamorar a la verdad y
convencerla de quedarse a vivir para
siempre en nuestras vidas. Evitemos por
ende, todo coqueteo con nuestra realidad,
entendiendo ésta como el más puro
subjetivismo castrante de trascendencia.
5. Hacer filosofía es reflexionar con, en y
desde lo que otros filósofos han pensado
¿dónde hemos oído esto?..., bueno, lo
anterior, además de partir de sólidas bases,
nos hace humildes ante la historia.
6. No nos olvidemos también de la humildad
de la razón, e. d., presentarnos ante la
realidad con un corazón razonable y una
razón sentiente; no olvidando que la última
verdad de la razón es que allende ella
misma, existe una Verdad que exige una fe
humilde y despierta.

En fin, pudiéramos seguir hablando de

filosofía, sin embargo, dejemos esto para los
estudiosos. Mi razón tan sólo ha sido felicitar
a los “terceros”, por el esfuerzo emprendido
en el arte de pensar.

¡Muchas felicidades!
Juan Agustín Hoil Ucán
2º de Teología.