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Intelectuales, peronismo y universidad
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Intelectuales, peronismo y universidad

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La historia intelectual de nuestra Patria está cargada de silenciosos que gritan y de olvidos que ofenden. Auscultar los primeros y redimir los segundos son objetivos de Intelectuales, peronismo y universidad, profunda indagación del itinerario de los múltiples desencuentros de generaciones de intelectuales con nuestro pueblo, y fundamentalmente, de recuperación del legado de voces ejemplares del nacionalismo popular que salieron un 17 de octubre a conquistar el futuro.
Investigador incansable, la ciencia histórica de los argentinos le otorga a Recalde el puntual en que se apoyan los grandes cambios: los lentos y sigilosos avances de la conciencia nacional que emergen en tumultuosos desplazamientos de los pueblos con destino de grandeza. Punto de partida de movimientos telúricos que cierran etapas oscuras para abrir radiantes caminos a la esperanza.
Provenimos de la larga marcha de más de 400 años sin descansos ni fatigas de quienes supieron leer, entender y cifrar las lecciones del subsuelo de la Patria ¡Qué no se detenga el reloj de la historia que los trabajadores argentinos están pariendo el porvenir!
LanguageEspañol
Release dateSep 10, 2021
ISBN9789874465528
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    Intelectuales, peronismo y universidad - Aritz Recalde

    Sobre este libro

    Este libro está dedicado a los intelectuales del Pensamiento Nacional que dieron su vida por una causa: la Liberación de la Patria argentina e iberoamericana. Con su acción desinteresada y austera, conformaron una obra fundamental y legaron un modelo de vida para las generaciones de sudamericanos que trabajan por la emancipación de sus países y de sus pueblos.

    Índice

    Sobre este libro

    Agradecimientos

    Introducción

    La estructura del libro

    Surge Antropología del 3er Mundo

    Los intelectuales y la política (1968-1973)

    El nombre de la revista: Antropología, Tercer Mundo y Ciencias Sociales

    Se debe construir una nueva cultura

    La Universidad: contexto de inscripción de Antropología del 3er Mundo

    Política, imperialismo y Tercer Mundo

    Roberto Carri: la Teoría de la Dependencia y el Imperialismo

    Perón y la geopolítica. La situación argentina

    La geopolítica de la década de 1960 según Juan Domingo Perón Tres sistemas sociales: Tercer Mundo, capitalismo liberal y comunismo

    Críticas al desarrollismo y al marxismo

    A 3er M y el desarrollismo

    A 3er M y el marxismo

    Modelos para pensar la política y la cultura nacional

    La cultura popular según Justino O’Farrell

    Roberto Carri y la sociología nacional

    Enrique Pecoraro y la sociología nacional

    Pablo Franco y la sociología

    Guillermo Gutiérrez: la Universidad y el pensamiento nacional

    Justino O’Farrell: producción de teoría, sujeto social y política

    Gunnar Olsson y el pensamiento nacional

    Guillermo Gutiérrez: cultura popular y cultura ilustrada

    Amelia Podetti: ciencia, política y dependencia en el Tercer Mundo

    Aportes a los estudios históricos argentinos

    A 3er M y la historia

    El Revisionismo histórico

    Jauretche y las políticas de la historia

    Los intelectuales frente a la década de 1970

    Guillermo Gutiérrez: el peronismo desde la base

    Roberto Carri y la violencia política

    La autocrítica de los intelectuales

    Los miembros de Antropología 3er. mundo y la universidad de 1973

    Miembros de A 3er M que ocuparon lugares en la UBA durante 1973-1974

    La Universidad de 1973: una experiencia reformista

    La Universidad nacionalista y popular

    Enseñanza

    Conclusiones

    Política, ciencia y Tercer Mundo

    Revisión crítica de la historia de la UBA

    El sujeto de la revolución

    Ciencias Sociales y antiimperialismo

    Los estudios culturales

    El revisionismo histórico

    Anexo

    Nómina de miembros de Antropología 3er. Mundo

    Publicaciones e intelectuales en A 3er M que no fueron parte central de la experiencia

    © Punto de Encuentro 2021

    Av. de Mayo 1110

    (1085) Ciudad Autónoma de Buenos Aires

    (54-11) 4304-1637

    Buenos Aires, Argentina

    Diseño de interior y tapa: Cutral servicios editoriales

    Corrección: Licia Lopez de Casenave

    Conversión a eBook: Daniel Maldonado

    Queda hecho el depósito que establece la Ley 11.723

    Libro de edición argentina.

    No se permite la reproducción total o parcial, el almacenamiento, el alquiler, transmisión o la transformación de este libro, en cualquier forma o por cualquier medio, sea electrónico o mecánico, mediante fotocopias, digitalización u otros métodos, sin el permiso previo y escrito de la editorial. Fecha de catalogación: Mayo de 2018

    Aritz Recalde

    Intelectuales, Peronismo y Universidad

    Agradecimientos

    A Iciar Recalde, que corrigió el texto en sus distintas versiones. A la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP y a Florencia Saintout, con los cuales formulé la investigación.

    A Ernesto Villanueva, Juan Godoy, Roberto Grabois, Alejandro Pandra y Ana Jaramillo, quienes aportaron sus puntos de vista.

    Este libro está dedicado a los intelectuales del Pensamiento Nacional que dieron su vida por una causa: la Liberación de la Patria argentina e iberoamericana. Con su acción desinteresada y austera, conformaron una obra fundamental y legaron un modelo de vida para las generaciones de sudamericanos que trabajan por la emancipación de sus países y de sus pueblos.

    Introducción

    Dice Hegel en su Filosofía de la historia, que en América hasta los pájaros son inferiores. Opinión fácilmente refutable pero explicable en un europeo. Nuestros Sarmientos y Alberdis iban más allá. Pensaban que no solo eran inferiores las aves sino los hombres.

    Salvador Ferla

    Tan grave, pues, resulta cerrarse totalmente a las ideas y experiencias producidas en otras partes del mundo, como rendirse ante ellas colonialmente.

    Norberto Galasso

    Intelectuales, peronismo y Universidad es una versión modificada de mi tesis doctoral.1 No fueron muchas las reformas efectuadas al trabajo original, por el hecho de que escribí la obra pensando en difundirla entre los lectores no especializados en la materia. Triste hubiese sido que la investigación que me llevó varios años de arduo trabajo, no tenga otro destino que la lectura de reducidos cenáculos de la academia. Buena parte de las tesis de maestría y de doctorado del país se inician en un individuo que investiga y transcurren y mueren en un debate entre el investigador, su tutor y la computadora en la cual se escriben.

    La Universidad, en muchos casos, es responsable del infecundo desencuentro de generaciones de intelectuales con su país y con su pueblo. La actividad intelectual pierde su sentido más allá de mejorar el salario de quien obtiene un título y de engordar el burocrático CV de los directores de tesis. La ciencia se burocratiza y se organiza como una carrera de mero rejunte de certificados.

    Si dicha inexpresiva forma de producir conocimiento solo significara tirar horas de trabajo y derrochar presupuesto público, no sería tan grave. El problema fundamental es que la actividad científica se vuelve inútil y se profundiza nuestra condición cultural y tecnológica dependiente. Sin soberanía cultural, científica y tecnológica, la economía será satelizada por las potencias extranjeras y por las multinacionales. A un Estado débil en el plano económico, le corresponderá una situación semicolonial en los ámbitos políticos. La dependencia cultural propia de nuestros intelectuales, favoreció la conformación de una dirigencia política neocolonial, carente de conciencia nacional y falta de sentido trascendente.

    Desde el origen de la producción de la investigación, nos planteamos un objetivo político fundamental que fue el de recuperar la producción académica y cultural de un conjunto de intelectuales ubicados en el universo del nacionalismo popular. El saber sin un objetivo político predeterminado es abstracción académica y narcicismo pequeño burgués. La ciencia sin una finalidad nacional, conducirá a la frustración individual y a la apatía social o contribuirá por acción u omisión, a reforzar el neocolonialismo reinante en Iberoamérica. Las nuevas generaciones de universitarios y de hombres de cultura deben elegir entre escribir para su país y su pueblo o, meramente, para sí mismos o su cuenta bancaria. La primera elección implica dotar de un sentido trascendente a la labor intelectual y ello conlleva un rencuentro con el ser nacional, que es el origen y la finalidad de la actividad cultural y científica de un país que busca su definitiva independencia. Como estableció Juan Perón, los movimientos de masas triunfan por el sentido heroico de la vida, que es lo único que salva a los pueblos (1974: 19).

    La labor intelectual es una acción consciente, metódica y racional, a la vez que pasional y emocional. No hay ciencia sin lucha por el poder y, tal como sostiene Juan José Hernández Arregui, es innegable que toda individualidad histórica encarna fuerzas sociales. El científico, el académico o el artista por más autónomos que se consideren, no escapan a su tiempo y a su contexto histórico. La lucha de fuerzas sociales no se detiene y las clases, Estados, pueblos y naciones se organizan permanentemente para el enfrentamiento. En la división geopolítica mundial actual, la verdad nacional de Iberoamérica es la negación del andamiaje económico, cultural y político imperialista. Los intelectuales no esquivan esta ley de hierro de la disputa incesante del poder, más allá de la conciencia que tengan de estar formando parte de ella.

    Varios de los pensadores del nacionalismo popular con los cuales trabajamos en el presente libro, fueron perseguidos y silenciados por el golpe de Estado iniciado en el año 1955. Para derrocar a Juan Perón y a la revolución, la dictadura realizó un pacto con el capital transnacional, la oligarquía y con un grupo de civiles católicos, de izquierda, radicales y conservadores. Como parte del pago por su apoyo al sangriento golpe que incluyó el bombardeo de Buenos Aires en el mes de junio de 1955, los católicos colocaron al Ministro de Educación de La Nación. A los socialistas y a la UCR les fue otorgado el manejo de la Universidad y desde allí, iniciaron una persecución sobre todos los miembros que adquirieron sus cargos en la democracia abierta en febrero del año 1946. Luego de 1955, fueron expulsados de sus cátedras prestigiosos docentes como Carlos Cossio, Arturo Sampay, Juan José Hernández Arregui, José Enrique Miguens o Hernán Benítez. En su lugar, ingresaron los nuevos funcionarios y docentes que manejaron por años la institución. Estos grupos escribieron la historia oficial de la Universidad argentina, que plantea la existencia de una Universidad de oro (1955-1966) y otra oscurantista (1946-1955). Tal cual demostraremos a lo largo de estas páginas, ese relato es más lo que esconde y tergiversa, que lo que efectivamente describe e interpreta.

    En el universo de las Ciencias Sociales, las autoridades universitarias de 1955 se consideraban forjadoras y refundadoras de la cultura y en consecuencia, se abocaron a ocultar y a desconocer la inmensa producción académica y científica anterior. Por fuera de sus ideas y de sus prácticas, no habría nada más que lo que ellos consideraron como oscuros e infecundos nacionalistas de derecha. Durante las décadas de 1950-1960, fueron escasos los estudios analíticos que pudieron construir una historia intelectual argentina por fuera de las tendenciosas anteojeras del academicismo golpista, financiado desde el Estado con la contrarrevolución Libertadora. Los libros Imperialismo y Cultura y La formación de la Conciencia Nacional, de Juan José Hernández Arregui, son dos de las escasas excepciones que dieron cuenta en profundidad de las producciones intelectuales argentinas del período.

    Apoyados por la represión de las diversas dictaduras, los guardiantes del orden posperonista silenciaron a los intelectuales del nacionalismo popular, que desarrollaron su labor en los márgenes de las universidades públicas y de los medios de comunicación de masas. Las opiniones, producciones e ideologías de los interventores de la dictadura de 1955 y de sus seguidores, se organizaron como el único relato. El manejo institucional les permitió masificar su discurso y transmitirlo de generación en generación, forjando un falso sentido común acerca del devenir de la historia intelectual y científica argentina.

    Este libro se propone contribuir a cerrar un ciclo de ocultamiento, recuperando aspectos de la trascendente producción del nacionalismo popular argentino. En tal sentido, aborda como objeto de estudio los ámbitos académicos propios de las Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA). El recorte temporal se circusncribe a las décadas de 1960-1970, período caracterizado por diversos cambios políticos en Argentina, Latinoamérica y buena parte del mundo. Tal cual creemos haber demostrado a lo largo de la investigación, el nacionalismo popular tuvo intelectuales que aportaron conceptos, perspectivas originales y una obra documental profunda y diversa, que contiene herramientas fundamentales para comprender el pasado, el presente y el futuro de nuestras sociedades. Estas producciones consolidaron una generación intelectual que conformó rasgos propios, dotando al país de las bases para una perspectiva científica, tecnológica y cultural nacional.

    Buena parte de estos aportes quedaron inconclusos por la asunción de las diversas dictaduras y, en particular, por la sangrienta asonada militar del año 1976. A partir del 24 de marzo, el imperialismo, los militares, la oligarquía y sus acompañantes civiles, se propusieron destruir la economía industrial para volver al esquema agroexportador previo al año 1943. En el terreno político y social, el proyecto de 1976 fue la respuesta al 17 de octubre de 1945 y la dictadura propugnó un Estado sin participación de los trabajadores y con una terrible desigualdad en el ingreso y en el reparto de la riqueza. En el plano cultural, Argentina sería una nueva colonia de Estados Unidos y Europa, ya no produciría tecnología y sus intelectuales se tornarían dóciles reproductores del neocolonialismo mundial. El lugar del pueblo en la política sería ocupado por los tecnócratas y por los medios de comunicación de masas. Las ideologías debían ser abandonadas para ingresar a un supuesto Primer Mundo, ya sin conflictos de clases o debates sobre imperialismos. Terminada la era de la política y de las luchas de liberación nacional con la derrota del Tercer Mundo y de sus pueblos, no hacían falta intelectuales: los periodistas, artistas y operadores de la prensa oligopólica, fueron los encargados de remachar el fin de la historia y la extinción de las ideologías.

    Con la derrota de los nacionalismos de Iberoamérica y el Tercer Mundo, Estados Unidos y Europa iniciaban una dictadura de vocación universal. El imperio estadounidense alcanzó un inusitado poder mundial e influyó en el ordenamiento internacional en los ámbitos de la justicia, la economía, la política, la cultura y la guerra. En ese contexto, Iberoamérica parecía condenada a profundizar su condición dependiente, arrastrando a la tragedia social a sus pueblos.

    La historia ya conocía situaciones similares y en otras épocas, Iberoamérica fue sojuzgada económica, cultural y militarmente por españoles, ingleses o franceses. El tumultuoso devenir histórico demostró que no hay imperialismo que pueda derrotar eternamente a las organizaciones libres del pueblo y que la lucha por el derecho a la autodeterminación nacional no se detiene. La ocupación del imperio español no pudo terminar con la resistencia de los pueblos originarios y allí asomaron Túpac Catari y, en la actualidad, Evo Morales que refundó el Estado Plurinacional de Bolivia dando protagonismo a las naciones previas al colonialismo. Las acciones libertarias de Simón Bolívar o las luchas de Ezequiel Zamora, parieron a Hugo Chávez Frías y a la nueva República Bolivariana de Venezuela. La agresión del colonialismo francés e inglés en el Río de La Plata fue resistida por Juan Manuel de Rosas y esa idea de soberanía y antiimperialismo fue la matriz del peronismo histórico, recuperado por Néstor Kirchner desde el año 2003 en Argentina. En la historia de la liberación nacional ninguna lucha se pierde, solo se tranforma y lo que ayer fue acción patriótica hoy es conciencia nacional, popular y antiimperialista.

    En el terreno intelectual, como en el político, el siglo XXI se inició con el abandono paulatino de los mitos neoliberales de libertad, primer mundo, fin de la historia, igualdad, libre comercio y república. Hoy, Iberoamérica lucha por su segunda y definitiva independencia política, económica, social y cultural. Poco a poco, el apoderamiento espiritual efectuado por el extranjero, va dando lugar a la recuperación de una conciencia histórica, base de la conciencia nacional independiente. Nuestro pueblo recobró, en palabras de José María Rosa: La conciencia de su valor y con esta el espíritu ancestral de la argentinidad, y ya no puede conducírselo con espejuelos de brillo foráneo.

    La estructura del libro

    En la investigación tomamos como fuente documental primaria la Revista Antropología 3er Mundo (de acá en más, A 3er M). La publicación interviene en los debates intelectuales universitarios que transcurren entre la aparición del primer número de noviembre de 1968 y el último, de febrero-marzo de 1973.

    A 3er M surgió como consecuencia de la iniciativa de un grupo de docentes y de profesionales que, en su mayoría, pertenecían a la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Varios de ellos habían accedido a sus cargos tras la intervención de la institución efectuada por el golpe militar del año 1966. El director de la A 3er M fue el antropólogo Guillermo Gutiérrez y los secretarios de Redacción de los números 1 al 3, Cristina Merediz y Ricardo Álvarez.2 El perfil de sus miembros y colaboradores fue universitario y de clase media, aunque también aparecieron algunas notas de sacerdotes, sindicalistas y militantes políticos externos a la academia.

    El libro recupera los principales conceptos de los autores, expuestos con la finalidad de interpretar el funcionamiento de la sociedad. Con este objetivo, se reconstruyen los contextos históricos de aparición de cada texto, sin los cuales perderían buena parte de su coherencia y de su sentido originario.

    Organizamos la investigación en siete capítulos. El primero refiere al funcionamiento de los ámbitos académicos en los cuales los miembros de la revista trabajan y debaten. Se reconstruye aquí la experiencia de las denominadas Cátedras Nacionales mencionando sus vinculaciones y sus puntos de vista acerca de la situación política y social del país. Como demostraremos más adelante, Gonzalo Cárdenas postuló una renovada interpretación del funcionamiento de las casas de altos estudios durante el peronismo. En varios casos, la lectura de Cárdenas y de A 3er M interpelan críticamente varias de las interpretaciones actuales de la historia de la Universidad argentina, como es el caso de los trabajos de Silvia Sigal o Beatriz Sarlo. El capítulo segundo, Política, imperialismo y Tercer Mundo, examina los aportes conceptuales del sociólogo Roberto Carri, tendientes a definir el funcionamiento de los contextos de poder de la época. En este y otros apartados postulamos cómo Carri insiste en la necesidad de conformar una teoría del imperialismo que favorezca la interpretación para la acción política en los Estados oprimidos por las potencias capitalistas y comunistas. La revista, con diversos matices entre sus miembros, está atravesada por esta perspectiva teórica y política nacionalista y antiimperialista. Se incluye en este capítulo, además, un comentario a un documento de Perón que publicó la revista por considerarlo expresivo de las visiones de la geopolítica que aparecen en A 3er M. El tercer capítulo analiza los debates de A 3er M, acaecidos en torno a las producciones académicas, políticas y periodísticas del desarrollismo y del marxismo. Roberto Carri es el crítico más arduo del desarrollismo. Comentamos aquí la opinión de Fernando Álvarez sobre la relación del desarrollismo y la ciencia. La revista hace una referencia directa al modelo de desarrollo de Brasil que consideramos importante recuperar. Asimismo, se examinan las opiniones y las categorías analíticas del marxismo que fueron elaboradas por Conrado Eggers Lan, Roberto Wilner y Alcira Argumedo. El capítulo cuarto, Modelos para pensar la política y la cultura nacional, incluye las propuestas propositivas de los autores que van conformando una agenda renovada para las ciencias sociales. En particular, se introducen conceptos para interpretar la sociología, la cultura, la política y la historia. Justino O’Farrell y Guillermo Gutiérrez trabajan el concepto de cultura popular. Roberto Carri, Enrique Pecoraro y Pablo Franco definen algunos lineamientos para lo que consideran debe ser una nueva sociología de cuño nacional. Gutiérrez, O’Farrell y Gunnar Olsson, delimitan los alcances de la categoría Pensamiento Nacional. Presentamos, además, los análisis de Amelia Podetti sobre la antropología, el marxismo y acerca de Hobbes y la ciencia moderna. Buena parte de estas iniciativas van a inducir muchos de los cambios institucionales de la UBA en el año 1973 que desarrollamos en el capítulo VII. El capítulo quinto está centrado en el debate sobre la historia reciente. La revista analizó la historia argentina desde una perspectiva crítica de la tradición liberal. En varios casos, hay una referencia explícita a la corriente ideológica del revisionismo histórico. Aplicando categorías del marxismo de Antonio Gramsci, Fernando Álvarez realizó un estudio del peronismo como bloque histórico. En paralelo, Juan Pablo Franco detalló los alcances de la gestión del peronismo en el gobierno que, como veremos más adelante, aporta mucha información e impulsa claves de lectura sumamente importantes para la época. Se analiza aquí la interpretación de Eduardo Jozami sobre las Constituciones argentinas y, en particular, su punto de vista sobre la Carta Magna del año 1949. Se considera, además, el tipo de recuperación que hace la revista de las figuras de Artigas, Sarmiento, Juan Manuel de Rosas y de la experiencia de la Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina (FORJA). El capítulo seis, Los intelectuales frente a los años setenta, describe la relación entre los miembros de A 3er M y el contexto político previo al regreso de Perón al país en su tercera presidencia. Tal cual señalaremos, se hace cada vez más evidente en la línea editorial de la revista, la perspectiva de la izquierda peronista. En particular, analizamos la evolución del pensamiento de Guillermo Gutiérrez, quien elabora un análisis del peronismo desde una perspectiva clasista y a partir del surgimiento masivo de una juventud politizada y radicalizada. A partir de la opinión de Roberto Carri, se describe el abordaje que efectúa la revista sobre el tema de la violencia política y militar durante el período que transcurre entre 1955 y 1973. Aquí aparecen definidas las nociones de guerra o de guerra popular prolongada. Finalmente, este capítulo reconstruye la autocrítica de los intelectuales que deriva en la clausura de la revista y en un pasaje hacia otras formas de acción política, características de la evolución ideológica y política de A 3er M. El capítulo séptimo, reconstruye el proyecto de gestión de la UBA del año 1973, por el hecho de que varios de los miembros de A 3er M participan activamente del mismo. En la etapa se impulsan reformas de planes de estudios, aperturas de centros de investigación y acciones de cooperación que dejan evidenciada una cercanía ideológica con la agenda de cuestiones introducida en la revista.


    1. La tesis fue dirigida por Florencia Saintout y formó parte del Doctorado en Comunicación de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP. El título original es Ciencias Sociales, Universidad y política en las décadas de 1960-1970: la Revista Antropología 3er. Mundo. La defensa se efectuó en diciembre de 2014.

    2. A partir del número 4 se incluyó a Adriana Fava como secretaria. En el 5, a Susana Pitkin. A partir del 7, desaparece la secretaría de la revista.

    Surge Antropología del 3er Mundo

    Los intelectuales y la política (1968-1973)

    Para definir intelectual vamos a recuperar los aportes de Juan José Hernández Arregui. El autor analizó el comportamiento y los roles históricos de los intelectuales y los artistas en Imperialismo y Cultura, volumen publicado en el año 1957.

    Separamos las categorías intelectual y artista por el hecho de que el primero se caracteriza por intervenir en las discusiones de ideas y de sentido de una sociedad. Por el contrario, el artista puede producir obras como pinturas, novelas, canciones o diseños de ropa, sin ser necesariamente un intelectual. En el intelectual, a diferencia del artista, existe un mandato político que lo involucra en la discusión de la organización del poder social de una época determinada. Lo dicho no significa que los artistas no puedan ser intelectuales, sino que queremos destacar que es la decisión de intervenir en los debates sobre las formas de organización social y política lo que define su especificidad. En este marco, su obra puede ser uno de sus recursos políticos pero no es el único. Un artista se logra comprometer en tanto intelectual, por el hecho de que puede opinar y participar en el debate público, sin necesariamente inscribir su obra en la tarea de cambio o reforma social. Es en este sentido que José Luis de Diego se refirió a la relación entre intelectual, arte y política y aseveró que un escritor no necesariamente es un intelectual, un intelectual no necesariamente es un político, un político no necesariamente es un revolucionario (de Diego, 2001: 25).

    Hernández Arregui elaboró su concepto de intelectual a través de la articulación de categorías del marxismo, del psicoanálisis, la sociología y la filosofía. Para comprender cabalmente sus funciones en la sociedad argentina analizó sus prácticas a largo de la historia. Aplicando nociones del marxismo, destacó que los intelectuales y los artistas no integran una clase social diferenciable sino que provienen, generalmente, de la pequeña burguesía o clase media. Entre las funciones económicas destacadas de la clase media está la de administrar el sistema productivo de la burguesía (1957: 274). En este aspecto, Hernández Arregui coincide con la opinión de Antonio Gramsci, que entiende que los intelectuales en el capitalismo desarrollan tareas centrales en el campo científico y de la organización técnica e industrial. Los intelectuales son los organizadores y funcionarios del sistema productivo y ocupan lugares estratégicos en todo el tejido social (2009: 15-16; 2001: 15, 90).

    Hernández Arregui mencionó que la relación política de la clase media con las burguesías y con los trabajadores fue variable e inestable, ya que oscila indecisa entre el conservadurismo político y un reformismo de base ética. Si alguna vez aparece como radical en política, esta actitud individualista no dura más que los ciclos de perturbación económica que la provocan (1957: 274). Entre los causantes de su oscilación política, el autor destacó las desigualdades de composición de clase y de estratos sociales que varían en un espectro de: Pequeños industriales-comerciantes, profesionales, maestros, empleados. Además, mencionó que existe una diversidad ideológica considerable entre sus miembros. Ambas cuestiones inducen a un: Individualismo y en cierta resistencia a la solidaridad social organizada, aún en aquellos sectores como los empleados, tan cercanos en cuanto a su status económico del obrero (1957: 271). A lo largo de la historia, la clase media en su conjunto no apoyó a los sectores dominantes, aunque destacó que en situaciones de crisis de sistema, supo jugar un rol conservador tendiente a mantener: La ventaja social conquistada a la sombra del orden consagrado (1957: 27-28).

    Aplicando nociones de psicología,3 Hernández Arregui mencionó que el intelectual y el artista encarnan en su obra su personalidad creativa que actúa en base a deseos individuales y tendencias irracionales. Consideró que el planteo de Sigmund Freud fue complementado por Eric Fromm, quien suponía que la neurosis moderna, aparte de la predisposición constitucional, está condicionada por determinaciones sociales. La angustia es un producto social bajo forma individual (1957: 63-64). El autor vinculó el punto de vista de Marx con el de Freud y planteó en Imperialismo y Cultura que la personalidad y la predisposición constitucional del intelectual y del artista, se inscriben en un mundo económico, social, cultural e ideológico que induce prácticas y que moldea al individuo. Los intelectuales y los hombres de la cultura actúan en muchos casos, sobrevalorando sus condiciones individuales. Entre los críticos y los teóricos de la cultura se suele reiterar esa opinión, que para Hernández Arregui no le otorga suficiente importancia al contexto social de surgimiento, conformación y legitimación de las prácticas culturales e intelectuales. En este sentido, aseveró que los intelectuales y los artistas están insertos en una sociedad cambiante, conflictiva y movilizada que los conduce a un estado de crisis emocional donde la competencia económica, el miedo al fracaso, las humillaciones de un mundo organizado sobre jerarquías utilitarias, son factores desencadenantes del desequilibrio. El autor destacó que estos estados anímicos son condicionados por situaciones sociales y el ‘narcisismo’ del artista responde, en parte a su peculiar estructura psíquica, pero más que nada a las cualidades que le asigna la sociedad –rareza, distinción, originalidad– restos subsistentes de la vieja creencia mágica en el poder demoníaco de la inteligencia (1957: 64). La psicología le permitió comprender dos aspectos importantes del comportamiento de intelectuales y artistas:

    – Buscan un reconocimiento individual que se legitima en su propia actividad y en su ámbito particular de actuación.

    – Proceden reproduciendo acciones racionales, pero, además, actos irracionales y afectivos. Hernández Arregui estableció que lo inconsciente es, pues, impulso creador (…) lo inconsciente desfigura la realidad y la recrea con elementos complejos y extraños (…) lo inconsciente no se exterioriza sin la percepción sensorial que lo agita y el proceso intelectivo que fija sus materiales y los transporta al plano objetivo de las formas que pertenecen a la Cultura y no al individuo, aunque este pueda periódicamente renovarlas (1957: 174-175).

    Recuperando nociones de la Sociología, Hernández Arregui mencionó que el intelectual y el artista actúan en círculos o en ámbitos institucionales conformados en el contexto de la división social del trabajo.4 Estos círculos distribuyen premios, otorgan legitimidades y generan exclusiones, omisiones y castigos a los miembros de una actividad intelectual o artística determinada. En el caso de la literatura, mencionó que los círculos literarios son conductas colectivas; imponen las modas literarias o las resisten. En tal sentido poseen el rasgo típico de los grupos sociales organizados: la coacción (1957: 69). Para el caso del artista, sostiene que busca el reconocimiento de su obra por la fijación centralizada de su yo y protagoniza el complejo de Narciso conceptualizado como un deseo continuo de brillar. El autor insiste en la idea de que para alcanzar dicha legitimación individual, el artista necesita el apoyo social. Este lo otorgan los círculos que manejan las opiniones de los críticos, organizan los medios de propaganda como diarios y revistas, y articulan un público consumidor. La actividad del círculo le impone al individuo, intelectual o artista, una coacción social e ideológica considerable. Los círculos distribuyen poder dentro de un ámbito o una actividad, como puede ser la literatura, el periodismo o la pintura. Además, Hernández Arregui sostiene que se vinculan con los poderes de una sociedad estructurada económicamente: Círculos son órganos de control de la sociedad dividida en clases (1957: 69). Considera, por consiguiente, que la autonomía política del intelectual y del artista es relativa y, en muchos casos, la consideró inexistente.

    La vinculación de los intelectuales a los círculos los lleva a reproducir ideologías para ser aceptados y reconocidos y los conduce, consciente o inconscientemente, a ubicarse con posicionamientos históricos y políticos de clase y de partido. El punto de vista de Hernández Arregui sobre el poder político disciplinador de los círculos y de su contexto de inscripción, permite comprender, por ejemplo, la expulsión del escritor Ernesto Sábato de la Asociación Cultural Argentina para la Defensa y Superación de Mayo (ASCUA)5 luego de publicar en 1956, El otro rostro del peronismo. Carta abierta a Mario Amadeo. En dicha carta realizó una autocrítica del accionar de los intelectuales y de los dirigentes partidarios de izquierda que enfrentaron a Perón y al peronismo. Pese a que denominó al presidente depuesto como demagogo, sostuvo que la masa lo siguió con justificada ansia de justicia y de reconocimiento, frente a una sociedad egoísta y fría, que siempre los había tenido olvidados. Sábato consideró las interpretaciones peyorativas sobre la masa peronista como parte de una ideología que reprodujo un molde de una razón y de una justicia abstracta. Dicha visión carecía de objetividad y motorizó interpretaciones erróneas de la historia del país, que fue presentada como una lucha entre civilización y barbarie. Resultante de la confusión, los dirigentes e intelectuales creyeron en la existencia de un proletariado platónico, que se encuentra en los libros de Marx, y un proletariado grosero, impuro y mal educado que desfilaba en alpargatas tocando el bombo (Sarlo, 2007: documentos CD). Los círculos ejercían censura sobre los escritores que no acompañaban su posición política y Sábato fue una muestra de que luego de 1955 cualquier juicio que no apoyara a la dictadura, iba a ser silenciado.

    A partir de esta hipótesis de interpretación, Hernández Arregui reconstruyó la historia de los ámbitos de formación y de debate de los intelectuales (prensa, círculos literarios, partidos políticos, sindicatos, universidad). En términos históricos, entiende que a partir de la generación de 1900, el intelectual se hace profesional (1957: 78). La generación anterior –expresada en Domingo F. Sarmiento, Bartolomé Mitre, Eduardo Wilde o José Hernández– no había sido específicamente literaria, sino que su tarea fue política y su arte un instrumento de acción militante. A partir de la generación de 1900 se acentúa el aislamiento del intelectual y del artista, que enarbola posturas cada vez más individualistas. Como corolario de este proceso, sectores de intelectuales y de artistas desarrollan su tarea suponiendo que existe un distanciamiento de las luchas de poder político de la época.

    En múltiples pasajes de su libro, Hernández Arregui apuntó su crítica a la revista Sur, fundada en 1931 que había negado toda militancia política. Pero no hay literatura separada de la política. Por el contrario, sostiene que esa generación cumplió la tarea de moldear en su propio descreimiento a un sector de la inteligencia argentina. ¿De qué descreía Sur? Hernández Arregui responde que de la capacidad cultural y política de los argentinos para elaborar un arte, una literatura y un sistema político propio, diferenciado del europeo. Sur propugnó un arte puro supuestamente despolitizado, sobrestimando las influencias extranjeras –principalmente europeas–, y con un considerable desdén frente a lo autóctono. En su lugar, impulsó un modelo de cultura elitista que definió reglas y formas de entender la literatura y la actividad intelectual, consolidando un espíritu de cuerpo que unificó a sus miembros contra toda tendencia o grupo que tienda a desplazarlos de la función social asignada (1957: 157). La función social asignada los estrechó con la oligarquía terrateniente y con los proyectos políticos y sociales de los monopolios extranjeros. Hernández Arregui mencionó "en dos oportunidades la clase terrateniente ha sufrido retrocesos políticos: en 1916 y en 1943. Y dos veces, en 1930 y en 1955 ha recuperado el poder mediante golpes militares" (1957: 234). Indicó que, además de Sur, otro sector importante de la clase media apoyó las dictaduras de 1930 y 1955, lo cual favoreció su acceso a cargos en los ámbitos del control de la economía y de las instituciones de la cultura. Sur expresó en un documento público del período su plena confianza en el gobierno de la Revolución Libertadora. Entendemos que los hombres de este gobierno prosiguen juiciosamente en la paz la obra iniciada con las armas en septiembre de 1955 (1957: 238). El autor sostiene que este fervoroso apoyo tuvo como corolario que los militares les entregasen6 las instituciones de divulgación de la cultura: Tal política se cumple desde los suplementos literarios, revistas, radios, las cátedras secundarias y universitarias (1957: 165).

    Hernández Arregui se preguntó acerca de las causas del apoyo de los sectores medios a las dictaduras. Tal cual mencionamos, en su análisis incluyó variables psicológicas, de clase y de formaciones ideológicas. Además, consideró que los intelectuales, los artistas y la clase media en general, forman parte de operaciones políticas e ideológicas permanentes que son ejecutadas por las clases dominantes. En su punto de vista, la opinión pública es una de las caras del poder social. La estabilidad misma depende de ella (1957: 270). Los sectores medios formaban parte de la disputa política y las clases dominantes organizaban las instituciones culturales públicas y de la sociedad civil con la finalidad de moldear un tipo de intelectual al servicio de sus intereses. Sobre la particularidad del sector sostuvo que la propaganda del imperialismo apunta particularmente a aquellas clases sociales que temen al cambio. La clase media es uno de los objetivos centrales (1957: 271). Las clases medias de donde provienen los intelectuales y los artistas replicaban las costumbres y los valores de la burguesía, adquiridos en las instituciones educativas y culturales. En situaciones de conflicto social, las clases dominantes movilizaban esos valores y utilizaban la técnica de la exaltación de la moral, insistiendo en la supuesta necesidad de restaurar los cimientos del orden amenazado. Esa operación era eficaz ya que apelaba a la masa irracional de los prejuicios adquiridos por educación y al descontento, siempre larvado de esta clase. El individualismo de la clase media le genera un temor a ser desplazada y le agudiza sus temores de descender en la escala social (1957: 273-274). Una de las manifestaciones de esa inestabilidad anímica la conduce a compararse a disgusto con la clase obrera y según el autor, "es el proceso psicológico que Freud ha sintetizado más o menos así con relación al antisemitismo: ¿No será que el cristiano persigue en el judío al judío que lleva adentro? (1957: 276).

    Pese a este diagnóstico, aclaró que históricamente diversos sectores de intelectuales y grupos de clase media se acercaban paulatinamente a las luchas de los trabajadores. En buena medida, este acercamiento será el eje de los debates de las décadas de 1960 y 1970 que interesan a esta investigación. Sintetizando el punto de vista de Hernández Arregui, todo análisis de la labor intelectual deberá atender a:

    – El componente de clase social.

    – La dimensión psicológica de todo acto creador.

    – La conformación sociológica de los ámbitos de producción.

    – La acción de las clases dominantes, tanto internas como externas, que luchan por ganar el sentido y la práctica de los intelectuales.

    – La realidad y la articulación histórica concreta.

    El nombre de la revista: Antropología, Tercer Mundo y Ciencias Sociales

    Desde el primer número publicado el 1 de noviembre de 1968, A 3er M propone debatir los vínculos entre el conocimiento académico y el contexto político y social ya que:

    En principio, la contraposición realidad humana –saber sobre esa realidad, apunta a un estado actual, a una circunstancia de ese saber, y no su imposibilidad. (…) Si existe, entonces, la contraposición realidad humana– saber, esto es un problema actual, pero superable. Es posible –en nuestra concepción– construir un conocimiento sobre el hombre que sea no solo una experiencia basada en el hacer individuo y de la clase, sino que también un conocimiento objetivo (N° 1, s/n).

    Esta problemática, iniciada en el primer número será uno de los ejes de la reflexión de toda la revista que intentó articular los ámbitos de producción del conocimiento, con la realidad humana. En este punto, reconoce que la producción de teoría social debe ser consistente en el plano metodológico, promoviendo la formulación de conocimiento objetivo, ya que solo allí puede construirse un conocimiento que englobe la totalidad de la experiencia humana con los requisitos de la ciencia: racionalidad, objetividad (N° 1, s/n). Es en esta misma línea, que hasta el número 6 se subtituló como Revista de Ciencias Sociales. El énfasis puesto en la necesidad de comprender y producir conocimiento científico para transformar el contexto histórico es un elemento de identificación resaltado recurrentemente por los autores. Entre los objetivos de la publicación se anuncia La aspiración es aportar todo lo posible para la construcción de ese saber y esa sociedad (N° 1, s/n).

    En opinión de los miembros de A 3er M, buena parte de las producciones académicas de la época carecían de una perspectiva de análisis objetivo que diera cuenta de la complejidad de las situaciones. Consideraban que la comprensión de la realidad estaba parcializada por la excesiva compartimentación de las ciencias sociales. Es a partir de aquí, que en un intento de analizar globalmente los procesos históricos, surgió el nombre de la publicación. La denominación de Antropología, a diferencia de Ciencias Sociales o Sociología nos pareció más totalizador, que gravita más (N° 1, s/n).

    Sobre el punto de partida de la transformación de la realidad, las preguntas efectuadas recurrentemente en las décadas mencionadas fueron las siguientes: ¿qué actor era el depositario de la potencialidad transformadora?, ¿cómo debía organizarse?, ¿en qué expresiones políticas existente se manifestaba?, ¿hacia qué sistema social tenía que dirigirse el programa de transformación?, ¿cuál era el rol de las ciencias sociales? Sobre esta última pregunta, en el primer número adelantaron que la construcción y el cambio de la realidad no iban a ser tareas de académicos o de intelectuales sino que nuestro punto de referencia fundamental es que el proceso de cambio no lo produce el científico social. En nuestra sociedades, la actividad totalizadora es la política (N° 1, s/n). Este postulado es de suma trascendencia para los miembros de la publicación y sobre dicho principio ideológico se van a producir significativas discusiones.

    Desde A 3er M consideran que el científico contribuía a la consolidación o a la obstrucción del cambio social. En línea con el punto de vista de Hernández Arregui de que no existe una autonomía total de los círculos de producción cultural, insisten en que el conocimiento se inscribe en un contexto de poder y que, por consiguiente, la neutralidad de las ciencias sociales no existe. Con el objetivo de comprender cabalmente la realidad, la metodología del investigador debería partir de un análisis global de las relaciones de poder. En este marco, el estudio tenía que contener diversos niveles de análisis que incluían:

    – Las disputas de poder en el ámbito institucional de la UBA y de las universidades argentinas.

    – Los conflictos entre las clases sociales que actuaban en el teatro político nacional.

    – Las disputas de poder a nivel nacional y sus relaciones con los procesos políticos mundiales.

    En torno de este último nivel, el objeto de estudio se iba a circunscribir al ámbito geopolítico del llamado Tercer Mundo. En el primer número, el Tercer Mundo fue definido como:

    Todos los países empeñados en alguna fase de su liberación nacional y social, en alguna etapa del proceso de independencia y descolonización, política y económica. Esto es, en situación objetiva de enfrentamiento con las dos potencias que tratan de repartirse el mundo, y a la vez enfrentando el hambre y la miseria dentro de sus propias fronteras, y las diversas formas de opresión y violencia que caracterizan a ambos imperialismos (N° 1, s/n).

    Desde la elección misma del nombre, hay una definición explícita que resalta la búsqueda de una originalidad académica. Si retomamos la categoría de círculo de Hernández Arregui, se puede aseverar que A 3er M proponía nuevos parámetros de legitimidad para la producción intelectual. El conocimiento científico tenía que diferenciarse de la mera imitación de los contenidos y las funciones del conocimiento provenientes de Europa, la Unión Soviética o Estados Unidos. Debía formularse un marco de pensamiento y una producción científica desde y para el Tercer Mundo. El concepto de Tercer Mundo lo amplió Guillermo Gutiérrez en la introducción al número 2 de mayo de 1969:

    El concepto se refiere a los pueblos y, en general, no a los gobiernos. A la vez, los pueblos pueden situarse en una de estas etapas: 1) Luchando por su liberación. (…) En este caso, la causa nacional unifica diversos sectores populares contra el enemigo definido y visible: el agente colonial. (…) 2) Aquellos pueblos que se han independizado y tratan de sostener su independencia tanto en lo económico como en lo político. (…) 3) Pueblos independientes formalmente, pero dependientes en lo económico y político.

    Gutiérrez distingue las categorías de pueblo y de gobierno. A partir de aquí, avanza hacia la identificación teórica de una nueva forma de dominación política, que en la revista se denominó como neocolonialismo. Los países latinoamericanos tenían gobiernos formalmente independientes, pero los grupos sociales mayoritarios (el pueblo) eran dependientes económica, social y culturalmente de las potencias extranjeras. Un gobierno podía estar alineado geopolíticamente a un Estado imperialista del primer o segundo mundo, pero su estructura social, económica y cultural, su situación objetiva ubicaba al pueblo en el Tercer Mundo. Gutiérrez argumenta:

    El concepto se define por la dependencia en lo económico y lo político. Partiendo el mundo en dos polos hegemónicos, Estados Unidos y la Unión Soviética, situados entre ellos dos grupos de países instrumentalizados en la lucha entre esos dos polos: 1) Aquellos que dependen económica y políticamente, y no solo colonizados o neocolonizados, sino también soberanos. (…) 2) El grupo de países altamente industrializados cuya economía se encuentra entrelazada con EEUU (Europa Occidental) o con la U. Soviética (campo socialista excluyendo a China). (…) Por esta razón, el internacionalismo proletario es una abstracción sin sentido en tanto despojada de la perspectiva nacional. (…) No es una disyuntiva entre socialismo y capitalismo, sino la concreción política, a nivel internacional, de la lucha entre los opresores y los oprimidos. (…) Surgimiento histórico del Tercer Mundo. Si bien la posición dependiente no es, para nuestros países –obviamente– reciente, sí lo es la situación histórica que origina su diferenciación como bloque (A 3er M, N° 2, pp. 2-3).

    Gutiérrez entiende que los programas de Estados Unidos y la Unión Soviética para nuestro país y para el conjunto de las naciones del Tercer Mundo adoptaban un matiz imperialista y de dominación. Dicha opresión de un Estado sobre otro adquiría características políticas y económicas. En esta práctica expansionista y opresiva, coincidían el primer mundo capitalista y el segundo comunista. A partir de aquí, el Tercer Mundo era un ámbito de afirmación soberana de pueblos y Estados frente a la imposición externa de un sistema de dominio. La concepción tercerista va a marcar el eje fundamental de la producción teórica y de la práctica de los miembros de la revista. La identificación del conflicto interimperialista como un factor determinante de la organización de las relaciones sociales, políticas, culturales e históricas, impulsará una búsqueda científica autónoma y distanciada de la producción académica tradicional. Esta última se caracterizó por reiterar un marcado contenido europeísta y a partir de la década de 1950, por una considerable incidencia de los teóricos estadounidenses. Asimismo, el posicionamiento de A 3er M como intérprete del Tercer Mundo, va a ir delineando los interlocutores en el contexto político de la época. El punto de vista tercerista implicó una elección particular de los temas a tratar a lo largo de los doce números de la publicación. La producción teórica surgió con una especificidad de origen centrado en la promoción de un anclaje nacional. A partir de acá había "un solo internacionalismo: el de la solidaridad entre los pueblos que luchan por su liberación nacional" (A 3er M, N° 1, s/n). El posicionamiento intelectual desde el Tercer Mundo implicaba reconocer teóricamente:

    A- A nivel nacional, la existencia de una disputa política de clases cuya finalidad era la afirmación plena del Pueblo > Práctica de Liberación social

    B- A nivel internacional, la denuncia de la injerencia del imperialismo que traía implícito la crítica a la economía política y la división mundial dependiente > Proyecto Nacional Independiente

    Se debe construir una nueva cultura

    La explicación científica acerca de los países dependientes, sus relaciones con los países centrales y el proceso histórico que instauró la dependencia, maneja como categoría central la contraposición racionalidad/irracionalidad. Esa antinomia expresa la teoría de una división entre sociedades y revoluciones racionales e irracionales, división que alcanza también al conocimiento de esas sociedades y revoluciones.

    (Podetti, 1969: 9).

    La revista se propuso organizar un campo de conocimiento distante de la reproducción acrítica de las teorías científicas de las potencias capitalistas y de las comunistas. El desafío planteado era el de consolidar una Ciencia Social con características nacionales. Con ese objetivo, y como afirmó Guillermo Gutiérrez, se intentó crear una nueva cultura, una nueva Ciencia, un nuevo arte, y no de la nada, sino comenzando precisamente en la gente que lleva sobre sí con más rigor el peso de la dependencia, y que construye cada día en el tiempo y el plan contra la dominación (A 3er M, N° 2, pág. 6). A partir de este planteo, se buscó refundar la Ciencia Social argentina en un acto de afirmación nacional en un doble sentido. Por un lado, el programa teórico debería articularse con los sujetos sociales de su tiempo y su espacio. Además, la Ciencia tenía que buscar perspectivas de estudio propias y como sostenía Guillermo Gutiérrez, la cuestión es insertarse en esos valores universales de la única forma posible: la autoafirmación a través del proyecto de liberación. Cultura nacional, Ciencia nacional, es Liberación nacional (N° 2, pág. 6).

    Tal cual describe Amelia Podetti en el epígrafe, no había que reiterar la supuesta existencia de una ciencia universal, por el hecho de que ello conllevaría reproducir las categorías de razón formuladas por las potencias.

    El hecho de promover una perspectiva nacionalista puso en debate gran parte de las visiones de los círculos académicos sobre la relación entre la Universidad y el poder social. En particular, interpeló a los denominados intelectuales desarrollistas y de izquierda tradicional provenientes de las disciplinas universitarias como Sociología, Antropología o Economía.

    La Universidad: contexto de inscripción de Antropología del 3er Mundo

    Para el caso de las Cátedras Nacionales esto forma parte de sus convicciones más acendradas: justamente se explica su vigencia por su constante intención de debilitar los mecanismos académicos que protegen el estado de irresolución de las ideologías universitarias, politizando la situación docente y limpiando continuamente las vías de acceso de las teorías hacia su fuerza material (González, A 3er M, N° 6, pág. 114).

    A 3er M, las Cátedras Nacionales y su contexto

    El cuarto número de Antropología Tercer Mundo pretende, como los anteriores, inscribirse en esta condición creadora del pensamiento peronista. Reúne un conjunto de artículos ligados a la tarea de las Cátedras Nacionales de la Facultad de Filosofía y Letras, y que forman parte de un proyecto que hace largo tiempo ambicionan a la vez las cátedras y dirección de la revista: extender la tarea fuera del ámbito universitario, según un programa de seminarios que haremos conocer nuestros lectores en el próximo número (Gutiérrez, A 3er M, N° 4, pág. 11).

    La publicación surgió en el año 1968 como parte de las iniciativas de docentes y de profesionales de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. A 3er M se subtituló como Revista de Ciencias Sociales y gran parte de sus miembros formaron parte de alguna experiencia docente en la Universidad entre 1968 y 1971. Varios ocuparon lugares en la gestión institucional de la UBA en el período 1973-1974. Sus fundadores organizaron en la Facultad un ámbito de producción académica denominado Cátedras Nacionales. En este sentido, lo estableció Guillermo Gutiérrez en el epígrafe, cuando se refirió a que la revista Reúne un conjunto de artículos ligados a la tarea de las Cátedras Nacionales de la Facultad de Filosofía y Letras.

    A 3er M ofició como órgano de divulgación de las actividades académicas y políticas de los docentes reunidos en dichas cátedras. En el número 4 apareció una referencia explícita a las Cátedras Nacionales y el ejemplar especial N° 5, en su portada, tituló Cátedras Nacionales: aportes para una Ciencia popular en la Argentina. Los números 5 y 6 se refieren particularmente a los aportes de las Cátedras Nacionales a la conformación de una Ciencia popular en la Argentina.

    De Lonardi a Onganía: continuidades y rupturas

    En junio de 1966, se inició la autodenominada Revolución Argentina que destituyó al presidente radical Arturo Illia, conjuntamente a las autoridades ejecutivas y legislativas provinciales y municipales. El golpe de Estado anuló la Constitución nacional, removió a la Corte Suprema, prohibió la actividad de los partidos políticos e intervino las universidades, entre otras acciones represivas. La alianza que llevó al poder a Juan Carlos Onganía, incluyó una compleja trama de actores económicos y políticos,7 y se debe tener en cuenta que muchos de sus objetivos de gobierno desarrollista habían sido diagramados a partir del año 1955.8 Sin comprender la complejidad de la etapa política del país y la inestable trama de alianzas y de actores difícilmente se pueda tener una lectura acertada del proceso de las Cátedras y de A 3er M.

    La economía desarrollista y la UBA

    La Revolución Libertadora era, o cayó en manos de los viejos equipos del país colonial que habían quedado marginados en 1945. Estos partieron del supuesto de que era posible borrar diez años de historia y su complemento también histórico. (…) La experiencia de los 13 años que van desde 1955 muestra que los partidos políticos que se creían resucitados, estaban ya muertos. La llamada Revolución Argentina es la confesión de este fracaso hecho por las Fuerzas Armadas. (…) Se destruyeron en 1955 todos los instrumentos creados para encauzar una política nacional y de liberación. Esta destrucción se hizo con una mentalidad que se ha sembrado a través de la Escuela, el Periodismo y el libro y que da la idea de que un país es como una casa de comercio cuya riqueza consiste exclusivamente en el saldo que deja el comercio con el exterior, cuando precisamente la riqueza de un país se mide por su propia producción y la capacidad de consumirla (Jauretche, 1974: 1-6).

    En la cartera económica del gobierno de Onganía asumió Jorge Néstor Salimei9 que luego de un cambio de gabinete, fue reemplazado por Adalbert Krieger Vasena que impulsó una política favorable a los grupos transnacionales y a las empresas extranjeras estadounidenes10 (Galasso, 2003 b: 298). Vasena influyó en varias generaciones de economistas liberales, cuestión que le permitió aseverar al investigador Alejandro Olmos que Krieger es uno de los promotores e ideólogos del mecanismo que forjó la deuda externa argentina (Olmos 2004: 43). Su programa obtuvo elogios de Richard Nixon y recibió créditos del

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