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I.E.

INSTITUTO TECNICO MODERNO


AREA DE CIENCIAS NATURALES Y EDUCACIÓN AMBIENTAL
GUIA DE CONSULTA GRADO SEXTO
TEMA CIRCULACIÓN

El sistema circulatorio es un conjunto de vasos, arterias, venas, capilares sanguíneos, vasos linfáticos, y
un órgano impulsor: el corazón. Sus funciones son las de realizar la circulación de los líquidos internos
(sangre y linfa), llevando a las células el oxígeno y sustancias necesarias para el metabolismo, recogiendo
a su vez los productos de desecho. Además, también interviene en el mantenimiento del equilibrio iónico,
la distribución de vitaminas y hormonas, la regulación hídrica de los tejidos, y la defensa frente a las
agresiones infecciosas externas.
El sistema circulatorio es cerrado en los humanos, es decir, circula siempre por el interior de vasos
sanguíneos (arterias y venas). En muchos animales este sistema es abierto (la sangre encharca
directamente los tejidos).

El corazón

En los animales, en general, el sistema circulatorio consta de un órgano impulsor único o múltiple (el
corazón), el cual propulsa la sangre describiendo ciclos completos; en otros casos simplemente se limita a
realizar un movimiento de vaivén de la sangre. animales que tienen corazón son, por ejemplo, los moluscos,
artrópodos y vertebrados. El corazón es, en los animales inferiores, una simple dilatación de un vaso; en
los animales superiores suele ser musculoso, contráctil y con dos, tres o incluso cuatro cavidades (como
en los humanos), son las llamadas aurículas y ventrículos.

Definición y funcionamiento general

El corazón de los humanos es un músculo hueco, con forma de cono invertido y la punta ligeramente
inclinada hacia la izquierda; tiene un peso aproximado de 300 gramos. Se sitúa en la cavidad torácica,
entre los pulmones, y está dividido en dos aurículas y dos ventrículos; cada aurícula se comunica con el
ventrículo de su mismo lado. En la aurícula izquierda entra la sangre oxigenada procedente de los
pulmones, siendo enviada al ventrículo izquierdo para ser impulsada a las arterias.
Cuando la sangre recorre todo el cuerpo se va convirtiendo en venosa (recoge los desechos) y retorna por
las venas a la aurícula derecha, de aquí al ventrículo derecho, y finalmente a los pulmones donde se
oxigena de nuevo para iniciar otro ciclo. Todo este proceso requiere que exista una circulación sanguínea,
por ello el corazón realiza una serie de movimientos de dilatación o relajación (diástole) y contracción
(sístole).

Tejidos cardíacos

El corazón tiene tres capas de tejidos que son, comenzando desde su interior, el pericardio, miocardio y
endocardio.
- El pericardio es una cubierta fibrosa de doble capa, con la cara inferior revestida de una membrana
serosa (epicardio) que envuelve el corazón, y que en su interior acoge el líquido pericárdico.
- El miocardio es el tejido muscular del corazón, encargado de la contracción, situado entre el epicardio y
el endocardio. Las fibras miocárdicas presentan un disposición particular, que permiten durante la
contracción (sístole) la expulsión de la sangre ventricular a través de las válvulas hacia las arterias aorta
y pulmonar.
- El endocardio es una membrana de tejido epitelial plano que tapiza las cavidades del corazón y del
aparato valvular, y continúa en los vasos sanguíneos que salen y van a parar al corazón. Su misión es
impedir que la sangre se coagule en el interior del corazón.

Cavidades y válvulas auriculoventriculares

El corazón humano está dividido en dos


mitades independientes que albergan las
cavidades auriculoventriculares: la parte izquierda bombea sangre a todo el organismo, y la derecha lo
hace sólo hacia los pulmones. Cada una de estas partes consta de una aurícula y un ventrículo comunicados
entre sí mediante las válvulas auriculoventriculares. La válvula del lado derecho, es decir, la situada entre
la aurícula y el ventrículo derechos, se llama tricúspide, en referencia a que está compuesta por tres
láminas terminadas en tres cúspides o puntas.
La válvula del lado izquierdo, es decir, la que está entre la aurícula y ventrículo izquierdos, se llama
bicúspide, porque posee dos láminas; también se llama válvula mitral, en referencia a que tiene forma
semejante al de una mitra. Las láminas valvulares están sujetas a las paredes interventriculares mediante
fibras tendinosas. El cierre y apertura de las válvulas se realiza en función de las contracciones del
corazón, dejando pasar la sangre de las aurículas a los ventrículos.

Ciclo cardíaco

El latido cardiaco es el resultado del ciclo de sístoles (contracciones) y diástoles (relajaciones)


alternativos de las cámaras del corazón. Este latido tiene una duración aproximada de 0,8 segundos.
Durante la sístole auricular, que dura unos 0,15 segundos, las dos aurículas se contraen para impulsar la
sangre a los ventrículos, los cuales están en ese momento en la fase de diástole ventricular (relajados).
En esos instantes las venas que entran en el corazón están cerradas, evitándose así que la sangre
retroceda. Durante la sístole ventricular, que dura una 0,3 segundos, los ventrículos se contraen para
expulsar la sangre hacia las arterias; en ese momento las aurículas están en la fase de diástole auricular
(relajadas), y las válvulas bicúspide y tricúspide se cierran para evitar que la sangre retroceda hacia ellas.
Finalmente, se produce una fase de relajación de las aurículas y ventrículos (diástole general) que dura
unos 0,4 segundos, a partir de la cual se iniciará un nuevo ciclo.

Estímulo y ritmo cardíaco

El corazón regula las contracciones mediante un exclusivo sistema de tejido nervioso, el tejido nodal, que
se localiza en varias zonas del miocardio. El estímulo nervioso que propicia el latido se inicia en el llamado
nódulo senoauricular (marcapasos del corazón), localizado en la aurícula derecha, en la base de la vena
cava superior. A través de la pared auricular, el estímulo llega al nódulo auriculoventricular, localizado en
la base del tabique interauricular, continúa por el fascículo de His, se ramifica en dos a ambos lados del
tabique interventricular, y se distribuye finalmente al miocardio de ambos ventrículos a través de las
fibras de Purkinje. El ritmo cardíaco es normalmente de 60-70 latidos por minuto, pero puede verse
alterado (acelerado o retardado) a través del sistema nervioso simpático y parasimpático, por la acción
de centros localizados en la médula espinal y el bulbo raquídeo.
Con un fonendoscopio aplicado al pecho se pueden escuchar e identificar los sonidos producidos por el
corazón durante las distintas fases de contracción y relajación. El ruido de la contracción indica que se
manifiesta la sístole ventricular, es un sonido más largo y menos perceptible que la diástole, y en la cual
se produce una tensión de la musculatura. Por su parte, en la diástole se percibe un sonido más corto y
claro, indicativo de que se cierran las válvulas de las arterias aorta y pulmonar. El médico o cardiólogo
puede detectar algunas lesiones del corazón con sólo escuchar estos sonidos; por ejemplo, si las válvulas
no efectúan sus funciones de apertura y cierre con normalidad, se manifiestan unos ruidos
característicos en forma de "soplos" cardiacos.
Los vasos sanguíneos

Los vasos sanguíneos son los conductos por los que circula la sangre. Son de tres tipos: arterias, venas y
capilares.

Arterias

Las arterias son los vasos sanguíneos de consistencia membranosa y elástica por los que circula y se
distribuye la sangre que lanza el corazón al contraerse los ventrículos. Son los vasos que poseen la pared
más gruesa, la cual consta de tres capas: la interna, o íntima, formada por endofelio; una media dotada de
numerosas células de fibras elásticas y musculatura lisa; y una externa o adventicia, compuesta de fibras
elásticas y de colágeno.
La arteria principal en el cuerpo humano es la aorta. De ella nacen todas las demás arterias, excepto la
pulmonar, que aunque se identifica como una arteria en realidad conduce sangre venosa del ventrículo
derecho a los pulmones. Desde su nacimiento, la aorta forma una porción ascendente de la que parten las
arterias coronarias derecha e izquierda, que irrigan el músculo cardíaco.
De otra porción incurvada atrás y a la izquierda de la aorta (el cayado aórtico), nacen las braquicefálicas
(relativas a los brazos y la cabeza) cuyas divisiones, las carótidas y subclavias, llevan la sangre a la
cabeza, cuello y miembros superiores. La carótida derecha sale de la arteria subclavia derecha y se divide
en dos ramas, una externa que riega la cara y superficie de la cabeza, y otra interna que va al encéfalo La
carótida izquierda parte en la zona superior del cayado aórtico y se divide igualmente en dos ramas
simétricas a las de la región derecha. Las arterias sublcavias salen de la parte superior de la aorta y
riegan las extremidades superiores.
De una porción final de la aorta, descendente, que se divide en dos segmentos, torácico y abdominal, por
encima y debajo del diafragma respectivamente, parten las arterias bronquiales, intercostales, esofágica
y diafragmática, en su parte torácica; y la hepática, coronaria, estomáquica, esplénica, renales, y otras, en
su porción abdominal.
Finalmente, por encima de la pelvis se originan y bifurcan las ilíacas, tanto internas como externas, las
cuales irrigan los órganos pelvianos y miembros inferiores.

Venas

Las venas son los vasos sanguíneos


que, partiendo de la unión de los capilares de los diferentes órganos y tejidos, devuelven la sangre al
corazón. Aunque presentan las mismas capas que las arterias, éstas son en realidad mucho más finas,
especialmente la capa muscular, debido a que la sangre regresa al corazón a una presión menor.

Las venas poseen en su mayoría a lo


largo de su recorrido, especialmente en
las extremidades inferiores, unas válvulas o pliegues valvulares en forma de nido de golondrina, que
impiden el reflujo de la sangre, es decir, no permiten que la sangre pueda retroceder.
Las venas pueden ser superficiales y profundas. En este caso acompañan a las arterias, y suele haber dos
venas por cada arteria. La venas más importante en el cuerpo humano son las venas cavas. Son dos: una
superior que recoge la sangre de la mitad superior del cuerpo (extremidades torácicas, cuello y cabeza),
y otra inferior que la recoge de los órganos situados por debajo del diafragma (abdomen y extremidades
inferiores). Ambas venas desembocan en la aurícula derecha.
- La vena porta está formada por la reunión de las venas procedentes del intestino, estómago y bazo, que
una vez capilarizada de nuevo llega y riega el hígado.
- Las venas pulmonares recogen y transportan la sangre oxigenada en los pulmones hasta la aurícula
izquierda. A diferencia de las otras venas, éstas transportan sangre arterial en vez de venosa.
- Las subclavias, llamadas así porque están situadas debajo de las clavículas, recogen la sangre venosa de
las extremidades superiores y la vierten en la vena cava superior.
- Las yugulares se sitúan a uno y otro lado del cuello. Son cada una de las cuatro venas (anterior, externa,
interna y posterior) que recogen la sangre de la cabeza. La anterior y externa son superficiales.
- Las coronarias o cardíacas, son las venas que "coronan" la aurícula izquierda del corazón. Nacen en la
aorta, muy cerca de su origen, y riegan las paredes externas del corazón.

Capilares

Los capilares son vasos sanguíneos microscópicos, prolongación de las arteriolas o pequeñas arterias, que
establecen la comunicación con las vénulas o pequeñas venas, en una disposición de lecho o red
anastomótica, es decir, a su través se produce finalmente la comunicación de las arterias con las venas
para que la sangre pueda regresar al corazón. La pared de los capilares está formada por una delicada
membrana basal de origen conjuntivo, y por células endoteliales, o sea, un epitelio formado por una sola
capa de células que tapizan su cavidad interna. A través de las paredes de los capilares se produce el
intercambio entre sangre y tejidos de los gases, nutrientes, y productos de desecho del metabolismo
celular.

La circulación sanguínea

La circulación sanguínea es es un movimiento continuo de la sangre, en una dirección determinada,


mediante conductos adecuados, pasando por un centro propulsor o corazón, y por los órganos
respiratorios, todo ello con objeto de llevar a las células las sustancias y oxígeno que necesitan para el
metabolismo, así como recoger los productos de desecho para su eliminación. La circulación es sencilla
cuando, en cada recorrido, la sangre pasa una sola vez por el corazón, como sucede en los peces; y es
doble, cuando pasa dos veces por ese órgano, como sucede en el cuerpo humano y los vertebrados
superiores. Por su parte, se dice que es completa cuando la sangre venosa y arterial no se mezclan nunca,
e incompleta cuando sí lo hacen aunque sea de forma parcial.
En los humanos la circulación se realiza a través de dos circuitos: el menor, derecho o venoso, que recoge
la sangre vertida en la aurícula derecha por medio de las venas cavas, la cual pasa al ventrículo derecho y
de éste, a los pulmones mediante la arteria pulmonar que se bifurca en dos, una por cada pulmón, y donde
se capilariza y se produce el intercambio gaseoso; y el circuito mayor, izquierdo o arterial, que recoge la
sangre oxigenada y la conduce por medio de las venas pulmonares hacia la aurícula izquierda, y de ésta al
ventrículo izquierdo que la empuja hacia la artería más importante, la aorta, cuyas ramificaciones
reparten la sangre por todo el organismo, cada vez en ramillas más finas que integran el sistema capilar
(primero se bifurcan en arteriolas que después terminan en capilares), y cuya función es irrigar los
tejidos llevándoles sustancias y oxígeno (O2) para que se ejerzan las funciones celulares del metabolismo.
Mediante la anastómosis, que como ya se dijo consiste en la comunicación de las redes capilares arteriales
y venosas, la sangre se va cargando de productos de desecho del metabolismo (dióxido de carbono o CO2
y otros residuos). Las raicillas venosas (vénulas) se van reuniendo y formando venas cada vez mayores,
hasta constituir las venas cavas superior e inferior, que una vez desembocadas en la aurícula derecha del
corazón inician de nuevo el ciclo circulatorio. En este sistema cerrado vascular existen también influjos
constantes de carácter hormonal, y del sistema nervioso vegetativo, que regula funciones en su doble
aspecto simpático y parasimpático.
El descubrimiento de la función circulatoria corresponde al médico español Miguel Servet, a Cesalpino,
Harvey y Malpighi. a sangre es un líquido coagulable que transporta en suspensión células de diferentes
formas y funciones, tales como hematíes, leucocitos y plaquetas. Circula por un sistema de vasos por todo
el cuerpo, y sirve como intermediario entre el medio exterior y los diferentes tejidos, órganos o
elementos anatómicos. Según el circuito que utiliza, se conoce como sangre arterial o roja, la que se
distribuye mediante las arterias por todo el organismo una vez oxigenada en los pulmones; y la sangre
venosa o negra, la impurificada que regresa por las venas desde los órganos hasta el corazón, y desde
éste a los pulmones portando las sustancias de desecho de las células.

Funciones

Las funciones de la sangre son varias y muy importantes: aporta a los tejidos el oxígeno y sustancias
necesarias para las actividades celulares del metabolismo, y toma a su vez el dióxido de carbono de los
mismos. Es un vehículo de eliminación de los productos de excreción del trabajo celular. Transporta las
vitaminas, las hormonas elaboradas por las glándulas de secreción interna, y distribuye las enzimas, que
desempeñan un importante papel en diversos procesos nutritivos.
La sangre interviene en los procesos de defensa del organismo, aportando leucocitos (glóbulos blancos) a
las zonas infectadas. Ocasionalmente, la sangre también actúa como vehículo diseminador de la infección,
al invadir el torrente sanguíneo determinados agentes infecciosos, ejemplo de la septicemia (invasión por
gérmenes o productos tóxicos), bacteriemia (invasión por bacterias) y viremia (invasión por virus). La
sangre también interviene en los mecanismos termorreguladores, y en la regulación del medio interno
gracias al equilibrio ácido-base. Finalmente, una función muy importante de la sangre es su capacidad de
coagulación, que permite la inhibición de los procesos hemorrágicos; la deficiencia en esta función es una
enfermedad hereditaria transmitida por la mujer pero desarrollada exclusivamente por los varones,
denominada hemofilia, y que puede producir hemorragias severas ante simples heridas o pequeños
traumatismos, precisamente por la incapacidad de coagulación de la sangre ante la ausencia de plaquetas.
Las alteraciones principales de los elementos de la sangre son: la anemia, caracterizada por una merma o
alteración de los hematíes circulantes en la sangre; y la leucemia, que es una neoplasia de los glóbulos
blancos, o proliferación tumoral del tejido productor de elementos formes de la sangre.

Características y constitución

La sangre es un líquido viscoso, de color rojo y sabor salado; es ligeramente alcalino (su pH es 7,36). En
los vertebrados debe su color a la hemoglobina, una proteína intensamente roja cuando está oxigenada,
como la que circula por las arterias, y algo más oscura cuando ya no transporta oxígeno, como la que
circula por las venas. El volumen total es de unos 5 litros aproximadamente, por lo que constituye una
importante fracción del medio interno en una persona adulta.
La sangre consta de una fracción líquida, el plasma, y una fracción celular: los glóbulos rojos ( eritrocitos o
hematíes), glóbulos blancos (leucocitos) y plaquetas (trombocitos).

Plasma
El plasma es la parte líquida de la
sangre y ciertos tejidos, que contiene
sustancias nutritivas y reconstituyentes. Está formado mayoritariamente por agua en un 90%; el 10%
restante contiene gases respiratorios (oxígeno -O2-, dióxido de carbono -CO2-), sustancias reguladoras
(proteínas, hormonas, enzimas, sales minerales), sustancias defensivas o protectoras del organismo
(anticuerpos), productos de desecho del metabolismo (urea, ácido úrico, ácido láctico), y sustancias
alimenticias (aminoácidos, glúcidos, lípidos, vitaminas).
El plasma sanguíneo contiene además fibrinógeno, una proteína que permite la coagulación de la sangre y
la formación de otras proteínas, como la globulina y albúmina. Cuando se produce la coagulación, el
fibrinógeno se transforma en una red de fibrina, y el medio líquido que queda es lo que se conoce como
suero, una sustancia de color amarillo verdoso que posee los mismos componentes que el plasma, pero sin
el fibrinógeno, ya que éste se ha transformado en fibrina y forma parte del coágulo.

Glóbulos rojos

Los glóbulos rojos, eritrocitos o hematíes, tienen forma discoide, bicóncavo, y miden unas 9 micras de
diámetro. Contienen la hemoglobina, responsable del color rojo de la sangre y del transporte de oxígeno
desde los pulmones hasta las células. El número normal de hematíes oscila en el hombre entre los 4,8 y
5,8 millones por cada milímetro cúbico, y entre 4,2 y 5,1 en la mujer.
Los hematíes son células que carecen de núcleo (sólo en la mayoría de los mamíferos) y por tanto no se
pueden reproducir. Su formación se realiza en la médula ósea (eritropoyesis) según el organismo los va
necesitando, a partir de células nucleadas, los hemocitoblastos; cuanto más oxígeno se requiera mayor
será la producción. Así, en las zonas de gran altura sobre el nivel del mar, donde disminuye el oxígeno
atmosférico, la producción de hematíes aumenta para cubrir la deficiencia de oxigenación que se
produciría en la sangre; las poblaciones que se sitúan en esos niveles suelen manifestar cifras superiores
a los 6 millones de hematíes por milímetro cúbico. El mecanismo que regula la formación de los hematíes
es complejo y necesita la presencia de varios factores, tales como la existencia de iones, cobre, y
vitamina B12 (que depende del factor de absorción del intestino).
El ciclo vital de los hematíes dura entre 100 y 120 días, siendo después destruidos (eritrolisis) por las
células del sistema reticuloendotelial (SRE), especialmente en el bazo, pero también en el hígado y
médula. En su desintegración, la hemoglobina que contiene se descompone en hemosiderina, un pigmento
amarillo rojizo que contiene hierro trivalente, y utilizada para la formación de nueva hemoglobina, así
como bilirrubina, que es excretada por la bilis.
Los hematíes aportan oxígeno a los tejidos para que puedan desarrollarse las reacciones metabólicas y, al
mismo tiempo, recogen el dióxido de carbono que se ha generado en estas reacciones y lo retornan a
través del sistema venoso hasta los pulmones, donde lo liberan, para posteriormente oxigenarse de nuevo
y comenzar otro ciclo.

Glóbulos blancos

Los glóbulos blancos o leucocitos son cada una de las células nucleadas (con núcleo y estructura
citoplásmica), globulares, incoloras, y de movimientos amiboides, que se encuentran en gran
número en la sangre, la linfa y el tejido conjuntivo, y que poseen funciones generalmente fagocitarias, es
decir, destruyen los cuerpos extraños que penetran en el organismo. Son células de mayor tamaño que los
glóbulos rojos, pero menos numerosas, se estima su número entre los 5.000 y 10.000 por milímetro
cúbico, aunque suelen aumentar durante las infecciones bacterianas.
Los glóbulos blancos se clasifican en cinco tipos distintos repartidos en dos series: la granulocítica
(neutrófilos, basófilos y eosinófilos), y la agranulocítica (linfocitos y monocitos); éstos últimos son de
mayor tamaño que los de la serie anterior. Los granulocitos y monocitos tienen funciones fagocíticas ante
la entrada de microorganismos en el cuerpo; los linfocitos tienen que ver con la funciones inmunitarias, y
son los responsables de la formación de anticuerpos y de la estimulación de otras células que también
están relacionadas con la inmunidad. En general, unos y otros tienen algún tipo de influencia en la defensa
del organismo y el sistema inmunitario.
Determinados leucocitos se originan en el timo, éste es un órgano de los vertebrados, situado
generalmente en la región faríngea o cervical, formado embriológicamente de las bolsas o hendiduras
branquiales. En los mamíferos se halla en el pecho (en el mediastino); alcanza su máximo desarrollo
durante los primeros años de vida y luego se atrofia hasta quedar reducido a un vestigio adiposo.
Interviene en los mecanismos inmunológicos de defensa del organismo, participando en la maduración de
un tipo de linfocitos, por ello se denominan linfocitos T (o células T). Los hay de varias clases, y
concretamente sobre una de ellas, los T4, recae la acción patógena del virus de inmunodeficiencia humana
(VIH), para desarrollar el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (el conocido como SIDA).

Plaquetas

Las plaquetas o trombocitos, son cada uno de los pequeños fragmentos existentes en la sangre de los
mamíferos, que corresponden a células de gran tamaño de la médula roja de los huesos, los
megacariocitos. Tienen un tamaño de entre 2 y 3 micas, y sobreviven un máximo de 10 días antes de ser
destruidas por el sistema reticuloendotelial. En condiciones normales, se encuentran en la sangre en un
número de entre 150.000 y 350.000 por milímetro cúbico.
Las plaquetas o trombocitos intervienen en la coagulación sanguínea. Es de gran importancia para taponar
los vasos sanguíneos cuando se produce su rotura, sea por una herida o traumatismo, formando un coágulo
e impidiendo la pérdida masiva de la sangre. Este proceso está inhibido en la sangre circulante gracias a la
presencia en el plasma de antitrombinas, como la heparina, que inactivan una enzima denominada trombina,
la cual interviene en la coagulación de la sangre transformando el fibrinógeno que contienen en fibrina.
Sin las antitrombinas la sangre podría coagularse en el interior de los vasos y provocar la muerte.

Grupos sanguíneos

Los grupos sanguíneos son cada una de las cuatro divisiones (AB, B, A y 0) en las que se clasifica la sangre
humana, de acuerdo con su contenido en dos antígenos (aglutinógenos) A y B. Los antígenos son sustancias
de elevado peso molecular que se encuentran en la superficie de los eritrocitos y los anticuerpos
(aglutininas anti-A y anti-B) existentes en el plasma. Son capaces de estimular la formación de
anticuerpos y reaccionar específicamente con ellos; se utilizan como fundamento en la vacunoterapia y la
sueroterapia.
Los antígenos A y B están directamente relaciones con factores hereditarios.. Estos factores son
dominantes, pero existe un tercero que indica la carencia de los dos. Así, se pueden dar cuatro casos en
los diferentes individuos:
1) Que posea eritrocitos con antígenos A y B, y plasma sin anticuerpos. Esta persona será del grupo AB.
2) Que posea eritrocitos con antígeno A, y plasma con anticuerpos anti-B. En este caso los anticuerpos
anti-B aglutinarían los eritrocitos del grupo B. Esta persona será por tanto del grupo A.
3) Que posea eritrocitos con antígeno B, y plasma con anticuerpos anti-A. En este caso los anticuerpos
anti-A aglutinarían los eritrocitos del grupo A. Esta persona será por tanto del grupo B.
4) Que posea eritrocitos sin ningún antígeno, y plasma con anticuerpos de ambos tipos (anti-A y anti-B),
Esta persona será por tanto del grupo 0.
La clasificación de un individuo según su grupo sanguíneo tiene una significativa utilidad. Al tener la
herencia un papel determinante, es de gran ayuda para determinar las paternidades dudosas. En las
intervenciones que se requieran transfusiones de sangre resulta fundamental, puesto que el plasma de
una persona receptora debe pertenecer a un grupo que no aglutine los eritrocitos del donante, es decir,
para que exista compatibilidad sólo puede recibir antígenos A o B que ya contenga su sangre, en otro caso
serían rechazados por su organismo. Así, un individuo de grupo AB puede recibir de todos los demás (es
un receptor universal), pero sólo puede dar a los de su mismo grupo; en cambio, los individuos del grupo 0
pueden dar sangre a cualquier persona (es un donante universal), pero sólo pueden recibir la de su grupo.
Por su parte, los individuos de los grupos A o B pueden recibir los de su mismo grupo y también del 0, y
dar a los de su mismo grupo y también a los AB.
Otro sistema de grupos sanguíneos es el llamado factor Rh, o factor rhesus. Se trata de un antígeno
descubierto en 1940 que se halla en los glóbulos rojos (eritrocitos) del 85% de los humanos. Los que lo
poseen pertenecen al grupo Rh+ y los que no al grupo Rh-. La sangre Rh- puede ser transfundida sin ningún
inconveniente a las personas del grupo Rh+, pero el proceso inverso de un grupo Rh+ a otro grupo Rh- sólo
puede realizarse una vez, ya que la segunda vez la persona del grupo Rh- se sensibiliza frente a los
eritrocitos Rh+, fabricando anticuerpos anti-Rh y destruyéndolos.
El factor Rh es pues un carácter hereditario dominante. Un ejemplo de ello sucede cuando una mujer
embarazada que pertenece al grupo Rh- tenga en su seno un hijo cuyo padre sea Rh+ (el hijo también será
Rh+ por la dominancia del padre); en este caso la sangre de la madre produce anticuerpos anti-Rh, que
podrían destruir los eritrocitos del feto y conducirlo a la muerte si no fueran sustituidos, ya que el
sistema eritropoyético del feto, o del recién nacido, es inmaduro e incapaz de responder a una
destrucción masiva de hematíes. No suele ser peligroso el primer embarazo, pero sí el segundo. Para
evitar la muerte del feto o del recién nacido se procede a la llamada exsanguinotransfusión, que consiste
en transfundir sangre, generalmente a través de la vena umbilical si está recién nacido. Se utiliza sangre
concentrada en dosis fraccionadas, al mismo tiempo que se va extrayendo la sangre nociva para el feto.
Es la medida más eficaz en casos de incompatibilidad sanguínea entre el recién nacido y la madre con
distintos grupos Rh.

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