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ESTUDIOS SOBRE El Libro de los NUMEROS Por C. H. M. “E hizoles ir por el abismo, como por un desierto.” Ediciones Biblicas 1166 PERROY (Suiza) CRA 20817-7358 TEL: 366 1081 4623) BOGOTADE. | ‘Tercera Haicién, 1975 Capitulos 1 y 2 "AMOS a emprender el estudio de Ia cuarta grande divisién del Pentateuco, cinco libros de Moisés. Encontraremos el caricter esencial de este libro tan manifiesto como el de los tres precedentes que han ocupado ya nuestra atencién, En el libro del Génesis, después de descri- birse la creacién, el diluvio y la dispersin de Babel, encontramos la leccién, segiin Dios, de la simiente de Abraham. En el libro del Exodo, encontramos la redencién. El Levitico nos habla del culto sacerdotal_y de la comunién, En Nimeros vemos la marcha y la lucha en el desierto, Tales son, en estas tres preciosas porciones de la inspiracién, los temas principales, al lado de los cuales, como puede suponerse, se nos presentan varios otros puntos del mis profundo interés, El Sefior, en su grande misericordia, mos ha guiado en el estudio del Genesis, Exodo y Levitico; y podemos contar con El para ser guizdos en el examen det libro de Niimeros. Que su Espiritu dirija los pen- samientos y gufe la pluma a fin de que no expongamos ninguna opinién que no esté en riguroso acuerdo con su mente divina iQue cada pigina y cada pirrafo puedan Ievar el sello de su aprobacién y conttibuir ante todo a su gloria, y después al rovecho duradero del lector! “Y habl6 Jehovi a Moisés en el desierto de Sinaf, en el taberniculo del testimonio, en el primero del mes segundo, en el segundo afio de su salida de la tierra de Egipto, diciendo: Tomad el encabezamiento de toda la congregacién de los hijos de Israel por sus familias, por Tas casas de sus padres, con a cuenta de los nombres, todos los varanes por sus cabezas: de vveinte afios arriba, todos los que pueden salir a la guerra en Istael: los contaréis td y Aarén por sus cuadrillas” (Cap. 1: 1-3). 6 NUMERos Aqui nos encontramos, de pronto, “en ef desierto”, donde no se tiene en cuenta sina “todos los que pueden salir a la guerra”, Esto esti expresamente consignado. En el libro del Génesis, la descendencia o simiente de Israel nos es presentada como estando ain en los lomos de Abraham, En el libro del Exodo, los istaelitas estaban junto a fos hornos de ladrillos en Egipto. En el Levitico, estaban reunidos alrededor del taber- niculo del testimonio. En Numeros se les ve en el desierto, © también, desde otto punto de vista, en perfecta consonancia von el que hemos expuesto y que io confirma: en el Génesis, ofmos el llamamiento de Dios en la elecciéa; en el Exodo contemplamos la sangre del Cordero, derramada para Ia reden- cin; en el Levitico, estamos casi exclusivamente ocupados en el culto y en el servicio del santuario, Pero en cuanto abrimos el libro de Niimeros vemos figurar en él a hombres de guerra, a ejércitos, a banderas, a campamentos y a toques de trompeta en son de alarma, Todo ello es muy caracteristico, y nos muestra al libro que vamos a estudiar como teniendo una imporfancia, y un interés particular para el cristiano, Cada libro de la Biblia, cada divisién del inspirado canon tiene su lugar propio y su objeto determi- nado. En esta galeria santa, cada uno de esos libros tiene, ‘por decirlo asi, el estante que le ha asignado su divino Autor, No debemos abrigar ni por un momento la idea de establecer comparacién ninguna entre esas diversas porciones del libro, desde el punto de vista de su valor intrinseco, de su interés y de su importancia. Todo es divino y por consiguiente perfecto, El lector cristiano lo cree plenamente y de todo corazén. Pone Teverentemente su sello a la verdad de la plena inspiracién de las Santas Escrituras, de toda la Escritura, y del Pentateuco entre las demas, y en ningin modo se deja influir sobre este punto por los ataques temerarios e impios de los incrédulos de {a antigiiedad, de'la edad media y de los tiempos modernos. Los incrédulos y los racionalistas pueden poner por delante sus razonamientos profanos, demostrando con ello su enemistad contra el Libro y contra su Autor; pero el cristiano piadoso descansa, a despecho de todo, en la seguridad bienaventurada CariTuLos 1 y 2 7 y sencilla de que “toda Escritura es inspicsda divinumente” @ Tim. 3:16). Pero, mientras rechazamos enteramente 1a idea de entrar en comparaciones entre los diversos libros de Ia Biblia, ya sea en cuanto a su autoridad o a, su valor, podemos, no obstante, ‘comparar con gran provecho el contenido, el objeto y el plan de esos libros. ¥ cuanto mis profundamente meditames sobre estos puntos, quedaremos més fuertemente sorprendidos ante la exquisita belleza, la infinita sabiduria y maravillosa precisi6n del Libro entero y de cada una de sus especiales divisiones. El inspirado escritor no se aparta jamis del objeto directo del libro, sea ese objeto el que fuere. Jam’s se encontraré en ringén libro de la Biblia, nada que no esté en la mis perfecta armonia con la intencién principal de aquel libro, Si quisiéramos desarrollar y demostrar esta afirmacién nos seria preciso recorrer todo el canon de las Santas Escrituras; por lo tanto, ni lo intentaremos, El cristiano inteligente no tiene necesidad de cea prueba, por mis interesante que resultara para él, Le basta el gran hecho de que el Libro es de Dios, en su totalidad y en cada una de sus partes; y su corazén est seguro de que no hay, en ese todo y en cada una de sus partes, ni una jota ni una tilde que no sea, en todos sus aspectos, digna del divino Autor. Oid les palabras que siguen de uno que dice estar profunda- mente convencido de la divina inspiracién de las Escrituras que Dios nos ha dado, que se ha afirmado en esta conviceién por los descubrimientes diarios y crecientes que ha hecho de su plenitud, de su profundidad y de su perfeccién, y que, por Ta gracia, se ha vuelto siempre mis sensible ya a la admirable exactitud de las partes, ya.a la maravillosa armonfa del conjunto, Dice ese escritor: “Las Escrituras tienen una fuente viviente, ¥ una potencia viviente ha presidido a su composicién; de ella deriva su alcance infinito y la imposibilidad de separar una parte cualquiera de su relacién con el todo, ya que un_ solo Dios es el centro viviente de donde todo fluyes un solo Cristo es el centro viviente alrededor del cual se agrupan todas sus verdades, y al cual todas se refieren aunque en glorias vatiadas; un solo Espfritu es la savia divina, que lleva su poder de su 8 ‘NumErRos manantial en Dios a las mis pequefias ramas de la verdad que Jo une todo, dando testimonio a la gloria, a la gracia y a la verdad de Aquél al que Dios presenta como el objeto, el centro y la cabeza de todo lo que esti en relacién con El mismo; de Aquel que, al mismo tiempo, es Dios sobre todas Tas cosas, gternamente bendito, Cuanto més hemos seguido esa savia hasta llegar a su centro, de donde hemos tendido nuestras miradas a su extensién e irradiaciones, a partir de las éltimas amificaciones de esta revelacién de Dios, por la que hemos sido alcanzados cuando estébamas alejados de El, tanto mis descubrimos su infinidad y nuestra propia debilidad para com- prenderla, Hemos aprendido, bendito sea Dios, que el amor que es Ia fuente de ella, se encuentra en una perfeccién mezela y en pleno desenvolvimiento de sus manifestaciones que han Megado hasta nosotros, aun en nuestro estado de ruina, EL mismo Dios, perfecto en amor, se muestra en todas sus partes, Pero las revelaciones de la sabiduria divina en loa Consejos por los que Dios ee nos ha dado a conocer, permanecen siempre 2 nuestros ojos como objeto de nuestras investigaciones, en las que cada nuevo descubrimiento, al paso que aumenta nuestra inteligencia espiritual, hace que la infinidad del todo y 1 modo como esa infinidad sobrepasa a todos nuestros pensa- mientos sean mis y mas evidentes”. Causa en verdad refrigerio al alma transcribir tales Hneas de uno que, por espacio de cuarenta afios, ha estudiado profun- damente Ia Escritura. Ellas son de un valor inapreciable, en ‘unos tiempos en que tantos hombres eatin dispuestos a tratar con desdén al sagrado volumen; y no porque nosotros en modo alguno hagamos depender del testimonio humano nuestras ‘conclusiones acerca del divino origen de la Biblia, ya que estas conclusiones deseansan sobre un fundamento que la misma Biblia nos ofrece, La Palabra de Dios, asi como también sus obras, habla por si misma, se recomienda por sf misma; ella habla al corazénj ella alcanza aun las grandes raices morales de nuestro eer; ella penetra [as mas intimas profundidades de nuestra alma, nos muestra lo que somos; ella habla como ningin ‘otro libro serfa capaz de hablar; y como la mujer de Sichar CapiruLos 1 y 2 9 sacd Ia conclusiéa de que seguramente Jesis era el Cristo, porgue al le habia dicho todo lo que ella habia hecho, asf in nosotros podemos decir respecto de la Biblia: Ella nos dice todo lo que hemos hecho, no sera Ia Palabra de Dios? Sin duda, es por la enseffanza del Espiritu que podemos discernir ¥ apreciar la evidencia y Iaé cartas de crédito con las que la Escritura se presenta a nuestros ojos; con todo, ella habla por si misma, y no tiene necesidad del testimonio humano para ser preciosa al alma. No debiéramos fundar nuestra fe en la Biblia por un testimonio favorable del hombre, como no debemos sentirla vacilar por otro testimonio humano que le sea contrario, Ha sido en todo tiempo de la mayor importancia, y lo es mis especialmente en nuestros dias, el tener el corazin y el espiritu firmemente asentados en la gran verdad de Ta divina autoridad de la Santa Escritura, de su inspiracién plena, de su completa suficiencia para todas las necesidades, para todas las almas y para todas las épocas, Existen en todas partes dos influencias hostiles: de un lado, la incredulidad, y det otro, la supersticién, La primera niega que Dios nos haya hablado por ‘su Palabra: la segunda admite que nos ha hablado, pero niega que podamos comprender lo que nos dice, a no ser por fa interpretacién de la Iglesia, Pues bien; mientras que muchos retroceden con horror ante la impiedad y la incredulidad, no saben ver que Ia supersticin les priva también completamente de las Escrituras. Y sino, gue nos digan en qué consiste Ta diferencia entre negar que Dios nos haya hablado, 0 negar que podames comprender lo que nos ha dicho. Tanto en un caso como en otro jno se nos priva de la Palabra de Dios? Sin duda alguna. Si Dios no puede hacerme comprender lo que dice, sino puede darme la seguridad de que es El mismo el que habla, estaré tan enterado como si El no hubiese hablado jams Si la Palabra de Dios no es suficiente sin la interpretacién humana, en ningiin modo puede ser entonces la Palabra de Dios. Una de dos: 0 Dios no ha hablado en modo alguno, 0 bien, si ha hablado, su palabra es perfecta, No hay alternativa, Hay que decidirse necesaria- mente por una 0 por otra de esas afirmaciones. 7Nos ha dado 10 Numeros Dios una revelacién? La incredulidad dice: “No”. La supersti- cién dice: “Si; pero no puede comprendérsela sin la autoridad humana”. Tanto en un 2:9 como en otro nos vemos, pues, privados del inestimable tesoro de la preciosa Palabra de Dios; y de este modo, la incredulidad y la supersticién, tan diferentes en apariencia, convergen en un solo punto; en privarnos de la revelacién divina, ‘Mas, bendigamos a Dios que nos ha dado una revelacién, El ha hablado, y su palabra puede llegar al corazén como al entendimiento, Dios puede dar la certeza de set El quien habla, y no tenemos necesidad para ello de ninguna intervencién de autoridad humana, No necesitamos de ninguna pobre candileja para capacitarnos de ver al sol que resplandece, Los rayos de ese astro glorioso tienen bastante lux por s{ mismos sin que sea necesario pretender ayudarles con miseros recursos. No necesi- tamos mis que ponernos al sol para quedar convencidos de su brillo. Si nos retiramos bajo una béveda o.en un subterrineo, alli no sentiremos ciertamente su influencia, Exactamente igual sucede con la Escritura: si nos colocamos bajo las influenci: glaciales y tenebrosas de la supersticién o de la incredulided, no experimentaremos el poder tuminoso y fecundo de esta revelacién divina, Después de esas breves consideraciones sobre el conjunto del divino libro, vamos a entrar en el estudio del libro particular que debe ocuparnos. En el capitulo 1 encontramos la declaracién de la Genealogia; en el capitulo 2 el reconocimiento de la Bandera, “Tomé pues Moisés y Aarin a estos varones que fueron declarados por cus nombres: y juntaron toda la congre- gacién en el primero del mes segundo, y fueron reunides por sus Tinajes (0 genealogia), por las casag de sus padres, eegin la cuenta de los nombres, de veinte afios arriba, por stis cabezas, como Jehovi lo habia mandado a Moisés: y contélos en el desierto de Sinai” (Cap, 1: 17-19) @Hay ahi alguna palabra para nosotros, alguna gran leccién espiritual para nuestra inteligencia? Seguramente. Ea primer lugar estas lineas sugieren al lector esta importante pregunta: “{Puedo yo declarar mi genealogia o mi filiacién?” Hlay grandes CapiTULos 1 ¥ 2 1 motivos para temer que existen cientos y aun miles de cristianos que profesan ser tales y que no son capaces de hacer aquella declaracién, Ellos no pueden decir con sinceridad y de un modo positive: “Ahora somos hijos de Dios” (1 Juan 3:2). “Porque todos sois hijos de, Dios por le fe en Cristo Jests™ “Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente Ia simiente de Abra- ham sois, y, conforme a la promesa, los herederos” (Gal, 3: 26- 29), “Porque todos los que son guiados por el Espiritu de Dins, los tales son hijos de Dios”. “Porque el mismo Espiritu da testimonio a nuestro espiritu que somos hijos de Dios” (Rom. 4, 16). Ved aqui la “genealogia” del cristiano, y es privilegio suyo el poder “declararla”, Es nacido de arriba, nacido de nuevo, nacido de agua y del Espiritu, es decir, por la Palabra y por el Espiritu Santo (Compirense ‘cuidadosamente Juan 3:5; San- tiago 1:18; 1 Pedro 1:23; Efesios 5:26). El cristiano hace remontar su genealogia directamente 4 un Cristo resucitado y elevado a la gloria, Tal es la gencalogfa cristiana, Cuando se trata de nuestra filiacién natural, si nos remontamos a su origen y si la declaramos lealmente, babemos de ver y admitir ‘que procedemos de un tronco en ruinas, Nusstra familia esti arruinada, nuestros bienes estin perdidos, aun nuestra sangre esti. corrompida, estamos irremisiblemente arruinados. Jamis podremos recuperar nuestra posicién original; nuestro primer estado y la herencia que levaba aparejada estin perdidos con imposibilidad de recobrarlos. Un hombre podri trazar su Tinea geneal6gica a través de una raza de nobles, de principes y de eyes; pero si quiere “declarar francamente su genealogia™, no podri detenerse sin llegar a un jefe caido, arruinado, desterrado, Es menester remontarse hasta el origen de tuna cosa si queremos saber lo que ¢s ella realmente, Asi es como Dios ve las cosas y Jas juzga; y es menester que nosotras pensemos como él, si queremos pensar rectamente. El juicio que él emite de los hom- bres y de las cosas ha de permanecer eternamente, El juicio del hombre es efimero, no es mas que de un dia; y de consiguiente, segin apteciacin de la fe y del buen sentido, "yo en muy poco tengo el ser juzgado y de vosotros, 0 de juicio humano” (1 Cor. 12 NuMErRos 4:3). jh, qué pequefiez! ;Que podamos sentir mis profunda- mente cuin poca importancia tiene el ser juzgado por el juicio humano! jQue podamos cada dia comprender mejor cuin deleznable es ese juicio! Eso nos darfa una tranquila elevacién y una santa dignidad que nos colocarfan por sobre la escena ue atravesamos. Qué es el rango en esta presente vids? {Qué importancia puede acordarse a una genealogia que, lealmente trazada y fielmente declarada, deriva de un tronco aruinado? Un hombre puede estar orgulloso de su nacimiento si no tiene en cuenta su origen primitive: “nacido en pecado y concebido en maldad”. Tal es el origen del hombre, tal su nacimiento, 2Quién podré vanagloriarse de tal nacimiento, de semejante origen; quién, sino aquél a quien el dios de este mundo haya cegado al espiritu? jCuin diferentemente sucede con el cristiano! Su filiacién es celestial. Su drbol genealégico tiene sus raices en el euelo de la nueva crescién. La muerte jamis podri truncar esa genealogia, pues es Ja resurreccién la que la ha formado. Conviene estar prevenidos tocante a esta cuestidn, y es de la mayor importancia que el lector esté enteramente enterado acerca de este punto fundamental. Podemos ver ficilmente por este capitulo primero de Ndmeros cuin esencial era que cada miembro de la congregaciin de Ieracl pudiese declarar su filiacién, La incertidumbre tocante a este punto hubiese sido funesta; ella habria producido una desesperante confusién. Dificilmente podriamos representarnos a un israelita que, llama- do a declarar su genealogfa, se expresara en los términos dudosos de muchos cristianos de nuestros dias. No podemos imaginarnos que dijera: “Qué diré? no estoy muy seguro de ello, A veces alimento la esperanza de ser de Ia saza de Israel; pero en ocasiones temo vivamente no pertenecer a la congregacin de Jehovi, Estoy en completa inseguridad y en tinieblas tocante 2 ello”. @Podemos concebir siquiera tal Ienguaje? De seguro que no, Menos aun pudiéramos imaginar que alguno sostuviera Ja idea absurda de que nadie podia estar seguro de ser 0 no ser un verdadero iaraelita antes del dia del juicio. Capirutos 1 y 2 13 Podemos estar seguros de que semejantes ideas, semejantes razonamientos, es0s temores, esas dudas y esas cuestiones eran desconocides entre los israclitas, Cada miembro de la congre- gaci6n era llamado 2 declarar su genealogfa antes de ocupar su puesto en las filas como un hombre de guerra. Cada uno podia decir como Saulo de Tarso: “Circuncidado al octavo dia, del linaje de Israel”, ete. Todo estaba determinado, cierta y perfecta- mente establecido para la marcha y el combate en el desierto. Ahora bien, no tenemos derecho de preguntar: “Si un judio podfa estar seguro de su genealogfa, ;por qué un cristiano no podri estar seguro de ta suya?” Lector, examina esta cuestién; y si formas parte de esa numerosa clase de personas que jamis pueden Iegar a te certidumbre de su linaje celestial, de su rnacimiento espiritual, reflexiona, te lo rogamos, y permftenos continuar sobre este importante tema, Es posible que te sientas dispuesto a preguntar: “jCémo puedo estar seguro de que soy real y verdaderamente un hijo de Dios, un miembro de Cristo, nacido por la Palabra y por el Espiritu de Dios? Daria el mundo entero para tener tal seguridad en tan grave cucstién”, Pues bien; deseamos vivamente ayudarte a resolverla, ya que el objeto principal que nos propusimas al escribir estas “Notas era el de auxiliar a las almas conturbadas, contestando a sua preguntas, en cuanto al Seiior nos dé capacidad para ello, resolviendo sus dificultades y separando de su camino las piedras de tropiezo. ‘Hagamos notar un rasgo caracteristico que pertenece a todos los hijos de Dios sin excepcién. Es un rasgo muy seneillo, pero muy precioso. Si no lo poseemos, en mayor 0 menor grado, es prueba cierta de que no somes de la raza del Cielo; mas si lo poscemos, es evidente que somos de esa raza, y en tal caso, sin ninguna dificultad y sin ninguna reserva, pedemos “declarar nuestra genealogia”. Pues bien; gqué rasgo es ese? {Cuil es ese gran caricter de familia? Nuestro Sefior Jesucristo 20s lo indic: El nos dice que “Ia sabidurla es justificada de todos sus hijos” (Luc, 7:33; Mat. 11: 19). Todos los hijas de la Sabiduria, desde los dias de Abel hasta el momento actual se han distin- guido por ese gran rasgo de familia, y no hay siquiera una 14 NuMEROS cola excepeién. Todos los hifjos de Dios, todos los hijos de ta Sabiduria han hecho visible, en ms © menos, ese rasgo moral: han justificado a Dios. Que el lector pese esa declaracién, Quizt encuentre dificil comprender qué significa “justificar a Dios”, pero un pasaje 0 dos de la Escritura lo aclarard perfectamente, segtin esperamos. En el evangelio de Lucas, capitulo 7, leemos: “Y todo el pueblo oyéndole, y los publicanos, justificeron a Dios, bautizindose con ef bautismo de Juan. Mas los fariseos, y loa sabics de le ley, desecharon el consejo de Dios contra sf mismos, no siendo bautizados de él” (Vers. 29, 30). Aqui tenemos las dos genera- ciones colocadas, por decirlo asi, frente a frente. Los publicanos que justificaban a Dios y se condenaban a af mismos; y los fariseos que se justificaban a si mismos y juzgaban a Dios. Los primeros se sometian al bautismo de Juan, el bautismo de arrepentimiento; los segundos rebusaban aquel bautismo, rehu- saban arrepentirse, humillarse y condenarse a sf mismos Aqui tenemos, pues, las dos grandes clases en que se ha dividido toda la familia humana, desde los dias de Abel y Cain hasta nuestros dias, Con ello tenemos una piedra de toque muy eencilla para probar nuestra “genealogia”, {Hemos tomado aquel lugar desde el cual nos condenamos a nosotros mismos; nos hemos postrado ante Dios en verdadero arrepentimiento? Esto es lo que justifica a Dios. Los dos hechos van unidos, y en realidad no son sino una sola y misma cosa, Bl hombre que se condena a sf mismo justifica a Dios, y el que justifica a Dios se condena a sf mismo. Por otra parte, el hombre que se justifica a sf mismo juzga a Dios, y el que juzga a Dios se justifica a si mismo, Tal sucede en todos los casos, Ademis, observemos que en ‘cuanto uno se coloca en el terreno del arrepentimiento y de la condenaciin de s{ mismo, Dios toma el sitio de aquél que justifica, Dios justifica siempre a los que se condenan a si ‘ismos. Todos sus hijos le justifican y él justifica a todos sus hijos. En cuanto David hubo dicho: “Pequé contra Jchova", le fue respondido; “También Jehové ha remitido tu pecado” Caprrutos 1 y 2 is (2 Sam 12: 13), El perdén de Dios sigue inmediatamente a la confesién del hombre, De ello se sigue que nada puede haber mis insensato por parte de alguno que el justificarse a si mismo, ya que es necesario que Dios sea justificado en sus palabras y que gane El la contienda cuando sea juzgado (Compirese Salmo 31:43 Rom, 3:4). Es preciso que Dios Mleve la ventaja al fin, y entonces se verd en su verdadera lux lo que vale toda justifica- cién personal, Por consiguiente, lo més sabio es condenarse uno mismo; y esto es, cabalmente, lo que hacen todos los hijes de la Sabidutia, Nada sefiala mejor el caricter de los verdaderos miembros de la familia de la Sabiduria que el hibito y el espiritu de juagarse a sf mismos. Mientras que, al contrario, nada da a conocer mejor a los que no pertenecen a esta familia que un espiritu de propia justificacién, Estos pensamientos son dignos de la més ceria reflexién. El hombre natural culparé a todo el mundo, excepto a si mismo, Pero cvando la gracia obra, produce una disposicién a juzgar al yo y a tomar un puesto humilde, Ahi est el secreto verda- dero de la bendicién de la paz. Todos los hijos de Dios se han mantenido en ese terreno bendito, han manifestado ese bello rasgo moral y han alcanzado ese importante resultado, No encontraremos una sola excepcién a esta regla en toda la historia de Ja dichosa familia de la Sabiduria, y con toda seguridad, podemos decir que si el lector ha sido Mevado con toda fidelidad ¥ de veras al reconocimiento de su perdiciéa, a condenasse a st mismo, a tomar el sitio del verdadero arcepentimiento, es centonces realmente uno de los hijos de Ia Sabiduria y puede en adelante con firmeza y seguridad “declarar su genealogfa”. Quisigramos insistir sobre este punto desde un principio que cs imposible para uno, sea quien fuere, reconocer Ia verdadera “bandera” y cobijarse bajo ella, si no puede declarar su “genea~ logia. En una palabra, es imposible tomar una verdadera posicién en el desierto mientras se abrigue alguna duda o incertidumbre en cuanto a esta grande cuestién,

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