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Eran las seis de la mañana- del horario de invierno- y me preparé a revisar el documento
que había presentado hace casi seis meses.
Me recordé el encuentro con Micky. Sus palabras que me comprometieron y que me
hicieron estar en constante contacto con él para analizar y entender bien lo que quería.
Las primeras charlas con la recientemente creada fracción de Convergencia para pedirle
su respaldo, primero a ellos y, luego, con autoridades y otros diputados.
Pasó por mi mente las veces que tuve que insistir que un discapacitado no es,
necesariamente, un enfermo sino una persona con una capacidad diferente.
Por ejemplo, aquel que perdió un brazo, o nació sin una pierna, no requieren ya de algún
tratamiento médico, pero si requieren de nuestro apoyo para ayudarlos a ser plenos, a
pesar de esa diferencia.
Muchos de ellos se revelan ser “objetos encerrados” en sus casas y les gusta salir y
abrirse al mundo; disfrutar el ayudar a los demás; y algunos se lanzan, contra todo lo
establecido, a hacer su carrera profesional y a ser activos profesionistas.
Y muchos, la gran parte, ven con tristeza la gran discriminación de la que, conciente o
inconcientemente, son víctimas por parte de nosotros: Cuando en la calle, un invidente,
no tiene una señal para cruzar; cuando una persona que no puede caminar tampoco
puede circular en su silla de rueda; cuando no hay trabajos para gente que sufre de un
problema neuromotor a pesar de su desarrollo intelectual, que rebasa a muchos de los
que se sienten inteligentes.
Recordé a Luis Alfonso que me ha brindado su respaldo, como asesor también, a pesar
del reto de ser invidente.
Se leyó el Dictamen.
El presidente de la mesa directiva anunció que subiría a tribuna para que, en nombre de
la comisión de desarrollo social, tuviera cinco minutos para esgrimir argumentos a
favor.
Subí a tribuna y, con el nerviosismo que produce estar ante las cámaras de televisión, la
prensa y los diputados que tendrían en sus manos el voto a favor o en contra, inicié:
Llegó la votación. Fue, como en estos casos, nominal lo que significa que nos dieron un
tiempo para que en las pantallas del gran salón pudiéramos leer, uno a uno, los que
estaban a favor.
¡Al fin llegó el momento! Todos los diputados del salón...¡Habían votado a favor!
Y me acordé de mi compromiso, y de todos los que me ayudaron a hacerlo posible.
Con ese gran paso, ahora, iniciaba una nueva tarea comprendiendo que desde mi
función como legislador podría cambiar las reglas y las leyes para hacer realidad,
aunque sea un poquito mas, los derechos y garantías de la constitución, en este caso,
para aquellos que, con el reto de ser diferentes, debemos darles la oportunidad de vivir
mejor.