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2 Hipómenes y Atalanta

Cuenta una antigua historia que hace mucho, mucho


tiempo, vivió una mujer extraordinariamente veloz llamada
Atalanta.

D
esde niña, a Atalanta le gustaba corretear por caminos
y senderos o entre los árboles del bosque, persiguien-
do a los animales. A fuerza de practicar aquel diverti-
do juego, se convirtió en una corredora extraordinaria, que tenía
la elegante suavidad de una gacela y que era tan rauda como el
viento.
Pasados los años, la belleza de Atalanta atrajo a numerosos jó-
venes, que intentaron conquistar el corazón de la muchacha. Pero
ella no sentía el más mínimo interés por ninguno.
La joven llegó a estar tan harta de aquellos molestos preten-
dientes, que, para librarse de ellos, decidió proponerles una prue-
ba en la que estaba segura de salir victoriosa:
-Solo me casaré con quien consiga vencerme en una carrera.
Ahora bien, debéis tener en cuenta que aquel que pierda recibirá
un terrible castigo.
Y tan segura estaba ella de su victoria que hasta ofrecía a sus
rivales una pequeña ventaja: la de la longitud de su lanza. Algu-
nos muchachos se atrevieron a intentarlo, pero ninguno consi-
guió derrotar a la veloz Atalanta.
Un buen día se presentó ante Atalanta un joven llamado Hipó-
menes y, como tantos otros, expresó a la muchacha su deseo de
casarse con ella.
-¿Acaso no sabes que tendrás que vencerme en una carrera?
-le preguntó Atalanta con aire de superioridad.
-Sí, lo sé y acepto tus condiciones -contestó Hipómenes muy
tranquilo-. Pero no olvides que, si eres tú la derrotada, tendrás
que casarte conmigo.
-Está bien -dijo Atalanta fríamente-. Ahora, colócate delante
de mí, donde llega el extremo de mi lanza. Desde ahí empezarás
a correr.
-¡Oh, gracias! Pero no hace falta. No quiero partir con ventaja.
-¡Soy yo quien pone las normas! A ti solo te corresponde aca-
tarlas sin rechistar -dijo la joven en tono autoritario.
2 Hipómenes y Atalanta

Hipómenes apretó los labios con rabia y obedeció a la mucha-


cha. Luego, comenzó la carrera.
En tan solo unas décimas de segundo, Atalanta alcanzó a Hi-
pómenes y se colocó por delante de él.
«Ahora es el momento... », pensó el joven.
Entonces introdujo su mano en una bolsita que llevaba ocul-
ta, sacó una manzana dorada y la dejó caer junto a los pies de la
muchacha.
-¡Oh! ¿Qué es esto? -se preguntó Atalanta sorprendida-. ¡Una
manzana de oro!
Muy segura de poder recuperar el tiempo que iba a perder, la
joven se agachó, cogió la manzana y se quedó examinándola unos
instantes.
-¡Estupendo! -dijo Hipómenes mientras miraba de reojo a
Atalanta, que iba unos metros por detrás de él.
Pero la rapidez de la muchacha le permitió volver a alcanzar
sin problemas a su adversario.
Así que Hipómenes sacó de la bolsa una segunda manzana do-
rada y la dejó caer de nuevo al lado de Atalanta. También esta vez,
ella se agachó a recogerla y de nuevo perdió terreno. Hipómenes,
ya muy cansado, corrió cuanto pudo, pero Atalanta volvió a al-
canzarlo.
Cuando los jóvenes estaban a escasos metros de la meta, Hi-
pómenes sacó su última manzana de oro y la dejó caer. Atalanta
dudó un instante, pero, segura de sí misma, decidió agacharse
para cogerla. Entonces, Hipómenes hizo un último esfuerzo y
consiguió llegar el primero a la meta. ¡Lo había logrado!
Aunque abatida por la derrota, Atalanta tuvo unas palabras de
reconocimiento hacia su contrincante:
-Nadie me había derrotado hasta ahora. Te felicito.
-Te ha vencido tu excesiva seguridad en el triunfo -le dijo Hi-
pómenes cuando recuperó el aliento-. Te confiaste demasiado.
Tiempo después, tal y como había prometido, Atalanta se casó
con el muchacho que había conseguido derrotarla. Y según cuen-
tan las antiguas historias, Afrodita, la diosa del amor, veló por la
felicitad de la pareja durante muchos años.
2
Alumno:

Hipómenes y Atalanta

1. ¿Qué cualidad poseía Atalanta?


ejercicios

2. ¿Por que tenía tantos pretendientes la joven Atalanta?

3. ¿Qué debían conseguir quien pretendiera casarse con Atalanta?

4. ¿Qué estrategia siguió Hipómenes para vencer a Atalanta?

5. ¿Qué lección podemos sacar de esta historia?


Hipómenes y Atalanta

gacela
Hipómenes y Atalanta

rauda veloz
pretendientes hombres que intentan enanorar a una mujer
sin rechistar sin protestar
autoritario con dureza
abatida triste, desanimada
reconocimiento admiración
2 Textos informativos - guías de viaje

Hipómenes y Atalanta

Cuenta una antigua historia que hace mucho, mu-


cho tiempo, vivió una mujer extraordinariamente ve-
loz llamada Atalanta.

D
esde niña, a Atalanta le gustaba corretear por
caminos y senderos o entre los árboles del bos-
que, persiguiendo a los animales. A fuerza de
practicar aquel divertido juego, se convirtió en una corre-
dora extraordinaria, que tenía la elegante suavidad de una
gacela y que era tan rauda como el viento. rauda: veloz

Pasados los años, la belleza de Atalanta atrajo a nume-


rosos jóvenes, que intentaron conquistar el corazón de la
muchacha. Pero ella no sentía el más mínimo interés por
ninguno.
La joven llegó a estar tan harta de aquellos molestos pre- pretendientes: hombres
tendientes, que, para librarse de ellos, decidió proponerles que intentan enamorar a
una prueba en la que estaba segura de salir victoriosa: una mujer.
-Solo me casaré con quien consiga vencerme en una
carrera. Ahora bien, debéis tener en cuenta que aquel que
pierda recibirá un terrible castigo.
Y tan segura estaba ella de su victoria que hasta ofrecía
a sus rivales una pequeña ventaja: la de la longitud de su
lanza. Algunos muchachos se atrevieron a intentarlo, pero
ninguno consiguió derrotar a la veloz Atalanta.
Un buen día se presentó ante Atalanta un joven llamado
Hipómenes y, como tantos otros, expresó a la muchacha su
deseo de casarse con ella.
-¿Acaso no sabes que tendrás que vencerme en una ca-
rrera? -le preguntó Atalanta con aire de superioridad.
-Sí, lo sé y acepto tus condiciones -contestó Hipómenes
muy tranquilo-. Pero no olvides que, si eres tú la derrotada,
tendrás que casarte conmigo.
-Está bien -dijo Atalanta fríamente-. Ahora, colócate de-
lante de mí, donde llega el extremo de mi lanza. Desde ahí
empezarás a correr.
-¡Oh, gracias! Pero no hace falta. No quiero partir con
ventaja.
2 Textos informativos - guías de viaje

Hipómenes y Atalanta
-¡Soy yo quien pone las normas! A ti solo te corresponde
acatarlas sin rechistar -dijo la joven en tono autoritario. sin rechistar: sin protestar
autoritario: con dureza.
Hipómenes apretó los labios con rabia y obedeció a la
muchacha. Luego, comenzó la carrera.
En tan solo unas décimas de segundo, Atalanta alcanzó
a Hipómenes y se colocó por delante de él.
«Ahora es el momento... », pensó el joven.
Entonces introdujo su mano en una bolsita que llevaba
oculta, sacó una manzana dorada y la dejó caer junto a los
pies de la muchacha.
-¡Oh! ¿Qué es esto? -se preguntó Atalanta sorprendida-.
¡Una manzana de oro!
Muy segura de poder recuperar el tiempo que iba a per-
der, la joven se agachó, cogió la manzana y se quedó exami-
nándola unos instantes.
-¡Estupendo! -dijo Hipómenes mientras miraba de reojo
a Atalanta, que iba unos metros por detrás de él.
Pero la rapidez de la muchacha le permitió volver a al-
canzar sin problemas a su adversario.
Así que Hipómenes sacó de la bolsa una segunda man-
zana dorada y la dejó caer de nuevo al lado de Atalanta.
También esta vez, ella se agachó a recogerla y de nuevo
perdió terreno. Hipómenes, ya muy cansado, corrió cuanto
pudo, pero Atalanta volvió a alcanzarlo.
Cuando los jóvenes estaban a escasos metros de la meta,
Hipómenes sacó su última manzana de oro y la dejó caer.
Atalanta dudó un instante, pero, segura de sí misma, deci-
dió agacharse para cogerla. Entonces, Hipómenes hizo un
último esfuerzo y consiguió llegar el primero a la meta. ¡Lo
había logrado!
Aunque abatida por la derrota, Atalanta tuvo unas pala- abatida: triste, desanimada.
bras de reconocimiento hacia su contrincante: reconocimiento: admiración.

-Nadie me había derrotado hasta ahora. Te felicito.


-Te ha vencido tu excesiva seguridad en el triunfo -le
dijo Hipómenes cuando recuperó el aliento-. Te confiaste aliento: respiración.
demasiado.
Tiempo después, tal y como había prometido, Atalanta
se casó con el muchacho que había conseguido derrotarla.
Y según cuentan las antiguas historias, Afrodita, la diosa
del amor, veló por la felicitad de la pareja durante muchos
años.

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