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EDITORIAL LA PLEYADE El piiblico en general se ha familiar’. ado con la idea de clase debido @ rm ‘hos afios de coaflietos peliticos en los paises industriles, a los movimientos re- yolucionacios ccurides en los mis diver 06 rincones del mundo, a In difsién del pensumiento marxista y al desarollo de las investigaciones sociclégieas, Pero no se trata de una idea particularmente sim- ple. Quien protenda profundizar el tema Aescubrirk muy pronto que las desorip- ciones de la estructura do clase son va tables; y también que las interpretacio- res de su importancia en las sociedades rmodermis son antayénieas, Este libro ofreco tna introduccién cla my licida al estudio de tan enmaraviado tema, El profesor Pottomore dilucida primero el concepto sacioldzico de clase, y luego analiza el lugar que ocupa no s6lo on Ia teoria marsista, sino también tn las revisiones crtieas de dicha teoria, Mis adelante estadia los caracteres prin- cipales dela estructura de clase en lov dos tipos de sociedad industrial moderna Ia capitalisia y In socialista~ y utiliza los resultados de su comparacién pars se- falar algunos de los nuevos problemas ‘que so han plantendo en la teoria de lax clases sociales. En ol éltima capitulo, el profesor Bottomore discute las eorise- ccuencias de las diferencias de clase y de los conflictos de clase en Ia esfera de Ia politica general y social, Resefia los cam ‘ios suridos por ls sociedades industria- les desde la iltima guerra, ast como la experiencia de las nuevas naciones de Asia y Afttea, el grado on que estos procesos:apuntan a la ereacién, en un futuro no lefano, de formas sociales me nos jerirquicas Be DREUR EER s TON QUegRrlesera< see CARLOS GERMAN LAS CLASES EN LA SOCIEDAD MODERNA CARLOS BERMAN T. B. BOTTOMORE LAS CLASES EN LA SOCIEDAD MODERNA EDITORIAL LA PLEYADE BUENOS AIRES Titulo del original inglés GLASSES IN MODERN SOCIETY George Allen & Unwin Lid, - London Traduceién de ANIBAL LEAL Queda hecho el depésito que previene la ley 11,723 © by EDITORIAL LA PLEYADE — Bmé Mite 1623 — Buenos Aires Tmpreso en la Argentina — Printed én Argentine PREFACIO Esta introduccidn al estudio de las clases so- ciales difiere en varios aspectos del ensayo que publiqué con el mismo titulo en 1955, y que esta agotado desde hace varios aftos. He aprovecha- do Ia oportunidad de publicar una versién am- pliada de la obra para analizar mas exhaustiva- mente las teorias sociolégicas relativas a la clase, para incluir mas material sobre las diferencias de clase, y para considerar los cambios ocurridos durante Ia iltima década en las condiciones so- ciales y Ia politica de Ios paises industriales. El nuevo examen de estos problemas me ha con- ducido a conclusiones que difieren en algunos puntos de las que expresé en 1955; y en el capi- tulo final he intentado exponer més cabalmente mi opinién sobre el signiticado politico y cultaral de las clases sociales en las modernas sociedades industriales. ‘T. B. Borromore. 5 5 L r é 3 PUPA REY POMOC HE i na er een nn INTRODUCCION La divisién de la sociedad en clases 0 estra- tos, dispuestos en una jerarquia de riqueza, de prestigio y de poder constituye un rasgo destaca- do y casi universal de la estructura social que ha atraido siempre la atencién de los teéricos y los fil6sofos de la sociedad. Durante la mayor parte de la historia humana esta desigualdad entre los hombres ha sido aceptada generalmente co- mo un hecho inalterable. Cuando los autores an- tiguos y medievales tocaban el tema de la jerar- quia social siempre tendian a ofrecer una racio- nalizacién y una justificacién del orden estable- cido, muy a menudo desde el punto de vista de una doctrina religiosa relacionada con el origen de Ios rangos sociales. Quizas ello sea particular- mente visible en los mitos religiosos hindites so- 9 LR RM RAD ANDO ae ee ee bre la formacién del sistema de castas. Por otra parte, las rebeliones esporadicas de los pobres y los oprimidos solian ser revueltas contra ciertas condiciones particularmente irritantes m4s bien que contra todo el sistema de clases, y no deter- minaban la formaci6n de concepciones claras que aludieran otras posibles formas sociales. Solamente en los tiempos modernos, y parti- cularmente de las revoluciones norteamericana y francesa, la clase social —concebida como la representacién concreta dei principio de des- igualdad— se ha convertido en objeto de estudio cientifico, y al mismo tiempo de general condena desde el punto de vista de las nuevas doctrinas sociales. Por muy variadas que fuesen las inter- pretaciones de los pensadores del siglo XIX, el ideal revolucionario de igualdad por lo menos implicaba una oposicién a los privilegios heredi- tarios y a las divisiones jerérquicas inmutobles. Las revoluciones de fines del siglo XVIII y de principios del siglo XIX, dirigidas contra los pri- vilegios politicos y legales que sobrevivian del sistema de estados feudales, determinaron la am- Pliacién de los derechos civiles y politicos, y mayor igualdad de oportunidades. Pero al mis- mo tiempo crearon una nueva jerarquia social, 10 fundada directamente en Ia posesién de la rique- za, y este estado de cosas a su vez fue atacado durante el siglo XIX por los pensadores socia- listas, que creian que el ideal de la igualdad im- plicaba en definitiva una “sociedad sin clases”. Durante los iltimos cien aiios han sobreveni- do grandes cambios en Ia estructura social de los paises industriales avanzados. La historia de este periodo pede ser concebida en parte como una resefia del aumento de la igualdad en nuevas esferas de la vida social —como lo han expre- sado algunos autores, bajo la forma del desarro- Mo de la ciudadania *. El capitalismo del Iaissoz- faire, y especialmente la doctrina del Jaissez-faire que era mucho mas extrema que la practica— més 0 menos ha desaparecido; y en todos los paises industriales existe cierto grado de plani- ficacion y se advierten ciertos intentos por re- gular la distribucién de la riqueza y de la renta, y la organizacién piblica més 0 menos desarro- Mada de una amplia gama de servicios sociales. Pero hay importantes diferencias entre los dos tipos principales de sociedades industriales, las 4 Véase especialmente TH, Marshall, Citizenship and Social (Claes (1950). Ww sociedades capitalistas? de Occidente y las so- ciedades de tipo soviético de Europa oriental En las primeras ha existido un movimiento gra- dual y limitado hacia Ja “eliminacién de las cla- ses”, al que suele atribuirse un carécter particu- larmente acentuado en las tiltimas dos décadas —a era del Estado de bienestar social— y que ha sido el resultado de los cambios habidos en los ingresos relativos de diferentes grupos pro- fesionales y en las tasas impositivas, de las me- joras introducidas en la educacién y los servicios sociales, de las oportunidades cada vez mas nu- merosas de desplazamiento social del individuo, 2 Utilizo Jos términes “expitalismo” y “sociedad capitaista™ segin los emplean habitualmento lot historiadares de la economia y los sociélozos, pars referieme a un sistema econdmica social que existe durante un periedo hintScico particular, carscterlaado parti- cplarmente por Ia ibertad del mercado y dal tabaio (os decir, a txistencia de individuos que logalmente estin en libertad de ver- der sn foerza do tsabajo on al mercado, y econémicamente on obligados a hacerlo) ¥ por la propiedad privada de los medice de roduccién, que se enciientran en manos de las erapresse privadas. Estas caracteristleas, y otras do earéctor socundario, permiten die- tinguir eon razanable claridad el capitalismo de ctros tipos da a2 ieded, como ef feudalitno o la sociedad socialite, Sin embargo, fllo no implica affrmar que las gociedacles capitalistas coneretas 9 ayan mantenido inmutables desde us origenes, que no exietan subtipox de expitalio, © quo no puodan existir formas eocialos sintas y transicionales Alginos de eatos problemas seria exami- nados después més detenidamente. 12 Y quizés més que nada del reciente y rapido des- atrollo de la renta nacional total. Estos cambios seran examinados més atentamente en un capi- tulo posterior, pero es de inmediata evidencia que no equivalen a la abolicién de las clases so- ciales. Las sociedades occidentales todavia son capitalistas, en el sentido de que sus sistemas econémicos estin dominados por empresas in- dustriales de propiedad privada, y de que exis- ten diferencias sociales muy acentuadas entre el grupo de los duefios de las propiedad industrial y el grupo de los asalariados. Por otra parte, en las sociedades de tipo so- viético se afirma que con la abolicién de la pro- piedad privada de ios medios de produccién han desaparecido las clases sociales, o por lo menos se ha eliminado la estructura jerarquica de clase; y se sostiene también que se est en camino de construir una sociedad socialista, sin clases. Al principio esta afirmacién no fue analizada muy atentamente, ni siquiera por los criticos de la sociedad soviética, que durante el periodo stali- nista concentraron su atencién sobre los aspec- tos més destacados del sistema social —es decir, la represién de la libertad personal y el predomi- nio de la coercion y el terror. Més atin, en de- 13 terminado momento pareci6 generalizarse la opi- nién de que la propia dictadura politica podia ser explicada en relacién con Ja antitesis entre libertad ¢ igualdad— como consecuencia de la tentativa de obligar a los miembros de la socie- dad a aceptar una igualdad antinatural. Pero cuando se comprendié que las sociedades de tipo soviético presentaban grandes desigualdades so- ciales se vio que aquel argumento no era plausi- ble} y en los estudios més recientes se ha centra~ do la discusién en 1a aparicién de una “nueva clase gobernante” en dichas sociedades, y sobre Jas comparaciones entre las caracteristicas de las minorias selectas de las sociedades occidentales ¥ soviéticas, El propésito principal de este libro es estudiar de qué modo el movimiento hacia la igualdad social que comenz6 con Ia revolucin del si- glo xvii ha modificado la jerarquia social de las sociedades industriales, y cémo, a su vez, dicho movimiento ha sido influido por el desarrollo de la industria moderna, Esta labor exige, en pri- mer lugar, una investigacién sobre la naturaleza de las clases sociales modernas. Requiere, en se- gundo lugar, un estudio comparativo de los cam- bios de Ia estratificacién social ocurridos en los. 14 tipos principales de sociedad industrial, y un in- tento de explicacién de dichos cambios. Final- ‘mente, implica una confrontacién entre las ideas de igualdad y de jerarquia social. ¢Constituye la igualdad un ideal realizable en las circunstan- cias de una sociedad industrial compleja? E in- versamente, gcudles son los tipos y los grados de desigualdad inevitables, tolerables o atin desea- bles en dicha sociedad? Las desigualdades originadas en la clase so- cial no deben ser asimiladas a la desigualdad hu- mana en general. Hay otras formas de desigual- dad, otras clases de privilegio y de dominio, ade- més de los que arraigan en las diferencias de cla- se social. En el seno de determinadas sociedades pueden existir desigualdades determinadas por di- ferencias de raza, de idioma o de religion y entre distintas sociedades existen desigualdades como as que hoy son evidentes entre las naciones ricas ¥ pobres, que son el resultado de la conquista, de las diferencias de extensién y de los distintos recursos naturales, asi como de las oportunida- des y los fracasos histéricos especificos. Tampoco puede afirmarse que los derechos politicos estén determinados siempre por la inclusién en deter- minada clase, como a veces afirman los marxis- 15 tas, El poder politico mismo puede crear nuevas clases sociales, nuevos derechos de propiedad y nuevos privilegios, _De todos modos, subsiste 61 hecho de que la division de la sociedad en clases sociales defini- das es una de las més impresionantes manifesta- ciones de desigualdad del mundo moderno, que & menudo ha sido el origen de otras formas de desigualdad, y que el predominio econémico de una clase dada ha sido muy a menudo Ia base de su propio dominio politico. Por consiguiente, la clase se encuentra profundamente implicada en muchos de los més vitales problemas de la poli- tica y de la actividad social modernas, big LA NATURALEZA DE LA CLASE SOCIAL Todavia hoy los sociélogos sostienen vives discusiones con respecto a la teoria de la clase social y, en términos més generales, de la estra- tificacién social. Esta wltima expresién puede ser utilizada para aludir a cualquier ordenamien- to jerarquico de los grupos o estratos sociales que forman una sociedad; y en general los sociélo- gos han distinguido las siguientes formas prin- cipales: 1a casta, el estado, la clase social y el grupo jerarquico, Cada uno de estos tipos de es- tratificacién social es complejo, y todavia hay muchos problemas no resueltos con respecto al fundamento y a las caracteristicas de las castas y os estados, lo mismo que con respecto a las 17 clases y a los grupos jerarquicos;' aunque en la mayoria de los casos es més facil definir a las primeras, y sus limites se distinguen més clara- mente. A pesar de estas dificultades, ciertos as- pectos generales de la estratificacién social no son materia de discusién. En primer lugar, un sistema de jerarquias so- ciales no forma parte de cierto orden de cosas natural e invariable, y por el contrario es un ar~ tificio 0 producto humano, y estd sometido a cambios de cardcter hist6rico. Més especialmen- te, las desigualdades naturales 0 biolégicas por i una parte, y las distinciones de a jerarquia so- cial por otra, corresponden a dos diferentes ér- denes de la realidad. Las diferencias fueron sefia- ladas muy claramente por Rousseau en un co- nocido pasaje: “Concibo la existencia de dos ti- pos de desigualdad en la especie humana; una, i" | a la que Hamaré natural o fisica, porque ha sido Hs establecido por la naturaleza, y que consiste en diferencias de edad, de salud, de fuerza corporal, ? So hallaré un excelente reso de los estudios recientes sobre 1s casta en M. N, Srinivas, ef al, Current Scclology, Vol. VIII (3), 1959; y sobre le jecarqufa social en las scciedades feudales, Mare Bloch, Feudal Society (teaduecién ingless, Lonéros, 1961), Parte VE 18 y de cuialidades mentales o del alma y otra, que puede ser denominada desigualdad moral o poli- tica, porque depende de cierta convencién, y ha sido establecida, o por lo menos autorizada, por consentimiento de los hombres. Esta tiltima con- siste en los diferentes privilegios de que gozan algunos hombres en perjuicio de otros; como por ejemplo ser mas ricos, mas honrados, mas pode- rosos, 0 alin encontrarse en condiciones de exigir obediencia”? Esta distincién ha sido aceptada por la ma- yoria de los autores modernos que se han ocu- pado del problema de fa clase social, Asi, T. H. Marshall ha observado que “. . .la institucion de la clase ensefia a los miembros de una sociedad fa observar ciertas diferencias y a ignorar otras cuando agrupan a las personas con arreglo al mé- rito social”.* Sin embargo, atin aceptando esta distincién, podria argitirse que el sistema de cla- ses sociales de las modernas sociedades capita- listas de hecho funciona de modo tal que asegu- fa una armonia mas o menos general entre la 2 J, J. Rousseau, Disectacién sobre el origen y fandamento dé a desigualdad umsna, 8 7T, H, Marshall, “The Neture of Class Conflict’, en Citisen- ship and Social Clase (1950), pig. 115. 19 jetarquia de las condiciones naturales y las dis- tinciones determinadas por el rango aceptado socialmente. Estos argumentos han sido plan- teados con frecuencia,‘ pero a decir verdad care- con de una base concreta sélida. Se reconoce ge- neralmente que la desigualdad de ingresos cons- tituye un elemento importante de la jerarquia de clases. Pero numerosas investigaciones han revelado que la desigualdad de ingresos depen- de fundamentalmente de la distribucién desigual de la propiedad a través de la herencia, y no pri ‘mariamente de las diferencias de los ingresos ob- tenidos por medio de actividades a las que po- dria atribuirse cierta relacién con cualidades na. turales © innatas.’ Los estudios modernos rela. tivos a Ia seleccién educacional y_ profesional Subrayan esta falta de correspondencia entre las jerarquias propias de la capacidad y de la posi- cién social, en cuanto revelan que la capacidad intelectual, por ejemplo, de ningéin modo recibe siempre la recompensa del ingreso elevado o de san 2 Sets te fo on Istaria de a ite form eto y Mosca, erticaday en rai obra don bra Bites and Society Fin ite Bet. ieeplo, H. Datton, Soins Aspects of the Tae ‘auality of Incomex in Modecn Societies (1020), 20 la jeratquia social destacada, ni la falta de con- diciones se ve castigada con la situacién contra- ria. Ciertamente, una descripcién més precisa del sistema social de clases indicaria que éste opera sobre todo por medio de la herencia de 1a pro- piedad, para asegurar que cada individuo man- tenga cierta posicién social, determinada por su nacimiento e independiente de sus condiciones personales. Este estado de cosas se ve suaviza- do, pero no abolido por diversas influencias so- ciales que serén examinadas ms adelante. ‘Un segundo punto de acuerdo general se re- fiere al hecho de que las clases sociales, en con- traste con las castas los estados feudales, son grupos econémicos en un sentido mas exclusi- vo. No concurren a constituirlas o sostenerlas ciertas normas legales y religiosas especificas, y la participacién en una clase dada no confiere al individu derechos civiles o politicos especia- les. Se deduce de fo anterior que los limites de Jas clases sociales estén definidos de manera menos precisa. Las clases principales, la burgue- sia y la clase trabajadora, pueden ser identifica- das con cierta facilidad en la mayoria de las so~ ciedades, pero hay muchos estratos intermedios, a los que por comodidad se denomina “clases 21 medias”, y cuyos limites es dificil definir exacta- mente, ademas de que la participacién en las mismas no puede ser determinada a base de una formula sencilla. Mas atin, la afiliaci6n a las clases sociales mo- demas es generalmente menos estable que 1a Participacién en otros tipos de estructuras je- rarquieas. El individuo nace en determinada cla- ‘se social, del mismo modo que nace en una casta © estado, pero hasta cierto punto es menos proba- ble que permanezca en el nivel social en que na- cid en comparacién con Ja situacién del indivi. duo en una sociedad de castas o de estados, En el curso de una vida el individuo 0 su familia Puede ascender o caer en la jerarquia social. Si asciende, no necesita titulos de nobleza, ni for- mas de reconocimiento oficial que confirmen su Ruevo status. Bastaré que disponga de riqueza, que desempefie una particular funcién econémi. ca 0 profesional, y quizés que adquiera algunas de las caracteristicas culturales secundarias del estrato social en el que ha ingresado. Aunque la base econémica de las clases socia- les es obvia, el hecho puede ser interpretado de Varios modos, lo cual suscita opiniones muy di- vergentes sobre el significado de las clases en Ia 22 vida social y de las relaciones entre las clases. Seré itil comenzar examinando la interpretacién de Marx, porque en ella se afirma muy vigorosa- mente la base econémica de las clases y las rela- ciones antagénicas entre elles, y porque el estu- dio critico de la concepcién de Marx revelaré la mayoria de los problemas vitales relacionados con la naturaleza de las clases sociales, Marx nunca realizé una exposicién completa y sistematica de su teoria de la clase, aunque con raz6n puede sefialarse (como lo observé Lenin) que todo lo que escribié de un modo u de otro tuvo que ver con el problema de la clase. El pun- to en que Marx inicia una exposicién ordenada de su teoria es precisamente donde el manuseri- to del tercer volumen del Capital se interrumpe Y queda inconcluso, después de una pagina con- sagrada principalmente a resefiar las dificulta- des que su propia teoria afrontaba. En realidad, Marx comenzé por adoptar un concepto sobre la clase aceptado generalmente por los historiado- tes y los te6ricos del problema social (incluso los primeros socialistas) en 1a época en que él inici6 sus investigaciones sociolégicas, y Iuego su principal tarea fue armonizar este concepto con el planteo més general de su teoria de la trans- 23 formacién social, y utilizarlo para analizar el des- arrollo de un sistema social dado, el capitalismo. moderno, Es precisamente lo que dice Marx en una de sus cartas: “...no es mérito mio haber descubierto la existencia de las clases en Ia so- ciedad moderna, y ni siquiera la lucha entre ellas. Mucho antes que yo los historiadores burgueses han descrito el desarrollo histético de esta lucha de las clases, y los economistas burgueses la ana- toma econémica de tas clases”.” Marx continta explicando su propio aporte, que consiste en ha- ber demostrado que 1a existencia de las clases est vinculada con fases historicas particulares del desarrollo de Ia produccién, y que el choque de las clases en las sociedades capitalistas mo- demas llevara a la victoria de a clase trabajado- ray a Ja inauguracién de una sociedad socialista sin clases. Los rasgos distintivos de la teoria de Marx son, Por consiguiente, la concepeién de las clases so. ciales desde el punto de vista del sistema de Produccién, y la idea del desarrollo social a tra- vés del conflicto de las clases, que culminard en un nuevo tipo de sociedad sin clases, De acuer- ° Carta a J. Woydemeyer, 5 de marzo de 1852, 24 do con las palabras del propio Marx: “...el conjunto de lo que se denomina historia mundial no es sino Ia creacién del hombre mismo por el trabajo humano”.? El hombre se produce (y re- produce) en sentido fisico y cultural. “En la pro- duceién social que los hombres desarrollan, en- tran en relaciones definidas que son indispensa- bles e independientes de su voluntad; estas re- laciones de produccién corresponden a un nivel definido de desarrollo de sus fuerzas materiales, de produccién, El conjunto de estas selaciones de produccién constituye Ia estructura econémi- ca de la sociedad... el fundamento real sobre el que se elevan las superestructuras juridicas y politicas, a las que corresponden formas defini das de la conciencia social. El modo de produc- cién de la vida material determina el cardcter general de los procesos de 1a vida social, politi- cay espiritual”’* Las clases sociales se originaron en la primera expansion historica de Jas fuerzas productivas més alla del nivel indispensable para la mera subsistencia, fenémeno que implicé la amplia- ¥ Manascritos Rcondmicos y Filosétcos. ® Contribucién a ta ertica de in economia politica (1859). Profacio, 25 cién de la divisién del trabajo fuera de los limi- tes familiares, la acumulacién de un excedente de riqueza, y la aparicién de la propiedad priva- da de los recursos econémicos. En adelante, las distintas relaciones de los individuos con los ins- trumentos de produccién de propiedad privada forman la base de la constitucién de las clases sociales, Marx distinguié varias épocas impor- tantes o formas fundamentales de estructura so- cial en la historia de la humanidad. En el prefa- cio a su Contribucién a la critica de Ia economia politica, escribe lo siguiente: “En términos muy generales podemos distinguir los modos de pro- duceién asiatico, antiguo, feudal y burgués mo- derno como las épocas del progreso de la for- macién econémica de la sociedad”. En otras ‘obras, Marx y Engels se refieren al comunismo Primitivo, a la sociedad antigua (esclavismo), a la sociedad feudal (servidumbre), y al capita- ismo modemo (trabajo asalariado) como for- mas histéricas principales de la sociedad. Las teferencias de Marx al tipo asiatico de sociedad son particularmente interesantes porque este ‘ltimo esta fuera de la linea de desarrollo de las sociedades occidentales, y también porque él acepta aparentemente Ia posibilidad de que en 26 este caso una clase gobernante esté formada por los altos funcionarios que controlan la adminis- tracién.’ De todos modos, no continué desarro- tlando el tema en sus obras posteriores, Los cambios histéricos que definen el pasaje de un tipo de sociedad a otro estan en OO por las luchas de clases y por Ja victoria de una clase sobre las otras. En si mismo el conflicto de clases refleja la incompatibilidad entre diferen- tes modos de produccién; y la victoria de una clase dada, asi como la subsiguiente reorganiza- cién de la sociedad encarada por aquélle, depen- be bain a aces ear on eerie Sore ao ne Ropes here po So ee ee ec ee oleae nee tee irl a 27 de de la aparicién de un modo de produccién nuevo y superior, cuyo predominio esa clase tie. ne interés en afirmar. Segiin afirma Mars: “Nin. gin orden social desaparece jamds antes de que se hayan desarrollado todas las fuerzas produc- tivas que él permite; y nunca aparecen nuevas y més elevadas relaciones de produccién antes de que las condiciones materiales de su existencia hayan madurado en la matriz de la antigua so- ciedaa”.* __Sin embargo, Marx no expuso una simple teo- tia del determinismo tecnolégico 0 econémico, Por el contrario, como afirmé en su critica de la filosofia de la historia de Hegel: “No es la TP Se Su estructura, su composicién y su estabilidad en el tiempo se han visto modificadas profunda- mente por la amplia difusién de la propiedad y la division de las grandes fortunas, por la cre- ciente movilidad social y por otros cambios ocu- rridos en la sociedad. Ademés, ya no puede afir- marse que Ja burguesia sea una clase gobernan- te; primero, porque ha dejado de ser un grupo cohesionado; segundo, porque la complejidad y la diferenciacién de las sociedades modernas ha- cen dificil que un solo grupo pueda detentar ex- clusivamente el poder; y finalmente, porque el sufragio universal asegura que el poder politico vaya a parar en dofinitiva a manos de la masa del pueblo, ‘Los cambios observados en Ia situacién de la clase trabajadora parecen ain mis perjudiciales para la teoria de Marx. Marx esperaba que la clase trabajadora adquiriese mayor homogenei- dad, porque las diferencias de capacidad técnica y de salarios se reducirian, y aun desaparecerian, debido al empleo més generalizado de la maqui- naria; que seria numéricamente més fuerte, por- que muchos miembros de la antigua clase media pasarian a la condicién de asalariados; que se unirfan més y tendrian ms conciencia de clase, 46 como resultado de la creciente semejanza de las condiciones de vida y de trabajo, 1a facilidad de comunicaciones entre las organizaciones de la clase obrera y la difusién de las doctrinas socia- listas; y finalmente, que se convertiria en una fuerza revolucionaria, debido a la creciente dis- paridad entre sus propias condiciones materiales y las de la burguesia, y a la comprensién de que sélo una transformacién radical de la sociedad Permitiria una vida aceptable para la gran ma- yoria de los hombres. Contra esta concepcién, los ctiticos han sefialado que los obreros modernos contintian muy diferenciados por 10 que hace a los niveles de capacidad técnica, a pesar de que las difereticias de salarios han tendido a dismi- nuir; que la creciente especializacién de las pro- fesiones ha creado un sistema jerarquico mucho. més complejo, asi como una multiplicidad de tereses parciales; que la expansi6n de las clases medias ha reducido la proporcién de obreros in- dustriales de la poblacién total, y por consiguien- te ha disminuido 1a influencia social de los mis mos; que la mayor movilidad social ha minado la solidaridad de la clase obrera; y que el mejora- miento general de los niveles de vida ha condu- cido al aburguesamiento del conjunto de Ia clase 47 | obrera, Ja que shora est4 adoptando normas y pautas de vida propias de Ja clase media, Ciertamente, parte de esta critica debe ser aceptada en una exposicién realista de las con- diciones de la clase trabajadora en las sociedades industriales contempordneas, pero de todos mo- dos los cambios observados son pasibles de di- versas interpretaciones. La tesis mas debatida es Ja que se refiere al aburguesamiento de la clase trabajadora, la que a menudo ha sido presentada de un modo superficial y facil. Pero sélo recien- temente fue examinada de un modo cuidadoso por Goldthorpe y Lockwood," quienes sefialan que, como resultado de Ios recientes estudios de Ja sociedad briténica, “. . .se ha oftecido el cua- dro —por otra parte, aceptado generalmente— de un sistema de estratificacién de gradaciones cada vez més precisas, y al mismo tiempo algo menos extremo y menos rigido. Pero en los uilti- mos tiempos los mayores progresos econémicos han determinado que ingresara en Ia discusién un nuevo factor —el de la «afluencia» de Ia cla- se trabajadora... Cierto mimero de autores han 38 John H, Goldthorp, David Lockwood, “AZftuonce and tho Beitish Class Structure”, The Sociological Roviow, XX (2), jullo da 1968, pf, 129-168. 48 sostenido que la clase trabajadora, o por lo me- nos’ un grupo particularmente préspero de la misma, esta perdiendo su identidad como estrato social y fusiondndose con la clase media. . Debemos sefialar que ello implicaria una trans. formacién de la estructura de clase mas veloz y profunda de lo que justifican las tendencias se- culares de 1a distribucién profesional, de la dis- tribuciéa general de los ingresos y la riqueza, 0 de los indices de movilidad social intergenera- cional”. Luego, los autores distinguen y exami- nan Io que ellos denominan aspectos econémicos, de relacién y normativos de los cambios ocurri- dos en ta vida de Ja clase obrera. Sefialan que el progreso econémico de la clase trabajadora en re- lacién con la clase media ha sido exagerado en nu- merosos estudios, porque éstos no consideran to- dos los factores pertinentes, como por ejemplo la seguridad econémica, la oportunidad de promo- cién, y los beneficios marginales de distintos ti- pos, Los otros aspectos, el de la vida de relacion (es decir, 1a medida en que las personas de clase media aceptan en pie de igualdad a los trabaja- dores manuales en el curso de relaciones formales e informales), y el normativo (es decir, la medi- da en que los trabajadores manuales han adqui- 49 rido una nueva visién y nuevas normas de con- ducta que se asemejan a las que son propias de la clase media) practicamente no han sido estu- diados; pero los materiales disponibles indican que la distancia entre Ja clase trabajadora y la clase media contintta siendo muy grande, Se de- duce de ello que las conclusiones politicas —el fin de la ideologia y del conflicto entre las cla- ses— extraidas del supuesto aburguesamiento de la clase obrera, o en otras palabras, del concep- to de que los modernos paises industriales son ahora sociedades de clase media, son en si mis- mas extremadamente dudosas. Un reciente estudio francés, realizado por Ser- ge Mallet,” llega ciertas conclusiones que com- pletan las que alcanzaron Goldthorpe y Lock- wood. Mallet realiza una importante distincién entre Ia situacién del obrero en las esferas del consumo y de la produccién. En la primera, “la clase trabajadora ha dejado de vivir separada. Su nivel de vida y sus aspiraciones de comodi- dad material la han arrancado del ghetto en la que estaba confinada al comienzo de la indus- trializacién. Cuando abandona la fébrica, el 16 Serge Mallet, La nouvelle classe ouvritre (Perla, 1963). 50 obrero deja de considerarse obrero”. Por el con- trario, en el proceso mismo de la produccién, “las caracteristicas fundamentales que distinguen a Ia clase obrera de los otros estratos sociales apa- rentemente no han sufrido modificaciones”."* Las caracteristicas y la vision distintivas de la clase trabajadora se mentienen 0 cambian en el Ambito de la industria, a través de las orgeniza- ciones fabriles; y Mallet sostiene, sobre la base de estudios realizados en tres empresas indus- triales, que la “nueva clase obrera” se ha visto llevada, como consecuencia de las transforma- ciones tecnolégicas y econémicas, a asumir ma- ‘yor responsabilidad en la organizacién de la pro- duccién, por intermedio de los tepresentantes: sindicales, y por consiguiente a considerarse —quiza con claridad mayor atin que antes— el sector humano que con el tiempo habra de controlar la industria, en lugar de los actuales propietarios capitalistas. Debemos considerer en dltimo término una critica de la teoria de Marx que se origina di- rectamente en las experiencias sociales y poli- ticas de los paises de tipo soviético. Ha sido for- 1 Op. city pg. 9. 51 mulada con particular claridad por un socidlogo polaco, el ya desaparecido Stanislaw Ossowski: “Hay otras razones que explican por qué la con- cepcién de la clase social propia del siglo x1x, tanto en la interpretacién liberal como en la marxista, ha perdido gran parte de sus posibili- dades de aplicacién en el mundo moderno. Pues- to que los cambios de Ia estructura social se en- cuentran en mayor o en menor medida goberna- dos por la decisién de las autoridades politicas, nos hallamos a mucha distancia de la clase social segiin la interpretacién de Marx, Ward, Veblen © Weber, de 1as clases concebidas como grupos determinados por sus relaciones con los medios de produccién 0, como diria otro, por sus rela- ciones con el mercado. Estamos muy lejos de las clases concebidas como grupos que se originan en las organizaciones de clases creadas esponté- neamente. Cuando las autoridades politicas son eapaces de modificar franca y eficazmente la es- tructura de clase; cuando los privilegios més esenciales para el mantenimiento de la jerarquia social, incluso una participacién mas elevada en la tenta nacional, dependen de Ia decisién de la autoridad politica; cuando gran parte 0 atin la mayoria de la poblacién se encuentra incluida 52 en una estratificacién del tipo que puede ser ob- servado en una jerarquia burocratica, el concep- to de la clase propio del siglo xix sé convierte mas © menos en un anacronismo, y los conflictos de clase ceden el sitio a otras formas de antago- nismo social” Esto tiltimo resulta particular- mente valide para el caso de la Unidn Soviéti- cay de las sociedades del mismo tipo, en las que el gobierno de un solo partido, sin el control de una oposicién organizada, deja el campo libre para el ordenamiento autoritario de los ingresos y de las jerarquias en un sistema caracterizado Por las grandes desigualdades; pero también es aplicable hasta cierto punto a las modernas so- ciedades capitalistas, en las que el Estado ha adquirido determinado grado de independencia frente a las clases sociales, y constituye ahora una fuente de variaciones de Ia estratificacin de su propia legislacién social. Ninguno de estos casos puede ser explicado or la teoria marxista en su forma més rigurosa. Marx no anticipé que la dictadura del proleta- tiado segiin él la concebia adoptaria en realidad 388. Ossowski, Close Steucture in the Social Consciousness, li. 184. 53 la forma de dictadura de un partido, y que a su tiempo se convertiria en un régimen burocrético controlado por un solo individuo, 0 que en tos pafses capitalistas el movimiento mismo de la clase trabajadora ayudaria a crear una forma de sociedad —el Estado de bienestar social— que puede poser cardcter transicional o permanen- te, que no es socialista, pero en el que existe un importante control del gobierno sobre la econo- mia y las condiciones sociales, y por consiguiente luna influencia sustancial sobre el sistema de es- tratificacion. Las criticas dirigidas a la teoria de Marx, y las alternativas que hemos resefiado, fundadas prin- cipalmente sobre la distincién que hizo Max Weber entre la estratificacion de clase y la es- tratificacién por medio del prestigio, no han con- fluido atin en una nueva teoria de cardcter gene- ral, que esté en condiciones de ocupar la que Marx propuso. En todo caso suministran un in- ventario mas 0 menos sistemtico de los proble- mas que revisten particular importancia: la na- turaleza de la estratificacién social de las socie- dades de tipo soviético, y de las modificaciones sufridas por dicha estratificacién en las socieda- des capitalistas; la importancia relativa de la 54 er ee ee er area ee aaa propiedad privada, la seleccién educativa, de la diferenciacién profesional y del poder politico para la creacién y el mantenimiento de diferen- cias sociales; Ia extensién y las consecuencias de la movilidad social y de las desigualdades de in- gresos; y un esquema conceptual que procura establecer distinciones mas detenides entre las clases sociales, los grupos jerarquicos y las élites, y entre los elementos econémicos, politicos y otros de Ia estratificacién social. El valor de es- tos nuevos conceptos y de las revisiones criticas sufridas por la teoria de Marx podra ser estima- do mejor si ahora los utilizamos para realizar un examen de Jas transformaciones ocurridas en 1a estructura de clase de algunas sociedades mo- demas. 55 iW LAS CLASES EN LAS SOCIEDADES INDUSTRIALES Los dos grandes tipos de sociedad industrial que he distinguido antes —Ia capitalista y la so- viética— presentan en su estructura profesional yen la forma general de su estratificacién social cierto niimero de semejanzas, pero también di- fieren mucho por sus regimenes politicos y su politica y sus doctrinas sociales, por el modo de constitucin de sus estratos sociales superiores y-por los cambios hist6ricos sufridos por la es- tructura social de cada sector. Por consiguiente, es conveniente comenzar examinando separada- mente cada tipo de sociedad, antes de intentar cualquier comparacién. A mediados del siglo x1x se entendia general- mente que Inglaterra reflejaba del modo mas 57 a TT claro y completo la tipica estructura de clase de la nueva sociedad capitalista. Marx eligié a In- glaterra como modelo para el estudio del desarro- Wo del capitalismo y de la formacién de las principales clases modernas —la burguesia y el proletariado— aunque asocié a este material un modelo de conflicto y revolucién clasista deriva do principalmente de la experiencia de Francia. Disraeli, que no era un revolucionario, docu- menté en Sybil y en otros escritos la formacién de “dos naciones” en el seno de la sociedad ingle- 2, previno contra los peligros determinados por esta divisién entre los fabricantes y los obreros, industriales, y al mismo tiempo procuré aprove- charla conquistando el apoyo de los trabajado- tes al partido tory contra los liberales. Sin em- bargo, el sistema inglés de clases tenfa ciertas caracteristicas peculiares que surgieron, de acuer- do con R. H. Tawney, de “la combinacién de una eruda realidad plutocrética con el aura sentimen- tal de una leyenda aristocratica”.’ Fue este con- junto de circunstancias —que atin no ha sido es- tudiado y explicado exhaustivamente por los his- toriadores— lo que creé en Inglaterra el “ideal 1 RH, Tawney, Bauality (4° edictén, 1982), pz. 57. 58 del caballero” y las escuelas ptiblicas (public schools) como instituciones destinadas a conso- lidarlo y transmitirlo. Produjo también el esno- bismo de las clases medias, la “religion de la des- igualdad” —como la denominé Matthew Ar- nold— que mantenia delicadas pero estrictas distinciones sociales, ante las cuales los observa- dores extranjeros se maravillaban. Cuéles son los cambios sufridos por este sis- tema durante el iiltimo siglo? Puede afirmarse que la realidad plutocratica ha sido modificada por los cambios ocurridos en la distribucion de la propiedad y la renta, y sobre todo por el me- joramiento general de los niveles de vida. A fines del siglo xrx la pobreza aguda era todavia un fenémeno general. La investigacién realizada por Charles Booth? en Londres entre los afios 1887 y 1891 demostré que en ese momento mas del 30 por ciento de los habitantes vivian en la pobreza; y el estudio realizado por Rowntree sobre las condiciones sociales en York,’ inicia- do en 1899, llegaba a conclusiones semejantes. 2 Charles Booth, Life and Labour of the People in London 1902). 8B Sesbohm Rowntree, Poverty; A Study of Town Life 3901), 59 En el otro extremo de la jerarquia social, duran- te los afios 1911-1913 un privilegiado 1 por ciento de la poblacién poseia el 68 por ciento de toda Ia propiedad privada, y recibia el 29 por ciento de la renta nacional total. La ofensiva contra Ia desigualdad econémica es un fenémeno muy reciente. El impuesto a la herencia fue aplicado por primera vez a fines del siglo x1x, y solo en 1949 Iegé a una tasa sus- tancial, el 80 por ciento sobre herencias superio- tes a un millén de libras esterlinas. Ain asi, estas tases impositivas reducen muy lentamente gran- des fortunas (y las consiguientes rentas que no son fruto del trabajo) —si es que lo hacen— porque estan contrapesadas por diversas formas de evasién impositiva, y por las ganancias ob- tenidas durante los periodos de expansién eco- némica, que pueden restablecer rapidamente las fortunas disminuidas por los impuestos, y tam- bién crear otras nuevas. En 1946—1947, el 1 por ciento de la poblacién todavia poseia el 50 por ciento de toda la propiedad privada, y es improbable que la proporcién haya cambiado mucho desde entonces. Es evidente que Ia tradi- cional clase adinerada ha conservado la mayor parte de su riqueza. Como lo ha sefialado An- 60 thony Sampson: “.. .en general, la aristocracia es mucho més rica de lo que parece. Con la de- mocracia, se ha impuesto una actitud de discre- cién, Han desaparecido los palacios en Londres y las manifestaciones exteriores, pero el campo abunda todavia en pares millonarios: con el au- ge de la prosperidad muchos de ellos son ahora més ricos que nunca”.! Es probable que la ob- servacién sea igualmente valida en el caso de las familias adineradas de fabricantes o financistas. En Ia distribucién de 1a renta influyen otros factores, aparte de la distribucién de la riqueza: Jas condiciones de empleo, la negociacién colec- tiva, la politica social general y los impuestos, ‘Durante este siglo se han utilizado cada vez mas los impuestos como medio de promover unaredis- tribucién entre ricos y pobres; y si bien en 1913 los que tenian rentas de 10.000 libras anuales 0 més pagaban solamente alrededor del 8 por cien- to de sus ingresos en concepto de impuesto di- recto, en 1948 los que se hallaban en la misma categoria pagaban el 75 por ciento o més en con- cepto de impuesto directo. En el epilogo a la edi- cién de 1952 de su Equality R. H. Tawney ob- 4 Anthony Sampson, Anatomy of Britain, pias. 4S. 61 servo que el niimero de rentas superiores a 6,000 libras anuales después del pago del impuesto ha- bia descendido a una cifra muy pequefia, y que mientras en 1938 la renta residual media de los que se hallaban en la categoria més alta (10.000 libras anuales 0 mds) representaban veintiocho veces el valor de la renta de los que pertenecian ala categoria mas baja (250 a 499 libras anua- les), en 1948 representaba slo trece veces di- cho valor. Sin embargo, las declaraciones de ingresos con vistas a la aplicacién del impuesto no sumi- nistran, ni mucho menos, un cuadro completo de la distribucién de la renta; y el estudio més cabal del problema que ha sido realizado hasta ahora,’ sefiala la influencia de los seguros de vida, las jubilaciones, las pensiones libres de impues- tos, las becas educacionales, los fideicomisos, las cuentas de gastos y las ganancias eventuales, en la conservacién o el ineremento de la riqueza y Ia renta de la clase superior. En vista de que los datos actuales son inadecuados, es imposible Ie- gar a una formulacién precisa de los cambios cocurridos en Ia distribucién de la renta durante OR, M, Titmuss, Income Distribution and Social Change 1962), 62 el siglo xx. Sin embargo, la mayoria de los estu- diosos de! problema han Ilegado a la conclusién de que desde 1900 a 1939 Ia redistribuci6n de la renta en favor de los asalariados ha sido escasa, co nula, y de que a fines del periodo aproximada- mente el 10 por ciento de la poblacién recibia casi la mitad de la renta nacional, mientras el otto 90 por ciento de Ia poblacién recibia la otra mitad; de que entre 1939 y 1949 la redistribu- cién puede haber transferido alrededor del 10 por ciento de la renta nacional de los propietarios privados a los asalariados; pero que desde 1949 nuevamente se ha acentuado la desigualdad. Es- tos célculos se basan sobre todo en las declara- ciones de ingresos que permiten calcular el im- puesto a la renta, y por consiguiente no tienen en cuenta las restantes fuentes de ingresos rea- tes mencionadas més arriba, que benefician prin- cipalmente a los ricos. Sobre la base de sus investigaciones tanto Rowntree como Booth Hegaron a ta conclusién de que dos de las mas importantes causas de po- breza eran la falta de un empleo regular y los gastos determinados por prolongados periodos de mala salud. Es evidente que el mejoramiento de las condiciones de vida de la clase trabajado- 63 | ta de Gran Bretafia durante la guerra debe mu- cho al mantenimiento de la ocupaci6n plena y al desarrollo de los servicios sanitarios.” Ademas de elevar el nivel de ingresos de la clase trabajadora y de crear hasta cierto punto esa seguridad eco- némica que la clase superior siempre consideré cosa sobrentendida, ha eliminado casi completa- mente al sector de sirvientes domésticos; y ésta es una de las principales conquistas de la clase obrera durante el siglo 2x, en cuanto le ha per- mitido escapar de una forma particularmente onerosa de sujecién a otra clase.’ Puede argiiirse también que en conjunto los servicios sociales contribuyen a disminuir las di ferencias de clase mucho ms de lo que podria deducirse juzgando exclusivamente por sus con- secuencias econémicas. Como escribis R. H. Tawney ° Rowntree cubraya la importancia do ertor {actores en au ter- sere investigaciin social de York. Véase B, Seebohm Rowntres y G. RB, Lavers, Poverty and the Wellere State (1951). 1 Marx observé en el Capital, Vol, T, quo et gran aumento del ‘Gimero de trabajadores del servicio doméstico, de los que habia estanto més de un millén en 1861, demostraba cleramonte Ja reciente divergencia entre Jas clases: mientras Ia riquezn y el Tajo se concentraban en un extrema, In pobreza y a servidumbre Jo hacfan en el otro. 64 “Hay ciertas deficiencias graves, aplastantes —condi- ciones de vida Iesivas para Ia salud, educacién inferior, inseguridad econémica... que colocan a las clases que las padecen en permanente desventaja con respecto a las ‘que no estén afligidas por los mismos problemas. Hay ciertos servicios que han mitigado considerablemente es- tas deficiencias fundamentales; y si se dispone de tiempo y de voluntad, serd posible eliminarlas totalmente... La contribucién a la igualdad que estas instituciones din4- micas realizan es sin duda alguna desproprocionadamente mayor que lo que resultarfa sia cada individuo del total de cuarenta millones afectados se le regala anualmente ung suma equivalente a su cuota del costo total.”* Los servicios sociales no sélo contribuyen a 1a igualdad de las esenciales condiciones de vida de todos los ciudadanos; en la medida en que son utilizados por todos el nivel cualitativo del ser- vicio tiende a elevarse, Muy probablemente es cierto, como han sostenido algunos, que las cla- ses medias se han beneficiado por lo menos tan- to como la clase trabajadora con la expansién de los servicios sociales, pero una consecuencia im- portante ha sido que, por ejemplo, el nivel de la atencién médica gratuita ha mejorado mucho en ‘comparacién con la época en que dicha atencién se suministraba s6lo a los pobres y a los necesi- tados, En el campo de la educacién es evidente 5 RH, Tawney, Equality (4% edicién, 1952), pig. 248. 65 que se han realizado progresos similares desde Ja Ley de Educacién de 1944, aunque aqui las diferencias de clase han resultado mas tenaces, y ha sido més dificil superarlas, mientras que la existencia de un gran sector educacional priva- do ha determinado que el movimiento destinado ‘a mejorar el nivel del servicio publico fuese me- nos vigoroso. Debemos llegar a 1a conclusién de que el pro- greso general de las condiciones materiales de la clase obrera briténica durante las tiltimas dé- cadas se ha debido esencialmente al répido des- arrollo de Ja renta nacional, lo que ha permitido la expansién de los servicios sociales, y no a una redistribucién radical de la riqueza o de la renta entre las clases. Més atin, incluso en esta socie- dad més afluente subsiste considerable pobreza. ‘Sin embargo, su significado desde el punto de vis- ta de las relaciones entre las clases es muy dis- tinto del que tenia en el siglo xrx. Entonces la pobreza era el destino de toda una clase, y no cabia esperar que se pudiera aliviarla rapida- mente en los limites del sistema econémico ca- pitalista. La pobreza separada nitidamente de las otras a una clase de la sociedad, y al mismo tiem- po engendraba un movimiento de rebelién. En 66 Ja Gran Bretafia actual, como en otros paises in- dustriales avanzados, la pobreza no es ya de este tipo; ahora es menos general, y esté limitada a grupos particulares de la poblacién —principal- mente personas de edad y obreros de ciertas ocu- paciones o regiones que han quedado rezagados como resultado del progreso tecnolégico— que estan demasiado aislados 0 son excesivamente heterogéneos como para formar la base de un movimiento social de cardcter extremista. Estos grupos empobrecidos se encuentran en acentua- do contraste con Ia mayoria de la clase trabaja- dora, que goza de elevado nivel de vida compa- rada tanto con las sociedades anteriores como con elgnos grupos de clase media de la sociedad con- temporénea, La principal base concreta de la tesis del abur- guesamiento, examinada brevemente en el ca- pitulo anterior, reside en este mejoramiento de Jos niveles de vida y en la modificacién de la po- sicién econémica relativa de los obreros manua- les y de algunos sectores de empleados, pero también tiene en cuenta los efectos de la movi- lidad social en la modificacién del sistema de clase. Desde la guerra los sociélogos han estudia- do la movilidad social mucho més intensamente 67 que los cambios operados dentro de las clases medias, y le han atribuido gran importancia co- mo disolvente de las divisiones entre las clases. Las observaciones de los recientes estudios* pue- den ser resumidos del siguiente modo. La movi- lidad social se ha acentuacio generalmente al com- pas del desarrollo econémico de las sociedades industriales, pero dicha acentuacién se ha debido basicamente a los cambios sobrevenidos en la estructura profesional; es decir, a Ia expansién de las profesiones de caracter administrative y profesional, y a la contraccién de las ocupaciones manuales. De ahi que S. M. Miller haya suge- rido la conveniencia de que los sociélogos presten mayor atencién a la “movilidad descendente”, Ia que implica un auténtico intercambio de posicio- nes profesionales y sociales entre las clases, y que bien puede ser “. . . mejor indice de Ia flui- 9 Viase especialmente D. V. Glass (editor), Sooin! Mobility in Britain (1954), Este amplio estudio, basado sxencialmente en uo ‘uestreo nacional, ha sorvido de modelo a ciorto nGmero de inves ‘igaciones posteriores realizadae on otros paises, Se hallarén ostu- ion comparados que reflejan investigacionee mis recientes en S. ‘M, Lipset y R. Bendix, Social Mobility in Industrial Soclety 11959) y S. M. Miller, “Comparative Socal Mobility", Current Seciatoge, 1X (1), 1960. 68 dez de una sociedad que el que se obtiene con el examen de Ia movilidad ascendente”” Un segundo aspecto importante consiste en que generalmente hay movilidad social entre los, niveles sociales préximos; por ejemplo, entre los, niveles superiores de Ja clase trabajadora y los inferiores de la clase media. El movimiento de la clase trabajadora a la clase superior es muy Ji- mitado en cualquier sociedad, y muy especial- mente en Gran Bretafia.” Esta caracteristica se tevela mas claramente en los estudios de las for- mas de reclutamiento de determinadas profesio- nes selectas, como por ejemplo los altos cargos de la burocracia estatal, la direccién de los nego- cios y las profesiones més antiguas. El estudio de Ia composicién del grupo de directores de las grandes compafiias britanicas revela que més de 1a mitad de los mismos comenzé su carrera go- zando de la yentaja de tener vinculaciones co- merciales en la familia, mientras que otro 40 Por ciento procedia de familias de terratenien- tes, de profesionales y de otras de posicién social semejante.”* Un estudio de los altos funcionarios 20.8. M. Miller, op. city peg. 59 22 8. M. Miller, op. ft, ple. 40. 32.4. H. Copeman, Leaders of British Industre: A Stuly of 69 de Ia clase administrativa revela que el 30 por ciento de los mismos se educé en el seno de fa- milias de la clase superior y de la alta clase media, Y due otro 40 por ciento Io hizo en los niveles intermedios de la clase media, mientras que s6lo el 3 por ciento se recluté en familias de obreros manuales semiespecializados y no especializa- dos."* De todos modos, el mismo estudio indica que el area de reclutamiento de los altos fun- cionarios piiblicos se ha ampliado un poco duran- te los iiltimos 30 afios, y es posible que pueda decirse lo mismo de otras profesiones, En este caso la principal influencia ha sido la extensién de las oportunidades educacionales; y Ja idea de que la movilidad social se ha acentua- do mucho en Gran Bretafia durante la posguerra deriva muy principalmente de la creencia de que Jas reformas educacionales han suministrado nuevas y vastas oportunidades de ascenso. Sin duda es cierto que antes de la guerra la movili- dad social estaba limitada especialmente por los. ‘obstaculos financieros y de otro tipo que se opo- nian al acceso a la educacién secundaria y supe- the Careors of More than a Thousend Public Company Dicectoes cass), °° R, KK Kelull, Higher Civil Servante in Britain (1955). 70 rior.* La Ley de Educacién de 1944 estableci6 por vez primera un sistema nacional de educa- cién secundaria, y aument6 considerablemente las posibilidades de que los nifios de la clase tra- bajadora tuvieran acceso a la escuela de huma- nidades (grammar school). Ademés, durante Ja posguerra el acceso de los hijos de obreros a la universidad ha sido facilitado un poco por el aumento del néimero de estudiantes y por la pro- vision mas generosa de becas de estudios. De ‘todos modos, Gran Bretaiia se encuentra toda- via muy lejos de ofrecer igualdad de oportunida- des educacionales. La existencia de un sector pri- vado de la educacién, engafiosamente denomi- nado de la “escuela piiblica” (public school) mantiene los privilegios educacionales y profe- sionales de las familias de la clase superior, mien- tras que en el sistema estatal de educacién, si 44 Véanse los datos presentados en L, Hogben (ei,), Political Axithnetic (1938), 36D, V, Glate observa on eu fntroduccion @ Social Mobility in Britain, qoe en na repién, ol suroeste de Hertfordshire, entre los afios de Ia décadn de 3990 y 1951, “...l0 proporciém (dentro del totel) de hijor de obreros manusles que ingresaron a las excusina de humanidades (grammer schools) 0 elavé de sproximadamente ‘ol 15 por eiento al 43 por elento", Véace también ol material ine ‘luide en J. 8. Floud, A. H. Halsey y F. M. Martin, Social Class and Educational Opportunity, (1956). 71 bien han aumentado las oportunidades para los hijos de la clase trabajadora, es probable que las familias de clase media hayan aprovechado me- jor las posibilidades que ofrecen la educacién universitaria ” y la escuela de humanidades, Aun- que a la movilidad social promovida por el siste- ma educacional agreguemos la que presunta- mente es resultado del desarrollo de las profesio- nes de la nueva clase media —por ejemplo, la industria del espectaculo pitblico— en las que los requerimientos educaciones con menos importan- tes, no puede afirmarse de todos modos que el movimiento de individuos en la jerarquia social ‘es muy considerable o esta acentuandose répida- mente, La gran mayoria de la gente todavia se mantiene en su clase de origen, ‘También puede dudarse de que incluso un in- dice mucho més elevado de movilidad social, que implique un movimiento entre las clases en el que la movilidad descendente sea mas 0 menos igual a la movilidad ascendente, ejerza mayor influencia sobre el sistema de clases, en el sen- 1El Aptndice Dos (B) al Report on Higher Edscation (Cmand, 2154) observa que Ia proporcién do estudiantes univere- tarlos provenientos do familios obreres permanecié casi invari bles (slrededor del 25 por ciento) entre 1928-47 y 1961, 72 tido de que reduzca las barreras 0 el antagonis- mo entre las clases. Por el contrario, en esa situa- cién de elevada movilidad 1a clase trabajadora acabaria por incluir a los que no consiguieron clevarse en Ja jerarquia social, a pesar de las oportunidades que se les ofrecian, y a los que des- cendieron de los niveles sociales més altos a cau- sa de su fracaso personal; y cabria esperar que dicha clase, formada por individuos particular- mente amargados y frustrados, se distinguiera drésticamente del resto de Ia sociedad y se ha- Haria en conflicto con ella. Ciertamente, tanto en Gran Bretafia como en otras sociedades in- dustriales son visibles algunos elementos de ese. cardcter en las generaciones més jévenes de la poblacién. El aspecto més importante de la movilidad social es quizis la impresién que suscita en la conciencia piiblica. De acuerdo con el tipo y el grado de la movilided social, una sociedad pue- de parecer a sus propios miembros “abierta” y fiitida —ofreciendo miltiples oportunidades al talento y a la energia— o rigida y “cerrada”. En Gran Bretafia gran némero y variedad de antiguas instituciones y formas de conducta —la aristocracia, las public schools, Oxbridge, 73 las diferencias de lenguaje y de acento, la red de relaciones con los antiguos compatieros— frustran la movilidad y{ apuntalan la concep- cién piblica de una sociedad rigidamente je- rarquica. Los inerementos de la movilidad so- cial, aun en las tltimas dos décadas, han sido excesivamente modestos, graduales y discretos Para crear una nueva visiOn de las cosas. Es po- sible que las fronteras de la clase se hayan esfu- mado un poco més, principalmente en los nive- les inforiores de le jerarquia social; y tal vez hayan aumentado un poco las oportunidades, especialmente en la esfera del consumo, para amplios grupos de la poblacién. Pero no existe el sentimiento generalizado de que haya dismi- nuido la importancia de Ia divisién de clases, ni de que el individuo disponga de mayores oportunidades para elegir y crear su modo de vida con independencia de la riqueza heredada o de la posicién social. Precisamente por la aceptacién general de tuna ideologia igualitaria, que hasta cierto pun- to todavia persiste, los Estados Unidos se dis- tinguieron del modo més particular de las socie- dades europeas del siglo 21x. En los Estados 74 ‘Unidos no existia un sistema establecido de je- tarquias feudales, ni recuerdo histérico de un orden social aristocrético que suministrara el modelo de una nueva jerarquia social. La gue- tra norteamericana de la Independencia influ- yé de un modo importante en las revoluciones europeas dirigidas contra el ancien régime. En contraste con los paises europeos, en Estados Unidos la propiedad privada se hallaba muy di- fundida a prineipios del siglo x1x, y aproxima- damente el 80 por ciento de la poblacién traba- jadora (excluidos tos esclavos negros) poseia los medios de produceién con los que trabajaba, Es- tados Unidos era esencialmente una sociedad de Pequefios agricultores y pequefios comerciantes; y ese pais ha sido asi la aproximacién més cabal que se conozca a una “democracia de propieta- tios". Por supuesto, habia diferencias de fortuna, pero no eran casos tan extremos como en Euro- a, y no determinaron —excepto en algunos de los estados surefios— disparidades de rango so- cial comparables a las que existian en las socie- dades europeas, todavia aristocraticas y oligér- quicas. De Tocqueville vio en los Estados Uni- dos ef ejemplo fundamental de una tendencia de Jas sociedades modernas hacia la igualdad; una 78 sociedad en la que, como escribié: “La gran ri- queza tiende a desaparecer, y a incrementarse el nimero de pequefias fortunas”. El sentimiento de integraci6n en una sociedad de iguales se vio acentuado por la posibilidad de desplazarse féicilmente en la jerarquia todavia tudimentaria de 1a riqueza. Estados Unidos era la “tierra de la oportunidad”, un mundo vasto, inexplorado e inexplotado en el que siempre era © parecia posible escapar de la necesidad o de la sujecién econémica trasladéndose a un lugar nuevo, adquiriendo tierra o cualquier otra forma de propiedad, y aplicando a la tarea el esfuerzo 0 el talento personal. Un siglo y medio de transformacién econémi- ca ha destruido la mayoria de los fundamentos en los que reposaba la ideologia igualitaria. La sociedad formada por pequefios propietarios p vados y por productores independientes comen- 26 a verse socavada poco después de la Guerra Civil. Las décadas de 1880 y 1890, periodo en el que la industria crecié rapidamente y las co- municaciones modernas se ampliaron mucho, asistieron a la “desaparicién de la frontera”, al nacimiento de los primeros trusts industriales y financieros, y al crecimiento considerable de la 76 desigualdad de la riqueza. Las divisiones de las clases comenzaron a delinearse més claramente, y a parecerse mas a las que se observaban en Jas sociedades europeas, al mismo tiempo que se afirmaban més francamente. La aparicién cons- ciente de una clase superior se vio sefialada por Ja creacién del Social Register (la guia de la nueva “aristocracia” norteamericana) y por la fundacién de colegios exclusivos y de clubes cam- estres; y la riqueza y la posicién social vinieron cada vez mas a transmitirse por la via de las co- nexiones familiares. Al mismo tiempo, la clase trabajadora se organizé més vigorosamente ea sindicatos y asociaciones politicas, y desde la dé- cada de 1890 a la de 1930 hubo numerosas ten- tativas, aunque sin éxito duradero, de reunir a estas asociaciones en un amplio movimiento so- cialista, Los cambios operados en el sistema econémi- co pueden ser documentados claramente sobre la base de las estadisticas de Jas profesiones. A principios del siglo x1x, el 80 por ciento de. Ja poblacién blanca activa estaba formado por productores independientes; en 1871 solo el 41 por ciento se hallaba en esas condiciones, y en 17 1940 sélo el 18 por ciento. Segiin las palabras de Wright Mills: “En les iiltimos cien afios los Estados Unidos han de~ Jado de ser una nacién de pequefios capitalistas para con- vertirse en una nacién de empleados a sueldo; pero la ideologia apropiada para la nacién de pequefies capita- listas persiste, como si el mundo de la pequefia propiedad fuera todavia un ente en pleno funcionamiento'!." Hay varias razones que explican la persisten- cia de esta ideologia inapta, aparte la inercia que caracteriza a las doctrinas sociales en general. Una es que la concentracién de la propiedad pri- vada no estuvo acompafiada de Ja stibita expan- sién de la clase trabajadora, o de la declinacién del nivel de vida. Los obreros industriales for- maban el 28 por ciento de Ja poblacién en 1870, y el 31 por ciento en 1940; y los asalariados en general formaban el 53 por ciento de la pobla- cién en 1870, y el 57 por ciento en 1940. Pero durante el mismo periodo la proporeién de em- pleados en la poblacién aumenté muy rapida- mente, del 7 por ciento al 25 por ciento; y esta expansién de las nuevas clases medias de cuello 41 ©, Weight Mills, White Collar: The American Middle Clos ses (2951) 78 blanco permitié un nuevo tipo de movilidad so- cial, en lugar de le que habia existido antes por obra de la colonizacién de nuevas tierras. Hasta aqui la concentracién de la riqueza y de Jos ingresos en pocas manos parece haber se- guido en Estados Unidos el mismo curso que en muchos paises europeos; y la época dorada de Jas fortunas espectaculares en medio de la pobre- za general dur6 un periodo relativamente breve. ‘Como en otros paises industriales, en Estados Unidos se ha observado un esfuerzo persistente en pro de la redistribucién de la riqueza y de los ingresos, utilizando al efecto el impuesto pro- gresivo, los impuestos a la herencia y los im- puestos sobre las ganancias eventuales, Desde la guerra, la permanente expansién econdmica, los niveles de vida en ascenso y el constante creci- miento de tas clases medias ha influido sobre la estructura de clase del mismo modo que en otros. paises, pero de un modo més evidente. Y mien- tras en Gran Bretafia, por ejemplo, dichos cam- bios hasta ahora slo han producido modifica- ciones y extmenes criticos de un sistema de cla- ses que todavia es extremadamente sdlido y que influye profundamente en la vida politica, en Estados Unidos han determinado, por el contra- 79 rio, la confirmacién de una ideologia heredada ‘que ignora la existencia de las clases, y practica- mente han extinguido el esbozo de conciencia de clase que hallé expresién en la politica de la dé- cada de 1930. Esta divergencia no se explica por el indice superior de movilidad social de Estados Unidos en los ltimos tiempos, ni por el més répido pro- greso en la redistribucién de la riqueza y la ren- ta. Varios estudios han indicado que los Estados Unidos no poseen un indice de movilidad signi- ficativamente mas elevado que el de otras socie- dades industriales, en las cuales, sin embargo, la conciencia de clase es de todos modos mucho més intensa,"* Tal es el caso, por lo menos, cuan- do se considera el amplio movimiento de las ocu- Paciones manuales a las no manuales. El movi- miento de largo alcance de los estratos manuales a las élites no parece ser més intenso en los Es- tados Unidos que en la mayoria de los demas paises; pero aun asi, no ha sido muy conside- table en ningiin periodo del siglo actual. W. Mil- Jer ha demostrado que incluso durante la pri- 28 Vaso eepociaimente, S. M. Lipset y R. Bendix, Social Mobility in Industcial Society (1959). 29'S. M. Miller, op. it, née. $8, 80 mera década del siglo los empresarios de éxito generalmente no provenian de los estratos infe- riores de la sociedad, y por el contrario se origi- naban casi siempre en familias consagradas de antiguo a los negocios y en los estratos profesio- nales.” En el mismo sentido, un estudio muy completo de las clases sociales en Filadelfia ha revelado que los principales puestos en el siste- ma econémico estan ocupados sobre todo por in- dividuos de antiguas familias de Ia clase supe- Boek La idea de que durante este siglo Ia desigual- dad de los ingresos ha venido reduciéndose cons- tantemente ha sido vigorosamente objetada, del mismo modo que en Gran Bretafia se niega la validez de un concepto semejante. En el caso de Jos Estados Unidos la afirmacién reposa esencial- mente sobre los estudios estadisticos de la renta nacional realizados por Simon Kuznets; pero ‘como Gabriel Kolko lo ha sefialado reciente- 2 William Miller, “American Historians and the Busiooss fen William Miller Cod.) Aon in Business (nuewn edicién, IE, Digby Baltzell, An American Business Avistoccaoy (aue- ya edieién, 1962). 72 Véase especinlmente su obra Sheree of Upper Income ‘Groupe in Income and Savings (1983). 81 mente,* la parte pertinente de estos estudios se occupa solamente del 5 por ciento mAs acomo- dado de la poblacién, y no examina los cambios ocurridos en los ingresos de otros grupos de Ia poblacién. Los célculos del propio Kolko, basa- dos en estudios de los ingresos personales antes de Ja aplicacién de los impuestos —realizados por la National Industrial Conference Board (para 1910-1937) y por el Survey Research Center (para 1941-1959)— indican que entre 1910 -y 1959 la participacién en Ja renta nacional del décimo de fa poblacién que goza de mayores in- gresos decliné muy ligeramente (y ha fluctuado alrededor del 30 por ciento durante la dltima década), mientras que las participaciones de los décimos de la poblacién que ocupan los lugares segundo y tercero aumentaron realmente, y las participaciones de los dos décimos més pobres de la poblacion declinaron bruscamente (del 8,3 por ciento de la renta nacional a sélo el 4 por ciento), Kolko observa también —como hizo ‘Titmuss en su estudio sobre el mismo problema en Gran Bretaiia— que los cdlculos fundados en las declaraciones para el impuesto necesaria- 9 Gabsiel Kolko, Wonlth and Power in Americn (1962) 82 mente omiten varias formas de ingreso real que benefician principalmente a la clase superior, Y que por consiguiente acentiian la desigualdad. Por consiguiente, puede argitirse que el prin- cipal papel en el debilitamiento de la conciencia de clase corresponde a la tradicional concepeién que ve en la sociedad norteamericana un ente altamente movil, antes que la existencia de un gtado excepcional de movilidad en el momento actual, y al incremento general de la prosperidad (aunque con una dosis bastante considerable de pobreza parcialmente oculta)* antes que a un movimiento profundo hacia una mayor ignaldad econémica, Pero otros factores también han ejer- cido influencia, especialmente para inhibir el desarrollo de un movimiento de la clase traba- jadora en el que las ideas del interés de clase y del socialismo como forma social alternativa des- empefiaran principal papel. Entre dichos facto- * Sobre Ia extensién do ta pobrosa, yéanse Gunnar Myrdal, Challenge to Alfizence (1963), Capitulo 4, y Michael Herrington, The Other America (1962). Reta Gltima obra demucetra clare ‘mente que la pobreza os un fonémeno generalizado, pero (como fen Gran Brotaia) 6 perticulariea en sectores particulares de la oblaciée. —aqut entre Ios aneiznor, las minorias étnicas y los obee- +08 de regionos come los Apalaches— y por consiguiente « memido tlende a paser inadvertido, 83 res revisten particular importancia 1a situacién de los negros y las sucesivas olas inmigratorias. Los negros han formado un proletariado norte- americano diferenciado, con los ingresos mas ba- jos, las tareas mas bajas y rudas y el menor pres- tigio social (en parte debido su origen esclavis- ta) en el conjunto de grupos de la sociedad nor- teamericana. La existencia de este amplio grupo de explotados, relativamente homogéneo y fécil- mente identificable, ha determinado que todos Jos norteamericanos blancos, incluso los peones Peot pagados, posean cierto prestigio social que los eleva, por lo menos a sus propios ojos, sobre el nivel del proletariado, La inmigracién ha in- fluido en el mismo sentido para elevar Ia posi- cién social del obrero norteamericano comin, ya que muchos grupos de inmigrantes (los ‘iltimos ‘son los portorriquefios) ocuparon los niveles mas bajos de Ia jerarquia profesional, y permitieron el ascenso de los que ya se encontraban en el pais. Pero ni los negros ni cualquiera de los gru- pos inmigrantes han formado un proletariado en el sentido de que hayan desafiado el orden social establecido. Y asi, aunque 1a vigorosa lucha que ahora llevan los negros para conquistar la totali- dad de los derechos econémicos, civiles y politi- 84 cos puede equipararse a los primeros conflictos de clase en Europa, en cuanto éstos se relaciona- ban con el derecho de voto, con Ia legislacién obrera y la reforma social, se distingue comple- tamente de estos tiltimos conflictos porque pro- cura exclusivamente obtener un lugar en la so- ciedad existente, y porque acepta los valores pre- dominantes de esa sociedad, Sin embargo, el éxi- to de Jas luchas libradas por los negros y por otras minorias étnicas disminuiria la importancia de las divisiones étnicas en la sociedad norteame- ricana, y uno de los resultados de ese proceso se- ria la aparicion de clases sociales mas agudamen- te diferenciadas y una més acentuada conciencia de Jos intereses de clase. Pero a esta linea de desarrollo se oponen las mismas influencias que ya hemos visto en Gran Bretafia: el ascenso mAs 0 menos continuo de los niveles de vida; una mayor diferenciacién de la estructura profesional, y por consiguiente un tipo mas complejo de estratificacién social; la de- clinacién relativa de las ocupaciones manuales, y una extensién de las oportunidades educacio- nales que en Estados Unidos configura un pro- ceso mucho mas avanzado que en otros paises. Estas influencias actiéian en todas las sociedades, 85 capitalistas occidentales: en Francia, en Alema- nia y en Italia, donde antafio las divisiones de clase han sido mas profundas y los conflictos de clase més violentos que en Gran Bretafia, y tam- bién en los paises escandinavos, en los que el bienestar social y Ia igualdad de oportunidades se han desarrollado més que en ningtin otro lu- gar. Como consecuencia de lo anterior se observa el relativo apaciguamiento de los conflictos mas, agudos en el conjunto dé la estructura social, y el desplazamiento del interés politico hacia nue- vos problemas: el progreso tecnolégico, el des- arrollo econémico y la modernizacin. Las dos culturas han reemplazado a las dos naciones co- mo tema de debate politico, por lo menos en el aso de muchos intelectuales de Occidente. Mas adelante veremos si los cambios ocurridos en las, condiciones y las actitudes sociales han promo- vido 0 promoverén concretamente una consoli- dacién de la actual estructura social de los pai- ses occidentales y si existen otras probables con- secuencias politicas. Por el momento nos interesa examinar la evo- Iucién de las clases en la sociedad industrial de tipo soviético. De acuerdo con el concepto de Marx, el capitalismo modemo seria “la iltima 86 forma antagénica del proceso de la produccién”. Como escribié en Miseria de Ia filosofia: “La condicién de emencipacién de ta clese trabaja- dora es Ia abolicién de todas las clases. .. En el curso de ‘su desarrollo, la clase trabajedora reemplazaré a La anti ‘gua sociedad eivil con una esociacién que excluiré a las, Clases y el antagonismo entre ellas”. La URSS afirma pertenecer al tipo de socie- dad que Marx predijo seguiria a la destruceién del capitalismo, a pesar de que la revolucién que creé a ese pais no ocurrié en una nacién altamen- te industrializada. Es decir, afirma ser una socie- dad sin clases, por lo menos en el sentido de que no existe una jerarquia de clases ni dominio de una clase sobre las otras. Esta pretensién se basa principalmente en el hecho de que ha sido abo- lida la propiedad privada de los medios de pro- duccién. Los teéricos de la URSS rara vez inten- taron analizar los fundamentos sociales y politi- cos de una sociedad sin clases, y durante largos, periodos, sobre todo después de 1930, se vieron en dificultades para establecer una distincién clara entre la “eliminacién de las clases” y el “Ggualitarismo”. Se afirmé que este ultimo era una “desviacién pequefioburguesa”, y 1a Enciclo- 87 pedia Soviética de la época de Stalin dijo que “el socialismo y el igualitarismo nada tenian en co- min”. En general, esta ofensiva ideolégica con- tra el igualitarismo coincidié con el cambio de politica de los gobernantes soviéticos a principios de la década de 1930, que implicé la creacién de crecientes diferencias de sueldos y salarios, y en Particular el ofrecimiento de sustanciales incen- tivos financieros a los trabajadores muy especia- lizados, a los hombres de ciencia y a los técnicos, a los administradores de la industria y a los inte- lectuales. Esta politica fue continuada durante. la guerra y después de ella, de modo que la va- tiedad de ingresos en Ia URSS ha llegado a ser casi tan considerable como en los paises capita- istas. Se calcula que en 1953 las retribuciones en la industria oscilaban entre 3,500-5.000 ru- blos anuales para el obrero no especializado y 80.000-120.000 rublos para el gerente de una fabrica importante. Por consiguiente, Ins retri- buciones mas elevadas eran 25 a 30 veces ma- yores que las mas bajas, diferencia quizés un Poco menor que la que existe en Gran Bretaiia % Por otra parte, un socalista inglés ha scrito: “Donde no ‘bay igualitarismo no hay socialismc", Roy Jenkins, “quali Now Fobiaa Remnye (1952). © en los Estados Unidos entre tos ingresos de un obrero no especializado y los de un gerente ge- neral. Pero si se consideran Jos efectos de los im- Puestos, es posible que la variedad de retribu- ciones haya sido mayor en Ia URSS, pues el im- Puesto soviético a la renta no es progresive, y en conjunto la imposicion es regresiva, ya que la mayor parte de los recursos del presupuesto pro- vienen de un impuesto sobre los alimentos y los articulos textiles de consumo masivo. Estes des- igualdades de los ingresos se han visto acentua- das por otros factores; por la abolicién del im- Puesto progresivo a la herencia en 1943 y por los privilegios concedidos a los estratos sociales superiores en distintos planos: la educacién y la vivienda, el uso de almacenes especiales, la ad- quisicién de premios y de otros bienes escasos ¥ la concesién de premios, becas y pensiones. La politica de creciente diferenciacién de los ingresos podia ser explicada por las exigencias de Ja industrializacion répida en la década de 1930, Y posteriormente por las necesidades de la gue- tra y de la reconstruccién en 1a posguerra. No creo que esta tiltima sea toda la explicacién del caso; pero en la medida en que algo hay de ver- dad en ello, podemos llegar a la conclusién de 89 que una ver completada la etapa de industriali- zacién rapida (denominada el “movimiento ha- cia la madurez” por Rostow) de la URSS, se atenuaré -y aun se invertira la tendencia hacia la mayor desigualdad. Un estudio reciente** su- giere que eso es precisamente lo que est ocu- triendo. El autor observa que desde 1956 cierto nimero de declaraciones politicas ha subrayado la elevacién de Ios salarios minimos, y cita el programa del 22’ Congreso del Partido Comu- nista de la URSS en el sentido de que en los préximos 20 afios “se reduciré gradualmente la disparidad entre los ingresos elevados y los suel- dos relativamente bajos”.*" Sobre la base de las estadisticas soviéticas, que son mas abundantes en los iiltimos afios, llega a la conclusién de que las diferencias de salarios han disminuido consi- Gerablemente desde 1956; por ejemplo, si bien a principios de la década de 1930 los ingresos medios del personal técnico equivalian a dos ve- ces y media el sueldo de los trabajadores manua- les, en 1960 era s6lo un SO por ciento mayor. En conclusién, afirma lo siguiente: “EI perfodo 2% Murray Yanowitch, “The Sovist Income Revolusion", Slavie Review XXTIE (4), diclambre de 1968, op. cit, pég. 684. 90 iniciado en 1956 se ha catacterizado por Ia dis- minucién de las diferencias de las tasas de sala- rios, los aumentos sustanciales de los salarios mi- nimos y la disminucién de la importancia del sis- tema de trabajo a destajo”.”* Tneluso en la época en que la sociedad sovié- tica se caracterizaba por profundas desigualda- des, a menudo se argiiia que éstas no implicaban el desarrollo de un nuevo sistema de clase. Un observador francés que miraba con simpatia a la sociedad soviética plantea asi el argumento: “So- bre la base de esta profunda difereneiacion sala- rial, algunas personas se sentirén inclinadas a pensar que en realidad a sociedad soviética no ha abolido las clases... A mi entender, las cla- ses segiin existen en los paises occidentales no tienen en realidad un auténtico equivalente en Ja URSS. Los prejuicios basados en la riqueza, Jas barreras rigidas, la oposicién organizada de una clase a su propia ampliacion desde abajo, son factores que ya no existen o que estén en proceso de desaparicién total en la Unién Sovié- tica. La difusién de Ia edueacién, el apoyo con- cedido generosamente por las autoridades al pro- * Did, pig. 092. greso social de los elementos inicialmente peor situados, son todos factores que apuntan a un resultado final que con raz6n puede ser denomi- nado una «sociedad sin clases»... De ahi que, si bien es posible argumentar acerca de la pre~ sencia 0 la ausencia de clases en la URSS, en todo caso es preciso reconocer que las clases su- Periores estan muy abiertas a los miembros de las clases inferiores, y que los niveles privilegia- dos no presentan formas cristalizadas, tigidas o especialmente hereditarias”.” Asi, el elevado indice de movilidad social y la ausencia de barreras importantes que se opon- gan a la movilidad a menudo han sido aducidos como prueba de la gradual desaparicién de las clases sociales en la URSS. Pero el argumento es Pasible de varias objeciones. En primer lugar, no se ha realizado un estudio amplio de la mo- vilidad social en la URSS que permita realizar afirmaciones tan definidas acerca de su ritmo, tanto en términos absolutos como por compara- cién con otras sociedades.” Es posible que 1a 2 Michel Gordey, Visa to Moscow (tradu. inglesn de 1962). 8! Una de las muy excasas fuontot de datos ee ol estudio de Harvard sobre lox emigradon roviésicos; vésse A, Inkeles y R.A. Bever, The Soviet Citizon: Daily Life in a Totalitarien Society 92 movilidad social haya sido considerable durante el filtimo medio siglo, pero puede explicarse por la rapida industrializacién del pafs, y por las pér- didas sufridas durante la guerra (es decir, por los mismos factores que han actuado en algunos pai- ses occidentales) mas bien que por la accién de rasgos caracteristicos de la estructura social. El desarrollo industrial creé una gama de nuevos cargos en los planos superiores de la jerarquia social, y si entre 1926 y 1937 la masa emplea- da se duplicé, la intelectualidad (funcionarios, profesionales y hombres de ciencia, administra- dores y empleados) casi se cuadruplic6. En cier- tas profesiones el ineremento fue atin més espec- tacular; el néimero de ingenieros y de arquitectos aumenté casi ocho veces, y el ntimero de hom- bres de ciencia casi seis veces.** (2959), Evidontemente no es ol estudio realizado sobre un mime 80 repreventativo, pero en todo caso eofala que en conjunto el ‘movimiento de las profesiones manvales a las no manusley no ‘excepcionsimonte intenso en la URSS comparado con la situacién de slgunas sociedades oceldentalas, aunque el movimiento de los strates de trabajadores manualer a lay lifer os particularmente lovado. (Een relacién con estas comparaciones, vias S. M. Miller, op. elt.) 31 Vise §, M. Schwartz, Labour ia the Soviet Union (1952). 93 EI proceso de expansién de las profesiones ad- ministrativas todavia contintia, pero lo mismo que en otros pafses industriales, es probable que en la URSS el ritmo de expansién se atentie a medida que se llega a la madurez industrial (si excluimos momenténeamente los posibles efec- tos de la automatizacién), y el grado de movili- dad acabard por depender mas directamente de a politica social destinada a promover ef inter- cambio de individuos entre los distintos estratos sociales. En afios posteriores del régimen de Sta- lin se observaron algunos indicios en el sentido de que se estaba limitando la movilidad social, al paso que se acentuaban mucho los privilegios sociales de los estratos superiores. Un paso en esa direcci6n fue la introduecién en 1940 del Pago de cuotas y matriculas en Ja educacién su- perior y durante los Gltimos tres aiios de la edu- cacién secundaria. Esta medida acentué el pre- juicio que ya existia en favor de las capas supe- tiotes para la selecci6n de los estudiantes univer- sitarios, y por lo tanto de la generacién siguiente de la intelectualidad. Las nuevas leyes de la he- Tencia y el fortalecimiento de los lazos familia- Tes contribuyeron a que se reservaran los altos 94 cargos a los miembros de Jos estratos superio- resi? ‘De todos modos, es probable que las capas su- petiores de la sociedad soviética se hayan man- tenido bastante accesibles @ Ios individuos ta- Jentosos provenientes de los estratos inferiores, y en los diltimos afios se procuré eliminar las in- fluencias que limitan la movilidad, por ejemplo en la esfera de la educacién. Ha contribuido a di- chos esfuerzos el movimiento general contra el privilegio y en favor de una mayor igualdad eco- némica. Incluso cuando estaba acentuandose la desigualdad actuaban también otros factores que contribuian a la iguaidad social en un sector con- siderable de la sociedad soviética. En la URSS no existia ni existe una auténtica “clase ociosa”; y el hecho de que la jerarquia social depende principalmente de la profesién —es decir, de una contribucién definida al bienestar de la sociedad (por muy arbitrariamente que en ciertos casos se determine el valor relativo de los aportes)— li- mita los efectos sociales de las diferencias econd- micas, De acuerdo con la experiencia de los pai- ses occidentales parece evidente que las diferen- 82 Véase Alex Inkeles, “Social Stratification and Mobility fa the Sovint Union™ American Sociotogieal Review, agosto de 1980, 95 clas sociales fundadas en Ia propiedad privada ¥ la herencia son sentidas més profundamente ¥ Poseen mayor poder de division que las dife- Tencias de los ingresos fundados en el trabajo. Asimismo, las divisiones creadas en la URSS, por las diferencias de ingresos se atenuaban debido @ que algunos trabajadores manuales especiali- zados también percibian elevados salarios, mien- tras otfos podian mejorar su situacién a través de la actividad desarrollada en las organizacio- nes del partido; y atin més a causa de la ausen- cia de las profundas diferencias sociales y cult. tales entre los trabajadores manuales y no ma fuales que existen en la mayoria de ios paises occidentales,® (4982); 08 ater, "Secil Straten In Volmtary Ontttac as (od), Social Mody in Beta (W054), Neree TON etn, dade Bddetown (1029) eRe A. Heat Jat reclnter lnvetigacones sobre ns mocacions tenon swale exntocin dal tno fentmano on les Bees ten uaks puede atime que I slvecién de los nivlig Oe ae sth comonsindo = anil eta. epurcen tay sncton indices que tevelen tone len por el momento Se cambios radix 96 Pero en opinién de numerosos sociélogos los hechos que hemos considerado no guardan re- lacién directa con el aspecto més significativo de Ja estructura de clase de Ia sociedad soviética. Aunque en ciertos niveles de la sociedad las rela- ciones sociales nada tengan que ver con la di sién clasista, gacaso en el tipo soviético de socie- dad no hay una élite gobernante que se asemeja mucho a las clases gobernantes de otras socieda- des, salvo el hecho de que su poder es mas con- centrado y tiene menos limitaciones? En La nueva clase Milovan Djilas ha sostenido que los funcionarios del Partido Comunista han termi- nado por formar una nueya clase gobernante, la cual, de acuerdo con sus palabras, esta “.. . for- mada por los que poseen privilegios especiales y gozan de preferencia en el terreno econémico de- bido a que detentan el monopolio administrati- vo". En el mismo sentido, en la obra citada an- teriormente S. Ossowski subraya la extensién con que en el mundo moderno, y especialmente en los paises soviéticos, las decisiones de las autori- dades politicas (o como dice en otro pasaje, la compulsi6n 0 la fuerza) determinan cambios de & Op. cit, naa, 39. 97 la estructura de clase.”” Por consiguiente, las cla- Ses ya no surgen esponténeamente sobre la base de las actividades econédmicas de los individuos; por el contrario, una élite politica impone a la sociedad el tipo de estratificaci6n que es propia de una jerarquia burocratica. En dos articulos publicados en 1950,"* y més fecientemente en su libro La lutte de classes," Raymond Aron ha expresado del modo més com- Pleto esta concepcién, Aron afirma que los miem- bros del grupo gobernante de Ia sociedad sovié- tica tienen “. .inifinitamente mis poder que to tiico de una sociedad dembertuch pous cote fu manos tanto el poder plitic tomo sl scondaute Los politics ls sirlgentensndicles lo funcioneio bios, os generale yon administradorea portcron er don a un partido, y forman pares de Und crenonsin auloriarin. hie unifenda powe un polet sacate $8. Omowsti, Glam Structure in the Socia! Contciounesy page. 184, 186. i 3 Raymond Aron, “Social Structure and the Ruliog Class", Boitish Journat of Sociology, X (1) marzo de 1950, y I (2) junio de 1950, # Raymond Aron, La futie de classes (Pasis, 1964). Véas0 ‘stpeciaimente capitulos IX y X. 8 Articulo cltado, British Journal of Sociology, 1 (2), phe soa 131. 98 Otro de Ios elementos que poseen es el mo- nopolio ideolégico que ejercen por el control de Ja exposicién e interpretacién de un credo oficial —el marxismo— que plasma el pensamiento y la opinién del pueblo y justifica los actos del grupo gobernante. Aron compara esta élite so- viética unificada con la élite dividida, o' plurali- dad de élites de los paises capitalistas democré- ticos, y procura explicar la diferencia por la pre- sencia 0 ausencia de clases y de otros grupos so- ciales de intereses auténomos. Estos observadores coinciden en que la socie- dad soviética exhibe una profunda divisién entre la élite gobernante y el resto de la poblacién. @Puede afirmarse que aciertan al suponer que esto implica la formacién de un nuevo sistema de clases? 20 se trata sdlo de un aspecto temporario en el movimiento hacia una sociedad auténtica- mente sin clases? Los defensores del régimen so- viético han afirmado que el perfodo stalinista —durante el cual los privilegios del estrato su- perior, la dictadura politica y el gobierno de la violencia alcanzaron un punto extremo— fue una aberracién histérica, consecnencia de lo que ahora se denomina el “culto de la personalidad”. Pero esto no constituye una explicacién adecua- 99 da. A su vez, el culto de la personalidad tiene que ser explicado, y ello es tanto més necesario y urgente cuanto que su aparicién contradice to- das las esperanzas que los marxistas tenian con Tespecto a la naturaleza de una sociedad sin cla- ses. Podria intentarse una explicacién detallan- do las cSndiciones sociales que son favorables al ascenso de lideres carisméticos, segiin las Iineas Sugeridas por primera vez por Max Weber. En el caso particular de 1a URSS podriamos sefialar aspectos como la stibita ruptura con el pasado Provocada por Ia revolucién, y las tensiones, asi como la necesidad de autoridad y de disciplina engendradas por la répida industrializacién de tun pais econémicamente atrasado, O bien pode- Mos considerar las condiciones més generales que favorecen la creacién de una élite Unificada, como hace Aron cuando sostiene que una “soci dad sin clases” (en el sentido limitado de una so- ciedad en la que todas las empresas econémicas son de propiedad y administracién piiblicas) ne- cesariamente produce una gran concentracién de Poder en manos de Jos dirigentes politicos ¢ in- dustriales; y como hace Ossowski cuando sugie- re que el poder politico ha cobrado ahora tanta importancia en todos los paises industriales, pe- 100 ro especialmente en las naciones sovisticas, que la élite politica puede plasmar y modificar el sistema de estratificacién, en lugar de ser ella misma producto de dicho sistema. Estas ideas se apartan de la concepcién de Marx sobre la relacién entre la propiedad pri- vada, las clases sociales y el poder politico; y también de su visién del modo en que se desa- rrollaria el sistema de clases de las sociedades modernas. La gran extensién de las actividades gubernamentales, tanto por lo que hace al desa- rrollo econémico como a la provisién de servicios sociales; el crecimiento de partidos politicos muy organizados y poderosos; la influencia que pue- de ejercerse a través de los modernos medios de comunicacién, son todos factores que han con- tribuido a crear una divisién fundamental de la sociedad entre Ia élite gobernante —que puede incluir a los dirigentes politicos y militares, a los altos funcionarios, y a los directores de impor- tantes empresas econdmicas— y la masa de la poblacién, hasta cierto punto independientemen- te de las clases sociales fundadas en la propiedad privada, o de otras formas de estratificacion, La URSS, donde esta divisién se encuentra mas firmemente establecida —debido a que los go- 101 bernantes politicos pertenecen a un partido de otigen revolucionario, que pose una organiza- cion excepcionalmente rigurosa, consolidada ade- més por una ideologia general— es también la nacién en Ja que esta més disimulada, porque la doctrina a la que adhiere la élite gobernante im- Pide el reconocimiento o Ia investigacién del fe- némeno. Por lo menos ese ha sido el caso hasta hace po- 0. Ahora, al fin, parece insinuarse un movimien- to de renovacién en el cuerpo del marxismo or- todoxo, durante mucho tiempo insensible; y no solo se ha procedido a reexaminar con mayor espiritu critico las ideas y las teorias de Marx, sino que la estructura social de los paises sovié- cos empieza a ser estudiada de un modo mas tealista y objetivo. Como consecuencia de ello, ahora los problemas de la centralizacién del po- der pueden ser discutidos mas racionalmente; y las tontativas de combinacién de la propiedad Piblica y la planificacién central con la creacién de centros locales dotados de relativa indepen- dencia de decisién —como por ejemplo en Yu- Soslavia— mediante organismos obreros auté- nomos, ya no son techazadas como siniestras desviaciones de 1a ortodoxia. En realidad, a los 102 ‘ojos de muchos socialistas (marxistas 0 no) la experiencia yugoslava parece encerrar la prome- sa de una sociedad sin clases en la que no habra dictadura politica ni total conformismo intelec- tual, Al mismo tiempo, ilustra de manera nota- ble la diversidad de instituciones y de doctrinas que el grupo soviético de paises est empezan- do a tolerar. Como ya hemos visto, las sociedades capita- listas también poseen distintas estructuras de clase, y cualquier comparacién entre las formas soviéticas y capitalistas de sociedad industrial debe reconocer la existencia de considerables variaciones dentro de cada tipo de sociedad; por ejemplo, en 1a naturaleza y 1a extensién de la movilidad social, en la magnitud de las desigual- dades econémicas, en la situacién de la clase tra- bajadora y en el grado de unificacién de la élite, todo lo cual determina una gama continua de di- ferencias antes que una separacién brusca entre los dos tipos. Este hecho, que es inasimilable para los idedlogos mas extremos de ambos Iados, se destaca atin mAs por obra de los rasgos comu- nes de las sociedades soviética y capitalista, que provienen principalmente de tres influencias im- portantes que se ejercen sobre todas las socieda- 103 des modernas: el rapido progreso de la industria- lizaci6n, las proporciones crecientes de las orga- nizaciones —especialmente en la esfera econd. mica— y el papel cada vez més importante ds los gobiernos en las plasmaci6n deliberada de la vida social y econémica, A veces los sociélogos han visto en la indus- trializacién un proceso que tiende naturalmente @ promover una mayor igualdad de las condicio- nes sociales. Varios argumentos sirven de base a este punto de vista, El desarrollo de la industria anula las diferencias de rango rigidas y exclusi- Vas, pues crea oportunidades sin precedentes de movilidad social, extiende y mejora la educacién Para responder a las nuevas necesidades cienti- fieas y tecnologicas, y eleva enormemente el ni- vel general de vida, reduciendo de ese modo la dureza del contraste entre las condiciones de los estratos superior e inferior de la sociedad, Ade- més, al aumentar la magnitud de la sociedad, asi como el grado de movilidad, la industria mo- derma crea circunstancias especialmente favora- bles para la difusién de ideas igualitarias, como intenté demostrarlo Bouglé en una obra, ahora muy descuidada, que se titula Les idées égalitai- 104 res; y al mismo tiempo promueve la formacion de un grupo social numeroso y organico —los obteros industriales— capaz de iniciar un mo- vimiento politico que infunde gran impetu a la difusion de ideas igualitarias y democraticas. Esta relacién entre 1a industrializacién y la estratificacién social puede ser observada clara- mente en los paises que actualmente estan des- arrolléndose, En muchos de ellos hay 0 hubo hasta hace poco situaciones extremas de riqueza y pobreza mucho mayores que las que se obser- Yan en los paises industriales; y las clases supe- riores tradicionales han sido un obstéculo form dable para el desarrollo econémico, debido 2 su resistencia general al cambio y a la movilidad, y a su propensién a utilizar para el consumo ostentoso antes que en inversiones productivas la parte considerable de 1a renta nacional que re- ciben. Donde 1a industrializacién se deserrolla con éxito ello ocurre a menudo a costa de la ri- queza y los privilegios de la clase superior, por 1a confiscacién o los impuestos elevados, y la aper- tura de las profesiones de 1a élite a los indivi- duos talentosos de Ios estratos sociales inferiores. SIC, Bouslé, Lee idées s¢oltcioe: Brude sociotogiqus (Pasi, 1925) 105 Por el contrario, en los paises que, como la India, Posen una forma tradicional de estratificacisn, extraordinariamente complicada e inflexible, se observa una resistencia eficaz a cualquier cam- bio radical y el ritmo de industrializacién puede disminuir considerablemente, situacién que ame- naza el éxito de todo el plan destinado a promo- ver el desarrollo econémico. __ Sin embargo, seria un error suponer que la industrializacién conduce inexorablemente a la sociedad igualitaria. Los materiales que ya he- mos considerado demuestran que en las socie- dades industriales de Occidente la desigualdad econémica ha disminuido poco en las iiltimas dé cadas, mientras que en la URSS la desigualdad ‘de hecho aumenté entre Ja década de 1930 yila de 1950, hasta cierto punto como parte de una politica de incentivos para promover una indus- trializacién més répida. Mas atin, las otras in- finencias que acttian en las sociedades modernas, mencionadas anteriormente, tienden a subrayar Ja desigualdad social, acentuando fa diferencia cion entre las élites y las masas. La creciente ‘magnitud y la racionalizacién cada vez mas evi dente de les empresas comerciales ¢ industria- es ha producido este efecto, pues origind un pe- 106 quefio grupo de altos dirigentes, apoyados por consejeros expertos, que ejerce un control remoto de las actividades rutinarias y en general no es- pecializadas de gran nimero de trabajadores. Otras grandes organizaciones, incluso los moder- nos partidos politicos, también exhiben algunos de estos rasgos. La amplitud y los poderes cre- cientes del gobierno central configuran otro as- pecto de este proceso en el que la adopcién de decisiones importantes tiende a concentrarse mas y més en pocas manos, mientras declinan las atri- ‘buciones de las asociaciones voluntarias inde- pendientes y los cuerpos locales electos. La principal diferencia entre los paises sovié- ticos y las democracias capitalistas reside en el cardcter de las élites y en sus consecuencias po- Kiticas, antes que en los restantes aspectos de Ia estratificacién social. Como ya hemos visto, la variedad de ingresos de estas sociedades es mas © menos semejante, y en todas partes las grandes diferencias de ingresos producen diferencias del estilo de vida, las oportunidades y el prestigio social de los grupos sociales. A principios de la década de 1950 parecié que las desigualdades econémicas se acentuaban en las sociedades so- viéticas y que disminuian (aunque muy lenta- 107 mente) en las sociedades capitalistas, En el mo- mento actual ambas tendencias parecen haberse invertido, pero todavia es dificil anticipar las consecuencias de estos cambios. En todo caso, un hecho sefiala un importante contraste: a saber, que en las sociedades soviéticas las desigualda- des econémicas no responden significativamen- te a las diferencias de riqueza, mientras que las diferencias entre propietarios y obreros sin pro- Piedad, entre el ingreso originado en la propie- dad y el ingreso que proviene del trabajo es la esencia de las sociedades capitalistas y constitu. ye la base principal de Ios vigorosos sentimientos de clase que se manifiestan en ellas. Esta cir- cunstancia se vincula con el hecho de que las di- ferencias entre los grupos sociales son menos evidentes y se destacan menos en las sociedades del tipo soviético, La diferencias de ingresos pro- ducen cierta separacién de los grupos, pero es probable que la relacién social entre individuos de diferentes ocupaciones e ingresos sea mucho més facil que en los paises capitalistas. Una de las principales divisiones de la sociedad soviéti- ca ha sido probablemente la que existié entre la ciudad y el campo, entre los obreros urbanos y Jos campesinos. Dada la ausencia de investiga- 108 ciones serias, es dificil determinar hasta qué pun- to esa distancia ha disminuido en la URSS du- ante los iltimos afios, pero los estudios realiza- dos en otros paises —especialmente en Yugos- lavia y Polonia —indican que todavia es consi- derable; y la magnitud de esa distancia se refleja en los problemas de aculturacién que surgen cuando en el curso del desarrollo econémico se recluta a los campesinos para el trabajo indus- trial EI contraste entre la élite gobernante unifi- cada de los paises soviéticos y la élite dividida de las democracias capitalistas, un fenémeno muy destacado por los sociélogos durante la il- tima década, en si misma debe ser interpretada con mucho cuidado si se quiere evitar el absurdo concepto de que en uno de estos tipos de socie- dad hay un partido gobernante completamente monolitico, mientras que en el otro no existe nin- gin grupo gobernante. Las sociedades soviéticas se aproximan mas 0 menos estrechamente al ti- po ideal de élite unificada, que suprime toda opo- sicién politica 0 intelectual de otras fuerzas so- ciales, asi como cualquier conflicto en sus pro- pias filas; pero es evidente que en Ia practica es- tas sociedades han asistido al desarrollo de con- 109 flictos muy graves entre diferentes grupos de in- tereses, y que en fos iiltimos afios han aumenta- do las posibilidades de que dichos grupos de in- tereses expresen sus criticas y ejerzan influencia sobre la formulacién de Ia linea politica. Por otra parte, en las sociedades capitalistas la evidente division de 1a élite en grupos de inte- Feses divergentes en determinado plano no ex- cluye en otro plano la existencia de importan- tes intereses y aspiraciones comunes que tienden 8 producir cierta uniformidad de opinién y de accion en aspectos fundamentales de la politica social. Las élifes de estas sociedades se reclutan muy principalmente en una clase superior que Posee sus propios intereses econémicos y cultu- Fales particulares, y ese origen comin tiende a Plasmar en una pauta comtin los objetivos y for- mas de accién que adoptan. Incluso cuando la asociacién entre una clase superior y los grupos de élite es menos vigorosa, estos iiltimos pueden actuar concertadamente, en virtud de las milti ples conexiones establecidas entre los que deten- tan el poder en diferentes esferas, y ello a pesar de los conflictos que los separan en casos parti- culares. Es el principal argumento de C. Wright Mills en The Power Elite (La Elite del poder): 110 pero el autor sugiere luego que el desarrollo de la sociedad moderna tiende a producir, por la centralizacién del poder y 1a eliminacién o el de- bilitamiento de las asociaciones locales y volun- tarias, una “sociedad de masas”, cuyos rudimen- tos pueden ser observados por doquier, y que es- t4 ocupando gradualmente el lugar de la forma més antigua de sociedad industrial, con su divi- sién en clases sociales."* Sin embargo, lo que constituye la diferencia principal entre las sociedades soviéticas y las de- mocracias capitalistas no es tanto la homogenei- dad o la heterogeneidad de la élite gobernante como la posibilidad de crear organizaciones que se oponen a la élite en el poder. Los marxistas anticuados explican muy fécilmente esta dispa- ridad, pues sefialan que en las sociedades sovié- ticas no hay clases explotadoras o explotadas, ¥ que por consiguiente no hay antagonismos de clase, ni base para los conilictos politicos; mien- tras que en las democracias capitalistas el hecho de que existan clases que tienen intereses opues- 49°C. Wright Mill, The Power Elite, pie, 904: “. hemos tvanzado mucho por al caring que Heva a la sociedad do moses AAI final de eve camino co encuentra el totalitariamo, como en Alecnania asi o en Rusia comiunist’. 111 tos es precisamente el factor que engendra los principales conflictos politicos. La segunda par- te de esta afirmacién es aceptada generalmente, aunque con numerosas salvedades, indicadas en nuestra exposicién anterior; pero la primera parte no soporta un andlisis detenido. En mu- chas de las sociedades soviéticas —y especialmen- te en la URSS— hubo profundos conflictos so- ciales que de tanto en tanto adoptaron la forma de revueltas en gran escala; como, por ejemplo, en la resistencia de los campesinos rusos a la co- lectivizacién, en la década de 1930, y en el alza- miento del pueblo hiingaro el aiio 1956. Si estos conflictos no determinaron una oposicién publi- ca permanente a la élite gobernante, fue tinica- mente porque fueron reprimidos por la fuerza. La ausencia de una oposicién organizada no es de ningiin modo indicio de un estado social en el que la armonia y la cooperacién han reempla- zado al conflicto, si ese resultado se ha obteni- do mediante el uso persistente de la violencia, aplicada por los dirigentes politicos. Marx era consecuente con sus propias premisas cuando afirmaba que con la abolicién de tas clases des- 12 Vase mis arriba, pigs, 31-35; 41-46, 112 apareceria la principal fuente de conflictos poli- ticos, y que por consiguiente se eliminaria la ne- cesidad de un Estado coercitivo, De acuerdo con la frase de Saint-Simon, adoptada por Marx, “el gobierno de los hombres seria reemplazazdo por la administracién de las cosas”. Es por demas evidente que eso no ha sido lo que ocurrié en las sociedades soviéticas. Por el contrario, el aparato represivo del Estado se ha desarrollado enorme- mente; “ y aunque en la URSS y en otros paises de Europa oriental el gobierno de la fuerza se ha moderado desde la muerte de Stalin, el go- bierno tiene todavia caracteristicas mucho mas coercitivas que en las sociedades capitalistas. ‘Ultimamente se han escuchado criticas francas; yen ciertas esferas que no afectan muy de cerca al régimen politico, se ha permitido mayor liber- tad de pensamiento y de imaginaci6n. Felizmen- te, parece que estén extinguiéndose las doctri- nas oficiales sobre el realismo socialista en el ar- te, la miisica y la literatura. Pero todavia no hay libertad de movimientos individuales, ni posibi- lidad de disentir y oponerse piblica y organiza- damente en problemas importantes relacionados 42 Bxcepto en Yugoslavia, que se ha mantenido fuera de ta ‘fora de influencia do In URSS. 113 con la politica social. En ciertos aspectos —por ejemplo, la introduccién de la pena de muerte para castigar diversos delitos econémicos— se hha acentuado el poder coercitivo del Estado,* y se ha demostrado con mayor claridad atin la exis- tencia de graves conflictos en el seno de la so- ciedad. De este anélisis podemos extraer dos conclu- siones generales. La primera, que la amplitud de les conflictos y del gobierno coercitivo en las so- ciedades soviéticas demuestra que las clases y os antagonismos de clase subsisten en estas so- ciedades, o han sido recreados en otra forma; 0 bien que ademés del interés de clase existen otras fuentes importantes de conflictos sociales, y que si por influencia de un credo doctrinario se les #8 El propio Marx se opuso consscuentemente al poder ever itive del Estedo, y se expres6 vigorosomente sobre el tema de Ia pena capital ex un pasaie que es por vista de las actuales condiciones de Tos pefses soviticos: bien, qué sociedad es deta quo no conoce mejor instrumento de efensa propia que ol verduge, y que prociama... su propia bra talidad como lay eterna,-. acaso no es nocesario reflexionar pro” fundamonte sobre Ia modifcacién del sistema que engendia estos crimenes, en lugar de glorificar el verdogo que ejecuta a un grupo de criminsles con el fin de dejar logar pera Ia hornada que sigue". “Capital Punishment” Ivew York Daily Tribune, 18 de febrero de ass, 114 niega expresién, en definitiva se manifestaran por medio de la violencia. La segunda conclusién es que si la fuente principal de conflictos politi- cos e ideoldgicos en las modernas sociedades ca- pitalistas ha sido la oposicién entre las clases, y si dichos conflictos han contribuido a definir al- gunas de las condiciones vitales de la democrac: —el derecho de disencién y de critica, el dere- cho a crear asociaciones independientes del Es- tado— debemos considerar la posibilidad de que Je abolicién o atin la dectinacién de las clases so- ciales abra el camino al desarrollo de una socie- dad de masas, en la que Ia élite posee ilimitado poder, tanto como a la creacién de una sociedad igualitaria y democratica. IV LA CLASE SOCIAL, LA POLITICA ¥ LA CULTURA El movimiento igualitario que nacié con los clubes socialistas, Ios sindicatos, las empresas cooperativas y las comunidades de los utopistas, se fortalecié a lo largo del siglo x1x, a medida que se desarrollaba el capitalismo, Con ef andar del tiempo, este movimiento ha adoptado for- mas muy distintas —asf, por ejemplo, las luchas por los derechos de las mujeres y contra las dis- criminaciones raciales, y més recientemente los esfuerzos por disminuir la distancia entre las naciones ricas y pobres— pero su fuerza impul- sora ha sido siempre la oposicién a la jerarquia de las clases sociales. Se atribuye al sistema de clases de las sociedades capitalistas el cardcter de fundamento mismo de Ja desigualdad, en el 117 que se originan los principales obstdculos que se oponen a la realizacién y al goce individual, los conflictos basicos dentro de Ias naciones y entre ellas, el predominio politico de las minorias pri- vilegiadas. En este movimiento, el andlisis que hizo Marx de la sociedad capitalista adquirid —directa 0 indirectamente— una gran influencia, por las conexiones que establecié entre las clases socia- les y las instituciones politicas. De acuerdo con Mars, la clase social superior —formada por los propietarios de los principales medios de produc- ciGn— es necesariamente la clase dominante; es decir, también controla los principales medios de dominio politico: 1a legislacién, los tribuna- des, la administracién, la fuerza militar y los or- ganismos de persuacién intelectual. Las otras clases sociales, que de distintos modos padecen bajo este dominio, son la fuente de la oposicién Politica, de las nuevas doctrinas sociales, y con el tiempo de una nueva clase gobernante. Pero sélo en las modernas sociedades capitalistas se plantea una situacién en la que las clases anta- g6nicas se reducen a dos grupos claramente defi- nidos, uno de los cuales —Ia clase trabajadora— ‘como ho incluye nuevas divisiones sociales sig- 118 nificativas, promueve un credo igualitario ¢ i cia una lucha politica con el fin de crear una so- ciedad sin clases. El atractivo que ejerce la teoria de Marx es doble: suministra una formulacién clara y suges- tiva de las aspiraciones de la clase trabajadora, y al mismo tiempo ofrece una explicacién del desarrollo de las formas sociales y gubernamen- tales, y especialmente del ascenso del propio mo- vimiento obrero modermo. En la actualidad no faltan gobiernos que son muy evidentemente ins- trumentos del dominio de una clase superior, co- mo en los paises de economia atrasada, en los que los terratenientes dominan a un campesina- do carente de educacién, desorganizado y des- moralizado. Cuando Marx inicié sus estudios el carécter de clase de los gobiernos era igualmente visible en los paises europeos que habian ini do el camino de Ia industrializacién, Durante gran parte del siglo x1x s6lo los propictarios go- zaban de plenos derechos politicos en estas so- ciedades; y apenas puede afirmarse que fuera una exageracién afirmar que el gobierno era “un comité de administracién de los negocios gene- rales de la burguesia”. En muchos paises euro- 119 peos se establecié al fin el sufragio universal s6- lo durante las primeras dos décadas del siglo xx. i Puesto que la democracia politica es un pro- ceso tan reciente, mal puede criticarse a Marx i Porque no consideré todas sus implicaciones pa- | ra la asociacién entre el poder econémico y el politico. En todo caso, no subestimé la impor- i} tancia del sufragio. En un articulo escrito en | 1852, en el que analizé el programa politico de if los cartistas, formulé 1a siguiente observacién: seria, por 1o tanto, una medida mucho més socialista que todo cuanto ha sido honrado con ese nombre en el Conti- nente. Su resultado inevitable, aqui, es 1a supremacia de Ie clase trabajadora” | “La implantecién del Sufragio Universal en Inglaterra Es verdad que posteriormente Marx aludié de un modo més desdefioso al derecho de “decidir una vez cada 3 6 6 afios cual de los miembros de la clase gobernante asumiré falsamente 1a representacin del pueblo en el Parlamento”.* 1 1 Catlos Mats, “The Chart, Now York Daily Zeibuno, 25 f difagets 1608 a ota al bac. do oun etoile age fldo omitido en la reeopilacién comunista ofiial de los essrtos de Marz y Engels sobre Gran Breta ® La guetta civil en Francia (1871). 120 Pero agregaba inmediatamente: “Por otra parte, nada podria ser més extrafio al espiritu de la Co- muna que sustituir al sufragio universal con ta representacién jerarquica”. En realidad, las si. tuaciones que determinaron estas opiniones di- vergentes eran muy distintas, En un caso Marx se referia a un estado de cosas en el que un mo- vimiento de la clase trabajadora, organizado en gran escala, podria ir a las elecciones con candi- datos de confianza; mientras que en el otro rea lizaba una comparacién entre un gobierno con- creto de la clase trabajadora —la Comuna— y una situacién anterior en Ia cual la clase tra- bajadora podia votar solamente por uno o por otro de ios partidos burgueses, La existencia de grandes partidos obreros se ‘ha convertido en un rasgo normal de los paises capitalistas democraticos, y ésta es una de les principales circunstancias (otra es el sistema Politico de las sociedades de tipo saviético) que plantea nuevos problemas vinculados con la re- laci6n entre la clase y ta politica. En un sistema politico de esta clase, ges posible seguir conside- rando como clase gobernante permanente a los propietarios privados? A su vez, puede afirmar- se que la clase obrera es todavia una fuerza ra- 121 dical y revolucionaria, que busca establecer una clase igualitaria? ¢Las relaciones entre las clases en la esfera politica tienen todavia el mismo ca- réeter que en las sociedades del siglo x1x, con sus limitadas libertades? ¢Han surgido nuevas divisiones politicas paralelamente a las que ya existian entre las clases, 0 en lugar de ellas? 0 acaso 10s conflictos politicos han perdido parte de la urgencia y la importancia que exhi- bieron en el periodo que presencié el ascenso y desarrollo del movimiento obrero? Estos proble- mas estén en la base de las actuales controver- sias sobre la cambiante estructura de clase de las, sociedades industriales. Asi, por ejemplo, suele sefialarse la gran com- plejidad del gobierno en las sociedades moder- nas y la influencia ejercida por los diversos gru- ‘pos de intereses consultados con vistas a Ia for- mulaci6n de la politica general; para argitir Iue- go que donde el poder est dividido entre mu- chos grupos diferentes, cuyos intereses no siem- pre coinciden, el concepto de “clase gobernan- te” ha perdido todo su sentido, Pero si realmente ‘el poder esta tan dividido, gcémo se explica que los propietarios privados —la clase superior en el sentido de Marx— todavia predominen de 122 manera tan acentuada en el gotierno y la admi- nistracién, y en otros cargos prpios de la élite; © que haya tan escasa redistrbucién de Ja ri- queza y la renta, a pesar de los laboriotos y cons- tantes esfuerzos del movimiento obrero para ob- tenerla? Sobre Ia base de los elementos mencio- nados en el tiltimo capitulo, ga0 es razonable Hegar a la conclusién de que, a pesar de la de- mocracia politica, y a despecho de los limitados conilictos de intereses que se suscitan entre gru- pos de la dlite pertenecientes a distintas esfe- ras, la clase superior de las sociedades capitalis- tas es todavia un grupo social diferenciado y en esencia capaz de perpetuarse, que todavia ocupa las posiciones vitales del poder? Ese poder qui- 24s es menos imperioso, y ciertamente se ejerce de modo menos arrogante que en la etapa ante- sor, porque tropieza con una eposicién organi- zada y con la prueba de las eleciones, y porque otras clases han conquistado un limitado acceso a las élites; pero de todos modes el poder que ha conservado le permite defender con éxito sus in- tereses econémicos més importantes. El concepto de “clase gobernante” suscita otras dificultades, pero las he analizado extensa- 123 mente en otro lugar,’ de modo que no continuaré consideréndolas en el presente contexto. En todo caso, los cambios de la situacién de la clase tra- bajadora, y especialmente de su papel politico constituyen el factor que ha impresionado par- ticularmente a los estudiosos de las estructuras de clases en el periodo de posguerra, Afirmase que la “nueva clase obrera” ha conquistado la Prosperidad econémica y aspira a los niveles de vida propios de la clase media:* en consecuen- cia, ahora tiene menos conciencia de clase y des- de el punto de vista politico es menos extremista. ¢Hasta qué punto estén justificadas estas infe- Tencias politicas? En general, puede afirmarse que la conciencia de clase es una forma de la “conciencia de afinidad” que se desarrolla en to- dos los grupos sociales estables; por ejemplo, 1a conciencia de que se pertenece a una nacién de- terminada. En este sentido, la aparicién de la conciencia de clase, el uso cada vez mayor del término “clase” para describir la posicién de un individuo en 1a sociedad, es en si mismo indicio de que han nacido nuevos grupos sociales* Pero 8 Véase mi obra Blites snd Sceisty, Capitulo 1, § Viave més arriba, pign 4450. © Hlay una buena exporiclin do Asa Briggs, “Phe Language 124 tal como Marx utiliza el término —y en este til timo sentido ha ejercido profunda influencia tanto sobre las teorias sociolégicas como sobre las doctrinas politicas—, la “conciencia de cla- se” implica algo més; a saber, la gradual forma- cién de ideologias diferenciadas y de organiza- clones politicas cuyo objeto es la promocién de intereses particulares de clase en un conflicto ge- neral entre las clases.” Marx afirmé que la creciente conciencia de clase del proletariado revelaba estas caracteris- ticas en grado excepcional; pues se expresaba en ideologias y movimientos politicos que subraya- ban vigorosamente el conflicto de intereses eco- némicos entre los capitalistas y los obreros, y que proponia cambios sociales de cardcter radi- cal como medio de acabar con el sistema social basado en las clases. Por consiguiente, la clase obrera era un elemento revolucionario de la so- ‘of «Classy in Karly Nineteenth Century England”, en Asn Briggs ¥ John Saville (editores), Essays in Labour History (1960). ® Al excribir sobre el campesinado en EI 18 Brumacio de Luio Bonaparte, Marx observé: “Ba le medida en que los campesinos ‘que poseen pequelias parcelas mantienen simplemente una inter ‘conexién lees), y en que Ia identicad de wus interesea no ongondea ‘una comunidad, ni un vinculo nacienal, y en que carecen de oren- niacin politica, no forman una clase”, 125 ciedad; mas revolucionario, ciertamente, que cualquiera de las anteriores clases oprimidas, ya que se proponia conscientemente la abolicién de todo el sistema de clases, Como escribié Marx, con juvenil entusiasmo, en un esbozo de su teo- tia de las clases modernas que sirvi6 para orien- tar todo su pensamiento maduro: “Debe formarse una clase que esté aherrajada por cat denas radicales, una clase en la sociedad civil que no sea tuna clase ce 1a sociedad civil, una clase que es la disolu- cién de todas las clases, una esfera de la sociedad que Posee cardcter universal porque sus padecimientes son universales, y que no formula una reivindicacién partiou- ler porque el mal que se Ie hace no es un mal particular, sino mal en general. Debe formarse una esfera social que ‘no reclame una jerarquia tradicional, sino solamente una jerarqufa humana... una esfera, finalmente que no pue- de emanciparse sin emanciparse de todas las restantes esferas de Ia sociedad, y por consiguiente sin emancipar @ todas Jas esferas; que, en resumen, configura una pér- Gide total de humanidad, y que elo puede redimirse mediante ung total redencién de Ja umanidad. Esta di solucién de ta sociedad, como elese particular, es el pro- letariado”? 7 Carlos Marx, “Critica de ta Filosofia del Derecho do Hegel”, en lox Anales Francoulomanos (1844). 126 Esta concepcién de la clase trabajadora como animadora de un movimiento revolucionario que crear una sociedad sin clases, les parece a mu- chos sociélogos sumamente discutible a la luz de las investigaciones recientes. No es que se niegue en general el predominio de la conciencia de cla- se y la afiliacién politica. Las investigaciones so- ciales han revelado claramente que la mayoria de las personas estan familiarizadas con la es- tructura de clase de su propia sociedad, y que tienen conciencia de su propia posicién en ella. ‘También se ha demostrado que la integracién en la clase es todavia 1a influencia particular més poderosa que se ejerce sobre las actitudes socia- les y politicas de una persona; y que los princi- pales partidos politicos de la mayoria de los paises representan intereses predominantemente clasistas. Lo que los estudios recientes ponen en tela de juicio es la idea de que en los paises in- dustriales avanzados Ia clase trabajadora se es- fuerza por promover una transformacién revolu- cionaria de Ja sociedad, en Iugar de procurar la obtencién de reformas parciales en el marco de la estructura social existente; 0 que exista la in- compatibilidad y oposicién totales entre las doc- trinas y los objetivos de los partidos politicos que 127 reciben apoyo de diferentes clases, De acuerdo con Ja teoria de Marx, la clase obrera era revo- lucionaria en dos sentidos: primero, porque bus- caba © buscaria producir la transformacién més amplia y fundamental de las instituciones socia- les que haya ocurrido jamés en Ia historia de la humanided; y segundo, porque Jo haria en el curso de un prolongado conflicto con la burgue- sia, que culminaria probablemente en una vio- lenta lucha por el poder. La naciente clase obre- ta de mediados de! siglo xrx encajaba bastante bien en este esquema, elaborado sobre todo a base de las experiencias de la Revolucién Fran- cesa. Y se arguye que la “nueva clase obrera” de mediados del siglo xx encaja mediocremente en él. Los estudios de los obreros industriales reali- zados durante la tiltima década coinciden gene- ralmente en que ha decaido la adhesién de los mismos a Jos fines colectivos, y también, por lo tanto, su entusiasmo por la accién de clases para establecer un nuevo orden social. En su estudio de los obreros de cuatro empresas modernas, F, Zweig observa que “cuando habla de las cla- ses, un hombre pareceria pensar esencialmente -en si mismo, en el aspecto individual del proble- 128 ma, ¥ no en fa situacién social o en la estructura social”,’ y continia sefialando que si bien dos tercios de los obreros a quienes entrevisté se in- cluian en la clase obrera, este reconocimiento de su identidad de clase no estaba acompatiado por sentimientos intensos de fidelidad a Ia clase. Un estudio realizado sobre los obreros franceses” Hega a conclusiones muy semejantes. Los auto- Tes distinguen tres tipos de reaccién en los obre- ros fabriles frente a Ja situacién en la economia y la sociedad: (1) evasién (el intento de esca- par del trabajo industrial, para lo cual procuran elevarse a una posicién més alta en la misma firma, o establecerse en una actividad por cuenta propia); (2) resignacién (una actitud de hosca y Tesentida aceptacién de la labor industrial co- mo un destino inexorable); y (3) rebelién (opo- sicién y resistencia a la organizacién capitalista, de la industria). De estos tres tipos, el segundo es con mucho el més comin, y el tercero es el menos comin; y aun el 9 por ciento de los obre- Fos que pertenecen a la tiltima categoria, los que creen que pueden mejorar su situacién mediante 52, Zweig, The Worker in an Attiuent Society (1961), p& sina 134, A. Andrieux, J. Lignen, 1? Ouvrier @aujourdhut (1960), 129 la accién cotectiva, ya no piensan que la socie- dad futura podré modificar fundamentalmente Ja posicién subordinada del obrero en Ia fabrica. Los autores resumen los resultados obtenidos con la afirmacién de que si bien los obreros que ellos han estudiado todavia poseen conciencia colectiva (es decir se consideran “obreros”, cla- ramente diferenciados de otros grupos de la poblacién), ya no persiguen fines colectivos. El obrero actual es “un hombre separado de las tra- diciones de la clase trabajadora, un hombre que ‘no posee principios generales, ni una concepcién del mundo que puedan orientar su vida". Los autores observan que esta conclusién coincide totalmente con las que se han extraido en una serie de estudios realizados en Alemania por Po- pitz, Bednarik y otros. En su estudio de los obre- tos de la industria siderdrgica del Ruhr," Po- pitz y sus colaboradores demuestran que existe una vigorosa conciencia de clase obrera, organi- zada alrededor de la distincién entre los obreros manuales y los que planifican, dirigen y ordenan el trabajo; pero los que todavia piensan como 10 Op. city pag. 189. MEE Popits, H. P. Bohrdt, B.A, Jines, H. Kesting, Dav Ge. selschaitsbild des Arbeiters (1957) 130 marxistas en la victoria de la clase obrera y en Ja conquista de una sociedad sin clases constitu- yen una pequefia minoria. En el mismo sentido, Bednarik concluye su ensayo sobre el obrero jo- ven contempordneo con la afirmacién de que “la sociedad ha dejado de ser un ideal para la clase obrera” y de que el trabajador “tiende cada vez més a retirarse a la vida privada”. Goldthorpe y Lockwood agrupan varias de es: tas ideas en su andlisis del concepto de aburgue- imiento,* y sugieren que en los paises indus- triales de Occidente se ha producido una conver gencia entre la “nueva clase media” y la “nueva clase obrera”, lo que ha determinado una con- cepcién peculiar de la sociedad, distinta tanto del radical individualismo de las antiguas clases me! dias como del colectivismo integral de la antigua clase trabajadora. En esta nueva perspectiva so- cial se acepta generalmente el colectivismo co- mo un medio (y ello explica Ia difusién del sin- dicalismo entre los empleados y trabajadores dé 38 KE, Bednarik, Der jungo Asbeiter von hetwe ein newer Typ (4989), pas. 138-139, 141, 39 John H. Goldthorpe, David Lockwood, “Affluence and the British Class Structure”, Sociological Review, XX (2) julio de 1963, Vase mis ariba, pga. 47-50, 131 cuello blanco), pero ya no como un fin (lo cual explica el debilitamiento de la adhesién de los obreros a su propia clase), Goldthorpe y Lock- wood utilizan las expresiones “colectivismo ins- trumental” y “actitud centrada en la familia” para describir el complejo de creencias y de po- siciones que conforman esta concepcién de la so- ciedad. La segunda expresién alude al fenémeno que otros autores han descrito como un retiro a la vida privada, y que se refleja en el hecho de que el obrero individual se preocupa.esencial- mente por el nivel de vida de su familia, por sus Propias perspectivas de progreso, por la educa- cidn de sus hijos y por las oportunidades que se Jes ofrecen de ocupar cargos de categoria su- perior. La segunda caracteristica de la clase trabaja- dora como fuerza revolucionaria —a saber, su participacién en violentas luchas de clase—, Puede ser analizada mas breyemente, En todos los paises industriales avanzados la violencia de Jos conflictos de clase ha disminuido considera- blemente durante las tiltimas décadas, y los par- tidos obreros que todavia creen probable alcan- zar sus objetivos mediante el empleo de la fuer- za son escasos e insignificantes, La transforma- 132 cién de las condiciones que prevalecian a fines del siglo 24x ha sido provocada por varios fac- tores, entre los cuales podemos destacar el des- arrollo de la democracia politica, el poder mas eficaz de los gobiernos modernos —que aprove- chan los grandes progresos de la tecnologia mi- litar, la administracién y las comunicaciones— y los cambios ocurridos tanto en la naturaleza de los objetivos de ta clase obrera como en las rela- ciones entre las clases. Seria un error neger to- talmente el papel de la fuerza en el desarrollo de los conflictos politicos de los paises industria- les de Occidente; pues no s6lo hubo violentas Iu- chas de clases en época tan cercana como la dé- cada de 1930, sino que otros tipos de conflicto social —por ejemplo, entre los negros y los blan- cos en Estados Unidos— a menudo provocaron estallidos de violencia durante la ultima década, Sea como fuere, los episodios de lucha violenta, especialmente entre las clases, se observan ahora sobre todo en los paises que acaban de embar- carse en un proceso de industrializacién, Ciertos cambios en las relaciones entre las cla- ses de las sociedades capitalistas han acompa- fiado a los cambios de caracter de las principales clases sociales; y han influido sobre estos ‘iltimos 133 y han sido influidos por ellos. En la medida en que se ha acentuado la movilidad social, y en que ha aumentado el numero de miembros de la cla- se media, la imagen de la sociedad como un todo dividido en dos grandes clases antagénicas ha perdido nitidez, debido a la superposicién de otra imagen, en la cual la sociedad aparece como una indefinida y cambiante jerarquia de posiciones de status, que se fusionan unas con otras, y en- tre las cuales los individuos y las familias pue- den desplazarse con facilidad mucho mayor que antafio. Ademas, la lucha econémica cotidiana entre los trabajadores y Ios patrones ha sido re- glamentada cada vez mas por el Estado, me- diante la creacién de nuevas instituciones socia- es de negociacién, arbitraje y consulta. Esta es Ja situacién que induce a Ralf Dahrendorf a re- ferirse en su obra Class and Class Conflict in In- dustrial Society a las “sociedades postcapitalis- tas”, en las que los conflictos obreros han sido institucionalizados, y por consiguiente aislados de la esfera politica; y aunque esto constituye una exageracién —en la medida en que los con- flictos politicos giran todavia principalmente al- rededor de los intereses de clase, y en que se les Teconoce generalmente ese cardcter—, la afir- 134 macién incluye un elemento de verdad, en cuan- to apunta a la moderacién de la hostilidad entre Jas clases y a Ia aparicién de problemas politicos que en cierto grado estan separados de las cues- tiones que hacen al interés de clase. Los princi- pales partidos politicos de los paises industriales de Occidente tienen indudablemente cierta base comin; y el desarrollo de a ciencia y la tecnolo- gia, el crecimiento econdmico y el ascenso de los niveles de vide, la congestién urbana y la deli cuencia son algunas de las cuestiones que deben ser encaradas politicamente més o menos sobre las mismas lineas en todos los paises industriales. Las transformaciones sociales que han deter- minado la creacién de “la nueva clase obrera”, asi como un clima politico en el que son raras las confrontaciones violentas entre las clases, han sido interpretadas por algunos sociélogos como una fase fundamental de un proceso que esta Ie- vando a la asimilacién total de la clase traba- jadora en 1a sociedad contemporénea, como el principio del “fin de la ideologia” en el preciso sentido de la decadencia de las doctrinas socia- tistas que plantean una critica radical de 1a so- ciedad actual y la esperanza de una forma social alternativa. Pero esta interpretacién va més alla 135 de los hechos comprobados por Ja investigacién sociolégica. Reposa, por ejemplo, en una técita comparacién entre el estado actual de la con- ciencia de la clase obrera y su estado en una épo- ca anterior vagamente situada e imperfectamen- te conocida, a la que se concibe como un periodo de resolucién y de militancia heroicas, A esto puede oponerse el hecho de que en las diltimas décadas, durante el periodo mismo en que, se- gin se afirma, Ia clase trabajadora ha adquirido una visién més afin a la que es propia de la clase media, el apoyo a los partidos socialista euro- peos se ha mantenido o ha aumentado sustan- cialmente. Puede objetarse que se ha conquis- tado este apoyo mediante la eliminacién progre- ssiva de las ideas definidamente socialistas inclui- das en el programa de dichos partidos. Pero también esto tiltimo es dudoso. El lenguaje del socialismo ha cambiado en el curso del ‘iltimo siglo de un modo que seria conveniente estudiar mAs atentamente, pero los objetivos del movi- miento obrero —el colectivismo y Ia igualdad social— no han sido abandonados, y ni siquiera discutidos seriamente. La imagen de la apatia y la falta de entusias- mo de la clase obrera frente a los objetivos co- 136 lectivos, esbozada por los estudios mencionados anteriormente, debe ser considerada, por consi- guiente, como una instanténea tomada en un momento dado, y no como el cuadro final de un film en episodios. Y aun en su condicién de ins- tantémea no puede hacer justicia a todos los as- pectos de la situacién. En su estudio de la “nueva clase obrera” al que nos hemos referido antes,"* Serge Mallet sugiere que, debido a que el obrero como productor todavia se siente dominado y constrefiido, al paso que como consumidor expe- rimenta un nuevo sentimiento de libertad y de independencia, es precisamente en relacién con el medio obrero que se expresa con mayor vigor la conciencia de clase;"“y ello es visible, piensa este autor, en la cambiante naturaleza de las exi- gencias sindicales formuladas en los sectores mo- 16 Vase mis arriba, pigs, 48:52. 16 sta situactéa re raflas muy claramente en los comentarios da tos obreros reproducidos en el eetudio do Andrieux y Lignon (op. cit,) Mencionan Srecuente y amargemente ta diferencia del trotamianto que fer dirpensun otras personas, sogiin que Tos reeo- rnosean como obrerot (ea Ia fabrics, cuando co dirigen al trabajo) 19 como ciudadanos (en Jor momentos de ocio). Un obrero resumé Ja situaci6n diciendo que como trabajsdor +0 te atropeliaba, pero “,,cenando viajo en mi coche y me detengo para proguntar alo, al poliefa 9e aczrca con Ja mano en Ie gocra, porque cree que csté teatando con un esballero” (pégn 31-32). 137 dernos de la industria, las que procuran, con energia cada vez mayor, la conquista de jorna- das de trabajo més breves, vacaciones més pro- longadas y mayor control sobre la politica de la direccién fabril. Estas reivindicaciones reflejan el deseo de la “nueva clase obrera” de modificar tadicalmente su situacién en el sistema de la pro- duccién, en un sentido cercano a las ideas del Pensamiento socialista clasico. Puede agregarse que as mismas aspiraciones se reflejan en la dis- cusién cada vez mAs amplia de las diversas for- mas de cooperacién entre los productores, la que ha sido inspirada sobre todo por el progreso de la administracién obrera aut6noma en Yugos- lavia. En las sociedades industriales de Occidente actian otras influencias que alimentan las con- troversias ideolégicas sobre la forma futura de la sociedad, y que apoyan sobre todo a las doc- trinas socialistas de la clase trabajadora. Una de as més importantes es la extensién y la acepta- cin mas generalizada de la propiedad piblica de Ja industria, de la administracién piblica de la economia y del suministro piblico de una am- plia variedad de servicios sociales y culturales. El contraste entre la “opulencia privada” y la 138 = a ee “pobreza ptiblica”, a la que ha aludido J. K. Gal- braith, ha despertado Ia conciencia de numero- ssas personas al hecho de que en las sociedades modernas muchas de las comodidades privadas més valiosas s6lo pueden ser aleanzadas 0 pre- servadas mediante la accién del Estado. Es posi- ble que los individuos dispongan de recursos su- ficientes para satisfacer sus propias necesidades de alimentos, vivienda, transporte y algunos ti- pos de entretenimiento, pero no pueden asegurar individualmente todo lo que necesitan cuando se trata de caminos, de facilidades deportivas o de recreacién, de buenas condiciones de trabajo, © de la creacién de un medio urbano agradable y atractivo. La persecucién irrestricta de la ri- queza privada y del goce privado Ieva cierta- mente al empobrecimiento de estos vitales servi- cios piiblicos. En Ja esfera econémica el desarrollo de las ‘empresas que operan en muchas de las principa- les ramas industriales, y la aproximacién al con- trol monopolista en algunos sectores, ha reducido la diferencia que existia entre el funcionamiento de las empresas piblicas y las de propiedad pri- vada; y si en el momento actual el piblico no se excita mucho por el problema de Ia “nacionali- 139 zacién” de 1a industria, ello se debe en parte a y que con el tiempo acaba por incluir una “poli- que se da por sobrentendido que el cambio de propietarios no afectaré el desempefio econémi- co de la industria, En parte el hecho obedece a que se reconoce que de todos modos la economia general de una sociedad moderna debe respon- der cada vez mas a la regulaci6n y Ja orientacién de las autoridades politicas, si se quiere obtener un indice consecuentemente elevado de desarro- lo por Ja aplicaci6n sistemética de la ciencia a la tica de regulacién de los ingresos”, se aproxima también la situacién en la que, como lo ha obser- vado un sociGlogo alemén, Ia funcién de Ia po- litica social consiste en determinar el orden de prioridad de las reivindicaciones contra el pro- ducto nacional.” ¥ éstas son las condiciones que coinciditian més cabalmente con las institucio- nes propias de una sociedad sin clases. Este anilisis de las clases y de las ideologias produccién, En Ja actualidad el empresario ha Bo | i = . en las sociedades occidentales sugiere que la i Dat ee ee clase trabajadora puede ser considerada todavia Hy Bioviel admitisteetor capac (que muy bien pue- ' una fuerza independiente de Ja vida politica, la i de ser un funcionario péblico) y el hombre de sent jen que ain procura promover modificaciones radi- ciencia son dos figuras mucho mas importantes. La provisién cada vez ms amplia de servi- cios sociales por el] Estado, promovida en los til- timos tiempos sobre todo por la presién del mo- vimiento obrero, ha fortalecido también la con- cepcién socialista de una sociedad més colecti- vista e igualitarie, Es posible que la legislacion social del Estado de bienestar social no sea pre- ponderantemente igualitaria, ni en la intencién ni en los efectos,"* pero a medida que se amplia, 416 So hnlland un examen de oste punto en ‘T. H. Marshall, So- cial Policy (1905). Capitulo 13, "Retospect and Prospect". 140 cales de Ia estructura social; pero también indica que el desarrollo de Ja clase obrera se ha sepa- rado en muchos sentidos del curso previsto por Marx y los primeros marsistas. Era inevitable que la teoria marxista abordara las primeras eta- pas de formacién de la clase trabajadora, y que sugiriera hipétesis generales antes que conclu- siones definides fundadas en una investigacién intensa, Los socidlogos merxistas —en todo caso poco numerosos— no han profundizado mucho WF Citado por ‘T. H. Marshall, op. eft, pig. 183. 141 el estudio empirico de las clases sociales. A me- mudo parecié que escribian acerca de una socie~ dad imaginaria, en 1a que una lucha de clases pura se desarrolla inexorablemente, inmune a los hechos de la vida practica, como por ejemplo el advenimiento de la democracia politica, la exten- sién de Jos servicios sociales, el incremento de la renta nacional o la creciente regulacién guber- namental de la economia. Por su dramatica vi- sién de una confrontacién revolucionaria entre las clases y su optimismo inicial con respecto al desarrollo del movimiento obrero, el propio Marx dio cierto impulso a una concepcién de este tipo. Se habian conocido revoluciones bur- guesas, por consiguiente habria revoluciones pro- Ietarias. Ni Marx ni sus partidarios examinaron debi damente los puntos fuertes y débiles de las prin- cipales clases sociales, muchos de los cuales han sido descubiertos gracias a la experiencia de los ltimos 50 6 60 afios. Marx insistié en que las ideas predominantes en cualquier sociedad son las ideas de la clase gobernante, Pero no consi- deré seriamente la importancia que podian te- ner las ideas mismas como puntos de apoyo de ese gobierno, ni las dificultades que la clase obre- 142 ra afrontaria cuando intentara oponerle sus pro- pias ideas."* Sin duda pensé que su propia teoria social ejerceria gran influencia (como en efecto ocurtié) y también conté con el fracaso econé- mico del capitalismo —las crisis cada vez mas acentuadas— como factor de descrédito de las ideas burguesss. En realidad, las ideas se han desacreditado sélo durante breves periodos, en Jas sociedades que fueron derrotadas en el curso de una guerra, y Gnicamente en esas circunstan- cias han ocurrido las principales revoluciones del siglo xx. Salvo esos casos, podemos afirmar que a clase trabajadora de todos los paises ha conti- nuado sufriendo la influencia profunda de las ideas dominantes de la sociedad capitalista; por ejemplo, el nacionalismo y el imperialismo, la concepcién competitiva, adquisitiva y posesiva de la naturaleza humana y de las relaciones so- ciales, y en los iiltimos tiempos el concepto de que el propésito supremo de Ia sociedad es la 18 De tos macsistas posteriores Gramsel fue el {nico que encaré ‘crlamente cates problemas, y me incline a pansar quo fue influido fen este sentido por el trabajo de su compatriota Mosca, que haba fntrodueldo el término “férmula politica” para describir et cuerpo. de doctrina que de acuerdo can Ia epinién del cuter toda clase gobernante tiene que derarrollar; y que hn de imponer al resto dex Js sociedad, ai pretends conservar el poder. 143 creacién de una riqueza material cada vez ma- yor. Las tentativas de combatir estas ideas han tropezado con inmensas dificultades. El ideal del internacionalismo de a clase obrera, en opo- sicin a las rivalidades nacionales y a la guerra entre las naciones, nunca se ha realizado més que en forma parcial, debido a las diferencias de idioma y de cultura y a los miltiples problemas inherentes a la creacién de asociaciones interna- cionales en cualquier nivel. Por otra parte, la idea de la competencia y de la actividad como actitu- des esencialmente adquisitivas resulta facilmen- te aceptable cuando se la asocia con la igualdad de oportunidades —real o supuesta—, un obje- tivo por cuya consecucién la propia clase traba- jadora ha luchado; en cambio, la idea del des- arrollo econémico ininterrumpido debe atraer —y con razén— a los que se esfuerzan por salir, de la pobreza permanente. Pero a pesar de dichas dificultades las ideas igualitarias y colectivistas se han difundido con- siderablemente durante este siglo. Lo han hecho més Ientamente de lo que Marx esperaba, pero ello puede significar simplemente que se equivo- 6 en los plazos, y que acerté en cuanto a la orien- tacién general de la transformacién, El problema 144 es ahora si estas ideas han perdido su fuerza y han comenzado a retroceder, o si todavia se mues- tran activas y eficaces, Como ya hemos visto, cierto niimero de socidlogos observa la declina- cin del entusiasmo de la clase obrera con respec- to a sus objetivos de caricter colectivo, la pér- dida de su interés por una misién social y el gra- dual decaimiento de una cultura obrera diferen- ciada. Algunos estudiosos, entre ellos S, M. Lip- set, ven en Ia combinacién de la democracia po- litica y de los altos niveles de vida la tealizacion final de la “buena sociedad”, y por consiguiente el punto terminal del movimiento obrero: “. . .la democracia no es sélo o siquiera esencialmente un medio que diferentes grupos utilizan para al- canzar sus fines 0 para obtener la buena socie- dad; la democracia es la buena sociedad misma en funciones”.” Lipset admite que todavia hay cierta lucha de clases en los paises capitalistas, Pero entiende que ella se relaciona tinicamente con a distribucién de 1a renta y no con la trans- formaci6n profunda de la estructura social de la cultura; y también cree que hay una tendencia constante hacia la mayor igualdad de ingresos, 39S. M. Lipset, Political Man, née, 408, 145 fenémeno que esté convirtiendo la lucha en un proceso de regateo limitado entre grupos de in- tereses, al mismo tiempo que la despoja de todo significado ideolégico 0 politico. Hay varias razones que inducen a adoptar una actitud cautelosa antes de aceptar la idea de que la paz relativa en el frente ideolégico, y la apa rente disminucién del vigor de los ideales socia- les de la clase trabajadora se han convertido en rasgos permanentes de las sociedades capitalis- tas, y de que se ha alcanzado la forma final de la sociedad industrial. Primero, es probable que crezca el descontento a medida que se advierta més claramente que no existe una tendencia ha- cia la mayor igualdad econémica, y que, por el contrario, existen movimientos muy poderosos que tienden a producir una distribucién mas des- igual de los ingresos y de la riqueza siempre que se relaja la presién politica e industrial de la clase obrera. Es evidente, por ejemplo, que en algunos paises occidentales existe gran despro- porcién entre los modestos incrementos de sala- rios reclamados en los tiltimos afios por muchos obreros industriales, y los grandes aumentos pe- didos por algunos grupos de profesionales. Los profesionales cuentan con muchas ventajas cuan~ 146 do se trata de obtener la satisfaccién de sus re- clamos, especialmente donde el nimero de per- sonas celificadas est limitado por la naturaleza del sistema educacional; en general, los grandes medios de difusién atribuyen a sus actitudes una interpretaci6n mas simpatica que a los gestos. similares de los obreros industriales; y segtin parece, la conciencia de clase de estos grupos, y su decisién de mantener o mejorar la posicién que han conquistado en la sociedad esta acen- tuandose y no disminuyendo. En la sociedad con- siderada en conjunto es probable que el perma- nente desarrollo econémico, que ha beneficiado a la clase obrera, haya aportado atin mayores ventajas 2 aquellos cuyos ingresos derivan total © principalmente de la posesién de capital. Por consiguiente, si la paz ideolégica y el desarrollo tranquilo y moderado de 1a lucha entre las clases © los intereses de los grupos dependen del efec- to de cierta tendencia hacia una mayor igualdad econémica, en el momento actual de ningiin mo- do puede considerarselos asegurados. ‘Un segundo aspecto, que a mi juicio es atin mas importante, consiste en la existencia de una discrepancia cada vez més acentuada entre Ia si- tuacién de la clase obrera en el trabajo y en los 147 momentos libres. La estabilidad en el empleo y los niveles de vida cada vez més elevados han creado mas libertad de eleccién y mayor inde- pendencia de accién para los obreros cuando e3- tan fuera del Iugar de trabajo, y sobre todo los obreros més jévenes han aprovechado esas nue- vas oportunidades, Pero uno de los resultados de esta situacion es que se ha acentuado el con- traste entre el trabajo y el ocio: en el trabajo todavia hay imposicién, subordinacién estricta, falta de responsabilidad, ausencia de medios de autoexpresién. Todos los estudios de la clase obrera moderna a ios que he pasado revista an- tes, destacan claramente que los obreros tienen profunda conciencia de esta divisién de su vida cotidiana, y que odian acerbamente el actual sistema de trabajo industrial, Sin duda verian reflejada su propia condicién en la observacién de Marx segiin la cual, el obrero“. . .no se reali- za sino que se niega en el trabajo, experimenta suftimiento antes que bienestar, no desarrolla libremente sus potencias mentales y fisicas, y por el contrario se agota fisicamente y se rebaja men- talmente”, y “...su trabajo no es voluntario, sino trabajo forzado, impuesto”, de modo que 148 se siente cémodo solamente en sus momen- tos libres”. Es dificil creer que dicha divisién pueda man- perdrsela 0 mitigdrsela de varios modos distin- tos. El desarrollo econémico permanente puede determinar una reduccién de las horas de traba- jo y 1a ampliacién del tiempo libre, hasta el ex- tremo de que la estructura jerarquica y autori- taria de la industria acabe por representar un papel desdefiable en la vida personal y social del individuo, y no sea ya motivo de preocupacién. , por otra parte, puede ocurrir que se realicen esfuerzos renovados para Ilevar a Ja esfera de la produccién econémica parte de Ia fibertad y la independencia que existen en los momentos li- bres, y quizds contribuyan a estos esfuerzos los cambios operados en el cardcter de la produc- cién misma, en cuanto ésta configura cada vez més una actividad cientifica —que utiliza tan- to a las ciencias naturales como a las sociales— cuyo desarrollo necesita los servicios de indivi- duos muy preparados y responsables. Muy pro- bablemente se producité una combinacién de estos dos movimientos; pero en Ia medida en que ® Carlos Mare, Manusceltos econémnicas ¥ fiossticos. 149 el segundo cobre realidad, lo haré a través de los actos de las organizazciones obreras que procu- ran controlar el proceso de trabajo, que todavia reviste la forma (y asi precisamente lo encard Marx) de actividad fundamental de todos los sistemas sociales. El ascenso de la clase trabajadora en las socie- dades modernas ha sido un proceso més proton: gado de lo que Marx supuso, y s6lo en raras oca- siones se aproximé al estado de lucha decisiva con la burguesia que él esperaba. Puede antici- Parse para el futuro la probabilidad de un des- arrollo gradual semejante, pero a pesar de todo 5 posible que el desenlace sea el ideal concebido por Marx: la sociedad sin clases. Ciertamente, s6lo ahora, cuando el tremendo desarrollo de las ciencias ha creado la posibilidad de sociedades realmente présperas —salvo los problemas sus- citados por el crecimiento de la poblacién y la guerra nuclear— pueden considerarse asegura- dos los fundamentos econéimicos de una sociedad sin clases. Sélo podemos conjeturar los tipos de desigualdad que subsistiran una vez que hayan desaparecido las clases sociales y que los indivi- duos gocen de independencia y de responsabili- dad tanto en el trabajo como en el tiempo libre, 150 Sin duda el prestigio de las ocupaciones, los in- gresos y la posicién social de los individuos pre- sentarén ciertas diferencias, pero no hay razon para suponer que serdin muy considerable, o que resultardn incompatibles con la conciencia de la igualdad y la comunidad humana bésica. El defecto principal de muchos estudios re- cientes de las clases sociales ha sido la falta de sentido histérico, Como los economistas a quie- nes Marx imputaba creer que habia existido his- toria, puesto que el feudalismo habia desapare- cido, pero no que continuara habiendo historia, porque el capitalismo era un orden social natural y eterno, algunos sociélogos han aceptado que hubo un desarrollo histérico de las clases y de los conflictos de clase en el periodo inicial del capi- talismo industrial, pero que el mismo se ha inte- rrumpido en las sociedades industriales en que la clase trabajadora ha salido de la pobreza y ha obtenido la cindadania industrial y politica. Pero se llega a esta conclusién sin haber sealizado un estudio real de la evolucién de las clases sociales en tiempos recientes, 0 de los movimientos so- ciales contemporéneos que revelan las posibili- dades de la futura transformacién social. Una de 151 las més importantes tareas de la sociologia mo- derma, que afin no ha sido cumplida, es el and lisis histérico de la cambiante estructura de cla- se de las sociedades modernas, tema que apenas hemos esbozado aqui. a0 BIBLIOGRAFIA SELECTA Obras generaies ARON RAyMOND, Le lutte de classes (Paris, Gallimard, 1964). DartRENpoRr, Rate, Clas and Class Conflict in Indus- trial Society (Londres, Routledgs y Kegan Paul, 1959). Dymas, M. La nueva clase, GriGER, TaeonoR, Die Klassengeselischaft. im Schmelz- tiegel (Colonia-Hagen, 1949), INTERNATIONAL SOCIOLOGICAL ASSOCIATION, Transac- tions of the Third World Congress of Sociology (Londres, 1956), Vol. TIT. MARSHALL, T. H., Sociology at the Crossroads and Other Essays (Londres, Heinemann, 1963), Segunda Per te, “Social Class”, Ossowsnt, S., Class Structure in the Social Consciousness (Londres, Routledge y Kegan Paul, 1963). Scuumperer, J. 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