Você está na página 1de 2

Corpus Christi (C)

Solemnidad del Corpus Christi (ciclo C)

Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec, hemos repetido


en el salmo responsorial. Impresiona mucho contemplar el gesto de
Melquisedec, realizado unos 1900 años antes de que Jesús, en la última cena,
nos entregara la Eucaristía. Porque Melquisedec es un pagano, un hombre que
pertenece a la religiosidad natural, a las religiones cósmicas que, a partir de la
contemplación del mundo y de la historia humana, intentan elevarse hacia Dios.
Abrahán, en cambio, es el hombre elegido por Dios para realizar, a través de
su descendencia, el designio divino de salvación, para que por él, por su
descendencia, sean bendecidas “todas las naciones”, tal como el Señor le
había prometido: “Por ti se bendecirán todos los linajes de la tierra” (Gn 12,3).

Al bendecir Melquisedec a Abraham, reconoce que la obra salvadora de


Dios se realizará a través de Abraham. Esta humildad de Melquisedec ya es
desconcertante. Pero impresiona todavía mucho más leer que Melquisedec,
“sacerdote del Dios Altísimo, ofreció pan y vino”. No es una ofrenda muy
habitual en las religiones naturales, que normalmente ofrecen animales o frutos
de la tierra; es claramente una profecía de la Eucaristía. Con este gesto
Melquisedec está profetizando que todos los esfuerzos del hombre por ir hacia
Dios van a culminar, a resumirse, a simplificarse, en el pan y el vino de los que
Jesús dirá “esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros” y “ésta es mi sangre
que será derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los
pecados”, es decir, van a resumirse en Jesús, en su entrega sacrificial.

De Jesucristo dice la Carta a los Hebreos, con insistencia, que es


sacerdote eterno según el rito de Melquisedec y no según el rito de Aarón.
Porque en el rito de Aarón -el de los grandes sacrificios ofrecidos en el templo
de Jerusalén- los sacerdotes ofrecen animales y productos de la tierra pero no
se ofrecen ellos, mientras que, en la Eucaristía, es el propio Cristo quien se
ofrece, porque el pan es su cuerpo -es decir, él mismo- y el vino es su sangre
-es decir, de nuevo, él mismo, su propia vida, su propia persona. Jesucristo es
sacerdote por naturaleza, porque es Dios y hombre al mismo tiempo. Y por eso

1
Corpus Christi (C)

es sumo y eterno sacerdote y el único sacerdote que puede mediar entre Dios
y los hombres, que puede reconciliarlos: “Porque hay un solo Dios, y también
un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también, que
se entregó a sí mismo como rescate por todos” (1Tm 2, 5-6).

El gesto profético de Melquisedec nos anuncia que el sacrificio


agradable a Dios es la entrega de su único Hijo, Jesucristo, quien, en vez de
ofrecer “cosas” a Dios, se ofreció a sí mismo, entregó su propia persona, su
propio ser, su propia vida. Pues, como recuerda la Carta a los Hebreos, “Tú no
quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has formado un cuerpo (…) Entonces
yo dije: Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad” (Hb 9, 5-7). De modo que no
es sólo el sacerdote, sino también la ofrenda, la víctima ofrecida.

También de cada uno de nosotros espera el Señor que le entreguemos


nuestra propia vida. Pero como en ella hay cosas contrarias a la voluntad de
Dios, necesitamos pasar antes por el arrepentimiento y la conversión: “Los
sacrificios no te satisfacen, si te ofreciera un holocausto, no lo querrías. Mi
sacrificio es un espíritu quebrantado, un corazón quebrantado y humillado, tú
no lo desprecias” (Sal 50, 18-19).

Que cada domingo, en la Eucaristía, nos ofrezcamos a Dios; que


vayamos aprendiendo a entregar, como Cristo y unidos a Él, nuestro cuerpo y
nuestra sangre, nuestra vida entera. Que, al recibir su cuerpo, le entreguemos
también el nuestro, para alabanza de su gloria. Amén.

Rvdo. D. Fernando Colomer Ferrándiz

Você também pode gostar