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Naomi Klein Esto lo cambia todo El capitalismo contra el clima Traduccin de Albino Santos Mosquera ap PAIDOs INTRODUCCION De uno u otro modo, todo cambia La mayoria de las proyecciones sobre el cambio climético pre suponen que los cambios futuros —las emisiones de gases de efecto invemadero, los incrementos de las temperaturas y otras efectos come el aumento del nivel del mar— se producirén de forma gra dual. Una determinada cantidad de emisiones se traducira en una cantidad dada de subida de la temperatura que conduciré a su vez.a tuna clerta cantidad de suave aumento gradual del nivel del mar. Sin embargo, el registro geol6gico referido al clima muestra momentos en los que una modificacién relativamente pequefia de un elemento climético provocs alteraciones bruscas en el sistema en su conjunto, Dicho de otro modo, impulsar las temperacuras mundiales hasta més allé de determinados umbrales podria desencadenar cambios abruptos, impredecibles y potencialmente irreversibles que ten dirfan consecuencias enormemente perturbadoras y a gran escala Llegados a ese panto, incluso aunque no vertiéramos CO, adicionsl alguno a la atmésfera, se pondsfan en marche procesos imparables, Para hacernos una idea de ello, imaginemos una averia repentina de Jos feenos y de la direccién del vehiculo clinético a raiz de la cual ya no pudiéramos controlar el problema ni sus consecuencias Informe de la AsocIACION ESTADOUNIDENSE PARA EL AVANCE DE La CIENCIA, la mayor sociedad. ‘centifica general del mundo, 2014 Me encanta el olor de esas emisiones. Sanatt Pasi, 20117 Soné una voz por el intercomunicador: «Serian tan amables los pasa jeros del vuelo 3935, que tenia previsto despegar de Washington (D.C.) con destino a Charleston (Carolina del Sus), de recoger su equipaje de mano y bajar del avién?». Les ocupantes del aparato bajaron porla escalinata yse agruparon so 14 Introduccién bre el asfalto caliente de la pista. Entonces vieron algo ciertamente ins6- ico; las ruedas de la aeronave de US Airways se habjan hundido en el pa- ‘vimento como si este fuera cemento htimedo. En realidad, las ruedas se habfan incrustado tan profundamente que el camién cue acudié al lugar para remolcar la nave no pudo despegarlas del suelo. La compatiia espe- raba que, sin el peso afiadido de los treinta y cinco viajeros de aquel vuelo, el aparato fuera suficientemente ligero para dejarse arrastrar. No fue asi. Alguien publicé una foto en internet: «Por qué cancelaron mi vuelo? Porque en el Distrito de Columbia hace tantisimo calor que nuestro avid se hundié diez centimetros en el asfalto» Finalmente, se trajo un vehiculo més grande y potente que —-esta vez si consiguié remolcar el aparato; el avién despegé por fin, aunque con tres horas de retraso sobre el horario previsto. Ua portavoz dela aerolinea culpé del incidente a las «anuy poco habituales temperaturasy.* ‘Las temperaturas del verano de 2012 fueron inusualmente elevadas sin duda. (También lo habian sido el aio anterior y lo contiauaron siendo el siguiente.) ¥ Is razén de que eso sucediera no es ningiin misterio; se debe al derrochador consumo de combustibles fésiles, justamente aquello que US Airways se habia propuesto que su avi6n hiciera a pesar del incon- veniente planteado por el asfalto fundido. Semejante ironia—el hecho de que el consumo de combustibles fésiles esté cambiando de manera tan radical nuestro clima que incluso esté obstaculizando muestra capacidad ara consumir mas combustibles fOsiles— no impidi6 que los pasajeros del vuelo 3935 reembarcaran y prosiguieran sus respectivos viajes. Tam- poco se mencioné el cambio climatico en ninguna de las principales cré- nicas y referencias informativas sobre aquel incidente. No soy yo quién para juzgar a aquellos pasajeros. Todos los que lle- vamos catilos de vida earacterizados por un consumo elevady, viviusues donde vivamos, somos —metaféricamente hablando— pasajeros de ese wuelo 3935, Enfrentada a una crisis que amenaza nuestra supervivencia como especie, toda nuestra cultura continita haciendo justamente aquello que causé la crisis, incluso poniendo un poco mas de empe‘io en ello, si cabe, Como la compaifia aérea que trajo un camién con un motor mas po- tente pare remolear aquel avién, la economia mundial esta elevando su yade por si arricsgada apuesta y esta pasando de las fuentes convenciona- Jes de combustibles fSsiles a versiones atin mais sucias y peligrosas de las mismas: betéin de las arenas bituminosas de Alberta, petréleo extraido mediante la perforaci6n de aguas ocednicas profiundas, gas obtenide por fracturacién hidrdulica (0 frackéng), carbén arrancado a base de detonar montafias, etcétera. Tntroduccién 15 Mientras tanto, cada nuevo desastre natural «sobrealimentado» por toda esta dindmica genera toda una serie dle instantéineas que recalcan Ia ivonia de un clima que es cada vez mas inhéspito incluso para las mismas industrias que més responsables han sido de su calentamiento. Asi se vio, por ejemplo, durante las histéricas inundaciones de 2013 en Calgary, que provocazon un apagén en las oficinas centrales de las compaiias petrole as que explotan las arenas bituminosas de Alberta y que las obligaron a enviar a sus empleados a sus cases, mientras un tren que transportaba de rivades del pettéleo inflamables estaba suspendido a duras penas sobre las vias de un puente ferroviario que se desmoronaba por momentos; durante la scquia que afecté al rio Misisipi un afio antes, la cual hizo dis minut los niveles del agua hasta tal punto que las barcazas cargadas de petréleo y carbén que por él transitan habitualmente quedaron varadas durante dias, ala espera de que el Cuerpo de Ingenieros del Ejército dra gara un canal de paso (hubo incluso que destiner a ello fondos presupues tados para la reconstraccién de los destrozos causados por las hist6ricas inundaciones del afio anterior en Ja zona riberefia de aquella misma via fluvial); 0 durante el cierre temporal de varias centrales eléctricas alimen tadas con casbén en otras partes del pais debido a que los rios y canales de Jos que dependian para refrescar su maquinaria estaban demasiado ca Tientes o demasiado secos (0, en algunos casos, ambas cosas). Convivir con esta especie de disonancia cognitiva es simplemente una parte més del hecho de que nos haya tocado vivir este discordante mo mento de la historia, en el que una crisis que tanto nos hemos esforzado por ignorar nos esta golpeando en plena cara y, aun asi, optamos por do blar nuestra apuesta precisamente por aquellas cosas que son Ia causa mis ma de la crisis, ‘Yo misma negné el cambio climético ducante mas tiempo del que me gustaria admitir. Sabia que estaba pasando, claro. No iba por ah defen diendo como Donald Trump y los miembros del Tea Party que la sola continuaciéa de la existencia del inviemo es prucba suficiente de que la teoria es una patrafia. Pero no tenia més que una idea muy aproximada y poco detallada, y apenas Jeia en diagonal la mayorfa de las noticias al res pecto, sobre todo, las que més miedo daban. Me decia a mf misma que los argumentos cientificos eran demasiado complejos y que los ecologistas ya se estaban encargando de todo. Y cantinuaba comportindome como si no hubiera nada malo en el hecho de que Hevara en mi cartera una rel ciente tarjeta que certificaba mi condicién de miembro de la «élite» del club de los viajeros aéreos habituales. ‘Muchos de nosotros practicamos esta especie de negacién del cambio 16 Introduceién climético. Nos fijamos por un instante y luego miramos para otto lado. Onmiramos, peto enseguida convertimos lo que vemos en un chiste («;ven- ‘82 ya, més seftales del Apocalipsis!»), lo que no deja de ser otro modo de mirar para otro lado. O miramos, pero nos consolamas con arguments reconfortantes sobre lo inteligentes que somos los seres humanos y sobre como se nos ocurtiré pronto algtin milagro tecnolégico que succionaré sin peligro al guno todo el carbono de los cielos, o que atenuard el calor del sol como por arte de magia. Y eso, como bien descubri en las investigaciones reali zadas para este libro, es también otra forma de mirar para otro lado. O miramos, pero intentamos aplicar entonces una Iégica hiperracio- nal: «Délar por dolar, es mais eficiente centearse en el desarrollo econémi- co que en el cambio climético, ya que la riqueza es la mejor proteccién frente alos fenémenos meteoroldgicos extremos». Como si el disponer de unos cuantes délares adicionales fuera a servienos de algo cuando nuestra ciudad esté sumergida bajo el agua. ¥ esa es otra manera de mitar para otro lado, sobre todo, si quien piensa asf es un disefiador o la persona que toma las decisiones sobre las politicas medioambientales. O miramos, pero nos decimos a nosotros mismos que bastante ajetreo tenemos ya como para preocupamos por algo tan distante y abstracto, aun cuando veamos correr el agua por las vias subterréneas del metro de Nueva York o a gente atrapada en los tejados de sus casas en Nueva Orleans, y seamos conscientes de que nadie esta seguro (y de que las per sonas socioeconémicamente mas vulnerables son las que menos seguras estén de todas). Y por muy comprensible que sea esta reaccion, se trata igualmente de un modo de mirar para otzo lado. O miramos, pero nos justificamos diciéndonos que no podemos hacer nada mas que centrarnos en nosotros mismos. Decidimos entonces medi- tar, comprar dircctamente de los agricuktores © dejar de conducis, pero 1nos olvidamos de intentar cambiar realmente los sistemas que estin ha- ciendo que la crisis sea inevitable. Y no los intentamos cambiar porque nos decimos que eso serfa acumular demasiada «energia negativay yjamés funcionarfa. ¥ aunque, en un primer momento, podria parecer que si ¢3- tamos mirando, porque muchos de esos cambios ea nuestro estilo de vida forman parte de hecho de la soluciéa, lo cierto es que seguimos teniendo uno de los dos ojos bien cerrado. quizé miramos —miramos de verdad—, pero luego es como si ine- vitablemente nos olvidéramos. Nos acordamos y nos volvemos a olvidar de nuevo. El cambio climatico es asi: es dificil pensar en él durante mucho tiempo. Practicamos esta forma de amnesia ecoldgica intermitente por Intsoduccién 17 motives perfectamente racionales. Lo negamos porque tememos que, si dejamos que nos invada la plena y cruda realidad de esta crisis, todo cam biara, ¥ no andamos desencaminados? Sabemos que, si seguimos la tendencia actual de dejar que las emisio nes crezean afio tras afio, el cambio climético lo transformaré todo en nuestro mundo. Grandes ciudades terminarén muy probablemente aho gadas bajo el agua, culturas antiguas serén tragadas por el mar y existe una probabilidad muy alta de que nuestros hijos e hijas pasen gran parte de sus vidas huyendo y tratando de recuperarse de violentos temporales y de sequias extremas. Y no tenemos que mover ni un dedo para que ese fu turo se hage realidad. Basta con que no cambiemos nada y, simplemente, sigamos haciendo lo que yalhacemos ahora, confiados en que alguien dard con el remedio tecnalégico que nos saque del atolladero, dedicados a cui dar de nuestros jardines, o lamenténdonos de que estamos demasiado 0 con que nos ¢adaptemos» a i, por emplear el adusto lenguaje de las Naciones Unidas. Es una concep- ci6n del futuro que nos invita a que utilicemos colectivamente la crisis para dar un salto hacia una situacion que, con toda sinceridad debo decir, parece mejor que esta otra en la que nos encontramos en estos momentos. ‘Tras aquella conversaci6n, me di cuenta de que ya no temia sumergir- me en la realidad cientifica de la amenaza climética. Dejé de evitar la lec- tura de articulos y estudios cientificos y empecé a leer todo lo que pude encontrar sobre el tema. También cesé de derivar el problema hacia los ecologistas, de decirmea m{ misma que eso era cosa (o labor) de otras per sonas. Y a raiz de diversas conversaciones con otros participantes en el creciente movimiento por la justicia climética, comencé a apreciar malti- ples vias por las que el cambio climético podia devenir en una fuerza cata- lizadora de una transformacién positiva; de hecho, podia devenir en el mejor argumento que los progresistas jamés hayan tenido para reivindicar Ja reconstrucci6n y la reactivacién de las economias locales, para recupe- Introduccién 21 rar nuesteas democracias de las gazras de la corrosiva iniluencia de las grandes empresas, para bloquear nucvos (y perjudiciales) acuerdos de lt bre comercio y seformularlos ya existentes, para inverti en infraestructa 2s piblicas como el transporte colectivo y la vivienda asequible (a las que se dedican recursos muy escasos en la actualidad}, para recobrar la pro piedad de servicios esenciales como la electricidad y el agua, para refor mar nuestro enfermo sistema agricola y hacer que sea mucho mas sano, para abrir las fronteras a la migracién de personas cuyo desplazamiento geogrifico esta vinculado las repercusiones climaticas, para que se res peten por fin los derechos de los indigenas sobre sus tierras... Todo esto ayudaria a poner fin a los hoy grotescos niveles de desigualdad existentes dentro de auestras naciones y entre ellas. Y empecé a ver sefiales —nuevas coaliciones y nuevos argumentos— que daban a entender que, si se conseguia que todas estas diversas cone xiones y nexos fueran mejor conocidas por un niimero més amplio de personas, la emergencia misma del cambio climético podria constituir la base de un poderoso movimiento de masas, un movimiento que entrela zaria todos estos problemas en apariencia dispares tefiendo con ellos un relato coherente sobre cémo proteger a la humanidad de los estragos de tun sistema econémico salvajemente injusto y de un sistema climatico de- sestabilizado, He escrito este libro porque llegué a la conclusién de que la llamada «accién climética» podia proporcionar precisamente ese raro fac tor catalizador. ‘UN SHOCK DE ORIGEN POPULAR Pero también lo he escrito porque el cambio climético puede ser el catalizador de toda una serie de muy distintas y mucho menos deseables formas de transformacién social, politica y econémica. He pasado los tiltimos quince afios inmersa en el estudio de socieda des sometidas a shacks o conmociones extremas, pravocadas por debacles econémicas, desastres naturales, atentados terroristas y guerras. Y he ana lizado a fondo cémo cambian las sociedades en esos periodos de tremen da tensiGn, cémo esos sucesos modifican (a veces, para bien, pero, sobre todo, para mal) el sentido colectivo de lo que es posible. Tal como comen té en mi anterior libro, Le doctrina del shock, durante las tltimas cuatro décadas, los grupos de interés afines a le gran empresa privada han explo ado sisteméticamente estas diversas formas de crisis para imponer politi cas que entiquecen a una reducida élite: suprimiendo regulaciones, recor 22. Introdueciéa tando el gasto social y forzando privatizaciones a gran escala del sector ptiblico, También han servido de excusa para campatias extremas de limi- taci6n de los derechos civiles y para escalofriantes violaciones de los ders- chos humanes. Y no faltan indicios que nos induzcan a pensar que el cambio climéti- cono seria una excepcidn en lo relativo a esa clase de dindmicas; es decir, que en vez de pare incentivar soluciones motivadoras que tengan proba- bilidades reales de impedir un calentamiento catastrofico y de provegemnos de desastzes que, de otro modo, seréin inevitables, la crisis ser aprovecha- da una vez més para transferit mas recursos si cabe a ese 1% de privile- giados, Las fases iniciales de ese proceso son ya visibles. Bosques comuna- les de todo el mundo estén siendo convertides en reservas y viveros forestales privatizedos para que sus propletarios puedan recaudar lo que se conoce como «créditos de carbone, un lucrativo tejemaneje al que me referiré més adelante. Hay también un mercado en auge de «futuros cli- miéticos> que permite que empresas y bancos apuesten su dinero a los cambios en las condiciones meteorolégicas como si los desastzes letales fuesen un juego en una mesa de crap de Las Vegas (entre 2005 y 2006, el volumen del mercado de derivados climaticos se disparé multiplicandose por cinco: de un valor total de 9.700 millones a 45.200 millones de déla- tes). Las compafiias de reaseguros internacionales estan secaudando miles de millones de délares en beneficios, procedentes en parte de la venta de nuevos tipos de planes de proteccién a paises en vies de desarrollo que apenas han contribuido a crear la erisis climética actual, pero cuyas in- fraestructuras son sumamente vulnerables alos efectos de la misma! Y, en un arrebato de sinceridad, el gigante de la industria armamen- tistica Raytheon explieé que «es probable que crezcan las oportunidades de negocio de resultas dela modificacién del comportamiento y las nece- sidades de los consuridores en respuesta al cambio climatico». Entre ta- les oportunidades se incluye no solo una mayor demanda de los servicios ptivatizados de respuesta alos desastres que ofrece la compafiia, sino tam- bien «la demanda de sus productos y servicios militares ante la posibi dad de que aumente la preocupacién por la seguridad a consecuencia de Jas sequias, las inundaciones y los temporales debidos al cambio climati- com.’ Merece la pena que recordemes esto siempre que nos asalten las du- das en tomo a la emergencia real de esta crisis: Jas milicias privadas ya se estén movilizando, Sequias e inundaciones dan pie a toda clase de oportunidades de ne- gocio, ademas de a una demande creciente de hombres atmados. Entre 2008 y 2010, se registraron al menos 261 patentes relacionadas con el cul- Introduccién 23 tivo de variedades agricolas «preparadas para el clima»: semillas supuesta mente capaces de resistir condiciones meteorolégicas extremas. De esas patentes, cerca del 80% estaban controladas por tan solo seis gigantes de Ja agriculeura industrial, Mensanto y Syngenta entre ellos. Mientras tanto, el buracan (0 «supertormenta») Sandy ha dejado tras de sf una lluvia de millones de délares para los promotores inmobiliarios de Nueva Jersey en concepto de subvenciones para la construcciGn de viviendas en zonas lige ramente daadas por su paso, pero ha dejado tras de sf lo que continiia siendo una pesadilla paca los residentes en viviendas pablicas gravemente afectadas por ese episodio meteorol6gico, en una reedicién bastante apro ximada de lo sucedido ea Nueva Orleans tras el paso del huracén Katrina.'® Nada de esta nos viene de nuevo. La bisqueda de vias ingeniosas y originales de privatizacién de bienes comunales y de rentabilizacién de los desastres es algo para lo que nuestro sistema actual esté hecho mejor que para ninguna otra cosa; cuando sc le deja actuar sin traba alguna, no es capaz de nada mas. La doctrina del shock, sin embargo, no ¢s la Gnica for ma que las sociedades tienen de reaccionar ante las crisis. Todos hemos do testigos de ello recientemente, cuando el colapso financiero que se inici6 en Wall Sezeet en 2008 dej6 sentir sus efectos en todo el mundo. Ua stibito aumento de los precios de los alimentos contribuy6 a generar las condiciones que propiciaron la Primavera Arabe. Las politicas de austeri dad han inspirado movimientos ciudadanos de masas en lugares como Grecia, Espaiia, Chile, Estados Unidos 0 Quebec. Muchos de nosotros estamos aprendiendo bastante bien a hacer frente @ quienes desean sacar partido de las crisis para saquear el sector piiblico. De todos modos, todas ‘estas protestas y manifestaciones han mostrado asimismo que no basta simplemente con decir «no». Silos movimientos de oposicién quieren ser algo mas que estrellas fugaces que se consumen cual fogonazos en el cielo noctumo, tendrén que propugnar un proyecto bastante integral de lo que deberia implantarse en lugar de nuestro deteriorado sistema, asi como es twategias politicas serias para aleanzar esos objetivos. Hubo un tiempo en que los progresistas sabian cémo hacerlo. Hay toda una rica historia de resonantes victorias populares para [a justicia econémica en momentos de crisis @ gran escala, Entre tales conquistas se incluyen, de manera especialmente destacada, las politicas del New Deal impulsadas tras el crac bursatil de 1929 y el nacimiento de innumerables programas sociales tras la Segunda Guerra Mundial. Esas politicas tenfan tal apoyo del electorado que, para convertitlas en ley, no fueron precisas Jas artimafas autoritarias que documenté en La doctrina del shock. Lo que st resulté imprescindible fue constenir movimientos de masas robustos, 24° Inereduecién capaces de hacer frente a quienes defendiian un statu quo caduco y capa- ces también de reivindicar un reparto del pastel econémico significativa- mente mis justo para todo e! mundo. Pese al asedio del que son objeto actualmente, algunos de los legados que atin perducan de aquellos mo- mentos histricos excepcionales son los seguros de sanidad piblica vigen- tes en muchos paises, las pensiones cle jubilacién, las viviendas de protec cia oficial subvencionadas y el patrocinio piblico de las artes. Estoy convencida de que el cambio climético representa una oportu- nidad hist6rica de una escala todavia mayor. En al marco de un proyecto dirigido a reducir nuestras emisiones a los niveles recomendados pot mu- chos cientificos, tendsfamos una vez més la posibilidad de promover poli- ticas que mejoren espectacularmente la vida de las personas, que estre- chen el hueco que separa a ricos de pobres, que generen un niémero extraordinario de buenos empleos y que den un nuevo impetu ala demo- ctacia desde la base hasta la cima. Lejos de consistic en la expresién maxi- ma perfeccionada de la doctrina del shock (una fiebre de nuevas apropia- ciones indebidas de recursos y de medidas represoras), la sacudida que provoque el cambio climatico puede ser un «shock del pueblo», una con- mocién desde abajo. Puede dispersar el poder entre los muchos, en-vez.de consolidarlo entre los pocos, y puede expandir radicalmente los activos comunales, en lugar de subastarlos a pedazos. Y silos expertos del shock derechista explotan las emergencias (ya sean estas reales 0 fabricadas) para imponer politicas que nos wuelvan mas propensos atin a as crisis, las ansformaciones alas que me referiné en estas paginas harfan justamente Jo contrario: abordarian la raiz misma de por qué nos estamos enfrentan- do a todas estas crisis en serie, para empezar, y nos dejarian un clima més habitable que aquel hacia el que nos encaminamos y una economia mucho mas justa que aquella en la que nos movemos ahora mismo. Pero ninguna de csas transformaciones seai posible (pues nunca nos convenceremos de que el cambio climstico puede, a su vez, cambiarnos) siantes no dejamos de mizar para otro lado. -Llevan negociando desde que naci» Eso dijo la estudiante universi- taria Anjali Appadurai mirando desde el estrado a los negociadores de los Gobiernos nacionales rcunidos en la conferencia de las Naciones Unidas sobre el clima de 2011, celebrada en Durban (Sudéfrica). Y no exageraba. Hace més de dos décaclas que los Gobiernos del mundo hablaa en torno a cémo evitar el cambio climético. Comenzaron a negociar precisamen- te el mismo afio en que nacié Anjali (que, en 2011, tenfa 21 afios). Y a pe- Tntroduccién 25 sar de ello, como ella bien sefialé en su memorable discurso ante el pleno de la convencién, pronunciado en representacién de todas las organiza del comunismo més rancio? ¢¥ cémo podia recibir el sector de las energias renovables los apoyos y las provecciones que necesi taba para que estas reemplavaran a los combustibles fésiles cuando el

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