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Boletin det {nstituto de Historia Argentina y Americana “Dr, Emilio Ravignani” ‘Tercera serie, mim. 13. 1° semestre de 1996 VINCULOS PRIVADOS, INSTITUCIONES PUBLICAS Y REGLAS PROFESIONALES EN LOS ORIGENES DELA HISTORIOGRAFIA ARGENTINA PABLO BUCHBINDER™ LOS PROFESIONALES DE LA HISTORIA A PRINCIPIOS DEL SIGLO XX DURANTE LAS PRIMERAS décadas del siglo XX surgié en la Argentina una nueva generacién de historiadores a los que se conoce colectivamente bajo el nombre de Nueva Escuela Histérica. Por lo general, se admite que estos historiadores constituyeron la primera escuela de profesionales de la historia. Sus figuras cen- trales fueron Emilio Ravignani y Ricardo Levene, que desempefiaron un papel esencial en Ia creacién de un aparato institucional consagrado a la produccién e acién histérica. Este aparato institucional configuré el ambito en el que la practica de la historia adquirié autonomia con respecto a la politica y a otras manifestaciones de la vida intelectual. Su creacién significé una modificacién sustancial en las condiciones materiales de ejercicio del oficio del historiador. En este marco institucional, surgieron instancias de consagracién para los nuevos * Programa de Historia de la Historiograffa, Instituto de Historia Argentina y Americana "De. Emilio Ravignani", Facultad de Filosofia y Letras, Universidad de Buenos Aires, Parte de este trabajo se realizé durante una estadta del autor como investigator invitado del Instituto Latinoamericano de la Universidad Libre de Berlin, posibilitada por una beca del Servicio Exterior de Intercambio Acackémico Aleman (DAAD). Los fondos bibliograficos y documentales utilizados provienen del Instituto Iberoamericano de Berlin- Preussischer Kulturbesitz y del Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. Emilio Ravignant”, Versio- nes preliminares de este trabajo se discutieron en coloquios sobre historia y literatura latinoamericana en las universidades de Bielefeld y Hamburgo y en-el Instituro Latinoamericano de Ia Universidad Libre de Bertin El autor agradece las observaciones relativas al texto formuladas en su oportunidad par los profesores Joss C. Chiaramonte, Femando Devoto y Reinhard Liehr. 59 profesionales de la historia y cédigos comunes para los miembros de la corpora- cidn, Este proceso estuvo signado por avances y retrocesos pernianentes que se inscriben, a nuestro entender, en el conflictive proceso de configuracién de un campo intelectual auténomo en ku Argentina. Este articulo se propone precisa- mente anulizar una de sus facctas: el funcionamiento de un sistema de socializa- ci6n basado en circulos privados. el fracase de los intentos de crear instituciones piiblicas y el papel desempefado por Paul Groussae en Ja constitucién de un Ambito publico para la practica de la historia. Si bien en los tiltimos afios se ha abordado desde diferentes perspectives el surgimiento de Ambitos institucionates consagrados a la practica de la historia a partir de Ja aparicin de la Nueva Escuela Historica, el problema del marco y las condiciones de ejercicio de la tarea historiogréfica durante el siglo XIX no ha sido analizado.' Este trabajo no intenta. en consecuencia, un andlisis de las diferentes inlerpretaciones o imagenes del desarrollo histérico argentino elaboradas por esta historiografia. sino que se centra fundamentalmente en los aspectos instituciona- es. La idea que se intenta desarroltar y comprobar aqui es que los historiadores de ia Nueva Escuela Historica se diferenciaron de sus predecesores porque Jas condiciones institucionales y académicas en Jas que ejercian su oficio eran sus- tancialmente diferentes de las que predominaron durante el siglo XX.” Hasta prin- cipios del nuevo siglo, la prictica de la historia no devino en profesion de acuerdo con las modelos de profesionalizacién consolidados por entonces en Europa. donde la historia adquirié un estatus cientifico y se convirtié en un oficio con reglas bien definidas. Se crearon alli instituciones dedicadas en forma exctusiva a prictica de la historia, ésta se transforms en una disciplina ejercida en ef Ambito universitario y se establecié un modelo de tarea y de trabajo para los historiado- res basado principalmente en el uso del documento original de archive y en los métodos de critica de estos documentos, que fueron los que otorgaron cl estatus cientifico a ta nueva profesion. La historiografia profesional hizo del uso del documento de archive el elemento central de la construccién historiografica. imponiéndose simulténcamente una nueva concepcién del archivo: el principio de publicidad de los archivos predominé desde entonces frente al de archivo secreto de Estado. Este proceso de profesionalizacion también se puso de mani fiesto con It publicacién de una serie de revistas especializadas que canalizaban y difundian la produccién de los nuevos profesionales de la historia, como "inte otros, pueden verve los trabajos de Nora Pagano y Miguel Gakinte, “La Nuewar Bsewela wena”. en: Fernando Deve Lo compar, La histoviugrafia argentina on ef siglo x8. (1. Buenos Aires. 1993. pp. 48-77. Histiriea, una aprosimacicn institucional del centenacie lar dgcahs del e + Low historiadores pertenccientes a esta escucl rrolle bisioriee argentino de la primera mited del oi de esta nueva imagen en nuestro aniculo. “Ensley Ravagnani hnabsdn configeraron unis neva imagen det des lo. NIN. Hemos analizado las vias de configueaeion historia, ka naeion y kas provinckas”, on 1998, pp F011 F Develo, La hittnbiyrafio argensina.... cit.. Buenos Aire 60 Thstovische Zetischvift, English Historical Review, o la Revue Historigie en Fran- cia. En el Rio de ia Plata no se contorme durante la segunda mitad del siglo X1X un sistema de instituciones orgdnicas en el sene de las cuales se desarrollase la in- vestigacion historica y este vacio institucional fue lenado por una red de circulos privados que constituyeron intelectuales © historiadores. no slo rioplatenses, sino también de otras regiones de Sudamerica. Tampoco existian reglas profesio- nales biisicus que fueran compartidas por toda la comunidad de historiadores. Hasta los primeros afos del siglo Xx, la produccion histérica era una empresa esencialmente privada que no reconocia ambitos institucionales de socializacién y que claboraban escritores estrechamente vinculados por lazos de parentesco con los protagonistas de la historia argentina de la primera mitad del siglo XIX Muchos de estos historiadores protagonizaron simultineamente intentos de crear instituciones publicas que. por lo general. se disolvieron poco después de su fun dacidn. Durante mucho tempo conyivieron dos dmbitos de socializacién, une privado y el otro pliblico. aunque hasta principios de siglo ue claro el predomi- nio del primero. La debilidad de las instituciones puiblicas es interpretada aqui como una derivacion directa de la ausencia de un aparato administrative y estatal de cierta solidez hastu finales del siglo XIX BIBLIOLECAS Y ARCHIVOS PRIVADOS. CIRCULACTON DE LIBROS Y DOCUMENTOS La mayoria de los historiadores argentinos de la segunda initacl del siglo NIN hicieron especial hincapié en la necesidlad de disefiar sus obras sobre La base de documentos originales, Bartolomé Mitre, por ejemplo, hizo de li labor docemen tal el eje de de! sus trabajos en las polémicas que entabld con Dalmacio Vélez Sirsfield 0 con Vicente F. Lopes. Afirmé que para escribir la historia de Belgrano habia utilizado 3.000 documentos y para la de San Martin, 12.000. Sin embargo. los documentos que utilizaron tanto Mitre come muchos de los histo riadores de este perfodo proventin solo en una muy pequena proporcién de repe- sitorios piibficus. Los historiadares eran. por lo general. bibliGlilos y coleccionistas, isa Ue Jay esia polemic, Mine dilecencio su mgiody hislorice del de Lopes Su piacedamente, ascents, consisiia en Is comprubackin analitica de kt verdac por medio de documentos originales. taiennas qe win documento, Este diane, por sur parte cuestinesbar LLipes, destacaba, no aportabs a la polémica a airse en documentos otictales “Siempre yospechose v muchas per era la citicat del pistornador 5 ba la consttuceisin historica de Matte por bs Toa ley serdadera y uniew de la historia, seRalaba La veves fala tradividn privenivaty le his gracakey fuentes de ta opinion publica 41 duefios de grandes bibliotecas personales y de vastas colecciones de documen- tos. La gran cohesién social que existia entre este pequefio nticleo de historiado- res y escritores posibilité la creacién de una red en la que circulaban no sélo libros sino también documentos, ya fuera en copias u originales. A esta extensa red se integraron historiadores de las provincias argentinas y también del Uru- guay y Chile, como Andrés Lamas, Diego Barros Arana, Benjamin Vicufia Mackenna, Gregorio Beeche o los hermanos Amunétegui, entre otros. Si bien los procesos de constitucién de bibliotecas privadas han sido parcialmente estudia- dos, los de circulacién de documentos y formacién de archivos particulares son atin desconocidos a pesar de tratarse de uno de los aspectos mas interesantes de la historia de la historiografia rioplatense.* Muchos de los historiadores sudamericanos se habian conocido durante sus exilios. Mitre, por ejemplo, en sus estadfas en Chile y Uruguay, antes de 1852 habia entablado amistad con Lamas, Barros Arana y Vicufia Mackenna. Ellos, junto a otros historiadores dedicados a investigar los procesos de la Independen- cia, comunicaban sus descubrimientos de documentos y se ofrecian mutuamente sus servicios para la copia y busqueda de determinados papeles. Especialmente interesante, en este sentido, es la correspondencia entablada entre Bartolomé Mitre y Andrés Lamas. A principios de los afios cincuenta, Mitre, que residfa en Bue- nos Aires, se encontraba redactando una biografia de Artigas, y Lamas, que vivia en Montevideo, escribia una sobre Belgrano. Le comunicaba por entonces, La- tas a Mitre, que se esforzaba por completar y documentar todos los juicios de su trabajo. A fin de cumplir con ese objetivo, le pedia que se ocupase de que le fueran copiados documentos de Belgrano contenidos en dos legajos depositados en el Archivo Provincial. A cambio, Lamas, que posefa muchos documentos ori- ginales de Artigas, se ofrecia a enviarle un indice de dicha documentacién para que pudiera extraer todo lo que considerase necesario. Mitre, por su parte, copia- ba documentos de la Biblioteca Publica, del Archivo, de Bibliotecas Privadas e, incluso, adquiria folletos de la época en librerias portefias que, posteriormente, enviaba a Lamas. E] archivo privado de este iiltimo constituyé uno de los mas importantes del Ambito rioplatense. En una carta enviada a Mitre desde Monte- video en 1856, Carlos Calvo sefialaba que gran parte de los documentos de archivos oficiales y particulares de la Republica Oriental habfan terminado en manos de Lamas gracias a su intensa actividad de busqueda y sus pedidos a personas notables del periodo solicitando “el concurso de sus recuerdos y sus + Sobre la virculacién de libros puede verse, entre otros textos, ef de Rufacl A. Arrieta, Gregorio Beeche y los biblidgrafos americanistas de Chile y del Plata, Buenos Aires, 1941, y Domingo Buonocuore. “El libro y los biblidgrafos”, en: Rafuel A. Arrieta, Historia de ta literatura argentina, | ‘I, Buenos Aires, 1960, pp. 279-345. 62 archivos”.5 Para Calvo, Lamas era, por su inteligencia y sobre todo por la rique- za de sus colecciones, quien estaba en mejores condiciones para escribir “algo serio” sobre la historia de la Banda Oriental. Més adelante, en el afio 1859, enviaba Calvo a Mitre copias de cartas de Mo- reno y Pueyrred6n. Juan Maria Gutiérrez, duefio de uno de los archivos particu- lares mds grandes del Buenos Aires de mediados de siglo, cedfa también a Mitre documentos de su archivo personal. Gutiérrez habia heredado una voluminosa biblioteca de su padre, Juan Mat{as Gutiérrez, un espafiol asentado en el Rio de la Plata que habia mantenido una de las tertulias literarias mas concurridas del Bue- nos Aires del principios del siglo x1x. Ese mismo afio, ¢l historiador chileno Diego Barros Arana copiaba documentos de San Martin en Paris para envidrse- los a Mitre. En 1864, el autor de la Historia de Belgrano, recibié una comunica- cién de Agustin Justo de La Vega, que le notificaba sobre la existencia de documentos del Archivo del Ejército Nacional en una estancia de la ciudad de Tucumdan. También el chileno Benjamin Vicufia Mackenna enviaba documentos a Mitre por medio del librero e imprentero Carlos Casavalle y, todavia en 1893, Alejandro Rosa le hacfa llegar documentos de Rivadavia para que completase su coleccién de manuscritos. Recibié Mitre, adem4s, una gran cantidad de docu- mentos personales del general Arenales por donacién de uno de sus sobrinos y el archivo de San Martin. Fue Mariano Balcarce, yerno de este tiltimo y por enton- ces embajador argentino en Paris quien, al enterarse de que estaba escribiendo una obra sobre su suegro, le cedié los documentos.* La proximidad con la época en torno a la cual los historiadores del siglo XIX sudamericano construyeron su obra historiogrdfica permitia la cristalizacién de esta red de intercambio de documentos. En cierta medida, los historiadores ha- bian sido testigos ¢ incluso protagonistas de los sucesos que narraban. En otros casos, eran descendientes directos de aquellos protagonistas, estaban casados con sus hijas 0 eran amigos de sus hijos, a quienes a menudo solicitaban documentos para los trabajos que estaban escribiendo. En ciertas oportunidades, los mismos descendientes, al saber que algun historiador estaba escribiendo sobre un fami- liar o suceso en el cual algiin pariente hubiera tenido actuacién, donaban genero- samente sus documentos. STengo en mi poder cartas del sefior Lamas dirigidas a muchos de los hombres notables de esa Epoca, en que reclama el concurso de sus recuerdos y de sus archivos, que en general han puesto a su disposicién con la mayor generosidad. Debo agregar que muchos entre éstos, se Jementan kay amarga~ mente de ese desprendimiento voluntario”. (De Carlos Calvo a Bartolomé Mitre, Montevideo, 24 de diciembre de 1856, en: Bartolomé Mitre, Correspondencia literaria, historica y politica del generat Bartolomé Mitre, Buenos Aires, Museo Mitre! 912, p. 85.) © Véase Bartolomé Mitre, Correspondencia... cit. 63 Era comtin en muchos historiadores de este periodo citar en sus obras docu- mentos cuyos originales y copias se encontraban “en mi archivo personal”. Es el caso. por ejemplo. de Angel Justiniano Carvanza, autor de una extensa obra titu- lada Campanas navales de ta Reptbliva Argentina. Carranza hace alusion en forma continua a documentos “que obvan en nuestro poder” y se retiere perma- nentemente a su “archivo naval”, en el que afirma tener desde tojas de servicios de protagonistas de a historia naval de los primeros aiios de la independencia hasta Oficios y otro tipo de documentos emitidos por los érganos de gobierno.’ Sin duda el caso més interesante cn este aspecto es el de Adolfo Saldias. que escribié una extensa obra sobre los tiempos de Rosas utilizando documentos que. como se advierte en sus notas y él mismo lo afirma, provenfan de su propio archivo. Al parecer, copias de algunos documentos oficiales de ta época de Ro- sas podian obtenerse con facilidad en negocios de antigiiedades y tibrerfas de Buenos Aires. Pero supuestamente. como lo ha sefialado Jutio [razusta, Saldias obtuyo una gran cantidad de documentos originales por cesién det hijo del coro- nel Hilario Lagos. de quien era amigo y compafero de armas, Manuelita Rosas fue otra de sus proveedoras de documentos.* También era habitual la busqueda de testimonios directos de algunos de los protagonistas de la época de la independencia que. en determinados casos. estos historiadores legaron a conocer. Las vinculaciones establecidas por Mitre con los generales Zapiola y especialmente con Las Heras, uno de los antiguos lugartenientes de San Martin, le permitieron obtener nuevos datos y valiosa in- formacién para sus trabajos. Las Heras estaba exiliado en Chile desde los aiios treinta y murid cn 1866 a los 85 afos. sin haber regresado nunca a la Argentina. Mitre lo conocié en los aos cuarenta, cuando éI mismo residia en Chile, e inicia- ron por entonces una amistad que continud a través de una extensa correspon- dencia, En diversas oportunidades lo interrogé Mitre sobre sucesos en los que habfa tenido participacion e incluso le envi6 en una ocasion un cuestionario. Las Heras, por su parte. dispuso que sus papeles referentes a asuntos puiblicos debian ser entregados a Mitre después de su muerte.” Uno de los centros de socializacion de los historiadores. lugar de encuentro y de distribucién de Hibros asi como de copias y documentos originales fueron, por supuesto, las librerias. En 1855 habia once librerias en Buenos Aires. que no deben entenderse estrictamente con el concepto actual ya que eran también cen- tos de tertulia, Especialmente concurrido eva el Jocal de fa Imprenta y Libreria * Angel J, Carranga, Cumpaias aavates de ta Repiblica Argeatina, Buenos Aires, 3914 *tutio Travasta, Adudfo Seklias, Buenos Aires. 1964, p. 35, La wihzscion ¥ tcamento que bize Saline de doeuimenins provenientes de funiliares de Rosay fue cuestionada durimenie en 907 por Joss Maria Ratios Mejia, Véase 1M Ramos Mefia, Rosas v ste sfengprr, Buenos Aizes. 1983, p. 72 y ss . isi la tenportaicin de las testimanins de Ambrosi N sus Crmprehactomes histariccts, Mitte se Mine, Nicolas de Veda, Julie Alvarez y Rondeau en [a elaboracgin de su obra, 64 de Mayo de Carlos Casavalle, un biblidfilo experto en libros y manuscritos anti- guos, nacido en 1826 en Montevideo, que habia sido editor de la Revista def Parand dirigida por Vicente Quesada. Tiempo después, Casavalle abrid en Bue- nos Aires una librerfa ¢ imprenta que frecuentaban Mitre, Quesada y Navarro Viola entre otros." Casavalle legs a poser una coleccién de manuscritos de 4.700 piezas, ademas de conservar los originales de las obras cedidas por los autores para su edicién. Muchos de esos manuscritos le fueron entregados en cardcter de donacién. regalo © canje por sus clientes como muestra de agradeci- miento por los servicios “bibliograficos” que prestaba en el Buenos Aires de los afios 60 y 70.!" Mitre le hacfa llegar en forma peridica copias de documentos de su archivo personal e incluso obsequié el manuscrito original de su Historia de San Martin, Juan Marta Gutiérrez. que como lo sefialamos poseia probablemente uno de los archivos personales mas importantes del Buenos Aires de mediados de siglo, también le enviaba documentos que él mismo, afirmaba, habia obtenido: en canje con Pedro de Angelis. Posefa ademas Casavalle muchos papeles de Ro- sas, en copias u originales, que en su oportunidad habia solicitado a Maximo Terrero, yerno del ex gobernador de la Provincia, Por otro lado, reunié una im- portante coleccién de viejos periédicos que, a menudo, le eran solicitados. Sus amplias vinculaciones en el émbito portefio y posteriormente nacional Io convir- tieron en una pieza importante en la extensa y privada red de distribucién de documentos constituida en la Argentina en la segunda mitad del siglo x1x."? La situacién era similar con respecto a los libros, como lo han revelado algu- nos estudios de historiadores de la literatura.'* Desde la década de 1830 existia en Buenos Aires un activo intercambio bibliografico con centros europeos. Ha- cia 1834, la ciudad contaba con seis librerias y cuatro imprentas. También se habian desarrollado, desde la época colonial, grandes bibliotecas privadas. En tiempos de Rosas, las mas nutridas correspondian al Candnigo Segurola y a Pe~ dro de Angelis. La forma de constitucién de la biblioteca de este ultimo ha sido ya analizada: compras, intercambio, donaciones, fueron sélo algunas de las vias ‘© La impresisn y venta de libros eran actividades estrechamente unidas en el Buenos Aires de la segunda mitad del siglo xix. La mayoria de las improntas de la épaca, como Lajovane o Peuser. fueron GerivaciGn de librerias comerciales. El proceso de sepatacion enire el negocio de impresién y venta se produjo a principios de siglo. Por otra lado. no fue éste un fendmeno especificamente argentino, como puede advertirse cn wn trabajo reciente de R. Chartier, quien sefiala que en Paris no fue sino hasta la década de 1830 cuando se produjo la separacin entre ambas actividades. Véase Roger Chartier, Libros, Jecuuras y lecrares en fa Edad Moderna, Madrid, 1994, p. 31 \ Domingo Buonocore, Libreros. editores ¢ impresores de Buenos Aires, Buenos Aites, 1944, p 44. © Ricardo Piccirilli, Carlos Casevuile, Impresur x biblistita, Bucnos Aires, 942. 33. Véase la ya citada obra de D. Buonocore, J. R. Thomas. “The role of private libraries and public archives in nineteenth-century Spanish-American historiography”, Journal of Library History. aim. 9. 1974, pp. 334-351 y J. Lechner, “Kultur und Liceratur”, ec AAVW, Handbuch der Geschichte Lateinamerikas. Band 2, Steltgart, 1992, pp. 418+ 439. a partir de las cuales armé su gran coleccién de libros y manuscritos. La gran mayoria de los historiadores rioplatenses reunieron inmensas bibliotecas priva- das que, s6lo en algunos casos. con posterioridad a su muerte, pasaron al patri- monio piblico. La de Mitre Ilegé a estar compuesta, a principios de siglo, por unos 40.000 ejemplares y ta de Ernesto Quesada, entregada al Estado aleman en 1928, posefa 82.000 volimenes.'5 El intercambio, canje y préstamo de libros era una practica habitual en estos circulos de historiadores y un fenémeno frecuente en toda Hispanoamérica. También era comuin la adquisicién de libros en librerias inglesas y francesas y en casas de remates portefias como la de Tomas Gowland, donde Mitre compré gran parte de la Biblioteca de Agiiero. Ademds Mitre, reci- bia en forma periddica catalogos de librerias europeas ¢ intercambiaba ejempla- Tes con sus colegas chilenos y uruguayos. Ya en 1847, cuando residia en Chile, intercambiaba los catdlogos de su biblioteca con Andrés Lamas, Juan Carlos Gomez, Juan Maria Gutiérrez y Valentin Alsina, entre otros, Algunos catélogos, como el de la biblioteca de De Angelis o de Vicufia Mackenna, circularon duran- te muchos afios entre biblidfilos e historiadores. Al intercambio de catélogos suced{fa, en forma naturat, el de los libros. Un episodio bien conocido, y util para analizar la articulacién entre el aparato de investigacion piiblico y privado, y en todo caso la falta de diferenciacién clara entre ambos, est4 vinculado con el caso de la biblioteca del historiador chileno Benjamin Vicufia Mackenna. En diciembre de 1863, Vicufia escribié a Mitre comentandole la intencién de vender su biblioteca. La Universidad de Chile le habia comprado la mitad de sus libros y habia ofrecido la otra mitad al go- bierno del Peri, ya que era su intencién evitar que ésta se dispersase. Para ello, intentaba que fuese adquirida por algiin establecimiento publico. Asi, habia decidido ofrecérsela por su intermedio —en ese entonces Mitre era pre- sidente de la Nacién— a la Biblioteca Piiblica de Buenos Aires que, aseguraba Vicuna, era muy deficiente en libros americanos. Mitre respondis 2 este ofreci- miento a través det comerciante y biblidfilo Gregorio Beeche, asegurando que el Estado argentino no contaba con recursos para afrontar la compra de los libros, pero que él estaba dispuesto a adquirir algunos para su biblioteca personal. INSTITUCIONES PUBLICAS Estos circulos privados de intercambio, préstamo y difusi6n de libros y papeles entre un circuito reducido de escritores fueron siempre més s6lidos, por lo menos ' Josefa E. Sabor, Pedro de Angelis y los orfgenes de la bibliografia argentina, Buenos Aires. 1995, pp. 159-203, 18 Véanse Juan A. Farini. Origen y formacién de la biblioteca del general Bartolomé Mitre, Buenos Aires, sff y Enrique de Gandia, Muire bibliofila, Buenos Aires, 1939, 66 hasta principios del siglo Xx, que los intentos de consolidar instituciones organi- cas en el marco de las cuales pudiera desarrollarse la investigacién histérica y se difundieran normas comunes de trabajo. Lo peculiar del caso es que fueron los mismos historiadores que basaban su trabajo en el apoyo dado por estos cfrculos y este aparato privado los que quisieron crear hasta los afios noventa, por Io menos, un aparato institucional y orgdnico en el ambito del Estado donde pudiera desarrollarse la practica de la historia. Pero, en términos generales, fracasaron en el intento. Esto volvié a colocar en un primer plano a los vinculos personales como el elemento central en la provisién de documentos. libros y papeles. Por ejemplo, en 1854 Bartolomé Mitre impulsd en Buenos Aires la creaci6n de un Instituto Histérico y Geografico del Rio de la Plata. En julio de ese afto, en carta a Lamas, afirmaba que tenfa reunidos Jos elementos para organizar un Instituto Histérico-Geogrdfico similar al que habfa fundado Lamas en Montevideo afios atras, y cuyo objetivo residia en reunir los documentos histéricos que estaban dispersos. Este instituto aglutinarfa a todos los estudiosos y editaria una revista mensual a través de la cual se vincularia con las corporaciones cientificas y literarias del exte- rior y, en especial, con el Instituto Hist6rico y Geografico de Rio de Janeiro. Lamas apoyé calurosamente la iniciativa de Mitre y se ofrecié ademas como intermediario ante los miembros del Instituto Histérico del Brasil, del que era integrante. La sesi6n fundadora tuvo lugar en la Biblioteca Publica el 3 de septiembre de ese afi. Mitre afirmo en esa oportunidad que el objetivo de la reunién residfa en constituir una asociacién cientifica y literaria, “un teatro para la inteligencia, una tribuna para la libre emisién del pensamiento cientifico o literario y un centro para los hombres de ciencias, artes y letras”. Se trataba de generalizar el princi- pio de asociacién y ponerlo al servicio del trabajo cientifico y literario. En cuanto a los propésitos de la asociacién afirmaba: Pasando ahora a los objetos de la asociacién, creo que a nada mas hermoso ni més til pueda ella contraerse que al estudio de la historia, de la geografia y de la estadistica en todas sus relaciones y aplicaciones circunscribiéndose a los paises del Rio de la Plata, donde pueden explotarse con novedad y ventaja tos ricos materiales que todavia ni atin han sido clasificados. Tal vez en el vasto programa de nuestros trabajos. no nos sea posible examinar esos materiales a la luz de un sano criterio, y tengamos que contentarnos con poner algtin orden en el caos de documentos que constituye nuestra herencia historial.'® EI Instituto presentaria, ademas, a todos los hombres de inteligencia un campo neutral para descansar de la agitada vida péblica. De acuerdo con Io establecido © y Geografico. Discurso pronunciado en la Biblioteca Pi- "3 de septiembre de 1854, en: Bariolomé Mitre, Obras 6 Bartolomé Mitre, “Instituto Hist6 blica con el objeto de promover i la asoci Conpletas. 1. 16, Buenos Aires, 1959, p. 100. 67 en su reglamento, en este ambito se deberia formar una biblioteca, un archivo, una coleccién de mapas y un musco de antigiiedades. También era de su incumbencia la difusién de trabajos histéricos y, por supuesto, la busqueda y recopilacién de documentos. En las bases orgénicas se sefialaba que, una vez establecido, el Instituto se dirigiria al gobierno poniéndose bajo su proteccién y solicitando que mientras se constituyese en forma definitiva se le permitiese re- unirse en locales piiblicos. Se ofrecia ademés gratuitamente para suministrar al poder piblico todos los informes pedidos en las materias de su especialidad. En una carla, aparentemente del afio 1859, Juan M. Gutiérrez sefalaba a Mitre la necesidad de consolidar la instituci6n mediante su presencia ¢ intervencién. Le reclamaba que trazase el plan de publicaciones y aprobase una lista de manuscri- tos que mereciesen darse a conocer. Sin embargo, el Instituto no Ileg6 a consoli- darse. disolviéndose al parecer entre 1859 y 1860 como consecuencia de los acontecimientos politicos que vivid la provincia en esos afios. En la Revista de Buenos Aires en 1863 se afirmaba sobre el particular: Lastima y grande es, que el Instituto Histérico del Rio de la Plata esté sin dar sintomas de vida, porque si se hubiese cumplido su reglamento, su biblioteca seria una riqui ma fuente para consultar sobre estas materias, putes esa asociacién [que] por su regla- mento debia propender a la formacién de una biblioteca de obras y documentos americanos tenia por objeto fomentar y propagar y aplicar los estudios histéricos, eogrificos y estadisticos, "7 Un intento similar se registré en Parana, donde se constituy6 un Instituto Histéri- co de la Confederacién disuelto solo meses después de su fundaci6n, Su primer presidente fue Juan Pujol, y sus principales colaboradores Vicente Quesada, Juan Francisco Segui, Benjamin Victorica y Salvador Maria del Carril. Al afio siguiente. Quesada emprendi6, a través de la Revista del Parand, el intento de editar una publicacion especializada en historia, legislacién, literatura y economia politica que reuniese diferentes tipos de trabajos y se convirtiese en un medio eficaz para propender a la formacién de un circulo literario consagrado al estudio de la Ar- gentina. Un objetivo central residia en publicar trabajos y documentos relativos 4 la historia de las provincias y lograr que quienes poseyesen documentos impor- tantes para su historia los cediesen a fin de poder darlos a conocer y evitar la pérdida de manuscritos valiosos. Solicitaba as{ que se le remitiesen copias de las Actas de fundacién de las capitales de Provincia. Quesada edité poco mas tarde en Buenos Aires la llamada Revista de Buenos Aires, a la que concibié como una Publicacion consagrada a los estudios hist6ricos, y desde alli ensayé la elabora- V “Nuestros propésitos”, Revista de Buenos Aires, mim. 8, diciembre de 1963, p. 490, cién de una historia de la ciudad de Buenos Aires centrada en los establecimien- tos puiblicos, sobre todo iglesias y conventos. Sostenfa Quesada que no pretendia escribir una historia nacional o provincial sino, simplemente, reunir datos y noti- cias. Apelaba también aqui al apoyo oficial, esperando que desde los organismos del Estado se le remitiesen elementos sdlo existentes en archivos oficiales de dificil acceso y en las bibliotecas de alguno que otro bibli6filo. Los datos que solicitaba eran actas de fundacién de cada ciudad capital de provincia, repartos de tierras ¢ indios, noticias breves sobre la historia de cada localidad durante el perfodo colonial y el origen y la causa de la creacién de cada gobierno provincial como poder independiente. Ademis, pedia la serie cronolégica de los goberna- dores y los datos sobre producciones, renta, riqueza y organizaci6n del gobierno provincial. Su pretensién, afirmaba, residfa en publicar los antecedentes que de- berfan servir a los futuros investigadores. Pero, como en los casos anteriores, la revista se edité durante seis afios, pero no llegé a cumplir con la misin que se habfa propuesto. LA BIBLIOTECA PUBLICA DE LA PROVINCIA Y LA BIBLIOTECA NACIONAL Afios mas tarde, entre 1871 y 1879, Vicente Quesada ocupé la direccién de la Biblioteca Puiblica de la Provincia.'* Entre 1873 y 1874 realiz6 un extenso viaje por Europa, aprovechando para visitar las principales bibliotecas del viejo conti- nente, En base a esta experiencia edité un libro y en 1879 disefié un plan de reorganizaciGn."” Este partia de la reforma del sistema de clasificacién y catalo- gacién de los libros y del reglamento, Su propuesta diferenciaba también clara- mente la fancién de las bibliotecas populares y la Biblioteca Publica de la Provincia. Para Quesada, ésta debfa convertirse en un repositorio de colecciones cientificas y documentales, transform4ndose asi en e} verdadero archivo histéri- co del pats, Sostenfa ademas que el acceso a estas colecciones debfa ser restringi- do y que, a diferencia de las populares, la Biblioteca de la Provincia no debia prestar libros. El 24 de febrero de 1872, probablemente por iniciativa del mismo Quesada, el gobierno de la Provincia nombré una comisién integrada por Juan Maria Gutiérrez, director de la Biblioteca, y Bartolomé Mitre para que procurase y obtuviese de ‘8 La Biblioteca Publica de la Provincia fue nacionadizada en 1884, convirtigndose entonces en Biblioteca Nacional . 8 Vicente Quesada, La Bibitoteea Piiblica de Buenes Aires, Prosecto de reorganizacién, Buenos Aires, 1879. 69 los particulares obras manuscritas, cartas y autdgrafos a fin de proceder a sacar copia de esos materiales ¢ integrar con ellos una coleccién de manuscritos publi- cos que se depositarfa en la Biblioteca de la Provincia. Sin embargo, poco se sabe del éxito o fracaso de esta iniciativa. Durante la gestion de Quesada, compartida parcialmente con su hijo Ernes- to, que colabord, ademés, en el proyecto de reorganizacién, la Biblioteca edité en forma regular sus memorias, establecié un sistema de canje con bibliotecas europeas y americanas e inicié un trabajo de catalogacién y ordenamiento de manuscritos en voliimenes con indices analiticos, No obstante, la indiferencia del Estado o la falta de recursos hizo que los proyectos de reorganizacién no se Ilevaron a cabo hasta pasados unos afios. El caso de los Quesada es sintomatico, ya que bregaron por la reorganizacién del aparato puiblico para la investigacion hist6rica y la practica de las disciplinas humanisticas durante las tres tiltimas décadas del siglo, aunque ellos mismos eran simultaneamente tributarios de las antiguas formas de hacer y practicar la historia. Ernesto Quesada escribié su obra mas importante, La época de Rosas, editada en 1898, con el archivo de] general Pacheco que obtuvo gracias a su mujer, nieta de ese general de Rosas. Los Quesada contaban ademés, como ya lo sefialamos, con una biblioteca par- ticular que legé a tener en los afios treinta 82.000 voltimenes y que pasé final- mente a poder del Instituto Iberoamericano de Berlin. En 1879, Manuel Trelles reemplaz6 a Vicente Quesada en la direccion de la Biblioteca. Trelles poseia también una selecta biblioteca privada, Era un bibliéfi- lo, participaba de las redes privadas de distribucién de documentaci6n y era “ha- bitual proveedor” de documentos de Andrés Lamas y Vicente Fidel Lopez. Al asumir su nuevo puesto se propuso, como tarea prioritaria, ordenar la seccién “manuscritos” que se encontraba en un estado cadtico. Ese mismo aio, publicé una revista de la Biblioteca que era continuacién de la del archivo piblico donde editaba documentos coloniales inéditos y trabajos sobre I{mites. Trelles tampoco pudo avanzar en el proceso de catalogacién y reorganizacién de la Biblioteca. Finalmente, en enero de 1885, Paul Groussac fue nombrado director. A princi- pios de los afios noventa, sefialaba Groussac que la Biblioteca ocupaba un lugar de tercer orden, no s6lo en comparacién con las instituciones similares de Europa o Estados Unidos, sino también en relacién a las de otros paises sudamericanos como Brasil y Chile. No fue sino hasta estos afios cuando aparecié editado el primer tomo del catélogo. Groussac completé asi el proceso de reorganizacién de la Biblioteca. En 1901 logré que se la dotara con un nuevo edificio y, en un plazo de siete afios desde su asuncién como director consiguié duplicar la cantidad de voltimenes existentes. Sin embargo, hasta esa fecha la Biblioteca no habja edita- do sus catdlogos ni organizado con criterios modernos su material bibliografico, tarea que asumi6 ef mismo Groussac y que estaba terminada a principios de siglo en sus aspectos esenciales. 70 EL ARCHIVO PUBLICO PROVINCIAL Y EL ARCHIVO GENERAL. DE LA NACcION El Archivo Ptiblico de la Provincia de Buenos Aires se creé en agosto de 1821, pero permanecié en estado de completa desorganizacién hasta finales del siglo XIX, Durante el gobierno de Rosas estuvo bajo el control de Pedro de Angelis, cuyo paso por los archivos y bibliotecas de Buenos Aires fue recordado por Mitre en una carla enviada a Andrés Lamas en Marzo de 1853: Bscrfbame si a este respecto puedo serle itil en algo, pues en este momento me ocupo de registrar el archivo, que aunque completamente desorganizado y robado en parte por de Angelis, es sin duda el primero de las repiblicas amcricanas, especiaimente en datos estadisticos relativos al antiguo virreinato, pues, por ejemplo, hay aqui mas da- tos sobre la riqueza de Potosf, que en ef mismo Potosi.” Al parecer, también de Angelis, que como lo sefialames reunié una gran colec- cién, poseia papeles que habria hurtado de la Biblioteca Publica y del Archivo de la Provincia, En 1852, Mariano Vega, archivero hasta 1835, se hizo cargo del Tepositorio ¢ inicié un proceso de reestructuracién del organismo que continuarfa Manuel Trelles. En los primeros informes que elevé al ministro de Gobierno, Trelles aseguraba que en el archivo existfa un desorden generalizado y que mu- chos de los papeles se encontraban en pésimo estado. Plantes asi la necesidad de proceder a la restauracién de gran parte del material all{ conservado, elaboré un indice de los documentos de gobierno del afio 1810 y edité una revista para pu- blicar documentacién del archivo. Esta tltima aparecié entre 1869 y 1872. Al fundamentar la necesidad de su creacién, Trelles destacaba que procurarfa llevar al dominio publico todos los documentos que, depositados en el archivo y sin poder utilizarse, eran de un interés indiscutible no s6lo para la reconstruccién hist6rica sino también para la administracin, ya que eran necesarios para brin- dar antecedentes a fin de resolver distinto tipo de problemas. Subrayaba de esta manera la necesidad urgente de dar a conocer el contenido de diferentes tipos de documentos depositados en el archivo, Cumpliria este objetivo, parcialmente, a través de la revista que se proponia editar. Los documentos que integrarfan cada yolumen corresponderian a diferentes materias y, en consecuencia, no podrian ser estrictamente clasificados. Ademés, formarfan parte de la publicacién los in- dices que fueran completandose de las diferentes secciones de documentos. Este seria uno de los medios para que los archivos piiblicos fuesen saliendo “de la 2 De Bartolomé Mitre a Andrés Lamas, Buenos Aires, 4 de marzo de 1853, en: Bartolomé Mitre, Correspondencie.... cit. p. 44. 7 oscuridad que los envuelve” y se pudiese extraer toda la utilidad a la que estaban destinados,”! Las cuestiones relativas al repartimiento de tierras y a los problemas de limites, mas algunos documentos especificos, en especial Memorias de Virreyes también relacionadas con estos temas, ocuparon lo esencial del espacio de la revista, de la que se publicaron sélo cuatso voliimenes, ya que desaparecis en 1872. Asf como el Registro Estadistico de la Provincia habia editado los documentos relativos al repartimiento de tierras de la jurisdiccién de Buenos Aires, la Revista del Archi- vo editaria los referentes a otras provincias argentinas. E] objetivo era que, con toda la documentacién existente, pudiese formarse un juicio exacto en torno a la jurisprudencia que sobre el tema regia en los pafses americanos. Esta era, soste- nfa Trelles, contraria a las pretensiones que todavia manifestaban algunos parti- culares sobre grandes extensiones de tierra, Los problemas concretos relacionados con la propiedad de tierras en Buenos Aires y en el interior ocupaban asi el centro de las preocupaciones de Trelles, El jefe del archivo tenéa entonces la misi6n, entre otras, de informar a las autoridades en todas las cuestiones relacionadas con recla- mos y litigios sobre propiedades. De todos modos, la Revista del Archivo, sin se- guir un orden premeditado, dio a conocer documentacidn de diferente cardcter. En 1875, Trelles fue reemplazado por Carlos Guido Spano, que debio efec- tuar una nueva reorganizacién del archivo forzada por su nacionalizacién en 1884, En enero de ese afio, Roca nombré una comisién que se encargarfa de arreglar con el gobierno de la Provincia de Buenos Aires la nacionalizacién del museo ptiblico de la capital y la entrega al gobierno nacional de la Biblioteca Publica, el Archivo General y de todos los documentos y objetos histéricos pertenccientes a la nacién existentes en las reparticiones nacionales, Los representantes de la co- misi6n por el gobiemo nacional eran Mitre, Lamas y Alcorta, y por la Provincia, Aristdbulo del Valle, Juan José Romero y Francisco P. Moreno. El acuerdo se efectud sobre la base de que serian considerados exclusivamente nacionales los documentos pertenecientes a épocas anteriores a 1820 y los de fechas posteriores relativos a épocas en que el gobierno nacional hubiera funcionado en la Ciudad de Buenos Aires y, por otro lado, los documentos de perfodos provinciales que correspondiesen a temas de guerra, aduana, asuntos eclesidsticos de interés na- cional, relaciones exteriores y relaciones interprovinciales de interés general. Roca acepts las bases del acuerdo y en julio de 1884 remitié al Congreso el proyecto de ley de nacionalizacién del archivo y de la Biblioteca, En realidad, Mitre y Lamas. Ios representantes de la comisién nacional, esbozaron un proyecto que finalmente no se concreté y que consistia en formar un gran archivo nacional * Manuel Trelles, “Nota del archiver yeneral proponiendo ta fundacicn de esta Revista", Revista del Archivo General de Buenos Aires. 1.1. Buenos Aires. 1910. pp. 6-10, RR constituido no sélo por los documentos nacionales sino también por la documen- tacién hist6rica de cada provincia que tendria su propia sala en el archivo, Esta comisin bregé también por la adopcién de un plan de reforma del archivo y clasificacién metédica de los documentos. La institucién fue finalmente reorga- nizada y dotada incluso de un nuevo mobiliario. Guido Spano se retird en 1894 y lo reemplaz6 Agustin Pardo, primer director que habfa realizado toda su carrera administrativa en el archivo. Durante este periodo se dicté el primer reglamento interno del archivo. En 1904, Juan J. Biedma fue designado director, pero tampo- co él, que se retiré casi veinte afios después, Ilegé a emprender las tareas de catalogacién de los documentos del archivo. Las quejas por la desorganizacién y la falta de elementos para que {os historia- dores pudieran utilizar dicho archivo se prolongan hasta principios de siglo. Hasta entonces. ni en su funcién de archivo histérico ni de archivo administrativo del Estado lograrfa una completa reorganizaci6n. En 1904. en una reunién del Conse- jo Directivo de la Facultad de Filosofia y Letras, uno de sus profesores y recono- cido historiador, Juan Agustin Garcfa. sugirid que la facultad gestionase la superintendencia de archivos nacionales para contribuir as/ al reordenamiento de éstos todavia en pésimo estado para encarar las tareas de investigacién histérica. LOs HISTORIADORES, EL ESTADO Y LOS PROBLEMAS DE LiMITES {C6mo percibian los historiadores los efectos de la falta de sostén estatal a sus actividades? Por lo general. la mayorfa tenfa conciencia del caracter amareur de sus tareas y de la necesidad de contar con apoyo pliblico para que su actividad adquiriese un nuevo estatus. Por ejemplo, Angel J. Carranza le decia a Mitre en una carta que le enviara en el aio 1884: Desafortunadamente mi general, los que cultivamos esta clase de literatura, no tene- mos piiblico ni otra recompensa que la satisfaccién del deber cumplido, y el aprecio glacial de un pequeto circulo de aficionados, que si no es poco, no es bastante para sacrificar ol tiempo (moneda inglesa) 4 las tentaciones estériles de la gloria sin pan. Falta cl estimulo de fos que estan en cl poder. para que con esa palanca de Arquimedes, se cleve a profesién, lo que ahora no pasa de un simple entretenimiento con limitados horizontes.** 22 B, Corbet France, “Breve resefia histirica”, Archivo General de fa Nacién, Memoria correspon- diente al aio 1924, Buenos Aires, 1925. pp. 63-75 °3 Carta de Angel Justiniano Carranza 4 Bartolomé Mitre del 1 de mayo de 1884, en: Correspon dencid.... cit. A. 3. pp. 118-120, 73 Los intentos de consolidar un aparato cultural destinado a la promocién y desa- rrollo del trabajo histérico emprendidos desde el Estado fracasaron, hecho que deriva de la debilidad general de Las instituciones estatales. Por lo comtin, cuando desde los dmbitos oficiales se manifests interés en este tipo de tareas fue por necesidades relacionadas en forma directa con cuestiones politicas y administra- tivas. Los problemas vinculados a la propiedad de tierras que intenté resolver Trelles con materiales del archivo constituyen un ejemplo. Ei caso de los problemas limitrofes se convirtié también en un campo espe- cial en cuyo marco se establecieron vinculos sdlidos entre los historiadores y el poder politico. En varios paises hispanoamericanos los historiadores fueron reclutados por el poder politico para resolver cuestiones relacionadas con los problemas de limites que empezaron a suscitarse a mediados de siglo entre los estados que se iban consolidando, en especial a partir de los acuerdos de delimi- tar las fronteras en base a lo establecide por a antigua jurisdiccién espafiola. Los gobiernos apelaron a los historiadores para que hallasen documentos que pudie- ran demostrar sus derechos a territorios en litigio. Ese parece haber sido uno de los objetivos de De Angelis en los afios treinta y cuarenta de ese siglo. Manuel Trelles, por ejemplo, fue un especialista en estas cuestiones y publicé desde los afios sesenta diversos articulos sobre la cuestién de limites con Paraguay, Chile y Bolivia, interés que mantuvo hasta fines de los afios setenta. No sdlo en Buenos Aires sino también en otros estados sudamericanos, los problemas de limites fue- ron un factor esencial que impuls6 a los gobiernos a iniciar los estudios hist6ri- cos en archivos nacionales y extranjeros. Se traté de un impulso importante que, obviamente, concebia a la historia como un precioso auxiliar para quienes debian fundamentar las posiciones de los pafses en conflicto. La relacién entre los histo- riadores, el poder ptiblico y los problemas limitrofes revela e] predominio de un sistema en el que se impone una Idgica que concibe a la historia como un auxiliar al servicio de las necesidades administrativas del Estado. Félix Frias, embajador argentino en Chile, dirigié en los afios sesenta parte de los trabajos de investiga- cién; incluso comenz6 una investigacién en el archivo de Indias, En 1873, con- vencieron a Vicente Quesada para que iniciara la busqueda de documentos que comprobasen los derechos argentinos a la Patagonia y fue, en consecuencia, el primero que se encargé directamente de la busqueda de documentos en los arch vos de Espafia, y en particular en el de Indias, publicando en 1875 un extenso volumen sobre el tema.** Posteriormente, otras misiones tuvieron por destino este repositorio, pero la mayorfa estuvo impulsada por la busqueda de informa- cidn relacionada con los conflictos limitrofes. S6lo en 1918, con el primer envia- 2 Vicente Quesada, La Patagonia y las tierras austrates del continente americano, Buenos Aires, 1875 74 do del Instituto de Investigaciones Histéricas, se asiste a una expedicién motiva- da por un objetivo mas directamente relacionado con la investigacién hist6rica. LA CRITICA DOCUMENTAL ¥ LA PROFESIONALIZACION DEL HISTORIADOR Junto al problema del desarrollo de instituciones puiblicas consagradas a la pro- duccién y difusién del conocimiento histérico, la introduccién de los métodos de tratamiento de documentos cumplié un papel esencial en la profesionalizacin del historiador. Estos métodos, que servfan para verificar la autenticidad de los documentos, se difundieron en forma tardfa y con resistencia en la Argentina. La publicacién de documentos fue una tarea que asumié la mayoria de las revistas y publicaciones literarias que surgieron en el ambito del Rio de la Plata desde me- diados del siglo xIx. Sin embargo, en estas publicaciones no aparecia aun una preocupaci6n especial por criterios de critica y andlisis documenta, sino que se optaba por una reproduccién pasiva del documento. En su Coleccion de obras y documentos relativos a la historia antigua y moder- na de las Provincias del Rio de la Plata, probablemente la primera serie de docu- mentos sobre la historia rioplatense, Pedro de Angelis reuni6 distintos trabajos éditos e inéditos. Entre estos tiltimos se encontraban antiguas obras sobre la his- toria del Rio de la Plata, de las que se conservaban s6lo algunos manuscritos, diarios de viaje de enviados de la corona espafiola a distintos puntos del territorio del antiguo virreinato y también correspondencia privada.?* En la misma época, ‘Andrés Lamas y los emigrados argentinos que editaban el Comercio del Plata proclamaron la necesidad de iniciar la busqueda, recolecci6n y edicién de fuen- tes documentales necesarias para escribir la historia de las regiones del Rio de la Plata. En 1863, Andrés Lamas, Juan M. Gutiérrez y Bartolomé Mitre constituye- ron una asociacién para emprender la publicacién de una serie de documentos y obras relativos a la historia y geografia del Rio de la Plata. Asumirian ellos mis- mos los gastos de edicién y pondrfan en comin los trabajos y documentos que posefan 0 que lograsen adquirir; sin embargo, la obra no se Ilevé a cabo. Como 25 Algunos de los manuscritos los hallé en bibliotecas privadas de Buenos Aires, en especial en la del Candnigo Segurola, otros entre fos manuscritos existentes en el Archivo Pablico y en la Biblioteca Publica de la Provincia y, en otros casos, como en el de la correspondencia de Azara, habia comprado Jos manuscritos a la familia Cervifio, descendiente de Pedro de Cerviiio, amigo de Azara y a quien éste habia cedido borradores de su correspondencia. Los temas centrales de las obras que componfan su coleccién estaban vinculados por un lado a la descripcisn de los territorios del sur y a las cuestiones de limites de las posesiones espafiolas con las portuguesas, ademas de los temas propiamente historicos. 75 ya lo sefialamos, en todos estos casos estiin ausentes 0 en un lugar muy secunda- rio las preocupaciones por las cuestiones relacionadas con la critica de documen- tos. Pero, en realidad, era el mismo predominio del sistema privado de circulacién de documentos el que imposibilitaba la aplicacién de estos métodos, esenciales en el proceso de profesionalizacién. Estos sélo podfan efectivizarse en un marco de instituciones pablicas ya que inicamente en ese ambito era posible la verifica- cién y el examen riguroso que permitirfa determinar su autenticidad. De acuerdo con Rémulo Carbia, serfa Paul Groussac quien habria introducido los métodos de critica documental en la Argentina. El papel desempefiado por Groussac en el esfuerzo por definir un espacio propio y especifico para los histo- riadores y en el proceso de surgimiento de una escuela de profesionales de la historia fue fundamental no sdlo por su actuacién como director de la Biblioteca Nacional, sino también como director de la Biblioteca, revista que publicaba la institucién. El primer nimero se public en 1896 y en él ya aparecfan perfiladas claramente cuestiones relacionadas con la critica y el tratamiento de los docu- mentos. Pedro N. Arata presentaba unos manuscritos de Tadeo Hanke en los que afirmaba aplicar estos métodos criticos, y el mismo Groussac escribfa un severo comentario sobre una compilacién de documentos de Mariano Moreno realizada por Norberto Piero. Este articulo de Groussac inicié un larga polémica que se prolongarfa hasta los afios veinte de este siglo. La polémica que enfrenté a Piiiero y Groussac constituye un elemento esen- cial en la configuracién de un estatus auténomo para la practica de la historia. Si bien quizas el hecho no se vincula directamente con el tema de la institucionali- zaci6n, la polémica contribuy6 a delimitar un espacio especifico para la préctica de las actividades intelectuales. Pifiero era un prostigioso abogado aficionado a la historia que habia publicado ese mismo afio una seleccién de escritos de Ma- riano Moreno.”” La obra estaba precedida por un extenso prétogo que incluia una biografia de Moreno y una interpretacién de su pensamiento, pero, al igual que en muchas compilaciones documentales de la época. no habia en ella ningiin tipo de observacidn, reparo o advertencia de orden metodolégico en torno del proceso de selecciGn de los documentos presentados ni de su procedencia o au- tenticidad. En su dura critica a la obra de Pifiero, cl director de La Biblioteca argumenté que ésta no reunfa los requisitos minimos exigibles a cualquier trabajo de edicién y recopilacion de documentos originales: se realizaban correcciones a los textos tratando de adaptarlos a criterios modernos, no se efectuaban aclaraciones ni se introducfan notas explicativas. se omitian documentos y se agregaban otros que 2 Romulo Carbia, Historia critica de ta historiografia argentina, Buenos Aires, 1940, p. 187 y ss. * Norberto Pifiero ¢prologo), Exeritus de Mariano Moreno, Buenos Aires, 1896. 76 no pertenecian a Moreno. En este mismo articulo, Groussac sefialaba las reglas que a su entender definfan el oficio del historiador y que se vinculaban con la posesién de una metodologfa critica y heuristica. Por otro lado, afirmaba la nece- sidad de delimitar un campo especifico para las actividades intelectuales diferen- te de la politica, de la actividad militar o de las profesiones liberales que ejercfan la mayorfa de los historiadores tradicionales; la falta de diferenciaci6n de estas actividades era para Groussac un producto de los paises de habla hispana: Porqué no penetra en Jos patscs de habla espaiola esta nocién al parecer tan sencilla y elemental: que la historia, la filosofia y atin esta pobre literatura representan aplicacio- nes intclectuales tan exigentes por lo menos, aunque no tan lucrativas como las del abogado o del médico. no siondo licito entrarse por sus dominios como en campo sin dueiio o predio de comin. En sus primeros ntimeros, La Biblioteca dedicé un espacio importante a la publi- cacién de documentos histéricos precedidos de notas explicativas. En este caso, la preocupacién por el respeto de los métodos de critica documental pretendia erigirse como el elemento distintivo. Por ejemplo, en el segundo ntimero, al prologar una compilacién de documentos sobre Liniers, Groussac afirmaba: “Parte de estos documentos se publicaron en la Revista de Buenos Aires en 1864, pero tan desfigurado su texto. que podria dudarse fuera copia del mismo original. El nuestro es transcripcidn literal del manuscrito”.”? La Biblioteca reprodujo no sélo documentacién histérica de distinto cardcter sino también articulos originales, entre otros, de Juan A. Garcia, Francisco Ra- mos Mejia, Ramon J. CArcano y el mismo Groussac. En el ntimero Vl de 1898 volvié a aflorar la polémica con Pifero. Groussac publicé en este volumen un articulo en el que respondfa a un folleto que Pifiero habia hecho circular entre “algunos amigos” y en el que supuestamente refutaba las primeras criticas a su trabajo sobre Moreno, A través de esta nueva critica volvfa Groussac a reclamar un estatuto especial para las disciplinas histéricas. Sefalaba entonces que Pifiero no era mas que un abogado, que sdlo respetaba las formulas de su profesidn y que dichas reglas eran inaplicables a las disciplinas humanisticas.” 28 Paul Groussac, “Escritos de Mariano Moreno”, La Biblioteca, nim. T, Buenos Aires, 1896. Texto extraido de Paul Groussac, Critieu fireraria, Buenos Aires, 1988, p. 228, * Paul Grou “Documentos histéricos”, La Bibtioteca, num, II, Buenos Aires, 1896, p. 134. “EI seiior Piflero es abogado: no sé si bueno © malo, sospecho que mediano, pero estoy seguro que no es sino es0. Gros hay que. ademas de ubogados son cualquier otra cosa, hasta literatos y pens dores: é1 no conoce y pructica mis que la logica y la moralidad ubogadiles, no respeta sino Las formas, formalidades y {Grmulas de su profesién. Ahora bien, ello es si duda ventajoso para ganar o perder pleitos pero fuera un error deplorable creer que el instrumento curial sea uplicable a oiras expeculacio- nes mis altas y dexinteresadas.” [Paul Groussuc, “Escritos de Mariano Moreno (segundo articuloy”, La Biblioteca, nim. Vit, 1898. p. 271.1 77 Alajio siguiente, Pifiero edité un trabajo para responder a las afirmaciones de Groussac en el que negé los cargos endilgados por éste. Segiin Pifiero, los escri- tos de Moreno no requerian ni admitfan el intento de una edicién critica. Negaba la necesidad de reproducir en ediciones de este tipo la ortografia original y soste- nia que “los escritos” no constitu/an un registro oficial, lo que permitfa omitir toda una serie de textos que “carecfan de interés”. Por otro lado, en los parrafos finales del articulo volvfa a afirmar utilizando diversos argumentos la autoria por parte de Moreno del plan de operaciones.! Norberto Pifiero no era una figura marginal del ambiente intelectual portefio de fines de siglo. Entre 1904 y 1906 y entre 1912 y 1913 fue decano de la Facultad de Filosofia y Letras creada en 1896 y primer centro universitario de la Argentina consagrado a la prictica y ensefianza de las disciplinas humanisti- cas. E] debate entre el entonces director de la Biblioteca Nacional y quien ya era un personaje central de la primera institucién universitaria dedicada a la practica de las humanidades muestra también la ausencia de un sistema de je- rarquias y de un campo intelectual estructurado en la Argentina de principios de sigio.* Simulténeamente, revela la falta de acuerdo frente a aspectos funda- mentales en la practica de Ia disciplina historica, ya que las reglas sobre las formas de encarar trabajos de recopilacién y compilacién documental eran esen- ciales en la constitucién de cuerpos de profesionales de la historia en todo Oc- cidente. La Biblioteca dej6 de aparecer en 1898 y en 1900 reaparecié con un nuevo nombre: Anales de la Biblioteca. La publicacién de documentacién historica era ahora asumida en forma explicita como el objetivo central de la revista, Se trata- ba entonces de publicar las obras y documentos existentes en la Biblioteca de Buenos Aires relativos a la historia y geograffa del Rio de la Plata, dando asi a conocer fa gran cantidad de material que se estaba acumulando en ella. Esta tarea pretendia realizarse respetando los estrictos criterios de la critica documental, utilizando documentos originales e intentando emular a las grandes colecciones documentales extranjeras. Segiin Groussac, el concepto cientifico que habia trans- * En relacién con la onografia utilizada afirmaba Pifero: “He recenacida mas arriba que he adop- ado la nueva ontograffa de la Academia en los Escritos. Lo he adoptado para disfrazar a Moreno de modemo, como se pretende. No, ciertamente, Por qué entonces. Porque era necesurio observar una ortografia en escritos que, en muchos casos, no seguian ninguna; porque con la nueva ortografia no se alteraba un dato, un hecho, nada absolutamente, y se podfa mantener escrupulosamente el texto det autor: y porque, en ediciones de importantes escritores de protesién, se ha observado la ortogratia actual, & pesur de ser muy distinta la que regfa cuando sus obras fueron redactadas e impresas por primera vez. Tal ha sucedido con el Quijote de Cervantes y con ottus obras maestras”. (En: N, Piero, “Escritos de...", til. p. 22.) ® Si bien cn 1904 Pitiero fue electo decano de la Facultad, desde su fundacién habia participado activamente en el consejo académico. 78 formado fa historia moderna se apoyaba en el empleo del documento original y en los principios heuristicos que habian pasado a ser reglas tan imperativas como tas de la gramatica, Durante los primeros afios de este siglo, por medio de la revista que dirigia, Groussac reclamé la reconstruccidn de una historia argentina en base a una tigurosa seleccién de materiales veridicos y busqueda de nuevos materiales que debja incluir trabajos de investigacién en archivos provinciales y euro- peos, particutarmente en el de Indias en Sevilla. En la primera década del siglo, a través de los Anales de Ia Biblioteca se publicaron documentos éditos o iné- ditos de distinto cardcter y trabajos originales. Como ya lo sefialamos, otras revistas literarias de la época como la Revista Nacional o la Revista de Dere- cho, Historia y Letras se ocuparon de la reproduccién de documentos, pero la preocupacién por la introduccién de métodos de critica documenta! no aparece en estas publicaciones en un {ugar prioritario y tampoco en las colecciones documentales ni en las discusiones y debates suscitados en el seno de la Junta de Historia y Numismitica, institucién a la que no pertenecia Paul Groussac y que, probablemente, constitufa la organizacién mds relevante consagrada a la produccién y difusién de! conocimiento histérico. De esta forma se erigiria Groussac en el custodio de un nuevo y particular estandar académico que debe- ria poseer todo historiador y que hasta entonces no se habia impuesto. La supe- rioridad de sus colecciones documentales residia, desde su perspectiva, en el respeto por determinadas técnicas y por cierta metodologfa. A partir de enton- ces, las ediciones criticas predominaron sobre las ediciones pasivas. La Biblio- teca, y posteriormente los Anales, pasaron a convertirse en revistas que, en torno a estas cuestiones, expresaban una opinién académica seria y técnica, difundiendo al mismo tiempo la idea de que existfa una sabiduria profesional espectfica que era necesario respetar. La influencia de Groussac en el proceso de profesionalizacin de la historia fue esencial y se estructuré en base a su prestigio personal ¢ intelectual y también a la gravitacion que Ie otorgaba su cargo de director de la Biblioteca Nacional Por otro lado, en relacién con estas mismas cuestiones, Groussac introdujo un nuevo estilo, sumamente critico y agresivo, poco habitual en los circulos de es- critores dedicados a la actividad historiogrdfica dotados de una notable cohesion en base a una estrecha comunidad familiar y personal que se remontaba a la primera mitad del siglo, y a los que Groussac era, por su origen, en principio, ajeno. Su intervencién cuestionaba en forma directa el funcionamiento de los cfirculos privados de esta élite al objetar los procedimientos que hacian consistir el mérito de una obra en la posesidn “fortuita y clandestina de un testimonio individual”. Mediante sus escritos, Groussac reclamé a la comunidad de historia- dores que, siguiendo el ejemplo de Mitre, cediesen sus archivos privados al ém- bito piiblico, Aunque no Jo afirmara en forma explicita, para Groussac no era 79 posible construir una verdadera historia cientifica sin este paso previo. Como ya lo seiialamos, la concentracién de estos documentos en los repositorios publi- cos era esencial para el proceso de profesionalizacién y para la transformacién de la historia en una ciencia, ya que sélo asi era posible la contrastacién y Ia cri del documento, base de toda historia cientifica, REFLEXIONES FINALES Estas son, entonces, algunas de las caracteristicas del proceso de surgimiento de un campo especifico consagrado a la investigacién histérica y diferenciado de otras esferas de la vida intelectual y politica. Creemos indispensable en este sen- tido tener en cuenta la forma en que la falta de continuidad institucional y admi- nistrativa afecté al proceso de profesionalizacién de ta historia. Una mayor continuidad en este aspecto permitié en estados vecinos como Chile y Brasil una configuracién mas temprana de organizaciones consagradas a estas actividades. Como lo sefialé Pierre Bourdieu, podriamos afirmar que hasta principios de siglo no estaban dadas las condiciones histéricas y sociales que hacfan posible la con- figuraci6n de un campo intelectual auténomo." El caso especifico que nos ocu- pa, la aparicién de instituciones pablicas consagradas exclusivamente ala prictica historiografica, no puede desvincularse de la historia de la administracin y del Estado. Fue ia tardia constitucién, en e! dmbito provincial y nacional, de un apa- rato institucional y administrative, producto a su vez de la inestabilidad politica y las guerras civiles. lo que explica a nuestro entender el predominio hasta los primeros afios del siglo de los vinculos privados en la distribuci6n y difusion de libros y documentos histéricos. En este sentido, como en otros aspectos, debe- 8 Uno de ios objetivos de los editores de los Anales residfa en: “estimular el celo patriético de los poseedores de manuscritos originales e interesantes, consiguiendo que éstos vengan, como a su natural destino a juntarse en el depésito comtin. en lugar de andar dispersos © yacer inerles en gavetas. donde sin provecho mayor para tos propietatios, quedan substraidos a ls piblica investigacién” (Paul Groussuc. “Prefacio”. Anales de lu Biblioteca, t 1, 1900, p. 7). Mais adelante, y refiriéndose a la misma cuestisn, maba: “Y sefialard un gran progreso en el criterio pliblico, el dfs en que todos los escritores argenti- os imiten al ilustre historiador de San Martin y depositen en la Biblioteca Nacional, a la vista y oxa- men de los estudioses, ios comprobantes originales de su relato. Quedarén entonces proscriptos para siempre esos procedimientos amticuados y ‘simunquinos” que asentaban la historia en un ‘documento de mi archivo privado" y hacfan consistir el mérito de [a obra en La posesién fortaita y clandestina de un testimonio individual, que nadie podia discutir ni contrastar, vale decir en la ausencia de critica”. dent, p12) *4 La Pucultad de Humanidades de Ja Universidad de Chile, donde Ia historia ocupaba un higar central, se inaugurd en 1843, BI Instituto Histérico y Geografico del Brasit data de 1838. Pierre Bourdieu, “Campo intelectual y proyecto creador”, en: AAVY. Prohlemas del estructura lismo. México, 1966, pp. 135-182, 80 mos tener presente que la formacién del Estado supuso. como lo ha sefialado Oscar Oszlak, un verdadero proceso de expropiacién social que implicé la apro- piaci6n por parte de instituciones estatales de una serie de dmbitos de actuacién, competencias y espacios de la sociedad civil. La profesionalizacién, tanto de la historia como de otras actividades intelectuales, se inserta asi en un proceso ma- yor de transformacién social, de modernizacién y transformacién del aparato de Estado y de diferenciacién de las esferas publica y privada, proceso que tendrfa lugar definitivamente en las primeras décadas del siglo xx..” “‘Tampaco podemos dejar de hacer referencia, y esto vale especialmente para el desarrollo de la disciplina hist6rica en el Ambito universitario, al cardcter utilitarista impreso a la educacién argentina desde mediados de siglo y que se expres6, a nivel de la ensefanza universitaria, en un profesionalismo extremo. Esto llevé a que recién en 1896 se creara una institucién en el medio universitario consagrada de manera sistematica a la investigacién en el campo de las humani- dades, hasta entonces marginadas de este medio: la Facultad de Filosofia y Le- tras, Su fundacidn constituye un episodio esencial en Ja configuracién de un campo intelectual auténomo en la Argentina. En este ambito surgira, en 1921, el Institu- to de Investigaciones Histéricas, la primera institucidn en el dmbito universitario consagrada a la practica y produccién histérica. El proceso de institucionalizacién de la historia se consolidard en forma defi- nitivacon el surgimiento de este Instituto y de la Junta de Historia y Numismatica, transformada en 1938 en Academia Nacional de fa Historia, Las actividades de ambas instituciones fueron especialmente estimuladas y promovidas desde el aparato estatal a partir de 1910. La relacion entre produccién histérica y aparato estatal se anudaria, sobre todo, a través de estos organismos, Los cambios en los vinculos entre el poder politico y los historiadores pueden encontrar también una posible explicacién en el papel privilegiado que se asigné a la historia, desde principios de siglo, en la educacién, en la formacién de una conciencia nacional. Por supuesto, también este cambio en la funcién de la ensefianza de Ia historia forz6 a las autoridades a ejercer un nuevo protagonismo en el desarrollo de insti- tuciones consagradas a la produccién hist6rica. {Cémo afects el vacio institucional a la produccién historiogrifica de la se~ gunda mitad del siglo xix? Algunos historiadores pertenecientes a la Nueva Es- cuela Hist6rica, excluidos de los circulos privados de circulacién de documentos por origen social y familiar, subrayaron el cardcter “de familia” y faccioso de esta historiografia. En mas de una oportunidad sostuvieron que las interpretacio- % Oscar Oszlak, La formactén det Estado argentino, Buenos Aires 1985. 3 Carlos Allamirano y Beatriz Sarlo, “La Argentina del centenario: campo intelectual, vida titera- ria y temas ideoligicos” en: Curlos Ahamirano y Beatriz Sarlo, Ensayas argentinos, Buenos Aires, 1983, pp. 69-105. 81 nes del pasado que ésta realizaba se basaban en la utilizacién de testimonios que no habian pasado por los procedimientos criticos que debia sufrir todo documen- to hist6rico, precisamente porque no estaban depositados en repositorios publi- cos. Sin embargo, esta misma historiografia incluia una variedad de matices y visiones del pasado contrapuestas que tanto los historiadores de la Nueva Escue- la como los del revisionismo de los afios treinta preferian a menudo soslayar. De todos modos, cabe sefialar una vez més la proximidad temporal y personal de estos historiadores con fos protagonistas de la época, sobre cuyo estudio se cons- truy6 la historiograffa argentina del siglo xix. Como lo sefialamos, los historia- dores de la segunda mitad de este siglo, a diferencia de los de la Nueva Escuela Historica, mantenian vinculos de parentesco o personales con los mismos perso- najes que estudiaban, de quienes habjan heredado sus bibliotecas y archivos. Fue s6lo la demora en la constitucién de un aparato administrativo y de archivo de Estado la que determiné que siguieran en posesién de elementos esenciales para la produccién historiogréfica hasta finales de siglo. 82.

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