Anlisis de mi Casa Despus de bajar de la combi que me deja en la entrada de la Colonia, Los Arcos, me espera una caminata larga entre angostas calles que no parecen tener una traza ortogonal ni regular. Al llegar a la puerta verde, la casa con fachada de ladrillos rojos y en la entrada una placa de talavera con la direccin Canal Turstico, entonces meto la llave a la chapa, le doy vuelta y en dos segundos la puerta se abre. Subo un escaln, cierro la puerta y enseguida siento la frescura de la gran sombra que proyecta aquel edificio de tres pisos. El cambio de temperatura que da placer a la hora de subir las escaleras, ocho escalones en total para pasar al vestbulo exterior. Abrir el portn de madera con un vitral de colores y entonces pasar al vestbulo interior de la casa, donde indudablemente huele a comida casera, quizs el olor de la salsa verde para las enchiladas que me esperan a esa hora de la tarde. Exactamente hablo de las 3 de la tarde. Yo llego con un cansancio habitual de la escuela, de lo que implica viajar en transporte pblico al sur de la Ciudad de Mxico, y entrar a un espacio tan fresco, que huele bien y que enseguida puedo aventar la mochila con los mil planos y lpices que vengo cargando. La sensacin de felicidad que me espera enseguida es subir la escalera que conduce a las habitaciones, para llegar a mi cuarto, limpio, fresco, con olor a mi, y la sensacin de comodidad al mximo de poder quitarme los zapatos y ponerme la pijama es de las cosas ms placenteras. Luego de ponerme cmoda, me lavo las manos, la cara y me recuesto en la cama. El sol pega en la ventana de mi habitacin, sin embargo, la temperatura es tan agradable que me da sueo. Basta con relajarme y cerrar los ojos para entonces caer perdida en el sueo Es el espacio ms cmodo que conozco y tan mo. Nadie entra, la puerta est cerrada, puedo mirar al celular cuando quiera, puedo tirarme en el suelo si as lo deseo. O simplemente ir al restirador; abrir la computadora y escuchar un poco de msica. Tambin puedo bailar y mover un poco la cama. Por fin llega la felicidad absoluta, la hora en que mi madre grita que la comida est servida y caliente; bajar por las escaleras, cruzar el vestbulo lleno de luz, y pasar a la cocina; blanca, limpia, con un olor agradable a comida, la luz del sol pega en la ventana pero nunca es lo suficientemente molesto. Jalo la silla, me siento y como la sopa caliente