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LA DISCAPACIDAD VISUAL
Las deficiencias visuales son como cualquier otra discapacidad sensorial una cuestión
de grado. La graduación se da en dos dimensiones:
o El grado de pérdida de visión.
o El tiempo, que hace referencia al momento en que aparece y su posterior
evolución.
Dentro del término ceguera y deficiencia visual se incluye a toda persona cuya visión
en ambos ojos reúna, al menos, una de las siguientes condiciones:
- Agudeza visual igual o inferior a 0,1 (1/10 de la escala de Wecker) obtenida con la
mejor corrección óptica posible.
- Campo visual disminuido a 10 grados o menos.
Es un término que engloba tanto sujetos que no poseen resto visual como aquellos
otros que pueden realizar diferentes tareas utilizando instrumentos adecuados que
potencien su funcionalidad visual. Se suele utilizar el término ceguera para referirse a
dos poblaciones con necesidades diversas:
- Ciego o ciego total, que define a aquella persona que carece por completo de la vista
o que tiene sólo percepción de la luz sin proyección.
- Discapacitado visual grave o ambliope, referido a la persona que, pese a su grave
disminución, posee algún resto visual. Dentro de este grupo podemos distinguir dos
tipos:
o Pérdida de agudeza. Hace referencia a aquella persona cuya capacidad para
identificar visualmente detalles estaría disminuida.
o Pérdida de campo. referida a aquella persona que no percibe con la totalidad
de su campo visual. Dentro de los problemas de campo se suelen hacer dos
grupos: pérdida de visión central (cuando el sujeto tiene afectada la parte
central de campo visual, lo que conlleva pérdida de agudeza en el resto del
campo) y pérdida de la visión periférica (en aquel caso en el que el sujeto sólo
percibe por su zona central).
Respecto a la etiología, se distingue entre causas congénitas y postnatales.
Pertenecen al grupo de las congénitas todas aquéllas discapacidades visuales
producidas antes del nacimiento; pueden ser adquiridas (cuya causa puede se un
agente tóxico, rubéola, traumatismos…) y hereditarias (producidas por una patología
en la genética de los padres o por predisposición de los mismos genes). Las
discapacidades visuales postnatales se producen después del nacimiento a causa de
enfermedades infecciosas, accidentes y traumatismos, enfermedades generales
(diabetes, tumores, enfermedades propias del ojo, etc.)…
Los niños ciegos o con D.V.G. pueden llegar a alcanzar un desarrollo funcionalmente
equivalente al de los niños videntes, aunque por vías o rutas alternativas. No obstante
hay que tener presente que la ausencia de visión influye en determinados aspectos
como:
A través del oído, desarrolla mejor que el vidente el “sentido del obstáculo”, que le
permite detectar un obstáculo y parar la marcha, así como la discriminación de sonidos
que le permiten identificar personas y objetos.
Como ocurre con el resto de los sentidos, aunque las percepciones olfativas y
gustativas sean equivalentes a las de una persona vidente, tienen más capacidad para
categorizar, reconocer y memorizar las diferentes informaciones olfativas y gustativas.
Es importante para su desarrollo que el niño ciego o ambliope conozca el espacio que
le rodea, así como el movimiento y orientación en el mismo.
Aunque distintos autores han señalado que los niños ciegos presentan un desarrollo
cognitivo inferior al de los niños con visión, éste es, en realidad, un retraso
cronológico, debido a las limitaciones en la recogida de la información, que se va a
paliar a lo largo del desarrollo, siendo capaces de alcanzar la capacidad de
razonamiento o pensamiento formal de los niños videntes.
El niño invidente no puede percibir todo lo que le rodea, ni las diferentes sensaciones
que se recogen a través de la visión y que le sirve para construir el conocimiento y
desarrollar sus capacidades. La pérdida de información a través de la vista la suple
con el desarrollo de recogida de información a través de otros sentidos, especialmente
el tacto y el oído, contribuyendo de esta manera a su adecuado desarrollo cognitivo y
social.
En los primeros meses el desarrollo del bebé ciego es similar en todo al vidente
(reflejos innatos, primeros esquemas de acción…); sin embargo, hacia el cuarto o
sexto mes comienza a producirse un retraso: el niño invidente debe sustituir la
información visual sobre los objetos por los indicadores táctiles y auditivos,
produciéndose una dificultad para construir la imagen sobre los objetos,
produciéndose un retraso en la coordinación audio-manual. Hacia el séptimo u octavo
mes comienza la búsqueda intencional de objetos a nivel táctil, que irá mejorando
hasta ser capaz de buscar los objetos por donde los ha perdido, pudiendo afirmar que
en el primer año de vida el niño ciego buscará de forma intencional los objetos sólo a
través del sonido, consolidando la coordinación audio-manual.
En el período de representación y aparición de la función simbólica el niño ciego
presenta un desfase evolutivo entre las capacidades evolutivas espaciales y las
capacidades lingüísticas. Esto se observa fundamentalmente en dos aspectos:
- El desarrollo de la inteligencia representativa (imitación diferida, dibujo figurativo,
juego simbólico…) se caracteriza por dos rasgos básicos: la pobreza de la actividad de
imitación y el retraso en la aparición del juego simbólico, debido al retraso en la
adquisición de la permanencia de los objetos, la dificultad del niño ciego para elaborar
una imagen de sí mismo y las propias limitaciones para el desarrollo del juego
simbólico e imitativo (podemos preguntarnos: ¿Cómo imitar si no ve?).
Partiendo del hecho de que la personalidad de todo sujeto está influida por su
educación, la experiencia y el entorno que le rodea; la personalidad del niño ciego
viene, además influenciada por la opinión social ante la discapacidad visual,
considerándose como variables relevantes las atribuciones y expectativas de la
persona ciega con respecto a la manera en que controla las influencias de su entorno.