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LA REALIDAD: PURO CUENTO

(Una indagación sobre la función


Gabriel Amos Bellos
del Lenguaje) Lic. en Psicología

Trabajo de adscripción a la cátedra Psicología Evolutiva amosbellos@yahoo.es


y del Aprendizaje, Profesorado en Juegos Teatrales, Cel: 155-014734
FAUNT, Marzo 1996

"...hizo todo lo posible por llevarme a una convicción genuina


de que todo lo que mi mente consideraba el mundo
inmediato era sólo una descripción del mundo, una
descripción que se me había inculcado desde el momento en
que nací.

Me señaló que todo el que entra en contacto con un niño es


un maestro que le describe incesantemente el mundo, hasta
el momento en que el niño es capaz de percibir el mundo
según se lo describen. De acuerdo con Don Juan, no
guardamos recuerdo de aquél momento portentoso,
simplemente porque ninguno de nosotros podía haber tenido
ningún punto de referencia para compararlo con cualquier
otra cosa. Sin embargo, desde ese momento el niño es un
miembro: Conoce la descripción del mundo, y su membrecía,
supongo, se hace definitiva cuando él mismo es capaz de
llevar a cabo todas las interpretaciones perceptuales
adecuadas, que validan esa descripción ajustándose a ella.

Para Don Juan, pues, la realidad de nuestra vida diaria


consiste en un fluir interminable de interpretaciones
perceptuales que nosotros, como individuos que comparten
una membrecía específica, hemos aprendido a realizar en
común".

Carlos Castaneda, "Viaje a Ixtlán".-

Comenzaré por escribir una perogrullada: Cuando venimos al mundo, el


mundo está ya ahí; y entre las cosas que están en el mundo
precediéndonos, están también las palabras con que nuestros mayores
nos describen a las cosas, al mundo, e incluso a nosotros. Tampoco ellos,
ni sus padres, fueron los creadores de ese tesoro verbal que es nuestra
herencia; apenas si administradores, como lo seremos también nosotros
cuando, finalmente, comencemos a hablar.

El aprendizaje de una lengua no es cosa simple, ni es un proceso de


agregación como se podría pensar a primera vista. Y esto no sólo por la
riqueza y complejidad de un idioma cualquiera, sino por el hecho de que -
siendo el lenguaje lo que nos diferencia de los demás animales- el
aprendizaje de un idioma va gradualmente construyendo en nuestras
mentes eso que llamamos Realidad, y, al mismo tiempo, nos construye a
nosotros.

Pensar en el aprendizaje de una lengua como en un simple proceso de


agregación, es un error que la mayoría de la gente comete debido a que
en general se piensa que una lengua es, básicamente, un listado de
palabras que se refieren a cosas (lo que se llama un léxico). Este error se
debe, a su vez, a un error anterior: el de pensar que a cada cosa
corresponde una palabra que la nombra, palabra que invariablemente nos
remite a la cosa en cuestión. Esto tampoco es así.

Indaguemos entonces al lenguaje, para que él nos diga qué es.

Ferdinand de Saussure (1857-1913), el creador de la Lingüística


contemporánea (llamada Lingüística Estructural), no fue por cierto el
primer hombre en indagar al lenguaje, pero sí el primero en descifrar
algunos de sus misterios. De acuerdo a su clasificación, llamaremos
Lenguaje a la capacidad que los Humanos poseemos de constituir una
Lengua; a esta capacidad el la considera "natural", y la deja por tanto en
manos de los biólogos. La Lingüística, afirma, tendrá por objeto de
estudio la Lengua (o las Lenguas) es decir, los idiomas: éstos son
sistemas de clasificación adquiridos y convencionales, instituciones
sociales transmitidas de una generación a otra, del mismo modo que son
adquiridos y convencionales los gestos (que son también una Lengua), o
la moral, o las normas de buena conducta, o las costumbres alimenticias.
Por último, el Habla (también llamada palabra o Discurso), la que sería la
ejecución -por un individuo- de un acto de lenguaje.

Indudablemente, estos tres conceptos no pueden existir aislados unos de


otros: sin el Lenguaje entendido como capacidad biológica, no podría
haber Lenguas, y éstas serían meras virtualidades de no existir sujetos
que las hablasen y transmitiesen.

Centrémonos ahora en la Lengua: ésta es un tesoro depositado por la


práctica del Habla en los sujetos que constituyen una comunidad; es un
sistema gramatical virtual, inscripto en cada sujeto hablante. Como es
lógico, cada sujeto no necesariamente posee inscripta en sí la totalidad de
su Lengua, y por lo tanto, una Lengua estará "completa" sólo en el
conjunto total de los sujetos que la hablan y hablaron. Por otro lado, una
Lengua no es el producto de un sujeto hablante; éste la registra
pasivamente, es exterior a él; pertenece al conjunto de sus hablantes
como una especie de contrato (convención) establecido, que cada
miembro por sí solo está imposibilitado de modificar o crear.

Retomando todo lo anterior, definimos la Lengua como un sistema, un


conjunto organizado de Signos; definimos a la Lingüística como la
disciplina o Ciencia que estudia las leyes o principios de funcionamiento
de las Lenguas; y a la Semiología como la Ciencia General de los
Sistemas de Signos.

Pero, ¿qué es un Signo? ¿qué son esos elementos de los que está
constituido el sistema de una Lengua? Un Signo es una entidad psíquica
de dos caras; une no una cosa y un nombre, sino un concepto (idea) y
una "imagen acústica" (no el sonido, el recuerdo de un sonido). Estos dos
elementos están íntimamente unidos y se requieren recíprocamente.
Dicho crudamente, una palabra que no expresa una idea no es una
palabra. El concepto de Signo abarca entonces la totalidad, las dos caras.
A la imagen acústica la llamamos Significante; al concepto que ella
expresa lo llamamos Significado. El indisoluble lazo que los une es
arbitrario, es decir, convencional: la idea de "árbol" carece por completo
de relación con la serie sonora á-r-b-o-l que le sirve de Significante. Sólo
están unidas por una convención social, une costumbre colectiva; su
relación es inmotivada.

El Significante, por ser de naturaleza auditiva, se desarrolla en el tiempo


(cadena significante), formando una cadena de sonidos (Discurso) que
son lo único perceptible del Signo. Es decir que al hablar no emitimos
signos, sino sólo los significantes: los significados son recreados por el
sujeto que nos oye. También cuando usamos la escritura para representar
gráficamente los sonidos, lo que generamos es una secuencia lineal de
significantes.

Los significantes atribuidos a los significados no son elegidos libremente


por la masa de los hablantes de una lengua: le son impuestos por
aquellos que anteriormente hablaban ya esa lengua; es decir, son del
orden de la Tradición. En este sentido, la Lengua excluye la libertad de los
sujetos que la hablan.

Ahora bien; para que una cadena de sonidos pueda ser considerada un
significante, requiere (además de la relación con un significado) poder ser
diferenciada de toda otra cadena de sonidos. Lo que constituye a un
significante como tal, es su diferencia perceptible; el conjunto de tales
diferencias se produce de acuerdo a un conjunto de leyes que la
Lingüística ha logrado ya establecer. A la vez, el modo en que los
significantes entran en relación entre sí, forma también parte de la
estructura legal de una Lengua, y es lo que llamamos Sintaxis. Esta es un
conjunto de reglas que también implican la diferenciabilidad entre los
significantes. En el fondo, dice De Saussure, en la Lengua no hay más que
diferencias: un sistema lingüístico es una serie de diferencias sonoras
asociada arbitrariamente a una serie de diferencias ideativas. De lo que
surge que una palabra cualquiera carece de sentido (no puede existir) en
ausencia del léxico completo de la Lengua a la que pertenece.

La Lingüística establece dos clases de leyes que rigen las relaciones entre
los signos. Estas son: las relaciones de asociación, y las relaciones de
combinación. Ambas rigen o incluso constituyen las dos operaciones
fundamentales del Lenguaje: Selección y Combinatoria. Volveremos sobre
esto al hablar acerca de la Metáfora.

Ahora, una vez armados con los conceptos elementales de la Lingüística,


orientaremos nuestra atención a lo que es la función primordial de una
Lengua: la comunicación. Lo que una Lengua es, en esencia, es un
instrumento de comunicación. La llamada Teoría de la Comunicación (una
rama de la Cibernética) ha propuesto, a través de diferentes
investigadores, diversos modos de esquematizar un proceso
comunicacional cualquiera. Varios de estos esquemas son muy eficaces y
explicativos. Para continuar hacia nuestro objetivo tomaremos el esquema
de comunicación propuesto por Roman Jakobson (1896-1982), pues
posee la virtud de permitirnos relacionar cada uno de los elementos que
lo constituyen con una de las principales funciones de la Lengua.

Los factores en juego en un proceso comunicacional cualquiera son, en


principio, seis: Un Destinador envía un Mensaje a un Destinatario; para
que el mensaje sea operante debe existir un Contexto que el destinatario
pueda captar; el mensaje debe ser enviado en un Código que sea común
al destinador y al destinatario; finalmente, debe existir un Contacto entre
ambos, un canal a través del cual el mensaje es enviado y recibido.
Jakobson ordena estos seis elementos en el siguiente esquema:

CONTEXTO
DESTINADOR MENSAJE DESTINATARIO

CONTACTO
CODIGO
(La línea deja por debajo de sí los elementos que se presuponen ya
existentes en un proceso de comunicación, y por encima de sí aquellos
elementos que corresponden a la comunicación actual, estricta). Los
elementos ordenados en el esquema nos permiten localizar seis funciones
diferenciables del Lenguaje; sin embargo, debe quedar claro que un
mensaje rara vez cumple una sola función, sino más bien varias
simultáneamente. Las funciones que un mensaje cumple pueden, más o
menos fácilmente, ser organizadas en una jerarquía, y la estructura
verbal de un mensaje dependerá primariamente, de cual sea la función
predominante:

Cuando un mensaje se centra en el Contexto (hace frío; E=mc2) la


función predominante es la REFERENCIAL.
Cuando un mensaje se centra en el propio Destinador o es la expresión de
un estado del Destinador, decimos que el mensaje cumple una función
Emotiva, Expresiva o AUTOREFERENCIAL.
En caso de que el centramiento del mensaje se dé en el Destinatario, nos
encontramos ante la función CONATIVA, la cual puede tomar diversas
formas (imperativo, vocativo, exhortativo, suplicante, persuasivo u otras),
y en general pretende producir una reacción en el Destinatario.
Cuando el mensaje se orienta al Contacto (para comprobarlo, afirmarlo,
confirmarlo, establecerlo o mantenerlo) decimos que cumple una función
FATICA (es ésta una función primordial: es la única que tenemos en
común con los animales llamados "parlantes"; es además la función que
más claramente se manifiesta en un niño, prácticamente desde que nace;
por lo demás, es curiosa la enorme cantidad de mensajes fáticos que
pueden intercambiar dos interlocutores con el solo fin de evitar un silencio
incómodo o de prolongar una agonizante conversación).
Cuando el mensaje se centra en el Código (porque, por ejemplo, el
destinador desea comprobar o confirmar que el código es compartido por
el destinatario, es decir, que el mensaje está siendo comprendido) cumple
una función METALINGUISTICA o de glosa (es una función primordial en
el proceso de un aprendizaje cualquiera, porque permite expandir y/o
completar el código compartido; por ejemplo en: ¿me entiendes? o en
¿qué quiere decir "ornitorrinco"?. Este proceso es claramente visible en el
aprendizaje de un segundo idioma, y especialmente en el aprendizaje de
la lengua materna por parte de un niño).
Cuando, por último, el mensaje se centra u orienta hacia el mensaje
mismo, en una búsqueda estética, nos encontramos ante la función
POETICA del lenguaje; cabe acotar que no se trata sólo de lo estético,
sino que el modo fundamental de la función poética, la Metáfora, tiene
importancia estructural, tal como veremos al tratar del Complejo de
Edipo.

A los fines de clarificar, será útil organizar la seis funciones en un


esquema de estructura similar al utilizado para los seis elementos del
proceso comunicacional; así:

REFERENCIAL
AUTO-
POETICA CONATIVA
REFERENCIAL

FÁTICA
METALINGÜÍSTICA

Como se ve, al proyectar este esquema sobre el anterior, quedan


claramente establecidas las relaciones entre los elementos de un proceso
comunicacional, y las funciones del Lenguaje.
Para hacer una aproximación al modo como un niño adquiere la Lengua
Materna, será necesario tomar la más simple (aunque nada trivial) de las
definiciones del concepto de Metáfora: una metáfora surge de un proceso
de comparación tácita, en la expresión del cual uno de los términos
comparados es excluido de la frase, siendo sustituido por completo por el
otro término. Así, "sus dientes como perlas" no es una metáfora; en
cambio, sí lo es "las perlas de su boca". Una frase metafórica contendrá
siempre "pistas" más o menos claras que orienten al oyente sobre la
índole de la comparación, de manera que pueda ser reconstruido el
sentido.

Volviendo sobre las funciones del lenguaje, dijimos antes que pueden
ordenarse en una jerarquía cuando varias de ellas se cumplen en un
mismo mensaje. Esto es válido para todas las funciones, con una
excepción: nunca un mensaje puede cumplir simultáneamente con las
funciones poética y metalingüística, las cuales son mutuamente
excluyentes en virtud de las cualidades de la metáfora. Sin embargo, en
el proceso de adquisición del lenguaje por un niño, lo que aparece es un
continuo ir y venir entre la función poética (pues el niño aprende por
comparación) y la función metalingüística (que le permite constatar el
código y expandirlo); este proceso es similar, aunque no en todo, al
proceso de traducción de una lengua a otra.

Por otro lado, es un hecho constatable que la palabra surge en el niño


como clamor, como llamado; en tal sentido es posible afirmar que sólo se
nombra aquello que no está presente (por ejemplo, "Mamá"). De tal
modo el Lenguaje apoya sobre el estado de necesidad e indefensión del
infante.

Enuncié más arriba que la metáfora surge de una comparación tácita:


esto puede ser más claro si decimos que una metáfora se produce "Sobre
el eje de la Selección": la Selección es uno de los dos mecanismos
fundamentales del Lenguaje; supone la presencia (virtual y simultánea)
de la totalidad del léxico disponible, y simplísticamente podemos decir
que se trata de algo así como la "elección de las palabras" con las que
construiremos una frase. Como se ve, al seleccionar una palabra para
colocarla en reemplazo de otra (sin enunciar este procedimiento) estamos
construyendo una metáfora. Sobre el otro eje, el de la Combinatoria, se
encuentra lo que se llama la Sintaxis, que es la estructura legal que rige
la combinación de los significantes entre sí al formar el discurso. Es
interesante reflexionar sobre un hecho curioso: se aprende siempre más
de lo que se nos enseña... puesto que no nos "enseñan" sintaxis durante
nuestro aprendizaje de la lengua materna, y a pesar de ello, el dominio
que un niño de por ejemplo dos años, posee sobre la sintaxis de su
idioma, equivale, salvo por el hecho de no ser consciente, al nivel de un
Doctor en Gramática. Es que el niño, sometido pasivamente a la escucha
de la Lengua Materna, se ve en la necesidad de "reconstruir" en su
"interior" tanto la sintaxis de lo que oye, como la separación entre las
palabras (que se denomina Escanción), además del sentido (es decir, que
el niño aprende a reestablecer en su mente la relación entre el flujo de la
cadena significante que oye, y la cadena de significados -que ni oye ni
conoce, y que por lo tanto debe recrear- y para realizar esta "proeza" el
niño pone en juego todo su ser, la totalidad de su aparato perceptivo, su
motricidad, y sin duda sus afectos).

Comencé este texto escribiendo una perogrullada; la retomaré: Cuando


venimos al mundo, éste ya está allí, y entre las cosas que están en el
mundo, están las palabras. Desde antes que fuéramos concebidos, las
palabras estructuraban ya el universo de Símbolos al que accederíamos al
nacer: Mucho antes de ser concebidos en la Carne, habíamos sido
concebidos en el Verbo, asunto en el cual la Escritura Sagrada -Mito o no-
lleva razón.

Para el Psicoanálisis, la estructuración subjetiva es el efecto del "baño


simbólico" en el que cada ser humano se ve sumergido desde antes de su
nacimiento. Esta estructuración es operada por el procedimiento simbólico
que se conoce con el nombre de ''Complejo de Edipo", y se efectiviza para
cada sujeto en el interior de la estructura familiar que lo acoge a su arribo
a este mundo. Todo lo que en la familia se hable sobre, ante, de, con,
contra o a el niño, irá estructurando el universo de los símbolos a los que
él accederá.

No siendo la familia otra cosa que la representante ante el niño de su


todo social, el discurso familiar será una parte, una variación estilística,
del discurso circulante en la sociedad. Con mayor o menor distorsión, la
familia retransmitirá al niño los mensajes que en su sociedad circulan,
incluyendo aquellos mensajes que le dicen qué percibir, qué pensar, qué
entender, qué sentir, qué ser.

La "Realidad" es muy frágil; sólo se mantiene


estructurada merced a unas cuantas ideas-clave
(como la noción de "continuidad") que sostienen su
orden básico, siendo aceptadas por la razón tanto
como por lo Inconciente...

Cuando estas ideas-clave fracasan, o por algún


motivo se invalidan, el orden básico deja de
funcionar, y el mundo de la razón (la "Realidad"),
se viene abajo.

La mente tiene por función (y es una característica


de su modo de operar) "descubrir" -o debiera más
bien decir: CREAR- sentido. Insiste en crear pautas
consistentes -REALIDADES- a partir de conjuntos
de datos aleatorios. ESO pacifica... obtura cierta
angustia, aún si el "sentido" es que no lo hay!. Así
que SER, de algún modo, consiste en una
permanente actividad de creación de sentido;
todos somos -inconcientemente- Doctores en
Semiología...

te
Para los lingüistas, S es aquello que remite a un
do
S ... Para el Psicoanálisis -y es toda una
te
diferencia- S es aquello que no significa
absolutamente nada, salvo para "alguien". "El
Significante es necio", dice Lacan. Necedad deriva
de nesciencia, que significa ignorancia...

La Cultura es una entidad de lenguaje. En ocasiones, su ensordecedor


murmullo es rechazado, y ese rechazo concluye en la psicosis. En el
mejor de los casos, ese murmullo cultural será oído por el niño, que lo
hará propio por la operación del Complejo de Edipo, y nos encontraremos,
a la vuelta de los años, ante un sujeto "normal", es decir, más o menos
neurótico: portador de un "Saber que no comporta el menor conocimiento
-dice Lacan-, a la manera del esclavo-mensajero del uso antiguo, el
sujeto que lleva bajo su cabellera su codicilo que lo condena a muerte no
sabe ni su sentido, ni su texto, ni en qué lengua está escrito, ni siquiera
que lo han tatuado en su cuero cabelludo rasurado mientras dormía".

Aprendemos siempre más de lo que se nos enseña, escribí más arriba; y


ahora agrego: ni siquiera quienes nos lo enseñan lo saben...

"Somos la metáfora de Alguien", enuncia Samuel Schkolnik en su libro


"Algunas Claves"; deja así abierto el gran enigma del Ser: ¿de Quién?

Particulares metáforas, únicas e irrepetibles, cada uno de nosotros, seres


de lenguaje; pero en cada gesto trivial, en cada frase dicha al pasar, en
cada tropiezo de nuestra lengua, están las "pistas" que nos entregarán
nuestro sentido: La Verdad, al igual que el Ser, nos será concedida por el
Verbo...

BIBLIOGRAFIA CONSULTADA:
Carlos Castaneda, "Viaje a Ixtlán".
Ferdinand de Saussure, "Curso de Lingüística General".
Román Jakobson, "Ensayos de Lingüística General".
Sigmund Freud, "Más allá del Principio del Placer"; "El Yo y el Ello";
"Tótem y Tabú"; "El Malestar en la Cultura"; "La Disolución del Complejo
de Edipo".
Jacques Lacan: "El Mito Individual del Neurótico"; "Función y Campo de la
Palabra en Psicoanálisis".
Gilles Deleuze, "Foucault".
Samuel Schkolnik, "Algunas Claves".
Gabriel Bellos, "Sujeción y Arte en Latinoamérica".

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