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Il Pero qué papel efectivo juega la decencia comun en la practica social y politica de la gente sencilla? Como se ha visto, la decencia no se limita a un sentido moral innato sino que implica también una prdctica comin de respeto y lealtad. En adelante intentaremos ver como describe Orwell esta conducta. La decencia comun se manifiesta ante todo bajo la forma de una cierta repugnancia a hacer el mal o a ver como otros lo hacen. El hombre corriente, segtin Orwell, no tiene un gusto muy pronunciado por cosas tan inde- centes como la riqueza, el poder, la violencia o la posicion. Anclado en su mundo de la vida, con sus practicas y sus costumbres tradiciona- les que lo vinculan espontaneamente a sus iguales, carece de una disposicion natural alf i dominio, raz6n por la cual suele ser una victi- ma propicia del mismo. De acuerdo con el modelo del daimon de Socrates, forma psico- - BRUCE BEGOUT mitoldgica de toda conciencia moral, | cia ordinaria advierte interiormente al indivi- duo de lo que no debe infligir jni Padecer! En este sentido, se trata de un sentimiento espon- taneo de indignacion que nos pone en guardia contra una mala accidn. Puede tratarse de un sentimiento pasivo, como el «odio a la violen- cia y la brutalidad» (EL 1, 17), o de un senti- miento activo, como la «disposicion a no Matarse unos a otros» (EJL Ill, 43). En cierto modo, este sentido moral no dice jamas lo que esta bien: solamente percibe la nocividad del mal e intenta poner sobre aviso a quienes lo experimentan. Por ello Orwell ve en él ante todo la expresién epidérmica de una resisten- Cia a cualquier forma de injusticia. Da testi- monio del hecho de que el hombre se mueve Por otras razones que el mero egoismo de su autoconservacion. Constituye la antitesis sen- sible de la voluntad de poder, no ya en sentido nietzscheano sino en sentido banal, como mera voluntad de dominar, Esta repugnancia Pre-verbal del hombre corriente se opone a toda clase de tirania, y es para Orwell la unica razon que permite esperar un porvenir mejor La esperanza no se nutre de bellas teoras sobre un futuro de ensuefo, sino sobre todo a decen- SOBRE LA DECENCIA COMUN 35 de la capacidad humana de conservar el senti- do moral en cualquier circunstancia. Qué sentido tiene sonar en una sociedad justa e igualitaria si no permite que se exprese libre- mente la decencia comin? Si la gente corrien-) te constituye un obstaculo de primera magni=| \ tud frente a cualquier forma de reclutamiento | totalitario es justamente gracias a que perma- nece Esta valorizacién de la vida ordinaria pre- viene también a Orwell contra toda buisque- da de la santidad? Por mas que el hombre corriente no sea un bruto, tampoco es un Santo; mas importante aun: no tiene por qué serlo. De nuevo encontramos la desconfian- za de Orwell hacia los lideres politicos que Se imponen como ideal (a menudo mas para | 46 BRUCE BEGOUT los otros que para si mismos) alguna de purezaz El proposito de la accion p noes producir a un hombre NUEVO, puro perfecto, inmaculado, haciendo tabla rasa ds los usos y las costumbres, sino Unicamente mejorar las condiciones de existencia respe- tando la praxis ordinaria. Orwell tiene en el punto de mira a Tolstoi (y en alguna medida a Gandhi), en particular el fervor, a menu- do sospechoso de hipocresia, con el que se impone como tarea reemplazar la vida ordi- naria ni mas ni menos que por una vida santa: forma Oliticg Tolstoi no era ni de lejos un santo, pero se esforz6 encarnizadamente por serlo, y los criterios que aplicé a la literatura no eran los de la vida terrenal. Es necesario sefalar que la diferencia entre un santo y un hom- bre corriente es una diferencia de natura- leza y no de grado, es decir, que el hombre no debe considerarse como una forma imperfecta del santo. El santo, al menos tal como lo concibe Tolstoi, no se propone mejorar la vida en este mundo, sino poner le fin y sustituirla por algo distinto (FIL 1. 360-61). ilies ce ens SOBRE LA DECENCIA COMUN 47 El poder critico de la vida cotidiana es sufi- ciente para oponerse a las tendencias hegem6- nicas del orden establecido (eso es lo que Tolstoi es incapaz de ver en Shakespeare). Su consistencia practica ofrece miltiples puntos de resistencia a la dominacion. No hay necesi- dad de descartarla de entrada para proyectar- se a una existencia tan perfecta como irreal. “Por otro lado, al hacerlo corremos el riesgo de caer en una forma de tirania que no dude en destruir el orden humano de la existencia coti- diana, ciertamente imperfecto pero también concreto, en su afan de realizar una utopia al precio que sea, Se adivina asi en la obra de Orwell una suerte de humanismo ordinario implicito, que no solo asume el caracter fragil y comin de la vida humana, sino que se esfuerza por-encontrar en ella un recurso efi- caz para la‘acei@m Y es que la vida ordinaria,s por aleatoria que sea, no es un esbozo de una vida mas auténtica: es en si misma una suce- sion inestable| de mezquindades y de gracias. Santo fallido, el ser humano comun evita cual- quier perfeccibn inaccesible. En uno de los ultimos textog de Orwell, que una mirada retrospectiva incita a leer tal vez indebidamen- te como una especie de testamento, encontra- ala Fhocd+ 48 BRUCE BEGOUT mos de nuevo y por ultima vez este retrato rea. » — lista del hombre comun: Ser humano consiste esencialmente en no >“ ) ‘buscar la perfeccién, en estar dispuesto a c fm veces a cometer pecados por lealtad, a no ~~ {llevar el ascetismo hasta el punto en que “ * ‘convierte en imposibles las relaciones de we "amistad, y en aceptar finalmente ser venci- s do y destrozado por la vida, pues ése es el precio inevitable del amor que damos a los ~ \otros (EJL IV, 559). Hay que saber estar conforme con el mundo antes de intentar cambiarlo. Toda poli- tica revolucionaria requiere algo de amor mundi. Aun denunciando la pasividad de los hombres comunes, Orwell sigue depositando su confianza politica en ellos. En otras pala- bras: es posible que el poder no sea siempre corrupto y que quepa algun tipo de traduccion politica de la decencia. La lucha politica de Orwell no tendria ningtin sentido si tal decen- ee una simple cualidad moral. Pero s¢ a de Acti -onstituye una fuente de accion, Py Om 7 copay au temer una dictad Dees eee ae . toda dictaduen lictadura del proletariado: ¢ é adura es forzosamente la obra de una i! eaicecillh servicio SOBRE LA DECENCIA COMUN 4" lligentsia, pot mas que en apariencia esté al del proletariado. Para lo bueno y para Jo malo (por ejemplo esa sumisi6n fatalista al estado actual de cosas),'! el hombre comin se purla siempre del poder. No consigue desci- frarlo. En cierto sentido, ni siquiera pretende realmente conocerlo, y mucho menos conquis- tarlo: esta demasiado resignado para eso." El poder politico, cinicamente consciente de este fundamento moral del pueblo, busca en cambio utilizarlo en su propio provecho, explotando su potencial de indignacién para orientarlo hacia sucedaneos del mal verdade- ro, o bien lo ignora totalmente en nombre de la Realpolitik, frente a la cual aquella moral no seria mas que una forma ingenua y obsole- ta de bondad. El aspecto més terrible de la dic- 11. En su biografia intelectual, R. Hoggart (autor de The Uses of Literacy) insiste también en este desdén hacia la esfera publica y poli- tica que muestran las clases populares, mucho menos dispuestas a exaltarse con la revolucion social que las élites ilustradas de los par- tidos de izquierdas que las dirigen y las convocan a primera linea de combate. Cf. 33 Newport Street. Autobiographie d'un intellectuel 'ssu des clases populaires anglaises (Paris: Gallimard/Le Seuil, col. “Hautes etudes”, 1991), p. 176-7. 12. El mismo analisis se encuentra en Hoggart, Autobiographie d'un intellectuel issu des clases populaires anglaises (Paris: Gallimard/Le Seuil, col. “Hautes etudes”, 1991), pp. 178, 268. 50 BRUCE BEGOUT tadura descrita en 1984 consiste en el encarni- zamiento meticuloso con el que trata de ani- quilar, cueste lo que cueste, este sentido moral innato. Para el poder tiranico, «la herejia de las herejias es siempre el sentido comtn», Pero la decencia comtin no consiste nunca, para Orwell, en una simple premonicién afec- tiva del bien; también es una conducta social, a saber, una manera honesta de actuar en comuin que reposa en la practica historica y tradicional de las relaciones sociales (el senti- do moral es siempre por ello un sensus com- munis). Queda claro pues que la decencia comun designa una honestidad que no se lim ta a la simple virtud interna sino que se expre- sa directamente en los comportamientos Y las manifestaciones objetivas de la personalida En sus escritos documentales sobre la vida 4 los obreros y la gente humilde, Orwell descr € esta conducta decente bajo multiples for mas distintas: la capacidad de compart @ ayuda mutua entre la gente sencilla, la desco? _——__ as woe (Paris: Gallimard, Folio), p. 118. Recordemos Fon Presentado en la novela como el «Buti s,, sivo de p28, 7 “eFdad y el sentido comin en un mundo de ™ os aue SOBRE LA DECENCIA COMUN 51 fianza frente a toda forma de autoridad. En las practicas populares se da una especie de bon- dad comtin que constituye la base afectiva y pre-intelectual de una sociabilidad inmanen- te.“ Pero al poner el acento en estas conductas Orwell no pretende esbozar un retrato ideal de las clases populares, pues la decencia comin no significa para él una moralidad pura. La decencia comtin puede convivir con sentimien- tos y practicas que no tienen nada de moral y que a veces constituyen ofensas claras. Orwell no omite ciertos aspectos criticables de las cos- tumbres populares, en particular la sensible- tia, la desconfianza hacia el extranjero o un cierto fatalismo. Pero en las cuestiones esen- ciales la decencia ordinaria no transige. La gente sencilla lleva sufriendo injusticias mucho tiempo, de modo que siente una aversiOn casi —___ 14. Sobre este cardcter inmanente de la decencia comin, cf. EJL |, 660: «siempre es posible apelar a los valores morales comunes a 0s que se atiene la gran mayoria de la gente sin necesidad de aso- ciarlos a ninguna creencia trascendental». Tal como ha sefialado B. Ctick, a pesar del pesimismo general de la época hacia la civiliza- tory la cultura europeas, Orwell «seguia siendo positivo y sensi- respecto a la naturaleza y a las tradiciones de la gente sencilla (habia en ello una exaltacién casi pietista de la textura de la vida cotidiana, aspidistras y demas» (Orwell, une vie, Castelnau-le-Lez, Climats, 2003, p. 294). BRUCE BEGOUT instintiva hacia toda dominaci6n del hombre sobre el hombre, incluso en la época de la pro- paganda de masas, donde se les Propone que dejen de ser simples victimas para convertirse en dichosos beneficiarios.

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